Oración con Moradas VII En la plenitud del Amor En estas moradas, la unión del alma con Dios llega a su más alto grado en pureza y santidad. Se supera lo mortal y lo pasajero con un desasimiento de todo aquello que no sea buscar en todo momento la Honra y Gloria de Dios. En este estado del alma, todo es amor, serenidad y paz inefables. Como si de un trocito de cielo en la tierra se tratara, el alma, que reconoce la presencia constante de Dios, procura contentarle en todo lo que hace, piensa o dice. Todo lo que tiene el alma es para Él y Él derrama, sin medida, su gracia y su poder. En otras palabras, el alma llega, en estas moradas, a la plenitud en Cristo, sea cual sea su estado o vocación. Todos estamos llamados, por el Bautismo, a esta unión con Cristo, a la santidad de vida, forjada no por méritos propios, sino por Su Gracia. Todo aquel que viva según el Espíritu participa de esta plenitud. Al Espíritu Santo encomendamos esta oración y a cada uno de nosotros para que nos dé un corazón humilde y atento a la palabra que, en el silencio, nos quiere dirigir. (Unos minutos de silencio para invocar al Espíritu Santo) «Porque en los efectos veremos si es verdadero lo que queda dicho». ¿Cómo conoce el alma que ha llegado a este estado de unión con Dios? (M 7,3). «El primero: un olvido de sí […] porque toda el alma está de tal manera que ni se conoce ni se acuerda de que para ella ha de haber ni cielo ni vida ni honra, ya que toda ella está empleada en procurar la de Dios: Mira por mis cosas que yo miraré por las tuyas. Lo segundo es un gran deseo de padecer, pero no de una manera que la inquiete. Hay un deseo extremo de que se haga en ellas la voluntad de Dios, hasta el punto de que tienen por bueno todo lo que Su Majestad hace. Estas almas tienen también un gran gozo interior cuando son perseguidas y sin ninguna enemistad con los que le hacen mal o desean hacérselo. Antes bien, les cobran amor particular y los encomiendan a Dios de muy buena gana. Ahora es tan grande el deseo que tienen de servirle y de que por ellas sea alabado y de aprovechar a algún alma si pudiesen, que no solo no desean morirse, sino que desean vivir muchísimos años padeciendo grandísimos trabajos por si pudiesen con ellos que fuese alabado el Señor por ellos aunque fuese en muy poca cosa. No hay miedo alguno a la muerte. Un desasimiento grande de todo y un deseo de estar siempre a solas u ocupadas en cosa que sea de provecho de algún alma. Particular cuidado que Dios tiene de comunicarse con nosotros y andarnos rogando que nos estemos siempre con Él. No hay sequedades, ni alborotos, el alma está en quietud. Solo Él y el alma se gozan con grandísimo silencio. Hay un mayor temor santo de Dios. (¿Reconozco en mi vida alguno de estos efectos? 15 minutos de reflexión )» “De esto sirve este matrimonio espiritual: de que nazcan obras, obras” (M7 4, 8). Mirad que esto importa mucho más que lo que yo sabré encarecer. Poned los ojos en el Crucificado y todo se os hará poco. Si Su Majestad nos mostró el amor con tan espantables obras y tormentos, ¿cómo queréis contentarle con solo palabras? ¿Sabéis que es ser espirituales de veras? Hacerse esclavos de Dios a quien, señalados con su hierro que es el de la cruz porque ya ellos le han dado su libertad. […] todo este edificio tiene como cimiento la humildad. Así que Hermanas, procurad ser la menor de todas y esclava suya mirando cómo o por dónde las podéis hacer placer y servir. Para esto es menester no poner vuestro fundamento solo en rezar y contemplar, porque si no procuráis virtudes y si no hay ejercicio en ellas, siempre os quedaréis enanas…porque ya sabéis que quien no crece, descrece. (“Sin humildad, no hay santidad”. Santa Madre Maravillas de Jesús. ) Su manjar es que, de todas las maneras que pudiéramos, lleguemos almas que se salven y siempre le alaben…Ya os dije en otra parte que algunas veces nos pone el demonio deseos grandes porque no echemos mano de lo que tenemos a mano para servir a Nuestro Señor en cosas posibles y quedemos contentas con haber deseado las imposibles…No queráis aprovechar a todo el mundo, sino a los que están en vuestra compañía y así será mayor la obra porque estáis más obligadas a ellas. No hagamos torres sin fundamento ya que el Señor no mira tanto la grandeza de las obras como el amor con que se hacen. “A Mí me lo hicisteis (Mt, 25-40)” (“Al atardecer de la vida, nos examinarán del amor”. San Juan de la Cruz. 10 minutos para meditar, pedir, alabar, dar gracias). SALMO 37 Confía en el Señor y haz el bien, habita tu tierra y practica la lealtad; sea el Señor tu delicia, y él te dará lo que pide tu corazón. Encomienda tu camino al Señor, confía en él, y él actuará: hará tu justicia como el amanecer, tu derecho como el mediodía. Descansa en el Señor y espera en él, no te exasperes por el hombre que triunfa empleando la intriga: cohíbe la ira, reprime el coraje, no te exasperes, no sea que obres mal; porque los que obran mal son excluidos, pero los que esperan en el Señor poseerán la tierra La boca del justo expone la sabiduría, su lengua explica el derecho; porque lleva en el corazón la ley de su Dios, y sus pasos no vacilan. Confía en el Señor, sigue su camino; él te levantará a poseer la tierra, y verás la expulsión de los malvados. El Señor es quien salva a los justos, él es su alcázar en el peligro; el Señor los protege y los libra, los libra de los malvados y los salva porque se acogen a él. (10’ para meditar a la luz de las Bienaventuranzas, hacer ecos, dar gracias)