Indios Ranqueles

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INDIOS RANQUELES
La historia de Río Cuarto no estaría completa si no hacemos referencia a quienes
habitaron estas tierras, antes y después de la llegada de los que fueron denominados
conquistadores, descubridores, civilizadores o invasores. Según hallazgos arqueológicos
encontrados, con una antigüedad de más de 8.000 años, otras culturas de las que poco se
sabe, poblaron la región antes que los comechingones en las serranías vecinas y antes
que los pampas en la llanura que se extiende entre los ríos Tercero y Quinto. Aquellos
pueblos primitivos desaparecieron sin conocerse las causas.
Existe bibliografía muy interesante sobre la raigambre indígena de nuestra historia,
que nos dice sobre aquellos seres humanos, riocuartenses que habitaron este suelo, que
lo amaron y lucharon para defenderse del invasor. Especialmente he consultado un
suplemento especial del desaparecido diario “La Calle”, de fecha 11 de noviembre de
1981, editado con motivo del 195º aniversario de la fundación de nuestra ciudad, y los
fascículos coleccionables “Perfil histórico de la ciudad”, editados por el diario “Puntal”
con motivo de cumplir la ciudad 200 años (fsc. 1, pags. 2, 3 y 4), y del historiador
Carlos Mayol Laferrer los fascículos 11: “El Imperio Ranquel (I)” y 12: “El Imperio
Ranquel (II)”. Asimismo es importante el estudio realizado por Germán C. Canuhé, de
Ranqül, La Pampa, sobre el aborigen argentino, basado fundamentalmente en la historia
escrita sobre la Nación Mamülche por un viajero chileno, Don Luis de la Cruz, que dejó
un diario de viaje de lo que vio y vivió al cruzar el hábitat de los aborígenes. También
dejó un testimonio escrito Don Justo Molina, que acompañó en un viaje a Luis de la
Cruz. Estas referencias se pueden consultar en las páginas de Internet que se mencionan
al final de esta nota.
Germán C. Canuhé: Reorganizador del Pueblo Indígena en la Pampa desde 1983;
fundador y Presidente de la Organización Aborigen Mariano Rosas, 1998; impulsor de
la creación de la Federación India del Centro de Argentina; ganador del concurso “Tiks
en la Historia”, seleccionado por la Embajada de Canadá, declarado de interés
parlamentario por el Congreso de la Nación.
De acuerdo a las fuentes consultadas, en la época de la llegada de los españoles, la
parte llana comprendida al sur de Mendoza hasta el sur de Santa Fe, y noroeste de
Buenos Aires, incluyendo el sur de San Luis, era patrimonio de los grupos indígenas
que los españoles denominaron “Pampas”, conocidos como talu-het, que se traduce
como “algarroberos”, según lo afirma el padre Cabrera en su obra “Córdoba de
Tucumán”. Tenían también otra denominación: “muturos”, según el jesuita Fray Lucas
Queda, que existían entre los ríos Tercero y Quinto.
Estos aborígenes eran, según Carlos Mayol Laferrere, tehuelches septentrionales,
que no eran araucanos. Otros autores sostienen que serían querandies y puelches. Los
tehuelches septentrionales o Günün-a-Küra o Guenaken se encontraban desde el río
Chubut hacia el norte, y los tehuelches meridionales o Aonikenk habitaban hacia el sur
de dicho río hasta el estrecho de Magallanes. Otro pueblo amerindio que habita
actualmente en Chile y Argentina, es el araucano o auca (rebelde) estaba integrado por
diversas parcialidades: mapuches, picunches, pehuenches, huilliches, que ocupaban el
territorio chileno, desde los valles centrales hasta Chiloé, y el argentino,
primitivamente entre los ríos Limay y Colorado, y después en dirección norte hasta
Tunuyán y el Cuarto, en dirección este hasta el Océano Atlántico, y por el sur hasta las
regiones magallánicas (Fuentes: Enciclopedias de la Lengua Castellana).
Según Germán C. Canuhé, la situación política que encontró De la Cruz en 1806, es
la siguiente: Al Oeste, hasta el Pacífico, los pehuenches (Gente de los Pinares) cuyo
jefe, Puelman, lo acompañó en su viaje. Al sur del Río Negro, los Tue Huili ches
(Tehuelches) del norte, cuyo jefe era Guerahueque. Al sur de ellos, lindando con los
Magallánicos, estaban los Tue Huili ches (Tehuelches) del sur, cuyo jefe era Cagnicolo.
