Pasajes de la Murcia inmigrante (*). (La Opinión, 11/10/08) ANDRÉS PEDREÑO Si vamos recomponiendo como las piezas de un puzzle el conjunto de las medidas legislativas de los diferentes estados europeos, junto con las propias directivas comunitarias como la aprobada en junio de retorno de la inmigración irregular, y sin perder de vista el endurecimiento de las prácticas y medidas de control securitario (tanto a nivel interno como redadas policiales, como a nivel externo de cerrojo a las fronteras), hemos de convenir que en el diagnóstico que se está haciendo de la actual crisis global y estructural, un principio de realidad se impone: junto a las medidas de emergencia para salvar bancos y empresas contaminadas por la locura del casino financiero del neoliberalismo de estas décadas atrás, se suceden medidas de excepción destinadas a la gestión de una población, los y las migrantes transnacionales, a la que se considera problemática y problematizante en la actual coyuntura social y económica. Las medidas tradicionales de gestión de lo social en el recetario neoliberal de apostar por una mayor flexibilidad y precariedad salarial se muestran inservibles como respuesta a la actual crisis. Es imposible precarizar y abaratar más el precio de la fuerza de trabajo (un informe reciente del Fondo Monetario Internacional muestra a las claras cómo los asalariados europeos llevan más de dos décadas perdiendo poder adquisitivo en sus salarios, y dado que no ha habido protestas laborales significativas, ello indica que este retroceso laboral ha ido acompañado de un exitoso proceso de disciplinamiento social de los asalariados). La vía de la precariedad está agotada por saturación. Se están poniendo en práctica nuevas vías de gestión de las poblaciones en relación al eslabón más frágil y vulnerable –los y las inmigrantesa las que se convierte en seres humanos desechables, o en “vidas desperdiciadas” por decirlo con el título de un libro reciente del siempre interesante Zygmunt Bauman. Esta conversión del cuerpo inmigrante en cuerpo desechable muestra a las claras la perversión de una política migratoria que ha venido sosteniéndose todos estos años sobre el principio de utilidad. Mientras (de)muestres tú utilidad (en el mercado de trabajo) serás amigo, cuando la misma se ponga en cuestión, devendrás desechable o directamente enemigo. Por ello justamente el libro que hemos coordinado bajo el título Pasajes de La Murcia Inmigrante, editado por el Foro Ciudadano de la Región de Murcia, comienza con una vieja cita del filósofo alemán Inmanuel Kant fechada en el año 1785: “En el reino de los fines todo tiene o un precio o una dignidad. Lo que tiene un precio puede ser sustituido por algo equivalente; en cambio, lo que se halla por encima de todo precio, y por tanto no admite equivalente alguno, eso tiene una dignidad”. Y es que conviene seguir recordando el valor y el imperativo de la dignidad en estos tiempos donde la cuestión inmigrante en la vieja Europa se enfoca desde la óptica del amigos-enemigos. Podemos afirmarlo con todo el respaldo de una tradición intelectual europea crítica y radicalmente democrática: no hay nada más contrario al imperativo de la dignidad que esa conversión utilitarista del cuerpo inmigrante a valor precio, esto es, a fuerza de trabajo. El fenómeno migratorio tiene hoy una presencia indiscutible en la tierra murciana. No es una realidad ni transitoria ni periférica. Nuevos vecindarios, nuevas configuraciones familiares y la emergencia de espacios sociales transnacionales evidencian las huellas profundas que las diferentes ondas de migración internacional han dejado en el espacio regional. La migración ha transformado la estructura social murciana, y ha remodelado la composición social de la 1/3 Pasajes de la Murcia inmigrante (*). (La Opinión, 11/10/08) población asalariada, convirtiéndose en un sujeto productivo indispensable en una serie de sectores económicos que han fundamentado sus ganancias de productividad en la explotación de una fuerza de trabajo disponible y vulnerable. Sujetos productivos que han tenido una centralidad en esta década de crecimiento regional, y que sin embargo, están siendo los primeros en experimentar los efectos del desempleo y de los despidos inducidos por la crisis de un modelo económico regional (sustentado sobre la hiperespecialización en la construcción inmobiliaria y en la mano de obra barata) que muestra síntomas muy claros de agotamiento. El discurso de los gobernantes se mueve entre la alarma pública por el incremento del desempleo inmigrante y su normalización en cuanto efecto propio de la condición inmigrante: Por un lado, el discurso de la alarma por el crecimiento del desempleo inmigrante: “La alcaldesa de Cartagena, Pilar Barreiro, expresó hoy, en la inauguración del noveno congreso anual de la patronal COEC, su "preocupación" por el incremento del desempleo entre la población inmigrante de la región, "que ha crecido un 83 por ciento en un año", apuntó (Diario La Verdad, 14/II/2008) . Este discurso de alarma sustenta las medidas que se están poniendo encima de la mesa en los últimos meses en los países comunitarios: repatriaciones, cierres sociales, intensificación de los controles de frontera y del internamiento en centros especiales, criminalización de la inmigración indocumentada, incentivos al retorno más o menos voluntario, etc. En este momento de crisis en el cual los inmigrantes reducen su utilidad para las necesidades de los mercados laborales, se tornan desechables e inclusive “peligrosos” para el orden público, por lo que frente a ellos se endurecen los trazados de fronteras excluyentes y discriminatorios, en detrimento de sus derechos humanos. Por otro lado, el discurso de la normalización del desempleo inmigrante, el cual es complementario del anterior. Está dentro de la normalidad de la condición inmigrante el que en una coyuntura recesiva sean los primeros en padecer el desempleo (mejor “ellos” que “nosotros”). "Es normal en épocas de recesión que la sufran sobre todo los colectivos más débiles" decía el consejero de Política Social Joaquín Bascuñana en el mismo congreso anual de la patronal cartagenera COEC (Diario La Verdad, 14/II/2008) , omitiendo que esta normalidad está social y políticamente constituida desde el momento en el cual la norma de trabajo de los trabajadores inmigrantes se ha edificado sobre la precariedad y la economía informal. La vulnerabilidad de la condición inmigrante es un caminar por la cuerda floja, con el riesgo de caída siempre presente. La normalidad inherente a la condición inmigrante implica la posibilidad permanentemente actualizada de la conversión de un trabajador útil en un trabajador desechable, supernumerario, innecesario, carente de uso. Así, aparecen inmigrantes equiparables a lo que antaño fueron los vagabundos, aquéllas figuras que por no tener un lugar en el mundo socialmente reconocido, se veían impelidos a vagar por el mundo en busca de un destino. En las viejas sociedades pre-industriales, el vagabundo despertaba todo tipo de alarmas y miedos, y contra ellos se practicaron medidas de encierro excepcional, deportaciones y políticas de criminalización (Castel, 1999). Hoy también, por decirlo a la manera de Zygmunt Bauman, ha de funcionar la sofisticada industria de eliminación de los humanos residuales... 2/3 Pasajes de la Murcia inmigrante (*). (La Opinión, 11/10/08) Andrés Pedreño, Profesor Titular de Sociología de la Universidad de Murcia y miembro del Foro Ciudadano. (*) Pasajes de la Murcia inmigrante es el título del libro coordinado por los profesores Andrés Pedreño y Francisco Torres que acaba de ser editado por el Foro Ciudadano 3/3