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REPÚBLICA ARGENTINA
VERSIÓN TAQUIGRÁFICA
CÁMARA DE SENADORES DE LA NACIÓN
REUNIÓN DE LA COMISIÓN DE ECONOMÍAS REGIONALES, MICRO, PEQUEÑA
Y MEDIANA EMPRESA
Salón “Auditorio” — H. Senado de la Nación
11 de agosto de 2010
Presidencia de la señora senadora Díaz
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Reunión de la Comisión de Economías Regionales,
Micro, Pequeña y Mediana Empresa
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— En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en el salón Auditorio del H.
Senado de la Nación, a las 10 y 17 del miércoles 11 de agosto de 2010.
Sra. Presidenta (Díaz). — Damos comienzo a la reunión prevista para hoy. Por un lado, esta es
una iniciativa que hemos puesto en marcha desde la Comisión de Economías Regionales y
PyME. Por otro lado, me acompañan el secretario de la Comisión, el senador Artaza, el
vicepresidente de la Comisión, el senador Basualdo y, además, participan de esta convocatoria
las comisiones de Industria y Comercio, y Agricultura, Ganadería y Pesca. Nos pareció que a
partir de los distintos proyectos que iban llegando a la Comisión era necesario establecer un
marco general un poco más actualizado, dado que algunas cuestiones que tienen que ver con
nuestros temas vienen de vieja data, y el marco que le estamos dando a la realidad es un poco
diferente a lo que fueron en algunos casos los años ´70.
En la Comisión hay proyectos referidos al impulso del desarrollo de determinadas
regiones o micro regiones, promoción de complejos productivos o cluster, proyectos vinculados
a la inversión y al fortalecimiento institucional de las PyME, y otros sobre inversiones, del
mismo modo que recibimos el posicionamiento de los legisladores de la provincia de Mendoza
respecto de las promociones industriales. Entonces, nos pareció que era importante convocarnos
para debatir desde un marco teórico que más o menos podamos consensuar entre todos, y a partir
de ahí empezar a trabajar un proyecto de más a mediano y largo plazo, y no quedarnos solo con
proyectos más pequeños que son parches para la coyuntura.
El año del Bicentenario nos estimula a pensar en objetivos de largo plazo, y nos
propusimos organizar una serie de debates con el aporte de expertos, a fin de enriquecer y
profundizar los distintos temas en tratamiento o a proponer, y a facilitar la construcción de
acuerdos y consensos. Nuestro objetivo es aportar al enriquecimiento del debate para poder dar
impulso a políticas de desarrollo sustentable desde el punto de vista social, económico y
ambiental de las distintas regiones del país, poniendo énfasis en la reducción de las
desigualdades sociales, económicas y de los desequilibrios poblacionales.
En consecuencia, para este primer encuentro contamos con la presencia de especialistas
que animarán este panel, y que lleva por título “Las desigualdades regionales como
condicionante de un desarrollo sustentable, equilibrado y armónico. Una visión crítica de las
distintas concepciones y políticas del desarrollo territorial y regional”.
Los panelistas son: el licenciado Francisco Gatto, licenciado en Economía en la UBA y
master con especialización en Desarrollo Regional en la Universidad de Gales, Gran Bretaña.
Además, es constructor independiente en temas de cohesión social, desarrollo regional y PyME,
ex funcionario de la CEPAL, en Buenos Aires; docente universitario de la Universidad de
General Sarmiento. El título de su ponencia es “Desigualdad territorial, inequidad y disparidad
de oportunidad”. También nos acompaña la doctora Mabel Manzanal, investigadora principal del
Conicet, profesora titular de Teoría y Política Económica en la UBA, directora de Programa de
Economías Regionales y Estudios Territoriales. El título de su ponencia es “Desarrollo y
territorio en la Argentina en el marco de la globalización”. Además, contamos con la presencia
del ingeniero químico Martínez de la UBA, con formación económica posterior, ha sido diputado
nacional, secretario de la Pequeña y Mediana Empresa de la Nación, y actualmente es presidente
del Instituto Nacional de Tecnología. Su ponencia lleva por título “Acciones para industrializar
la Argentina más pobre”.
Los panelistas disertarán durante 30 minutos cada uno, y después los presentes podremos
hacer las preguntas que consideremos pertinentes, y los comentarios que quieran hacer al
respecto. Dejamos abierto el panel, y le agradecemos a todos por su presencia.
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Sr. Gatto. — En primer lugar, muchísimas gracias por la invitación de la Comisión. En segundo
lugar, voy a hacer una presentación un poco provocativa, pero básicamente para animar el
debate. Es una mezcla de tres investigaciones que se están haciendo ahora. Una es sobre finanzas
públicas de la cual yo voy a hablar muy poco, que está haciendo la CEPAL, otra que se está
haciendo en el marco de una unidad de estrategia educativa, que tiene el gobierno nacional, y
sobre la cual yo voy a hacer más referencia respecto a los recursos humanos, y la tercera
investigación que yo compuse aquí tiene que ver con el desarrollo productivo y algún tipo de
debilidades productivas en las regiones argentinas.
Básicamente yo voy a hablar de tres cosas: voy a hacer una comparación inicial con el
tema de desigualdades en otros contextos, tanto latinoamericanos como europeos, porque en
muchos debates siempre se usa la comparación, y creo que es importante precisarlo un poquito.
Después vamos a presentar algunos indicadores de disparidades regionales, y la dimensión que
tiene esa disparidad, sacar una conclusión, que yo se las adelanto, pero es que buena parte de las
regiones más rezagadas en la Argentina son porque hay una especie de acople de déficit de
capital de distintos tipos de capital o de distintos tipos de activos. Luego una reflexión final sobre
la necesidad de una estrategia de tipo regional.
