¿Qué es lo que no nos deja dormir

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¿Qué es lo que no deja dormir?
Reflexiones acerca de algunas perturbaciones como la pesadilla, el
sonambulismo y el bruxismo nocturno
RESUMEN
¿Qué es lo que no deja dormir? Es una pregunta que puede ser respondida desde
distintas causas desde la singularidad de cada quien. ¿Qué lo que se instala en la hiancia
que separa el sueño de la vigilia y que es el dormir? Lo que inquieta o desvela en un
momento preciso de la vida.
El objetivo de éste trabajo es el tratamiento de algunos de los fenómenos
oníricos que perturban el sueño en general: la pesadilla y los sueños traumáticos,
además de algunas consideraciones sobre el sonambulismo y el bruxismo nocturno.
Sin embargo, la vida de vigilia y la del sueño no están divididas tajantemente.
En ambas se manifiesta la capacidad de manifestarse del inconsciente a veces de
maneras tan similares al modo de una pesadilla despierta.
El sueño y su interpretación, como la vía directa de acceso a lo inconsciente, es
uno de los mayores descubrimientos freudianos. De igual modo podemos afirmar que
los fenómenos que perturban el sueño nos conducen a lo que retorna desde lo
inconsciente de distinto modo que el síntoma o el sueño mismo.
Palabras claves: estado de dormir- estado de soñar- pesadillas- sueños
traumáticos- bruxismo- sonambulismo.
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El dormir como deseo y el dormir como pulsión
Antes de adentrarnos en el tema específico definiremos algunas cuestiones. Una
lectura minuciosa de la obra de Sigmund Freud permite situar el deseo del dormir y la
pulsión de dormir; el autor señala que el primero tiene su particular característica
psicológica: la suspensión del interés por el mundo exterior, además constituye un
estado premundano comparable al retorno al vientre materno al menos en la
reproducción de sus condiciones: calor, oscuridad y silencio. Por otro lado, el sueño
normal es el guardián del dormir porque tramita estímulos psíquicos de diverso modo
con un mismo objetivo: seguir durmiendo. Pero es en Esquema de Psicoanálisis
(1940:164) donde Freud menciona ya no el deseo sino a la pulsión de dormir
remarcando la participación del ello inconsciente en dicho estado.
El ello contiene las marcas de la pulsión, el inconsciente le pone significantes
(condensa y desplaza las representaciones y las cargas), las asociaciones sacan a la luz,
a los significantes que mediante la interpretación vehiculizan el deseo inconsciente. El
ello es el reservorio de improntas y constituye lo más originario en la conformación
estratificada del aparato. El error mas recurrente tal vez sea entificarlo aunque nadie está
ajeno del todo hacerlo, de modo similar aplicamos al significante la adhesión rápida a
un sentido por la materialidad misma de la letra.
El cumplimiento del deseo en el sueño es su realización en imágenes a través del
trabajo llevado a cabo por el inconsciente. Por ello, Freud ya afirmaba que el trabajo del
sueño es trasformar lo pulsional en deseo, al menos durante la alucinación del sueño,
aunque no siempre lo logre. No obstante en la clínica podemos discernir en cuáles casos
predomina ora el deseo ora la pulsión de dormir. Señalando la importancia que Freud
adjudica al final de su obra al retorno del concepto de pulsión como cuna de algunos
deseos, podemos decir que: si la pulsión de dormir actúa armónicamente origina el
deseo de dormir; o por el contrario, la pulsión de dormir puede no tramitar al deseo, el
que a su vez puede realizarse de forma loca y vacía (Lacan, 1964)
Freud en distintos lugares se refiere al estado del dormir de diferentes modos.
Haremos una breve mención a algunos de ellos: cuando el dormir es perturbado puede
ser síntoma; lo dormido puede ser entendido como lo reprimido (huella mnémica de lo
vivenciado); en el estado de dormir sucede una particular distribución de energía
anímica ya que el yo altera su organización ( en éste punto podemos pensar en que el
dormir puede tramitar la angustia experimentada en la vigilia); durante el estado del
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dormir se cancela la motilidad, se rebajan las resistencias y se produce el avance de los
contenidos inconscientes; la demanda que se le impone al durmiente puede ser pulsional
(proveniente del ello) o provenir de un resto de la actividad preconsciente (demanda de
solucionar un conflicto, cancelar una duda, establecer un designio); en el trabajo del
sueño se eleva la pulsión al cumplimiento ( disfrazado) de un deseo (reprimido). Por
todo por lo anterior el sueño constituye una formación de compromiso.
