-¿Pelear con él por el mismo ascenso?

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No patxarán
-¿Pelear con él por el mismo ascenso?
-Pelear con él por puntos de pádel, por caerle mejor al nuevo niño prodigio del partido, por
padrinos en el consejo de administración, por la mejor plaza de párking… No ganará. Perderá
miserablemente. A menos que tenga las suficientes acciones. Con ellas, ganará todas las
veces. Incluyendo los puntos de pádel.
-¿Incluyendo los políticos?
-Especialmente ganará con los políticos. Aprenderá que éstos se ven a sí mismos también
como miembros de nuestra casta, que no entienden la política, sino como un conjunto de
operaciones económicas nada sutiles. Trátelos como a iguales, aunque detecte que no saben
ni qué es un cuadro de amortización. Facilíteles lo que le pidan incluso si se trata de
inversiones arbitrarias e inviables. Alimente sus egos también: cuando escuche sus opiniones
sobre economía ponga la cara que ponía en Princeton para hacerle la pelota al profesor.
Hágales creer que Wall Street está emocionado con esos parques temáticos o esos
aeropuertos internacionales de provincias o esas cosas blancas que hace Calatrava. Insisto:
los altos cargos del partido deben salir de aquí pensando que son como nosotros, que toman
decisiones. Pidan lo que pidan. Tanto si se trata del enésimo macroproyecto urbanístico como
si es una línea de crédito preferente para alguna empresa familiar en apuros o un préstamo
para la fianza de un compañero del partido en problemas con la justicia.
-¿Pero qué pasará después si la operación es demasiado arriesgada y no se aprueba?
-¿Es que no me escucha, joven? Estas operaciones SIEMPRE se aprueban. ¿Qué cree, que
vamos a documentarlas, enviarlas a Riesgos y esperar su respuesta? No piense en ellas como
en una hipoteca para el piso de un fontanero. La inversión SIEMPRE tiene éxito porque no se
trata de dinero. Se trata de algo mucho más importante. De que nuestros amigos con
maquillaje tomen las decisiones que nosotros tomaríamos. De que legislen, contraten,
computen y administren como lo que son: uno de los nuestros. Y otra cosa más –y en este
punto mi jefe se permitió la primera sonrisa de la conversación– le voy a decir, joven: también
se trata de que, si todo falla y no conseguimos ocultar el agujero ni vendérselo a nadie,
vengan a salvarnos con la caballería del dinero público, con altos cargos en la administración
o, por qué no, con indultos. Como hombres de banca que son. ¿Lo entiende?
-¿A salvarnos a nosotros? ¿Sin pedir ninguna cabeza a cambio?
-No sea merluzo. Para empezar, es perfectamente posible que tampoco a ellos les exija su
electorado ninguna cabeza, con lo cual también las nuestras se salvarían. Pero lo crucial no es
eso. Cuando hablo de que vendrán a salvarnos no hablo de nuestro puesto de trabajo,
menuda ordinariez, ni que fuésemos huelguistas de algún astillero, hombre.
-Entonces, ¿a qué se refiere? Si no conservamos nuestro puesto, ¿para qué necesitamos que
vengan a salvarnos?
-¡Vuelva al principio de esta conversación, joven! ¡Nuestras acciones! ¡Nuestros planes de
pensiones! ¡Nuestro trozo del pastel! ¡Eso es lo que salvaremos! ¡Y eso es lo que tiene usted
que empezar a amasar desde ahora mismo!
En ese momento, sea por los gritos, sea por el ruido del helicóptero, me desperté.
Lógicamente, empapado en sudor. Porque no me gustan las alturas, y el sueño había sido de
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No patxarán
los muy realistas. Luego me calmé, me hice un café, recordé los resultados de las elecciones.
Me pregunté: ¿dónde ha estado el problema? ¿Es que no hemos sabido despertarnos a
tiempo de un mal sueño así? ¿O en un exceso de patxarán? Y sigo preguntándomelo todavía.
Pero mientras, por si acaso, me mantengo alejado de esa bebida.
http://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2011/12/03/patxaran/368759.html
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