INTRODUCCIÓN Y COMENTARIO [Esta introducción constituye un documento con una serie de observaciones para que los alumnos reflexionen sobre el texto propuesto como texto del género ensayo para la PAU, El mercado y la globalización. Esa reflexión ha de entenderse como un proceso personal y no escolar. En otras palabras, los datos y argumentos que aquí se aportan no forman parte de aquello que los alumnos han de saber para el examen o de aquello que han de reflejar en él. Los elementos para ese examen tienen su único soporte en la lectura personal que del texto se realice, a cuya finalidad pretende ayudar el «Resumen» que a continuación viene]. El mercado y la globalización es un texto nacido al calor de la agitación que en 2000 y 2001 surge contra específicas reuniones de organismos de corte global, como el FMI o el Foro de Davos. Esa agitación se concreta en movimientos y propuestas que se proclaman como Foro de Porto Alegre o Foro de Barcelona, reciben —y se dan— la etiqueta de «movimiento antiglobalización» y tienen como uno de sus lemas más sonados el de «Otro mundo es posible». Desde el punto de vista del género, El mercado y la globalización es, más que un ensayo, un panfleto, un texto de propaganda política que no acude tanto a la argumentación como a los estímulos emocionales, que manipula los datos o silencia aquellos que no le convienen y que trata de mover al lector hacia una determinada posición política. Bastaría con detenerse en las ilustraciones para percibir, aun sin leer el texto, su carácter de panfleto. Con todo, señalemos brevemente algunas de sus falacias y elementos tendenciosos. Es obvio que, para el autor —e implícitamente para quienes comparten sus propuestas— hay una añoranza de la URSS y su papel en el mundo (En el pasado «la potencia política y militar de la Unión Soviética refrenó los abusos del poder económico. Así, a los dos fenómenos propiciadores de la globalización en nuestro tiempo (la informática y la desregulación) se ha sumado un nuevo factor: el desplome de la potencia comunista que ha dejado libre el paso a la expansión mundial del poder financiero y especulador.»). En cambio, el gran Satán de la historia son los EEUU. A ellos se les achacan todos los males, desde el imperialismo económico a la destrucción de medio ambiente. Esas acusaciones proliferan por todo el texto, pero fijémonos en dos en particular: se señala que no han firmado el Protocolo de Kioto (1997) o que no aceptan el Tribunal Penal Internacional. Ahora bien, no se dice una sola palabra sobre que China y la India, los dos máximos productores de gases invernadero tras EEUU, han firmado el Protocolo, pero que no se han comprometido a ningún objetivo de reducción de emisiones. Del mismo modo, no se señala que tampoco Rusia, China, India, Israel, Cuba e Irak han firmado ni ratificado la constitución del Tribunal. Apuntemos, además, la total ausencia de datos estadísticos en el texto, que pudiesen permitir la reflexión objetiva. En cuanto a las propuestas de la «globalización global» y de la «autoridad supranacional» que vendrían a sustituir el «poder real» de los «neoyorquinos», ¿cómo serían? ¿Por qué no se dice una sola palabra sobre cómo integrar en un poder universal benéfico a los estados-dictadura de toda laya que hoy existen en el mundo, los comunistas, como China o Corea; los de dictaduras autocráticas; los de dictaduras religiosas o dinásticas, como Irán o Arabia Saudí? ¿Y qué se haría con los países que niegan los derechos humanos, que parecen ser el fondo moral último de los portoalegrenses, o los que tienen como fuente de derecho un texto religioso? ¿Cómo se cohonestarán, por ejemplo, la Declaración Universal de los Derechos Humanos con la Declaración Islámica Universal de los Derechos Humanos? Que estas cuestiones ni siquiera se planteen —que se escamoteen, mejor— lo dice todo sobre el carácter del texto. RESUMEN I EL MERCADO EL MERCADO A PRIMERA VISTA El mercado como lugar de intercambio de mercancías por dinero. Oferta, demanda, precio. Mercados nacionales y mercado mundial. EL MERCADO PERFECTO DE LA TEORÍA En teoría, en el mercado perfecto el comprador obtendría el precio más barato, en función de la competencia y de su conocimiento de la oferta. Los empresarios tendrían