nro07 2002

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Revsita Virtual7
AL SERVICIO DE NUESTRA SOCIEDAD
Por Monseñor Hector Aguer
En los últimos meses nos ha acuciado un cuestionamiento que, en realidad, se viene
suscitando al modo de una conciencia enfermiza desde hace tiempo. Nos
preguntamos: ¿qué le pasa a la Argentina? Tratamos de esbozar una respuesta, una
interpretación de este grande y desdichado país que es el nuestro y al que amamos
como cosa y casa propias. No parece fácil acertar con una respuesta decidida,
convincente. Probablemente, ningún país de la tierra se ha interrogado tanto sobre
su propia identidad ni ha intentado con tanto énfasis interpretarse a sí mismo como
la Argentina. Estamos todavía procurando saber quiénes somos. ¿Será acaso éste un
signo de adolescencia nacional que perdura aun cuando va sumando años y años
nuestra historia? ¿No será ésta una causa principal de nuestra crisis permanente?
En la actualidad, el clima social se ha crispado sobremanera. Se buscan culpables y
en medio de la confusión, con el acicate de periodistas y comunicadores, podemos
acabar acusándonos todos recíprocamente. Y, por otra parte, no suelen enfocarse
con lucidez y coraje los problemas profundos, lo que podríamos llamar el "subsuelo"
de nuestra crisis presente. Los dirigentes, en especial los políticos, están en la
picota. Se encuentran bajo la sospecha general y entre ellos se busca a los
principales culpables. Debe advertirse, con todo, que existe un vínculo, una relación
recíproca entre los dirigentes y el pueblo; se puede interpretar esta vinculación
apelando a la figura de la personalidad corporativa. El país no está constituido
exclusivamente por quienes gobiernan o representan un papel directivo en la
sociedad; tampoco es el pueblo como masa indiferenciada o miembros dispersos, sin
organicidad ni cabeza. Si consideramos a la nación al modo de una personalidad
corporativa, se puede comprender correctamente la representación que han de
ejercer los gobernantes y la acción política que corresponde a los ciudadanos; debe
darse una implicación mutua, un continuo "va y viene" entre dirigentes y pueblo.
¿De dónde salen los dirigentes, sino del pueblo? Es decir, de las familias, de las
escuelas, de las instituciones de la sociedad. Habrá que revisar la función de los
partidos políticos y renovar las vías de representación, pero no podemos dejar de
interrogarnos sobre la cuestión de fondo. Ésta asoma en la conocida (y terrible)
sentencia que dice: "Los pueblos tienen los gobiernos que se merecen." Se puede
discutir sobre su verdad y vigencia, pero vale la pena meditar sobre ella. Me parece
que alude a aquella figura de la personalidad corporativa que hay que asumir o
recuperar como identificación posible de una nación, de un pueblo, de una cultura.
En el caso de la Argentina este fenómeno social y cultural se ha visto oscurecido y
trastornado a partir de la imposición de los proyectos filosóficopolíticos del
individualismo liberal y no ha encontrado una salida adecuada en las posteriores
propuestas alternativas.
Pues bien, aquí se plantea la cuestión de la educación. Las crecientes dificultades
que se experimentan en nuestra sociedad, el desgarramiento de los vínculos, la
incapacidad de los sucesivos gobiernos de ejercer efectivamente la función de la
kybérnesis, es decir, de dirigir hacia la meta congregando inteligencias y voluntades,
reactivando energías y entusiasmos en orden a ese fin que es el bien común, todo
ello, esa carencia y el menoscabo de la vida política auténtica, está señalando un
defecto en nuestra educación para la vida social. Se puede constatar fácilmente que
los argentinos somos geniales, que brillamos en el mundo destacándonos en
cualquier tipo de actividad la ciencia, las artes, los deportes; pero juntos somos un
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desastre, vivimos sumergidos en una especie de crisis permanente, que no acaba de
resolverse nunca. La falla está en una falta de conciencia y de afecto de nuestra
pertenencia a la realidad carnal y espiritual que es la Nación Argentina. Debemos,
pues, enfocar esta dificultad que supone una mala educación para la vida social.
Como educadores católicos corresponde que nos preguntemos qué hemos hecho de
esta finalidad esencial de la educación, que responde, además, a la dimensión social,
insoslayable, de la persona humana.
Si nos proponemos formar verdaderos cristianos y fomentar en nuestros jóvenes un
humanismo pleno, tenemos que dar cabida, con la amplitud y profundidad que
merece, a la dimensión social de la educación. La crisis argentina se inscribe en el
contexto de una cultura global marcada por el individualismo y el hedonismo, que
pervierte el sentido de los vínculos interpersonales y sociales, a la vez que impide
percibir en toda su claridad y belleza la idea auténticamente humana y cristiana de
la felicidad. La cultura vigente concibe una forma degradada de felicidad porque
constriñe esa realidad fundante de la vida moral y la limita al nivel superficial del
bienestar; asimismo, los demás, los otros, el prójimo resultan instrumentos para que
el individuo alcance y satisfaga sus intereses egoístas. Se pervierte también la
conciencia de la "projimidad". Desde nuestra perspectiva cristiana, en cambio,
nosotros afirmamos que la felicidad no es posible sin incluir a los demás, al prójimo,
a los amigos como decían los antiguos, como compañeros en su búsqueda y en su
gozo. Ciertos síntomas de disgregación social, que se advierten en la crisis actual y
que constituyen factores negativos de la cultura vigente, ponen en cuestión los
frutos de la educación argentina, manifiestan sus defectos históricos y el
agravamiento de los mismos en tiempos recientes. Pero esta decadencia nos impone
también a nosotros, educadores católicos, la obligación de interrogarnos seriamente
sobre nuestros posibles yerros en esta materia, para poder luego rectificar lo que
hubiere menester y contribuir así a la recuperación del sentido genuino de la vida
social. Cabe incluir en este capítulo la necesidad de transmitir con fidelidad, y según
corresponda a los diversos niveles educativos, los conceptos fundamentales de la
Doctrina Social de la Iglesia.
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Revsita Virtual7
LOS DOS MALTHUS
Por Fernando de Estrada
En la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo
celebrada en Río de Janeiro (1992) se reiteró la propaganda antinatalista propia de
varios sectores de ecologistas que atribuyen, por lo menos en gran parte, la crisis
ambiental al crecimiento de la población humana del planeta. Uno de sus
instrumentos fue el ya mencionado libro de Robert McNamara Una política mundial
de población para promover el desarrollo humano en el siglo XXI, donde el autor cita
muy al pasar algunos antecedentes sobre reclamos de control obligatorio del
crecimiento demográfico mundial para afirmar enseguida que sus puntos de vista
responden a una interpretación personal. Sin embargo, los suyos son argumentos
muy difundidos desde antes, en especial el que afirma que el aumento de la
población obliga a un consumo acelerado de los recursos naturales y torna
inmanejable el problema de la contaminación ambiental.
Este segundo argumento es el más novedoso -aunque no lo haya elaborado
McNamara- y establece la diferencia entre los antinatalistas actuales y sus
predecesores malthusianos. Thomas Malthus era un clérigo anglicano preocupado
por la perspectiva de que el crecimiento de la población humana fuese más rápido
que el de la producción de alimentos; para evitar tal desastre, proponía postergar la
celebración de los matrimonios hasta edades en que la fecundidad es menor.
Malthus hablaba así en 1798, cuando editó por primera vez su Ensayo sobre el
principio de la población; al republicar el libro en 1803 planteó la posibilidad de que
se inventaran otros métodos anticonceptivos, lo cual le escandalizaba y hacía
escribir: "Si fuera posible que cada matrimonio limitara voluntariamente el número
de sus hijos, hay razones para temer que la indolencia de la raza humana
aumentaría, y que ni la población de cada país ni la del mundo alcanzaría jamás su
desarrollo propio y natural".
También en la segunda edición Malthus perfeccionó su conocido axioma de que los
recursos aumentaban con proyección menor que la población. Dice, en síntesis, que
lo que siempre crece más que la disponibilidad de recursos son las apetencias
humanas, lo cual es un problema sin solución aunque se intensifique la oferta de
bienes. Esto es lo que se llama el pesimismo malthusiano, que parece referirse a la
actual sociedad consumista imperante en los países ricos antes que a la
superpoblación del planeta.
¿Por qué Malthus no ve salida al desequilibrio provocado por una demanda
creciente? La respuesta nos lleva al terreno de la ética, porque según Malthus la
adecuación necesaria supondría un aumento de la virtud entre los individuos...pero
según la economía clásica en cuyas filas revistaba Malthus el principio activo no es la
ética sino el lucro: los intereses económicos funcionan automáticamente.
El reverendo y el mundo cultural al cual pertenecía no podían concebir que la
actividad económica admitiese regulaciones de tipo moral, pues suponían a éstas
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válidas sólo para las conciencias de las personas particulares. Allí radica la diferencia
entre teorías llamadas clásicas (tributarias de Adam Smith) y las enseñanzas
pontificias, que invariablemente han tomado al hombre en sus dos dimensiones, la
individual y la social. Esto se comprueba fácilmente al reparar en los contextos de
los grandes documentos papales que versan sobre la moral personal: casi siempre, a
una Encíclica de este género corresponde próximamente otra destinada a orientar
sobre las condiciones colectivas necesarias para vivir las exhortaciones a la
conciencia individual. Así, la Casti connubi de Pío XI se complementa con la
Quadragesimo anno, y otro tanto ocurre con Humanae vitae y Populorum progressio
de Paulo VI, y con Veritatis splendor y Centessimus annus de Juan Pablo II.
Malthus, como se advierte, se hubiera sentido incómodo con las prédicas de
McNamara, Sadik y muchos otros neomalthusianos de hoy. También con los que se
proclamaron sus seguidores en el siglo XIX, militantes activistas que no pudieron
ganarse otro lugar que un segundo plano en el feminismo de entonces. Su más
agitada representante, Annie Besant, debió orientar los bríos hacia el ocultismo
hinduista, donde adquirió predicamento suficiente como para que hoy los esoteristas
del movimiento "New Age" la exalten como una de sus precursoras.
