APUNTES PARA LA INTERPRETACIÓN DEL CUERPO COMO TERRITORIO DE VIOLENCIA Timisay Monsalve Vargas Profesora – Investigadora Departamento de Antropología Facultad de Ciencias Sociales y Humanas Universidad de Antioquia … peor que sus muertes es no tener certeza de si los tiraron al río, a los gallinazos o si levantaron la tierra… La mujer entró “escápate Fredy. Hacélo por el solar. Escápate… escápate” pero él respondió que no. “Yo no soy un faltón y Jairo tampoco. Vaya y dígales que me esperen porque yo me estoy poniendo los zapatos. Que si me van a matar entren y lo hagan aquí. Porque yo sin zapatos no salgo” 1 Resumen Esta disertación pretende, desde un análisis comparativo entre la guerra étnica que se vive en Ruanda y la guerra colombiana, mostrar a grandes rasgos las formas fenoménicas diferenciales de concebir y tratar el cuerpo como territorio de control y poder: la biopolítica del cuerpo “ocupado” por las diferentes fuerzas políticas y económicas en confrontación. Introducción En la dialéctica de la relación cuerpo–sociedad y cultura, la pregunta por el cuerpo es, de forma indirecta, la pregunta por la dimensión “substanciadora”. En el cuerpo se ancla una cultura en la que se manifiestan todas sus representaciones: imágenes, percepciones y conceptos; los cuales, además de ser la base de la corporalidad, marcan la dirección de la praxis. Esto es, el quehacer del sujeto con su cuerpo y con el cuerpo del otro. Rosales, Andrés. “Rosalía buscó a sus tres hijos hasta en volquetas llenas de cadáveres. “ En: El Tiempo. Bogotá, 24 de abril de 2007, pp. 1-7 1 El cuerpo guarda una relación de identidad con el territorio de violencia ya que ambos se sustantivan desde los procesos sociales y culturales y son su producto. La concepción y la praxis del cuerpo en la guerra se deben, precisamente, a la especificidad sociocultural que encarna y deja huellas fundamentales de manera diferencial en los grupos en confrontación o en los civiles. El territorio, geografía “poblada” de procesos históricos, es el espacio donde se reproduce la violencia y la sociedad con sus conflictos irresolutos. De este modo, las maneras de morir, asesinar, causar dolor y torturar, son otros de los tantos efectos que sufre el cuerpo; éstos, a su vez, están relacionados con la concepción y la praxis que se tiene del cuerpo en la guerra y en el conflicto armado. El caso de Ruanda Según Daniel Estulin en el libro Los señores de las sombras2 los conflictos bélicos azotan a más de 20 países de África, entre ellos Ruanda. A lo largo de la historia, este territorio ha sido dominado por Bélgica y Francia. Este último manifestó su apoyo a la etnia Hutu quien fuera responsable de la masacre de los Tutsi. En los últimos tiempos, Estados Unidos ha entrado a la disputa de este territorio africano y ha reconocido su apoyo a los tutsi. El incidente que dio paso a la ostilidad abierta, ocurrió el 6 de abril de 1994 cuando el Ejercito Patriótico de Ruanda (FPR) derribó el avión en que viajaban dos presidentes hutus. Un odio étnico, alimentado desde las políticas coloniales belgas que favorecieron política y económicamente a los tutsi, degeneró en el asesinato por parte de los hutus de 800.000 miembros de la etnia tutsi (cometidos con machete), en el transcurso de sólo tres meses y ante la presencia pasiva de los Cascos Azules de la Organización de Naciones Unidas (ONU). 2 Estulin, Daniel. Los señores de las sombras. Editorial Planeta. Barcelona, 2007. En Una temporada de machetes,3 escrito por el periodista Jean Hatzfeld, relata y evidencia el proceso de la violencia a través de entrevistas detalladas que realizó a nueve integrantes de una banda que participó en el genocidio. Con el fin de entender este texto, es necesario puntuar que los hutus son agricultores (antiguamente cazadores de leones, panteras, pitones, etc.), mientras que los tutsi son pastores de vacas. En el texto aparece de manera latente la relación entre animal–caza–carnicería, la cual va a simbolizar los asesinatos. En el genocidio se estableció una única norma: matar. De este modo, los asesinatos no