Debate 74 Simon y Moran

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semillas en la ciudad
experiencias y perspectivas
de la agricultura urbana
y periurbana en madrid
Marian Simón Rojo
Nerea Morán Alonso
arquitectas urbanistas
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H
ay una frase que se repite una y otra vez para destacar la importancia de la Agricultura Urbana (AU): “a nivel mundial 800 millones de ciudadanos, hasta dos tercios de los hogares urbanos y periurbanos participan en actividades relacionadas con
la agricultura urbana o periurbana” (FAO 1999). Una rotunda afirmación que la FAO
(Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) hizo hace
casi 15 años y que se sigue dando por válida hoy. El citado informe se refería sobre todo
a las áreas urbanas “del Sur”, pero en la actualidad la UA cobra fuerza en los países de
nuestro entorno1.
Auge de la agricultura urbana
En parte esa fuerza está asociada al redescubrimiento de la importancia de la seguridad alimentaria y de la producción local, que ha llevado a la realización de los primeros
planes de alimentación local sostenible. En muchos casos, el resurgir de la agricultura
urbana viene acompañada de un áurea de renovada modernidad, ya sea por su potencial
creatividad y movilización social o por la deslumbrante innovación tecnológica ligada a
nuevos sistemas de producción en edificios (vertical farming). Desde los ámbitos profesionales y académicos del urbanismo la reflexión sobre el futuro de la ciudad ha comenzado a incorporar el debate en torno a la ordenación de los sistemas agrícolas locales,
como reservas estratégicas en un escenario de transición energética.
La Comunidad de Madrid no es ajena a estos procesos: en balcones y terrazas se plantan
tomates o ajos, movimientos sociales se implican en proyectos de huertos comunitarios
que florecen por pueblos y ciudades, hay ayuntamientos que recuperan huertos de ocio
e incluso se lanzan a promover parques agrarios en sus municipios. Podemos felicitarnos
por ello, porque son muchos los beneficios (reales o potenciales) de la agricultura urbana. Y no deberíamos desdeñar ese potencial, porque sin cambiar el sistema de alimentación (producción-procesamiento-distribución-consumo) nuestras ciudades seguirán
siendo radicalmente insostenibles.
Mucho más que producir alimentos.
Los beneficios de la Agricultura urbana
Si hablamos de alimentación, nuestras ciudades distan mucho de ser sostenibles. Como
se expone en el informe Alimentos kilométricos, el Estado español cada vez importa más
productos alimentarios, casi 30 Mt en el año 2007, un 53% más que en 1995, entre estos
alimentos no se encuentran únicamente productos exóticos, sorprende, dada la tradición
cerealística de nuestro país, que el mayor peso en las importaciones lo tienen los cereales,
seguidos de piensos animales, y de verduras, legumbres y frutas. Los alimentos recorren
una media de 5.013 km, y la mayor parte del transporte se realiza por mar. Esto supone,
además de una fuerte dependencia y vulnerabilidad alimentaria de las ciudades españo-
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¿Qué es agricultura urbana?
En los documentos del PNUD (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo),
la Agricultura Urbana engloba tanto la que se desarrolla dentro de la ciudad, como
en el borde de las áreas metropolitanas (Smit et al). La FAO distingue entre Agricultura Urbana al interior de las áreas urbanas y Agricultura Periurbana en las zonas
próximas a las urbes y RUAF (Resource Centres on Urban Agriculture and Food
Security) añade a las áreas forestales como objeto merecedor de atención y habla de
Agricultura Urbana, y Periurbana y Silvicultura.
Lo que hace singular esta agricultura es precisamente su localización. Puede ser
fruto de la expansión de la ciudad, que convierte en urbanos terrenos que otrora
fueron rurales y que mantienen la explotación agraria, o puede ser el resultado de
una planificación que preveía la reserva de espacios agrícolas (muchas veces integrados en los green bealt). También es posible encontrar áreas de agricultura urbana
en espacios residuales o abandonados, como solares o zonas en los márgenes de las
infraestructuras.
