Voy a hacer un breve comentario en relación a la adopción del

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UN PROBLEMA ESCÉPTICO PARA EL IRI
Florencia Rimoldi
UBA-GAF
2008
Voy a hacer un breve comentario en relación a la adopción del Invariantismo
Interés-Relativo” (desde ahora, IRI), y a la pretensión de Stanley de que el IRI es una
teoría superadora del contextualismo. En particular, argumentaré que el IRI, tal como es
descripto en el libro de Stanley “Conocimiento e intereses prácticos”, está comprometido
con la conclusión de que siempre estamos en una muy especial situación “High Stake”,
que involucra la posibilidad de estar en un escenario escéptico. Hay dos cosas propias del
IRI que estarán en juego aquí. En primer lugar, la noción de “Cuestión práctica seria”
(serious practical question). La definición que Stanley da de lo que es una “Cuestión
práctica seria” es lo que nos permite hablar de lo que llamaré desde ahora la “Situación
escéptica High Stake”. En segundo lugar se encuentra la idea de que el IRI puede
combinarse exitosamente con cualquier teoría del conocimiento. Argumentaré que ambas
cosas, más la idea de que el principio de clausura epistémico es correcto, no pueden ser
sostenidas conjuntamente. En particular, encuentro un problema con aquellas teorías del
conocimiento que no afirman que conocemos que hay un mundo externo. En estos casos,
el IRI resultará irrelevante porque para conocer cada proposición empírica, como “hay
una mesa frente a mí”, o “el banco estará abierto mañana”, e incluso cuando estamos en
una situación “Low Stake” en relación a esas proposiciones, siempre estamos en una
situación “High Stake” en relación a si estamos o no en un escenario escéptico, y por
tanto, los estándares de justificación se mantienen invariantes después de todo. Hacia el
final del comentario trataré de argumentar, entonces, a favor de la idea de que el IRI, para
preservar las intuiciones reflejadas en los casos de Hannah y Sarah, debe comprometerse
con alguna teoría externista del conocimiento. Por último realizaré alguna observación
sobre la posibilidad de afirmar con verdad la proposición “No sé que el mundo externo
existe” y la posición del contextualismo a ese respecto.
En primer lugar, enumeraré dos cosas que son explícitamente afirmadas por
Stanley, y mostraré cómo implican juntas que siempre estamos en una “Situación
escéptica High Stake”.
La primera cuestión es la afirmación de que una proposición p es prácticamente
relevante para un agente sii su verdad o falsedad afectarían el orden de preferencias de las
acciones disponibles para ese agente. Esto significa que, como hemos visto en los casos
de Hannah y Sarah, la proposición de que el banco estará abierto mañana es
prácticamente relevante para Hannah porque la falsedad de esa proposición modificaría el
orden de preferencias de las acciones disponibles para Hannah. Ella detendría el auto,
haría la cola en el banco y cancelaría sus deudas el Viernes.
Un modo más preciso de explicar qué es una “Cuestión práctica seria” puede
obtenerse apelando a la noción de “utilidades esperadas garantizadas” de las acciones
disponibles para un agente. Esta noción nos ayuda a entender que una cuestión práctica
no es una cuestión de convicciones subjetivas, en el sentido de que incluso cuando una
persona ignora que algo es una meta o un interés para ella, si tuviera alguna información
adicional lo consideraría así.
La segunda cuestión es la afirmación de que el principio de clausura epistémico es
correcto. Esto significa que si yo sé que p, y sé que q se deduce de p, entonces sé que q.
Ahora veamos cómo la “Situación escéptica High Stake” se sigue de estas dos
afirmaciones. En primer lugar, consideremos la proposición “No soy un cerebro en una
cubeta”. Esta proposición es implicada por toda proposición empírica. Si yo sé que el
banco estará abierto mañana, entonces sé que hay un banco (aquel al cual me estoy
refiriendo en dicha proposición), y entonces, por el principio de clausura epistémico,
también sé que no soy un cerebro en una cubeta. Hasta este punto, no hay nada
problemático si consideramos que ser un cerebro en una cubeta no es una cuestión
práctica en absoluto. Si ese fuera el caso, entonces la evidencia requerida para conocer la
proposición de que no soy un cerebro en una cubeta sería insignificante, y, por ende, el
principio de clausura no presentaría problemas.