un indicador de la demanda, a través de los precios y del consumo. Así el mercado vendría a funcionar como la «mano invisible», con la metáfora del escocés Adam Smith (XVIII), que convertiría «la acumulación de egoísmos individuales en el máximo altruismo colectivo». Según el autor, esa es la doctrina del liberalismo económico, que sostendría que nadie debe intervenir en los mercados, porque, se supone, alteraría esa perfección espontánea. EL MERCADO IMPERFECTO DE LA REALIDAD Frente a esa perfección teórica, en la realidad habría siempre un mercado imperfecto, por a) las limitaciones de información de los compradores y la manipulación de la propaganda, b) las limitaciones de información o de cálculo de los productores, c) por la demora en la penetración en el mercado de los nuevos productos. Todo ello hace que el mercado sea imperfecto y, en ocasiones, monopolístico. EL MERCADO NO ES LA LIBERTAD En primer lugar porque «la libertad de elegir la da el dinero». En segundo lugar porque son los más fuertes (o más ricos) los que imponen sus condiciones, tanto vendedores como compradores. Las colas de «los países con sistemas económicos fuertemente planificados» no son un argumento en su contra: en los países occidentales también existen colas, las colas invisibles de los que no tienen dinero. Esa falta de libertad en los países de mercados libres se acentuaría cuando existen condiciones de monopolio: ciertos servicios públicos; el poder de la publicidad; el tamaño de ciertas empresas que dificulta la competencia frente a ellas, por razones tecnológicas, económicas o de poder. Todas esas «manos visibles» impondrían su ley. «En suma, los poderosos directivos y sus grandes empresas avanzan en la vida pateando por encima de los pueblos (lámina página 40)», dice el autor de El Mercado… ASPECTOS SOCIALES DEL MERCADO La, estima el autor, teórica virtud del mercado para alcanzar el mejor precio por el ajuste entre la oferta y la demanda en el mercado libre no siempre se alcanza. Por desigualdades para poder alcanzar el bien si la oferta es escasa (si el precio de la leche fuese muy alto los pobres no podrían dársela a sus hijos, los ricos sí) y porque pueden existir efectos dañinos en el medio ambiente en la búsqueda de la mayor explotación de recursos que supone una mayor oferta y un menor precio. Se ejemplifica con las sobrecapturas de peces o la tala de la Amazonia. Se concluye que el mercado existente no es el de la «mano invisible benefactora», sino el de «manos visibles e interesadas». En consecuencia, el mercado, «mecanismo indispensable para la distribución económica», «no puede existir sin regulaciones, siquiera sean las de un marco jurídico». EL MERCADO Y EL INTERÉS PÚBLICO La posible incompatibilidad en algunos casos entre el interés privado y el público hace que este —el interés público— regule el mercado, controlo ciertas actividades o sustituya a la iniciativa privada (asilos, escuelas, industrias bélicas). EVOLUCIÓN DEL MERCADO El intercambio de mercancías ha evolucionado a partir del trueque. La invención de la moneda supuso un enorme avance para facilitar el intercambio. Progresivamente se fue ampliando el ámbito del intercambio de mercancías (especias del oriente, descubrimiento de América) y fueron apareciendo nuevos agentes económicos. A partir del siglo XVIII las ideas de Adam Smith legitimaron la nueva situación caracterizada por la expansión del comercio, la revolución industrial y la aparición de nuevos grupos sociales como agentes de la economía. En nuestros días, las novedades tecnológicas (Internet) y el discurso ideológico de liberalismo económico han propiciado una nueva época, que se suele llamar «globalización», caracterizada por lo instantáneo de las comunicaciones y de las transferencias económicas, así como por una amplia liberalización de las operaciones privadas. II LA GLOBALIZACIÓN UNA RED MUNDIAL La «globalización» es el nombre de la forma actual del «mercado mundial»: liberalización máxima de circulación de flujos financieros; más limitadamente, los de mercancías; más aún, los de trabajadores. La libertad de flujos financieros provoca la multiplicación de beneficios mediante la especulación (aprovechando, por ejemplo, tipos de cambio). Los gobiernos no pueden