Debido a su localización, la agricultura urbana tiene que competir por recursos
(incluido el suelo, el agua, la energía o la mano de obra) con otras actividades, y en
los casos exitosos consigue hacer productivos recursos antes infrautilizados. Para los
más optimistas agricultura urbana significa interacción, innovación y adaptabilidad,
incluida adaptabilidad al cambio climático.
las, un fuerte impacto ambiental a escala global. Según este mismo estudio, si en las cuentas de las emisiones de GEI se incluye todo el proceso de producción alimentaria, desde
el campo hasta la mesa, supondría un 44-57% de las emisiones totales. (González, 2012).
Son necesarios cambios profundos, en los que la agricultura urbana puede jugar un
papel determinante, no ya por su capacidad para producir alimentos locales, sino sobre
todo por el impulso que puede dar a un cambio cultural, recuperando para la ciudadanía
la responsabilidad social y ecológica a la que hemos renunciado en el actual sistema.
Una responsabilidad consecuente con el reconocimiento de los impactos negativos del
sistema de alimentación actual, injusto, globalizado, proteinizado, contaminante y absolutamente dependiente del petróleo para la producción y transporte. Además “la globalización de la producción y del consumo de alimentos junto con la mayor industrialización
de los sistemas agrícolas socava la diversidad biológica de nuestros sistemas alimentarios”
(CBD). Frente a esta situación apuntamos a continuación cómo en la transición hacia un
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nuevo sistema alimentario, la comida puede pasar de ser parte del problema a ser parte
de la solución, una solución que nos implica a todas.
Alimentación y salud
En tiempos de crisis y conflictos, es vital para la población urbana la producción de
alimentos, y así lo han considerado tanto ciudadanos y productores como gobiernos
locales y estatales, que no han dudado en fomentar esta actividad en momentos especialmente críticos. Un claro ejemplo lo tenemos en los Schrebergaerten o en los huertos
de la victoria durante la Primera y Segunda Guerra Mundial, que además de aportar comida, alimentaban la moral (Morán 2011). Hay otros muchos ejemplos de la asociación
entre crisis y autoabastecimiento en muy diferentes puntos del globo, desde los Relief
Gardens durante la Gran Depresión del 29 a los recientes planes para Detroit en Estados
Unidos, pasando cómo no, por Cuba2 tras la caída del régimen soviético. Otros ejemplos
absolutamente cercanos y actuales los encontramos hoy en Grecia o en España, donde la
autoproducción individual o colectiva trata de paliar los problemas de acceso a alimentos
causados por la crisis y los recortes sociales.
Pero ¿es la agricultura de proximidad una alternativa real para alimentar las ciudades?
El potencial de la agricultura urbana y periurbana para asegurar el autoabastecimiento
parcial de frutas y verduras es muy grande, y su función es complementaria a la de los
espacios rurales, por lo que se requiere un enfoque regional para ordenar adecuadamente
los recursos territoriales y la relación entre sistemas urbanos, agrarios y naturales. No es
fácil ponerse de acuerdo sobre qué superficie por habitante es necesaria para cubrir las
necesidades alimenticias. Pero en algo coinciden todos los estudios: tiene mucho sentido
acercar la producción hortofrutícola a la ciudad, por su mayor productividad, porque son
más intensivos en mano de obra y por el valor añadido de la accesibilidad a alimentos
frescos de carácter perecedero. Por todo ello la producción de proximidad de verduras y
frutas es una gran ventaja.
En muchos de los movimientos emergentes, la preocupación por la salud de las personas y también de los ecosistemas, lleva a defender la transición hacia la agricultura
ecológica.
