1 LÁCTEOS LA VAQUITA, S.A. 1 A comienzos de agosto de 1998, el señor Braulio Enríquez recibió una llamada que terminaría con su tranquilidad por un buen tiempo. Era un jueves, cuando su socio y cuñado Rubén Muñoz, le había comunicado que la mayoría de sus clientes habían devuelto los productos entregados la semana anterior. En todos los casos la razón había sido la misma: Los productos se encontraban en mal estado. De inmediato, Braulio abandonó su oficina ubicada en una reconocida escuela de agricultura y ganadería de la Región Central y se dirigió a las instalaciones de la empresa que había fundado solo nueve meses antes. En la ruta hacia la ciudad de Pedregal, en la GAM y capital de la provincia del mismo nombre, el Sr. Enríquez que se preocupaba por el futuro de su empresa y de su propia reputación, se preguntaba también sobre las posibles causas que originaron este problema y pensaba en lo que habría de hacer para no perder a estos clientes. Los clientes Los clientes de Lácteos La Vaquita, S.A., estaban segmentados en dos grupos primordiales. El primero estaba constituido por pequeñas tiendas de barrio llamadas popularmente pulperías. En este grupo, los consumidores meta pertenecían a las clases media y baja. Este grupo socioeconómico era el predominante en el área de Pedregal. El segundo conjunto de clientes eran los denominados clientes institucionales. Entre estos últimos destacaban las escuelas, los hospitales, los asilos de ancianos y las zonas francas en donde se realizaban labores de maquila. La composición de los clientes de Lácteos La Vaquita era la siguiente: Tiendas de barrio Clientes institucionales Distribución en planta por cuenta del socio 40% 50% 10% Era práctica común en este mercado dar crédito de ocho días tanto a las tiendas de barrio como a las instituciones. También había que aceptar las devoluciones por productos vencidos o que estuviesen en mal estado. En los meses siguientes, el índice de devoluciones para Lácteos La Vaquita se había situado en un tres por ciento. La labor de ventas y distribución era hecha por un solo vendedor quien ganaba su sueldo en base a comisiones. Adicionalmente, Rubén colaboraba con estas dos funciones aprovechando los recorridos que hacía en su negocio de distribución de leche cruda para vender y promocionar los productos de la empresa. 1 Adaptación del caso “Lácteos del Pacífico” de INCAE. 2 La labor de distribución había comenzado con una ruta, la cual era atendida cada jueves. Posteriormente, los recorridos se extendieron a tres veces por semana cuando se adicionaron los lunes y martes. Braulio estimaba que cerca del 80% de los costos de distribución era absorbido por el segmento de tiendas de barrio. Lácteos La Vaquita no publicitaba ninguno de sus productos en forma especial y la única labor de empuje se realizaba para tratar de convencer a un nuevo cliente. El yogurt sería el primer producto de la empresa apoyado por campañas de publicidad. Una de las características de la población de Pedregal era que a la gente le gustaba lo casero, por lo que tenían la percepción de que un producto con demasiado empaque era sinónimo de un producto adulterado. Sabiendo esto, los socios decidieron que la presentación del producto sería sencilla. El empaque consistiría básicamente en una bolsa de plástico cerrada con un nudo. Los competidores Era un hecho que los consumidores finales en la zona de Pedregal aún no valoraban que el queso o la natilla fuesen pasteurizados. Esta situación obligaba a Lácteos La Vaquita a competir directamente con productos no pasteurizados. Para los niveles de producción alcanzados en agosto el costo de pasteurizar un kilogramo de queso equivalía a 2,5 centavos de dólar. En el segmento de tiendas de barrio, los primeros productos se vendieron a un precio similar al que presentaban los productos no pasteurizados. Los socios confiaban en que a precios similares y calidad superior la gente iba a responder positivamente. Esta confianza se basaba en las diferencias que existían entre ambos productos. Por ejemplo, los quesos pasteurizados no mostraban huecos, sabían mejor y mantenían una apariencia de frescura. Sin embargo, la pasteurización no permitía mantener precios bajos durante mucho tiempo. Posteriormente, y a medida que los consumidores respondieran positivamente, la empresa iría subiendo sus precios en forma paulatina. Sin embargo, los productos de Lácteos La Vaquita, S.A. tenían un precio menor a los productos pasteurizados y procesados por empresas establecidas en la región capital. El mes en que entraron al mercado ayudó a que la reacción de los competidores no fuera tan intensa. Noviembre es el mes en que comienza el verano en La