Winnicott: continuidades y rupturas con respecto a Freud Leopoldo Fulgencio E-mail: [email protected] Resumen: En estos comentarios busco analizar, considerando las conferencias de Jaime Coloma, Ricardo Bernardi y Adriana Anfusso, algunos tipos de ruptura y de continuidad que ocurren en el desarrollo del psicoanálisis, teniendo en cuenta las obras de Freud y de Winnicott. En primer lugar, busco retomar las contribuciones de Winnicott, planteando los temas de la continuidad de ser, del monismo y de las experiencias paradójicas, de las diferencias entre la noción de Trieb y la de Instinct, entre necesidad y deseo, de la constitución del sí mismo, de los fenómenos transicionales, y de la importancia efectiva del ambiente, ya comentadas por mis colegas; también resalto cómo ese conjunto de transformaciones nos lleva a suponer que Winnicott propuso una nueva metapsicología para el psicoanálisis, de tal manera que algunos llegan a dudar si Winnicott puede o no estar entre aquellos que se denominan psicoanalistas. Con el propósito de profundizar esa discusión, busco hacer una distinción entre dos sentidos generales del término metapsicología (uno como sinónimo de una teoría general sobre la constitución y el desarrollo psicoafectivo del ser humano, basada en la énfasis que se da a los procesos psíquicos inconscientes, y otro, como un conjunto de construcciones teóricas auxiliares que constituyen una superestructura especulativa del psicoanálisis); afirmo también que Winnicott redescribió la metapsicología en el primer sentido, y la refutó, en el segundo. En ese contexto, agregando los distintos tipos de análisis, se intenta mostrar qué continuidades freudianas podríamos encontrar en la obra de Winnicott, indicando cómo este último concibe la noción y el lugar del concepto de inconsciente, de sexualidad infantil, de complejo de Edipo, de transferencia y de resistencia, defendiendo la hipótesis según la cual el redescribe esos términos dándoles sentidos y referentes distintos de los de Freud. Por fin, una vez marcadas las continuidades y resaltadas las rupturas, se plantea que esa manera de comparar dos sistemas teóricos diferentes quizás sirva como un camino posible para hacer dialogar esos sistemas en el cuadro de las discusiones sobre el desarrollo del psicoanálisis. Palabras clave: metapsicología, ontología, ciencia, inconmensurabilidad, Freud, Winnicott En primer lugar, deseo agradecer a los organizadores de este vigésimo Encuentro Latinoamericano Winnicott, Adriana Anfusso y Graciela Montano, por la amable invitación a participar de esta mesa. Es de hecho un honor estar entre colegas tan ilustres, cuyas conferencias traen temas de suma importancia para el desarrollo no solo de la obra de Winnicott sino también del propio psicoanálisis posFreud. En la conferencia de Jaime Coloma creo que se plantean cuestiones de fundamento, con la necesidad de distinguir las nociones de pulsión (Trieb) de las nociones de Instinct e Instinctual Drive en Winnicott, puesto que, para Freud, la pulsión corresponde a un concepto fundamental imprescindible (1951c). Parece que no hay duda que la cuestión de las diferencias entre las nociones de necesidad y de deseo son fundamentales para comprender lo que un bebé puede en su inmadurez; la introducción en el campo relativo a los fenómenos transicionales; la constitución del self y la distinción entre el falso y el verdadero self; todo eso parece configurar un sistema teórico distinto de lo que Freud estableció inicialmente. La referencia a la cuestión del ser parece plantear un problema relativo a un cambio en la ontología del propio pensamiento freudiano, puesto que el ser no es reductible a ningún hacer, menos aún al hacer que se refiere a la sexualidad, infantil y adulta. En ese sentido, somos llevados a considerar que nos encontramos, con Winnicott, en otro cuadro epistemológico, en otra metapsicología (aunque Winnicott no sea el único a proponer cambios de esa importancia en el psicoanálisis, basta recordar, en ese caso, la figura de Lacan). Ricardo Bernardi, ya hace tiempo que se preocupa con la posibilidad de comunicación y diálogo entre los varios sistemas teóricos del psicoanálisis (1988, 2002), quizás, también compartiendo la posición de Green (2005, p. 44) que reconoce que el psicoanálisis vive un momento babeliano, busca encontrar en la