El neomalthusianismo recién conocería días de gloria a comienzos de la segunda
mitad del siglo XX, llevado de la mano del primer director de la Organización de las
Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), Lord Boyd-Orr. Aquella
época de postguerra mundial y guerras independentistas o ideológicas acarrearon
problemas graves en la producción y distribución de alimentos, especialmente en los
países de lo que se comenzaba a llamar Tercer Mundo. Pero en lugar de atribuirse las
hambrunas a esas circunstancias "políticas y administrativas", como señalaba Colin
Clark, la FAO y otros organismos influidos por el neomalthusianismo comenzaron a
denunciar como causas fundamentales de la escasez al crecimiento
desproporcionado de la población en los países afectados.
La renacida corriente antinatalista contaba con escasas posibilidades de orientar los
asuntos internacionales mientras no obtuviera ascendiente en Estados Unidos,
centro imperial del poder. La situación allí no les era en principio demasiado
favorable, pues la nación conocía después de la Segunda Guerra Mundial el "baby
boom", como se llamó al notable incremento de los nacimientos. Como es natural,
los norteamericanos estaban muy contentos con su prole, y por añadidura el
acelerado progreso económico no contribuía a que se sintieran desgraciados.
El camino del neomalthusianismo no podía en tales condiciones insinuarse como
posible solución a un problema interno de Estados Unidos (excepto en cuanto
manipulara el conflicto racial, como efectivamente lo hizo). En cambio, resultaba
seductor en una cuestión de política externa que molestaba en los bolsillos de los
contribuyentes norteamericanos: la ayuda económica a los países pobres. ¿Por qué
ayudar a esos irresponsables -era, en trazos gruesos, el argumento- si ellos mismos
son los responsables de su miseria al engendrar más hijos de los que pueden
sostener?
De acuerdo con los cánones de la propaganda política convenía machacar con esta
idea simplista sobre la opinión pública hasta imponerla como verdad inconcusa. Tal
fue la tarea de organizaciones privadas como el Consejo de Población, la Federación
por la Paternidad Planificada y, especialmente, las fundaciones Ford y Rockefeller. El
presidente de esta última institución se refirió al tema en 1965 ante la subcomisión
del Senado para la Ayuda Exterior expresando:
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"Reconozco que a veces es difícil para el gobierno tomar iniciativas en cuestiones
políticamente delicadas. El gobierno se mueve más fácilmente cuando la necesidad
ha sido demostrada, cuando la opinión pública ha comenzado a formarse, cuando el
asunto está sobre la marcha. A mi entender, hemos alcanzado este punto con
respecto al problema de la población".
La intervención de Rockefeller se había producido dentro de una serie de audiencias
especiales preparadas por la mencionada subcomisión senatorial a las cuales se
invitó también, como "vocero de América Latina" (aunque sin especificar quién le
confiriera tal representación), al ex presidente de Colombia y editorialista de la
revista "Visión", Alberto Lleras Camargo. En su exposición, desarrollada el 9 de julio
de 1965, dijo textualmente:
"Lo que ha causado la crisis es la velocidad a que está creciendo la América Latina.
Si el aumento de población no estuviera adelantando a tan desordenado ritmo, el
problema sería manejable. Pero al ritmo que va, está más allá de las proporciones
manejables, y ciertamente más allá de las posibilidades de los latinoamericanos para
dominarlo... El único camino para resolver este problema es el control de la
población". Los avances notorios del neomalthusianismo encendieron la luz de
alarma entre los católicos norteamericanos, quienes se vieron interpretados por la
Conferencia Católica de Pennsilvania al reclamar ésta ser escuchada en la
subcomisión del Senado. La protesta llevada por su representante manifiesta en
algunos de sus párrafos:
"En vista de que el Congreso proyecta embarcar a la Nación en un programa tan sin
precedentes, la Conferencia Católica se siente en el deber de consignar su convicción
de que el poder público y los fondos públicos no deben ser empleados en proveer
servicios de control de la natalidad...
"Es fácil dejarse hipnotizar por conceptos de planificación social, así como desear las
vías más cortas para resolver los complejos problemas de nuestro tiempo. Pero
debemos recordar que planear las familias es una cosa radicalmente distinta de
planear las vías de comunicación, y que el control gubernamental de los nacimientos
puede llegar a ser un control gubernamental de la vida. En esto no hay lugar para el
Gobierno".
La posición oficial de la Iglesia se renovó por obra de su más alta autoridad, el papa
Paulo VI, en 1968 al promulgarse la Encíclica Humanae Vitae. Es más que
conjeturable que la oportunidad de este documento no se relacionó sólo con la crisis
doctrinaria y teológica que desgarraba por entonces a las filas católicas, sino
también por los avances del neomalthusianismo dentro del poder político de los
Estados Unidos.
El totalitario ZPG
También el año 1968 conoció un avance publicitario resonante de los
neomalthusianos. El mismo consistió en la aparición del ya mencionado La bomba
poblacional, libro de Paul Ehrlich, un profesor de biología de la Universidad de
Stanford instalado desde entonces bajo los reflectores de los "mass media". Ehrlich
sostenía que el control de la natalidad se había vuelto imperativo no sólo en los
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países subdesarrollados sino también en los industrializados.
El aporte de Ehrlich a la causa neomalthusiana radica principalmente en que vincula
los problemas que aquejan al medio ambiente con el supuesto exceso de población.
No sólo la contaminación de todo tipo es para él consecuencia del desborde
demográfico, sino que también lo son el aumento de la delincuencia, la difusión de
enfermedades, la crisis educacional, los trastornos sociales. La casi totalidad de las
preocupaciones ecológicas contemporáneas se resolverían de acuerdo a esta versión
si se impusiera el control de la natalidad en todo el orbe habitado.
Esta prédica logró asimismo renovar sus voces de batalla al encontrar la expresión
"crecimiento cero de población", en inglés "zero population growth" de donde el más
coloquial "ZPG".
ZPG, pues, era el objetivo más importante para la humanidad y había que
encaminarse hacia él sin demoras ni vacilaciones. Pero, ¿quién pondría en
funcionamiento la cantidad de energías sociales necesarias para tal empeño? En las
audiencias del Congreso de los Estados Unidos celebradas en 1965, Rockefeller había
insinuado ya el contenido de la respuesta:
"El problema es no sólo cantidad de gente contra cantidad de recursos naturales,
sino también de recursos espirituales. Esta dimensión es la suma total de las
necesidades mentales, emocionales y espirituales. Más importante aún que los
medios del Gobierno para abordar el problema de la población es quizás la decisión
que el Gobierno tenga de acometer tan formidable tarea. Solamente los Gobiernos
tienen la capacidad del esfuerzo sostenido y coordinado. ..Solamente los Gobiernos
pueden asegurar que las miríadas de decisiones individuales que son la verdadera
sustancia del problema de la población, se tomen a la luz del conocimiento y no en
las tinieblas de la ignorancia".
Acaso estos conceptos de uno de los hombres considerados especial encarnación del
más crudo capitalismo parezcan extrañamente cargados de colectivismo. Es bueno
recordar que se trata de un lenguaje anticipado en las previsiones de Federico
Engels, el colaborador de Carlos Marx, cuando aseguraba que la concentración del
poder económico otorgaría a sus dueños un poder sobre la sociedad muy parecido al
que podrían ejercer los dirigentes socialistas de un capitalismo de Estado.
En 1972 se percibió el influjo de estas consideraciones en el seno de las Naciones
Unidas al crearse un grupo de trabajo para analizar la posibilidad de fijar controles
internacionales a las empresas dedicadas al descubrimiento y explotación de
recursos económicos. La consecución del ZPG, en efecto, lleva de manera inexorable
a la planificación de la economía, pues las oscilaciones de ésta se relacionan con las
de la población.
Tales avances, de inconfundible tufillo totalitario, no pueden sorprender, pues la
realización en escala planetaria de un holocausto de la descendencia humana no
lograría ejecutarse sino por obra de un poder casi ilimitado, capaz de devorar por
igual a generaciones no nacidas y a las libertades civiles que pudieren quedarles a
sus frustrados padres.
Seguridad en peligro
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A partir de 1965, la Agencia para el Desarrollo Internacional (AID), dependiente del
Departamento de Estado de los Estados Unidos, comenzó a canalizar importantes
fondos oficiales hacia organizaciones antinatalistas o a emplearlos en programas de
control demográfico: pocos años después las sumas destinadas a ese fin excedían
tres veces a las asignadas para programas de salud.
Las fundaciones Ford y Rockefeller continuaron con sus aportes paralelos a la acción
de la AID, con el resultado de que una década después (1976) las partidas públicas y
privadas originadas en los Estados Unidos para favorecer el control de la natalidad
en el resto del mundo llegaban a los 1.500 millones de dólares anuales.
El responsable de los programas de control demográfico de la AID desde sus inicios,
R. T. Ravenholt, expresaba el 12 de mayo de 1977 al "Evening Press" de Dublín que
el control de la población era necesario para la seguridad del comercio internacional
de los Estados Unidos. "Si no ayudamos a los países del Tercer Mundo a resolver sus
problemas sociales y económicos, se rebelarán contra la presencia comercial de los
Estados Unidos", aclaraba; "el interés propio es un elemento estimulante para
nosotros".
Ravenholt decía con voz quizás demasiado alta lo que los funcionarios de primer
nivel en el gobierno conversaban reservadamente. El 10 de agosto de 1970 el
presidente Richard Nixon había encomendado al Consejo Nacional de Seguridad que
elaborara una política con referencia al aumento de la población en los países
subdesarrollados. Tal cometido se satisfizo el 10 de diciembre de 1974 cuando el
Consejo -presidido por el Secretario de Estado Henry Kissinger- produjo el Estudio
Memorandum 200 para la Seguridad Nacional, cuyo subtítulo era Implicaciones del
crecimiento de la población mundial para la seguridad y los intereses ultramarinos
de los Estados Unidos.