Luego los Magallánicos. En el Centro estaban los Mamülches o Rankülches
(Habitantes del Mamül Mapü, País del Monte), cuyo jefe era Carripilún, el Ranquelino.
Agrega Canuhé, que recién en 1961, en un Parlamento convocado por los aborígenes en
San Martín de los Andes, sus hermanos del sur decidieron denominarse “Mapuches”, y
que en el Centro de Argentina, los Mamülches o Rankülches ni lo heredaron ni lo
aceptaron.
Como se podrá deducir, los términos Mamülches y Rankülches indicados por
Germán C. Canhué, se refieren a los Mapuches y Ranqueles, como lo denominan otros
historiadores.
Los pampas desarrollaban un activo comercio con los pehuenches de Chile,
intercambiando los bienes obtenidos en los asaltos a tropas, arrias, galeras, estancias y
puestos rurales de la frontera, por otros tipos de armas que los indios chilenos les
ofrecían. Con la natural codicia de obtener esos bienes directamente, los pehuenches
poco a poco fueron migrando hacia este lado de los Andes, al principio tal vez, con la
tolerancia de los pampas. Hacia 1725 vivían ya entre los pampas dos caciques
pehuenches, no pasando estos indios chilenos de 70 familias que se instalaron en
lugares muy característicos en los que predominaban los cañaverales, de allí que, según
algunos autores, alrededor de 1750 comenzaron a ser denominados ranqueles, que sería
lo mismo que “gente del carrizal”. (Fuentes: “Perfil histórico de la ciudad” –diario
“Puntal”- Año 1986, fascículo Nº 6, pag. 22/23).
De acuerdo a las fuentes obtenidas por Carlos Mayol Laferrere, el nombre Ranquel
parece derivar de ranquil, región geográfica de Neuquén, hábitat de algunas tribus
pehuenches. A su vez, ranquil en voz mapuche, corruptela de rauca o rancul, usada por
los indígenas para designar a la cortadera o paja de penacho, una gramínea que crece en
lugares húmedos a orillas de los ríos y costas de los arroyos.
Los pehuenches conjuntamente con los huilliches, mantenían ya una guerra cerrada
contra los primitivos habitantes de estas regiones, los pampas, quienes para salvarse de
la extinción, se vieron obligados a refugiarse entre los hacendados blancos,
constituyendo las “tribus amigas”, a la que aluden la documentación de la última parte
del siglo XVIII y parte del XX.
Los ranqueles vivían en una extensa región central del país, a la que le daban el
nombre de Mamuelmapu o Mamül Mapü que en su lengua significa “país del árbol” o
“país del monte”, que abarcaba buena parte de la actual provincia de La Pampa y
extremo sur de Córdoba y San Luis, con una superficie aproximada de 3.700 leguas
cuadradas.
Se infiere entonces, que los indios chilenos pehuenches y huilliches, según algunos
autores, o bien los pehuenches habitantes del Norte de Neuquén, procedentes de la
región de Ranquil, como lo señala Mayol Laferrere, fueron los que tomaron la
denominación de Indios Ranqueles. Fueron sus principales caciques ( Según Canuhé se
denominaban Lonko Che –“Lonko”: Jefe, y “Che”: Gente-): Carrilipum o Carripilún,
pehuenche ranquilino, que en los años 1789 o 1790 se estableció en el Mamuelmapu.
Según algunos autores, con Carripilún nace el verdadero Imperio Ranquelino. Firmó
tratados de paz con Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, San Luis y Mendoza. Mantuvo a
raya a los Tehuelches, y a los Pehuenches, aliados de España. Viajó con De la Cruz a
entrevistarse con el Virrey Sobremonte, para autorizar un camino entre Chile y Buenos
Aires. Las invasiones inglesas frustraron el encuentro. Fue visitado por Chiclana en
Noviembre de 1819, enviado por el Supremo Gobierno de las Provincias Unidas, para
conseguir una alianza. Muerto Carripilún el 13 de marzo de 1820, los ranqueles
llamaron en su auxilio a Llancatrur o Yanquetruz, de origen huilliche, que se puso al
frente de sus lanzas, revestido de la máxima autoridad militar. Era la época en que los
ranqueles sostenían una lucha ininterrumpida, cruel, despiadada, a lo largo de un cuarto
de siglo desde 1827 hasta 1852, contra don Juan Manuel de Rosas, comandante de
milicias y estanciero –después gobernador- de la provincia de Buenos Aires. Uno de los
hechos más destacados es la derrota que Yanquetruz le infringió a Rosas, en su frustrada
“1ra. Conquista del Desierto”. Rosas alentó el establecimiento de otros indios chilenos
(Boroanos y Calvucura) con el objeto de valerse de ellos para destruir a los ranqueles
del Mamuelmapu, por no haber aceptado someterse a su dominio.
