HENRI CARTIER – BRESSON Nació en Francia en 1908, en el seno de una familia que pertenecía a la burguesía. Ya desde niño comienza a mostrar su gran interés por el arte y la estética. Su familia lo apoya en todo momento cuando decide dedicarse a la pintura. Él mismo atribuye su acercamiento a la pintura a su tío, que lo cuidó después de perder a su padre en la guerra, cuando todavía era un niño. Tan solo con 5 años lo llevaron por primera vez al estudio de su tío y comenzó a impregnarse de los lienzos. Estudia la pintura de manera independiente de la mano de varios maestros como Andre Lhote, quien le ayudaría a desarrollar el entrenamiento visual, que tanto le serviría luego para su arte como fotógrafo. La posición social de su familia le ayuda a tener acceso a la élite artística y literaria del momento entre otros Andre Breton, quien le hizo comprender el papel de la expresión espontanea, de la intuición y sobre todo de la actitud de rebelarse. Después de prestar el servicio militar parte hacia Camerún, viaje que marcaría un cambio radical en su vida, el quiebre de las tradiciones. Es aquí que adquiere su primera cámara y se lanza en busca de aventuras (vivió de la caza, matando animales silvestres y vendiéndolos en los mercados). Al regresar a Francia y ver sus fotos reveladas sobre Africa, decide comprar su primera cámara Leica, la misma que lo acompañaría durante toda su carrera. Dijo en una entrevista que se sintió obligado a testificar las cicatrices del mundo, con un instrumento mas rápido que la pintura. A continuación viajo por todos los países de la Europa Oriental, España, Italia, México, Cuba, New York etc. Vivió en varios países de Asia y organizó innumerables exposiciones en museos y galerías de renombre por todo el mundo. Mientras explota la segunda guerra mundial, fue preso y a los 3 años logró huir y crear el movimiento clandestino a prisioneros y evadidos. Funda con otros fotógrafos la agencia Magnum, para finalmente sentirse libre de expresión. Vuelve a viajar a lo largo y ancho del planeta, vive durante algún mes en la India y en Japón. A principio de los ’70, satisfecho con su carrera como fotógrafo, vuelve a concentrarse en la pintura, y retoma su Leica solo para fotografiar personas. Actualmente vive en Paris y en una de las entrevista que concedió afirma que lo que hace todo el día es MIRAR. Se declara anarquista desde que descubrió la existencia de otros mundos a parte de nuestra civilización. No le gusta ser fotografiado porque cree que el echo de ser observado modifica el modo de mirar a los otros. Le gustan las formas, la composición y la geometría en la fotografía, por eso elige el blanco y negro, donde no predomina el color, sino la forma. Define la fotografía como la acción inmediata, el impulso instantáneo y su eternidad; en el dibujo en cambio hay meditación, el trazo elabora lo que nuestra conciencia pudo captar en ese instante. Pero al dibujar disponemos de un tiempo, en la fotografía el reflejo domina. Bresson cuando termina una obra quiere saber si tiene sentido. Criticar quiere decir meterse en la piel del otro, e intentar comprender que quiso hacer o decir. Afirma que solo le importa el porque de las cosas. Combina la geometría con el instante decisivo, formulando una composición, entreviendo una estructura y esperando a que suceda algo que aun desconoce o que ya imagina. Según el no hay reglas. Solo el ISTANTE UNICO E IRREPETIBLE. Cartier Bresson, padre del foto-reportaje, ha sido un ejemplo a seguir para fotógrafos como Riboud, que también formó parte de la agencia Magnum Photos y desarrolló una técnica parecida a la de su predecesor. “El aparato fotográfico es para mi un cuaderno de croquis, el instrumento de la intuición y de la espontaneidad, el maestro del instante que, en términos visuales, cuestiona y decide al mismo tiempo. Para significar el mundo, es preciso sentirse implicado con lo que se recorta a través del visor. Esta actitud exige concentración, sensibilidad, un sentido de la geometría. Es a través de una economía de medios y sobre todo el olvido de uno mismo como se llega a la simplicidad de la expresión” Henri Cartier-Bresson Imagen “BOY WITH BOTTLES” Rue Monffetard, Paris 1954 El punto a destacar en esta imagen es sin duda el muchacho, cuyo rostro emblemático se sitúa en el centro del encuadre, y las dos botellas de vidrio en la intersección de tercios inferior. La imagen en la parte frontal sigue una línea recta oblicua, que une la posición dinámica del sujeto con la de la esquina del edificio. La línea que marca el limite del edificio en el suelo es recta y diagonal y se junta con una de las vías de fuga de la imagen, donde en la parte trasera se sitúan - de forma desenfocada - las dos niñas que caminan en dirección opuesta al sujeto