Medio ambiente y economía
Como señala Ballesteros, la agricultura urbana, cuando se practica siguiendo los criterios agroecológicos, contribuye a reducir la huella energética alimentaria de las ciudades,
reduce las necesidades de transporte al disminuir la distancia entre producción y consumo y ya no depende del empleo de abonos y fitosanitarios procedentes de productos
derivados del petróleo (Ballesteros 2012). No podemos olvidar que las ciudades nor-
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malmente se sitúan precisamente en las áreas de mayor fertilidad. Un ejemplo conocido
es París, que hasta el final de la Primera Guerra Mundial fue famoso por su producción
agrícola. Los agricultores que aprovechaban los excrementos de caballo como abono
(capa de abono anual de hasta 30 cm, alrededor de 1 millón de toneladas) y utilizaban
diferentes métodos para controlar la calidad del suelo y la temperatura del aire. Eran capaces de obtener seis cosechas de frutas y vegetales al año, una superficie de 0,75 ha era
suficientemente rentable y les permitía vivir bien. (Deelstra 2000)
En la proximidad o en el interior de las ciudades, la agricultura puede aprovechar
recursos infrautilizados, sobre todo suelo, agua y residuos orgánicos y reducir la huella
ecológica de las áreas urbanas. Es posible adoptar estrategias de reutilización de aguas
usadas o en mucha menor medida con aljibes para aguas de lluvia, e introducir elementos
para el compostaje de residuos orgánicos, en lo que nos acercaría al cierre del ciclo de
nutrientes. Así sucede en los países del Sur, donde el porcentaje de residuos orgánicos
es muy alto y su tratamiento con técnicas de lombricompost permite su reutilización
productiva. Tendríamos mucho que aprender de ellos y adaptar sus sistemas a nuestro
contexto. También puede contribuir a mejorar la biodiversidad urbana y aumentar la
conciencia ambiental de sus habitantes (Deelstra 1996).
Ya se ha dicho que uno de los problemas en la ciudad es la contaminación, no podemos
olvidar que los entornos urbanos son espacios muy contaminados, la intensidad de ocupación urbana e industrial, la cantidad de infraestructuras, la contaminación ambiental,
son factores a tener en cuenta en el mantenimiento y creación de espacios agrícolas. Así
la contaminación de suelos, especialmente dentro de las ciudades, es un aspecto clave
a la hora de diseñar sistemas de cultivo. Es posible aplicar técnicas de fitoremediación,
que utiliza el metabolismo de especies vegetales para contener, eliminar o neutralizar
compuestos orgánicos y sustancias contaminantes (Moreno 2007). No siempre es una
solución viable. En Berlín existen espacios vacantes recuperados para proyectos de AU en
los que está prohibido cultivar directamente en el suelo, por lo que se utilizan bancales
elevados, el antiguo aeropuerto de Tempelhoff es uno de ellos. Por tanto, si bien la AU
puede tener importantes efectos positivos en la sostenibilidad urbana, también conviene
precisar que requiere instrumentos que cercioren la seguridad de las ubicaciones y recursos.
Vitalidad social
Los espacios de AU dentro de la ciudad cumplen una importante función de encuentro,
integración y aprendizaje, que en ocasiones es más importante aún que su aspecto productivo. Sea en parcelas individuales o en proyectos de tipo comunitario, cultivar junto
a otras personas conduce a compartir conocimientos, consejos, alegrías, decepciones… y
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alimentos. Aprender a planificar los cultivos, luchar contra plagas, cosechar y reproducir
semillas son actividades completamente nuevas para muchos ciudadanos, por lo que en
los huertos se visibilizan y se valoran estos saberes. (Casadevante & Morán 2012)
Cultivar un huerto en la ciudad supone transformar con las propias manos el entorno
que se habita cotidianamente, embellecerlo y cuidarlo no sólo de puertas adentro sino de
cara al resto del vecindario, como parte del espacio público.
