VEN, AMIGO DEL ALMA (Pentecostés) Reflexión dominical 31.05.09 Mons. José Ignacio Alemany Grau, Obispo Emérito de Chachapoyas. La Pascua ha sido una gozada. El hombre más maravilloso fue el más humillado. Pero Dios (Él era Dios) le hizo justicia. Y le resucitó y el domingo pasado celebramos su glorificación. Lo repetimos en el Credo: “Está sentado a la derecha del Padre”, que quiere decir que tiene el mismo poder y dignidad que el Padre y que el Espíritu Santo. Diez días después de la ascensión (y cincuenta días después de la Pascua) el pueblo de Israel celebraba la siega. Era el gozo de la cosecha y el Espíritu Santo viene para cosechar el fruto de la vida sacrificada de Jesús. Con la ascensión se fue Jesús, el “primer Consolador” enviado por el Padre y ahora viene el “otro Consolador”, el segundo, el enviado por el Padre y por el Hijo en cumplimiento de la promesa. El Espíritu llega a la Iglesia para conducirla a la Parusía, es decir, para cuidarla hasta que Jesús Rey, venga a instaurar definitivamente el Reino del Padre. La Iglesia por pedagogía y para darnos a conocer los misterios de Dios, nos separa los dogmas (verdades de fe) como para que ahondemos en tantas maravillas. Por este motivo nos enseña que el Padre Dios conduce la primera etapa de la historia de la salvación desde la creación a la venida de Jesús. Que en una segunda etapa, la más breve y la más fecunda, viene la Segunda Persona de la Santísima Trinidad. Y que en la tercera y quizá la más larga etapa, se encarga el Espíritu Santo. Pero la verdad es mucho más hermosa: la Trinidad entera no se separa nunca de nosotros. No puede actuar nunca una Persona sin que actúen también las otras dos. La fe nos lo enseña así y hay muchos textos que nos permiten gozarnos en esta verdad. - “Yo estaré con ustedes hasta el fin del mundo”, promete Jesús en la ascensión. - “Será amado de mi Padre y vendremos a él”, asegura en la última cena. En muchos textos de los evangelios Jesús se identifica con el actuar del Padre. Lo mismo se indica en el libro de la Sabiduría, por ejemplo en el capítulo 9. Muchas veces repetimos que estamos en el tiempo del Espíritu Santo y es verdad. Pero tengamos muy claro que es la Santísima Trinidad quien nos conduce y que adoramos a las Tres Personas inseparablemente. Nada escapa al poder del Padre y todo tiene su origen en Él. Ningún mensaje divino viene de otra persona que del Verbo, Palabra única del Padre. Nada nos entrega la Santísima Trinidad, sino por el Espíritu Santo en el que Dios se nos hace cercanía. ¡Maravilloso! ¿Quieres que Dios te regale “dones”, “frutos”, y por qué no, salud? Pide a Dios. La Iglesia en estos días pide el Espíritu Santo. En Él viene todo. Más la Iglesia necesita un nuevo Pentecostés. ¿Te extraña? ¿Como que no hubo más que uno? Ahora no podemos detenernos a recordarlo pero en los Hechos de los 1 apóstoles tenemos varios. Fíjate, por ejemplo, en el capitulo 4, versículos 2931. Lo mismo sucedió cuando Pedro visitó a Cornelio. Por eso, Pentecostés no es 50 días sino la promesa del Espíritu Santo. Y continuamente se repite esta presencia poderosa. También en tu vida. Sí. Te invito a reflexionar cuántas veces lo has recibido de una manera especial. Profundiza y aprovecha para santificarte. El tiempo pasa, pero el Espíritu Santo no pasa. El Cuerpo de Cristo sigue creciendo en la historia y es el Espíritu quien le da crecimiento y lo acompaña y le conduce a su plenitud. Repitamos mucho en estos días lo que reza la Iglesia: “Ven Espíritu Divino… padre amoroso del pobre… fuente del mayor consuelo… Ven, dulce huésped del alma… Entra hasta el fondo del alma divina luz y enriquécenos… y danos tu gozo eterno”. José Ignacio Alemany Grau, Obispo 2