principal, hasta casi salir del encuadre. Hay una chica que camina a la par de él, pero no se puede distinguir la edad ni su fisionomía, ya que está casi completamente fuera de campo. Esto convierte la foto en una imagen abierta. Otra línea de fuga no menos importante es la que sigue los hipotéticos pasos del muchacho, hacia la derecha inferior de la imagen, y no nos es necesario ver sus pies para entender hacia donde se dirige. Por ultimo la perspectiva y fuga hacia el fondo donde aparecen otros individuos detrás de la esquina del edificio y un coche de época, el todo muy desenfocado, lo que añade mas contundencia al personaje que tenemos en primer plano. Destaca la importancia de las dos botellas debido a su textura, lisa y brillante, además que por el tono extremadamente oscuro del vidrio y el liquido contenido en ellas. Las dos botellas son perfectamente nítidas y contrastan totalmente con el resto de tonalidades de grises de la foto, todos ligeramente mas claros en la escala de grises. (La fotografía es en blanco y negro). La imagen es capturada con perspectiva y poca profundidad de campo, lo cual nos concentra en primer lugar en el sujeto en primer plano con las dos botellas, pero también nos permite observar las expresiones y el aspecto de otros sujetos y objetos en la calle, lo que nos ayuda incluso a establecer la época en que fue tomada, a parte que por el vestuario y el corte y peinado del protagonista. La foto en si, nos cuenta un instante en la vida cotidiana de aquel tiempo. La repetición del elemento principal (las dos botellas de vidrio), aporta armonía y equilibrio a la imagen, además de contundencia. La foto es sin duda dinámica, con gran parte de los sujetos en acción, pero contrasta con la aparente estaticidad de las dos botellas, clavadas en la intersección de los tercios inferiores, parecen estar absolutamente inmobles en ese punto, en posición vertical y estática. La pose del muchacho es altiva, su caminar avalentonado, su mirada complacida, la cabeza alta, erguido y con paso resuelto. Podemos imaginar que pasea con su chica (fuera de campo) y mira hacia algún conocido, orgulloso de llevar su recado: esas dos grandes botellas con evidente desproporción respecto a su torso, y llenas probablemente de vino tinto Probablemente sea vino tinto. El plano es exterior y profundo, luz natural y un ligero picado, nos permite visualizar también algo mas de la calle, y la expresión de admiración - y emoción incluso - de las niñas que caminan detrás de el, que a pesar de ir en dirección opuesta, al llegar a la esquina, siguen con la mirada al personaje principal. La foto por lo tanto es puramente narrativa, y tiene múltiples elementos que nos ayudan a imaginar un momento en concreto de la vida, en la década de los ’50 en Paris, y a situar las emociones del protagonista principal y de los sujetos secundarios. La imagen es muy real, con un punto de ironía que nos ofrece la mirada del muchacho. Por un momento podemos identificarnos con el y sentir el mismo orgullo al llevar las dos pesadas botellas de vino a nuestro abuelo que nos envió a comprar, y que provoca la mirada de todo el que nos ve pasar. Y concluyendo quiero citar unos fragmentos de una antigua entrevista a este gran maestro. “Para mí, la fotografía es el reconocimiento simultáneo en una fracción de segundo del significado de un evento y la organización de las formas que le dan su propio carácter. Creo que para una vida activa, el descubrimiento de uno mismo se hace simultáneamente con el descubrimiento del mundo a nuestro alrededor, cómo éste nos moldea, y al mismo tiempo cómo también nosotros podemos influir en él. Debe de haber un equilibrio entre estos dos mundos: el interior, y el que está fuera de nosotros. Como resultado de una influencia recíproca, estos dos mundos llegan a formar uno sólo. Y ése es el mundo que debemos transmitir.” “La parte creativa de la fotografía es muy pequeña. Un pintor se puede recrear, un escritor también, pero a nosotros se nos da, tenemos que escoger el momento, el instante decisivo, está ahí.” “No puedes apresurarte. Lleva un tiempo entender, tener el sentimiento de un lugar. Tienes una idea general de un país, pero cuando llegas, te das cuenta de tus ideas preconcebidas son erróneas, así que no debes forzar esas ideas que tenías. La realidad habla, así como tus impresiones. Es muy importante, la primera idea debe ser muy fresca, como la primera vez que ves la cara de alguien, tienes una impresión. Quizás más adelante te des cuenta de que estabas equivocado porque no te habías dado cuenta de algo en concreto, una sonrisa, algo… Y lo mismo ocurre con un país.” “Tienes que estar al mismo nivel que la gente. No puedes llegar juzgando, tienes que acercarte a la gente, ser amable.Te tiene que gustar la gente.”