Influencia del ejercicio sobre el daño muscular

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Influencia del ejercicio sobre el daño muscular
Dra. Anna Febrer Rotger
Médico rehabilitador. Servicio de Rehabilitación
Hospital Sant Joan de Déu. Barcelona
Las enfermedades neuromusculares son un conjunto de enfermedades
que presentan
una importante pérdida de fuerza muscular como principal
manifestación clínica. Esta pérdida de fuerza repercute sobre la capacidad
motora y la actividad física, imposibilitando la marcha en unos casos o
acelerando su deterioro y la pérdida de la misma en otros, con un posterior
cese
de
la
bipedestación
y
el
establecimiento
de
deformidades
y
complicaciones articulares. La debilidad muscular también influye sobre la
función, disminuyendo la capacidad de realizar las actividades básicas de la
vida diaria.
El objetivo de cualquier programa de rehabilitación sería aumentar la
fuerza muscular, o por lo menos retrasar su pérdida, poniendo en marcha una
serie de ejercicios para este fin. Sin embargo, siempre han existido
controversias sobre el efecto beneficioso o perjudicial del ejercicio en estas
enfermedades, puesto que no se conoce bien su efecto. Hay pocos estudios al
respecto y en general suelen englobabarse a todas las enfermedades
neuromusculares en un mismo grupo como si todas ellas se comportaran de la
misma forma. Y sin embargo, hay que tener en cuenta que son distintas entre
sí y la respuesta al ejercicio puede ser muy variable. Por este motivo, antes de
establecer un programa de ejercicios deberemos conocer el tipo de
enfermedad, saber donde radica la lesión, es decir, si es el propio músculo el
que está afectado, valorar la evolución de la enfermedad, y tener información
sobre la gravedad de la misma.
Es decir deberemos considerar tres aspectos fundamentales:
1 - Dónde radica la lesión y si el músculo está dañado. Este sería el caso de las
distrofias musculares en las cuales parece ser que hay una relación directa
entre el efecto del ejercicio y el propio daño muscular.
2- Evolución de la enfermedad. Aunque la mayoría de estas enfermedades
tienen carácter progresivo, se pueden agrupar en rápidamente progresivas, en
las cuales se incluiría la Distrofia muscular de Duchenne, la Esclerosis lateral
amiotrófica y la Atrofia muscular espinal tipo I, y en lentamente progresivas, las
cuales incluirían otras distrofias musculares como la de Becker y la Atrofia
muscular espinal tipo III entre otras.
3- Gravedad de la debilidad muscular. Es decir, el paciente ¿nunca ha
realizado marcha, ésta es precaria o por el contrario deambula de forma libre?.
Este punto es importante, puesto que el grado de severidad puede influir
fuertemente en el resultado del entrenamiento.
Aparte de estos tres aspectos hay otros igualmente importantes como la
edad (si es un niño, adolescente o adulto) y el sexo. A su vez, a la debilidad
muscular propia de la enfermedad, debemos sumarle la producida por la vida
sedentaria o falta de actividad, lo cual produce una atrofia por desuso. También
debe tenerse en cuenta la posible presentación de fatigabilidad y una menor
tolerancia al ejercicio cuando existe afectación cardio-respiratoria.
.
Cuando
una
enfermedad
neuromuscular
es
rápidamente
progresiva, con una alteración grave del músculo y una debilidad severa, el
programa no tendrá como objetivo aumentar la fuerza muscular, (puesto que se
sabe que los músculos gravemente afectados no mejoran), sino retrasar las
complicaciones que se derivan de esta falta de fuerza, realizando ejercicios
pasivos para este objetivo. Se prestará especial atención
a los ejercicios
respiratorios, para retrasar las complicaciones en este ámbito. No se intentará
un programa de entrenamiento físico con ejercicios de potenciación muscular
teniendo en cuenta la afectación cardio-respiratoria,
la menor tolerancia al
esfuerzo para una misma actividad y la mayor susceptibilidad a la fatiga. En
cambio se podrá añadir como actividad complementaria la natación, si se
descartan las complicaciones respiratorias que puedan coexistir.
En cambio en las enfermedades lentamente progresivas, en las que el
paciente suele realizar marcha libre, el objetivo prioritario será la deambulación.
Se realizará entrenamiento físico encaminado a mantener la fuerza muscular y
si es posible aumentarla con contracciones repetidas bien controladas,
ejercicios aeróbicos en cinta, bicicleta y marcha y ejercicios respiratorios para
aumentar la capacidad pulmonar. Podrán añadirse ejercicios pasivos realizados
por el fisioterapeuta para evitar deformidades y la práctica de la natación. En
determinada enfermedades, como por ejemplo la Distrofia muscular de EmeryDreyfus, hay que vigilar de cerca el estado cardiológico.
Es importante medir los resultados para comprobar que el ejercicio
resulta realmente beneficioso. Ello puede hacerse valorando la fuerza
muscular, la capacidad aeróbica en cuanto a consumo de O2, la capacidad
cardio-respiratoria y parámetros de membrana muscular. A la vez se valorará la
presencia o ausencia de dolor y fatiga.
Para terminar, resaltar que la práctica del ejercicio para las
enfermedades neuromusculares debe realizarse de forma muy controlada e
individualizada, con el objetivo final de retrasar la disminución de la fuerza
muscular (más que pretender aumentarla).
Es importante a su vez establecer las siguientes medidas que podrán
contribuir a mejorar la calidad de vida:
- desarrollar
una actividad física regular dentro de las posibilidades de
cada uno, que contribuya a evitar, aunque sea parcialmente, la atrofia
por desuso
- en los sujetos que caminan, mantener la marcha el mayor tiempo
posible
- evitar inmovilizaciones prolongadas (encamamiento, yesos, etc) - realizar un programa de fisioterapia con ejercicios pasivos y activos
libres de las zonas conservadas.
- realizar un programa de ejercicios aeróbicos moderados (cinta,
bicicleta, marcha), según el tipo de enfermedad y la fase evolutiva de la
misma, siempre bajo supervisión médica
- incorporar la práctica de la natación (según el estado y la fase de la
enfermedad)
- evitar el dolor y la fatiga.
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