Por otra parte, para empezar y desmitificar un poco el tema, desigualdades regionales hay
en todo el mundo, tanto en los Estados Unidos, China, India, países europeos, América latina. Y
las disparidades tienen que ver en parte en dónde están los asentamientos poblacionales, qué
tipos de recursos naturales existen, cuál fue la historia que fue poblando distintos territorios,
etcétera, o sea, que es un dato claro. Hay países con mayor desigualdad, con menor desigualdad,
pero hay desigualdad en todos. Entonces, el tema de discutir por qué hay desequilibrios o
disparidades, en realidad, tiene cuatro argumentos sobre los cuales uno puede trabajar: porque
esa desigualdad implica una gran inequidad dentro de un país, es decir, gente que está viviendo
en una zona muy pobre, otra que está viviendo en una zona fortalecida o muy rica; hay pérdida
de cohesión en esa comunidad porque hay desbalances e inequidades entre esos territorios; si la
inequidad es muy grande, hay procesos migratorios forzados, es decir, gente que se mueve de un
lado para otro en busca de un mayor bienestar, o sea, de una situación más beneficiosa.
Por otra parte, y esto es donde yo voy a centrar un poquito la provocación, una fuerte
inequidad, lo que significa también que es una fuerte desigualdad de oportunidades. Es decir, una
persona que vive en un cierto tipo de zonas enfrenta una serie de oportunidades en su vida que es
distinta a la que vive en otra zona. Por lo tanto, en el caso argentino en particular y
Latinoamérica, la desigualdad de oportunidades —porque las disparidades son muy grandes—
son muy grandes. Entonces, no es lo mismo vivir en cualquier parte de la Argentina para
desarrollar su vida. Yo voy a hacer un poco de énfasis en eso, como que el lugar de residencia
importa.
Por último y no menor, también hay un fuerte desaprovechamiento de recursos, porque
en todos los territorios tienen algún tipo de recursos y probablemente porque la dinámica
económica lleva a que gran parte de las inversiones se canalicen hacia cierto tipo de zonas o a las
zonas que tienen más desarrollo histórico anterior. Implica una cierta ineficiencia, y no uso de
recursos. Esos son argumentos que hay que tener en mente, sobre todo cuando uno después trata
de armar alguna estrategia o política, y decir: mi objetivo cuál es.
El otro tema que vale la pena recalcar, a pesar de que en todos los países hay
desigualdades, es que las magnitudes de las desigualdades no son las mismas. Una cosa es estar a
dos veces entre zonas más ricas y más pobres, y otra cosa es estar a diez veces de las zonas más
ricas y más pobres. Hay países donde la desigualdad tiende a decrecer y en otros a crecer. Hay
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países con una fuerte rigidez de disparidad, o sea, que en los últimos 40 ó 50 años no se ha
movido. Prácticamente es la misma. Por lo tanto, hay ciertos aspectos o atributos de la
desigualdad que valen la pena profundizar, porque no todas las desigualdades son iguales. Ese es
el punto. En magnitud, en factores que la determinan, en su propia dinámica, en las estrategias de
cómo atacarlas o intentar superarlas. Entonces, un poco lo que vamos a intentar es eso.
Como yo decía, quiero marcar el tema de las desigualdades frente a otros casos. Si uno
observa el caso europeo, el nivel de desigualdad entre la región más pobre y la más rica, en
cualquiera de todas esas, es de una o dos veces y media. Si uno le suma América latina a ese
cuadrito, las desigualdades empiezan a ser de uno a ocho, de uno a siete, a seis,
independientemente de cómo la calcule. A su vez, si ven bien el cuadro, los países
latinoamericanos están dispersos en el gráfico y casi todos se concentran en un grupo que tiene
un producto per cápita inferior a diez mil dólares del 2000. En cambio, los europeos se disponen
a distintos niveles de ingreso. Todos tienen una disparidad de una a dos veces, una a tres veces,
etcétera. Cuando uno mide esto con la descentralización que tiene ese país, observa que en el
caso europeo, donde todos tienen la misma disparidad territorial, independientemente a nivel de
ingresos, los niveles de descentralización son muy variantes. Hay países donde el gobierno
nacional maneja el 90 por ciento del presupuesto, hay países donde maneja el 50, países más
descentralizados, menos descentralizados. Todos con la misma disparidad, aunque con distintos
niveles de ingreso.
En el caso de América latina, sorprendentemente, los datos dicen que la disparidad
aumenta o hay mayor disparidad cuando también aumenta el nivel descentralización. Y el caso
argentino lo demuestra. Nosotros hemos avanzado en descentralización y también hemos subido
en inequidad. Eso plantea un par de diferencias con el caso europeo que hay que reforzar. En
América latina y en la Argentina, la disparidad parte de niveles muy bajos de ingreso per cápita,
o sea, en realidad, es una disparidad relativa muy grande de uno a ocho, pero la región más pobre
es extremadamente pobre.
En el caso europeo, la región más pobre está arriba de los diez mil euros, en cambio, acá
hasta el nivel de cien euros o en América latina, con lo cual, nosotros no solamente tenemos un
problema de desigualdad relativa de la relación entre el más rico y el más pobre, sino que además
tenemos un problema de exclusión o de región pobre en absoluto. Por eso, cuando uno mapea en
muchos casos América Latina termina teniendo como dos niveles regionales: las regiones con
carencias y privaciones, que son las regiones pobres, y las regiones con diversidad de recursos.
Esto es muy importante cuando uno hace una estrategia de política, porque, en realidad, uno no
tiene que corregir un ajuste que se ha desequilibrado, sino que como está demasiado polarizado,
la estrategia de mayor equilibrio regional requiere de otras opciones, motivo por el cual, hay que
tener cierto cuidado en América latina sobre todo, o en la Argentina cuando se habla de
descentralización, si es que no se instrumentan a la par algún tipo de medidas correctivas, como
hizo la Unión Europea con las regiones 1 para equilibrar las transferencias.
Normalmente, en la Argentina, se discute el tema regional a nivel de provincia, y
nosotros hicimos un intento —y varias instituciones— de trabajar algo en otra dimensión
territorial, porque no solamente hay disparidades entre jurisdicciones, o sea, entre provincias,
sino que en el caso nuestro y de Brasil, sobre todo también, hay muchas desigualdades
intraprovincia o intraestado. Entonces, a lo mejor hay que introducir una unidad subnacional
diferente. Nosotros trabajamos mucho con localidades, para poner un ejemplo.
