PARÁBOLA DE LA PEQUEÑA ALMA Había una vez un alma que

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PARÁBOLA DE LA PEQUEÑA ALMA
Había una vez un alma que sabía que ella era la luz. Era un alma nueva, y, por lo
tanto, ansiosa por experimentar. «Soy la luz -decía-. Soy la luz.» Pero todo lo que
supiera al respecto y todo lo que dijera al respecto no podían sustituir a la
experiencia. Y en la esfera de la que surgió esta alma no había sino la luz. Todas
las almas eran grandiosas, todas las almas eran magníficas, y todas las almas
brillaban con el brillo imponente de Mi propia luz. Así, la pequeña alma en cuestión
era como una vela en el sol. En medio de la más grandiosa luz -de la que formaba
parte-, no podía verse a sí misma, ni experimentarse a si misma como Quien y Lo
Que Realmente Era.
Sucedía que esta alma anhelaba una y otra vez conocerse a si misma. Y tan
grande era su anhelo, que un día le dije:
-¿Sabes, Pequeña, qué deberías hacer para satisfacer este anhelo tuyo?
-¿Qué, Dios Mío? ¡Quiero hacer algo!- me dijo la pequeña alma.
Debes separarte del resto de nosotros –respondí- y luego debes surgir por ti
misma en la oscuridad.
-¿Qué es la oscuridad, oh, Santo?- preguntó la pequeña alma.
-Lo que tú no eres – le respondí y el alma lo entendió.
Y eso hizo el alma, apartándose del Todo, e incluso yendo hacia otra esfera. En
esta esfera el alma tenía la facultad de incorporar a su experiencia todo género de
oscuridad. Y así lo hizo.
Pero en medio de toda aquella oscuridad, gritó:
-¡Padre, Padre! ¿Por qué me has abandonado?
Igual que vosotros en vuestros momentos más negros. Pero Yo nunca os he
abandonado, sino que estoy siempre a vuestra disposición, dispuesto a recordaros
Quiénes Sois Realmente; dispuesto, siempre dispuesto, a recibiros en casa.
Así pues, sé la luz en la oscuridad, y no la maldigas.
Y no olvides Quién Eres mientras dura tu rodeo por el camino de lo que no eres.
Pero alaba la creación, aunque trates de cambiarla.
Y sabe que lo que hagas en los momentos de mas dura prueba puede ser tu
mayor triunfo, ya que la experiencia que creas es una afirmación de Quién Eres, y
de Quién Quieres Ser.
SEGUNDA MITAD DE LA PARÁBOLA DE LA PEQUEÑA ALMA
“Puedes elegir ser cualquier parte de Dios que desees ser”, le dije a la Pequeña
Alma. “Eres Divinidad Absoluta, experimentándose a sí misma. ¿Qué Aspecto de
la Divinidad deseas experimentar ahora como Tú?”
“¿Quieres decir que tengo una alternativa?”, pregunto la Pequeña Alma.
Yo respondí: “Sí. Puedes elegir experimentar cualquier Aspecto de Divinidad en,
como y a través de ti”.
“De acuerdo”, dijo la Pequeña Alma, “entonces, elijo el Perdón. Deseo
experimentar a mi Yo como ese Aspecto de Dios llamado Perdón Total”.
Esto creó un pequeño desafío, como podrás imaginar.
No había nadie a quien perdonar. Todo lo que Yo he creado es Perfección y Amor.
“¿Nadie a quién perdonar?”, preguntó la Pequeña Alma, con cierta incredulidad.
“Nadie”, repetí. “Mira a tu alrededor. ¿Ves algún alma menos perfecta, menos
maravillosa que tú?”
La Pequeña Alma giró a su alrededor y se sorprendió al verse rodeada por todas
las almas en el cielo. Habían llegado desde lejos, de todos los confines del Reino,
porque escucharon que la Pequeña Alma sostenía una extraordinaria
conversación con Dios.
“¡No veo a nadie menos perfecto que yo!”, exclamó la Pequeña Alma.
“¿A quién tendré que perdonar entonces?”
En ese momento, otra alma se acercó de entre la multitud. “Puedes perdonarme a
mí”, dijo esta Alma Amistosa.
“¿Por qué?”, preguntó la Pequeña Alma. “Llegaré en tu próxima vida física y te
haré algo, para que perdones”, respondió el Alma Amistosa.
“Pero, ¿Qué? ¿Cómo podrías tú, un ser de tan Perfecta Luz, hacer que desee
perdonarte?”, quiso saber la Pequeña Alma.
“Oh”, sonrió el Alma Amistosa, “estoy segura de que podemos pensar en algo”.
“Por qué deseas hacer esto?” La Pequeña Alma no podía comprender por qué un
ser de tal perfección deseaba disminuir tanto su vibración, que pudiera en realidad
hacer algo “malo”.
“Simple”, explicó el Alma Amistosa, “lo haré porque te amo. Deseas experimentar
a tu Yo Perdonando, ¿no es así? Además, hiciste lo mismo por mí”. “¿Lo hice?”,
preguntó la Pequeña Alma.
“Por supuesto. ¿No lo recuerdas? Hemos sido Todo de Eso, tú y yo. Hemos sido
el Arriba y el Abajo y la Izquierda y la Derecha. Hemos sido el Aquí y el Allí y el
Ahora y el Entonces. Hemos sido lo Grande y lo Pequeño, el Hombre y la Mujer, el
Dios y lo Malo. Todos hemos sido el Todo de Eso.
Lo hicimos por acuerdo, para que cada una de nosotras pudiera experimentarse a
sí misma como La Parte Suprema de Dios, porque comprendimos que...
“En la ausencia de eso que No eres, Eso Que Eres NO es.”
“En ausencia del "frío" no puedes sentir "calor". En ausencia de la "tristeza", no
puedes estar "feliz"; sin eso que llaman "mal", la experiencia que llaman "bien" no
puede existir.
“Si eliges ser una cosa, algo o alguien opuesto a eso tiene que mostrarse en algún
lugar de tú universo para hacer eso posible”.
El Alma Amistosa explicó entonces que esas personas son ángeles Especiales de
Dios y esas condiciones son Regalos de Dios.
“Sólo pediré una cosa a cambio”, dijo el Alma Amistosa.
“¡Cualquier cosa! Cualquier cosa”, respondió la Pequeña Alma. Estaba
entusiasmada al saber que podría experimentar cada Aspecto Divino de Dios.
Entonces comprendió el Plan.
“En el momento en que yo te golpee y te aniquile”, dijo el Alma Amistosa, “en el
momento en que yo te haga lo peor que puedas imaginar, en ese mismo
momento... recuerda Quién Soy Realmente”.
“¡Oh, no lo olvidaré!”, prometió la Pequeña Alma. “Te veré en la perfección en la
que tengo ahora y recordaré siempre Quién Eres”.
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