Región Central. Históricamente, los suplidores de tiendas no habían podido mantener un volumen lo suficiente como para satisfacer a la demanda. Estos competidores, quienes no eran productores sino comerciantes, viajaban a las 3 regiones bajas del noroeste en busca de los productos y los revendían en Pedregal. Al poco tiempo de iniciar sus operaciones, la empresa había obtenido los permisos sanitarios avalados por el ministerio de Salud y el ministerio de Economía y Comercio. Esto los diferenciaba de los productos vendidos por los comerciantes quienes no contaban con estos permisos. Por esta razón se imprimieron etiquetas con los correspondientes códigos para tratar de diferenciar el producto desde el punto de vista higiénico, especialmente en el segmento institucional. Los comerciantes que atendían al segmento de pequeñas tiendas tenían fortalezas en ese mercado. Una de ellas era que contaban con la fidelidad de los dueños de tiendas debido al tiempo que llevaban atendiéndolas. Incluso, podía observarse la existencia de relaciones de amistad muy fuertes. Braulio y Rubén no pidieron exclusividad en este segmento. Solo pidieron la oportunidad de entrar. Era difícil tratar de estimar la participación de mercado de los competidores en el segmento de tiendas de barrio ya que eran comerciantes informales, aunque se sabía que existía un comerciante quien era el líder en Pedregal y establecía los precios de referencia a los otros dos competidores. La intención de Braulio y Rubén era la de crear una imagen propia y no entrar en el juego entre líderes y seguidores. Esta postura les había llevado a perder clientes que exigían precios más bajos que los de referencia. En el segmento institucional, la empresa debía competir tanto con los comerciantes como con las grandes compañías lácteas de la Región Central tales como Coopelácteos, Pin Par y Coopeproductores. La ventaja para Lácteos La Vaquita era la de ser el único productor en la zona de Pedregal. Al comparar el precio al que estas compañías vendían el producto natilla dentro del segmento institucional, versus el costo de la misma para Lácteos La Vaquita, los socios se percataron de que existía un posible margen de ganancia de US$1 por litro. En vez de igualar precios con los competidores de mayor tamaño, los socios decidieron colocar un precio más bajo. La crisis de agosto de 1998 Cuando Braulio recibió la llamada de su socio, salió inmediatamente para Pedregal y lo primero que hizo al arribar a la planta fue realizar una serie de análisis microbiológicos a la materia prima. De esta forma se encontró con que había leche cruda lista para procesar que estaba infectada con mastitis 2. 2 La mastitis es una infección que se localiza en la ubre de la vaca, la cual, en el peor de los casos llega a producir pus con la consiguiente aparición de una gran cantidad de bacterias y leucocitos en la leche. 4 Si bien es cierto que en el proceso de pasteurización se aniquila más del 90% de las bacterias, el porcentaje que permanece en ella es crucial. En condiciones normales, la leche cruda posee entre 100 y 150 mil bacterias por mililitro. En el caso de la leche contaminada con mastitis, los niveles de bacterias podrían ubicarse entre 1 y 1.2 millones por mililitro. Durante el transcurso de ese jueves se percataron que el producto con más problemas había sido la natilla, la cual fue devuelta casi totalmente. También se devolvieron algunos de los quesos. El problema se detectó cuando se hizo la distribución de ese día y se encontraron con las quejas de los dueños de tienda e incluso con algunos clientes del segmento institucional, quienes argüían que las natillas y quesos estaban desprendiendo líquidos y mal olor, lo que evidenciaba el mal estado de los mismos. Lo más grave del asunto era que algunos de los consumidores finales habían probado los productos para luego devolverlos, lo cual también afectaba la imagen de la tienda. Adicionalmente, se habían hecho repartos el lunes y martes de esa misma semana, por lo que los dos socios y el vendedor salieron a recoger todo el lote que había sido entregado en esos días. Braulio sabía del terrible daño que había sufrido su negocio con apenas nueve meses. También sabía de los problemas que enfrentaría para salvar la imagen de su empresa, e incluso, de las consecuencias que esto podría tener para su propia reputación. Aunque emocionalmente se sentía muy perturbado, Braulio trataba de pensar fríamente en cómo pudo haber evitado esta situación y en qué debía hacer con sus clientes, tanto los que habían detectado el problema como los que desconocían de la situación, en cómo les afectaría si alguno de los consumidores se enfermase por esta causa.