Documento 1155264

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14 – JUNIO - 2014
REFLEXIÓN DE MONS. HECTOR AGUER
“EL VALIENTE TESTIMONIO
DE LA Dra. HILDA MOLINA”
“Hoy estamos, otra vez, queridos amigos, en la Catedral de La Plata, puedo decir
sin vanidad, sino con mucho afecto, en mi Catedral ya que soy el Arzobispo. Quiero
comentarles algo que, a lo mejor, los va a sorprender porque no es un tema habitual en mis
charlas televisivas. Me refiero a una conferencia que he oído, hace pocos días, de la Dra.
Hilda Molina”.
“¿Quién es Hilda Molina? les explico: es una disidente cubana que tiene una
historia muy particular. Es emigrada, que ha tenido que irse de Cuba, ¡cuando la dejaron
salir!”.
“Hilda Molina adhirió a la revolución cuando Fidel Castro entró en La Habana, era
el 1 de enero de 1959, cuando el dictador Fulgencio Batista había huido, dejando un vacío
de poder, y Fidel Castro, que estaba luchando en Sierra Maestra, se apoderó del país”.
“Si escucharon la fecha verán que hace cincuenta y cinco años que dura esta otra
dictadura. Ahora bien, Hilda Molina tenía quince años y adhirió de corazón al nuevo
régimen. Hizo toda la carrera, podríamos decir, que podía hacer una militante comunista en
aquel tiempo. Pero ella tenía una gran ilusión: favorecer al pueblo de Cuba. ¡Ella creyó en la
Revolución como la vía para que Cuba saliera de su pobreza, pudiera progresar, para que el
pueblo sencillo pudiera vivir dignamente y sobre todo contar con atención de la salud y una
mejora concreta!”.
“Por eso estudió medicina, se especializó en neurología y el régimen castrista se
dio cuenta de la importancia de esta mujer que se convirtió en una extraordinaria
investigadora, y que podía prestarle un extraordinario servicio. Ella tenía contacto frecuente
con Fidel Castro. Contaba, en su conferencia, que calcula haber hablado con Castro unas
800 horas en su vida. ¡Vean lo que es eso! Castro le tenía mucha confianza”.
“Hilda fundó entonces un centro de investigaciones y Castro la apoyó pero:
¿porqué lo hizo? Porque creía que esa institución podía ser útil para que gente rica del
extranjero viniera a Cuba a hacerse tratar en neurología y el régimen pudiera recibir divisas,
es decir, que entraran dólares a la isla”.
“Poco a poco la Dra. Hilda Molina se fue dando cuenta de que al régimen no le
importaban los pobres, y que ella había hecho todo ese esfuerzo para favorecer, después de
todo, a los ricos extranjeros con los cuidados más exquisitos que su centro neurológico
brindaba. Paralelamente a esa decepción, ella comenzó, en especial con la asistencia de su
mamá que la acompañaba en todo, a recuperar la fe católica que había perdido; volver a la
fe católica, a la devoción a la Patrona de Cuba, a la Virgen de la Caridad del Cobre”.
“Ese cambio hizo que Hilda empezara a resultar molesta para el régimen. Ella se
había dado cuenta de estas cosas y las decía. Estaba tan molesta que dejó de adherir al
gobierno castrista y entonces comenzó la persecución, las amenazas, las presiones. Pudo
hacer que su hijo y su madre salieran de Cuba y finalmente Castro la dejó salir a ella, pero
con la condición de que no volviera más”.
“Yo dije que ella era una disidente, pero no es una disidente cualquiera: es un
testigo presencial de lo que significó en Cuba el régimen comunista. Y ella lo ha manifestado
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por escrito en un libro precioso sobre su vida que se llama “Mi Verdad.” Les recomiendo que
lo consigan y lo lean porque es apasionante”.
“¿Qué resulta de todo esto? La oía hablar del daño que Castro y el régimen
hicieron a Cuba, del daño antropológico como ella lo llama; no solamente del daño material,
de la pobreza que reina, del enriquecimiento de la burocracia comunista, sino el daño en la
personalidad del pueblo cubano. Ella lo llama “daño antropológico” y cita una frase de José
Martí, que ha sido el fundador de la independencia cubana a fines del siglo XIX: “no puede
asegurarse la libertad política sino hay verdadera libertad espiritual”.
“Lo que falta en Cuba es la libertad espiritual, la libertad de pensar y de querer
libremente lo que uno siente. Esto confirma lo que decía el Papa Pío XI, en su Encíclica
sobre el comunismo que comienza con las palabras Divini Redemptoris promissio, la
Promesa de un Redentor Divino, porque el comunismo es un mesianismo que promete la
redención y lo que da es el progresivo estancamiento y la muerte de la nación. En la
encíclica “Divini Redemptoris”, el Papa Pío XI decía que “el comunismo es intrínsecamente
perverso”.
“Los dejo con este comentario, porque me extendería un buen rato en exponer
sobre la formidable conferencia de la Dra. Molina y su valiente testimonio. Espero que les
sea útil a ustedes también, porque el comunismo castrista ha pensado desde siempre una
difusión en toda América Latina y lo ha intentado, ¡vaya si lo ha intentado!”.
“Para el pueblo cubano ese régimen es una cruz que dura 55 años. Aquí tengo, a
mis espaldas, una escultura preciosa del Vía Crucis de esta Catedral, que muestra a Cristo
con la cruz. A lo largo de la historia muchos cristianos han sufrido la cruz. Después de todo,
estamos llamados nosotros como cristianos a llevar la cruz si nos cae encima por obra de la
Providencia de Dios. Los despido hasta la semana que viene con un cariñoso saludo”.
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