El 26 de noviembre de 1975 el presidente Gerald Ford autorizó que el Memorandum
fuese comunicado a los funcionarios del gobierno a fin de ponerlo en ejecución. Su
vigencia no se ha interrumpido.
El Memorandum 200 señala que el crecimiento poblacional de los países pobres
puede provocar un desequilibrio de poder con perjuicio de los Estados Unidos. A fin
de evitarlo se recomienda una cantidad de medidas, entre las cuales:
1) utilizar la AID para la ejecución de programas de control de la población
condicionando al cumplimiento de ésta la concesión de ayuda alimentaria;
2) llegar a un compromiso mundial político y popular para la estabilidad de la
población;
3) financiar programas de control de población mediante el Banco Mundial;
4) otorgar atención preferente para moderar el crecimiento poblacional en algunos
países de interés estratégico y político especial; esos países clave son: Bangladesh,
Brasil, Colombia, Egipto, Filipinas, India, México, Nigeria, Pakistán, Tailandia y
Turquía;
5) destacar en los programas los derechos de los individuos y parejas a determinar
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el número de hijos y a obtener los medios necesarios para ello;
6) evitar que la aplicación del programa tenga apariencias de una influencia
extranjera;
7) utilizar organizaciones no gubernamentales para implementar programas de
control de la natalidad;
8) recomendar a las embajadas de los Estados Unidos que aprovechen toda
oportunidad para promover programas de control demográfico;
9) obtener apoyo para estos programas entre los líderes políticos de los respectivos
países;
10) difundir los programas a través de las tecnologías de comunicación más
modernas.
En el Informe 200 aparecen como justificaciones de estas medidas los conflictos
sociales y políticos que presuntamente derivarían de la situación de pobreza
exacerbada por la superpoblación; no se trata solamente de un crecimiento de las
exigencias de consumo, sino de factores como la presencia de mayorías juveniles en
las poblaciones de los países pobres, sector que el Informe considera especialmente
sensible a movimientos de tipo "antiimperialista". Asimismo reconoce que el
crecimiento demográfico implica cierta adquisición de poder político, lo cual ve como
un principio de amenaza.
Se observa, pues, en el Informe la presencia de una de las actitudes de la política
norteamericana respecto a los países pobres que puede ser calificada como de
gendarme universal. En rigor, la experiencia diplomática de los Estados Unidos
aconseja la actitud opuesta, es decir, de generosidad como se manifestó con el Plan
Marshall, que al levantar la economía de los países de Europa Occidental aseguró
mercados y oportunidades necesarios para la expansión de la economía
norteamericana. Otro tanto sería posible con iniciativas similares en regiones cuya
pobreza determina su exclusión del sistema económico mundial.
Por otra parte, sin entrar en consideraciones éticas, económicas y políticas, las
experiencias que aporta la demografía también contradicen la conveniencia de la
postura expresada en el Memorandum 200. Una la recoge el mismo Memorandum
200, aunque no extrae las conclusiones del caso y es que en circunstancias de
producirse un fuerte crecimiento de la economía hay también un aumento
importante de población; desde luego, si ésta participa plenamente de la actividad
económica y se procede a la vez a un cuidado racional del ambiente, no existe
problema de superpoblación.
A este respecto es conveniente recordar las reflexiones que desgranaba el
economista liberal Friedrich von Hayek en su último libro, La fatal arrogancia: "A
medida que se intensifican los procesos de intercambio y se perfeccionan los medios
de comunicación y transporte, el aumento demográfico no puede sino resultar
provechoso para la evolución económica, que favorece una más acusada diversidad
laboral y una más elaborada diferenciación y especialización, todo lo cual sitúa a la
sociedad ante la posibilidad de aprovechar recursos económicos antes inexistentes y
elevar así notablemente la productividad del sistema..."
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"...Nada justifica que desde los países desarrollados se recomiende a los menos
desarrollados que pongan fin a su crecimiento, o que se intente interferir en sus
políticas nacionales, a lo cual estos países con razón se resisten...En estas regiones
es preciso que la población aumente si se desea alcanzar los niveles de bienestar a
que se aspira. Es su propio interés el que exige su potenciación demográfica. Y sería
presuntuoso y difícilmente defendible desde el punto de vista ético inducirles, y más
aún forzarles, a contener su expansión".
Otra comprobación de la demografía manifiesta cómo cuando una comunidad
alcanza un grado elevado de progreso económico éste va acompañado por un
descenso del índice de natalidad, razón por la cual cabría prever una estabilización
espontánea de la población sin necesidad de interven-cionismos tan peligrosos como
los recomendados en el Memorandum 200.
No debe creerse que esta política demográfica refleja a la opinión pública de los
Estados Unidos de manera completa, especialmente en lo que se refiere al eventual
auspicio del aborto, tema cuyas resonancias son altamente polémicas según puede
comprobarse en cualquier campaña electoral. Es la política de un sector, que hasta
ahora prevalece y que cuenta con seguidores en los países para los cuales se
prepara el invierno demográfico; por consiguiente es dable esperar una rectificación
si la clase política norteamericana registra cambios en sus componentes.
Entretanto, el Memorandum 200 ha logrado éxitos importantes. Por ejemplo, según
informó en la Conferencia de Río el Instituto Brasileño de Geo-grafía y Estadísticas,
más del cuarenta por ciento de las mujeres en edad fértil en Brasil ya han sido
esterilizadas, y en el Estado de Goias la tasa llega al 71 %.
Las Conferencias sobre Población
Sin esperar a los resultados del Memorandum 200, el Fondo de Población de las
Naciones Unidas había iniciado una serie de conferencias internacionales decenales
de las cuales la primera se realizó en Bucarest entre el 9 y el 30 de agosto de 1974.
Luego de la presentación de ponencias y de los debates, se aceptó sin votación un
"plan de acción" que dejó en estado confuso muchos de los temas centrales del
encuentro.
La Segunda Conferencia Internacional de las Naciones Unidas sobre Población tuvo
lugar en México entre el 6 y el 14 de agosto de 1984. Sus pautas estaban fijadas por
el "plan de acción" de Bucarest y hubo de profundizar más en él. Consecuencias de
ello fueron la condenación del aborto como método de planificación familiar, la
recomendación de otros sistemas y el reconocimiento de inciertos "derechos
sexuales de parejas e individuos" incluidos los adolescentes.
La Tercera Conferencia ha sido la de El Cairo, cuyo proyecto de Documento Final
encendió polémicas en las reuniones previas. Dicho texto adelantaba innovaciones
fundamentales, entre ellas el aborto, presentado ahora como un derecho de la
mujer. Se hablaba asimismo de varios tipos de familia en un contexto favorable a la
interpretación de que entre ellos quedaría incorporada la unión de homosexuales. En
general, los conceptos de varios tipos de familia y de derechos a la sexualidad
comprometían gravemente todo lo que hasta el presente ha sido considerado
esencial de la institución famililar.
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Las protestas no tardaron en mostrarse. La Academia Africana de Ciencias -que
congrega a las academias oficiales de todo el continente negro- repudió cualquier
iniciativa de la Conferencia en favor del "crecimiento demográfico cero", nuestro
conocido ZPG. "En África" -afirma la correspondiente declaración de la Academia- "la
población sigue siendo un importante recurso para el desarrollo, sin el cual los
recursos naturales quedarían latentes e inexplotados. Por ello, el desarrollo de los
recursos humanos debe incluirse en los debates sobre población y recursos durante
la Conferencia de El Cairo".
Análoga objeción al desinterés por el desarrollo elevó la nota de la Santa Sede sobre
el Proyecto de Documento Final. Luego de recordar que de las ochenta y tres páginas
del Proyecto se dedicaban sólo seis al desarrollo, el Vaticano se preguntaba si este
concepto era claro para los organizadores de la Conferencia. Destacaba también que
según el Proyecto "la pobreza es resultado del crecimiento de población", pero que
no se tomaba en cuenta que "la caída de las tasas de crecimiento demográfico de
América Latina en los últimos diez años fue acompañada por una regresión de los
índices de desarrollo económico. Este argumento de todo un continente está
ausente, dato que no coincide con la tesis oficial de los autores del documento".
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Sobre la enseñanza de la Ética aplicada a la economía y los
negocios
Por Gabriel Mariano Arrue - Universidad Católica de La Plata
¿Puede la enseñanza de la Ética convertirse en una actividad inmoral?
Esta pregunta es similar a otras como: ¿puede la planificación
económica volverse antieconómica? O bien ¿puede la actividad política
(partidaria) atentar contra el bien común? O aun ¿puede la enseñanza
de la Catequesis ahogar las inquietudes auténticamente religiosas?
(1)Estas preguntas tienen en común su carácter paradójico. Y lo interesante de ellas
es su poder de revelar cada una todo un campo de problemas tan difíciles como
importantes para nuestra vida. Una consideración pensante de estas preguntas no
puede con honestidad pasar rápidamente a la respuesta. Sería sencillo para un
economista responder bajo qué condiciones tiene sentido hablar de planificación, o
discernir qué es legítimo planear en economía y qué debe tomarse como dato cuasi
natural incontrolable con tecnología alguna, o aún responder dogmáticamente
definiendo estrictamente los términos que intervienen en la cuestión. Una respuesta
más sencilla que también podría considerarse válida para la tercera de las preguntas
diría que todo depende de la honestidad y la capacidad de los agentes. Y aunque no
se mencione frecuentemente en los medios periodísticos, pero sí en el cine, la
televisión y otros medios culturales de comunicación, la respuesta acerca de la
capacidad y honestidad de los agentes es ya un tópico cuando se habla de religión en
nuestra sociedad. Curioso que ninguna argumentación puede eliminar la paradoja.