En lo referente a experiencias periurbanas con fines comerciales, la proximidad a la
ciudad da a estos espacios un valor añadido para el desarrollo de proyectos de educación
ambiental o de recreación, como visitas escolares a fincas y campamentos formativos, o
simplemente para la organización de visitas y actividades de difusión que permita a los
ciudadanos conocer qué y cómo se cultiva en su entorno y quiénes lo cultivan. (Vázquez
& Verdaguer 2010)
Experiencias en Madrid
La agricultura urbana se abre camino en Madrid, los huertos comunitarios que florecen
al abrigo de movimientos sociales, dan fe de ello. Es evidente que, a pesar de lo atractivos
que puedan resultar, estos huertos no dejan de ser una actividad ínfima en comparación con las extensiones de agricultura periurbana3. En el ámbito periurbano de Madrid,
como sucede en la mayoría de las áreas urbanas europeas, la agricultura mayoritaria
sigue siendo muy convencional. De todas formas también aquí se desarrollan iniciativas
innovadoras de reconexión entre productores y consumidores4. Es importante señalar
que más allá de su escaso peso en términos cuantitativos, estas experiencias tienen un
gran valor porque abren caminos, anuncian alternativas prometedoras que pueden hacer
que nuestras ciudades y nuestro sistema económico responda mejor y de una manera
más justa a las necesidades humanas, de una manera más consciente con los límites
ecológicos del planeta. A continuación hacemos un breve recorrido, de lo urbano a lo
periurbano, por algunas de las experiencias más interesantes de nuestra Comunidad.
Caldo de cultivo social en las ciudades
La apuesta centroeuropea por dotar a las familias de un espacio productivo próximo a
la ciudad a través de los huertos municipales que se subdividían en lotes (allotment gardens) y permitía el autoabastecimiento de verduras, no cuajó aquí. La agricultura urbana
existía, pero era “clandestina” o en precario. El primer intento de implantar un sistema
oficial, similar a esos huertos para obreros se llevó a cabo en los años 80 en San Fernando
de Henares, donde fueron rebautizados como huertos de ocio y de la mano de Gregorio
Ballesteros-Gea21 llegó a haber más de 300 huertos. Es una pena que se quedara en un
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bonito proyecto aislado que no fue “replicado”. No hubo otros municipios que se sumaran a la cesión de espacio municipal para huertos.
Más éxito han tenido los huertos comunitarios. En 2006 vio la luz en Madrid, en el
barrio del Pilar, el que sería el primero de una serie de huertos con gran contenido reivindicativo. Son huertos de encuentro y denuncia, huertos donde construir visiones alternativas de cómo debería ser una ciudad habitable y equitativa. Después de aquel, han surgido muchos otros huertos, algunos efímeros, otros se han ganado a pulso una concesión
temporal del espacio que ocuparon. La mayoría con vocación de apoyarse mutuamente
y compartir conocimientos, experiencias y hasta insumos, a través de la Red de Huertos
Urbanos Comunitarios de Madrid. En la actualidad hay más de 30 huertos participando
en la Red, ya sea vinculados a entidades vecinales, a colectivos sociales, a asociaciones
culturales o ecologistas, a la Universidad o incluso a ayuntamientos. El proyecto ha sido
reconocido en el Concurso de Buenas Prácticas de la ONU, que le otorgó la calificación
de Good Practice en la edición de 2012.
En la Red de huertos participa la FRAVM, mediante su comisión de huertos urbanos
que coordina las iniciativas ligadas a asociaciones vecinales, fomentando el intercambio
de experiencias y la creación de mecanismos de apoyo mutuo. Es un punto de referencia
que ofrece ayuda y orientación para las personas y entidades interesadas en poner en
marcha iniciativas similares. Como señala el coordinador de Huertos comunitarios de la
FRAVM “Los huertos son lugares ideales desde los que reconstruir el maltrecho lazo social, donde echar raíces ante la inestabilidad y fragilidad de los vínculos (laborales, territoriales, relacionales…) de las sociedades actuales. Experiencias que parten de la gestión
comunitaria de un espacio y de recursos materiales, ofreciendo dinámicas inclusivas y
flexibles para la actividad sociopolítica”. (Fernández de Casadevante, 2012)
Huertos escolares. Ya se ha explicado que una de las funciones de la agricultura urbana
es de concienciación y educativa, y qué mejor que los colegios para acercar el valor de
la alimentación sana a la población infantil, implicándoles en un proceso de aprendizaje
en el que cultivan sus propias verduras, que comerán con más alegría. No es algo nuevo,
desde hace décadas profesores o AMPAS han puesto en marcha huertos escolares. El
Ayuntamiento de Madrid lanzó en 2010 el programa «Educar hoy por un Madrid más
sostenible», que en el apartado de Naturaleza y Biodiversidad contemplaba la creación de
huertos escolares ecológicos en distintos niveles del ciclo educativo. En el programa de
huertos participan 41 centros educativos, 14.000 educandos y 130 educadores.