De acuerdo al historiador Mayol Laferrére, Rosas también contaba con el auxilio de
los caciques amigos Venancio Coihuepan y Melinquer. Con 290 indios de dichos
caciques y la tropa al mando de los coroneles Martiniano Rodríguez y Francisco Sosa,
al amanecer del 21 de noviembre de 1835, atacaron los toldos de Llanquetruz y
Pichuin, sin éxito, pues advertidos sobre su marcha se retiraron en dirección al
Chadileubu. En los toldos de Payne lograron reducir a 313 individuos de sus familias.
Los ranqueles se fortalecieron militarmente con la masiva inmigración de unitarios,
a partir de 1835, destacándose el coronel Manuel Baigorria, ex alferez de manco Paz,
que disciplinó los ejércitos indígenas, y así defendieron sus hogares y sus fronteras,
vengando los agravios que diariamente recibían de Rosas y de sus aliados, los
gobernadores de Córdoba, San Luis y Mendoza. Con posterioridad a la derrota de
Rosas, el coronel Manuel Baigorria volvió a la civilización después de veinte años de
convivir con los ranqueles.
El coronel Manuel Baigorria fue padrino de Manuel Baigorria, alias Baigorrita,
que era hijo del cacique Pichuin.
Después de duras campañas lanzadas por Rosas, la heroica resistencia de los
ranqueles pareció llegar a su fin con la muerte de Yanquetruz, ocurrida en forma natural
a fines de 1836. Le sucedió su hijo Pichuin o Pichún, en la misión de encabezar las
lanzas ranquelinas. En la conducción política prevaleció el cacique Painegner (sobrino
de Yanquetruz), conocido como Painé o Payne o Painé Nürü (Zorro Celeste), otros
historiadores lo escriben Painé Guor o Guer (el Zorro Azul). Painé logró mantener
unido a su pueblo bajo su insobornable autoridad. Continuó la lucha sin tregua contra
Rosas y otros estancieros de Buenos Aires, especialmente por la matanza
indiscriminada de animales vacunos, a los que sacrificaban únicamente para sacarles el
cuero, que vendían a Inglaterra. Painé falleció el 15 de septiembre de 1844. Un dato
curioso es el que relata Mayol Laferrére en su nota sobre las exequias del cacique Painé,
y que en síntesis es el siguiente: De acuerdo a sus tradiciones, con motivo de los
funerales de Painé, fueron inmoladas 71 indias, de las cuales 22 fueron personalizadas
con sus nombres u otras señas particulares, y 49 no se identificaron, señalando
solamente el toldo y el capitanejo a que pertenecían. Le sucedió su hijo mayor
Callvünao o Calvaiû, más conocido por los nombres españolizados de Calbanao,
Calban o Galban. De la unión de Callvünao y la cautiva Rosario Saa, nació Felipe
Mariano Rosas, conocido como “Indio Felipe Rosas” (una calle de nuestra ciudad lleva
su nombre). Fue bautizado y terminó el colegio secundario. Después abrió una escuela
particular, y posteriormente fue maestro de la Escuela Municipal del Barrio Hipódromo
(después Domingo F. Sarmiento). Se casó con Eufemia Fernández que le dio cinco
hijos. Falleció en Río Cuarto el 15 de enero de 1894. (Fuentes: Libro: “Hombres y
Mujeres de Río Cuarto”, páginas 64/65, editado por Gonzalo Otero Pizarro).
A la muerte de Callvünao, la sucesión imperial recayó en su hermano Paguitrur o
Panguitruz Nürü (Zorro Cazador de Leones) o Panghitruz Guor (Zorro Cazador de
Pumas). Siendo chico fue hecho prisionero y entregado a Juan Manuel de Rosas, quién
lo toma a su cargo, lo hace bautizar, pasa a ser su ahijado y adopta el nombre de
Mariano Rosas. Transcurridos unos años en la Estancia El Pino, se escapa a su tierra.
