Nuevas Aplicaciones de las Grasas Protegidas

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Nuevas Aplicaciones de las Grasas Protegidas
Norel & Nature Nutrición
La producción de leche por vaca y lactación se ha visto incrementada durante los últimos
años de una forma considerable. A modo de ejemplo y según datos publicados por el
USDA (gráfico 1), en EEUU la producción por vaca y lactación ha aumentado en un 16%,
si consideramos los últimos diez años. Esta cifra es aún mayor si analizamos los datos de
otros países, caso de Europa...
Grafico 1. Producción por vaca y año en los últimos 10 años.
El uso de programas de mejora genética ha acelerado este proceso y, en ciertos casos, este
aumento y el nivel de producción conseguido hace de las vacas de alta producción,
auténticas máquinas de producir leche. Sin embargo, este sobreesfuerzo productivo hace
que estos animales sean muy sensibles a multitud de factores y cualquier cambio en la
alimentación, manejo, etc.. repercute inmediatamente en la producción de leche.
Otro dato relevante que ha acompañado a este aumento de la producción es la disminución
de una forma casi lineal de la fertilidad de los rebaños, pasando de un 65% a primeros de
los años 80 a un 44 % a finales de los 90.
Frecuentemente se ha especulado sobre el posible efecto que la selección genética ha
podido tener sobre la fertilidad, de forma que la selección hacia animales más productores
implica animales menos fértiles. Sin embargo, cuando se analizan los datos de producción
de novillas seleccionadas frente a los de otras no seleccionadas, se ve que no existen
diferencias en cuanto a la fertilidad. Esto nos conduce a pensar que, no sólo la mejora, si no
que otros factores como la nutrición, ligada también al aumento productivo, puede ser la
clave para esos bajos índices de fertilidad asociados a vacas altamente productoras.
Seguramente si nos paráramos a pensar o analizar con detenimiento todos los factores
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nutricionales que pueden de alguna manera influir sobre los parámetros reproductivos,
ocuparíamos muchas páginas con datos sobre el efecto de la nutrición energética, proteica,
vitamínica y mineral en la fertilidad.
En esta ocasión nos centraremos en la energía, que es quizás el parámetro nutricional más
estudiado, y más concretamente en el nutriente más energético, que es la grasa.
La producción de leche es un proceso natural que conlleva un gasto energético para la vaca
lechera de alta producción. Durante las primeras semanas de lactación las necesidades
energéticas crecen de forma exponencial, al mismo tiempo que lo hace la producción de
leche. En esta fase la vaca no es capaz de ingerir la suficiente energía para cubrir estas
necesidades con lo que entramos en lo que denominamos etapa de déficit energético o de
balance energético negativo. Las estrategias de manejo intensivo del ganado lechero
obligan a maximizar el rendimiento de la vaca y una de las formas es intentar reducir al
máximo los costes que la reproducción conlleva, reducir el nº de días abiertos, reducir el nº
de IA, etc... Cabe recordar que los primeros celos coinciden con la etapa de balance
energético negativo (Gráfico nº 2 adaptado de M. Wattiaux)
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Existe en las hembras mamíferas algún mecanismo por el cual, como parece lógico pensar,
la producción de leche prevalece sobre la reproducción. Así cualquier desbalance
energético penalizará antes los parámetros reproductivos que los productivos o al menos de
una forma más importante o significativa.
En un trabajo de De Vries y Veerkamp (2000) concluían que por cada 1,9 Mcal de ENl de
déficit energético por día, se retrasaba la ovulación en 1 día. En este mismo trabajo se
encontró una correlación muy estrecha entre el % de grasa de la leche y el balance
energético de la vaca a lo largo de la lactación. Estos investigadores concluyeron que un
indicador del balance energético podría ser el % de grasa de la leche al principio de la
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lactación. En la práctica, sin embargo, la medición del balance energético no es una cosa
sencilla y como medida se utiliza la condición corporal que mide el estado de
engrasamiento del animal. Hoy en día todas las estrategias nutricionales durante la
lactación temprana van encaminadas a hacer que la pérdida de condición corporal sea la
menor posible.
“La Utilización de Grasa puede reducir la pérdida de peso”.
Como bien es sabido el nutriente más energético es la grasa, que
posee aproximadamente 2,25 más energía que los carbohidratos. La
utilización de grasa en la alimentación de la vaca de leche no es una
cosa nueva y se remonta a muchos años. Un razonamiento simplista
justificaría el empleo de grasas en vacuno de leche con el objetivo
de aportar una fuente altamente energética que, durante los primeros
meses de lactación, evitaría una excesiva pérdida de peso y
consecuentemente de condición corporal. Así, desde un primer momento la mayoría de los
experimentos realizados con la suplementación de grasa se limitaron a estudiar su efecto
sobre la producción y composición de la leche. Más recientemente han aparecido
numerosos trabajos (Staples and Burke 1998, Staples and Thatcher 1990, Lucy et col, 1992)
sobre cómo esta suplementación puede influir sobre los parámetros reproductivos.
