TEXTOS LITERATURA MEDIEVAL JARCHAS Jarcha en mozárabe: ¡Tant' amáre, tant' amáre, habib, tant' amáre! Enfermaron uelios gaios, e dolen tan male. Traducción al castellano: ¡Tanto amar, tanto amar, amigo, tanto amar! Enfermaron unos ojos antes alegres y ahora duelen tanto. Jarcha Vayse meu corachón de mib. Ya Rab, ¿si me tornarád? ¡Tan mal meu doler li-l-habib! Enfermo yed, ¿cuánd sanarád? Jarcha en mozárabe: Garīdboš, ay yermanēllaš kómkontenēr-hémewmā´lē, sīnal-ḥabībnon bibrē´yo: ¿ad obl' iréydemandā´re? bay-šemioqorasonde mib Yārabbīšišetornarad țanmal miodoler al-habīb Enfermo Ϋedquanšanarad ¿Qué farémamma? Mioal-habibeštad yana. Traducción al castellano: Mi corazón se va de mi. Oh Dios, ¿acaso volverá a mí? ¡Tan fuerte mi dolor por el amado! Enfermo está, ¿cuando sanará? Traducción al castellano: Decidme, ay hermanitas, ¿cómo contener mi mal? Sin el amado no viviré: ¿adónde iré a buscarlo? Mi corazón se me va de mí. Oh Dios, ¿acaso se me tornará? ¡Tan fuerte mi dolor por el amado! Enfermo está, ¿cuándo sanará? ¿Qué haré, madre? Mi amado está a la puerta CANTIGAS DE AMIGO Ondas do mar de Vigo Traduccion Ondas do mar de Vigo, Olas del mar de Vigo, se vistes meu amigo? ¿Visteis a mi amigo? E ai Deus!, se verra cedo? ¡Ay Dios! ¿vendrá pronto? Ondas do mar levado, Olas del mar agitado, se vistes meu amado? ¿Visteis a mi amado? E ai Deus!, se verra cedo? ¡Ay Dios! ¿Vendrá pronto? Se vistes meu amigo, ¿Visteis a mi amigo, o por que eu sospiro? aquél por quien yo suspiro? E ai Deus!, se verra cedo? ¡Ay Dios! ¿Vendrá pronto? Se vistes meu amado, ¿Visteis a mi amado, por que ei gran coidado? por quién tengo gran cuidado? E ai Deus!, se verra cedo? ¡Ay Dios! ¿Vendrá pronto? Mandad'ei comigo Traduccion Mandad'ei comigo, Un mensaje he recibido, ca ven meu amigo. que viene mi amigo. E irei, madr' a Vigo E iré, madre, a Vigo Comigo'ei mandado, Conmigo tengo un mensaje, ca ven meu amado. que viene mi amado. E irei, madr' a Vigo E iré, madre, a Vigo Ca ven meu amigo Que viene mi amigo e ven san' e vivo. y viene sano y vivo. E irei, madr' a Vigo E iré, madre, a Vigo Ca ven meu amado Que viene mi amado e ven viv' e sano. y viene vivo y sano. E irei, madr' a Vigo E iré, madre, a Vigo Ca ven san' e vivo Que viene sano y vivo e d'el rei amigo y del rey amigo. E irei, madr' a Vigo E iré, madre, a Vigo Ca ven viv' e sano Que viene vivo y sano e d'el rei privado. y del rey favorito. E irei, madr' a Vigo E iré, madre, a Vigo SERRANILLA Serranilla VII del marqués de Santillana Serranilla VII Moza tan fermosa non vi en la frontera, com'una vaquera de la Finojosa. Faciendo la vía del Calatraveño a Santa María, vencido del sueño, por tierra fraguosa perdí la carrera, do vi la vaquera de la Finojosa. En un verde prado de rosas e flores, guardando ganado con otros pastores, la vi tan graciosa, que apenas creyera que fuese vaquera de la Finojosa. Non creo las rosas de la primavera sean tan fermosas nin de tal manera; fablando sin glosa, si antes supiera de aquella vaquera de la Finojosa; non tanto mirara su mucha beldad, porque me dejara en mi libertad. Mas dije: «Donosa -por saber quién era-, ¿dónde es la vaquera de la Finojosa?» Bien como riendo, dijo: «Bien vengades, que ya bien entiendo lo que demandades; non es deseosa de amar, nin lo espera, aquesa vaquera de la Finojosa». ROMANCE DE ABENÁBAR ¡Abenámar, Abenámar, moro de la morería, el día que tú naciste grandes señales había! Estaba la mar en calma, la luna estaba crecida, moro que en tal signo nace no debe decir mentira. Allí respondiera el moro, bien oiréis lo que diría: —Yo te lo diré, señor, aunque me cueste la vida, porque soy hijo de un moro y una cristiana cautiva; siendo yo niño y muchacho mi madre me lo decía que mentira no dijese, que era grande villanía: por tanto, pregunta, rey, que la verdad te diría. —Yo te agradezco, Abenámar, aquesa tu cortesía. ¿Qué castillos son aquéllos? ¡Altos son y relucían! —El Alhambra era, señor, y la otra la mezquita, los otros los Alixares, labrados a maravilla. El moro que los labraba cien doblas ganaba al día, y el día que no los labra, otras tantas se perdía. El otro es Generalife, huerta que par no tenía; el otro Torres Bermejas, castillo de gran valía. Allí habló el rey don Juan, bien oiréis lo que decía: —Si tú quisieses, Granada, contigo me casaría; daréte en