tenían límite ni cuantitativa ni cualitativamente. Para prepararse en las caminatas que precedían a las “cacerías” de tutsis en los pantanos, los hutus comían alimentos nutritivos. El grupo de cazadores utilizaba machetes en las matanzas, estos eran afilados dos veces por semana; garrotes, lanzas, arcos y flechas: todos instrumentos de trabajo, literalmente cantaban y bailaban al son de las masacres, en sus palabras “era una bacanal diaria”. Las cacerías no sólo generaban placer en el asesinato mismo sino también por el botín de los saqueos; se adueñaban de casas, vacas y dinero que tuviesen los tutsis asesinados. La radio animaba las matanzas continuamente a través mensajes como “matar a todas las cucarachas”. Los primeros asesinatos fueron difíciles relatan los hutus entrevistados pero luego se acostumbraron a matar. Las técnicas en el “trabajo” de matar eran diferentes: partir la cabeza, violar a las mujeres y luego asesinarlas; pero, ante todo, “cortar” y “rajar”. Eso sí, el asesino evitaba mirar a las victimas a los ojos “porque los ojos de la persona a la que matas son inmortales si te miran de frente en el momento fatal”. Sin embargo, en el fondo “un hombre es como un animal; das el corte en la cabeza o en el cuello y se cae sólo, claro que es más tentador” … “matar una cabra cuando bala y tiembla que una cabra fogosa que pega saltos”. Cada uno de los que no 3 Hatzfeld, Jean. Una temporada de machetes. Editorial Anagrama. Barcelona, 2004. participaban directamente ayudaba en su medida; por ejemplo, los niños al igual que las mujeres bagabundeaban con perros para descubrir tutsis que serían asesinados por los hombres adultos. “Ya no veíamos seres humanos… la caza era salvaje, los cazadores eran salvajes, las presas eran salvajes”. Lo que se evidencia es la trasgresión del límite entre cultura y naturaleza, la deshumanización se realiza en la transferencia de la cualidad de animal a los tutsi. Al traspasar el límite humanizante, el cuerpo se metaforiza en presa de caza o en germen nocivo, se transforma en territorio de caza y en lugar de donde se tiene que eliminar los gérmenes. La meta del genocidio era la desinfección de la tierra, desinfectarla de cucarachas. Las huellas en el cuerpo de los victimarios empezaron a aparecer “algunos de tanto cazar cambiaban de color” el negro del rostro no era el mismo; la caza adquirió cuerpo en el victimario y pobló al cazador, lo cual significa que entre el acto mismo de la caza y el cuerpo se da un intercambio de sustancias transferidas desde el acto al cuerpo del ejecutante del acto. Cabe anotar el testimonio de un afro descendiente del Bajo Atrato colombiano en mayo de 1997 en el cual también aparece la idea de la cacería como la manera de representar los asesinatos de los paramilitares: “Al principio matábamos a los perros porque donde ellos ladraban llegaban los paramilitares a cazarnos a nosotros”.4 Aunque esta concepción no será la que prime en el resto del país como lo veremos posteriormente. El caso colombiano Desde cualquier punto de vista, la guerra contra la guerrilla tiene sus costos para los colombianos del común; el país destina el 6.5% del PIB (Producto Interno Gómez, Ignacio. “Sangre y palma en la selva perdida”. En: El poder para ¿qué? Intermedio Editores. Bogotá. 2007. 4 Bruto) al gasto militar, este gasto en defensa se equipara a la suma de las transferencias en salud, educación y saneamiento ambiental. “De los 3,56 billones previstos para inversión total del Gobierno Nacional, 2,3 billones, es decir el 65%, se destina a inversión en equipo militar”.5 Por ésta razón, en éste mismo escrito se hace referencia al aporte de Delgado y Campos según el cual “si las FARC no existieran habría que inventarlas”. Pero como dijera Carlton Brown corredor de bolsa norteamericano6 “en la devastación hay oportunidad”, en la guerra hay oportunidad económica y de lo que no se exime a la guerra en Colombia y al trasfondo de acumulación de capitales. Molano7 define la política agraria colombiana de los últimos gobiernos en un escenario de tres actos: entrada de paramilitares y