Pero, ¿Es correcto afirmar que no ser un cerebro en una cubeta no es una cuestión
práctica? Según la definición de “Cuestión práctica seria”, sólo necesitamos que la
verdad o la falsedad de no ser un cerebro en una cubeta modifiquen el orden de
preferencias de las acciones disponibles para uno. Es difícil ver cómo el conocimiento de
que uno no es un cerebro en una cubeta modificaría en algo nuestras acciones. Pero, en la
medida en que la falsedad de no ser un cerebro en una cubeta es que uno es un cerebro en
una cubeta, también debemos considerar si esa proposición no afectaría el orden de
preferencias de nuestras acciones.
En realidad, no puedo imaginar ni una situación en la que saber que uno es un
cerebro en una cubeta no afectaría el orden de nuestras acciones. Tomemos nuevamente
la situación del banco. Si yo estuviera manejando mi auto, considerando si sé o no que el
banco abrirá mañana, y repentinamente tuviera la certeza de que soy un cerebro en una
cubeta, seguramente dejaría de preocuparme por la fila en el banco, por mis deudas,
incluso por mi esposo, porque él no sería real, y en lugar de eso, trataría de comunicarme
con los psicólogos que controlan mi cerebro, probablemente empezaría a tocar todas las
cosas, porque en realidad no están ahí, ¡pero se sienten tan reales!, e incluso trataría de
volar, o subir al techo de un edificio alto y ver qué sucede cuando caigo al piso. Todas
estas actitudes ciertamente se verían como irracionales, e incluso desquiciadas, pero en
realidad serían completamente racionales en la medida en que, por hipótesis, estoy segura
de que soy un cerebro en una cubeta. No sé cuáles serían mis acciones si, después de
cierto período de tiempo, y después de haber intentado todas esas cosas, nada hubiera
ocurrido. Tal vez comenzaría a actuar “como si” el mundo externo existiese. Pero
ciertamente algunas de mis acciones futuras todavía estarían afectadas por el hecho de
que soy un cerebro en una cubeta, porque ahora sé que no hay nada afuera, y si
recordamos que intenté saltar de un edificio, y nada sucedió, entonces ahora sé que no
puedo “morir”, al menos no de la manera tradicional.
El uso de la noción de “utilidades esperadas garantizadas” de una acción puede
ser, en un sentido, una respuesta a esta objeción y, sin embargo, en otro sentido es parte
de lo que la origina. Da lugar a la objeción en la medida en que algo es una cuestión
práctica para un sujeto incluso cuando éste no lo considera así explícitamente. Esto es así
porque todo lo que es necesario es que si la persona tuviera cierta información adicional,
entonces consideraría a esa cuestión un interés práctico. Es por esta razón que la
consideración que acabo de hacer sobre mis posibles reacciones no tiene nada que ver
con el hecho de que yo me dedico a la filosofía y que por eso esas cosas me importan.
Estoy segura de que cualquiera que considerara la posibilidad de ser un cerebro en una
cubeta vería a este asunto como un interés práctico, al menos en el sentido en que Stanley
desarrolla la noción de “cuestión práctica seria”.
La noción de “utilidades esperadas garantizadas” de una acción puede ser una
respuesta a la objeción en la medida en que podría definirse de modo que los escenarios
escépticos no afecten la utilidad esperada de una acción. Pero esto parece difícil, por lo
que acabo de considerar respecto de no sólo las consecuencias inmediatas de saber que
uno es un cerebro en una cubeta, sino también respecto de su efecto a largo plazo.
Probablemente cosas como ir al médico cuando uno está enfermo no tendrían la misma
utilidad esperada si ahora sé que nada de lo que yo creía peligroso lo es.
De cualquier modo, en la medida en que aún no contamos con una definición de
“utilidad esperada” que excluya los escenarios escépticos, y dada la idea de que, según la
caracterización del IRI de lo que es una “cuestión práctica seria” ser un cerebro en una
cubeta debe ser considerado como una “cuestión práctica seria”, podemos realizar las
siguientes consideraciones:
1) Si adoptamos el IRI en combinación con teorías del conocimiento que no
afirmen que conocemos que el mundo externo existe, tenemos dos
posibilidades:
Para aquellas teorías que aceptan que alguna evidencia (por supuesto, no
empírica) es necesaria para saber que el mundo externo existe, obtenemos que para
conocer cualquier proposición empírica, estemos en una situación Low Stake o High
Stake en relación a esa proposición, los estándares de justificación serán extremadamente
altos en relación al tipo de evidencia necesaria para conocer esa proposición. Esto es así
porque, como hemos visto, toda proposición empírica implica que el mundo externo
existe. Por tanto, combinar el IRI con este tipo de teorías no sería exitoso en el sentido de
no habría diferencia extensional entre lo que la teoría del conocimiento considera casos
de conocimiento
y esa misma teoría más la adición del IRI consideraría casos de
conocimiento. De esto se sigue que tampoco arrojaría los resultados deseados para los
casos de Hannah y Sarah. Esto es así porque no puede deshacerse del escenario escéptico
con la noción de “cuestión práctica seria”.