Por consiguiente, qué factores pueden identificarse atrás de las diferencias, inequidades
entre provincias, cuáles son los sedimentos que las enfatizan, cuál es la transferencia
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intergeneracional. Por ejemplo, en la Argentina, en promedio, y a mediados de la década —los
datos no son actualizados, pero son simplemente para tener una referencia de qué dimensión
estamos hablando—, el 50 por ciento de los habitantes no tenía servicio de agua y cloacas. En la
Capital Federal, menos del 1 por ciento no tenía, en las capitales de provincia, el 34; en las
ciudades de dos mil a diez mil, el 75; en Formosa, 68; en Chaco, 75; etcétera. Hay disparidades
de distinta dimensión territorial. Si uno toma las camas hospitalarias, cada diez mil hay cuatro
camas en la Argentina; cada mil personas, en la Ciudad de Buenos Aires había ocho camas; en
Salta había tres.
Si uno toma los seguros de salud, es decir, la cobertura de salud que da un empleo formal
o una prepaga, el promedio es que en la Argentina estaban cubiertos, alrededor de 2005, el 50
por ciento; la Ciudad de Buenos Aires, el 26; en el Chaco, el 65 no tenían servicios; en la
población rural, el 60 por ciento no tenía cobertura; y en la población rural indígena más del 80
por ciento no tenía cobertura, o sea, era gente que tenía que ir a un hospital público. Si uno toma
la gente que va a establecimientos educativos, en la Argentina, casi un 50 por ciento, de 14 a 17,
en 2007, no asistía a colegios primarios o secundarios, dependiendo de lo que habían terminado;
pero en las ciudades más chicas de diez a cincuenta mil, casi el 15 por ciento no iba.
Ahora me voy a meter en el tema más educativo, porque para nosotros un elemento
crítico que está por detrás de las desigualdades que uno puede medir con producto bruto o con
los NBI es cuál es el capital nuevo que anda dando vueltas. Casi el 18 por ciento de la población
argentina de los adultos no tenía primaria completa en 2000; en las ciudades de más de cien mil,
el 14 por ciento; en la Ciudad de Buenos Aires, el 4; y 8,5 en algunos barrios de la Ciudad de
Buenos Aires; sin embargo, en Corrientes, Chaco, Misiones, Santiago del Estero, Formosa
estaban alrededor del 30 por ciento.
En los pueblos de menos de dos mil, si hay mucha heterogeneidad era cerca del 30 por
ciento quienes no tenían primaria completa y en los ámbitos rurales dispersos casi el 45 por
ciento no tenía primaria completa, o sea, que tenemos un tema alrededor de si los adultos
finalizan o no la primaria, que en este país es obligatoria desde hace muchos años y
probablemente ahora también lo sea la secundaria en el futuro; sin primaria no se pasa a la
secundaria. Entonces, a mediados de la década de 2000, los adultos con secundaria completa en
la Argentina, de 18 años y más, era del 35 por ciento, y el resto no tenía educación secundaria
completa, o sea, casi el 60 ó 65 por ciento de la población no tenía secundario completo.
En las ciudades capitales de provincia o en las grandes ciudades como Rosario o Mar del
Plata, el 50 por ciento sí tenía secundaria completa. En cambio, en los pueblos más menores,
independientemente de la provincia en que estuvieran, el 22 por ciento tenía solamente el
secundario completo, es decir, había casi un 80 por ciento de la población sin secundaria
completa. Si uno profundiza un poco, en la Ciudad de Buenos Aires más del 60 por ciento tiene
secundaria completa, en el Gran Buenos Aires más del 30 —adultos—, y en Formosa cerca del
38 por ciento.
Después con el resto de las ciudades no capitales de provincia, nosotros hicimos un
estudio técnicamente que se llama de cluster, pero que, en realidad, lo que hicimos fue tratar de
juntar ciudades sobre la base de ciertas características productivas, económicas, que era más
dinámica, industrial, agropecuaria, de turismo, etcétera. En la Argentina, hay cerca de casi cuatro
mil entre ciudades, parajes, pueblitos, etcétera. Entonces, tratamos de mezclar, sin tomar en
cuenta la provincia, porque queríamos eliminar el sesgo que la jurisdicción provincia podía dar, y
después retomarlo para ver si, en realidad, la provincia incidía o incidía más el tamaño de la
localidad, o la característica económica de ese pueblo. Entonces, por ejemplo, en las ciudades
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pequeñas dinámicas, algunas con turismo, otras agropecuarias, etcétera, y en los pueblos de
migración de altos recursos que hay varios que emergen como una de las ciudades nuevas
chiquitas, pero de altos recursos, observábamos, por ejemplo, que en Casilda el 40 por ciento
tiene la secundaria completa y en Rauch casi el 30 están en torno al promedio nacional.
En las nuevas ciudades, tipo Villa La Angostura, el 43 por ciento tiene la secundaria
completa; en Rada Tilly, Rawson, Trelew, cerca del 65; en Salsipuedes, Córdoba, el 41, o sea,
que el tema alrededor de cómo era la ciudad, qué rol jugaba, etcétera, nos empezó a indicar que
explicaba algo del nivel de estudios formales de la población adulta. Después buscamos en
algunos otros pueblos, los pueblos de migración rural pobre en la Argentina. Entre el 90 y el
2000, hubo dos procesos de migración, pero uno muy interesante que fue de zonas rurales pobres
a pueblos cercanos pobres, es decir, se urbanizó parte de la pobreza rural y en algunos de esos
lugares el promedio da el 21 por ciento de la educación secundaria completa y en algunos lugares
más pobres de subsistencia como Corral Quemado en Catamarca, Laprida en Santiago del
Estero, ronda el 10 por ciento la secundaria completa, y esto es simplemente el aspecto formal
sobre si recibió el título o no. No estoy hablando de la calidad de la educación de la secundaria
completa porque no hay elementos todavía para trabajar.
Si uno va a los pueblos más chicos, indígenas del norte, el nivel de secundaria completa
está en el 7 por ciento, con casos del 3; Rivadavia, en Salta; Patiño, en Formosa, etcétera. Eso
implica una gran disparidad en la Argentina. No estoy hablando del producto bruto, sino de
cuáles eran los recursos humanos que tenemos o que la gente logra obtener formalmente.
Después hicimos algunas comparaciones, y es notable la relación entre hacinamiento y asistencia
escolar. En los lugares donde hay más pobreza, el hacinamiento es una muestra de eso, hay
menor asistencia escolar de chicos de 14 a 17. Cuanto menor sea el nivel de cobertura de salud,
hay más analfabetismo, y da una regresión del 40 por ciento, o sea, que es fortísima.