desplazamiento de campesinos; negociación con los paramilitares y, por último, entrega de tierras a grandes inversionistas como se vio en el proyecto Carimagua. Por supuesto, no podría faltar la participación en las ganancias de los señores de la guerra, por ejemplo; El señor Mancuso posee inversiones en finca raíz en Costa Rica, Ecuador, España, Italia y Venezuela; una termoeléctrica en Panamá; bienes en la Isla Contadora; 60 mil hectáreas de tierra en Colombia; inversiones en restaurantes y hasta caletas con dólares.8 Pero como la tierra no es ilimitada ella debe pasar de unos dueños a otros; los reportes más tímidos señalan que desde 1997 se les ha arrebatado a los campesinos entre cuatro y cinco millones de hectáreas de tierra.9 Lo más complejo es que en el centro de la petición para la reparación los desplazados, léase desterrados, está la devolución de los cuerpos de sus muertos y sus tierras. Las 5 Delgado, J. y Campos, D. Algunas consideraciones cuantitativas sobre la evolución reciente del conflicto en Colombia. Bogotá, 1 de diciembre de 2007. http://www.dhcolombia.info/IMG/pdf_ConflictoColombiano.pdf. 6 En el documental: The Corporation . Dirigido por Mark Achbar y Jennifer Abbott. 7 Molano, Alfredo. “Carimagua inc.” En: El Espectador, Bogotá, febrero 17 al 23 de 2008. p. 16 A 8 Soto, Martha. “Auc S.A. El Holding Paraco”. En: El poder para ¿qué?. Editores Intermedio. Bogotá. 2007. 9 Llanos, Roberto. “Desterrados en busca de lo que perdieron.” En: El Tiempo, 3 de junio de 2007, principales zonas desalojadas son para nuevos cultivos: Sierra Nevada, Piedemonte Llanero, Serranía del Perijá. Para petróleo y Minas: Catatumbo, Magdalena Medio, Arauca, Casanare, Putumayo, Nordeste Antioqueño y Magdalena Medio. Las tierras utilizadas para cultivo ilícito: Putumayo, Nariño, Costa Pacífica Nariñense, Magdalena Medio y Chocó. Por último, para el cultivo de Palma Africana: Chocó, Costa Pacífica Nariñense y Magdalena Medio, entre otras.10 En este contexto económico de conflictos y contradicciones, de territorios plagados de violencia ¿cómo se concibe y concreta el cuerpo? El mantenimiento del control del poder en los territorios ocupados o en aquellos en disputa, la praxis sobre el cuerpo y por tanto la huella que en él deja esta praxis depende de la categoría que le asigna el victimario a la victima, depende de si es un cuerpo para la información o para el goce del asesinato, depende de si quedará muerto o vivo. En datos escuetos Don Berna se responsabilizó de 300 fosas, Macaco admitió 700 homicidios, Mancuso confesó 336 crímenes, Don Antonio admitió 533, H.H confesó 1.800 muertos, Isaza 475, El Iguano 2.000, y así entre otros más.11 Los datos son mucho más amplios: desde 1993, 8.449 personas fueron asesinadas en masacres, se reportaron 7.600 desaparecidos, 2´300.000 desplazados y desde 1996 se reportan 22.700 secuestrados.12 El conflicto es de tal magnitud que para los años 50 en el momento más caótico de “La Violencia” se presentaban 36 homicidios por cada 100.000 habitantes, en la década pasada en el auge del paramilitarismo el número ascendió a 63 por cada 100.000 habitantes. El pico más 10 Prensa Independiente. Julio de 2007 “Confesiones de ´paras´ ahorraron unos 20 años de investigaciones.” En: El Tiempo, Bogotá, 16 de diciembre de 2007, pp. 1- 22 12 Ronderos, María Teresa. “El turno de las victimas.” Semana, septiembre 11 al 18 de 2006; No. 1.271: 74 82 11 alto de las masacres estuvo entre el año 1999 y el 2000 tiempo en que se realizaba una masacre cada dos días.13 El cuerpo cosa y el cuerpo territorio Las formas de los asesinatos y las torturas eran diversas: incineraciones, sacrificar y taladrar huesos, arrojar las victimas aun vivas a los caimanes, arrastrar victimas amarradas a un campero, atarlas a un cadalso ubicado junto a un hormiguero y untar los cuerpos con melaza, untar acido, hacer cesárea a las mujeres embarazadas, abalear, golpear con garrote o degollar. No existían límites Para adiestrar a los asesinos era necesario un arduo entrenamiento, una “educación” minuciosa: la escuela “la 35”, por ejemplo, era un centro de entrenamiento de los comandantes paramilitares.14 En ellas se impartía claramente las instrucciones: “se les habría desde el pecho hasta la barriga para sacar lo que es tripa (el despojo). Primero se les quitaba las piernas, brazos y cabeza. Se hacia con machete o cuchillo. El resto del despojo con la mano, nosotros que estábamos en instrucciones sacábamos los intestinos”. 