clínica y en los factos clínicos los criterios y directivas para que el diálogo entre sistemas distintos sea posible. Adriana Anfusso analizó una diversidad de temas y puntos teóricos y clínicos que muestran la especificidad de las propuestas de Winnicott, por ejemplo, el monismo de Winnicott, la introducción del pensamiento paradójico y del juego,, como constituyentes de la existencia y de la experiencia clínica, así como la introducción de conceptos que amplían bastante la comprensión freudiana, con la introducción de la nociones de falso y verdadero self y, factor decisivo para comprender esas diferencias, la consideración de las sustentaciones y fallas efectivas del ambiente. Creo que todos esos análisis se refieren de una manera o de otra a la necesidad de explicitar lo que hay, objetivamente, de continuidad y ruptura cuando se quiere hacer comunicar la obra de Winnicott y la de Freud. El problema planteado se refiere, desde mi punto de vista, al problema más general de las condiciones de posibilidad de diálogo, comunicación, síntesis e inconmensurabilidad, entre los distintos sistemas teóricos del psicoanálisis. Propongo elucidar más específicamente el sentido y referente que se da al término metapsicología, como una manera de empezar y plantear las discusiones sobre la diferencia entre sistemas teóricos distintos en el psicoanálisis. 1. Los sentidos del término metapsicología Basándome en la obra de Freud y de otros psicoanalistas que se dedicaron a especificar el sentido del término metapsicología - Laplanche & Pontalis ( 1967), George Klein ( 1976 [1969]), Merton Gill ( 1976), Roudinesco & Plon ( 1997 ), André Green ( 1995, 2002 ), Paul-Laurent Assoun ( 1993, 1997, 2000, 2006 ) y Antonio Imbasciati (2002a, 2002b, 2006, 2010), así como en mis publicaciones, en las cuales trato directamente el tema de la metapsicología en Freud y en Winnicott (Fulgencio, 2005b, 2007b, 2008) - creo que es posible distinguir dos sentidos específicos para el término, aunque en la mayor parte de la veces sean utilizados de manera combinada, ni siempre claramente distintos (cf. Fulgencio, 2011): por un lado la metapsicología es sinónimo de una teoría general del desarrollo que considera, como su fundamento, las determinaciones creadas por procesos psíquicos inconscientes, y por otro, un conjunto de conceptos auxiliares, de naturaleza especulativa, que constituyen una superestructura teórica, sustituible, pero cuyos referentes jamás podrían ser encontrados adecuadamente en la realidad fenoménica. La caracterización de la metapsicología como una superestructura especulativa del psicoanálisis, que puede ser sacada o sustituida sin daño para el edificio psicoanalítico, es un aspecto importante que debe ser resaltado (cf. Fulgencio, 2005a). Para Freud, la metapsicología como expresión de los puntos de vista dinámico, económico y tópico - está edificada a partir de los conceptos de pulsión [Trieb ] (que para él es una convención, un mito), de libido (que, para él es una suposición con validad únicamente heurística), y de aparato psíquico (que, para él es una ficción teórica. Él las ve como construcciones auxiliares especulativas que no deben ser confundidas con los fundamentos empíricos del psicoanálisis. Ya en la Interpretación de los sueños, reconociendo la naturaleza de esos constructos metapsicológicos, él afirma: "En mi opinión, es lícito dejar libre curso a nuestras especulaciones, con tal que se preserve la frialdad de nuestro juicio y no tomemos los andamios por el edificio" (Freud, 1900a, p. 589). Ninguno de esos conceptos metapsicológicos tiene o pretende tener referente objetivo en la realidad factual, todos sirven de construcciones auxiliares para la investigación de las efectivas relaciones de determinación entre los fenómenos psíquicos. Sin embargo, ni todos los conceptos freudianos son metapsicológicos en el sentido de ser especulativos, hay conceptos, como la sexualidad infantil, el complejo de Edipo, la transferencia, la resistencia, etc., que se refieren a factos, o sea, son conceptos que tienen referente adecuado en la realidad factual. Efectivamente, no hay concepto que no sea una abstracción, sin embargo hay los que tienen (o pueden tener) referentes en la realidad fenoménica y los que jamás van a tener. Hay una diferencia de naturaleza entre el concepto de Pegaso y el de