En la clínica escuchamos algunas expresiones que podemos resumir del
siguiente modo: dormir para soñar o dormir para morir, cada caso nos dará la clave de la
metáfora que puede significar el dormir. No obstante lo que trataremos en éste trabajo
es sobre algunos de los fenómenos que interrumpen el sueño, como lo que puede
devenir huella no traducida, sin memoria pero que retorna desde lo reprimido o lo no
admitido aún. Además reflexionar sobre algunos de los avatares de nuestra cultura que
pueden incidir en las perturbaciones del dormir como por ejemplo la vivencia de un
transcurrir temporal profundamente paradójico y veloz como para elaborar lo
traumático.
Freud nos dice que el sueño no quiere comunicar socialmente nada, es decir no
es un producto social digno de ser entendido sin más. Por ello el sueño es un
cumplimiento (disfrazado) de un deseo (reprimido). El deseo del sueño debe ser
interpretado y no existe anteriormente a las asociaciones libres del soñante y a la
interpretación. El trabajo del sueño es transformar los pensamientos latentes en
pensamientos manifiestos. La confusión se presta al mencionar el término
“pensamientos”, ya que pareciera que se trata de pensamientos articulados de pleno
derecho. Esta cuestión es lo que conduce a Lacan a afirmar que el deseo es su
interpretación. Dicho en términos freudianos: “El sueño usa sin restricción algunos
símbolos lingüísticos cuyo significado el soñante la mayoría de las veces
desconoce”…”Es probable que provengan de fases anteriores al lenguaje”
(1940:164).
Si mantenemos la expresión freudiana “deseo de dormir” se justificaría por una
intención yoica de vaciamiento de representaciones psíquicas penosas o angustiantes
que sobrecargan al aparato, para que sean ligadas o para accionar el deseo mediante el
acto del sueño. Podemos decir, con mayor precisión, que el estado de dormir es una
pulsión yoica o de autoconservación que motoriza el deseo de dormir. Esto último
acuerda más con lo que plantea en “Esquema…” (1940), donde Freud ya había escrito
su texto sobre la pulsión de muerte en el “Más allá…”. El carácter de la pulsión de
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muerte, que en última instancia engloba a toda pulsión, es regresivo, volver a un estado
anterior, de calma, de muerte, de corte con lo que provocaba exigencia de trabajo en el
aparato, de simbolización si entronizamos a la palabra como muerte de la cosa.
La pesadilla o lo que interrumpe al trabajo del sueño
Freud afirma que las pesadillas son sueños de los que se despierta con angustia.
Y existen importantes desarrollos teóricos del autor acerca de los sueños de angustia y
traumáticos que ampliaban su tesis acerca del sueño como cumplimiento de un deseo
reprimido. En “Mas allá del principio del placer” (1920) reconoce la función de la
pulsión de muerte en la vida anímica y de compulsión a la repetición y toma como
ejemplo al sueño traumático que posee la función de intento de ligadura a lo que excede
al aparato psíquico.
La pesadilla es sobre lo que más se ha teorizado en Psicoanálisis. Especialmente
se destaca un autor como Ernest Jones quien escribe la mayor parte de su libro “La
pesadilla” entre los años 1909 y 1910, en medio de los inconvenientes producidos por
el estallido de la guerra lo que no resulta un dato sin importancia. La obra consta de
cuatro partes, a saber: Patología de las pesadillas, Las relaciones entre las pesadillas y
ciertas supersticiones medievales, la yegua y la “mara”: una contribución psicoanalítica
a la etimología y por último las conclusiones.
Desde el comienzo, Jones señala que lo que está en juego en su obra es el
estudio intenso de las pesadillas y su vinculación con el verdadero significado de la
religión, como un medio que la humanidad aplicó en su lucha contra las culpas y
temores inconscientes: el conflicto primario en relación con el incesto. En un amplio
estudio sobre algunas de las supersticiones medievales articula el tema con algunas de
las creaciones sociales tales del diablo, los vampiros, el hombre lobo y las brujas como
representantes de lo reprimido en su voluptuosidad casi indomable.