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Huertos comunitarios del Barrio del Pilar y de Ventilla. Fuente: RedhMad
Apicultura urbana. Esta otra manera de aproximar el campo a la ciudad también ha
tenido una reciente aparición en Madrid, siguiendo el ejemplo de experiencias existentes
en ciudades como Berlín, Nueva York o Londres, el proyecto Miel de Barrio está iniciando
una red de apicultores urbanos con colmenas en azoteas, como la del Medialab-Prado,
en el centro de Madrid.
Estrechando lazos entre agricultores y urbanitas
Nos detenemos ahora en el entorno periurbano, buscando iniciativas que tengan en
cuenta no sólo qué se produce, sino cómo se comercializa y qué relaciones se establecen
entre productores y consumidores. El interés por la producción de proximidad y por una
relación más directa entre productores y consumidores ha alcanzado al Ministerio y hasta
a la Unión Europea. Si dejamos a un lado sus políticas reales y revisamos su discurso,
parece que han entendido el potencial de los circuitos cortos de comercialización, ya sea
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Promoción de Huertos Escolares en Madrid. Fuente: Guía Educar Hoy: Madrid Sostenible)
a través de mercados de productores, venta directa en la explotación, envíos a domicilio,
tiendas de venta directa, grupos de consumo, comedores colectivos, plataformas on-line
y venta on-line del propio productor o fabricante5.
No son muchas las iniciativas de circuitos cortos en Madrid, a pesar de haber sido una
actividad tradicional en algunos puntos de la Comunidad, como la venta en las propias
fincas que se practica en las áreas hortícolas, por ejemplo en los gangos de Aranjuez. Una
versión más actualizada de la venta directa, que además tiene como objetivo el conocimiento, colaboración y cooperación de productores y consumidores son los distintos
tipos de cooperativas, modelos de soporte comunitario y grupos de consumo, que bien
mediante cestas cerradas o por pedido, solucionan de una manera colaborativa el acceso
a alimentos frescos y ecológicos.
Pionero en este sentido fue Bajo el Asfalto está la Huerta, BAH!, cooperativa que
reúne a consumidores y productores, y que desde su inicio en el año 2000 hasta la actua-
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lidad ha sido un proyecto de referencia. El libro que publicaron dos de sus impulsores
“Con la comida no se juega” es un texto absolutamente lúcido sobre alternativas autogestionarias a la globalización capitalista desde la agroecología y el consumo, desde lo territorial y lo social. Los movimientos ciudadanos de reconexión campo-ciudad incorporan
una visión multifuncional y más compleja que la de los propios planes de ordenación.
El aumento de grupos de consumo en Madrid es constante y aunque también aumenta
el número de proyectos de producción local, en muchos casos es necesario recurrir a
productores de fuera de la Comunidad para obtener suficientes alimentos.
Los Parques agrarios se crean para potenciar la actividad agraria en zonas periurbanas. En la Corona Metropolitana contamos con dos experiencias recientes, en Rivas
Vacíamadrid y en Fuenlabrada. El Parque Agroecológico de Soto del Grillo, en Rivas,
está enclavado dentro del Parque Regional del Sureste y es una iniciativa municipal para
crear empleo verde ligado a la agricultura. Ocupa 85 hectáreas, dedicadas en su mayoría
a explotaciones agroecológicas, aunque también hay zonas para formación y más de 13
hectáreas de protección ambiental. En estos tiempos de crisis se apoyan en el sector primario para lograr objetivos de recuperación económica y social, regeneración ambiental
del espacio y divulgación a la ciudadanía de los valores del entorno. (Romea 2013).
Además los últimos domingos de mes en Rivas se celebra un mercado agroecológico.