perro! Los conceptos metapsicológicos (pulsión [trieb], libido, aparato e instancias psíquicas) son, para Freud, especulaciones de validad únicamente heurística, jamás empírica. Lo que defendí en otro lugar es que Winnicott refutó la utilización de ese tipo de teorización especulativa (Fulgencio, 2007b). Tendríamos un largo camino de análisis para mostrar que Winnicott redescribió conceptos y términos metapsicológicos (o que tienen aspectos metapsicológicos, o sea, especulativos, como, por ejemplo, el concepto de inconsciente, id, ego y superego), dándoles contenidos factuales, pero eso nos haría desviar mucho del foco de nuestro análisis. Además, sería necesario mostrar que algunos términos y/o conceptos utilizados por Winnicott, claramente de un nivel abstracto muy alto (por ejemplo, soledad esencial, necesidad de ser nucleo sagrado del self), no son mitos, ficciones o convenciones, o sea, no son especulaciones, aunque sin duda no sean objetivables como es el concepto de silla. Un ejemplo que permite aclarar lo que estoy afirmando, en cuanto a la manera de teorizar de Winnicott, es discutir de qué manera Winnicott utiliza sus gráficos y esquemas figurativos, diferenciándolos de lo que Freud hace cuando recurre a sus figuraciones analógicas (el homúnculo y su figuración de la segunda tópica). Para Freud, es posible afirmar, hay un método analógico de investigación, parte de su método especulativo de investigación, cuyo propósito es ofrecer un contenido intuitivo (sensorio) para lo que es de difícil aprehensión, proyectando a veces las dinámicas de un fenómeno específico o situación en otro (cf. Fulgencio, 2006). Winnicott también utiliza algunos esquemas y gráficos, pero sin hacer analogías, sino presentando, de manera sencilla y estilizada, los fenómenos y sus relaciones. Cito algunos ejemplos a seguir de esos esquemas y gráficos: lo que especifica el ser y la sustentación ambiental que necesita, representado con un círculo dentro de otro (1988, p. 148-149); lo de la situación de dupla dependencia inicial, con el esbozo de un seno y un semicírculo abierto para referirse a la relación madre-ambiente-bebé en interacción, y dos flechas señalando la interacción, una de ellas designando el bebé que busca algo en algún sitio sin saber lo qué es, y la otra que representa la adaptación adecuada de la madre a la necesidad del bebé (1988, p. 121) y, considerando esa misma figura, pero ahora con una forma intermediando el seno y el bebé, caracterizando el objeto transicional (1953c, p. 27); y también un esquema que busca describir la dinámica que caracterizaría el ciclo benigno (1988, p. 93). En Freud, encontramos figuraciones y esquemas analógicos que proyectan las dinámicas y elementos de un universo (el homúnculo, por ejemplo) en otro (la organización psíquica del ser humano), en cambio, en Winnicott, tenemos la representación sintética estilizada de esas dinámicas. Por lo tanto, también en ese caso, se trata de una manera de teorizar que se distingue por la búsqueda de las descripciones (y de conceptos que puedan tener, en esas descripciones, sus referentes adecuados) y no propiamente por las abstracciones, figuraciones o especulaciones analógicas. Lo que diferencia un autor de otro es, en Freud, el método de investigación teórico analógico-especulativo, utilizado como instrumento auxiliar en la búsqueda de la relaciones de determinación entre los fenómenos de vida psicoafectiva, así como en la tarea de realizar la presentación descriptiva de esas relaciones, en cambio, en Winnicott, las analogías son poco utilizadas1, de tal manera que ele parece siempre preferir realizar o apoyarse en descripciones, aunque las dibuje. Una vez que esas distinciones fueron aclaradas, creo que se puede afirmar que Winnicott rechazó la utilización de construcciones auxiliares especulativas, al mismo tiempo que profundizó y desarrolló la teoría psicoanalítica sobre el proceso de desarrollo. 