Estas cuatro preguntas pueden recibir tanto una respuesta por si como por no. Lo
que nos interesa al pensar en la pregunta y no en sus posibles respuestas no es el
juicio técnico o psicológico o aún moral sobre la acción efectiva de determinados
agentes en circunstancias dadas. Lo que nos ocupa en este momento, aquello que
queremos cuidar, considerar, es el significado del sujeto por quien se pregunta: la
enseñanza de la Ética. Bien entendido que al hablar del significado nos referimos no
sólo a la idea sino también a la realidad significada con las palabras Ética y
enseñanza de la Ética.
¿Qué es la Ética, de qué realidad se ocupa esta disciplina tan antigua y actual, cuáles
son los problemas que permite enfrentar, es sólo un arte o como toda ciencia tiene
una dimensión crítica? ¿Cuál es la función del estudio y de la enseñanza de la Ética
en la Universidad, especialmente qué desafíos enfrenta la enseñanza (y su estudio
nunca acabado) de la Ética en relación a los negocios y la economía? ¿Forma parte la
Ética del conjunto de tecnologías disponibles para maximizar los beneficios, o para
mejorar la imagen pública, o para dar garantía a los mecanismos de negociación y
desempeño de todas las actividades en todos los niveles de la economía? Nos
interesa por un momento enfocar qué ha sido y qué creemos que sea la Ética.
Ciertamente la enseñanza de esta disciplina como materia en la Universidad puede
tener variadas utilidades. Pero si trata verdaderamente de Ética no hay que esperar
de ella lo que no puede dar, el éxito o las ganancias. A veces se habla de humanizar
las relaciones económicas. Pero sin importar los matices que se de a esta expresión
se trata de una meta y no de un medio para lograr otro fin. Por eso se comprende
que no siempre la actitud y la acción moral obtengan por sí solas el resultado
esperado más allá de la misma acción debida. Para no dejar lugar a dudas no es
incompatible el éxito ético empresario con su fracaso económico-financiero. Con la
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misma claridad se puede preguntar ¿es posible hablar de triunfo en los negocios
cuando el precio pagado ha sido un desempeño inmoral, o puede haber éxito
económico de un individuo, grupo o sector a costa del fracaso de otros o aún,
independientemente de la frustración de los otros? En todo caso ¿qué significa
triunfar en la vida? La Ética tiene mucho que ver con esta manera amplia y profunda
de plantear el éxito. Se trata de la realización de una vida plena, en el seno de una
comunidad, con los otros y para los otros en instituciones justas. En esta última
afirmación se puede ver que el punto de vista de la Ética puede ser el de la primera
persona, pues responde al cuidado de sí mismo que toda persona vive. Pero es un
punto de vista ampliado por la pertenencia a una comunidad, a una sociedad con sus
tradiciones. Sin esta pertenencia no hay identidad personal. Y lo que vale para el
individuo persona vale para las personas jurídicas, todo tipo de empresa o
institución.
Llegados a este punto algún sorprendido podría preguntarse: ¿qué tiene que ver
todo esto con la ética? o mejor ¿qué tiene que ver la felicidad (que a ella se parece lo
dicho) con la ética? Para quien tiene alguna formación intelectual desde el
cristianismo o para quien conoce el pensamiento clásico y la idea aristotélica de la
Ética, la respuesta es evidente. Pero para una mentalidad moderna corriente,
ilustrada desde otra perspectiva, la kantiana, por ejemplo, lo evidente es la
distinción entre felicidad y moralidad. Lo cual no significa por supuesto que la
felicidad no tenga relación alguna con la vida moral en el pensamiento de Kant. Por
otra parte quizá no haga falta destacar que la idea moral del deber, concepto central
de esta tradición moderna, también aparece en el párrafo anterior junto a la idea de
felicidad. Y este es el desafío central para la constitución de una Ética actual, la
integración de estas dos tradiciones.
Son muchos los que trabajan en esta dirección. Me permitiré mencionar uno de los
frutos de esta empresa. En Sí mismo como otro (2), Paul Ricoeur dedica tres
estudios de los diez que conforman la obra a la Ética. Llama "pequeña Ética" al
conjunto de estos tres capítulos porque ofrecen una visión completa aunque
sintética de la Ética. Sin entrar en los detalles podríamos retener de este enfoque un
concepto profundo y actual de la Ética.
Pueden distinguirse tres momentos en la acción humana moral: el primero consiste
en la intencionalidad ética de una vida realizada. El segundo es el momento de la
articulación del proyecto de vida dentro de normas caracterizadas a la vez por la
pretensión de universalidad y por un efecto de restricción; para este segundo
momento reserva el término moral (3). El tercer momento no añade una nueva
instancia para el juicio moral de la situación; se trata de la sabiduría práctica
(prudencia en sentido aristotélico) que frente a los conflictos planteados por el
choque entre los hechos y la norma moral no encuentra otro recurso que la vuelta a
la intencionalidad ética. Es decir, en la acción concreta muchas veces la ley (moral)
no aclara qué sea lo justo y conveniente aquí ahora. Su aplicación literal pude dañar,
causar mayores males e injusticia. Por eso, en esos casos no contamos más que con
el recurso de convicción que se apoya en la intuición del objetivo de la vida buena
con y para los otros en instituciones justas (4).
Estos tres momentos componen un cuadro completo de la vida ética (5). No sería
suficiente como puede comprenderse investigar o enseñar el segundo momento, el
deontológico (6). De hecho ésta es una práctica más común. Y puede constatarse por
el nombre pero más claramente por los contenidos tratados en las asignaturas. Por
otra parte si bien el tema de los ideales de vida forma parte de la Ética, lo que
significa que son objeto de análisis y puede argumentarse a favor o en contra de
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ellos contra lo que alguno podría pensar (7); el momento deontológico, el paso por
la norma, es la prueba de toda intencionalidad ética, y por eso es necesario este
momento. El peligro de separar ambas dimensiones es doble. Por un lado, los ideales
de vida sin la mediación de la ley moral pueden convertirse en ilusiones, en formas
de vida sectarias en conflicto con el conjunto de la sociedad o con otras formas de
vida más lejanas. Por otro, el exceso de formalismo en la atención a principios sin
conexión con los valores y tradiciones vividos enerva la acción común y conduce al
individualismo egoísta. Se cumple con los principios porque conviene a diversos
intereses individuales, sin importar el significado de los principios ni su correcta
interpretación en el contexto de una comunidad histórica.
Es importante comprender que al hablar del momento deontológico no nos referimos
a una tabla de principios bien establecidos e incuestionables. Ciertamente existen
códigos, son necesarios. Pero la enseñanza de la Ética no se limita a transmitir, ni
siquiera comprender el significado de los Códigos de ética profesional existentes.
Más bien, y nos referimos ahora sólo al momento deontológico, se trata de
comprender la acción moral como un proceso complejo de toma de decisiones
responsables. Proceso que puede someterse a evaluaciones de tipo formal pero no
sólo. Evaluaciones que dependen de criterios formales pero también materiales, es
decir, de ideales de vida, tradiciones, creencias. Lo que Charles Taylor llamó
valoraciones fuertes (8).
Se podría obtener una primera conclusión de estas reflexiones. Enseñar Ética
profesional, Ética aplicada, como quien enseña una receta para la acción puede
provocar más daño que bien. Aunque se busque la comprensión de los principios,
enseñarlos como las verdades que hay que realizar puede llevar a simplificar y a no
comprender el sentido ético-moral de las acciones buenas, de las acciones debidas u
obligatorias. Como disciplina racional la Ética no puede olvidar su exigencia de
crítica. Y debe indagar no sólo sobre tal o cual principio: debe interrogarse acerca de
la idea de principio o ley moral, acerca de la idea de justicia, de autoridad, de
legitimidad, de ideología, de acuerdo, de libertad, de derecho, de institución, de
sociedad, de comunidad, de nación, etcétera. La función crítica de la Ética afecta
también al primer momento, el de la intencionalidad ética de una vida buena. No
puede aceptarse sin argumentación ningún valor establecido (9). Podría objetarse
que se confunde aquí la Ética general con la Ética aplicada. Sin negar la utilidad de la
clasificación, y adoptando su perspectiva, la idea presente en estas breves
reflexiones es que no se puede enseñar Ética aplicada sin enseñar Ética general.
(1) Quizá también ¿puede la enseñanza de la Filosofía conducir al olvido de las
cuestiones que son vitales de pensar?
(2) Madrid, Siglo XXI, 1996 [Trad. de Soi-même comme un autre, París, Seuil, 1990].
(3) No intento justificar la terminología adoptada por el autor. Aquí simplemente nos
interesa comprender sus ideas.
(4) Esta suspensión de la ley para obrar con justicia es la epieikeía aristotélica. En
ella se basa la idea de derecho natural. En Aristóteles el derecho natural es una
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instancia crítica frente a los abusos o limitaciones del derecho positivo. Los
racionalistas modernos convirtieron el derecho natural en un conocimiento positivo
intentando conservar su función crítica respecto al derecho positivo. ¿Qué instancia
crítica nos queda frente al derecho natural (entendido como corpus dogmático)?
(5) Dejemos de lado aquí el tercer momento vinculado a la experiencia, el cual sin
embargo también puede ser objeto de una reflexión disciplinada, por ejemplo en la
jurisprudencia. Nos importa ahora comprender la relación dialéctica de las
dimensiones llamadas por Ricoeur ética y moral. Y más aún, la subordinación de la
dimensión deontológica (moral) de la acción a su dimensión teleológica (ética).
(6) Las siguientes reflexiones se apoyan en la Ética de Ricoeur pero no fueron
realizadas por él.
(7) La opinión de que las preferencias acerca de fines en la sociedad no pueden
justificarse racionalmente es una idea conocida de Popper que tiene amplias e
inaceptables consecuencias en la epistemología de la economía.
(8) Con esto me refiero a la insuficiencia de toda ética meramente procedimental.
