17 07 2012 aguer

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14 – Julio - 2012
REFLEXIÓN DE MONS. HECTOR AGUER
“EL DRAMA DE LA INSEGURIDAD”
“Hace un tiempo se entabló una discusión en la opinión pública, en la que
intervinieron también algunos funcionarios, acerca de si la inseguridad es una
sensación o una realidad”.
“Si nos fijamos bien en los términos, se llama sensación a la impresión que
causan en nosotros, a través de los sentidos, las cosas, los acontecimientos. Puede
llamarse sensación a la conmoción que nos producen noticias de especial entidad o
particularmente graves o sorpresivas”.
“No necesariamente la sensación es algo subjetivo, no tiene por qué ser una
impresión inventada. Normalmente nuestra sensación se pliega a la realidad de las
cosas y la refleja”.
“Esa discusión, hoy día, está más que superada, es ociosa. Es evidente que
existe una sensación de inseguridad y que ella corresponde a la realidad”.
“A esta realidad yo la llamo “proliferación del delito” y causa cada día una
impresión mucho mayor porque hoy los delitos que se cometen son atroces,
repetidos y cometidos a la luz del día. La crónica diaria registra lo que sucede:
vemos que para robar se mata a mansalva y que muchas veces se mata y no se
roba”.
“Hay muchas causas detrás de este fenómeno y no existe, me parece, una
solución mágica. Como la causa no es unívoca tampoco los remedios lo son”.
“Pero ¿qué hay detrás de este hecho que nos sorprende a todos y que causa
una razonable sensación de inseguridad? Yo creo que hay una creciente decadencia
del sentido moral.”.
“Se insiste mucho en que esos delitos atroces, causados impunemente cada
día, esas muertes tienen que ver con la difusión de la droga, que las personas que
los cometen están prácticamente enajenadas. Causa muchísimo dolor advertir que
son, muchas veces, personas jóvenes, muchachos, adolescentes los victimarios y
también las víctimas”.
“No se puede desconocer en el trasfondo un problema educativo, cultural, una
especie de descenso cultural del sentido moral y sobre todo del valor de la vida, de
la propia y de la del prójimo”.
“Si nos fijamos en la historia de la humanidad veremos que se ha verificado
un desarrollo que nos ha llevado a tener una percepción más clara acerca del valor
de la vida. Sin embargo, pesa enormemente un hecho ancestral. Si uno se fija, por
ejemplo, en las primeras páginas de La Biblia, en el capítulo 4 del Libro del Génesis,
la historia de Caín y Abel muestra cómo a consecuencia del pecado, del pecado
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original, se desencadena en la humanidad una dialéctica de enfrentamiento
fratricida”.
“¿Y cuáles son sus fuentes? Y son la envidia, la codicia, la ira. Eso ha jugado
y juega todavía en la historia de la humanidad”.
“Podemos advertir, como causa profunda de tanta crueldad, que se ha
borroneado el sentido absoluto del mandamiento que dice “no matarás”. Por eso es
preciso recrear, desde las jóvenes generaciones, el sentido del valor de la vida, el
valor absoluto del sentido de ese mandamiento que prohíbe atentar contra la vida
del prójimo. Esta es una tarea de reeducación; si no se realiza no podrá resolverse
un problema que requiere además muchas otras respuestas. Por empezar, el deber
indelegable del Estado de asegurar la vida y los bienes de la población”.
“Lo que ocurre tiene que ver con una cierta miseria material y moral. Tiene
que ver también con un fenómeno de violencia instalado en las relaciones de
personas y de grupos. En sus raíces existe una especie de eclipse del sentido
auténtico de la existencia y de la referencia trascendente de la vida humana”.
“¿Qué podemos hacer nosotros además de lamentarnos, además de rezar,
además de quejarnos, además de reclamar las medidas que pueden ir paliando este
fenómeno? Creo que tenemos que difundir permanentemente estas verdades
fundamentales acerca del hombre y su destino, del valor de la vida, sin las cuales
todas las demás soluciones no serán tales”.
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