¿Olvidar la corrupción? (La Verdad, 10/07/07) PATRICIO HERNÁNDEZ La corrupción política, estrella rutilante de la pasada campaña electoral en la Región, parece haber desaparecido de la agenda política. El PP pretende pasar página tras el arrollador éxito electoral, mientras entre los derrotados socialistas se habla eufemísticamente de modular el discurso. Hacen gala de una deficiente cultura democrática quienes -sacrificando de nuevo a Montesquieu- pretenden reducir la democracia al juego electoral, ignorando que el Estado de Derecho es indisociable del principio de independencia de los distintos poderes y del imperio de la ley. Es una obviedad que tenemos que repetir: una mayoría puede ser absoluta pero nunca absolutoria. Pero, con unos resultados que evidencian el fracaso de una estrategia política que había hecho de las denuncias de corrupción asociadas a un modelo insostenible de hiperdesarrollo inmobiliario uno de los arietes fundamentales utilizados para intentar quebrar la imponente mayoría conservadora en la Región, ¿no está obligada la oposición a revisar y corregir esa estrategia? En primer lugar, precisemos que corrupción no es igual a escándalo político. Para que produzca efectos políticos, la corrupción tiene que alcanzar visibilidad mediática, y convertirse 1/3 ¿Olvidar la corrupción? (La Verdad, 10/07/07) en escándalo político, que es lo que puede producir un fenómeno social de indignación con repercusión electoral. De hecho, como señala el profesor Jiménez Sánchez, «todos los escándalos consisten en una batalla por la opinión pública porque, si bien es cierto que todos los actores apelan a ella como si ya estuviese formada, en realidad luchan por determinarla». Así, según este autor, para que el escándalo político tenga efectos sobre el voto se requieren seis factores: conocimiento del votante; evaluación negativa de la acción; atribución de responsabilidad al candidato o partido; atribución de relevancia al caso; visualización de una alternativa; y consistencia del conjunto de factores previos. La tentación de la oposición de utilizar la corrupción contra el Partido Popular era muy grande. Hay que recordar que en 1995 jugó un papel determinante, aunque en sentido inverso, provocando el hundimiento socialista y la primera mayoría absoluta del PP en la Comunidad de Murcia. Pero es importante recordar que entonces operaron junto a ella al menos otros dos factores que ahora no se daban: una crisis económica que produjo altos porcentajes de desempleo, y un partido en el Gobierno dramáticamente dividido por luchas internas. El PP, por el contrario, ha sabido atribuirse el éxito del buen momento económico y hacer jugar a su favor el llamado efecto riqueza relacionado con el boom inmobiliario. Además, no ha dado muestras -sino todo lo contrario- de divisiones significativas que provoquen el rechazo del electorado. Añádase el peso de otras circunstancias como la inadecuación del tiempo de la justicia al tiempo de la política, lo que ha provocado que, en ausencia de sentencias firmes, el PP se haya atrevido a mantener un inverosímil discurso negacionista respecto a la corrupción atribuida a sus filas; o la devolución a sus adversarios de las mismas acusaciones de que eran objeto, lo que cuanto menos ha producido confusión en el electorado. Sin embargo, que existe corrupción, que está asociada particularmente al urbanismo municipal, y que ha alcanzado un grado de desarrollo desconocido hasta ahora es algo muy difícil de negar por la acumulación de denuncias, datos concretos, estudios diversos, etc. Pero es que además los ciudadanos lo saben. El Informe Global 2007 sobre la Corrupción en España, de Transparencia Internacional, señalaba que en diciembre de 2006 el 86% de los encuestados en nuestro país afirmaba que la corrupción afectaba «muy significativamente» a la vida política. 2/3 ¿Olvidar la corrupción? (La Verdad, 10/07/07) Por el contrario, y casi al mismo tiempo, en octubre del 2006, sólo un 20% de los españoles se refería a la corrupción como uno de los principales problemas del país. Para el autor del informe citado, el catedrático Manuel Villoria, la corrupción «preocupa cuando afecta a la vida personal y familiar o pone en peligro la estabilidad política y económica, y ninguno de esos supuestos se han dado en los últimos 10 años». Los más recientes acontecimientos judiciales relacionados con la corrupción -el rechazo del recurso de los imputados en el caso Zerrichera; la intervención judicial en los ayuntamientos de Torre Pacheco y Fuente Alamo-, unidos a la larga relación de casos que continúan su tramitación en la fiscalía o los tribunales, permiten anticipar razonablemente que la corrupción puede encontrar una importante sanción penal en los próximos meses. Si va a producir desgaste político para el PP regional, que ahora dispone de una muy fuerte legitimación electoral, no se podrá empezar a ver hasta las próximas elecciones generales, en las que, por su propio carácter, jugarán además otros muchos factores. En todo caso, si el inicio de un cambio de ciclo político en la Región pasa probablemente por conjugar de nuevo, como en 1995, diversos factores como pueden ser el cambio de percepción sobre el submodelo económico regional -que podría estar ya mostrando sus primeros indicios de crisis en el determinante sector inmobiliario- y sobre el trabajo de una oposición que está lejos de ser considerada en este momento una alternativa creíble por parte de la mayoría del electorado, la corrupción activada como escándalo político puede ser el catalizador de este proceso. Además de lo único coherente, más allá de cualquier cálculo electoral, para una izquierda empeñada en regenerar, fortalecer y profundizar la democracia. Patricio Hernández Pérez Presidente del Foro Ciudadano de la Región de Murcia 3/3