1. ¿Continuidad y/o ruptura entre Freud y Winnicott? Retomando los comentarios y análisis de mis colegas, creo que podemos distinguir algunos tipos de cambios realizados por la obra de Winnicott. En cuanto a un aspecto más propiamente ontológico, tenemos, como citó Jaime Coloma, la cuestión del ser y de la continuidad de ser como un tipo de transformación en el propio modelo 1 Sin embargo, no vemos, en Winnicott, un rechazo de las analogías como instrumento de aproximación para la investigación y comprensión de ciertos fenómenos; podemos ver, por ejemplo, su analogía entre el perfume, que existe potencialmente en un bulbo de Jacinto, y la situación en la cual un individuo congeló una situación traumática, guardándola como algo no vivido, esperando que, en el futuro, esa situación pueda ser descongelada y por lo tanto vivida, integrada en su personalidad (cf. Winnicott, 1989vl, pp. 99-100). de hombre utilizado en el psicoanálisis, un cambio que de cierta manera sustituiría el modelo freudiano, que se refiere a un aparato psíquico movido por fuerzas y energías, en una perspectiva naturalista, por un modelo que pensaría la naturaleza humana movida por la necesidad de ser y la tendencia innata a la integración, en una perspectiva que se ve como una ciencia objetiva de la naturaleza humana, en mi opinión, no naturalista. Algunos comentadores de Winnicott reconocen que la introducción de la cuestión del ser promueve una verdadera ruptura epistemológica en el psicoanálisis, abriendo un verdadero taller (cf. Drapeau, 2002; Roussillon, 1999; Roussillon, 2009). En ese sentido también, la comprensión de la diferencia entre pulsión e instinto, entre deseo y necesidad, nos llevaría a dar otro lugar a la sexualidad en el proceso de maduración, reconociendo problemas y dinámicas que no son reductibles a la cuestión de la administración de la vida instintiva en las relaciones interpersonales, incluso problemas clínicos, como una dificultad o incapacidad para sentirse real, el problema de tener una vida que vale la pena ser vivida, el sentimiento de futilidad que a veces predomina en ciertos pacientes, etc. Para Winnicott, con la introducción de la noción de elaboración imaginativa de las funciones corporales (que corresponde al dar sentido a lo que pasa con el cuerpo, que no es exactamente una representación de lo que pasa al cuerpo) y de su comprensión de la existencia como siendo necesariamente psicosomática (la mente es solamente uno de los aspectos de la psique), tenemos una distinción entre la vida instintiva y la vida sexual. Para él, las presiones de los instintos están presentes desde el principio más remoto de la naturaleza humana, por otro lado, la sexualidad – como una manera compleja de vivir la vida instintiva, cuando el bebé ya es suficientemente maduro para desear, para reconocer objetos que podrían satisfacer tensiones instintivas, tensiones instintivas que el individuo reconoce como suyas, o sea, integradas en su persona – sería una determinada manera, más elaborada y compleja, de vivir la vida instintiva en las relaciones interpersonales. La sexualidad infantil y el complejo de Edipo serían conquistas del proceso de maduración, que sólo pueden ser vividos después que el individuo alcanzó una cierta integración y madurez. En ese sentido, se puede pensar que Winnicott dio otro lugar y valor a la sexualidad infantil y al complejo de Edipo en el proceso de maduración, distinto de lo que Freud y otros autores clásicos del psicoanálisis dieron; de tal manera que algunos pueden caracterizarlo como aquel que propuso un psicoanálisis no edipiano (Loparic, 1997). Es importante señalar que algunos pacientes jamás se integran, o jamás madurecen, llegan a tener problemas relativos a la sexualidad y al escenario edípico, y su lucha se refiere más a llegar a ser. Como dice Winnicott, “de ser surge el hacer, pero no puede existir el hacer antes del ser” (1971f, p.7), incluso el hacer que se refiere a la sexualidad, pero primero, en términos ontológicos, tenemos el ser. Creo que Adriana Anfusso, al referirse al monismo de Winnicott2, al pensamiento paradojal, a la importancia del ambiente, al falso y verdadero self, al juego, a la transicionalidad y a los tres modos de relación con la realidad (subjetivo, transicional e objetivo), también muestra cambios en los fundamentos ontológicos y praticos de la teoría psicoanalítica. Esos cambios implican la posibilidad de describir el proceso de desarrollo de una manera que no se encuadra en el modelo de Freud, puesto que introduce dinámicas y necesidades (de ser, de comunicar, de tener un gesto acogido, de jugar, etc.) que se refieren a la vida instintiva. Parece claro que con la introducción de la noción de objetos y fenómenos transicionales, de objetos