Esta situación supone de hecho un vaciamiento del sentido de... neoliberal paralelo a la utopía del mercado autorregulador, que alcanza...

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Asalto oligárquico contra la democracia
Esta situación supone de hecho un vaciamiento del sentido de la democracia, un viejo sueño
neoliberal paralelo a la utopía del mercado autorregulador, que alcanza su plenitud ahora, y
que propone reducir la democracia a un simple mecanismo de selección de élites políticas por
medio de elecciones, dentro de una progresiva oligarquización de la vida política y económica.
Es la 'democracia limitada' de Hayek o, en versión de Angela Merkel, la 'democracia en
condiciones de mercado'.
Este reduccionismo o minimalismo democrático, objetivo del nuevo asalto oligárquico a la
democracia, supone a escala europea la ruptura del pacto social que dio lugar a los Estados
del Bienestar en la posguerra mundial de una guerra que se hizo justamente en nombre de la
democracia, ahora malbaratada en las sociedades europeas. "Pensar en qué puede sustituirlo
da vértigo" (Juan Carlos Monedero)
Aquel pacto democrático suponía mucho más que preservar formalmente el procedimiento
electoral de la competencia interpartidaria. Implicaba también -sin cuestionar la economía de
mercado- una serie de derechos sociales, económicos y culturales que aseguraban la
inclusión y protección de todos los sectores sociales, ahora en revisión.
Queda muy bien expresadado por el profesor Gerardo Pisarello cuando se pregunta "¿qué
valor exacto adquiere el derecho formal a votar cuando se vive en condiciones de precariedad
laboral o existencial, el acceso a los medios de comunicación es limitado o inexistente, y los
principales partidos políticos están fuertemente subordinados a oligarquías financieras libres
de todo control?".
La ruptura del pacto social que sustentaba el capitalismo democrático devuelve al centro del
debate la pregunta de si es compatible la democracia con el capitalismo.
Este proceso de desdemocrarización es bien visible en la España actual: no sólo se ignoran
paladinamente los compromisos electorales, sino que se gobierna sistemáticamente por
decreto para esquivar el debate parlamentario, se reforman las leyes para permitir el control
partidario de los medios públicos, se endurece el Código Penal y se usa violentamente a la
Policía o se ponen multas disuasorias para dificultar o impedir la libertad de expresión y
manifestación, y sobre todo se ignoran las protestas cualquiera que sea su magnitud, al tiempo
que se aplican severas medidas económicas y sociales que producen una creciente
precarización y exclusión social.
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Como ha dicho Manuel Castells, "España es el país de Europa donde el sistema político ha
mostrado menos sensibilidad ante la protesta, y con los dos grandes partidos de acuerdo en
ignorarla". Está convencido Castells de que "ha cambiado la conciencia de la gente, pero el
sistema político se mantiene impermeable. Y esto puede degenerar en enfrentamientos y en
violencia".
Esta situación ha sumado a la crisis económica y social una acelerada crisis política, quizás
menos visible pero de gran alcance pues supone cuestionar el modelo bipartidista que ha
presidido la vida política desde la transición.
Así en los distintos estudios de opinión se comprueba que desde julio de 2012 la intención de
abstenerse supera por vez primera a la intención de voto de cualquier partido, y desde octubre
las personas que no saben o no quieren responder a la pregunta sobre su voto es el grupo
más numeroso. El presidente del Gobierno acabó el año con el peor indicador de popularidad
conocido en democracia (2,8 sobre 10), siendo aún peor el del líder del primer partido de la
oposición. La intención de voto a los dos grandes partidos sumaba en noviembre (encuesta
de Metroscopia para El País) un magro 54,7%, a casi veinte puntos de los resultados de las
últimas elecciones generales del año anterior (73,35%).
Según los datos del CIS los políticos no dejan de crecer como problema en las
preocupaciones ciudadanas: si en enero de 2012 eran uno de los principales problemas para
el 17,8%, en noviembre lo era ya para el 30,2%. En esa misma encuesta los ciudadanos que
se mostraban poco o nada satisfechos con el funcionamiento de la democracia en España
alcanzaban un escalofriante 67,5% (frente a un 29,6% bastante satisfecho).
Estos datos permiten hablar de una fuerte deslegitimación del sistema político, encubierta por
la aparente estabilidad de las mayorías absolutas conservadoras, y de un descontento social
muy extendido que se expresa además en la creciente contestación social a la política
gubernamental, que continuará con fuerza previsiblemente este año. Porque lo que está
impugnado mayoritariamente por la ciudadanía, lo que se quiere imponer a la gente
antidemocráticamente es la injusta política de recortes sociales y el vaciamiento reduccionista
de la democracia.
(Artículo publicado en Diario la Opinión de Murcia el 5/1/2013:
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Asalto oligárquico contra la democracia
http://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2013/01/05/asalto-oligarquico-democracia/448380.htm
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