SIMóN RODRíGUEZ Y PAULO FREIRE Carlos Rojas Osorio Lo primero que es preciso destacar es que Simón Rodríguez y Paulo Freire pertenecen a dos épocas diferentes de nuestra historia latinoamericana. Rodríguez vivió en el período de la revolución de independencia de nuestros países con respecto a España. Una revolución que implicó una larga y cruenta guerra para el logro de la independencia política. Paulo Freire vivió a lo largo del siglo XX enfrentándose a las dictaduras que han azotado Nuestra América y reconociendo en el socialismo una salida a la problemática socioeconómica frente a un capitalismo neoliberal pujante. Siendo diferentes las épocas en que vivieron son también diferentes los marcos epistémicos en que desarrollaron su pensamiento. También son muy diferentes los lenguajes de que cada uno se vale para la expresión de su pensamiento. La época de Simón Rodríguez es la Ilustración europea que a su vez tuvo mucho influjo en América Latina precisamente como arma ideológica de la lucha por la independencia. La época de Freire es la del neoliberalismo y la lucha contra su hegemonía. Simón Rodríguez vivió en una época que conoció el fracaso revolucionario de la gran revolución francesa y a la vez el surgir de un socialismo que se hacía cargo de ese fracaso y comenzaba a vislumbrar otras posibilidades de liberación social. Babeuf es un socialista que participó en la revolución francesa y que sirvió de continuidad con los socialistas que vendrían luego, los llamados socialistas utópicos. De hecho con estos socialistas utópicos tuvo algún contacto Don Simón Rodríguez. 1 Como se sabe la revolución francesa se fue aburguesando poco a poco hasta convertirse en el gobierno de la burguesía liberal. Pero había en la originaria revolución francesa varias líneas de pensamiento, y había una cierta línea socialista que habría de continuarse luego en el socialismo utópico. El socialismo que estuvo presente en la revolución francesa fue el de Babeuf y el efecto de pensamiento fue notorio en los movimientos sociales de 18301. Simón Rodríguez hizo también un itinerario que va del liberalismo iluminista al socialismo. El socialismo al cual le tuvo afecto S. Rodríguez fue el de Saint Simon. Owen y Fourier. No es casual que juzgue como mero comienzo lo que se está haciendo en nuestra América. Las repúblicas se habían establecido, pero faltaba ‘fundarlas”, decía con inigualable profundidad. Las reformas educativas sin un apoyo social y sin cambios económicos no llevaban a ninguna parte. Tampoco es casual que fueron los padres de las clases dominantes los que resintieran el tipo de educación que el maestro promovía; lo cual ocurrió tanto en Bogotá como en Chuquisaca. “Los padres se resentían de que a sus hijos se les enseñasen oficios, lo que les parecía degradante”. (Uslar Pietri, 1954: XXXI) Hacía falta, decía él mismo, una segunda revolución; de la revolución política a la revolución social. Un francés que lo visita y conversa largamente con él, le señala que sus ideas se parecen mucho a las de Saint Simon y Fourier. Rodríguez le responde, burlándose de su interlocutor europeo, que no ha leído nada de ellos. Pero en verdad no hay duda que los conocía desde sus viajes europeos donde se reunía secretamente con juntas socialistas. “Si se hubiesen podido abrir los graneros de los ricos al terminar la miseria, se habría hallado en ellos tanto grano que, de haber sido repartido entre los que murieron de hambre y de necesidad, ninguno de ellos se hubiera 1 Albert Soboul, La revolución francesa, Barcelona, Crítica, 1987, p. 144. 2 dado cuenta de las inclemencias del cielo y de la tierra. Tan fácil fuera dar sustento a todos si no fuera por el madito dinero, inventado para mostrarnos el camino del bienestar; pero que nos cierra en realidad. Me alegra que la forma de Estado que para toda la humanidad yo deseo la hayan encontrado los utópicos”. (Citado en Orgambide 2002: 108). Pero Don Simón no quiere que nos quedemos en la utopía, en los sueños imaginarios. “No es sueño mi delirio, sino filosofía. El lugar donde esto se haga no será imaginario, como el que se figuró el canciller Tomás Moro; esta utopía se hará realidad en América”. (Citado. P. 57) Saint Simon, Fourier y Owen predicaban una mejor organización del trabajo y la nivelación de las fortunas. Lastarria hace referencia a este aspecto del pensamiento de Simón Rodríguez: “se había inspirado indudablemente en los experimentos de Roberto Owen en New Lamark, y haciendo del aprendizaje industrial una condición de toda educación, quería inspirar a los americanos el amor a la propiedad y el hábito del trabajo, para hacer menos penosa la vida, lo cual, según él, era el fin de la sociabilidad como lo creía también Saint Simon”. (Lastarria 1968: 52-53)2 Paulo Freire conoció el socialismo ‘real’ del siglo XX y también la caída del socialismo prohijado por la Unión Soviética. Aunque él siempre se reconoció socialista de inspiración marxista humanista, sin embargo, admitió que en la caída del socialismo real una de las causas fue el autoritarismo que tuvo amplio desarrollo en el modelo soviético. De la misma manera que Simón Rodríguez no perdió la esperanza de transformación social con el fracaso de la revolución francesa y se afincó en el socialismo, De acuerdo a D. Riazanof: “Sólo en un punto –y el propio Manifiesto lo subraya- puede decirse que Saint Simon se anticipó a Marx en la idea de transformar el Estado en un simple organismo administrativo del proceso de producción”. Notas aclaratorias. En: Biografía del manifiesto comunista, México, Compaña General de Ediciones, 1969, p. 275. En cambio, Riazanof atribuye más importancia al influjo de Owen sobre Marx y Engels. 