15 El objetivo de la enseñanza era claro desaparecer a la persona y probar coraje (demostrar que se tenía agallas). El cuerpo humano incorporado en el quehacer social se separa de su forma somática, se niega en su “somaticidad” material y a través de un proceso de transformación representativa se reconoce en la cosa16 en el territorio invadido. El cuerpo simboliza la cosa, tiene la capacidad de presentar este proceso de 13 Viaje a las tinieblas. Semana, 12 de agosto de 2007; 1339. http://www.semana.com/wf_InfoArticulo.aspx?IdArt=108238 14 Memorias de un para Semana, marzo 17 de 2007; 1298 http://www.semana.com/wf_InfoArticulo.aspx?idArt=101630 15 “Colombia busca a sus muertos”. En: El Tiempo, Bogotá, 23 de abril 23 de 2007. 16 El termino “cosa” en éste escrito se define en contraposición a sujeto o persona objeto de las relaciones sociales, un ejemplo de ello es el esclavo, quien en el régimen esclavista era una cosa. Diccionario de la Real Academia Española, impreso en 1999. transformación a condición del establecimiento de una identidad o relación entre uno y otra. Ya sea a nivel de la representación, individual o colectiva, y por tanto de la actividad social el sujeto actúa con el cuerpo como tal, como cosa: el cuerpocosa, la cosa poblada e invadida. Desde ésta lógica se puede “tirar” el cuerpo,17 como denominaban los paramilitares el acto de deshacerse de los “pedazos” de la victima y éste era el significado que también entendían y entienden las victimas al señalar que su muertos están “tirados”18 y, por tanto, querían ir a recogerlos. 19 Mientras los hutus hablan de “rajar” los paramilitrares hablan de “abrir”, “abrir como un bolso”.20 Pero quizás la palabra y el acto de mayor carga simbólica y mayor grado de pragmatismo corporal era descuartizar, partir en pedazos y romper la unidad de persona con el fin de desaparecer el cuerpo en una fosa, 30 ó 50 centímetros o lo que llamaban palada y media,21 o arrojarlo al río22. El objetivo fundamental era desaparecer el cuerpo,23 no “calentar” la zona, porque sin cuerpo no hay delito; esta “actividad” de desaparecer señala una nueva categoría que debería imponerse en el lenguaje judicial y de la antropología forense ya no sólo N.N. (Ningún Nombre) sino además N.C. (Ningún Cuerpo). Limpiar, como en la limpieza social, ocuparlo o desocuparlo24 se refiere al territorio, al cuerpo como territorio ocupado, lugar del ejercicio del poder: como el de la mujer violada. La victima podía volver y reclamarle al para que la asesino “… no me tiraron completa donde me tenían que tirar”. “Cuando el ´diablo´ se les metió a los paras”. En: El Tiempo, Bogotá, 25 de noviembre de 2007, pp. 1-2 18 “Los espejos de la guerra.” Semana, diciembre 10 a 17 de 2007; 1336: 86 - 92 19 Redacción Nacional. “Victimas, otra vez perseguidas.” En:El Tiempo, Bogotá, 17 de junio de 2007, pp. 1-6 20 “Los espejos de la guerra.” Semana, diciembre 10 a 17 de 2007; 1336: 86 - 92 21 Morris, Hollman. Contravía. Confesiones de un para desmovilizado. 2006. 22 “Los espejos de la guerra.” Semana, diciembre 10 a 17 de 2007; 1336: 86 - 92 23 Sierra, Luz María. “Colombia busca a sus muertos”. En: El Tiempo, Bogotá, 24 de abril de 2007, pp. 1-7 “El 70 por ciento de los que han desenterrado en la Costa están desmembrados con machete y la mayoría de los 106 cadáveres hallados en Putumayo” 24 Una madre en los Llanos Orientales manda a preguntarle a “Careloco” que se les llevó las hijas, el contestó que cuando las desocupara las mandaba. “La guerra en el Llano no ha parado”. El Tiempo, Bogotá, 2 de junio de 2007., pp. 1 – 7. 