(9) El grado de certeza o acuerdo que determinada argumentación pueda lograr es
otra cuestión, nada simple. Aristóteles inicia una tradición muy rica con respecto a la
argumentación práctica, la cual ha sido recuperada y profundizada en varias
direcciones en la segunda mitad del siglo XX.
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Desafíos Gerenciales.
Lic. Guillermo Lugones*
La formación gerencial -un capítulo a veces olvidado en los procesos educativos-, va
más allá de las competencias técnicas de una persona para una actividad. Debe
enfocarse en el desarrollo de habilidades destinadas a la conducción efectiva de
grupos humanos.
La "crisis de dirigentes" que existe en nuestra sociedad, es una realidad imposible
de ocultar en cualquiera de nuestras instituciones sociales, sean: empresas,
entidades sociales, políticas, educativas, el Estado, etc.
El subdesarrollo de una Nación, es ante todo un subdesarrollo de sus organizaciones
y éste, a su vez, un problema de conducción de su "clase dirigente". Las sociedades
modernas, signadas por el vertiginoso ritmo del progreso tecnológico y el cambio de
las estructuras sociales y culturales, significaron también el ocaso de distintos
modelos sociales de conducción que décadas atrás probaron ser exitosos.
Por ello asistimos al funeral del "voluntarismo carismático" que definió
históricamente a la mayoría de los liderazgos políticos y sociales de Latinoamérica,
carentes de respuestas ante necesidades de gestión de organizaciones cada vez más
complejas. También el "utilitarismo tecnocrático" corrió igual suerte por su
incapacidad de comprender la esencia del ser humano y su devenir social.
Una falla en común es que todos estos modelos han mostrado en común su falta de
sustento en habilidades gerenciales concretas. En las disciplinas empresarias, la
"Gerencia" no se define por el puesto de trabajo que ocupe una persona, sino por la
función que esta cumple.
Por tanto, cabe considerar que la formación de dirigentes para las nuevas
organizaciones debe edificarse sobre un modelo apoyado en tres bases o pilares, las
que deben ser el "ABC" del buen Gerente. Ellos son:
Valores: Los valores corresponden al terreno de la formación ética y a la moral
ciudadana.
Competencias Técnicas: Las competencias técnicas corresponden al terreno de
la formación profesional.
Habilidades de Conducción: Las habilidades de conducción constituyen el
aspecto que corresponde al más amplio terreno de la formación gerencial.
Es obvio que la ausencia de cualquiera de estas columnas hace imposible la
sustentabilidad del modelo y que probablemente nada es tan peligroso como la
ausencia de la primera de ellas.
No obstante ello, es conveniente centrarnos en las "habilidades de conducción"
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puesto que, por lo general, se suele observar con escepticismo las dificultades de
edificar una educación formal en torno a los puntos mencionados, alegando la
necesidad de "condiciones naturales" o al valor de una supuesta "experiencia", que
no son ni más ni menos que conductas repetitivas que suelen llevar a pagar
innecesarios costos de aprendizaje. Nada de esto es así, pues los países y las
organizaciones más desarrolladas del mundo probaron fehacientemente que se
pueden construir instancias eficientes de formación gerencial para los distintos
ámbitos e instituciones de la sociedad.
Es de observar que se necesitan conductores y este es uno de los desafíos más
imperiosos de nuestro contexto, que adquiere relevancias particulares en cada uno
de los planos de la vida del Hombre en la comunidad, desde el plano individual como una vocación de mejora permanente que cada uno debe asumir-, desde el
punto de vista organizacional -como una herramienta real de crecimiento para el
cumplimiento de la finalidad de cada Institución-, y desde la sociedad en su conjunto
-como un cabal compromiso por el progreso y el desarrollo del conjunto de la
comunidad-.
Por tanto, las cualidades básicas para una efectiva formación gerencial se
desarrollan en torno a algunos ejes de vital importancia para cualquier organización,
sintetizándose en una serie de capacidades a desarrollar que son las siguientes:
La capacidad de pensar estratégicamente.
La capacidad para tomar decisiones y solucionar problemas.
La capacidad para liderar equipos de trabajo.
La capacidad para ser creativo en la forma de práctica.
La capacidad para negociar y encontrar salidas no traumáticas frente a los
conflictos.
La capacidad para comunicarse en forma eficaz.
La capacidad para administrar el tiempo y ser productivo en lo personal.
La capacidad para gestionar proyectos.
Obviamente complementadas con la conveniente inserción de los objetivos básicos
de los programas de capacitación, los que deberían transmitir:
Saber interpretar las estrategias y metas de la dirección.
Detectar y aprovechar nuevas oportunidades de negocios.
Promover la conciencia de competitividad en cada tarea.
Analizar racionalmente los nuevos riesgos del negocio.
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Acostumbrarse a trabajar en equipos multidisciplinarios.
Tener presente al cliente como eje central de toda actividad -tanto externa
como interna-, enfocando todos los esfuerzos en mejorar esta relación.
* Profesor de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Católica de La
Plata
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LAS COSAS IMPORTANTES QUE HAY QUE REALIZARR
Por Enrique Oliva
"Cuando la Patria está en peligro, todo está permitido, excepto no
defenderla".
San Martín
En la confusa y peligrosa realidad internacional, nuestra Argentina debe
presentarse unida, coherente, sin problemas externos e integrada en su
interior. Veamos pues algunas situaciones graves pendientes a causa de un
presupuesto reiteradamente equivocado.
Hielos Continentales: Con el tratado firmado con Chile el 18 de diciembre de
1998 por los presidentes Carlos Menem y Eduardo Frei se repitió, una vez
más, que era el fin de los conflictos limítrofes. Como siempre, Argentina volvió
a demostrar su generosidad en materia de espacios, siempre confiando en la
esperada unidad continental, como la soñaban San Martín y Bolívar que se
llamaban compatriotas.
Pero el tema Hielos Continentales, pese a sus ratificaciones parlamentarias
trabajosamente logradas, tiene un punto fundamental pendiente. Las
respectivas comisiones nacionales de límites ya completaron el 95 % de la
marcación sobre el terreno, esforzada tarea sólo posible de realizarse en parte
del verano. Falta el 5 % para concluirlo.
En esta cuestión debemos obligadamente recordar a Germán Sopeña, quien
tanto estudió el tema e influyó con su pluma para una más justa solución en
los Hielos Continentales, donde varios periodistas lo acompañamos a
recorrerlos sobre el terreno.
Finalmente él ganó su combate contra la absurda partición que propiciaba la
ya olvidada e insólita poligonal. Poco antes de morir Sopeña escribió un
enérgico artículo denuncia en el diario La Nación.
Reprochó a las más altas autoridades que en el 2000 no se giraron los
necesarios 200.000 pesos para concluir los trabajos de demarcación, "por
razones presupuestarias". Señalaba, además, que ocurrió lo mismo en el 2001
y hasta el momento no está segura esa partida en el presupuesto para el
2002.
Expresaba también el periodista porque ese incumplimiento del 5 % restante,
cuando han cambiado los gobiernos en ambos países hermanos, "podrían
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usarse para abrir nuevamente un terreno de discusión si hay oportunidad para
hacerlo".
Antártida Argentina: Este es otro drama latente que podría afectar a
nuestra identidad soberana por "razones presupuestarias". Es el nunca bien
aclarado peligroso proyecto de abandono de bases en la Antártida, que tantos
meritorios esfuerzos costaron a visionarios compatriotas.
Nuestro país fue el primero del mundo en tener presencia permanente en ese
continente blanco a partir de 1904 con su base científica en las Orcadas del
Sur. Con ella sentamos nuestros derechos y demostramos antes que nadie el
interés por estudiar y asentarnos en ese continente blanco. Los principales
Estados invierten allí en instalaciones para consolidar espacios, mientras
nosotros comenzamos a retirarnos de lugares bautizados con nombres de
nuestros próceres. ¿Sacrificaremos también esas posiciones en el altar del
déficit cero inspirado por el nada inocente FMI?
Ruta 40: Esta ruta es indispensable para la integración e identidad territorial
en nuestra larga frontera cordillerana, que se olvida de hace añares en todos
los presupuestos. Es esa que saliendo de La Quiaca debería llevar por
pavimento hasta Tierra del Fuego. Ni se la concluye ni se cuidan largos tramos
que se han vuelto intransitables. Es la vía de conexión entre todas las
provincias colindantes con la Cordillera de los Andes. Ninguna otra obra podría
servir tanto al desarrollo y poblamiento del interior de nuestro Oeste. Desde
que tenemos memoria escuchamos a argentinos que luchaban por la Ruta 40.
Los políticos la prometían, pero un misterioso poder viene triunfando
oponiéndose a ello.
Además de la provocada incomunicación, la falta de la Ruta 40 impide el
acercamiento a la explotación de las riquezas mineras de la Cordillera de los
Andes, cuando lo hacíamos desde tiempos coloniales.
¿Nadie se pregunta por qué en una misma cordillera de idénticas
características físicas, de un lado haya cobre y del otro no?
¿Con qué minerales y hombres metalúrgicos Fray Luis Beltrán fundió e hizo allí
cañones y armó el mayor ejército libertador hace casi dos siglos?
Pudo hacerlo porque ya se explotaban minas de hierro y cobre en Mendoza y
existían en Cuyo artesanos habilidosos disponiendo de las técnicas usadas en
esa época. Y Fray Luis era un reconocido experto en tales artes, pues
simplemente rezando no lo hubiera conseguido nunca. Más el ferrocarril, otro
"progreso" en manos privadas monopolistas británicas, haciendo de nuestro
país un importador de manufacturas y exportador de alimentos y materias
primas, impuso allí, como en todo el país, sus intereses imperiales.
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Lograron así destruir la incipiente industria nacional y cultivar un complejo de
inferioridad diabólicamente programado al mejor estilo colonial.