e fenómenos subjetivos, tenemos no solo una descripción más exacta de ciertos modos de funcionamiento del ser humano, sino también que esa manera de concebir un objeto (ni interno, ni externo, creado y encontrado al mismo tiempo) reformula la propia teoría de las relaciones de objeto. En un sentido más estricto, quizás los objetos transicionales y los objetos subjetivos, presentados por Winnicott, no puedan ser caracterizados adecuadamente como un tópico del tema clásico de las relaciones de objeto en el psicoanálisis (objetos del deseo, relativos a las pulsiones), pero, quizás, mucho más como modos de relación del individuo con el ambiente, cuando no hay distinción clara entre dentro y fuera, entre interno y externo. 2 Basado en la concepción psicosomática de la existencia (la mente considerada solamente como uno de los aspectos de la psique, en una comprensión de la existencia psico-somatica no redutible a un conjunto de representaciones), distinto monismo del monismo de Freud, basado en la distinción entre la mente y el cuerpo, en una comprensión del psiquismo como un conjunto de representaciones conscientes e inconscientes. El enfoque del pensamiento psicoanalítico cambia: en lugar de pensar el desarrollo, normal o patológico, en función de las relaciones de objeto, marcadas por la administración de los instintos en las relaciones interpersonales, Winnicott plantea un problema más amplio, la cuestión de los modos de ser-estar en el mundo, irreductible a los problemas relativos a la administración de la vida instintual, que también incluye, como uno de sus aspectos, el problema de las relaciones de objeto. Además, el modo de relación con los objetos transicionales revela otra lógica semántica en la experiencia, la lógica del paradojo. Esa lógica, que se encuentra no solo en el campo de la transicionalidad (está presente, por ejemplo, en la capacidad de estar solo, en la fase de la utilización del objeto para poder ser amado, etc.), pone el individuo en una situación que se debe mantener como tal, o en otras palabras, no se debe resolver el paradojo sino vivirlo. En cambio, resaltamos que hay situaciones vividas como paradójicas (como dice Winnicott, la situación en que ciertos pacientes huyen de un colapso o de una locura ya vivida) que se deben deshacer para que el paciente pueda madurar. En esa perspectiva, una nueva lógica de relación con la realidad, de relación con los otros y con sí mismo, pasa a ser percibida y, en ese sentido, vivida o revivida en el proceso analítico. Todavía en ese sentido, el desarrollo de la cuestión de la constitución del self, verdadero o falso, también nos permite reformular la comprensión de los procesos más primitivos de la maduración, puesto que, al principio, dice Winnicott, el bebé no tiene madurez para tener relaciones de objeto – como supuso Melanie Klein -, no existe en ese momento, por así decir, un sujeto para relacionarse con objetos. Winnicott afirma eso diciendo que “el bebé no existe” (Winnicott, 1958d, p. 165), él quiere con eso decir que la unidad inicial es, de hecho, un amalgama bebé-ambiente. Ese tipo de perspectiva reintroduce de manera contundente la importancia efectiva del ambiente para que la maduración sea posible. Una maduración que él expresa no más en términos de modos de relación con los objetos, sino en términos de la relación con el ambiente, como modos de ser-estar en el mundo, en un proceso que va de la situación de dependencia absoluta del principio a la de independencia relativa de la maduración. Esa maduración tendría, como fundamento, lo que él llama de tendencia innata a la integración, en un proceso que también va de la situación de no integración del principio a la integración en términos de persona entera. Evidentemente, esas elucidaciones nos llevan a modificaciones clínicas significativas, según el tipo de paciente que estamos tratando: personas integradas, personas recién integradas y personas no integradas o desintegradas (Winnicott, 1955d). Cuanto más grave es el caso, más grande es la necesidad de sustentación efectiva del ambiente. ¿Delante de esa diversidad y cantidad significativa de transformaciones, en qué sentido se podría decir que Winnicott es un freudiano? Él mismo dice que es alguien que no cree en todo lo que Freud hizo, pero el reconoce que Freud puede haber proporcionado un