NOTA DE PRENSA OFICINA DE COMUNICACIÓN COLECCIÓN BBVA: DEL GÓTICO A LA ILUSTRACIÓN La exposición, organizada por la Fundación BBVA y Vimcorsa, reúne 60 obras maestras de los siglos XV a XVIII procedentes del patrimonio del banco Madrid, 20 de mayo de 2002. El pasado 15 de mayo se inauguró en la sala de exposiciones Vimcorsa de Córdoba (Casa de Carbonell) la muestra Colección BBVA: Del Gótico a la Ilustración, organizada por la Fundación BBVA y Vimcorsa, y comisariada por el profesor Alfonso E. Pérez-Sánchez, que se ha ocupado de seleccionar entre los fondos del BBVA 60 obras maestras de los siglos XV a XVIII. La exposición se ha presentado recientemente en Madrid y Bilbao, donde ha recibido más de 65.000 visitantes. La fusión de BBV y Argentaria ha permitido configurar un patrimonio artístico singular que recoge las colecciones de arte que ambas entidades habían venido reuniendo desde su origen. La muestra ofrece la oportunidad de contemplar por primera vez una serie de obras de gran valor que no se habían exhibido públicamente hasta el momento. Las piezas seleccionadas por el profesor Pérez-Sánchez ofrecen una visión de cuatro siglos de pintura europea, con casi todos sus matices y géneros y con ejemplos significativos de la mayoría de los centros artísticos del continente. La exposición se abre con una tabla flamenca de finales del siglo XV, la Educación de la Virgen, atribuida tanto al círculo de Lovaina como a Justo de Gante. De la misma época es el San Martín anónimo, obra catalana que combina la delicadeza expresiva de Jaime Huguet con una cierta exuberancia decorativa de influencia flamenca. Las pinturas más significativas de este período son las tablas que representan a los padres de San Lorenzo, San Orencio y Santa Paciencia, en las que ya se encuentran atisbos del incipiente renacimiento. Son piezas de excepcional calidad que, al parecer, formaron parte del retablo de San Lorenzo de Huesca, del aragonés Pedro Díaz de Oviedo. La influencia de los grandes maestros del renacimiento italiano, especialmente de Leonardo y de Rafael, es ya evidente en la tabla de La Virgen con el Niño y un ángel, realizada durante las primeras décadas del siglo XVI y asignada a Juan de Soreda, uno de los primeros artistas en introducir en España las formas y tipos que caracterizan las obras renacentistas. Posterior en el tiempo es la producción del flamenco Jan Van Scorel, que está presente en la colección con una tabla, La Virgen con el Niño y Santa Ana, en la que resulta muy interesante la interpretación de los modelos italianos con la peculiar sensibilidad flamenca, un tanto áspera. También de mediados del siglo XVI es el excelente Retrato de joven caballero del holandés, instalado en Francia, Cornelis de la Haye o Corneilles de Lyon, ejemplo de la retratística francesa de su tiempo. Entre los retratos renacentistas destaca también el de Felipe II atribuido a Antonio Moro, el pintor flamenco creador del retrato de corte español, pero que probablemente sea obra de su discípulo Alonso Sánchez Coello o de su círculo más inmediato. La influencia de Moro se percibe todavía en la imagen de Felipe III firmada cincuenta años más tarde por Pantoja de la Cruz, alumno aventajado de Sánchez Coello. Pintado ya en el siglo XVII, el retrato tiene un tratamiento todavía muy conservador, que lo diferencia de la iluminación casi caravaggiesca de sus composiciones religiosas. La frialdad del rostro del monarca y la insistencia en los pormenores de la armadura revisten a la figura de gran solemnidad. Las obras del Siglo de Oro El siglo XVII es el que se encuentra más ampliamente representado en la muestra, con pinturas procedentes de todas las escuelas. Entre las italianas sobresale una Escena de martirio de intenso barroquismo, que, en opinión del responsable artístico de la exhibición, “se presenta como una de las piezas más interesantes y enigmáticas de la colección”. También pertenecen a la escuela italiana la Adoración de los Reyes, obra genovesa con claras influencias flamencas atribuida a Valerio Castello, y el Retrato del capitán Leone Gentile, cuya asignación a Fray Juan Rizi es desestimada por el comisario, que la considera fruto del pincel de algún notable artista del norte de Italia, dadas las influencias españolas y flamencas. También italiano podría ser el Bodegón de frutas, por el minucioso estudio de las frutas y su iluminación, aunque manifieste, como en el caso anterior, rasgos propios de la pintura flamenca en la acumulación y en el fondo luminoso. Procedentes de Flandes son, sin lugar a dudas, las dos alegorías del Aire y del Agua, copiadas de las famosas composiciones de Jan Brueghel de Velours y que hasta ahora se consideraban obra de Jan van Kessel. Sin embargo, el profesor Pérez-Sánchez las atribuye a un imitador del estilo del hijo del viejo Brueghel, apodado de Velours (de terciopelo) por la exquisitez de sus obras. Estas copias, contemporáneas de las originales que se conservan en Roma, consiguen una gran delicadeza en la representación de aves, peces, flores y plantas. Muy