Según Canuhé, Panguitruz fue hecho prisionero por el cacique Yanguelen, que
tenía a su cargo la frontera norte, quién se pasó a la “civilización”, recibiendo tierras del
gobierno. Considerada esa actitud como una traición a su pueblo, Pichuin quiso cumplir
con el deseo de su padre, Yanquetruz, de hacerle pagar con su vida su traición. Como
Yanguelen conocía la forma de pelear de su antiguo pueblo, logró vencer a Pichuin,
tomando prisioneros, entre los que estaba Panguitruz Nürü, que entregó a Juan Manuel
de Rosas. Posteriormente en un enfrentamiento, Painé mata a Yanguelen.
Mariano Rosas continuó la alianza con Urquiza, batiéndose los ranqueles en
Cepeda al lado del entrerriano. Después de la batalla de Pavón (1861) donde las tropas
de Buenos Aires mandadas por Mitre vencieron a las de la Confederación, a las órdenes
de Urquiza, muy pronto los porteños dieron muestras de sus intenciones lanzando sobre
los ranqueles una formidable invasión al mando del coronel Julio de Vedia. Con ello
quedó definitivamente rota la paz, y no dejó a Mariano Rosas otra alternativa que la de
organizarse para su defensa. Se sucedieron continuas ofensivas (malones) quedando las
poblaciones fronterizas arrasadas por el furor ranquel, replegándose el ejército de línea a
los antiguos reductos del río Cuarto y Santa Catalina.
A comienzos de 1865, el gobierno argentino solicitó la paralización de las
hostilidades. Mariano Rosas exigió condiciones, demandando la entrega de yeguas,
vacas y alimentos en concepto de indemnización. Se convino un tratado de amistad,
ratificado en sus aduares el 18 de junio de 1865. Pero el gobierno argentino no pudo
cumplir con lo estipulado, por cuyo motivo, transcurridos dos trimestres sin
compensación alguna, Mariano Rosas consideró nulos los tratados y reanudó las
hostilidades, calificándose como tremendas las expediciones lanzadas durante el año
1866, sobre el departamento Río Cuarto. Después los ranqueles se retiraron a sus
montes y comenzaron sondeos para establecer una paz duradera. Las tratativas
maduraron con la llegada a Río Cuarto del coronel Lucio V. Mansilla, designado jefe de
frontera. En su célebre excursión a los indios ranqueles, a fines de marzo de 1870,
después de marchar unos 400 kilómetros desde el fuerte Sarmiento, al sur de Córdoba
hasta Leuvucó, al norte de La Pampa, Mansilla concertó en ese lugar un Tratado de Paz
con Mariano Rosas, secundado por jefes como Baigorrita, descendiente de Yanketruz,
y Nahuel, conocido como Ramón Cabral, el “Platero”. Dicho Tratado,
desgraciadamente no fue ratificado ni reconocido por el gobierno del presidente
Sarmiento. En el verano de 1874, el pueblo ranquelino sufrió las terribles consecuencias
de la viruela. A pesar de esta calamidad, Mariano Rosas no aceptó abandonar sus
tierras, como se lo sugirió una vez más el Gobierno Nacional.
Respetado por los cristianos y por su pueblo, transcurrieron los últimos días de
Mariano Rosas, en el mismo suelo que lo vio nacer, falleciendo el 18 de agosto de 1877.
A la muerte de Mariano, su sucesor fue su hermano Epungner o Epugner o Epumer,
pero fue hecho prisionero en diciembre de 1878. Huaiquigner, segundo hijo de
Mariano Rosas, asumió la delicada misión de conducir a su pueblo al exilio.
En Agosto de 1882 tiene lugar el último enfrentamiento armado con las fuerzas
nacionales. Yanquimil, el más prestigioso entre los sobrevivientes combatió en Cochi
Cô (Agua Dulce), y aunque se retiró vencedor, se dio cuenta que la guerra estaba
perdida y se entregó en marzo de 1883. Así, profundamente desmoralizados, los
ranqueles que otrora fueran los dueños de las llanuras, montañas y ríos de nuestra
pampa, buscaban un refugio para seguir viviendo. Después de una penosa travesía,
perdiendo caballada, y con la deserción de numerosos cautivos, en marzo se acercaron
al Neuquén, y entraron finalmente a la tierra de sus antepasados: los pehuenches. Otros
fueron enviados a Tucumán, a los ingenios. A Martín García a fabricar adoquines. Al
Chaco, a los campos como peones, y a otros lugares. Algunos Rankülches que
acompañaron a Baigorria cuando retorna a la civilización en 1852, son bautizados con
ese apellido, en el Fuerte 3 de Febrero y se afincan en San Luis.
