SAMBRICIO CL 1999 02

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1rlos Sambricio
En torno a 1949: Gardella, del Msa
y la reconstrucción, a la moderna
arquitectura
Fue en torno a 1948 cuando, por primera vez tras
la Guerra Civil, la arquitectura española se propuso un quiebro más que singular: asignar a los
arquitectos no funcionarios la responsabilidad de
la reconstrucción, confiando a los técnicos de la
administración la misión de controlar y llevarla a
término. Aquella propuesta -nunca formulada
de forma tan explícita- buscaba romper la más
que regular atención que entonces se prestaba a
los organismos de desarrollar la reconstrucción
económica de la agricultura, optando por la
reconstrucción industrial, máxime cuando las
grandes ciudades estaban rodeadas por gigantescos cinturones de miseria y degrado. Fue entonces, en la V Asamblea Nacional de Arquitectos
(celebrada un año más tarde) cuando desde distintos frentes se presentan esquemas y alternativas
tendentes a modificar la situación. El problema no
era sólo el cansancio frente al falso monumentalismo y la voluntad generalizada por "hacer arquitectura moderna" (Fisac señalaba que ... todos estamos de acuerdo en la necesidad de abandonar el
camino que seguimos, por faltarle contenido vital),
sino cómo afrontar la construcción de las más que
necesarias viviendas económicas en los grandes
centros de población. En este sentido, el debate se
llevó tanto hacia la posible industrialización en la
construcción de la vivienda como hacia cuestiones
de método, abriendo la discusión quienes creían
en la necesidad de retomar el denostado pasado
racionalista como punto de partida de la nueva
arquitectura.
En aquella Asamblea surgieron (o, como consecuencia de la misma) actitudes bien distintas,
todas ellas preocupadas en el mismo tema: así, los
vizcainos (Bastida y Aman) propusieron -como
solución al problema de la vivienda- una detallada lista de cuestiones previas a resolver y dieron
un conjunto de plantas para viviendas económicas, dependiendo de los ingresos del futuro ocupante; Fisac, tras apuntar como modelo la realidad
nórdica -los arquitectos suecos .. .hacen sencillamente la arquitectura que hay que hacer- participaba en el Concurso para vivienda económica
convocado por el Colegio de Arquitectos de
Madrid, desarrollando una propuesta que, conceptualmente cuanto menos, se quería ligada a
aquella arquitectura: el Instituto Eduardo Torroja,
a su vez, convocaba un concurso para 50.000
viviendas prefabricadas, en la convicción que esta
era la única solución al problema. Y junto a todo
ello, el Colegio de Arquitectos de Barcelona convocaba otro concurso para construcción de viviendas de alquiler en el Ensanche, concurso al que se
presenta el grupo constituido por Mitjans,
Moragas, Tort, Sostres, Barcells y Perpiñá y en el
que, tras retomar el enfoque dado al tema por el
GATCPAC, en los años anteriores a la Guerra,
asumían los parámetros del funcionalismo y proponían distintas tipologías, llegando a la conclusión que la más eficaz era la lineal, con escalera sirviendo a dos viviendas por rellano. Pero, y sobre
todo, conviene destacar que a la citada Asamblea
asistieron los italianos Sartoris y Ponti, desempeñando cada uno de ellos papeles bien distintos:
porque si el primero buscaba mantener los contactos con la madrileña Escuela de Altamira (tanto
con Eugenio D'Ors como con Luis Felipe
Vivanco) señalando rígidamente, que la arquitectura de la reconstrucción en Europa no podrá ser otra
que la arquitectura intransigentemente funcional,
Ponti, por el contrario, se dirigiría -en su intervención- a los reunidos señalando, con sinceridad, que ... quiero tener con mis compañeros españoles una confidencia: encuentro entre vosotros
incertidumbre y titubeo.
Si el papel que en aquellos años jugaba Sartoris era
ya margina!, Ponti, por el contrario, no solo había
accedido a la dirección de la revista Domus -desplazando a Rogers- sino que junto a Figini y
Pollini desarrollaba proyectos de clara fidelidad al
elementarismo racionalista, donde la referencia
tanto al neoempirismo escandinavo como a obras
más recientes de Le Corbusier: su presencia fue
entonces más que significativa porque permitía
conocer, en aquella España, cuál había sido la actitud desarrollada por quienes buscaban definir las
pautas de la reconstrucción del patrimonio edilicio e infraestructural.