También en Fuenlabrada, un municipio que se ha declarado libre de OMG, el Parque
Agrario nace “con la voluntad de apoyar la agricultura periurbana desde una perspectiva
integral, articulando sus estrategias y acciones a partir de las necesidades del sector agrario junto con las demandas de una sociedad cada vez más concienciada por disponer de
alimentos saludables, de temporada y producidos bajo prácticas agrarias respetuosas con
el entorno”. Para el Plan de Gestión, que se elaboró de una manera participativa, agricultura y paisaje van de la mano y tratan de proteger ambos de las diversas presiones a las
cuales está sometido por su cercanía a la ciudad
Urbanistas para un futuro más agrourbano
Desde el urbanismo y las políticas públicas nos enfrentamos a algunos interesantes
retos para facilitar el acceso a la tierra, la provisión de infraestructuras (físicas o no) que
posibliten la interacción, la eliminación de trabas a la venta directa o la reserva de suelos
donde materializar el derecho a la soberanía alimentaria. Exponemos aquí algunos ejemplos que podrían servir de referencia para el futuro inmediato.
Reservas de suelo y dotación de infraestructuras para la producción y comercialización
de alimentos, fijando incluso estándares urbanísticos siguiendo el principio por ejemplo
de los estándares de zonas verdes. Rosario, Argentina es una muestra de inserción de
la AU en el planeamiento, desarrollando nuevas categorías de áreas urbanas, como los
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Zonificación del Parque Agrario de Fuenlabrada. Autora: Carolina Yacamán, Heliconia.s.coop.mad
Parques Huerta y los Barrios Productivos, en los que se reserva suelo para el cultivo tanto
de autoabastecimiento como destinado a la comercialización. Además han desarrollado
todo un sistema económico local en torno a la agricultura que incluye las actividades de
producción, transformación, distribución y venta.
Formación y conocimiento para adaptarse a las condiciones particulares del ámbito
urbano-periurbano. La transición hacia sistemas locales y agroecológicos requiere la formación del productor en nuevos modos de cultivo, riego, planificación… En Cuba son
célebres las innovaciones en los sistemas de cultivo, con el uso de organopónicos, que
ante la falta de terreno cultivable utilizan bancales rellenos con tierra y materia orgánica
en altas proporciones, esta última puede ser estiércol o compost derivado de los residuos
orgánicos urbanos. Se forma así una base de cultivo que permite producciones intensivas, consiguiendo rendimientos mucho más altos que los de la agricultura en suelo.
(Funes-Monzote, 2012)
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Integración en políticas de regeneración urbana integral de la agricultura urbana, especialmente a través de huertos comunitarios o municipales al interior de los barrios,
que favorece las relaciones interculturales e intergeneracionales, muy adecuados en barrios con alta tasa de inmigrantes o con población envejecida. También la integración de
proyectos de agricultura urbana en planes de regeneración permite la reapropiación del
espacio interbloque por parte de vecinos y vecinas. Procesos de urbanismo participativo
serían necesarios para valorar cómo la agricultura urbana por su carácter multifuncional
puede aportar valores de identidad y aumentar la biodiversidad en esos espacios indefinidos (Simon & Morán & Zazo 2012). El proyecto TREDAR es un ejemplo de cómo
puede también integrarse en estrategias de formación y promoción de empleo ligado al
sector primario.
Integración en planes de alimentación sostenible. La creación de nuevos entes de gestión y coordinación, como los “consejos alimentarios” de Reino Unido, por ejemplo el
Cardiff Food Council, creado en 2012 con representantes del gobierno regional y municipal, universidades y organizaciones del tercer sector, que realiza distintos proyectos de
fomento de la alimentación local sostenible, desde los comedores escolares de primaria y
secundaria, a talleres formativos, mercados semanales de venta directa, mapeo de iniciativas de cultivo local, o la modificación de la planificación urbana para facilitar el acceso a
suelo para el cultivo comunitario. En Agosto pasó a formar parte de la Sustainable Food
Cities Network, que financiará a ciudades de Reino Unido en la mejora de sus sistemas
alimentarios.