método, y eso sería lo fundamental para constituir una ciencia y sus investigaciones (Winnicott, 1965t, p. 29). ¿Pero eso sería lo suficiente para considerar que Winnicott es un freudiano? Es posible encontrar, de manera objetiva, las continuidades con Freud, o sea, los elementos teóricos y metodológicos que nos haría claramente reconocer Winnicott como un psicoanalista, puesto que algunos lo consideran mucho más como un antropólogo, por ejemplo, en la perspectiva de PaulLaurent Assoun (2006, p. 67). Para contestar en parte a esa pregunta, añadiendo un comentario a los de mis colegas, quiero retomar algunas referencias de Freud y de Winnicott, para resaltar que los dos comulgan principios definidores del psicoanálisis, aunque cada uno los vea a su manera. Freud reconoce en la transferencia y en la resistencia, los dos factos que al ser considerados hacen de alguien un psicoanalista, aunque llegue a resultados distintos de los suyos (Freud, 1914d, p. 27-28). Al especificar cuáles son los fundamentos empíricos del psicoanálisis, él se refiere a los procesos psíquicos inconscientes, a la sexualidad infantil y al complejo de Edipo (Freud, 1923a). Winnicott, a su vez, al referirse a Freud, cree que él descubrió algunas verdades fundamentales cuando habló sobre el inconsciente dinámico, la sexualidad infantil, el complejo de Edipo y la realidad psíquica (Winnicott, 1962e, p.15). El análisis de esos términos, en los dos autores, exigiría dedicar un tiempo del cual no dispongo aquí. Sin embargo, espero indicar la dirección de mi interpretación, afirmando: 1. si Freud descubrió el inconsciente reprimido, Winnicott no solo enriqueció esa comprensión sino también ofreció la posibilidad de comprender mejor otro tipo de inconsciente, lo que ocurre antes que el mecanismo de recalque sea posible; 2. la sexualidad infantil y el complejo de Edipo solo pasan a ser un tipo de fenómeno o de vivencia, cuando el niño ya llegó a un cierto nivel de maduración e integración; 3. la realidad psíquica, descubierta por Freud, fue ampliada para incluir tres modos de relación con la realidad, o tres realidades, la que se refiere a los modos de relación con los objetos subjetivos, la que se refiere a los objetos transicionales, y la que se refiere a los objetos objetivamente reconocidos como externos; 4. la transferencia, fundamento de la práctica psicoanalítica, con Winnicott (aunque no solo él), también es considerada como algo que ocurre en el tratamiento con los psicóticos, pero la transferencia pasa a ser considerada también en términos de comunicación y del compartir el área del jugar; 5. al introducir la cuestión de la dependencia, de la regresión a la dependencia en el proceso analítico, y de la relación con el ambiente, él muestra que la transferencia y la resistencia no deben ser consideradas unicamente en cuanto a las capacidades o incapacidades internas del paciente, sino en función de lo que el ambiente (en este caso, el analista) puede ofrecer en términos de confiabilidad, comunicación y sustentación ambiental. Yo sé que ese conjunto de indicaciones deja mucho que desear, tanto en su explicación como en su precisión, pero aquí solo se trata de mostrar una posibilidad de comprensión. 3. Parámetros para comprender continuidades y rupturas en el desarrollo del psicoanálisis Los fenómenos, los factos clínicos, son comprendidos de una manera o de otra en la dependencia del conjunto de creencias que el psicoanalista tiene, sean explícitas, más claramente relativas a su tradición de formación, sean obscuras, relativas a otros aspectos de su historia afectiva e intelectual que lo constituyen como persona. En un cierto sentido, no hay una realidad clínica que ya no sea concebida y enunciada en función de teorías, teorías que permiten ver el mundo de cierta manera, de formular y resolver problemas a partir de ese modo de comprensión de la realidad. Un determinado facto o problema puede ser considerado o constituido como fenómeno de maneras totalmente distintas, dependiendo del punto de vista teórico en el cual el observador está. Veamos, por ejemplo, la siguiente figura: ¿Es un pato o un conejo? De hecho, es un pato y un conejo, pero no los dos al mismo tiempo! Además, si fuéramos completar el dibujo, llenaríamos lo que no es conocido con elementos totalmente distintos al considerar una o otra