SERIE ENCUENTRO CON LA PALABRA. ARTICULO 3. 4. PASOS PARA HACER UNA LECTURA ESPIRITUAL CON LA BIBLIA: PASO 1. INVOCAR AL ESPIRITU SANTO “Nadie conoce lo intimo de Dios, sino el Espíritu de Dios” 1 Cor 2,11. Hay que orar invocando la presencia del Espíritu Santo en nosotros: Pedirle al Espíritu Santo que nos ilumine, que llene nuestro entendimiento y nuestro corazón. Pedirle que derrame sus carismas y frutos que El suscita con la lectura de la Biblia. La Iglesia, nos enseña, que ésta ha de ser leída con el mismo Espíritu con que fue escrita. (Dei Verbum 12). El Espíritu, que viene en auxilio de nuestra debilidad y nos enseña a orar como conviene (Rom 8, 26), conduce a que la Biblia sea Palabra de vida para la Iglesia y para el creyente. Antes de empezar cualquier lectura, comprensión e interpretación de la Biblia hemos de invocar la presencial de Aquel que ha inspirado a los que la escribieron: El Espíritu Santo. El creó las condiciones y dio la fuerza e inteligencia a los escritores sagrados. Igualmente asistió a los Apóstoles y sucesores para reconocer los libros escritos en que se encontraba la auténtica Palabra de Dios. Sin la inspiración del Espíritu, la Escritura no existiría; sin su asistencia, no habría sido reconocida como tal; sin su ayuda, no puede ser entendida, ni vivida, ni mucho menos llevada a los demás. El Espíritu Santo es quien nos conduce a la presencia de Dios. Solo Él puede hacernos entender verdaderamente lo que leemos. El Espíritu Santo es el guía, el conductor, el maestro interior que enseña a leerla, a comprenderla e interpretarla1 y es Él quien conduce la oración y la hace entregada y profunda. Todo intento por acercarnos a Dios es por impulso del Espíritu Santo. Sólo el Espíritu Santo es capaz de levantar nuestro espíritu a la altura de la Palabra de Dios. Sin el Espíritu, la Escritura se convierte en literatura o historia; en un mero objeto de estudio y ciencia. Sin el Espíritu su lectura puede hinchar y hacernos soberbios u orgullosos; con el Espíritu, edifica2. Con el Espíritu Santo en nuestra Oración, la Biblia es un libro vivo y que da vida. Con su ayuda en la oración podemos liberarnos de nuestras tristezas y penas pues él es el “Consolador”, con el Espíritu la oración va santificando poco a poco nuestra vida, es el “Santificador”; él nos vivifica y renueva cuando estamos cansados y abatidos pues es el “Vivificador”, él nos sana si estamos heridos y lastimados en nuestro interior porque es el “Sanador”, el escucha nuestras suplicas y las dirige al Padre por ser el “Intercesor”. 1 2 S.S. Juan Pablo II, Encíclica “Dominum et Vivificantem” 2 Cor 3, 6. PASO 2. LEER “Buscad el libro de Yahveh y leed...” Is 34,16. a) Hay que leer la Palabra de Dios despacio: Para que realmente se aproveche la lectura de la Biblia, hay que tomarse su tiempo en cada pasaje y leer poco a poco, despacio y tranquilamente. Recuerda que la lectura de la Palabra de Dios alimenta nuestro espíritu, pero en esta comida como en cualquier otra lo que verdaderamente nos hace bien no es comer mucho; sino ir digiriendo lo que vamos comiendo. b) Hay que leer la Palabra de Dios humildemente: No hay que leer para ser más sabio o más docto como los fariseos. Hay que imitar la lectura de los santos que se santificaron en ella. Leamos para amar mas a Dios y al prójimo, leamos para hacer la voluntad de Dios y abstenerse de ofenderlo y pecar. Leamos reconociendo que no sabemos, pero queremos aprender y cambiar. A través de su lectura aprendemos del gran depósito de la sabiduría divina y nos nutrimos de la Suprema Ciencia de Jesucristo. Josemaría Escrivá de Balaguer decía: "Que tu conducta y tu conversación sea tal que todo aquel que te mire o te escuche, pueda decir: Esta persona lee la vida de Jesucristo". c) Hay que leer la Palabra de Dios para ver “Que dice”. ¿De que trata el texto?, ¿quienes son sus personajes?, ¿Qué están haciendo?, ¿En que tiempo están y donde?: Hay que leer la Biblia para explotar sus riquezas, extraer sus grandes tesoros de sabiduría, verdad, fe y amor, e imitar el testimonio valeroso de sus grandes héroes con sus historias que