arras y dote a Córdoba y a Sevilla. —Casada soy, rey don Juan, casada soy, que no viuda; el moro que a mí me tiene muy grande bien me quería. FRAGMENTOS DEL POEMA DE MÍO CID 1. El Cid convoca a sus vasallos y estos se destierran con él. Adiós del Cid a Vivar. A los que conmigo vengan que Dios les dé muy buen pago; también a los que se quedan contentos quiero dejarlos. Habló entonces Álvar Fáñez, del Cid era primo hermano: "Con vos nos iremos, Cid, por yermos y por poblados; no os hemos de faltar mientras que salud tengamos, y gastaremos con vos nuestras mulas y caballos y todos nuestros dineros y los vestidos de paño, siempre querremos serviros como leales vasallos." Aprobación dieron todos a lo que ha dicho don Álvaro. Mucho que agradece el Cid aquello que ellos hablaron. El Cid sale de Vivar, a Burgos va encaminado, allí deja sus palacios yermos y desheredados. Los ojos de Mío Cid mucho llanto van llorando; hacia atrás vuelve la vista y se quedaba mirándolos. Vio como estaban las puertas abiertas y sin candados, vacías quedan las perchas ni con pieles ni con mantos, sin halcones de cazar y sin azores mudados. Y habló, como siempre habla, tan justo tan mesurado: "¡Bendito seas, Dios mío, Padre que estás en lo alto! Contra mí tramaron esto mis enemigos malvados". 108 El Cid anuncia a Jimena el casamiento Al llegar la noche todos se marcharon a sus casas, Mío Cid Campeador en el alcázar entraba, Doña Jimena y sus hijas allí dentro le esperaban "¿Sois vos, Cid Campeador, que en buenhora ciñó espada? Por muchos años os vean los ojos de nuestras caras". "Gracias a nuestro Señor aquí estoy, mujer honrada, conmigo traigo dos yernos que gran honra nos deparan: agradecédmelo, hijas, porque estáis muy bien casadas". 109 Doña Jimena y las hijas se muestran satisfechas Allí le besan las manos su mujer y sus dos hijas y todas las otras damas de quien ellas se servían. "Gracias a Dios y a vos gracias, Cid, de la barba crecida, cosas que vos decidáis son cosas bien decididas. Nada les ha de faltar, mientras viváis, a mis hijas". "Padre, cuando nos caséis seremos las dos muy ricas". 110 El Cid recela del casamiento "Mi mujer, doña Jimena, sea lo que quiera Dios. A vos os digo, hijas mías, doña Elvira y doña Sol, que con este casamiento ganaremos en honor, pero sabed que estas bodas no las he arreglado yo: os ha pedido y rogado don Alfonso, mi señor. Lo hizo con tanta firmeza, tan de todo corazón, que a aquello que me pedía no supe decir que no. Así en sus manos os puse, hijas mías, a las dos. Pero de verdad os digo: él os casa, que no yo". (Fragmento)128 Duermen en el robledo de Corpes (A la mañana quédanse solos los infantes con sus mujeres y se preparan a maltratarlas.Ruegos inútiles de doña Sol. Crueldad de los infantes) "Escuchadnos bien, esposas, doña Elvira y doña Sol: vais a ser escarnecidas en estos montes las dos, nos marcharemos dejándoos aquí a vosotras, y no tendréis parte en nuestras tierras del condado de Carrión. Luego con estas noticias irán al Campeador y quedaremos vengados por aquello del león." Allí los mantos y pieles les quitaron a las dos, sólo camisa y brial sobre el cuerpo les quedó. Espuelas llevan calzadas los traidores de Carrión, cogen en las manos cinchas que fuertes y duras son. /.../ Las damas mucho rogaron, mas de nada les sirvió; empezaron a azotarlas los infantes de Carrión, con las cinchas corredizas les pegan sin compasión, hiérenlas con las espuelas donde sientan mas dolor, y les rasgan las camisas y las carnes a las dos, sobre las telas de seda limpia la sangre asomó. Las hijas del Cid lo sienten en lo hondo del corazón. ¡Oh, qué ventura tan grande si quisiera el Creador que asomase por allí Mío Cid Campeador! Desfallecidas se quedan, tan fuertes los golpes son, los briales y camisas mucha sangre los cubrió. Bien se hartaron de pegar los infantes de Carrión, esforzándose por ver quién les pegaba mejor. Ya no podían hablar doña Elvira y doña Sol. 129 Los infantes abandonan a sus mujeres Lleváronse los infantes los mantos y pieles finas y desmayadas las dejan, en briales y camisas, entre las aves del monte y tantas fieras malignas. Por muertas se las dejaron, por muertas, que no por vivas. ¡Qué suerte si ahora asomase el Campeador Ruy Díaz! FRAGMENTO MILAGROS DE NUESTRA SEÑORA EL LADRÓN DEVOTO (Los Milagros de