Ampliación de nuestra plataforma continental: La Convención sobre el
Derecho del Mar, firmada y ratificada por nuestro país, según los expertos,
significará aumentar en alrededor de 100 a 150 millas las aguas territoriales
marítimas argentinas. Es decir, por lo menos incorporar más de 1.100.000
Km con envidiable riqueza pesquera y mineral (hidrocarburos sólidos, líquidos
y gaseosos y otros minerales críticos). Hoy, con 2.780.092 Km, sin contar
Antártida, somos la octava nación del mundo por su extensión, detrás de
importantes países como Rusia, Canadá, China, Estados Unidos, Brasil,
Australia e India.
El plazo para obtener este reconocimiento vence el 31 de diciembre del 2005 y
nuestro gobierno debe tener completas para entonces una serie de tareas
altamente científicas a su costo. Esas sumas estuvieron previstas en el
presupuesto para el 2000 y también para el 2001. Pero finalmente las partidas
fueron derivadas a otros fines, siempre argumentándose razones de economía
en ajustes exigidos por el FMI. Hoy tampoco puede asegurarse que esos
fondos figuran en el presupuesto del 2002. Y si estuviera en algún rubro
misterioso ¿serán trampeados nuevamente?
Los expertos argentinos han insistido angustiosamente en interesar a las
autoridades sobre la gravedad de la situación, estimando que el tiempo
restante hasta el 2005 resultaría insuficiente para completar las tareas,
cuando ni siquiera se ha llamado a la obligada licitación internacional.
Seamos claros. Nuestra Argentina no puede perder esa extensión que le
corresponde de la plataforma marítima continental. No tenemos otra inversión
más urgente y útil. La deuda externa no puede ser prioritaria a la soberanía
nacional, pues lamentablemente, se habla demasiado de pagar préstamos no
siempre justificados, con territorio y mar propios. Esto no debe suceder por
más sacrificios que puedan significarnos. Recordemos.
Cuando al General San Martín le faltaban recursos para su Ejército Libertador,
al referirse a una eventual carencia de ropa, decía en su Orden General del 27
de julio de 1819: "...andaremos en pelota como nuestros paisanos los indios.
Seamos libres y lo demás no importa nada..."
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TRIBUTOS Y DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA
Por Daniel Jesus Giordano
La Doctrina Social de la Iglesia propugna una justa distribución de las riquezas. El
problema impositivo aparece tratado en las Sagradas Escrituras; en esa época los
recaudadores eran llamados "publicanos" y San Mateo el Evangelista era uno de
ellos.
Santo Tomás de Aquino, aborda el tema de la justicia sosteniendo un POSTULADO
fundamental: el orden cósmico y la sociedad cristiana están determinados por la
razón divina. Santo Tomás considera a la justicia como una virtud y de aquí se
desprende la definición esencial de que sólo es DERECHO lo que es justo.
El Santo clasifica al DERECHO en NATURAL y POSITIVO, según que sea justo por sí
mismo o por imposición de la voluntad humana.
En el ámbito de la justicia clasifica a ésta en LEGAL, CONMUTATIVA y DISTRIBUTIVA.
La Escolástica o sea, la escuela filosófica de Santo Tomás, habla del BIEN COMÚN,
concepto vinculado con la existencia del Estado y esto nos lleva a la definición de
autoridad.Ya que existe el Estado, existe un fundamento jurídico tendiente a la
concreción del bienestar general que es la LEY y esta debe ser justa.
Esto nos lleva a que el ejercicio de la AUTORIDAD está basado en normas que tengan
a la justicia como principal característica.
El logro del bien común lleva a lo que el hombre le debe a la sociedad, o sea las
prestaciones que cada individuo debe realizar; el ejemplo más claro de ello son los
impuestos. Cuando se pagan los TRIBUTOS se establece una relación
CONTRIBUYENTE- SOCIEDAD.Pero a mi entender hay una relación previa que se da
cuando el Estado dicta las leyes impositivas, o sea que nacen las obligaciones
tributarias.
Este acto generador determina una Justicia Distributiva que determina una
distribución proporcional de la carga de los gravámenes.
Vemos aquí algo importantísimo en el campo de la tributación ya explicitado en la
filosofía Tomista: no todos deben pagar impuestos en la misma cantidad, o sea que
los que más tienen más pagan; esto implica dividir el universo de contribuyentes por
categorías o sea a IGUAL NIVEL DE INGRESOS IGUAL TRIBUTACIÓN, a distinto nivel
disímil imposición. Se consagra que la igualdad no es absoluta sino por categorías.Se
desprende que primero se ven los actos de Justicia Distributiva y luego los de
Justicia Legal. Primero nacen los gravámenes, luego se pagan.
Ahora la Iglesia habla del amor a los pobres de lo que se infiere que tiene que haber
sectores de la sociedad excluidos de tributar porque de no ser así se caería en
injusticias y ya mencionamos que para la Escolástica sólo es DERECHO lo que es
justo. Además toda injusticia consagrada en las leyes humanas choca con la razón
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divina. Principios fundamentales de los impuestos son su CREACIÓN JUSTA y su
ADMINISTRACIÓN JUSTA, lo cual tiene gran importancia porque el Estado con los
recursos que percibe por la recaudación tributaria debe emplear los mismos de modo
que con su vuelta a la Comunidad (efecto distributivo) se logre el bien común.
El efecto distributivo permite al fisco cumplir con los planes de vivienda,
educacionales, planes de trabajo, atender a la previsión social, obras públicas y
muchas cosas más. Lo enunciado es lo que los impuestos permiten al Estado darle
asignaciones a la comunidad. Dios nos acompaña en todo momento de nuestra vida,
por lo tanto la justicia debe ser el motor de nuestra existencia.
Analizando la situación que vive nuestro país se desprende que la cuestión social es
muy grave. La falta de trabajo está empujando a muchos sectores a la marginalidad,
como también la indisponibilidad de fondos (efecto corralito) crea ingentes
problemas. Desde el punto de vista económico se observa una drástica disminución
del poder adquisitivo que produce un efecto desmultiplicador de la economía.
En el campo de la Tributación se potencia el efecto regresivo de la imposición (mayor
porcentaje de imposición a menor nivel de ingresos) debido a la existencia de
gravosos impuestos indirectos (los llamados gravámenes al consumo I.V.A, Ingresos
Brutos), factores distorsionantes como la falta de certeza en normas, como así
también la evasión.
CONCLUSIONES: Los impuestos deben estar siempre imbuidos del principio de
Justicia, ya sea en la vertiente legal o la distributiva. Ambos principios no se
excluyen sino que se complementan ya que se relacionan mutuamente. Lo Legal
lleva a lo Distributivo y viceversa. Sujetándonos a ello se obtiene el BIEN COMÚN y
tendremos un ESTADO basado en la DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA.
DANIEL JESÚS GIORDANO
DOCTOR EN ADMINISTRACIÓN
PROFESOR DE LA FACULTAD DE
CIENCIAS ECONÓMICAS DE LA UCALP
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Nuevo Proyecto de Ley sobre deuda Externa del Diputado Alfredo
Allende (julio 2002)
El Senado y Cámara de Diputados
Art. 1. - La Misión permanente de la República ante las Naciones Unidas promoverá
en la Asamblea General de las Naciones Unidas -por sí o apoyando iniciativas
coincidentes de otros Estados miembros- un proyecto de resolución por el que se
pedirá a la Corte Internacional de Justicia de La Haya una opinión consultiva sobre
los aspectos jurídico-internacionales de la deuda externa de los países afectados por
la suba unilateral e ilimitada de las tasas de interés ordenada por el Banco de la
Reserva Federal de los Estados Unidos, de acuerdo con el Artículo 96 de la Carta de
la O.N.U., y los Artículos 38, 65 y 68 del Estatuto de la Corte Internacional de
Justicia), en consonancia con la exhortación de la XII Conferencia
Interparlamentaria Unión Europea-América Latina de Bruselas, junio de 1995
(Resolución Nº 27).
Art. 2 - De forma.
FUNDAMENTOS
Sr. Presidente:
El 23 de octubre de 1996 la Cámara de Diputados de la Nación aprobó por
unanimidad una declaración cuyo texto es el mismo que ahora presentamos como
Proyecto de Ley. Así lo aconseja el agravamiento de la situación económico-social
del país y la significativa incidencia que tienen sobre la misma las obligaciones que
en concepto de deuda externa exigen erogaciones desmedidas para nuestra
capacidad de pago, todo lo cual ha determinado la situación de "défault" del Estado
Nacional en esta materia. En los Fundamentos de la mencionada Declaración de la
Cámara de Diputados, incluídos al final de esta presentación, se exponen datos
alarmantes que no se han modificado, sino que van siendo superados en su
dramatismo.
El Congreso Nacional se encuentra comprometido a tomar intervención en el
problema de la deuda externa en razón de un mandato constitucional y también a
causa de que toda legislación destinada a remediar la situación económico-social
que pueda dictar resultará inaplicable mientras los recursos oficiales sufran la
mutilación creciente que les impone el pago de la mencionada obligación.
Queda demostrado en los Fundamentos de la Declaración que no se pretende incurrir
en ningún tipo de incumplimiento, sino, por lo contrario, obtener el reconocimiento
de que la deuda original ya ha sido saldada, y que las sumas actualmente exigidas
derivan de causas sin relevancia jurídica, respecto de cuya improcedencia
procuramos un dictamen de la Corte Internacional de Justicia.
http://www.ucalp.edu.ar/ley.html (1 of 8) [17/06/2008 16:20:07]
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El eventual dictamen de que la deuda externa ha sido en realidad pagada tampoco
implica una intención de ruptura con el sistema financiero internacional. Este seguirá
teniéndonos como clientes, pero para créditos destinados a fomentar nuestra
economía y a proporcionar soluciones efectivas a los problemas sociales. A
diferencia de lo sucedido en el pasado, el destino de cada préstamo deberá ser
especificado y monitoreado adecuadamente, a fin de evitar los despilfarros, la
discrecionalidad y el ocultamiento que acompañaron a la formación de esta deuda
externa.