se reflejan en nuestra vida. Los santos durante toda su vida leían continuamente la Sagrada Escritura y ella dominaba su manera de actuar, de pensar y de vivir. "La lectura de la Biblia ha producido muchos santos". Es difícil imaginar un santo que no haya sido profundamente influenciado por la lectura espiritual no sólo antes de entregar su vida a la obra de Dios en la tierra, sino continuando la lectura espiritual como parte integral de su vida diaria hasta el día de su muerte. Hay que empezar a leer la Biblia hoy mismo. El Catecismo de la Iglesia Católica en el numero 2654 señala: "Buscad leyendo, y encontraréis meditando; llamad orando, y se os abrirá por la contemplación". Hay que leer buscando lo que Dios quiere decirnos, cada cita, cada texto, cada versículo de la Biblia tiene algo que decirte, para encontrarlo hay que meditar y reflexionar cada palabra, despacio, sin prisa, repasando lo leído para comprender cada vez mas y mejor. PASO 3. MEDITAR “No se aparte el libro de esta Ley de tus labios: medítalo día y noche; así procurarás obrar en todo conforme a lo que en él está escrito, y tendrás suerte y éxito en tus empresas” Jos 1,8. Hay que meditar a que se refiere la Palabra de Dios en relación conmigo, ya que la Palabra de Dios tiene la cualidad de interpretar mi propia vida a través de un personaje, una palabra, un ejemplo. Hay que meditar ¿Qué me dice la Palabra de Dios?, ¿Que quiere que cambie o que haga en mi vida?. Después de leer, conviene hacer la reflexión acerca de lo que dice el texto. Sobre los valores eternos del texto. Mientras que en la lectura asumo de lo que trata el texto, y que paso en ese tiempo; ahora me planteo la pregunta: ¿Qué me dice a mí? ¿Qué mensaje referido al aquí y ahora, propone este pasaje con la autoridad que le da el ser Palabra del Dios vivo?. La Palabra de Dios esta llena de sabiduría y de enseñanzas útiles para todo hombre de cualquier tiempo, es universal. La Palabra de Dios perdura eternamente y es valida para cualquier persona. La Palabra de Dios, tiene que meditarse para entenderse verdaderamente, aun un libro de matemáticas requiere reflexión para ser comprendido; ¡Con cuanta más razón la Palabra de Dios requerirá de meditación reverente y confiada!. Desde una lectura de la Escritura se puede conocer la voz de Dios para nuestro tiempo. Los problemas actuales, al ser contrastados con la enseñanza de la Palabra de Dios, reciben nueva luz. La Biblia sirve para iluminar la acción de los cristianos. La Biblia debe ser la inspiración frecuente de nuestra meditación para mejorar nuestra vida y el texto principal para nuestra propia evangelización. PASO 4. ORAR “orad al mismo tiempo también por nosotros para que Dios nos abra una puerta a la Palabra, y podamos anunciar el Misterio de Cristo…” Col 4,3. Hay que entrar en oración con Dios para que Él nos hable y revele lo que no hemos captado para nuestra vida; nos perdone y nos ame, nos sane y renueve, nos anime y fortalezca, y entre en nuestro corazón. Una buena meditación lleva a la oración, es la continuación de una reflexión que me lleva a pensar: ¿Que valores me faltan?, ¿En que estoy fallando?, ¿A que me invita el texto?. Esto logra como consecuencia, introducirnos en un ambiente de oración, para pedirle a nuestro Señor y creador que arregle esta débil creación y nos transforme. En la oración debemos pedir al Señor que por su gran amor nos perdone nuestros pecados, nos fortalezca para no volver a caer, renueve nuestro corazón y por su infinita misericordia nos levante para seguir. También debemos agradecerle por nunca abandonarnos y siempre volvernos a llamar para estar a su lado. Hay muchas cosas por las que debemos dar gracias: la vida, el amor que Dios nos tiene, nuestros seres queridos (familia, pareja, amigos), el trabajo, el tener nuestro cuerpo completo, nuestras virtudes y capacidades, etc. Este es el momento adecuado para hablar con Dios, recuerda que Él te escucha siempre y sabe lo que necesitas; pero debes pedirlo como hijo necesitado de la ayuda amorosa del Padre: “No temas, Daniel, porque desde el primer día en que tu intentaste