Después tomamos el caso de una provincia, que alguno la va a reconocer rápidamente,
donde la secundaria completa promedio es del 25 por ciento, pero la capital es 40, y en los
pueblos pequeños es del 15 y 10, y con algunos ejemplos de ciudades y pueblos. Esto quiere
decir que la intrajurisdicción, que las diferencias intraprovincia, son muy fuertes, y si uno en
lugar de tomar como indicador de nuestra desigualdad territorial, la provincia tomara unidades
geográficas más pequeñas, nuestra disparidad total sería casi alarmante, es decir, pasamos de
gente que tiene el 60 por ciento de la secundaria completa o más al 3 por ciento, y eso determina
posibilidades futuras. Este tema del mapa de oportunidades, si uno lo quisiera pensar así, un
chico hoy día si nace en esta provincia y vive en un pueblo de menos de diez mil, tiene nada más
que el 15 por ciento de tener el secundario completo, y de ahí sus oportunidades de vida.
Entonces, dos o tres primeras conclusiones: el nivel de disparidad intra a veces excede en
interprovincias. Hay aglomeraciones semejantes en cualquiera de las provincias, y para mejorar
la equidad y la oportunidad se debe trabajar en distintos planos territoriales. Esta es un poco la
afirmación nuestra.
Después comparamos una población urbana con un pequeño pueblo, y ahí se nota cómo
el tamaño de la localidad incide, y comparamos dos ciudades iguales en dos provincias diferentes
y también observamos que hay grandes diferencias. Entre una ciudad en Santa Fe y en el Chaco
que tienen el mismo tamaño, el nivel de analfabeto es de casi cinco veces la diferencia, la
cobertura de primaria pasa del 15 al 40 por ciento de adultos que no tienen la primaria completa
en el Chaco, y así sucesivamente. Cosa que se observa en el Plan Jefes y Jefas de 2003 cuando se
utilizó el nivel de mortalidad infantil o el de hacinamiento.
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Uno de los elementos más interesantes que salió de esta comparación es que estas
disparidades o estos factores educativos culturales, locales, se transfieren entre generaciones, o
sea, una familia pobre por una serie de condiciones termina teniendo chicos que asisten menos al
colegio porque tienen que trabajar, no tienen una presión familiar, o por la razón que sea.
Entonces, ahí tiramos una regresión. A medida que los padres o los adultos no terminaron la
primaria, de 25 a 29 años, los chicos de 6 a 11 no van al colegio.
Voy a decirlo mejor: cuantos más adultos, supuestamente padres, no terminaron la
primaria, menos asistencia tienen sus hijos de 6 a 11 de ir al colegio. Hay muchos factores.
Desde problemas de ingreso hasta problemas familiares, jefes de hogar donde la jefa es mujer,
etcétera, pero lo que sí vimos es que hay como una inercia y que esta inercia se transmite. Por lo
tanto, es un tema que hay que tomar en cuenta.
Entonces, esto nos llevó a una pregunta que fue por qué pueblos, ciudades o ámbitos
parecidos, en realidad, son diferentes. Hay temas de historia, y a mí me parece que el rol que
tienen estas distintas ciudades, localidades, en el contexto territorial es muy importante. En el
sentido de que han nacido a veces por una razón especial al lado de una vía de tren, puestos
fronterizos, la localización de una industria particular y que esta se fue junto con el tren, ya no
hay conflicto fronterizo, y entonces empezó a perder rol. ¿Qué hago yo? ¿Cuál es mi función
como ciudad? Después que ha habido una orientación de la inversión pública y de los servicios
hacia las localidades de mayor tamaño, porque, en realidad, hay más población ahí.
Luego, ha habido una serie de condicionantes locales y provinciales que han determinado
esta última frase, y que es que a la larga uno nota que en las ciudades o en los pueblos, o en las
regiones más rezagadas, hay un desigual componente de activos, es decir, hay una ausencia de
distintos tipos de capital humano, de infraestructura, de capital productivo, de capital básico,
institucional, etcétera. De golpe, entra, y cuando uno empieza a escarbar, observa que no es un
problema de que falta una cosa, sino que hay una especie como de vaciamiento de ciertos
capitales críticos. Eso lo voy a enfatizar varias veces porque ahí está el nudo de la cuestión. Son
los lugares carentes, entre otras cosas de educación, pero de muchas otras que uno podría listar
acá.
En consecuencia, comenzamos a trabajar y nos dimos cuenta que muchas de estas
disparidades no son recientes, o sea, que tienen una larga data. Uno puede ubicarlas de 40 ó 50
años, y que las transferencias compensatorias —y usted hizo un comentario al respecto— son
indispensables para que mucha de la gente más privada viva, coma, vaya a la escuela. No
revierten las condiciones estructurales. Ahí hay un problema entre cómo uno maneja la situación
de coyuntura del corto plazo y cómo trabaja una estrategia de mediano plazo. Y que existen una
serie de rigideces que determinan un contexto cotidiano en estos lugares más pobres muy
particular, que no es fácil revertir, es decir, la vida, las expectativas, porque en estas ciudades se
produce un vaciamiento, incluso, de recursos humanos.
En ese sentido, si bien tienen recursos humanos con poca formación formal, si el contexto
productivo no genera una demanda de mayores calificaciones, se tiene que ir a otro lado. Si una
persona que tenga un nivel de calificación emigra, estos lugares generan lo que se llama la
“migración selectiva”. Se van las mayores capacidades, y el lugar se va vaciando, pero también
se vacía de otras cosas y entra a perder interés o atracción.
Por lo tanto, hay un tema vinculado en cómo se generan condiciones de entorno
apropiadas para generar un crecimiento de distintos tipos de factores y de capitales, y cómo las
capacidades y las competencias de los recursos humanos se van no solamente estimulando, sino
que además, van encontrando demanda. Por ejemplo, en muchos de estos lugares las últimas
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inversiones desde 2000 hasta acá y los datos que pudimos encontrar, están focalizadas en la
utilización de recursos naturales de alta rentabilidad. Eso es muy claro. Además, existe una
estigmatización de estos lugares. Ahí no se puede hacer nada.