Canuhé relata en su estudio varios episodios ocurridos entre las distintas tribus y
contra los distintos gobiernos nacionales y provinciales, los enfrentamientos, tratados de
paz y traiciones que se sucedieron.
Describe la traición del General Julio Argentino Roca en la denominada
“Expedición al Desierto”. Mientras se aprobaba el Tratado de Paz del 24 de Julio de
1878 con Epu Nürü (hermano de Mariano Rosas) y Baigorrita, y convencía a Ramón
Cabral a que se pasara a la civilización, preparaba sigilosamente el Ejército Argentino
de Ocupación. Hizo caso omiso del artículo 65, inciso 17 de la Constitución Nacional
que ordenaba “mantener el trato pacífico con los indios...”, ordenando emboscar a las
dos comisiones que marchaban al Río Cuarto por el cumplimiento del Tratado. Una fue
aniquilada, la otra hecha prisionera. Baigorrita en “sobre aviso”, intentó ganar la
cordillera, pero en julio de 1879 logran acorralarlo. Gravemente herido sigue peleando
hasta que es hecho prisionero. Una y otra vez se arrojó del caballo que lo transportaba,
hasta que tuvieron que ultimarlo. Tenía 40 años.
Y de las traiciones entre los mismos indios, relata la del cacique Cafulcurá o
Callvucurá. Los estancieros pactaron con indios de la región de Boroa, Chile, para
custodiar la frontera. Cuando percibieron la alianza entre Boroganos y Ranqueles, que
hubiera sido perjudicial para ellos y los intereses que representaban, trataron con
Cafulcurá, de la región de Llaima, en Chile, concretando éste una traición el 9 de
setiembre de 1834, en Masallé que terminó con la vida de los caciques Rondeau, Melín
y otros jefes Boroganos. El cacique Coliqueo logró escapar y se guareció en el
Mamuelmapu. Caído Rosas en 1852, Cafulcurá volvió a ser el gran jefe indio que
siempre debió haber sido.
En la obra “Quarto Río”, Revista de la Junta Municipal de Historia. Año 1 – Nº 1 –
Diciembre de 1996, el historiador Carlos Mayol Laferrére escribe la nota “Cacicazgo
de Payne (1836-1844) de Acuerdo con la Documentación de la Frontera de Córdoba –
Su Muerte y Exequias”, donde hace un pormenorizado relato sobre los acontecimientos
ocurridos durante el cacicazgo de Painé o Payne, especialmente la diplomacia
desplegada por este gran cacique ranquelino en su trato con las autoridades nacionales y
provinciales. Mayol Laferrére transcribe los mensajes o cartas que se intercambiaban en
distintas oportunidades, todas ellas con la finalidad de llegar a un ideal estado de paz.
De tan interesante narración, transcribo resumen de una parte de dicha historia:
Los ranqueles del cacique Payne mantenían una fluida correspondencia con los
unitarios cordobeses, y aspiraban a tener relaciones pacíficas con ellos, a despecho de
tener que denunciar las intenciones de los parciales de Pichuin y sus aliados chilenos.
Pero todo cambió cuando asume la gobernación de la provincia Manuel López,
incondicional amigo de Juan Manuel de Rosas. El cacique Carrane, aviniéndose a
alcanzar la paz, envió indios de lanza y familias a entrevistarse con el gobernador
López, en el fuerte de La Carlota, donde se había establecido. López se lo comunica a
Rosas, quién sostiene que nada de paces con los ranqueles, solamente la guerra y el
exterminio para ellos. Consigue que Manuel López cambie de opinión y éste envía una
expedición a la laguna del Cuero a sorprender a la gente de Carrane, al que finalmente
apresan en Muluarte. Los que no fueron muertos, por orden de Rosas fueron llevados
prisioneros a Buenos Aires, donde les esperaba un trágico final también. Antes,
persuadido López que los indios que tiene a su lado en La Carlota lo iban a traicionar,
los hace víctima de una de las masacres más horribles de que se tenga noticia,
asesinando a 156 indios de pelea y 33 indias viejas y tomados prisioneros unos ciento
sesenta personas de chusma.
