TONI CARRASCO

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Europa: mejor sueño que triste realidad (La Opinión, 30/05/09)
TONI CARRASCO
En el imaginario de las personas trabajadoras, en el Estado Español, Europa se veía como un
espacio donde se respetaban los derechos, tanto los estrictamente laborales como el conjunto
de derechos sociales. Igualmente se nos ofrecía como imagen de la participación democrática
y de los derechos civiles.
En los años que llevamos formalmente adscritos a la UE, esa edulcorada visión se nos ha ido
viniendo abajo. El Tratado de Maastricht ya configuraba una concepción más puramente
mercantilista de la Unión, con mucho hincapié en los límites presupuestarios de los Estados
miembros y poco (muy poco) en la Europa social y democrática.
En los últimos años se ha consolidado el objetivo de liberalización económica, de Europa como
ámbito de libre competencia, para el conjunto de gobiernos de la UE. Aquellas personas que
soñábamos con un espacio de respeto de los derechos humanos, de reparto de riquezas, de
participación activa de la ciudadanía, hemos ido cayendo, poco a poco, en una realidad que,
como mínimo, nos parece desalentadora.
No somos tan ilusos como para creer que en Europa “se atan los perros con longaniza”,
aunque siempre hubo quien creyó que nada más bajar del tren en Alemania, te ibas
encontrando los marcos (antigua moneda teutona) por el suelo. Europa es un espacio donde
las ideas progresistas y reaccionarias siguen pugnando entre ellas. No es el paraíso, pero
tampoco es la fuente de todos los males que en forma de tratados y directivas, imponen a los
estados miembros de la UE sus caprichos.
Ni quienes cuestionan la Unión Europea, ni quienes ven en ella el futuro, pueden atribuirle la
generación de sus políticas. Demasiados gobiernos se escudan en las decisiones de la UE,
para justificar la deriva de las propias legislaciones nacionales. La Unión Europea es lo que
deciden todos y cada uno de los Estados que la componen y si se ha convertido en un
elemento activo del proceso de globalización económica liberal, es porque así lo quieren sus
miembros.
Lo mismo se puede decir de su organización y del carácter poco democrático de su
funcionamiento y de sus procesos de toma de decisiones. No hay una fuente en Bruselas de la
que manan las decisiones. Son los distintos Gobiernos europeos quienes quieren que así sea,
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por mucho que, a veces, no les gusten determinadas resoluciones. El “Gobierno Europeo”, la
Comisión, de donde surgen todas las propuestas, ni es elegido ni responde ante la población
europea, pero sí está acordado por sus gobiernos.
Muchas de las ideas que nos vienen de ella, como la última de modificar, a peor, las
condiciones de jubilación, son iniciativas que en los últimos años se han intentado plasmar,
aunque por fortuna algunas se vieron paralizadas o matizadas, y que nos hacen mirar con
recelo hacia la UE:
-La “directiva Bolkestein”, con la que se quería liberalizar los servicios, manteniendo las
condiciones laborales, los requisitos de calidad y las exigencias medioambientales del país
donde se ubicaba la empresa, pero no los del lugar donde debían prestarse los servicios.
-La “directiva de la vergüenza” (esta sí aprobada como Directiva de Retorno), que criminaliza a
las personas inmigrantes, alargando el periodo de detención, con un alto grado de
deshumanización y de opacidad en los procesos de internamiento y expulsión, negándoles la
posibilidad de ser sujetos de derechos, de ser personas,
-La Directiva sobre la jornada laboral, que pretendía alargarla hasta las 60 (65 en algunos
casos) horas semanales.
Todas estas propuestas surgidas de la Comisión nos dibujan una Unión Europea poco amable,
más bien al contrario, amenazadora.
Para detener este extraño viaje, hemos de participar activamente en la configuración de
nuestro futuro que, según parece, será europeo al mismo tiempo que murciano. No podemos
dejar como imposible nuestra capacidad para influir en las decisiones que se tomen en
Bruselas, por lejos y difícil que nos parezca.
En estas elecciones europeas, es la hora de que nos digan con claridad, quienes se presentan,
cuál es el modelo de Unión Europea que defienden: un modelo social, sostenible, igualitario y
democrático, donde se generalicen los derechos, o un modelo liberal, discriminatorio,
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depredador y autoritario, donde aumenten las desigualdades.
El Parlamento Europeo no puede convertirse en el retiro político dorado (mucho sueldo y poco
trabajo) de personas que dejan hacer a los burócratas y a los distintos intereses económicos,
sino en el altavoz de quienes consideramos que se debe defender, a capa y espada, la Europa
con la que soñábamos.
Toni Carrasco pertenece al Secretariado STES-Intersindical y es colaborador del Foro
Ciudadano.
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