2. La demonización de los disidentes: quienes no participan... deshumanizadora y la denuncian son marginados a la periferia del ...

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Tiempos sombríos: el estado del malestar
2. La demonización de los disidentes: quienes no participan de esta ideología
deshumanizadora y la denuncian son marginados a la periferia del pensamiento dominante,
tachados de terroristas. Chivos emisarios. Los errores que gestiona con mano de hierro el
poder, y que han sido producidos por la falta de regularización pública de la economía
financiera, se les achacan a los más débiles, que no tienen la palabra ni los medios para
difundir su discurso.
El lenguaje se pervierte y el eufemismo enmascara la verdad. La demonización puede
naturalizar entre los oprimidos la culpa que se les deposita: ellos han actuado mal, han
soñado, han deseado en exceso, se les acusa, han aspirado a trascender y están condenados
a la inmanencia.
3. Por otra parte, esta disociación entre lo humano (las clases dominantes) y lo inhumano, y
por lo tanto susceptible de ser tratado inhumanamente (el resto), produce un epifenómeno
nada despreciable: el ataque a lo inhumano no produce sentimiento de culpa en el
perpetrador, pues el maltratado es el depositario de todos los aspectos negativos de la
realidad. Ni culpa, ni tampoco, por supuesto, necesidad de reparación. Se ataca sin límite el
exterior del cuerpo social cohesionado de las clases que detentan el poder, pues persiste la
idea de que el cuerpo atacado, como decía arriba, no desaparecerá (si desapareciera se
perdería algo necesario para la supervivencia de la clase dominante), sino que se reproducirá
igual a sí mismo para satisfacción de quienes le explotan.
4. Para el mantenimiento de esta situación se requiere la ruptura con todo ejercicio del
pensamiento: la desaparición de la filosofía de los currículum académicos y el aumento del IVA
para los actos culturales no son más que los síntomas visibles de una progresiva y deliberada
guerra contra la cultura y el pensamiento crítico, sustituyéndolos por una televisión controlada
por el poder, cuyos contenidos son cada día más marcadamente
ideológico-religiosos-deportivos. La representación del mundo que se ofrece reproduce la
propuesta hegemónica hasta la saciedad.
El mecanismo de disociación, que se ejerce desde el poder de modo masivo, permite dejar de
interrogarse sobre el otro, que es despojado de humanidad. Mientras que ésta se le atribuye al
no nacido, cuya vida, la defensa a ultranza de esa vida sobre la de la madre, parece erigirse
ideológicamente en el baluarte de la humanidad de quienes no tiemblan ante los desahucios,
el desmantelamiento de la universalización de las prestaciones sanitarias o los recortes en
educación que ponen en peligro la alimentación de los niños, los ERES, el despido sin
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protección, y tantas otras propuestas que atacan la vida humana y conducen, como vemos
casi cada día, a la muerte. Identificados con esa mendaz defensa 'de la vida', se sienten
humanos, reproduciéndose la dinámica de la escisión al depositar en los no-humanos la
defensa de una muerte que ellos no dudan en propagar.
El bien y el mal se dirimen así en un terreno acotado, donde la defensa de la vida se reduce a
la defensa del no-nacido, no importa que muera de tuberculosis un inmigrante sin recursos, y
que se le niegue la asistencia sanitaria a tantos otros. Es una ética fuera de toda lógica,
contradictoria y falaz. El mal se extiende como un champiñón porque no es profundo ni posee
dimensiones demoníacas, sino que es superficial, decía Arendt; cualquiera de nosotros puede
ser su agente.
El antídoto, seguía diciendo la filósofa, es no dejar de pensar, de regir nuestra voluntad por el
pensamiento crítico. Pensamiento que, como señala Baudrillard, es la única instancia capaz de
levantar la alarma, de comprender y prevenir la aparición del mal, de frenar la oscuridad que
avanza en estos tiempos sombríos, de volver a humanizar y poner en primer plano los
derechos universales de los hombres y de las mujeres del planeta.
(Artículo publicado en diario La Opinión de Murcia el 25/5/2013:
http://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2013/05/25/tiempos-sombrios-malestar/471713.html)
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