diferentes son el tono y el estilo del último cuadro flamenco de la exposición, Cristo y la mujer adúltera de Antonio Van Dyck. El lienzo exhibe una fuerte influencia de Tiziano y la ejecución fluida y ligera que caracteriza al discípulo de Rubens. Del mundo holandés, poco frecuente en las colecciones públicas españolas, proceden los retratos de una dama y un caballero realizados por Michiel J. Van Mierevelt, cuya factura es muy representativa de la imagen severa, grave y un tanto rígida que caracteriza este tipo de obras en el siglo XVII. El género de la naturaleza muerta, muy habitual, se encuentra representado por los cuadros firmados por Carel Van Hullergarden —viandas y hortalizas sobre una mesa de cocina—, o por el gran especialista del género, Melchior de Hondecoeter, al que se atribuye un lienzo ejecutado con gran vivacidad que representa varias aves de corral en una atmósfera luminosa. La pintura íntima que caracteriza la producción holandesa aparece unida a este género de la naturaleza muerta en el Bodegón con figura humana, obra de Frans von Mieris, uno de los grandes maestros de la pintura doméstica. Pero quizá la obra más singular de los fondos holandeses sea el Mercurio de Albert Cuyp. Pese a su temática mitológica, el profesor Pérez-Sánchez la describe como “una alegoría del comercio, del que el dios es símbolo y que constituye la razón fundamental de la sociedad holandesa”. Los barcos del fondo evocan la tradición navegante de los holandeses y los personajes que contemplan al dios, ataviados de forma muy variada, representan los pueblos con los que mantenían relación mercantil. La representación francesa es la más escasa en la colección, y se reduce a una significativa Sagrada Familia de Valentin de Boulogne, obra de juventud de quien está considerado como el mejor caravaggista galo. Entre las obras españolas del Siglo de Oro se ha escogido el Rapto de Helena, de Juan de la Corte, pintor flamenco establecido en Madrid que se especializó en escenas históricas, bíblicas o mitológicas. Esta composición, buen ejemplo de su producción, debió formar parte de una serie sobre la guerra de Troya. Destacan asimismo los dos bodegones que se atribuyen a Thomas Hiepes, o Yepes, y dos lienzos con los santos Francisco de Asís y Antonio de Padua, procedentes de un retablo sevillano de hacia 1620, muy próximo a la obra juvenil de Alonso Cano. De la pintura barroca madrileña destacan dos lienzos de Juan Carreño de Miranda: el retrato de Carlos II, que dibuja al soberano aún niño con aspecto delicado y enfermizo, y la imagen de Doña María de Vera y Gasca, una efigie de una dama que recuerda el componente veneciano del arte de Carreño. La escuela sevillana está representada por Bartolomé Esteban Murillo, de quien se exhiben dos cuadros de dimensiones muy reducidas: El Martirio de San Pedro Arbués, que reproduce con intensidad y misterio la muerte del inquisidor de Aragón frente a un altar y a manos de unos sicarios, y el boceto para una composición con San José caminando con el Niño Jesús de la mano. También son hispalenses las imágenes del San Fernando dormido al que se aparece la Virgen de los Reyes para anunciarle la conquista de Sevilla, que el profesor Pérez-Sánchez atribuye a Matías Arteaga y Alfaro, y la Adoración de los Reyes, de Juan de Espinal, artista ya típicamente dieciochesco. El siglo XVIII, que cierra esta exposición, ofrece también obras representativas. De Italia proceden tres vedute de Venecia de Jacopo de Fabris, que son en realidad una copia simplificada de las composiciones de Canaletto. La escuela de retratistas ingleses aporta lienzos como la imagen del arquitecto Sir William Chambers, obra de Joshua Reynolds, y el retrato del XII Conde del Puñonrostro, que se consideró alguna vez obra de Goya, pero que, en opinión del comisario de la exposición, es de origen inglés, aunque no sea posible citar un nombre concreto. Del genial pintor aragonés encontramos dos piezas. Retrato de Carlos III cazador, obra de juventud que revela la influencia de Velázquez, pero también algunas de las características más personales de Goya en el tratamiento del rostro, curtido por el sol, las arrugas marcadas y el gesto irónico. El otro cuadro salido del pincel de Goya es la figura de Don Pantaleón Pérez de Nenín, un lienzo de calidad refinada que representa a un comerciante bilbaíno nombrado mayor general del ejército de Bilbao durante la Guerra de la Independencia. El recorrido temporal de la muestra concluye con el retrato de Luis Fernández, obra del colaborador y copista de Goya, Agustín Esteve. Sala de exposiciones Vimcorsa Casa de Carbonell. Ángel de Saavedra, 9. 14003 Córdoba Del 15 de mayo al 23 de junio de 2002. Entrada libre. Horario: de lunes a sábados, de 11,30 a 13,30 y de 18,30 a 21,30 horas. Domingos y festivos, de 10,30 a 14,30 horas. Tel. 957 477 711 Si desea más información, puede ponerse en contacto con el Departamento de Comunicación de la Fundación BBVA (91 374 67 97 y 91 374 85 70) o la Oficina de Comunicación de la GMU (957 22 27 74 y 957 22 27 50)