¿Qué voy a hacer yo en el medio de tal lado? Entonces, se crea como una especie de
mística que refuerza la razón y entra a acumularse del vaciamiento de esos lugares. Ahí es donde
nosotros paramos para ver cómo manejar esto, y alentamos la discusión de por qué hay que tener
una estrategia pública convergente y coordinada. No solamente porque se vulneran Derechos
Humanos, sino porque el tema es multidimensional.
Yo creo que es donde uno tiene que poner el énfasis y salir del producto bruto per cápita,
que es solamente una dimensión de este tema. Porque no es solo productivo ni es solo educativo,
ni de infraestructura, ni institucional. Es un problema más sistémico y que requiere un quiebre de
lo que es la inercia propia. Probablemente, cualquiera lo pueda quebrar, pero si varios de estos
ejes trabajan juntos, la posibilidad de quebrarlos es mucho más sólida, y la posibilidad de que sea
eficaz la aplicación de recursos por cada uno de los sectores es mucho más segura. Esto no tiene
reversión automática. Uno puede estudiar muchas localidades del 50 para acá.
Nosotros hicimos un ejercicio con algunas de Formosa, de Neuquén, que van para arriba
y para abajo, y nos dimos cuenta que es muy difícil sin una intervención externa al lugar, que
esto mismo lo puede hacer. Una parte de esa inversión es privada. Son capitales, inversiones,
etcétera. Hay otra acción del Estado nacional que creo que tiene que cuidar el piso del Estado, es
decir, de todos los habitantes que vivimos acá, independientemente de nuestro lugar en la
residencia, y después seguramente tiene que haber una intervención provincial, regional, como
uno la piense. Esto requiere un compromiso del Estado, un esfuerzo fiscal y una visión de
mediano plazo. Esto no se resuelve en dos, tres o cuatro años. Uno tiene que trabajar sobre
factores que llevan décadas trabajando. Muchas gracias. (Aplausos).
Sra. Manzanal. — Buenos días. Muchas gracias por la invitación. Es una oportunidad para
contar lo que estamos haciendo. Soy investigadora del Conicet y de la Universidad de Buenos
Aires. Dirijo un grupo de investigación en temas territoriales y regionales, y la verdad es que
hace muchos años que vengo trabajando en esta problemática de las economías regionales y de la
desigualdad regional. Yo me inicié en un centro de estudios regionales donde comenzamos
hablando del problema de las desigualdades regionales. Era la temática a fines de los ´70, y
cuando a lo largo de la vida viene visualizando que este problema estaba, siguió estando y
seguirá estando —ojalá no— porque cuál es el tema con las desigualdades regionales.
¿Nos preocupan las desigualdades regionales per se o están vinculadas a una cuestión que
tienen que ver con procesos políticos de determinados momentos y períodos históricos? ¿O nos
preocupan las desigualdades regionales porque expresan la realidad de desigualdades sociales?
Yo me pregunto por qué en determinados momentos fueron el eje de determinadas políticas, que
fue lo que pasó en los años ´50 con la planificación del desarrollo regional. Primero, la
planificación nacional y, segundo, la planificación del desarrollo regional. Ahí era el momento
en que comenzaron a surgir las preguntas sobre cómo paliar las desigualdades regionales.
Entonces, cuando uno mira la historia, observa que, en realidad, ese período, que podríamos
llamar “el período del Estado benefactor”, es el período donde se visualizan estos problemas que
aparecen acá.
En aquel momento, se decía que éramos subdesarrollados porque teníamos un conjunto
de problemas que los desarrollados no tenían, y era la concentración geográfica excesiva, las
desigualdades regionales que había en zonas con un desarrollo muy pronunciado, acelerado,
como el caso de La Pampa húmeda, en el caso de la Argentina y el resto con un desarrollo muy
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desigual. Esto llevaba a un centralismo político, a un colonialismo interno que eran procesos
históricos que se venían manifestando. Algunos teóricos decían que era el proceso de causación
circular acumulativa, que donde había más, más había, y donde había menos, menos había.
En ese momento, uno se tiene que preguntar por qué estos problemas aparecen y por qué
se estudian, y por qué hay que enfrentarlos. En esos años, el proceso de acumulación del capital
requería algunas modificaciones y, además, estaba la situación de la Guerra Fría, la Revolución
Cubana, una serie de cuestiones que necesitaban que los países desarrollados vieran
posibilidades de desarrollo o de crecimiento, o de paliar las desigualdades regionales en los
países subdesarrollados. Ahí hubo un conjunto de políticas que no fueron a nivel nacional, fueron
políticas, como la alianza para progreso, a nivel internacional. No fueron solo en la Argentina,
sino también en América latina.
El problema de las desigualdades regionales tiene su origen en procesos que van más allá
de lo que nos estaba pasando a nosotros. Es el período que aparece por las guerras y por los
procesos posteriores, la sustitución de importaciones y las propuestas. Vamos a paliar las
desigualdades con polos de desarrollo en diferentes lugares postergados, crear obras de
infraestructura para conectar esos lugares postergados, generar un desarrollo integral rural o
integral de cuencas donde no contemplemos solo la producción, sino también la educación, los
servicios, el acceso de la población a la educación, vivienda, salud.
En ese contexto de la planificación, aquí hice una selección de cuántas leyes hubo en ese
período. La primera es la ley en el período de Frondizi, y es la de la Promoción Industrial, pero
antes en el gobierno de Perón tuvimos dos planes Quinquenales, los cuales no estaban tan ligados
porque todavía no había aparecido el problema de las desigualdades regionales, sino que estaba
más ligado a la promoción industrial, a las actividades de generar un proceso sustitutivo de
importaciones. Después vamos a empezar a ver —estas que estoy poniendo tienen que ver con
que aparecieron las desigualdades regionales como un motivo que frenaba nuestro desarrollo—
cómo frenaba el desarrollo y el crecimiento.
Además, empiezan a aparecer un conjunto de medidas como la creación del CFI en 1959,
el Plan Nacional de Desarrollo en 1965-69 y una política desarrollista con diferencias a veces
más eficientista, más igualitaria, según los gobiernos. Tuvimos gobiernos radicales, el gobierno
de Frondizi, de Illia, dictatoriales que tenían el pensamiento desarrollista, y aquí tenemos un
conjunto de diferentes políticas que se aplicaron en diferentes momentos, pero todas bajo ese
signo desarrollista con una inclinación más equitativa en algunos casos o más eficientistas en
otros.