Para el autor el temor humano proviene de lo sexual y es directamente
proporcional a los deseos incestuosos reprimidos, pero Freud ya se había encargado de
demostrar la relación entre miedo intrapsíquico e impulsos sexuales reprimidos. La
pesadilla simboliza un miedo extremo como resultante de un deseo reprimido porque la
sexualidad
sigue siendo el rasgo esencial del sujeto. Jones concluye que las tres
características esenciales de éste mal son: un miedo mortal; una sensación de opresión
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que dificulta en forma alarmante la respiración; y la convicción de una completa
parálisis (1967:22).
Con respecto a la opresión afixiante sentida en el pecho por la pesadilla,
Radestock, en Schlaf und Traum (1879:126, en el libro de Jones), señala que la
inhibición de la respiración es el síntoma principal del ataque. Sabemos que el temor a
la asfixia metaforiza a la muerte.
Podemos concluir parcialmente que según la tesis de Jones la pesadilla con su
retorno a lo reprimido: el deseo incestuoso, inserta por asociación a las figuras paternas,
cuestión que toca el complejo de edipo y castración. En éste punto, el deseo incestuoso
consumado en la pesadilla constituye una medio verdad podríamos agregar, ya que se
ficcionaliza en los sueños pesadillescos.
Lacan por otra parte señala como característico de la pesadilla el sentir el peso
del Goce del Otro localizado bajo una figura enigmática; eso mismo es lo que se figura
cuando el sujeto siente que es perseguido, ahogado, demandado en ese estado onírico.
Jones también considera las circunstancias en que las pesadillas tienen lugar.
Algunos autores como Cubasch y Waller sostienen que la pesadilla sólo puede ocurrir
durante el sueño. Pero el autor señala que ataques enteramente similares pueden
producirse durante el estado de vigilia. Para ello, menciona a Macnish quien relata una
observación hecha sobre sí mismo, denominando “pesadilla diurna” (daymare) a su
malestar. Podemos conjeturar que este estado de pesadillas y pánico durante la vigilia
sea comparable, en cuanto a lo sintomático, al cuadro de neurosis actuales descripto por
Sigmund Freud, y especialmente corresponda a las neurosis de angustia. También sea
compatibles con ciertos estados fóbicos o, para ser mas exactos, agorafóficos, por la
falta de aire, opresión, sensación de estrechamiento espacial hasta la desestructuración
completa de sus coordenadas. Pero en la clínica algunas de las pesadillas en vigilia
podemos aseverar que se asemejan más bien a un síntoma histérico.
La angustia cobra una notable intensidad en la pesadilla de ahí su carácter
mórbido; por lo cual podemos afirmar que no se trata de la pequeña señal que motoriza
la represión, tal como Freud conceptualizara a la angustia de castración. A simple vista
parece que se trata de una angustia con ribetes traumáticos, como exceso planteado al
aparato. La hipótesis de Jones es que el cuadro que experimenta la angustia en ésta
forma es la neurosis de angustia. Abreviando tal vez demasiado, según la tesis
freudiana: la represión de la sexualidad o su funcionamiento insatisfactorio se
relacionan con la angustia. En éste punto, Jones parafraseando a Freud, afirma que el
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motor de los sueños son deseos inconscientes, deformados en su contenido, por la
represión. A mayor represión, mas desfiguración onírica y mayor conflicto. Jones
plantea que la afección conocida como la pesadilla es siempre la expresión de un
intenso conflicto centrado alrededor de una u otra forma de deseo sexual reprimido.
En tal caso nosotros podemos postular otro modo de retorno de lo reprimido,
bajo una forma de represión que no es la secundaria, sino más bien una más originaria
que se juega en las pesadillas. La pesadilla desde ésta concepción ¿es herencia
filogenética? Sin más podemos agregar que de lo que se padece en ella es un enorme
sufrimiento psíquico y que no es un sueño interrumpido, sino una producción de otra
textura que intenta ligar un goce primitivo. El sujeto en la pesadilla es un sujeto en
espera. En ella, el impedimento de la motilidad normal está en juego y lo que podemos
conjeturar es que en la escena de las pesadillas se juega un espacio tridimensional,
donde hay lugares para escapar y volúmenes corporales que oprimir.