En Canadá, Toronto se ha convertido en la primera ciudad en contar con una ley sobre
alimentación local, la Local Food Act, destinada a aumentar la soberanía alimentaria de
su territorio, asegurar el acceso y distribución de alimentos locales, comenzando por
los comedores de las instituciones públicas. En Estados Unidos también son numerosos
los estados que están desarrollando políticas, aprobando legislación, adaptando sus ordenanzas urbanas y creando entidades de coordinación para el fomento de la alimentación sana, sostenible y local, cabría destacar la Ordenanza y el Programa de AU de San
Francisco, aprobados en 2012, y el esperado plan urbano de Detroit, que tiene entre sus
principales retos ordenar las distintas manifestaciones de producción local que se han
desarrollado en la ciudad impulsadas por la sociedad civil.
En definitiva, la alimentación tendría que dejar de ser algo ajeno al urbanismo, tanto al
trabajar al interior de las ciudades como su entorno. ¿Estamos preparados? ¿Vamos en la
dirección correcta?
Aparentemente no hay mucho lugar para el optimismo. Hasta ahora la tendencia ha
sido demoledora para con los espacios agrícolas. En los últimos cincuenta años los suelos
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de mejor calidad han sufrido especialmente el crecimiento urbano, sobre ellos se produjo
más de la mitad de la expansión urbana entre los años 50 y 80, y el 70% en los siguientes
25 años (1980-2005), a esto hay que añadir el abandono de cultivos que se ha producido
por la presión urbanística. (Naredo et al, 2008)
Sin embargo hay margen de maniobra y el suelo urbanizado vacante ofrece una oportunidad inmejorable para avanzar. Según recoge el resumen estadístico de suelo vacante que
publica la Consejería, en 2006 había en la Comunidad de Madrid casi 5.500 hectáreas
de suelo vacante ¡urbanizado6! Difícilmente se va a edificar en los años inmediatos. Una
alternativa para esos suelos es dedicarlos a la agricultura, insertándolos en programas de
promoción de empleo y en planes de alimentación local sostenible. Una vez introducidas
nuevas dinámicas y mentalidades, del suelo vacante se puede pasar al resto del territorio.
Desde el urbanismo para un futuro más agrourbano y menos insostenible debemos facilitar una nueva empatía hacia los alimentos y hacia los agricultores, garantes de nuestra
salud y de nuestros paisajes agrarios (SIMON, MORAN y LOPEZ 2013). En este proceso
la agricultura urbana se convierte en una herramienta de transformación social, y los
nuevos movimientos de agricultura periurbana en una herramienta de transformación
territorial, reconstruyendo vínculos entre campo y ciudad desde la justicia social y ambiental v
Notas
1. En el ámbito internacional la atención es creciente, en 2010 se publicó el número especial de la revista
International Planning Studies titulado Feeding the city: the Challenge of Urban Food Planning, en el que se
hacía un recorrido por distintas experiencias internacionales.
2. En La Habana existe una de las redes de agricultura urbana más extensas del mundo: 4 millones de
toneladas de vegetales crecen por año en más de 200 granjas organopónicas. La agricultura urbana produce
el 90 por ciento de las frutas y verduras de La Habana y, al mismo tiempo, reduce la huella de carbono de la
ciudad, dado que los productos se comercializan en los mercados locales. En Secretaría del Convenio sobre
la Diversidad Biológica Perspectiva de las ciudades y la diversidad biológica – Resumen Ejecutivo. Montreal,
2012. 16 páginas
3. En el caso de Madrid el periurbano se extendería prácticamente hasta los confines de la comunidad.
4. Cada vez son más los esfuerzos que tratan de reconectar esa agricultura con la ciudad, el Libro El espacio
agrícola entre el campo y la ciudad (Vázquez y Verdaguer 2010) da un repaso a algunas de las experiencias
más notables.
5. En esta línea el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente publicó en marzo de 2013 un
estudio sobre “Los canales cortos de comercialización despuntan como nuevos mercados con gran potencial
en el sector agroalimentario” elaborado por el Observatorio de Precios de los Alimentos
6. 54.333.833 m2 de suelo vacante disponible (urbanizado) de los cuales 27.472.207 m2 son de suelo
clasificado de urbano y 26.557.695 m2 de suelo clasificado de urbanizable. En http://www.madrid.org/
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