Luego de una sucesión de aplicaciones, llega el fin del Estado benefactor. A mediados de
los años ´70 aparece una nueva realidad. Entonces, nos preguntamos, pero, ¿continúan los
mismos problemas? Continúan las desigualdades, la concentración geográfica, el centralismo
político, es decir, todos esos años de sucesivas aplicaciones de polos, desarrollo, de políticas de
promoción industrial, no terminaron de transformar a esa Argentina, y lo podemos pensar en
términos de desigualdades regionales, pero lo que está ahí presente son desigualdades sociales,
como las que señalaba Francisco antes.
De todas maneras, hay cambios fuertes. Realmente, el fin del Estado benefactor y el
surgimiento del modelo neoliberal trae una nueva relación de fuerzas a nivel mundial por
diferentes razones, ya que no somos los privilegiados. Esto no nos sucede solo a nosotros.
Aparece una nueva geografía política tanto en la Argentina como en el mundo que nos va a
hablar de nuevas desigualdades. Diferentes a las que vivíamos hasta ese momento. Aparecen
nuevas limitaciones estructurales. Vamos a ver ahora que hay una penetración de las empresas
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transnacionales con un poder de decisión en los ámbitos regionales que no tenían antes, hay una
mayor concentración ahora del capital en las economías regionales —acá están nombradas
algunas, pero son solo ejemplos— frutas, vid, olivo. El avance de todos los procesos pampeanos
hacia las economías no pampeanas. Todos los procesos del sorgo primero, de la soja después.
Entonces, evidentemente, lo que vemos ahora —más que aquellas desigualdades que
veíamos antes— es una verdadera diferenciación entre actividades de avanzada y un resto
excluido de la actividad productiva. Empieza a aparecer durante todo este período,
lamentablemente, la desaparición de las PyME y de los pequeños productores que habían tenido
inclusión en el modelo anterior, porque ese modelo industrializador sustitutivo le daba lugar a las
PyME y a los pequeños productores como abastecederos de un mercado interno que empieza a
desaparecer durante el modelo neoliberal.
Entonces, esta cuestión de las desigualdades regionales expresadas a través de
desigualdades sociales son aun mucho más graves en el período que sigue. Además, porque el
control de este proceso, que viene más marcado desde afuera, es mucho mayor, y empiezan a
aparecer cuestiones como las barreras arancelarias, el crecimiento de la producción certificada,
una mayor dependencia tecnológica, y lo que todos ustedes conocen, los subsidios a la
producción agropecuaria de la Unión Europea de los Estados Unidos. Esto conduce a un proceso
de desigualdades sociales más pronunciado que el que habíamos querido paliar en las décadas
anteriores. Junto con esto, con la desaparición de empresas, de las PyME y de los pequeños
productores, aparecen los conflictos que nosotros llamamos “territoriales” en todas las
provincias.
Efectivamente, la desocupación, la marginación y la exclusión llevan a un conjunto de
conflictos, primero, de las características tradicionales, y después empiezan a aparecer conflictos
de nuevo signo. Esto es una de las cuestiones que nosotros estudiamos en nuestro grupo, los
conflictos en los ámbitos de las distintas provincias en los distintos territorios.
Vamos a observar que en este contexto va a aparecer, hacia fines de los ´90, un nuevo
paradigma vinculado al espacio, al territorio. Antes teníamos el del desarrollo regional, las
políticas para paliar las desigualdades regionales y ante la exclusión que el modelo trajo, aparece
un nuevo paradigma que tiene que ver, primero, con las integraciones supranacionales, es decir,
el Mercosur. Ya no es suficiente con los países individualmente. Después empieza a aparecer
esta cuestión del surgimiento de lo local y del desarrollo territorial, al desarrollo de las
economías regionales, al desarrollo regional, hoy día se le presenta una nueva propuesta que es
la del desarrollo territorial, y esto tiene que ver con una nueva realidad, con esa nueva geografía
que aparece como consecuencia de aquel modelo de economías mucho más territorializadas,
donde hay regiones ganadoras y regiones perdedoras. Regiones —como también escuchamos la
charla anterior— que tienen capacidades, capital social, capital educativo y regiones que no lo
tienen zonas, territorios.
Entonces, empieza a aparecer una concepción de que no miremos al país en su totalidad
integrando todos los espacios, las regiones como fueron creadas en la época del Conade —que
todavía hoy subsiste y hablamos— de NEA, NOA, Patagonia, Cuyo, pampeana, sino que
tenemos que mirar a las regiones a través de los lugares, en realidad, no regiones, sino lugares.
Algunos serán lugares que se van a incorporar al modelo de funcionamiento global, y otros
quedaran afuera. Así como quedan las poblaciones excluidas, quedan los territorios excluidos.
Estas propuestas vienen con que la economía es nueva, que es una economía de redes, y,
entonces, a lo global —una economía de flujos— se lo opone lo local. Estamos
permanentemente escuchando global, local, localización, es decir, en el medio quedó el Estado.
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Parece como que el Estado no existiera, porque la globalización actúa directamente sobre los
territorios.
Esta cuestión del desarrollo territorial, del desarrollo local, del otro lado está lo global, no
está la Nación. Esto no quiere decir que la Nación no esté o que el Estado Nacional no esté; está
siempre, a veces promoviendo e, incluso, facilitando, pero se lo oculta ya desde estas propuestas
que aparecen en la etapa del modelo neoliberal. Entonces, cuando nosotros miramos esta relación
entre espacio y desarrollo, es decir, esta problemática, por un lado, está cómo desarrollar y, por
el otro, está qué pasa con el espacio, con el territorio, con las regiones, a nivel de nuestro país y
también a nivel de América latina, pero acá voy a especificarlo a nivel de nuestro país.
Hay dos etapas históricas donde eso aparece en términos de política con propuestas
políticas, que son dos etapas históricas no consecutivas. Una es la que relaté antes la de la
planificación del desarrollo regional que podríamos ubicar empezando en 1945 —no empieza
exactamente en 1945—, 1945-1975; en 1975 todos sabemos por cuestiones internacionales, por
la crisis energética, por la crisis del petróleo, el modelo empieza a debilitarse y desaparece el
Estado benefactor en los términos en lo que lo conocíamos.
