Las matrices pol ticas en Am rica Latina

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Comunicación y Teorías - Cátedra II
Módulo 1 - Comunicación / Teorías
[ BIBLIOGRAFÍA OBLIGATORIA ]
Clarín.com » Edición Domingo 17.10.1999 » Zona
2000. EL SIGLO QUE SE VA - EL MILENIO QUE VIENE
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La estabilidad de la democracia pasó a ser el tema dominante del pensamiento
latinoamericano de los últimos veinte años. Antes, la oposición entre liberalismo y
nacionalismo había recorrido, de diversas formas, la historia política de la región.
Politólogo.
Sería arbitrario comenzar un relato del pensamiento político latinoamericano de este siglo a
partir de 1900. Es 1800, probablemente, un comienzo menos arbitrario. Fue la generación
positivista de esos años la que presidió la consolidación de los estados nacionales y ayudó a la
implantación de los antiguos regímenes, a cuya estructura básica había de dominar el mundo
intelectual y político latinoamericano de la primera mitad del siglo XX. Los científicos en el
México de Porfirio Díaz, los intelectuales agrupados en torno al roquismo en la Argentina, los
ideólogos liberal-positivistas de la República Velha en Brasil, son los epítomes de un proceso
que, con distintas variantes, había de repetirse en todo el continente. Si se trata de periodizar el
pensamiento latinoamericano de los últimos cien años en relación a la política, la primera mitad
del siglo presenta etapas claramente demarcables, en tanto que la segunda mitad es mucho menos
definible en cuanto a sus momentos distintivos.Quizá la mejor manera de describir la
peculiaridad del pensamiento político latinoamericano es señalar sus diferencias con la
trayectoria europea del siglo XIX. En esta última se dio una progresiva integración entre
liberalismo y democracia, al punto que la noción de regímenes liberal-democráticos ha pasado a
definir un todo homogéneo e indiscernible. Lo que esta noción no revela, sin embargo, es el
largo y complejo proceso por el que liberalismo y democracia lograron confluir, en Europa, en
un discurso político unificado. A principios del siglo XIX el liberalismo era considerado un
sistema de gobierno altamente respetable, basado en la división de poderes y en un régimen
político representativo, en tanto que democracia era un término peyorativo, asociado con el
jacobinismo y el gobierno de la turba. Fue solamente a través de un largo y trabajoso proceso de
integración de las demandas democráticas de las masas al sistema liberal, que los dos términos
de la ecuación liberal-democrática llegaron finalmente a implicarse mutuamente. Lo que es
característico del desarrollo ideológico latinoamericano es que esta implicación mutua entre
liberalismo y democracia no habría de verificarse nunca de modo acabado. Las oligarquías
liberales que organizaron los estados nacionales en el último tercio del siglo XIX eran,
ciertamente, liberales, pero en modo alguno democráticas. Piénsese, por ejemplo, en el sistema
político argentino con anterioridad a la ley Sáenz Peña.Fue la capacidad expansiva del sistema
oligárquico, su éxito en integrar las economías del continente al mercado mundial, lo que
permitió a los regímenes liberales absorber las demandas democráticas de las masas y crear, por
un cierto tiempo, la ilusión de que un desarrollo similar al europeo había de ser posible. Este fue
el momento de los reformadores democráticos de clase media que intentaron democratizar
internamente al sistema liberal: Madero en México, Battle y Ordóñez en Uruguay, Yrigoyen en
la Argentina, Ruy Barbosa en Brasil, Alessandri en Chile. Puede decirse que fue en torno a este
corte histórico que emergieron las matrices fundamentales del pensamiento político
latinoamericano del siglo XX.En el caso del Uruguay, las reformas democráticas lograron
realizarse dentro del marco liberal democrático y en el caso argentino el acceso del radicalismo
al poder condujo también a una democratización interna del régimen liberal; pero en la mayor
parte del continente las reformas democráticas requirieron el derrocamiento de los regímenes
parlamentarios y la emergencia de un nacionalismo popular antiliberal fundado, en la mayoría de
los casos, en la hegemonía de la fuerzas armadas.Esta tendencia se reforzó con la crisis
económica mundial de los años 30, que habría de socavar las bases en las que se fundaba la
hegemonía liberal oligárquica.Los ejemplos de estas rupturas nacionalistas antiliberales abundan:
piénsese en el peronismo en la Argentina, en el ibañismo en Chile, en el MNR en Bolivia, y en el
complejo proceso que en Brasil había de llevar desde el tenentismo y la columna Prestes a la
revolución de 1930 y la implantación del Estado Novo. Si la primera mitad del siglo fue
dominada por la antinomia liberalismo/nacionalismo, las décadas posteriores a los años 50
habrían de organizar el pensamiento político en torno a una serie sucesiva de modelos: el
desarrollo autosostenido, el planeamiento y los cambios estructurales, el neoliberalismo
expresaron la convicción de que lo que contaba eran los modelos económicos y que las formas
políticas eran simples instrumentos más o menos adecuados para la aplicación de aquéllos.Fue
sólo la experiencia de las dictaduras militares de los años 60-80 que volvió a poner en primer
plano la preocupación por los valores estrictamente políticos.La viabilidad y estabilidad de la
democracia ha pasado a ser el tema dominante del pensamiento latinoamericano de los últimos
veinte años, que ha tornado en buena parte obsoletas las confrontaciones más estrictamente
ideológicas de las décadas precedentes. --
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