Para las teorías que afirman que la proposición de que el mundo externo
existe directamente no es cognoscible, entonces tenemos la conclusión escéptica de que
ningún conocimiento empírico es posible. Nuevamente, la adición del IRI no sería exitosa
en el sentido extensional al que acabo de referirme.
2) Si adoptamos el IRI en combinación con teorías del conocimiento que afirman
que sí conocemos que el mundo externo existe (como por ejemplo aquellas que apelan a
una conexión causal con el mundo), entonces los factores prácticos sí afectan a la
evidencia necesaria para considerar que alguien conoce que p en un tiempo t. En la
medida en que sabemos que existe un mundo externo, podemos fácilmente conocer
proposiciones empíricas básicas como “hay una mesa frente a mi” o “hay un banco allí”,
y desde ese punto, la evidencia requerida para conocer una proposición como “el banco
abrirá mañana” puede perfectamente variar en función de los intereses prácticos y la
situación práctica en la que el sujeto se encuentra sin violar el principio de clausura
epistémico. Esto significaría una combinación exitosa del IRI.
Estas consideraciones indican que alguna de las afirmaciones mencionadas al
comienzo del comentario debe modificarse. Una opción es negar el principio de clausura
epistémico. En segundo lugar puede ajustarse la definición de “cuestión práctica seria”,
de modo que ser un cerebro en una cubeta no sea una “cuestión práctica seria”. Por
último, puede abandonarse la idea de que el IRI puede combinarse exitosamente con
cualquier teoría del conocimiento. Esta última opción parece ser la más interesante, en la
medida en que actualmente todas las teorías del conocimiento parecen incluir cierto grado
de externismo y la más viable en la medida en que no modifica principios de la teoría
misma, sino que explicita un poco más sus compromisos.
Pero una teoría que afirma que conocemos que hay un mundo externo, está
comprometida a afirmar que siempre conocemos que existe un mundo externo. Esto me
parece anti intuitivo. En algunas circunstancias, claramente queremos poder decir que
sabemos eso. Esas son las atribuciones de conocimiento que realizamos en los casos
ordinarios de la vida común. Pero, en otros casos, queremos tener la posibilidad de decir
con verdad que no sabemos que el mundo externo existe. Como he tratado de mostrar, ni
este tipo de teorías del conocimiento ni el IRI permiten esta posibilidad. Para preservarla,
creo que el IRI debería aceptar alguna otra teoría adicional que permita variar los
estándares de justificación requeridos para conocer una proposición en una determinada
situación.
El contextualismo, para resolver este dilema, puede apelar a la regla de atención
de Lewis, según la cual si una posibilidad no está siendo ignorada, entonces no es
correctamente ignorada. Esto quiere decir que en los contextos de atribuciones de
conocimiento de la vida cotidiana, los estándares de conocimiento no deben ser tan altos
como para responder a la cuestión escéptica, en la medida en que la posibilidad escéptica
está siendo correctamente ignorada. En cambio, en los contextos de discusión
epistemológica, no se ignora la posibilidad escéptica, de modo que no sería correcto
ignorarla. Así, los estándares de conocimiento deben elevarse considerablemente, al
punto de que puede afirmarse con verdad que no conocemos que el mundo externo existe,
al menos en principio.
Sin embargo, la regla de atención de Lewis no está disponible para el IRI. En los
casos de “Ignorant High Stake”, mientras que la regla de atención nos diría que una cosa
está siendo correctamente ignorada, y que por ende los estándares de conocimiento
deberían bajar, el IRI, por el contrario, nos diría que a pesar de que el sujeto esté en un
caso de ignorancia, sus estándares deberían subir porque se encuentra en una situación
High Stake.
La conclusión de este trabajo es que el IRI, tal como es presentado por Stanley, se
compromete con teorías externistas fuertes del conocimiento y, al menos en principio, en
contextos de discusión epistemológica no permite afirmar con verdad que no conocemos
que el mundo externo existe.
Esto no es grave en sí mismo. Sin duda, este es el caso de muchas teorías actuales
del conocimiento. Sin embargo, el proyecto del IRI se pretende libre de compromisos con
cualquier teoría del conocimiento, y, lo que es más importante para Stanley, pretende ser
una superación del contextualismo. En este sentido, si lo que he argumentado es correcto,
hay buenas razones para pensar que el IRI es una teoría mucho más sustantiva y
específica que el contextualismo, y para poner en duda sus ventajas frente a dicha
posición.
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