Entonces, ese es el primer período. En el medio no hay nada en términos de política,
porque no había políticas de desarrollo regional, porque se suponía que el Estado no tiene que
estar, no tiene que hacer política, tiene que dejar el lugar a las empresas. El Estado no tiene que
participar. Y vuelve a aparecer más sobre el final de los ´90, traído desde propuestas del primer
mundo como desarrollo territorial o desarrollo territorial rural, y vuelve a aparecer como una
consecuencia de la fuerte marginación que el modelo anterior dejó.
¿Qué hacemos ahora? Y vuelve a parecer también como una consecuencia del avance de
la globalización. Frente a la globalización, cómo se mira a los territorios, cómo se mira a la
Nación, se mira a partir de los territorios. A la globalización le interesa que el Estado esté para
que le facilite la entrada a los territorios.
Entonces, nos tenemos que preguntar si el desarrollo territorial es o no una propuesta
alternativa, porque es lo que se habla hoy día, desarrollo territorial, formación de capital,
formación de redes, cohesión social. En definitiva, ¿qué es el desarrollo territorial? Es todo esto.
Es concertación público privada, articulación entre actores locales, movilización de la población,
cohesión social, autonomía de las localidades, asociativismo territorial. Esto es lo que se
promueve. Se promueve que aquellas regiones que logren cohesión social, atractividad territorial,
competitividad internacional, integrarse a redes internacionales, serán las que podrán ser las
regiones ganadoras. Estas son las que se integran en el mundo de la globalización. Las que no
logren estos procesos, van a quedar afuera.
Por lo tanto, el Estado se desintegra, el Estado tiene, por un lado, regiones ganadoras y,
por otro, tiene regiones perdedoras. Por eso, también desaparecen las unidades tradicionales en
este funcionamiento, porque de alguna manera se desdibujan el Estado Nación y las provincias, y
estos procesos son resultados a su vez de procesos anteriores que los desmembraron, por
ejemplo, una descentralización que se hizo en todo el país de funciones, como educación y salud,
sin la correspondiente descentralización de recursos y de capacidades alternativas.
Además, uno se pregunta, porque en esta propuesta de desarrollo territorial se dice
quiénes son los que van a producir esa transformación: los actores locales. Entonces, hay actores
locales con mayores capacidades que son los que pueden llevar a cabo este proceso, Son los
actores locales los que llevan a cabo los procesos de transformación, es decir, hay zonas con
mayor capital social, mayor vinculación con otros actores de la región y fuera de la región, del
territorio y fuera del territorio. El ejemplo más paradigmático de todo esto es Rafaela, como el
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ejemplo de ese desarrollo territorial tipo cluster que tiene competitividad, y que tiene que ver con
una característica particular de los actores del ámbito, es decir, donde podamos producir ese tipo
de actores, es donde esas regiones tienen oportunidades.
¿Por qué el desarrollo regional estaba inmerso en un contexto político internacional
vinculado a intereses concretos de producir un desarrollo e integración de países
subdesarrollados? ¿Por qué ahora el territorio? ¿Por qué ahora aparece esta cuestión del
desarrollo territorial?
Históricamente, el territorio estuvo asociado a una concepción del Estado —el territorio
del Estado—, pero cuando hablamos de lo local, el territorio son ámbitos locales. Y los
territorios, como ámbitos locales, son construcciones sociales. Por eso, encontraremos territorios
que tienen capacidades, porque tienen actores y articulaciones diferentes, y otros que no los
tienen, dado que es una construcción social. Por eso decimos “acá hay capital social, hay capital
cultural, hay identidad”. Pero también es el ámbito donde se da la identidad cultural. Por eso es
que encontramos tantas diferencias —en la exposición anterior veíamos las diferencias—, porque
hay identidades, culturas e interacciones diferentes. Entonces, es un espacio de la interacción,
pero también del poder, porque los territorios se disputan. Hay actores que disputan la
posibilidad de explotación de los recursos: agua, tierra y todos los bienes ambientales que hay en
determinados territorios. Es un ámbito de disputa y de poder. Al mismo tiempo, la otra cara de la
globalización es que el territorio le interesa a los procesos globales. Determinados territorios son
de interés de los procesos globales.
En consecuencia, de algún modo, el territorio es todo esto. Es una amalgama
contradictoria, donde funciona la política del Estado, los movimientos sociales y, según cuál sea
la política de Estado y qué funcionamiento tengan los movimientos de las organizaciones
sociales, encontraremos una faceta de un territorio u otro. Donde hay movimientos sociales
fuertes, van a definir territorios de características diferentes a otro; donde hay políticas públicas
presentes, también encontraremos diferencias en los territorios.
Quiero comenzar muy brevemente a contarles un tema de nuestra investigación. Nosotros
hemos investigado conflictos territoriales, que son conflictos de nuevos signos, que aparecen en
el presente. Muchos conocemos los conflictos de los sectores populares, de los sectores obreros y
la historia del movimiento sindical, y vemos que hoy en día aparecen otros conflictos —reclamos
por la tierra, por el medio ambiente, por la construcción de obras de infraestructura—
relacionados al territorio, cuestiones diferentes a los conflictos tradicionales. Algunos dicen que
estos son conflictos de la modernidad.
Nosotros hemos relevado dos zonas con conflictos: una, en el Departamento de San
Pedro, provincia de Misiones, en Bernardo de Irigoyen, y en General Belgrano, en reclamo por la
ocupación de tierras privadas; otra, en Salta, en la zona de los Valles Calchaquíes, que es un
reclamo histórico —desde principios de siglo— por el agua de riego, porque los productores de
la zona no tienen acceso al agua de riego, dado que la consumen antes los otros productores, que
están más arriba, son más poderosos y grandes.
Entonces, relevamos ambos conflictos y, en esta cuestión del desarrollo territorial, nos
preguntamos qué desarrollo se puede pensar desde lo local, cuando se dice que éste viene desde
los actores, desde el ámbito local, que son los que generan ese desarrollo, cuando en todos los
territorios que uno analiza —si no es en todos, es en casi todos—, las principales actividades
están comandadas desde lo global. ¿Qué rol tienen los actores locales? ¿De qué actores locales
estamos hablando?