En la presente iniciativa no estamos solos: el Congreso de Venezuela, el Senado de
Brasil, el Consejo Episcopal de América Latina, el Consejo Pontificio Justicia y Paz, el
Consejo Europeo de Investigaciones Sociales sobre América Latina, y la XII
Conferencia Interparlamentaria que abarca al Parlamento Latinoamericano y al
Parlamento Europeo son algunas de las instituciones que sustentan la misma
propuesta. Tales apoyos constituyen elementos suficientes para procurar el
consenso necesario en la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Por otra parte, las demás soluciones intentadas se han demostrado insuficientes. Los
bonos Brady están demasiado ligados a la fluctuaciones de la tasa de interés de los
Estados Unidos de América, lo cual mantiene el factor de incertidumbre propio del
desaconsejable predominio de las finanzas sobre la producción. No debe tampoco
olvidarse que los convenios de los cuales surgieron los bonos Brady en muchos casos
dejaron sin resolver algunos problemas jurídicos sustanciales principalmente el
anatocismo ilegítimo que había inflado inequitativa y desproporcionadamente los
débitos a la fecha de celebrarse dichos convenios, en contradicción con un principio
general de derecho recogido por todas las legislaciones y por nosotros en el Artículo
723 del Código Civil de la República Argentina.
El Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el Club de París y varios bancos
internacionales y comerciales han reconocido de hecho la inviabilidad de la situación
de ciertos países con dificultades económicas admitiendo para ellos reducciones de
sus deudas, como se establece en los llamados "Términos de Houston", "Términos
de Toronto" y "Términos de Nápoles". Actitud semejante se adoptó con la iniciativa
patrocinada por el "Grupo de los 8" conocida como "Programa HIPC" (Programa
Países Pobres Altamente Endeudados) para cuarenta y un Estados en situación de
postración económica.
En oportunidad de celebrarse el Jubileo por el segundo milenio del cristianismo el
Papa Juan Pablo II retomó la cuestión de la deuda internacional exhortando a que se
aplicara a la misma "una sensible reducción si no una condonación". Han sido
numerosas las adhesiones a la propuesta del Pontífice junto con la formación de
instituciones y organizaciones no gubernamentales en los países desarrollados
constituidas para alentar el mencionado aspecto del Jubileo sin distinciones
religiosas ni políticas.
Es importante destacar la Ley 209/2000 aprobada por el Gobierno de Italia y
originada en una iniciativa de la Cámara de Diputados de ese país, cuyo Artículo 7
conviene sea aquí transcripto por su notable coincidencia con el texto de la
Declaración de la Cámara de Diputados argentina del 23 de octubre de 1996:
"Regulación internacional de la deuda externa El Gobierno propondrá que, dentro
del ámbito de las instituciones internacionales competentes, se inicien los
procedimientos necesarios para solicitar una opinión a la Corte Internacional de
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Justicia acerca de la coherencia entre las normas internacionales que regulan las
deudas externas de los países en vías de desarrollo y el cuadro de los principios
generales del derecho y de los derechos del hombre y de los pueblos".
La preocupación por rectificar el curso seguido hasta ahora por el problema de la
deuda internacional está, como se ve, generalizada en el mundo. Las circunstancias
reclaman consiguientemente la intervención reguladora del Derecho, lo cual
constituye en definitiva la esencia del presente Proyecto.
APÉNDICE:
FUNDAMENTOS DE LA DECLARACIÓN APROBADA
POR LA CÁMARA DE DIPUTADOS DE LA NACIÓN
EL 23 DE OCTUBRE DE 1996
Los efectos sobre el desarrollo económico y social de muchos países de América
Latina y otras regiones del mundo causados por la deuda externa que pesa sobre
ellos asumen características alarmantes. El descenso de los niveles de vida y la
imposibilidad de reinversiones locales constituyen, con toda su gravedad, apenas
una manifestación de los sufrimientos humanos y del deterioro de los sistemas
políticos que se observa en dichas naciones como consecuencia de sus situaciones
inculpables en las cuales le satisfacción de los montos actuales de deuda externa se
han vuelto impagables.
Aunque en opinión de ciertos economistas la incidencia de la deuda externa es
aceptable si queda en cifras no superiores al 30 % del PBI de cada nación, tal
argumento no puede justificar optimismo en las circunstancias actuales. En primer
lugar, porque estimaciones precisas señalan que ese porcentaje ha sido superado en
la Argentina y otros países latinoamericanos, y en segundo término porque, aun
cuando la deuda no excediere la mencionada y elevada proporción pero sí se
aproximare a la misma, la persistencia de la obligación afecta la posibilidad de
obtener más créditos directamente destinados al desarrollo pues la mayor parte de
los que se reciben se asignan al pago de servicios, lo cual genera un anatocismo
desenfrenado.
Según la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe), la deuda
externa de los países latinoamericanos ascendía en conjunto a fines de 1995 hasta el
monto de casi seiscientos mil millones de dólares; la suma parece una entelequia
financiera, pero no por ello deja de llevarse anualmente en cobro de intereses, que
son reales, más de la mitad del valor de las exportaciones globales de América
Latina. En el caso de la Argentina la situación puede medirse atendiendo al hecho de
que el servicio de la deuda externa representa en 1996 casi el 25% del monto del
presupuesto de la Nación. Cabe asimismo destacar la conveniencia de no descuidar
las posibilidades existentes de "créditos blandos" para readquisición de títulos de
deuda externa que, sin resolver el fondo del problema, contribuirían a mitigarla pero
que no han sido debidamente considerados.
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Esta grave situación y sus consecuencias han dado lugar a expresiones de seria
preocupación formuladas por grandes dirigentes mundiales. El Papa Juan Pablo II en
su discurso del 1 de enero de 1993 con motivo del Día Mundial de la Paz dijo: "... El
problema de la deuda externa que, para algunos países y en ellos para los sectores
sociales menos pudientes, sigue siendo un peso insoportable, a pesar de los
esfuerzos realizados por la comunidad internacional, los gobiernos y las
instituciones económicas para reducirlo. ¿No son acaso los sectores más pobres de
dichos países los que tienen que sostener frecuentemente la carga mayor de la
devolución? Semejante situación de injusticia puede abrir el camino a crecientes
rencores, a sentimientos de frustración y hasta de desesperación. En muchos casos
los mismos gobiernos comparten el malestar generalizado de sus pueblos y esto
repercute en las relaciones con los demás Estados. Ha llegado quizás el momento de
examinar nuevamente el problema de la deuda externa, dándole la debida prioridad.
Las condiciones de devolución total o parcial deben ser revisadas, buscando
soluciones definitivas que permitan afrontar plenamente las graves consecuencias
sociales de los programas de ajuste". Por su parte, el vicepresidente de los Estados
Unidos, Al Gore, escribe: "En 1985, la cantidad de divisas que fluía desde los países
en vías de desarrollo hacia el mundo desarrollado superaba con creces a la que fluía
en sentido opuesto, ya fuera en forma de préstamos, ayuda externa o pago por
exportaciones. Desde entonces, a causa de este complejo circuito de realimentación,
la diferencia ha ido aumentando año tras año. Por citar las memorables palabras de
Robert Mc Namara, es como si los enfermos donaran sangre a los sanos" ("La Tierra
en Juego", Emecé Editores, Buenos Aires 1993, p. 62). Y el ex presidente de Francia
Francois Mitterrand expresó el 24 de marzo de 1989 que la deuda externa "es la
amenaza más urgente que pesa sobre la humanidad".
Enfrentar el problema de la deuda externa de América Latina no es entonces, sólo
materia para propuestas demagógicas o ideológicas. Lejos de ello, se cuenta ya con
estudios e iniciativas autorizadas que proporcionan elementos jurídicos, cuyas
razones obligan a un replanteo por la comunidad internacional del problema de la
deuda externa.
En oportunidad de realizarse el XV Congreso del Instituto Hispano-Luso-Americano
de Derecho Internacional (Santo Domingo, República Dominicana, 23-29 de abril de
1989), dicho Instituto se hizo eco de la ponencia presentada por el jurista y
diplomático argentino Miguel Angel Espeche y produjo un documento donde
"recomienda a los gobiernos que promuevan, a través de los órganos u organismos
internacionales competentes, la solicitud de una opinión consultiva a la Corte
Internacional de Justicia acerca de:
1) La licitud o ilicitud del alza unilateral e ilimitada de la tasas de interés de la deuda
externa.
2) Si tal alza es compatible con el nuevo orden económico internacional y en
particular con el ejercicio efectivo del derecho al desarrollo que la Declaración de la
Asamblea General de las Naciones Unidas del 4 de diciembre de 1986 reconoce
expresamente a los Estados".
La propuesta del Instituto Hispano-Luso-Americano de Derecho Internacional
(IHLADI) fue recogida por la República Dominicana, Estado que solicitó formalmente
la inclusión del tema en la agenda de la Asamblea General de 1989.
Lamentablemente, el pedido fue enviado a la Comisión II, que se ocupa de los
aspectos económicos de la deuda, y no fue girado a la Comisión VI (Jurídica) como
hubiera correspondido.
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El 16 de agosto de 1991 el entonces senador de la República Federativa del Brasil
Fernando Henrique Cardoso presentó en el Senado Federal un pedido de apoyo a la
iniciativa dominicana con la "expectativa de que el gobierno brasileño sume su
esfuerzo para que ese pedido de opinión consultiva llegue, finalmente, a la Corte de
La Haya" ... "pidiendo que se anexe a este pronunciamiento, para registro en los
anales del Senado, la tesis del profesor Espeche y la resolución del XV Congreso del
IHLADI a ella referida".
