UN PROFESOR SOLIDARIO - Teléfono de la Esperanza

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Teléfono de la Esperanza de La Rioja
Concurso de narración breve
“ESCUCHANDO A MIS ABUELOS”
3º PREMIO. Categoría B. 1º y 2º de Ed. Secundaria
Título de la narración: “Un profesor solidario”.
Pseudónimo: AFRICA
Autora: Alejandra García del Moral
Colegio Escuelas Pías, Escolapios, 1º ESO. Logroño.
UN PROFESOR SOLIDARIO
Un día en Villaprado, a Vicente, un señor mayor de 65 años le acababan de dar la jubilación en el trabajo. Su oficio
era el de profesor. Se le daban bien todas las materias, menos Educación Física debido a su edad, en especial las
Matemáticas.
Vicente acababa de pasar por una tragedia. Su mujer Antonia acababa de fallecer. Cuando llegó a su casa, triste y
desolado, se sentó y gritó a los cuatro vientos:
- ¡Que más me puede pasar a mi!
Tenía una hija llamada Ainoa y ella a su vez dos hijos. Por desgracia sus dos nietos no tenían tanta inteligencia
para aprender como los otros niños de su clase. Así que él les daba clases particulares después del colegio. En
cuanto salían del cole Vicente les iba a recoger y los llevaba a su casa hasta que su hija o su yerno Alfonso salían
de trabajar. Allí les esperaba una apetitosa merienda. Después de merendar Vicente les ayudaba con los deberes.
Y así todas las tardes.
Un día de verano su hija le dio una gran idea, porque no quería ver más a su padre triste y aburrido sin salir de casa
nada más que para hacer la compra y para recoger a sus nietos por las tardes. Llegaban las vacaciones y había
muchos niños que necesitaban ayuda escolar. A él le encantaba dar clases, así que se podía ofrecer como profesor
de verano,
Él dijo:
- ¡Que buena idea!, lo pensaré
Desde ese día Vicente estaba motivado porque podía colaborar con el pueblo en algo.
Cuando empezaron de nuevo las clases, los niños que en verano habían necesitado ayuda escolar empezaron a
subir la nota media. Los padres y profesores asombrados del progreso de los niños, le dieron las gracias.
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Un día Vicente enfermó. Al principio se creyó que solo tenía un catarro, pero con el tiempo el supuesto catarro fue a
más. Al pobre hombre lo tuvieron que ingresar. El pueblo estaba preocupado, no por las notas de los niños, sino
por el cariño que le habían cogido. Los médicos detectaron que tenía un cáncer pulmonar y que solo sobreviviría si
se sometía a una operación arriesgada y muy cara. Vicente no tenía tanto dinero como para pagar la operación el
solo, así que no sabía que hacer.
Los nietos preocupados por la salud de su abuelo comentaron la situación en el colegio. Y los niños a su vez lo
comentaron en sus casas.
Los vecinos del pueblo acordaron aportar cada uno lo que pudiera para no perder a un ser tan apreciado para ellos.
Cuando contaron todo el dinero recaudado comprobaron que llegaba para la operación y más.
La operación fue un éxito. Con el excedente del dinero decidieron construir un centro donde la gente mayor pudiera
reunirse. En conmemoración suya decidieron poner al centro su nombre, “Vicente García”. Él, agradecido, decidió
ayudar a todos los niños con los estudios. Lo que más sorprendió a los habitantes de Villaprado fue que los
ancianos del pueblo tomaron ejemplo de Vicente y se ofrecieron a enseñar cosas que ellos sabían, usando el centro
como ludoteca. Por ejemplo: Josefina, una señora de 80 años que vivía sola, se ofreció a enseñar ganchillo;
Gonzalo, un señor de 69 años, se ofreció para enseñar alfarería, ya que en sus tiempos fue un espléndido alfarero;
María contaría cuentos; Pepita recitaría poesías;… La gente se preguntaba por qué y Vicente respondió:
Creo que ya sé lo que pasa. Los ancianos tenemos mucho cariño por dar, pero también necesitamos recibir.
Colaborando con estas actividades nos entretenemos y nos sentimos felices por ser útiles en algo.
Al día siguiente Villaprado era un nuevo pueblo. Daba igual la edad, porque jóvenes y ancianos se ayudaban
mutuamente.
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