de corazón comprender y te humillaste delante de tu Dios, fueron oídas tus palabras” Dn 10,12. Ábrele tu corazón al Señor totalmente al estar en oración, humíllate delante de Él. Tu oración sea como la del publicano3 que se reconoció pecador y necesitado, y pidió a Dios que lo ayudara; y no como la del fariseo que se creía bueno y perfecto. Si la Oración se hace sinceramente, entregada, con fe y confianza en Dios y en su voluntad, y humildemente se tendrá en este momento una verdadera experiencia de Dios, un encuentro vivo con Cristo que es la Palabra de Dios que nos habla. Con una lectura espiritual de la Sagrada Escritura tenemos acceso a Jesús y penetramos el misterio de su intimidad. El Espíritu Santo hace presente a Jesús en su verdad salvífica, a través de la oración para que nosotros nos encontremos con Él y lo escuchemos. Hay que llamar a Dios, pedirle en oración que nos hable, que nos brinde su bendita Palabra, no solo hay que leer, sino escuchar a Dios en oración. PASO 5. VIVIR “Quien dice que permanece en él, debe vivir como vivió él” 1Jn 2,6. La lectura en oración y la comprensión de la Palabra de Dios conducen necesariamente al amor, a la conversión, llaman al cambio de vida e invitan a dar testimonio en el mundo. Este proceso nos lleva a escuchar la voz de Dios para nuestro tiempo. Y es una voz de liberación 3 Lc 18, 10-14. de toda esclavitud desde su raíz, el pecado. No hay amor si no se traduce en actos y realizaciones de la vida diaria, en actitudes y compromisos concretos. El hombre creyente al contrastar la enseñanza del Evangelio con los problemas que surgen de la vida de la sociedad, tiende a asumir compromisos para extender el reinado de Dios y hacer que llegue a todos los hombres la salvación y la civilización del amor. Desde una vida cristiana auténtica, en unión con la doctrina de la Iglesia, se da una lectura muy profunda de la Escritura y una experiencia del Dios cristiano. ¡No leemos la Sagrada Escritura para conseguir la fuerza que nos permita realizar lo que hemos decidido! Más bien leemos y meditamos para que broten las debidas decisiones y para que la fuerza del Espíritu nos ayude a ponerlas en práctica. No se trata, como muchas veces pensamos, de orar más para obrar mejor, sino de orar más para comprender lo que debo hacer y para poder hacerlo a partir de una opción interior. El interés por la Escritura y el reconocimiento de su valor es un signo de que el Espíritu Santo anima nuestra vida. A través de este signo de los tiempos, hemos de descubrir a dónde quiere conducirnos el Señor. Leer la Palabra de Dios espiritualmente podrá darnos la fuerza para hacer viva esa Palabra mediante nuestro testimonio. La consecuencia del encuentro vivo con la Palabra es el anuncio de Jesucristo. La mujer samaritana, después de su encuentro con Jesús, corre al encuentro de los suyos llamándolos para que vengan a ver aquel le ha dicho la verdad (Jn 4, 29). Ellos, al encontrarse con Jesús, dirán que creen en él porque al oírlo han descubierto que es el salvador (Jn 4, 42). Quién se ha encontrado con el Salvador ya no puede estar quieto y hace suyas la palabra de Pablo: “¡ay de mí si no predicara el Evangelio!” (1 Cor 9,16). LA SAGRADA ESCRITURA ES… Revelación Divina Palabra de Dios Escrita 1. Invocar Al Espíritu Santo para que nos ilumine. 2. Leer ¿Qué dice el bíblico? Prepararse para recibir la Palabra… Para que sea Dios en verdad quien nos hable y nos enseñe con su Palabra viva. 3. Meditar ¿Qué nos dice Dios por su Palabra? 4. Orar ¿Qué le decimos a Dios motivados por su Palabra? Comprender la Palabra… Actualizar la Palabra… Orar la Palabra… Confiada a la Iglesia para la Salvación 5. Vivir ¿A que conversión y acciones nos invita Dios? Practicar la Palabra… Para descubrir lo que Dios nos enseña, su mensaje a través del autor inspirado. Para reflexionar sobre nuestra vida, mejorarla, conocer su sentido, y fortalecer la esperanza. Para hablar con Dios y celebrar nuestra fe personalmente, en familia o comunidad. Para conducir nuestra vida (actuar) según los criterios de Dios (conversión). texto Por Inspiración del Espíritu Santo