gestalt, mismo respectando las singularidades infinitas de patos y conejos, jamás iguales uno al otro. Quando miramos un paciente, haciendo un paralelo con la figura y su gestalt, podemos verlo como se fuera un pato o un conejo, a partir de nuestras teorías sobre el desallo y sobre los objetivos del tratamiento psiconalítico o de base psicoanalítica. Nosostros concebemos, asi, quales son sus problemas, su pasado y su presente, sus traumas y sus complejos, como también qual es el setting y el manejo necessário para el tratamiento. Con base en ese ejemplo, como una figuración que da un contenido intuitivo sobre qué tipo de continuidad y de ruptura estoy afirmando que hay entre la obra de de Winnicott y la de Freud, creo que ella aclara y agrega el conjunto de afirmaciones hechas por mis colegas y por mi: hay rupturas significativas en los modos de ver la realidad (rechazo de las especulaciones, la cuestión del ser, el monismo, la importancia del ambiente, el origen del self, las experiencias paradójicas, la importancia del jugar como acto, etc.), como hay también elementos que permanecen, aunque redescritos (el inconsciente, la sexualidad infantil, el complejo de Edipo, la transferencia, la resistencia, etc.). Es importante observar que, mismo los elementos que parecen ser los mismos, por tener el mismo nombre (el mismo nombre para el concepto), pueden corresponder a realidades empíricas distintas: el ojo de pato y de conejo son distintos uno de otro. La cuestión que se plantea ahora es establecer algunos parámetros básicos que puedan servir como referencia para que sea posible cotejar sistemas teóricos distintos en el psicoanálisis. Es posible que esa distinción entre sistemas teóricos que utilizan o no construcciones auxiliares especulativas, así como también el sitio que esos sistemas dan a los instintos, a la sexualidad infantil y al complejo de Edipo, así como también cuál es el modelo básico que sirve de referencia para pensar los problemas clínicos desde el punto de vista del psicoanálisis (por ejemplo, “el caminante en la cama de la madre”, para Freud, y “el bebé en los brazos de la madre”, para Winnicott), puedan servir a ese propósito. Hubo una serie de tentativas en ese sentido, en la aplicabilidad del concepto khuniano de paradigma para pensar la historia del desarrollo del psiconanálisis (cf. Bernardi, 1988, 2002; Fulgencio, 2007a; Greenberg & Mitchell, 1983; Loparic, 2001).3 Sin duda, ese tipo de dirección no resuelve todos los problemas, pero me parece que esa propuesta nos permite discutir las continuidades y rupturas entre sistemas distintos, diferenciando campos específicos de problemas: los ontológicos y los descriptivos, los dos requieren que aclaremos siempre cuáles son los referentes de los conceptos que estamos tratando. Sin embargo, eso no significa que todo diálogo sea posible, que siempre hay correspondencia de referentes entre sistemas distintos, pero ese procedimiento puede por lo menos indicar cuándo estamos profundizando la 3 Un paradigma es un conjunto de creencias compartidas que permite captar y formular los problemas y soluciones que caracterizan un cierto campo del conocimiento, para que sus integrantes conciban sus problemas, los que ya tienen solución y los que todavía no están solucionados, como un cierto tipo rompecabezas. Además de eso, ese conjunto específico de creencias es reunido, por Kuhn, como siendo características de un paradigma, a saber, el reconocimiento mutuo de problemas empíricos ejemplares (que se refieren y sirven incluso como modelo para pensar todos los problemas de ese campo), una teoría general guía aplicable también a todos los problemas, y, para citar solo uno más (lo que es suficiente para mi objetivo), un modelo ontológico o metafísico que sirve de base para pensar todos los problemas y sus soluciones. No tenemos tiempo para analizar cada una de estas características, en Freud y en Winnicott, tampoco tenemos tiempo para discutir si hay paradigmas en el psicoanálisis, si hay, cuántos son, etc. descripción de un facto o problema específico (que reconocemos ser el mismo aunque existan semánticas distintas que buscan describirlo), y cuándo hay una inconmensurabilidad entre sistemas, puesto que vienen y constituyen realidades distintas. Referencias Assoun, P.-L. (1993). 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