A partir de 1840, Rosas modificó su política para con los ranqueles. En su estudio
sobre esa situación, Mayol Laferrére expresa que encontró en el Archivo Histórico de
Córdoba, valiosa correspondencia tendiente a lograr un acercamiento para pacificar las
fronteras, especialmente la de Buenos Aires.
Se logró un Tratado de Paz entre los caciques ranqueles y pehuenches y el
Gobernador Rosas, que se interrumpió a raíz del apoyo que los ranqueles le dieron a los
generales unitarios Lamadrid y Lavalle cuando invadieron Córdoba. Por su parte el
coronel Baigorria con sus lanzas ranqueles y unos pocos unitarios, el 11 de noviembre
de 1840 tomaron el pueblo y el gobierno de San Luis. Derrotados los unitarios y
repuestas las autoridades federales, trataron de recomponer las relaciones de cualquier
modo. En 1842, Payne no podía controlar a Pichuin y Baigorria, que invadían en las
fronteras de San Luis y Buenos Aires, lo que era motivo de reclamos por parte del
Gobernador López hacia Payne.
Y así transcurrió la historia de los aborígenes de estas tierras, de la que dan cuenta
distintos historiadores. Lo que he relatado es solo una pequeña parte de esa historia,
pues la misma se remonta al siglo XVI, y es imposible poder contarla en una obra que
solo tiene la intención de que, por lo menos los riocuartenses, tenga una idea de quienes
fueron los indios ranqueles, que seguramente han sentido mencionar ese nombre
muchas veces. Para quién tenga interés en ampliar sus conocimientos, puede consultar
la bibliografía y páginas de Internet que menciono al final.
No hay dudas de que los aborígenes lucharon para defender sus vidas y las tierras
que poseían, contra los españoles que eran los invasores y posteriormente contra las
autoridades provinciales y nacionales. Transcurrieron aproximadamente 350 años, en
que se alternaron épocas de guerra y de paz, de alianzas y traiciones entre los mismos
aborígenes, y entre éstos y los distintos gobiernos. Sucedieron hechos crueles como en
toda guerra, matanzas irracionales e injustas en ambas partes. Así como los indios
tomaban prisioneros y los mantenían cautivos, también los españoles y luego los
gobiernos argentinos, procedían de igual manera, intercambiándose cautivos en base a
tratados de paz.
Si revisamos la historia desde la antigüedad, veremos que la actitud de los grupos
humanos ha sido siempre la misma. A fuerza de invasiones y guerras se fueron
consolidando los nuevas poblaciones, sometiendo a los vencidos o adaptándose éstos a
las nuevas costumbres que imponían los vencedores. A veces se sublevaban y lograban
recuperar sus territorios, pero quedaba la cultura que durante muchos años desarrollaban
los conquistadores. En el caso de los aborígenes, debemos pensar que también ellos
fueron invasores que llegaron a estas tierras desde distintos lugares, desplazando a los
antiguos ocupantes, que como lo digo al principio, se remonta a 8.000 años
aproximadamente, de acuerdo a hallazgos arqueológicos.
Para quién tenga interés en ampliar conocimientos con respecto a los aborígenes,
pueden
consultar
en
Internet
la
página
http://www.lavozdelinterior.net/2004/1019/suplementos/temas/nota277183_1.htm de la
Voz del Interior On Line, titulada La triste historia de los aborígenes argentinos, por
Esteban Dómina. Transcribo algunos pasajes de dicha nota:
“...Los conquistadores impusieron los inhumanos regímenes de explotación y
servidumbre conocidos bajo el nombre de encomiendas, mita y yanaconazgo; los que en
poco tiempo, diezmaron la población aborigen”.
“...La Asamblea del año 1813 dio por terminada de manera definitiva el sistema de
encomiendas, mita, yanaconazgo y cualquier otra forma de explotación servil de los
indígenas”.
“...En 1813, Juan Manuel de Rosas encabezó la primera campaña al desierto...Las
poblaciones indígenas que halló a su paso fueron acorraladas, destruidas y sometidas. El
saldo –publicado en la Gazeta Mercantil del 24 de diciembre de 1833- fue de 3.200
indios muertos y 1.200 prisioneros. Los miles de leguas reconquistadas fueron
repartidas discrecionalmente entre vencedores, sus amigos y partidarios. Así nacieron
muchos de los latifundios que subsisten hasta hoy, y surgió la llamada oligarquía
terrateniente de la provincia de Buenos Aires”.