atajarlo «porque han venido abdicando cada vez más de su capacidad de legislar contra tales operaciones». Ese mercado globalizado funciona y se refuerza a través de las redes informáticas. «La liberalización sólo significa libertad real para los más fuertes con mayor potencia económica». En ese espacio de la globalización financiera y la instantaneidad informática, la libertad es solo para los más fuertes, máxime cuando «los gobiernos han renunciado al control sobre transferencias financieras». Esa libertad de acción y esa capacidad de imponer sus intereses de los poderosos han ido consolidándose en los últimos tiempos por las leyes «desregularizadoras» apoyadas en «la creencia en la ideología del liberalismo económico». Ese liberalismo se pretende hacer aparecer como el liberalismo político, donde cada persona encarna un voto, pero en el liberalismo económico «el voto corresponde a cada unidad monetaria y no a cada ciudadano». Por tanto, los votantes han perdido el control democrático ejercido a través de sus representantes. Por ello –concluye el autor— «la globalización económica es totalmente antidemocrática». En el pasado «la potencia política y militar de la Unión Soviética refrenó los abusos del poder económico. Así, a los dos fenómenos propiciadores de la globalización en nuestro tiempo (la informática y la desregulación) se ha sumado un nuevo factor: el desplome de la potencia comunista que ha dejado libre el paso a la expansión mundial del poder financiero y especulador», con su creciente concentración planetaria de riquezas y poder económico. MUY ANTIGUA Y MUY MODERNA La globalización no es un fenómeno nuevo, ya en el Imperio Romano existía una red global de comercio y dominio. Cada imperio ha globalizado a su manera. Lo nuevo, junto con internet, es la palabra «globalización», que parece cargada de connotaciones positivas cuando, en realidad, la desigualdad crece. Se señala que en 1977 «el veinte por ciento de la población mundial tenía unos ingresos 74 veces más altos que el veinte por ciento más pobre» y que «nunca se ha llegado a hacer efectiva la aportación de un 0,7% del PIB de los países adelantados». Por eso se entiende que los desfavorecidos protesten, que se organicen las protestas a través de internet y que, cuando se celebran las reuniones de los organismos internacionales, se convoquen manifestaciones ante los reunidos. Los adversarios de la globalización son un conjunto heterogéneo: antisistema, solidarios, defensores de los derechos humanos, ecologistas… Pero no es cierto que sean culpables de actos de violencia, que son producto de grupos minoritarios, que serían provocadas a veces y que, en todo caso, «serían reacción explicable a la opresión cotidiana de los abusos». Tampoco es cierto que no tengan «ideas sólidas», las tienen aunque no se conocen por la desinformación que padecen. OTRO MUNDO ES POSIBLE Existe un pensamiento alternativo, el que tiene como lema «otro mundo es posible», bajo el cual se agruparon los antiglobalizadores de Porto Alegre (Brasil, 2001) y Foro de Barcelona (2001). Ahí se reivindicó el control democrático de las grandes decisiones económicas mundiales, se denunció la injusticia y se alertó sobre el destrozo del medio ambiente. Dos ejemplos muy evidentes de esa necesidad de una «globalización global» necesaria serían la negativa de EEUU a que se ponga en marcha el Tribunal Penal Internacional o la negativa de ese país a firmar el tratado de Kioto. La técnica ha dejado obsoletos los estados-nación. OTRO MUNDO ES SEGURO En opinión del autor, dada la inadecuación de las Naciones Unidas, «cada vez se percibe más la necesidad de una autoridad supranacional con jurisdicción planetaria y capacidad ejecutiva» para ayudar al tercer mundo, defender el medio ambiente y otras tareas. Pero los poderosos y, sobre todo, Estados Unidos se resisten (rechazo del tratado de Kioto, rechazo al Tribunal Penal Internacional). Esta situación es muy distinta a esa Autoridad mundial reclamada «y bajo la cual todos los países serían miembros con iguales derechos». Es esa la propuesta del Foro de Porto Alegre, con el lema «Otro mundo es posible», opuesta a la «política de los “neoyorquinos”». Ese otro mundo propuesto, afirma el autor, llegará: «otro mundo es seguro».