17 Además de la pragmática del cuerpo, cosaterritorio, también se representa y actúa en ese cuerpo desde otra dimensión de la cultura de vital importancia en la guerra colombiana: el sistema mágico–religioso. Para la victima, recuperar el cuerpo es fundamental para darle “cristiana sepultura”, al sepultarlo cristianamente lo humaniza.25 No obstante, no sólo era parte de la concepción del mundo de la victima, también lo era del victimario porque ambos están insertos en la misma sociedad y en la misma cultura. Como en el caso de la bruja que contrataron para que nos les “entrara el plomo”,26 o los que hacían pacto con el más allá o se les metía el diablo,27 la contra para tal mal era la Virgen o hacer misas,28 incluso uno de los descuartizadores más importantes en las AUC “El profe” tenía tatuada la Virgen María en el brazo izquierdo y en el derecho el Divino Niño yen el cuello llevaba una camándula pasada por agua bendita.29 Las fronteras corporales Otras investigaciones30 sobre representaciones corporales evidencian más específicamente la simbolización corporal de aspectos o partes de la estructura social que son preponderantes en cada momento histórico de los grupos; así, tanto los Coorg como los israelitas son grupos minoritarios que mantienen relaciones políticas inestables con los grupos sociales hegemónicos mayores. Al parecer, la angustia generada por la inestabilidad social y los conflictos territoriales les lleva a mantener un cuidado especial por las fronteras corporales, representadas en los orificios del cuerpo como un modelo de entradas y salidas; en el caso de los paramilitares, en varios de estos rituales tenían el objetivo de “Los espejos de la guerra.” Semana, diciembre 10 a 17 de 2007; 1336: 86 - 92; Hernández, Salud. “El negocio del terror”. En: El poder para ¿qué? Editores Intermedio. Bogotá. 2007 26 Memorias de un para Semana, marzo 17 de 2007; 1298 http://www.semana.com/wf_InfoArticulo.aspx?idArt=101630 27 Sierra, Luz María. “Colombia busca a sus muertos”. En: El Tiempo, Bogotá, 24 de abril de 2007, pp. 1-7. 28 “Cuando el ´diablo´ se les metió a los paras”. En: El Tiempo, Bogotá, 25 de noviembre de 2007, pp. 1-2 29 Redacción Justicia. “El ´profe´, un descuartizador ´para´ que aún anda suelto.” En: El Tiempo, Bogotá, 22 de julio de 2007, pp. 1-8 30 Douglas, Mary. Pureza y peligro. Editorial Siglo XXI. Madrid. 1966. 25 cerrar el cuerpo, establecer límites, obtener protección como territorio amenazado para cerrar la entrada de los enemigos o de las balas.31 A manera de conclusión Las diferentes formas culturales en que la sociedad ”puebla” los cuerpos en momentos de la guerra esta sustanciado por las mismas definiciones, representaciones y significados genéricos que se tiene del cuerpo en la sociedad en momentos de paz, una sociedad cosificadora extenderá la cosificación no solo al cuerpo en la guerra sino al cuerpo en total. El cuerpo no sólo se representa como cosa poblada de violencia sino que se actúa en él como tal como territorio poblado invadido y avasallado, como territorio de violencia. Para finalizar, en términos teóricos y abstractos, es necesario entender que si bien los procesos sociales y los fenómenos culturales son substantivos, éstos impactan y significan de manera diferencial en los sujetos; por tanto, la complejidad del fenómeno está en reconocer los procesos esenciales universales en consonancia con las especificidades subjetivas; en reconocer las formas concretas de cómo se expresan. Esto no es simple y demanda un pensamiento amplio, que en vez de interpretar en la relación entre lo sociocultural y lo subjetivo, dos fuerzas antagónicas, más bien interprete complementariedades e interpenetraciones. Trascender en la comprensión del fenómeno es entender la estructura social, el lugar y significación que de esos hechos y procesos hace el sujeto. 31 Memorias de un para. Semana, marzo 17 de 2007; 1298 http://www.semana.com/wf_InfoArticulo.aspx?idArt=101630.
Puede agregar este documento a su colección de estudio (s)
Iniciar sesión Disponible sólo para usuarios autorizadosPuede agregar este documento a su lista guardada
Iniciar sesión Disponible sólo para usuarios autorizados(Para quejas, use otra forma )