2 3 así también Paulo Freire no perdió la esperanza e invitó a no dejarse convencer por los cantos de sirena del fin de la utopía, del fin de la historia y del fin del socialismo. Podemos, pues, decir que, aunque ambientados en modelos de socialismo diferentes, ambos pensadores mantuvieron la confianza en un cambio revolucionario de las sociedades latinoamericanas que las condujera hacia una comunidad más libre, más justa y más igualitaria. En este punto es de especial importancia señalar que Simón Rodríguez fue explícito en expresar que la revolución política que condujo a la independencia de nuestros países debía ser continuada con una revolución económica que modifique las bases del sistema. En ese momento era un pensamiento completamente innovador en Nuestra América, y nada le quita de su valor el hecho de que lo hubiera aprendido en las juntas socialistas con las que se reunía en Europa. Hay que agregar, como han señalado algunos estudiosos, que el socialismo de Rodríguez no es meramente utópico. El socialismo utópico fue definido por el marxismo (en especial por Engels) como un socialismo que quería los cambios pacíficamente e incluso en forma parlamentaria. En cambio, Babeuf, Augusto Blanqui y los marxistas han afirmado la necesidad de la revolución, aunque ese parto histórico sea violento. Y al parecer Simón Rodríguez defendió esta última posibilidad junto con la idea de una minoría que debería llevar el liderazgo de la revolución. En cuanto a la educación no hay duda de que estas ideas socialistas de ambos pensadores determinan su posición en su visión pedagógica. Sin duda lo es explícito en Freire de quien todos conocemos su pensamiento de la educación liberadora. Pero no es menos explícito en Simón Rodríguez, aunque su pensamiento sea menos conocido. Rodríguez insistía en la unidad de mano y cerebro en el proceso de aprendizaje. La 4 educación teórica debe ir acompañada desde la escuela elemental del trabajo manual. Las clases altas vieron mal que sus hijos tuvieran que aprender carpintería, ferretería o agricultura. Esta visión pedagógica está ambientada teóricamente en el socialismo, aunque algunos grandes pedagogos anteriores al socialismo la habían enfatizado. Rodríguez como Freire atendieron principalmente a educandos de las clases marginales. Desde sus años de Caracas Simón Rodríguez criticó que no se incluyera a los indios, a los negros, a los más pobres en los programas de educación. Y a lo largo de toda su errancia por los países andinos fueron siempre estudiantes de clases marginales las que su praxis retuvo. Freire trabajó con campesinos analfabetos y con estudiantes de las clases populares, etc. La educación popular para ambos grandes educadores era lo fundamental. Y en ambos pensadores la educación tenía una finalidad social y política. Para Simón Rodríguez el fin político de la educación es formar ciudadanos. Ciudadanos capaces de insertarse en los procesos de transformación social. La misma fórmula se puede emplear para describir la tarea educativa de Freire. Y también ambos rechazaron la educación doctrinaria. Imponer una verdad desde ese aparato del estado que es la educación eso es educación doctrinaria. Y Freire recalcó que ni siquiera los sistemas del socialismo real están exentos de esta práctica doctrinaria. El filósofo chileno José Victorino Lastarria escribe: “Rodríguez, como los reformadores europeos, tomaba como palanca de su reforma social la educación”. 3 Lastarria propone que el rechazo a las reformas educativas promovidas por S. Rodríguez se debía, entre otras cosas, a la idea de unir conocimiento teórico y práctico, el cerebro y la mano. El educando, agrega Lastarria, tenía que participar en “fabricación de ladrillos, de adobes, de velas, y otras obras de economía doméstica”. (Lastarria 1968: 55) Como a 3 José Victorino Lastarria, Recuerdos Literarios, Santiago de Chile, 1968, p. 63 5 sus clases asistían clases altas, medias y bajas, entonces los padres de los niños de las clases altas resentían que la educación incluyera trabajos prácticos como ferretería, carpintería o agricultura. Me parece que la idea central de Simón Rodríguez al enfatizar la unidad del cerebro y la mano es superar la división social del trabajo y promover el amor al trabajo. Y tenía que ser así porque el método pedagógico para formar ciudadanos es para Simón Rodríguez el ‘arte de pensar’ y para Freire la concientización. Podemos unir la intención significativa de ambos esfuerzos educativos en la expresión “pensamiento crítico”. Educación como concientización es la problematización de la realidad de la cual formamos parte. La educación no puede dejar al educando en una conciencia ingenua, ajena a la realidad. Para Simón Rodríguez la luz de la razón puede ser lo suficientemente crítica como para inducirnos al compromiso político. Para Freire la conciencia puede llegar a ser crítica y problematizadora como para involucrarnos en la transformación de la realidad social. Es decir, que detrás de conceptos y lenguajes diferentes se apunta, sin embargo, a una misma finalidad educativa. Un método que enseña a pensar bien o que problematiza la realidad no puede ser doctrinario. La doctrina se impone como una verdad indiscutible; la auténtica verdad nace del proceso de liberación mental en que consiste la auténtica educación. El método educativo tiene que ser cónsono con la alta finalidad humana y liberadora de la educación. Y así lo pensaron y lo practicaron Simón Rodríguez y Paulo Freire. Simón Rodríguez puede pues ubicarse en la línea de lo que desde Freire denominamos educación liberadora. Se trata de una línea de pensamiento que vale la pena estudiar y de la que forman parte no sólo Simón Rodríguez, sino también el cubano 6 José Martí, el puertorriqueño Eugenio María de Hostos, el argentino Aníbal Ponce, el mexicano José Vasconcelos, el colombiano Orlando Fals Borda y el brasileño Paulo Freire. 7
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