ALMA BORICUA

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ALMA BORICUA
El que labra su tierra se saciará de
pan; más el que sigue a los ociosos
se llenará de pobreza.
Proverbios 28:19
El 11 de junio de 1923, mi tía Carmen Maunez, compró una copia de la recién
publicada canción patriótica Alma Boricua, escrita por el maestro de música
puertorriqueño don Clodomiro Rodríguez Colón, con letra de su hijo Dr. José Rodríguez
Pastor. Mi tía Carmen era una excelente pianista, de esas que se dan completamente a su
arte practicándolo a diario; luego de haberlo estudiado con seriedad con el Maestro
Burset, nos enseñó a todos en casa a gustar de la música, desde la popular hasta los
grandes clásicos.
Yo nací en el 1924, así es que me crié escuchando la música del piano de mi tía,
especialmente esta canción que tenía tanto significado para mí. Quizás sea esta la razón
por la que en los años treinta, cuando era prohibido en Puerto Rico enarbolar la bandera
puertorriqueña yo, con la anuencia de mis padres, y los aplausos de mi abuela Tella, que
era liberal, izaba mi bandera mono estrellada sobre el techo de nuestra casa en la calle
Esmeralda Núm. 10 de mi pueblo Humacao. Desde muy niño aprendí que todo lo
relacionado con mi patria, la única que Dios me dio, sus hechos e historia, era lo
primordial.
Don Clodomiro Rodríguez Colón nació en el pueblo de Cidra en el 1865 y murió en
San Juan de Puerto Rico en el 1930. Los pocos datos biográficos que tengo sobre este
distinguido músico puertorriqueño se los debo a la generosidad del excelso ponceño don
Adolfo Caballero Bernard. Agradeceré toda información que discípulos o conocidos de
don Clodomiro Rodríguez, puedan suministrarme.
Don Clodomiro fue maestro de música en Cidra, Salinas, Comerío, Cayey y San Juan.
Sus instrumentos preferidos fueron el piano, la flauta y el clarinete. En una reseña
biográfica que publicó el periódico El Cidreño, el 12 de marzo de 1977, escrita por el
Dr. José Rodríguez Pastor (hijo de don Clodomiro) nos dice: “Uno de los recuerdos más
agradables que tengo de mi adolescencia es el de los conciertos familiares que se
organizaban en nuestro hogar. El (don Clodomiro) tocaba la flauta, Soledad (mi hermana)
el piano, Tomadita (mi otra hermana) cantaba, y yo tocaba el violín”.
Y nos continúa diciendo el hijo de don Clodomiro: “Según puede verse por los
sueldos pequeños ($25.00 mensuales) que ganaban entonces los profesores de música,
nuestro hogar era bastante pobre; pero a mi juicio, no había un hogar más feliz en todo el
centro de la isla. Para nosotros, sus hijos, Clodomiro Rodríguez era la personificación de
todo lo más grande, noble y bueno que hay en el ser humano. Nuestra madre había
muerto de tuberculosis cuando éramos pequeños, y él trataba de suplirse ausencia,
tratándonos con un cariño y una devoción tales, que en poco tiempo logró hacer de
nuestras vidas infantiles una reproducción casi perfecta de la existencia en el paraíso
terrenal.
En ese empeño de hacernos felices le ayudaba la música, que era como parte de él
mismo. Aún recuerdo como nos tocaba dulces melodías en el clarinete o en la flauta, a
modo de canción de cuna, para que nos durmiéramos temprano”. Doy las gracias a este
buen hijo, el Dr. Rodríguez Pastor, ya fenecido, por tan nobles palabras sobre su padre.
Confío en que nuestros legisladores, maestros de música y aquellos que se preocupan
por exaltar nuestros más nobles valores se preocupen por rendir un homenaje (un
monumento) permanente y bien visible a la memoria de Don Clodomiro Rodríguez
Colón, por tan meritoria labor como hombre, como músico y como buen puertorriqueño
que nos dio lo que debiera ser nuestro segundo himno nacional, Alma Boricua que
dice así:
Dejé en los campos de la patria mía,
un paraíso un verdadero Edén,
encuentro el mundo un campo frío y desierto
al compararlo con mi Borinquen.
Viva mi patria mi bello país,
viva por siempre gloriosa y feliz,
Yo veo riquezas en esta tierra extraña,
yo veo bellezas muy dignas de admirar,
más hace falta un no se qué de encanto,
que sólo tiene mi terruño ideal.
Dejé al salir de aquellas playas níveas,
mi hogar querido el nido de mi amor,
dejé dos ojos que me lloran siempre,
dos ojos claros, limpios como el sol.
Yo soy boricua mi amor es Puerto Rico,
para mi islita no encuentro parangón,
nací en los montes del centro de mi tierra,
Yo soy boricua de sangre y corazón.
Este escrito fue publicado originalmente el miércoles 2 de mayo de 1990 en el
desaparecido periódico netamente humacaeño de Marcos Morales, El Regional, año 2
número 88 por Santiago Maunez Vizcarrondo.
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