Nuestra Señora) LOS MILAGROS DE NUESTRA SEÑORA – GONZALO DE BERCEO EL LADRÓN DEVOTO Era un ladrón malo que más quería hurtar que ir a la iglesia ni a puentes alzar; mal sabía las cosas de su casa administrar, vicios tan malos no los podía dejar. Si hacía otros males, eso no lo leemos; 5 sería malo condenarlo por lo que no sabemos, más abandonemos esto que dicho vos a vemos, si algo hizo, perdónelo Cristo en quien creemos. Mucha maldad tenía, también una bondad que mucho le valió y le pudo salvedad; 10 creía en la Gloriosa con fuerza y voluntad, la saludaba siempre junto a su Majestad. Decía “Ave María” y más de la escritura, y se inclinaba siempre delante su figura; decía “Ave María” y más de la escritura, tenía su voluntad con esto más segura. Como quien en mal anda en mal ha de caer, 15 le pillaron en hurto es ladrón a prender; no tuvo argumento con qué se defender, juzgaron que lo fuesen en la horca a poner. 20 Lo llevó la justicia para la encrucijada donde estaba la horca por el concejo alzada; cerráronle los ojos con toca bien atada, alzáronlo de tierra con la soga estirada. Alzáronlo de tierra cuanto alzar quisieron, 25 cuantos cerca estaban por muerto lo tuvieron: si hubieran sabido lo que luego supieron, no le hubiesen hecho eso que le hicieron. La Madre Glorïosa, rápida en socorrer, que suele a sus siervos sus penas resolver, 30 a este condenado lo quiso proteger, se acordó del servicio que le solía hacer. Metió bajo sus pies donde estaba colgado sus manos preciosas, lo tuvo aliviado: no se sintió por cosa alguna preocupado, 35 no estuvo también, jamás mejor pagado. Cuento X Lo que sucedió a un hombre que por pobreza y falta de otra cosa comía altramuces* [Cuento. Texto completo] Juan Manuel Otro día hablaba el conde Lucanor con Patronio, su consejero, de este modo: -Patronio, bien sé que Dios me ha dado mucho más de lo que me merezco y que en todas las demás cosas sólo tengo motivos para estar muy satisfecho, pero a veces me encuentro tan necesitado de dinero que no me importaría dejar esta vida. Os pido que me deis algún consejo para remediar esta aflicción mía. -Señor conde Lucanor -dijo Patronio-, para que vos os consoléis cuando os pase esto os convendría saber lo que pasó a dos hombres que fueron muy ricos. El conde le rogó que lo contara. -Señor conde -comenzó Patronio-, uno de estos hombres llegó a tal extremo de pobreza que no le quedaba en el mundo nada que comer. Habiéndose esforzado por encontrar algo, no pudo más que encontrar una escudilla de altramuces. Al recordar cuán rico había sido y pensar que ahora estaba hambriento y no tenía más que los altramuces, que son tan amargos y saben tan mal, empezó a llorar, aunque sin dejar de comer los altramuces, por la mucha hambre, y de echar las cáscaras hacia atrás. En medio de esta congoja y este pesar, notó que detrás de él había otra persona y , volviendo la cabeza, vio que un hombre comía las cáscaras de altramuces que él tiraba al suelo. Este era el otro de quien os dije también había sido rico. Cuando aquello vio el de los altramuces, preguntó al otro por qué comía las cáscaras. Respondiole que, aunque había sido más rico que él, había ahora llegado a tal extremo de pobreza y tenía tanta hambre que se alegraba mucho de encontrar aquellas cáscaras que él arrojaba. Cuando esto oyó el de los altramuces se consoló, viendo que había otro más pobre que él y que tenía menos motivo para serlo. Con este consuelo se esforzó por salir de pobreza, lo consiguió con ayuda de Dios y volvió otra vez a ser rico. Vos, señor conde Lucanor, debéis saber que, por permisión de Dios, nadie en el mundo lo logra todo. Pero, pues en todas las demás cosas os hace Dios señalada merced y salís con lo que vos queréis, si alguna vez os falta dinero y pasáis estrecheces, no os entristezcáis, sino tened por cierto que otros más ricos y de más elevada condición las estarán pasando y que se tendrían por felices si pudieran dar a sus gentes aunque fuera menos de lo que vos les dais a los vuestros. Al conde agradó mucho lo que dijo Patronio, se consoló y, esforzándose, logró salir, con ayuda de Dios, de la penuria en que se encontraba. Viendo don Juan que este cuento era bueno, lo hizo poner en este libro y escribió unos versos que dicen: Por pobreza nunca desmayéis, pues otros más pobres que vos veréis.