En todas estas revisiones llegamos a la misma conclusión. La grasa, no solamente ejerce su
efecto positivo sobre los parámetros reproductivos por el hecho de ser fuente de energía, si
no que la suplementación con grasa, y más concretamente, con ciertos ácidos grasos puede
activar o inhibir ciertos procesos hormonales que tienen un efecto directo sobre la
ovulación y/o el mantenimiento del embrión.
La Grasa, más que simple energía.
Así como en la nutrición proteica no nos limitamos al concepto de proteína sino que
hablamos de aminoácidos, cuando se habla de grasas y sobre todo en la alimentación de
monogástricos, cada vez más hablamos de ácidos grasos y de contenidos máximos o
mínimos de éstos. Efectos sobre el tamaño del huevo, sobre la calidad de la canal han sido
bien estudiados y es una práctica habitual el poner límites ya sean mínimos o máximos a
ciertos ácidos grasos (ejemplo al ácido linoleico C 18:2). En la alimentación del rumiante
nos encontramos con el inconveniente de que a nivel ruminal el perfil de ácidos grasos de la
grasa ingerida cambia de forma importante debido a la hidrólisis y/o a la biohidrogenación
parcial o total que sufren en el mismo rumen las grasas y los ácidos grasos que son
ingeridos.
Predecir cual es el perfil de ácidos grasos que abandona el rumen cuando se suministran las
grasas de forma libre es bastante complicado. Existen factores que condicionan qué ácidos
grasos llegarán al duodeno y en qué proporción. En un trabajo reciente Chalupa et col, (
2001) nos presenta un submodelo que trata de ilustrar el metabolismo ruminal y la
digestión intestinal de los ácidos grasos de cadena larga. En este trabajo se tratan
independientemente los distintos factores que pueden condicionar el tipo y la cantidad de
ácidos grasos que llegan a duodeno: la ingestión de ácidos grasos, la lipólisis ruminal de la
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grasa de la dieta, la biohidrogenación ruminal de los ácidos
grasos, la síntesis de ácidos grasos a nivel ruminal, el efecto
que la grasa tiene sobre la digestión y fermentación ruminal
y la digestión intestinal de estos ácidos grasos.
La capacidad del rumen para metabolizar las grasas es
limitada. Cuando se sobrepasa esta capacidad del rumen
para metabolizar la grasa podemos encontrarnos ciertos
problemas asociados a un exceso de grasa libre en el rumen.
El mecanismo exacto por el que la grasa interfiere con la
fermentación microbiana todavía no se conoce pero se cree que es como resultado del
recubrimiento de las partículas de alimento o un efecto tóxico directo sobre los
microorganismos ruminales. Algunos ácidos grasos, especialmente los ácidos grasos
insaturados, pueden tener efectos antimicrobianos e interfieren con el funcionamiento
normal de los microorganismos ruminales (Jenkins et al, 2003).
Cuando suministramos grasa en la ración podemos reducir la digestión de la fibra
inhibiendo la fermentación microbiana en el rumen. La fibra es también una importante
fuente de energía para la producción de leche ya que los microorganismos ruminales la
fermentan a sustratos energéticos que pueden ser utilizados por la glándula mamaria. Si la
capacidad de los microorganismos para fermentar la fibra es inhibida por la grasa, la
energía de la fibra se pierde con las heces. Esto fue demostrado por un experimento en el
que se realizó una infusión de 0, 13, 26, y 40 ml de grasa por día en el rumen de ovejas,
resultando en unas digestibilidades ruminales de la fibra de 44, 28, 18 y14%,
respectivamente (Ikwuegbu and Sutton, 1982). La depresión de la digestibilidad de la fibra
en el tracto intestinal completo es a menudo menos severa debida a una fermentación
limitada al final del intestino.
La depresión de la digestibilidad de la fibra es más severa para fuentes de grasa ricas en
ácidos grasos insaturados, que inhiben el crecimiento y funcionamiento de la flora ruminal
más que los ácidos grasos saturados (Jenkins, 1993).
Como consecuencia, la digestión de la fibra puede ser deprimida por la grasa añadida. Esta
depresión puede ser tan importante como para que la energía que proviene de la fibra y que
se pierde en las heces haga nulo el aporte extra de energía que supone la grasa añadida.
Para ilustrar esto, un consumo razonable de energía digestible en vacas que consumen 25
Kg de una dieta de lactación típica sería de 77Mcal/día. Si el 3% de esta ración se
reemplaza con grasa, el consumo de energía digestible aumenta a 80 Mcal/día siempre y
cuando la digestibilidad de la energía total de la ración permanezca constante para las dos
raciones en un valor del 67.5%. Sin embargo, si la grasa reduce la digestibilidad de la
energía total de la ración en solo tres unidades (de 67.5% a 64.6%) en este ejemplo, el
beneficio energético de la grasa añadida se habrá perdido.
