ORACIÓN DE LOS REGALOS DE DIOS

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ORACIÓN DE LOS REGALOS DE DIOS.
Le pedí a Dios...
* Al principio, le pedía a Dios un lugar en el que vivir, que fuera bonito, grande y
majestuosos.
Al principio creó Dios los cielos y la tierra. La tierra estaba desierta y vacía.
Había tinieblas sobre la faz del abismo y el Espíritu de Dios aleteaba sobre la
superficie de las aguas... (Gen 1, 1-2)
Y Él me concedió toda la tierra, para que viviera en ella, para que la poblara,
paseara por sus paisajes,... Y me regalo el cielo para que lo contemplara, le lleno de
estrellas para que por las noches me maravillara al mirarlo.
Sirvan de lumbreras en el firmamento de los cielos que den luz sobre la tierra...
(Gen 1, 16)
Me concedió la tierra, pero yo la partí y la repartí. Me quedé con las mejores tierras y
las otras las arrendé, las vendí,... las llene de fronteras físicas, de minas, de bombas,...
* Después le pedí tiempo para descansar... y tiempo para trabajar y vivir.
Dijo Dios, haya luz; y hubo luz. Y separó la luz de las tinieblas. Y a la luz
llamó Dios día, y a las tinieblas noche... (Gen 1, 3-5)
Y Él me partió el día en dos, por las noches se comprometió a apagarme la luz
para que pudiera dormir bien. Y por el día, la luz inundaría todo para que no
tuviera dificultad para trabajar.
Me concedió el día y la noche, pero yo necesitaba más partes en el día, y inventé las
horas, para llenarme de ocupaciones, para no tener tiempo para nada, cuando el regalo
incluía todo el tiempo del mundo.
* Le pedí también agua para cuando tuviera sed.
A lo seco lo llamó Dios tierra, y a la reunión de aguas llamó mar... (Gen 1, 10)
Y Él me regaló el mar, los océanos, los ríos,... le pedí una gota y me regalo la
inmensidad. Para que me bañara, calmara mi sed, jugara,... Me regaló todas las
aguas.
Me regalo el agua, y yo le puse precio, decidí para quien y quienes era.
* Le pedí a Dios alimento con que subsistir.
Y produjo la tierra vegetación: plantas con semilla según su especie, y árboles
que dan fruto, con la semilla dentro... (Gen 1, 12)
Y me regalo todas las bestias del mar, del aire y de la tierra. Para que las
domesticara, criara, y fuera su dueño.
Pero yo necesitaba otras cosas para subsistir, me inventé los vicios. Me creé necesidades
superficiales, que engañado, creía que eran vitales.
* Le pedí a Dios que me dejara disfrutar de su creación.
Entonces Yahvéh-Dios formó al hombre del polvo de la tierra, insuflo en su
nariz aliento de vida y fue el hombre un ser viviente... (Gen 2, 7)
Y me hizo a su imagen y semejanza, guardo para el hombre la más bella figura, su
propio modelo, su imagen... Me hizo especial, diferente a cualquiera, distinto de los
8000 millones de personas.
Pero a mí no me gusta, a veces no acepto mis propias limitaciones, o no cuido del regalo
más hermoso, de mi cuerpo.
* Le pedí a Dios no estar sólo.
Y de la costilla que había quitado del hombre formó Yahvéh-Dios la mujer, y la
presentó al hombre... (Gen 2, 22)
Y me regalo el amor, para que me hiciera vibrar, soñar despierto,...
Pero yo sigo dándole la espalda, sigo dando más importancia a su opuesto, lo niego, y
me acojo al manto del odio.
* Le pedí a Dios que me guiara en mi crecimiento, para aprender a vivir.
Hijo, obedeced a los padres en todo, pues esto es grato al Señor. Padres, no
exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten... (Col 3, 20-21)
Y me regalo una familia, un padre y una madre, y además no conforme, hermanos,
hermanas, primos, tíos y de más familia. Me regalo un hogar en el que crecer
felices.
Pero yo... yo les dí la espalda.
* Le pedí a Dios ser feliz
Cristo nos liberó para que vivamos en libertad. Manteneos, pues, firmes; y no os
dejéis sujetar de nuevo al yugo de una esclavitud... (Gal 5, 1)
Y Él me concedió la libertad para ser libre, la libertad para decidir si quería ser
feliz o no, para entender lo que está bien o mal.
Pero yo me creé esclavitudes, me negué a ser feliz, cerré los ojos y no quería saber lo
que estaba bien o mal.
* Le pedí a Dios un tesoro
El amigo fiel es un sólido refugio; quien lo encuentra, ha encontrado un tesoro.
(Eclo 6, 14)
Y Él me regaló amigos con los que compartir sus regalos, me regaló a todos
vosotros con los que compartir, vivir, reír, llorar, charlar, cantar, contemplar,...
Me regalo el mejor tesoro que pudo encontrar.
Pero yo no quiero tener amigos, porque se introducen en mi espacio vital, me obligan a
dar, más que recibir (aunque sé que en el fondo, al final, es al revés); me obligan a
abrirme y descubrirme, haciéndome más vulnerable.
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