A continuación, avanzaremos sobre otros dos fenómenos oníricos como el
bruxismo y el sonambulismo, sobre los que no existe tanta bibliografía salvo algunos
desarrollos de sobre casos clínicos como por ejemplo de autores como David
Maldavsky, pero de los que no podemos asegurar que perturban el estado del dormir
interrumpiéndolo como en la pesadilla tanto como que se producen y permiten
continuar con el estado del dormir aunque no sin dificultades.
El sonambulismo como estado hipnótico no inducido
El sonambulismo tiene varias causas e indica principalmente un estado de
conciencia particular comparable al estado hinóptico inducido, el sonámbulo escenifica
sus sueños o simplemente ejecutará acciones de las más sencillas pero no por eso menos
fundadas en un retorno de lo reprimido. El uso de la motricidad es lo que lo caracteriza,
y podemos decir que el durmiente altera su tranquilidad nocturna para deambular, tomar
objetos en sus manos o simplemente mirar el techo.
Constituye un estado de cierto automatismo, similar al siguiente, donde la
motricidad impera por sobre una forma de simbolización más lograda.
Cada caso nos dará la pista de semejante fenómeno, el que es muy relacionado
con un síntoma histérico. “No quiero dormir porque me despierto” decía un niño de seis
años. En éste caso su sonambulismo constituía un retorno a lo traumático que se resistía
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a recordar, y así mantenía un estado insomne como defensa también a una pesadilla
inminente.
Los síntomas del sonambulismo generalmente están emparentados con los
histéricos pero sobretodo manifiestan un estado del dormir perturbado al no cancelar la
motilidad. Algunos autores lo remiten a un volver al lecho donde dormían inicialmente,
como por ejemplo Freud, que en la Reunión científica del 27 de Marzo de 1907 tras el
estudio de Sadger quien presenta casos clínicos, afirma que el factor esencial del
sonambulismo es el deseo de dormir donde se ha dormido en la infancia. Si
generalizamos ésta tesis podemos concluir que el primer lugar donde se ha dormido es
el cuerpo materno, lecho privilegiado que también remite al origen sexual, que desde la
concepción misma, incluye también al padre. El sonambulismo contiene un punto de
regresión libidinal, tópica y temporal.
El bruxismo y la oralidad
El rechinar o apretar los dientes constituye el bruxismo; el que puede ser
nocturno o diurno. La mordedura de lápices o de la mucosa oral, cuando es frecuente,
constituye una de las actividades que pasan más desapercibidas; mientras que el
bruxismo nocturno se observa por sus consecuencias: el desgaste dentario. Varias son
las hipótesis que explican esa enigmática actividad, un tanto generalizada en los tiempos
que corren. Podemos suponer que en éste caso el
andamiaje de la pulsión oral
constituya la expresión de una pulsión sexual que no acciona el deseo sino que organiza
una forma de descarga, podríamos decir, de vaciamiento de la tensión, y que tendrá que
recorrerse un largo camino para tramitarla por la vía de representaciones anudadas a
ella. En sus consecuencias de desgaste dentario podemos advertir cierto parentesco con
el fenómeno del sonambulismo. Mientras que el segundo puede constituir un regreso al
lecho materno -también paterno-, el bruxismo y según la tesis de Arminda Aberastury
para quien la dentición separa al niño de la madre, podría constituir un retorno a su
cuerpo, a lo más primitivo. Ambas tesis incluyen a la figura madre tal vez por ser la
escritora privilegiada sobre el cuerpo del sujeto, pero no solo por eso, ya que al que al
último le cabe al menos una tímida posibilidad de elección en el camino de su
constitución subjetiva.