Sabemos que, en diciembre de 1945, se celebró
una jornada de reflexión sobre el tema en la que E.
N. Rogers introdujo el tema, interviniendo tras él
Gentili Tedeschi sobre Prefabricaczán y Gardella
sobre Necesidad de una evolución de la técnica
constructiva. Conscientes -ante la amplitud de las
destrucciones- de la necesidad de intervenir con
la mayor urgencia, en esos años es cuando se desarrolla en Italia la experimentación de tipologías
urbanísticas en los barrios periféricos: y es entonces cuando el debate se plantea no sólo desde el
análisis tipológico sino, como destacara Rogers en
su escrito Elogio della tendenza, publicado en
DOI7lUS en 1946, definiendo tres momentos del
proceso constructivo histórico, diferenciando qué
debe ser coherencia, qué tendencia y qué estilo:
insistiendo en la necesidad de establecer un método y no un estilo, Rogers reclamaba la necesidad
de valorar el racionalismo sin olvidar la influencia
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que, en los comienzos del siglo, tuviera \'Vright en
la conciencia de la arquitectura europea. Dicho de
otro modo, apuntaba la necesidad de estudiar la
moderna arquitectura como genealogía capaz de
unir unas obras con otras, ensanchando en consecuencia los estrictos límites culturales del movimiento racionalista y señalaba cómo, tras las fases
primeras de las vanguardias, era necesario elaborar una concepción dinámica de la cultura y de la
historia. Y aquellas lecciones fueron difundidas en
España de dos modos bien distintos: uno el del italiano Ignacio Gardella; otro, el del barcelonés
Josep María Sastres.
En un momento en que el objetivo no era tanto
recuperar los vínculos con el movimiento moderno como iniciar su revisión, avanzando hacia la
superación de las limitaciones que la cultura europea ponía en evidencia, Sastres señalaría, siempre
en aquel mismo 1949, que bemos de pensar que,
en mucbos aspectos, no somos rnás que los primitivos de la civilización moderna. Preocupado en
entender el organicismo como modalidad específica del funcionalismo, rechazaba las opiniones de
Sartoris debido, fundamentalmente, al estricto
análisis racionalista que este planteara, sólo un
año más tarde publica un estudio sobre funcionalismo y nueva plástica en el que, tras comentar el
viaje de Le Corbusier a Sudamérica, hace hincapié en detallar el ambiente arquitectónico creado
en Italia, alrededor de las trienales v se entrevé su
interés por un Gardella que romp~ con la "geometría mediterránea" propuesta por Figini y
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Pollini y abre vías a una invenclOn composltlva
definida por la síntesis funcionalista. Esa es
entonces, en mi opinión, la singular aportación de
Gardella a la cultura española: supone el ejemplo
de quien entiende el racionalismo como un proceso en evolución, como la posibilidad de integrar
la normalización de lo vernáculo con la nueva
imagen arquitectónica. Gardella llega a España en
un momento en el que, como se ha señalado, si
parla con sintassi "povere", como a voler rzflettere
le eondizzóni del frangente storieo impedendosi di
oltrepassarle. Como miembro del milanés
Movimento di studi per la arcbitettura (Msa había
participado en el Concurso Nacional de 1948 de
ideas "para la casa colectiva" para integrar elementos de la tradición popular en el lenguaje de
la arquitectura moderna (como, por ejemplo, en
la casa para el viticultor en Castana nel pavese) y
absorber las referencias de un ambiente inmediato, buscando desarrollar una personal expresión,
como se refleja en la casa de la milanesa via
Paleocapa. Al margen entonces de las relaciones
formales que se puedan plantear entre el edificio
para los empleados de la fabrica Borsalino, en
Alejandría, y las viviendas de la Barceloneta, la
presencia de Gardella en la nueva arquitectura
española es determinante: y consciente de la necesidad de interpretar el paisaje urbano, al tiempo
que destaca la imposibilidad de "copiar" las formas tradicionales, su figura será clave par quienes, en 1951, se aglutinen en torno al llamado
Grupo "R".
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