La tesis de llevar la cuestión de la deuda externa a la Corte de La Haya requiriendo a
ésta una opinión consultiva he sido asumida también por el Consejo Europeo de
Investigaciones Sociales sobre América Latina (CEISAL), institución no
gubernamental reconocida por la UNESCO que agrupa a profesores de universidades
europeas dedicados a la problemática de América Latina. Los trabajos del IHLADI y
del CEISAL fueron analizados en el Seminario Jurídico Internacional celebrado en
Roma entre el 5 y el 7 de marzo de 1993 donde se concretó la redacción de la
llamada "Fórmula de Roma", referida a las cuestiones a presentar ante el Tribunal de
La Haya.
Dicha fórmula es la siguiente:
"La Asamblea General de la ONU pide a la Corte Internacional de Justicia una opinión
consultiva sobre:
1) ¿Cuál es el marco jurídico de derecho internacional en el cual se sitúan las
obligaciones que resultan de la deuda externa y su cumplimiento?.
2) En particular, ¿qué consecuencias producen sobre dichas obligaciones el aumento
imprvisto en términos reales de los capitales y de los intereses?"
Ante el agravamiento de la situación la XII Conferencia Interparlamentaria Unión
Europea América Latina, realizada en Bruselas entre los días 19 y 21 de junio de
1995, sobre la base de un proyecto presentado por el profesor André Franco
Montoro, adoptó la siguiente resolución:
"... Reafirma la resolución de la XI Conferencia Interparlamentaria C.E.- América
Latina (Acta Final, apartado 26), relativa a los problemas generados por la deuda
externa latinoamericana. Igualmente, y basándose en el análisis del origen de ésta,
introducido ya por el dictamen aprobado por el Comité Económico y Social de la
Comunidad Europea en 1985 (Doc. CES 931/85 CAL/DM., apartado 7), en el enfoque
del Parlamento Latinoamericano y en el análisis jurídico de diversas entidades
académicas y científicas, pide a los Estados miembros de los dos Parlamentos que
tomen las iniciativas oportunas, buscando el apoyo de otros países del mundo, a fin
de que la Asamblea General de las Naciones Unidas solicite a la Corte Internacional
de Justicia de La Haya un dictamen consultivo que permita afrontar el problema de la
deuda externa conforme a los principios generales del Derecho Internacional
contemporáneo (estatuto de la Corte, Art. 38 c.)".
Corresponde agregar a las mencionadas y coincidentes iniciativas la de sesenta
senadores de la República de Italia, el proyecto presentado en el Senado de la
República de Italia, el proyecto presentado en el Senado del Perú y la Resolución de
la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados de la República
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Federativa del Brasil (aprobada por todos los partidos políticos allí representados el
9 de agosto de 1995).
La llamada "Doctrina Espeche" reiterada por los antecedentes mencionados
reivindica que el Derecho Internacional Público debe encaminar el tratamiento del
problema de la deuda externa mediante el procedimiento consultivo ante la Corte
Internacional de Justicia, como ya se ha dicho. Las normas convencionales aplicables
son:
Artículo 96 de la Carta de la ONU:
"1. La Asamblea General o el Consejo de Seguridad podrá solicitar de la Corte
Internacional de Justicia que emita una opinión consultiva sobre cualquier cuestión
jurídica".
Artículo 65 del Estatuto de la Corte Internacional de Justicia:
"1. La Corte podrá emitir opiniones consultivas respecto de cualquier cuestión
jurídica a solicitud de cualquier organismo autorizado para ello por la Carta de las
Naciones Unidas, o de acuerdo con las disposiciones de la misma.
"2. Las cuestiones sobre las cuales se solicite opinión consultiva serán expuestas a
la Corte mediante solicitud escrita, en que se formule en términos precisos la
cuestión respecto de la cual se haga la consulta. Con dicha solicitud se acompañarán
todos los documentos que puedan arrojar luz sobre la cuestión".
Artículo 68 del Estatuto de la Corte Internacional de Justicia:
"En el ejercicio de sus funciones consultivas la Corte se guiará además por las
disposiciones de este Estatuto que rijan en materia contenciosa en la medida en que
la propia Corte las considere aplicables".
En síntesis, la tesis sostiene que el alza unilateral e ilimitada de las tasas de interés que ha llevado al desmesurado monto de la deuda externa- contraviene "principios
generales de derecho de las naciones civilizadas", reconocidos como fuente de
derecho internacional en el Artículo 38, 1., c., del Estatuto del Tribunal de La Haya,
que es parte constitutiva de la Carta de las Naciones Unidas:
Artículo 38:
"1. La Corte, cuya función es decidir conforme al derecho internacional las
cuestiones que le sean sometidas, deberá aplicar:
a. Las convenciones internacionales (...)
b. La costumbre internacional (...)
c. Los principios generales de derecho reconocidos por las
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naciones civilizadas".
¿En qué se apoya, pues, la afirmación de que los incrementos de la deuda externa
son acciones ilícitas para el Derecho Internacional Público? En que contravienen los
principios de derecho interno, positivo y vigente, que por la citada norma del Art.
38.1, inciso c. del Estatuto de la Corte Internacional de Justicia, son transpuestos a
la órbita del derecho de gentes. Tales principios son tanto los que reprimen la usura
y el abuso de derecho como los que constituyen la excesiva onerosidad
sobreviniente de las prestaciones, la teoría del riesgo, la necesaria equivalencia de
las prestaciones, el enriquecimiento sin causa, la buena fe objetiva, la finalidad
objetiva del contrato, el "rebus sic stantibus", la lesión enorme, la responsabilidad
del Estado, la teoría de la imprevisión, la corresponsabilidad de los acreedores, entre
otros.
El objetivo de la "Doctrina Espeche" consiste en que la Corte Internacional de
Justicia, al responder al pedido de opinión consultiva que haga la Asamblea General
de las Naciones Unidas, manifieste que la deuda externa es materia regida por el
Derecho Internacional Público y declare, el carácter ilícito de las subas unilaterales e
ilimitadas de las tasas de interés, estableciendo los criterios legales para fijar lo que
ya ha sido saldado del capital y de los intereses por los deudores y los montos que
fueren aún exigibles en derecho.
Si por el contrario el dictamen de la Corte consolidara la pretensión de los
acreedores convalidando el "statu quo" de la deuda, los países deudores seguirían
tan mal como hasta ahora, es decir, no perderían nada más con el proceso consultivo.
Un dictamen que contemplare el reclamo de los deudores abriría valiosas
posibilidades de defensa procesal en eventuales pleitos de países deudores en
situación de incumplimiento de prestaciones. Asimismo, debe destacarse que las
opiniones consultivas son obligatorias para todos los organismos del sistema de las
Naciones Unidas, entre los cuales se encuentran el Fondo Monetario Internacional y
el Banco Mundial.
Debe destacarse que aunque se obtuviere un dictamen del tribunal mundial
favorable a los deudores ello no significaría "per se" la disminución o supresión
automáticas de las deudas. El carácter del pronunciamiento consultivo de la Corte es
meramente declarativo, no es una sentencia. No obstante, por el prestigio moral y
científico del órgano internacional que lo emite, ese dictamen tendría gran
repercusión política y desvirtuaría notoriamente las exigencias de los acreedores,
poniendo de manifiesto su arbitrariedad y falta de sustento legal. Esto daría, en las
negociaciones con la banca internacional, un margen de acción a los países deudores
y retemplaría el ánimo de las dirigencias de América Latina ante la posibilidad de
retomar el camino del desarrollo. En realidad, por lo menos buena parte de la deuda
ha sido ya saldada y lo que se busca con esta propuesta es simplemente el
reconocimiento de ese hecho.
El informe del Parlamento Latinoamericano titulado "La Deuda Externa ante el
Derecho Internacional Público" -al cual hemos glosado en los párrafos
inmediatamente anteriores- señala en su pagina 8:
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"Otro argumento de carácter económico hace aconsejable la elección de la vía
jurídica propiciada. Si un dictamen de la Corte favoreciera a los países deudores -y
en última instancia significara lograr una disminución efectiva de la deuda y por
ende de lo que se paga por concepto de tasas de interés-, estos países, que para
cumplir con los servicios de la deuda giran cuantiosas sumas que se incorporan al
circuito financiero, dispondrían de ese dinero para impulsar su enlentecido
desarrollo y lo invertirían, en gran medida, en la adquisición de bienes de capital y
tecnología, de los que los Estados Unidos son el principal exportador. Es fácil prever
el efecto beneficioso que produciría en la economía de los Estados Unidos, en plena
etapa de superación de la recesión de los últimos años, que aquel dinero ingresara
directamente a su circuito productivo. Cabe influir entonces, que a este respecto
habría una verdadera coincidencia, en cuanto a los beneficios, entre los países
deudores, deseosos de promover su desarrollo, y los sectores genuinamente
productivos del primer mundo".
Debemos, para concluir con estos fundamentos, recordar que la transformación de
gran parte de la deuda externa en "bonos", que se cotizan en el mercado bursátil, ha
sido esgrimida para desvirtuar esta propuesta aduciendo que así se habría saneado
la presunta ilicitud de origen. Tal objeción, de buena fe discutible, carece de
sustento jurídico ya que en todos los ordenamientos de derecho civil, referidos a
"reconocimiento de deuda", la situación emergente de la ilicitud originaria no
desaparece con ese reconocimiento. En nuestro ordenamiento correspondería la
aplicación específica de la norma del artículo 723 del Código Civil que dice:
"Si el acto del reconocimiento agrava la prestación original, o la modifica en
perjuicio del deudor, debe estarse simplemente al título primordial, si no hubiese
una nueva y lícita causa de deber". Sabio texto de Dalmacio Vélez Sárfield que surge
premonitorio con relación a este nuevo aspecto del problema. Esta preceptiva,
inspirada por la conciencia jurídica universal, expresa la vigencia del principio "ex
injuria jus non oritur", por el cual no se reconoce relevancia a nada contrario a
derecho.
Sobre la base de lo expuesto y de acuerdo con el artículo 75, inciso 7 de la
Constitución Nacional, que confiere al Congreso la atribución de: "Arreglar el pago
de la deuda interior y exterior de la Nación", solicito de los señores Diputados el
apoyo al presente proyecto de Ley.
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