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La cultura actual y sus efectos
En nuestra cultura la oferta y demanda dominan, aún como conjeturas vagas
sobre lo que vendrá. También el traumatismo social impera de un modo u otro. En éste
contexto el tiempo subjetivo se vuelve paradójico como noción que cada vez está
perdiendo más su centro: el transcurso, la lentitud, la espera, y porque no, hasta dejar de
condicionar el sueño y la vigilia. Desde un breve análisis de la cuestión, podemos decir
que los efectos hipnóticos de la cultura no alcanzan para que no aparezcan las
dificultades para dormir, en algún punto hasta las fomentan. Un soñante, que aún
estando en vigilia, puede flotar en un espacio- tiempo cambiante, incorpóreo, sin
sentido, sin marco, ni referencias. En el inconsciente no existe la noción de tiempo tal
como la conocemos generalmente, sino que el tiempo se percibe de manera digamos
extraña, como una suerte de collage surrealista que superpone personajes, huellas e
impresiones contradictorios, y que se distancia abismalmente de la temporalidad
consciente, reglada y arbitrariamente dividida en horas, días, años…
En la cultura actual hay urgencias. Las estructuras humanas se alejan de la
conformación de un síntoma en el sentido analítico del término y predominan
actuaciones, riesgo para la vida propia y ajena, actos impulsivos, cuadros en donde
predomina cierta gravedad y resistencia a ser abordados mediante los dispositivos
terapéuticos habituales.
El insomnio como uno de los trastornos de nuestra época representa ese no poder
descansar en paz. frente al avance de la tecnología, la ciencia, las creencias religiosas
que auguran siempre un final y un juicio último sobre nosotros, entre otras cosas.
Podemos preguntarnos entonces ¿qué de la cultura puede enfermarnos? Y
respondernos parcialmente: ciertos ideales que se transforman en modelos a seguir
como mandatos y el pago con sangre el hecho de no poder cumplirnos. Ciertos
mandatos que ilusoriamente nos completarían juegan a ser los amos que nos dirigen.
Pero como el ideal social es, en parte una proyección del personal, nada de esto es ajeno
a la estructura humana, ni aún la represión y la negación, que como mecanismos
defensivos parecen acentuar más la imposibilidad de duelar en el acelerado ritmo de
nuestras vidas.
Algunos de los fenómenos clínicos como por ejemplo las dificultades para
conciliar el sueño o las pesadillas recurrentes quizás puedan ser estudiadas también
desde el macro contexto actual que exige cierto análisis social. Acaso el insomnio ¿no
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evoca la figura de los “ojos bien abiertos” ante la inseguridad, el miedo y la
incertidumbre?
Algunas conclusiones
Las perturbaciones del estado del dormir y del soñar pueden ser muchas.
Señalamos al menos algunas que están íntimamente relacionadas a la cultura de nuestro
tiempo. Lejos de concluir, cada caso nos proporcionará los indicios de su
descubrimiento y de su lectura.
La propuesta de éste trabajo es continuar de repensando los fenómenos clínicos
que aparecen como disruptores del descanso y bien diferentes al estudio de los sueños y
su interpretación, uno de los mayores descubrimientos freudianos del siglo pasado.
Más que con un trabajo del inconsciente, a veces nos topamos con un cierto
estado estuporoso e insomne donde la categoría de lo temporal excluye por completo a
la espacial; o por decirlo de otro modo asistimos al divorcio entre el tiempo y el espacio
topológico en donde inscribir y leer los sucesos que se nos presentan cotidianamente
como psicoanalistas.
Un modo posible es pensarlos del siguiente modo: partiendo de las impresiones
de goce se puede pasar o no, a un modo de escritura. Dicha inscripción se volverá
inconsciente en la medida en que sea traducida y ordenada por el significante que
trazará un circuito de recorrido por medio del campo del Otro.
Algunas de las actividades anímicas que interrumpen, alteran o perturban el
estado del dormir y del soñar constituyen manifestaciones psíquicas de diferente textura
y depende de cómo se nombre a las cosas para darles un tratamiento específico.
Además, si lograran una representación inconsciente, éste no posee en su intención
comunicar socialmente sino sólo manifestarse mediante un trabajo de simbolización que
no siempre es logrado y un retorno desde lo real es una de las alternativas.
Donde hay acción, que en forma simplificada puede ser leída como una mera
descarga, existe algo que la determina de algún modo. Para finalizar, no es que no
dormimos ni soñamos, sino que no lo hacemos como quisiéramos.
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