“...El pensamiento dominante en ese tiempo era que la República Argentina no
necesitaba de sus indios y que por esa razón en el país moderno no había lugar para
ellos...A esa época corresponde la publicación del Martín Fierro, el poema gauchesco
que recoge el grito desgarrador de las víctimas de la civilización en ciernes”.
“...La clase dirigente de entonces, de filiación liberal y con la mirada puesta en
Europa, despreciaba la cultura autóctona. Según esta visión, los indígenas de nuestro
país eran inferiores a los del resto de América”.
“...Gran parte del territorio que seguía en manos de los aborígenes, eran tierras
fértiles y de gran valor económico, que los dueños del poder querían recuperar para
parcelar, alambrar y tender líneas férreas”.
“...La triste realidad es que los indios están amenazando constantemente la
propiedad, el hogar y la vida de los cristianos, ¿Y qué han hecho éstos, qué han hecho
los gobiernos, qué ha hecho la civilización en bien de una raza desheredada que roba,
mata y destruye, forzada a ello por la dura ley de la necesidad?
“...El brazo ejecutor de la operación de mayor alcance contra el indio, fue Julio
Argentino Roca...Lo mismo que había sucedido con los españoles, el enfrentamiento fue
desigual. La flecha, la lanza y las boleadoras nada pudieron hacer contra el fusil
Remington y el cañón Krupp”.
“...Roca llegó con seis mil hombres hasta las márgenes del Río Negro, y el 25 de
mayo de 1879 se izó el pabellón Nacional en la isla Choele Choel. El saldo hasta ese
momento era de 1.313 indios de lanza muertos, 1.271 prisioneros, 10.513 indios de
chusma cautivos y 1.049 reducidos”.
“...En esta segunda etapa, cientos de caciques, capitanejos y jefes guerreros fueron
pasados por las armas y tribus enteras fueron trasladadas, desmembradas o reducidas a
la servidumbre”.
“...Entretanto, los estancieros ingleses comenzaban a instalarse en la Patagonia,
desatando una feroz cacería de indios y poniendo precio al par de orejas de tehuelche,
mapuche, ona o yagán. Al mismo tiempo, el hombre blanco contagiaba a los nativos sus
enfermedades y sus malos hábitos, como el alcoholismo”.
“...Han pasado más de 100 años desde que concluyeron las guerras contra el indio y
el mejor reconocimiento de la deuda moral que pesa sobre todos nosotros está reflejada
en la Constitución Nacional, reformada en 1994, en el artículo 75, inciso 17:
Corresponde al Congreso: reconocer la preexistencia étnica y cultural de los pueblos
indígenas argentinos. Garantizar el respeto a su identidad y el derecho a una
educación bilingüe e intercultural; reconocer la personería jurídica de sus
comunidades, y la posesión y propiedad comunitarias de las tierras que
tradicionalmente ocupan; y regular la entrega de otras aptas y suficientes para el
desarrollo humano; ninguna de ellas será enajenable, transmisible ni susceptible de
gravámenes o embargos. Asegurar su participación en la gestión referida a sus
recursos naturales y a los demás intereses que lo afecten. Las provincias pueden
ejercer concurrentemente estas atribuciones”.
“...¿Qué hubiera pasado si se aplicaba esta sabia receta 150 años atrás?”.
Fuentes:
http://www.argentour.com/tehuelches.htm
http://www.aborigenargentino.com.ar/modules.php?name=Sections&op=viewarticle&ar
tid=20
http://www.geocities.com/territoriosocial/AO113.html?200527
http://www.lavozdelinterior.net/2004/1019/suplementos/temas/nota277183_1.htm
“Perfil histórico de la ciudad”-diario Puntal – Año 1986 – pag.22/23
“Hombres y Mujeres de Río Cuarto” editado por Gonzalo Otero Pizarro.
Enciclopedia Ilustrada de la Lengua Castellana. Editorial Sopena Argentina.
“Quarto Río”, Revista de la Junta Municipal de Historia. Año 1 – Nº 1 – Diciembre de
1996 (Nota de Carlos Mayol Laferrére, pags. 87 a 123).
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