Por todo lo mencionado, cuando queremos aumentar la energía de la ración sin perjudicar
su digestibilidad, se hace imprescindible trabajar con grasas que no produzcan esta
depresión de la digestión de la fibra en el rumen, es decir, grasas inertes en el rumen.
Actualmente las grasas protegidas más utilizadas, además de ser las más estudiadas y
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avaladas son los jabones cálcicos y las grasas hidrogenadas o saturadas.
Mecanismo por el cual la adición de Grasa-Ácidos Grasos puede mejorar la Fertilidad
del Rebaño.
En las revisiones anteriormente citadas son dos los mecanismos mencionados por los cuales
la adición de grasa puede mejorar los parámetros reproductivos.
Uno estaría relacionado con la mejora del estatus energético de la vaca durante la primera
parte de la lactación, como ya hemos visto, y el otro sería el efecto específico que la adición
de grasa y que ciertos ácidos grasos tienen sobre el sistema endocrino. Trataremos de
revisar brevemente cuales son estos efectos específicos.
La adición de grasa en las raciones de vacas de leche tuvo como consecuencia un aumento
de los niveles de progesterona en sangre (lucy et al, 1993). La progesterona es sintetizada
por el cuerpo lúteo y es la responsable de la buena implantación del embrión en el útero y
ayuda al mantenimiento de la gestación proveyendo de alimento al embrión.
Existen dos posibles razones para explicar el aumento de progesterona en sangre. Por un
lado, estaría relacionado con un incremento del colesterol en sangre y por otro en un mayor
tamaño de los folículos cuando se suplementaba con grasa la dieta. Cabe recordar que uno
de los precursores de la progesterona es el colesterol. Éste es necesario para la formación de
los quilomicrones y, consecuentemente, aumenta de forma natural cuando se aumentan los
niveles de grasa en la ración. Los trabajos de Grummer and Carrol (1990), de Moallem
(1999), Lucy (1993), y varios más, demostraron dicha relación entre el mayor nivel de
grasa en la dieta y el incremento de progesterona en plasma. Pero el nivel de colesterol no
es el único factor que podría explicar el aumento de progesterona en plasma. Diversos
trabajos han encontrado una relación directa entre la adición de grasa y el tamaño de los
folículos y, como consecuencia, del cuerpo lúteo. A mayor tamaño del cuerpo lúteo mayor
síntesis de progesterona.
Como segundo efecto específico se ha podido comprobar el que tienen determinados ácidos
grasos poliinsaturados al inhibir o potenciar la síntesis o liberación de distintas
prostaglandinas. La mayoría de resultados positivos se han conseguido con grasas inertes
ricas en ácidos grasos insaturados, ya que, en rumiantes, sería la única forma de garantizar
la llegada de estos ácidos grasos a los tejidos en los cuales ejercen su efecto.
Una vez llegado a este punto parece demostrado que la adición de grasa puede, de distintas
maneras, mejorar los índices reproductivos de las vacas, y esto redundará en una mayor
rentabilidad del rebaño, al reducir los días improductivos. El efecto no es solo debido a la
cantidad de grasa sino, como hemos visto, al tipo de grasa, entendiendo por tipo el perfil de
ácidos grasos que la componen. Pero no debemos olvidar como comentamos anteriormente
que toda grasa sufre primeramente una lipólisis y posteriormente una biohidrogenación
ruminal que modifica de una forma importante la naturaleza y el perfil de ácidos grasos que
llegan a duodeno que es donde son absorbidos.
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En conclusión la utilización de grasas en la alimentación de rumiantes produce una mejora
en los parámetros reproductivos, no solo achacable a una mejora general de la condición
corporal, sino también debida al efecto específico que ciertos ácidos grasos tienen sobre el
sistema endocrino y la secreción o inhibición de ciertas hormonas relacionadas
directamente con la reproducción. Estos ácidos grasos para que puedan ejercer su función
deben de ser absorbidos a nivel intestinal y para ello debemos garantizar que lleguen al
intestino sin haber sufrido alteración alguna en el rumen y sin perjudicar la digestión de la
fibra en el rumen.
La solución pasa por tanto en aportar estos ácidos grasos o esta grasa de forma protegida.
Los jabones cálcicos de aceite de Palma son el producto mayormente evaluado en este
sentido y en la mayoría de los casos existe una respuesta positiva aunque variable en cuanto
a la mejora de la fertilidad (Staples & Thatcher). Harán falta más datos en el futuro para
poder evaluar de una forma más exacta cual es el efecto de estos ácidos grasos,
mayormente los PUFA, sobre el sistema endocrino, de está forma podremos optimizar la
utilización de suplementos grasos en la alimentación de vacas.
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