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La provincia de Misiones ha sido beneficiada en algunas de sus actividades por un ciclo
de continua alza de los precios internacionales en las materias primas. Eso ha llevado a una puja
por el territorio, porque ha avanzado enormemente la actividad forestal. Se ha avanzado en la
compra de grandes extensiones para forestar, hubo una reconversión de empresas extractivas
madereras hacia la forestación, creación de áreas bajo distintos regímenes de conservación, áreas
naturales protegidas, Corredor Verde Misionero. Es decir, la mejora en los precios
internacionales llevó a una demanda, crecimiento y expansión de demanda de tierras por parte de
grandes empresas nacionales y trasnacionales. Esto genero, a nivel de la población que ahí vivía,
una menor disponibilidad de tierras para la instalación de los pequeños productores,
desplazamientos y amenazas para que desocupen las tierras aquellos que eran ocupantes de
muchos años. Antes a nadie les interesaba esas tierras, pero ahora les empezó a interesar. Esta es
una realidad; pensar que esto se soluciona desde los actores locales, parece medio utópico,
cuando están avanzando los intereses del mundo globalizado sobre esos territorios.
Nosotros hicimos un relevamiento del conjunto de conflictos en la zona, entre 1990 y
2008. Los armamos según medio ambiente, tierras y comunidades indígenas. Lo mismo hicimos
para Salta, donde también nos preguntamos desde dónde se puede vincular un desarrollo a nivel
local, cuando hay un avance notorio de capitales nacionales e internacionales interesados por dos
actividades en expansión, como son el turismo y la vitivinicultura en la zona de los Valles
Calchaquíes. ¿Qué se está dando? Compra y reconversión de explotaciones, una mayor demanda
de riego y esparcimiento. En una zona donde el agua de riego es central para la producción
agropecuaria, se está utilizando el agua de riego y el agua de pozo para esparcimiento, para
hoteles, piletas de natación e, incluso, para canchas de golf.
Hay una continua readaptación, justamente, para esta forma productiva de los sistemas
superficiales existentes y utilización del agua subterránea. Frente a esto, el territorio se
transforma y los pequeños no pueden producir el pimiento para el pimentón, porque tienen
dificultades con el abastecimiento de agua. Y este conflicto con el agua de los pequeños
productores, por ejemplo, de la zona de San Carlos, se remonta a principios del siglo XX.
Entonces, ¿qué pasó con todas las políticas que hubo de desarrollo regional antes y de desarrollo
territorial ahora?
En el siguiente cuadro observamos los conflictos que están localizados en Salta, donde
hay más conflictos por las tierras con las poblaciones indígenas, y conflictos ambientales.
Entonces, uno observa que algunos conflictos tienen una permanencia histórica, y han surgido
además nuevas y renovadas disputas. En todo el país sucede esto con mucha diferenciación. No
podemos establecer una normativa “son todos de este tipo y bajo estas características”, porque
hay una enorme variedad de situaciones que dependen de los actores y, efectivamente —como
decíamos antes—, de los territorios, de las circunstancias, de los recursos y de las demandas.
Pero también hay una constante: los intereses de los sectores mayoritarios postergados,
sistemática e históricamente, pierden frente a los sectores de poder económico y a las decisiones
de política pública del Estado. La constante es esa.
No negaré que hubo planes de desarrollo rural desde el gobierno nacional que vienen
dándose desde la recuperación democrática, pero todos sabemos que cada vez hay más pobres
rurales o, por lo menos, están marginados de su actividad. Entonces, esta constante hace
preguntarnos cuál es el rol del Estado a lo largo del momento en que comenzó a tener una clara
intervención en la función de hacer política pública, como podemos decir, desde los años ´50
hasta el presente.
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El Estado-Nación tiene un rol decisivo, antes, ahora, cuando está, cuando no está, cuando
parece que está, cuando dice que se tiene que retirar; siempre tuvo un rol decisivo, haciendo o
dejando hacer. Sin embargo, observamos que hay una sistemática carencia de políticas efectivas
que logren incluir a los sectores postergados. De eso se trata cuando hablamos de desigualdades
regionales.
Si analizamos las políticas públicas que se han aplicado en el país, en general,
observamos que los resultados están muy alejados de los enunciados en las mismas. En
definitiva, de nuevo nos preguntamos cuál es el rol del Estado. El Estado-Nación tiene un rol
decisivo para el desarrollo de los territorios y de los sectores postergados. Creemos que lo tiene,
pero cuando pensamos que hay que construir un desarrollo más incluyente —es decir, otro
desarrollo que incluya—, observamos que este otro desarrollo es demandado por los sectores
que, en general, están llevando a cabo movimientos y disputas en su territorio.
Ese otro desarrollo, que trae alternativas educativas, otras posibilidades de inversión, otro
tipo de inserción, son los movimientos en los ámbitos locales los que lo están reclamando. Todos
los movimientos que están originados de los lugares, son los que están reclamando por ese otro
desarrollo. Y el Estado tiene que escuchar esos requerimientos, si es que realmente le interesan
los procesos de inclusión de los sectores postergados. Ese otro desarrollo son otras capacidades,
otra distribución de poder, de instituciones. Otras instituciones para otro desarrollo. Eso es todo,
muchas gracias. (Aplausos.)
Sr. Martínez. — Buenos días a todos y muchas gracias por invitar al INTI a participar en este
ámbito. Nosotros venimos trabajando en esta cuestión desde hace mucho tiempo, pero la gestión
en el INTI lo ha fortalecido y consolidado por disponer de una herramienta importante. Y me
permito señalar con qué criterio estamos trabajando y con qué criterio participamos de esta
reunión.
El INTI es un organismo del Poder Ejecutivo Nacional, que tiene como responsabilidad
generar y transferir tecnología para la mejora de la calidad de vida de la comunidad. En ese
contexto, nosotros nos hemos planteado que nuestros análisis sobre las situaciones de pobreza y
de asimetría regional en el desarrollo tienen que concluir en propuestas para superar la situación,
y no en caracterizaciones, porque nuestra responsabilidad es ejecutiva, es absolutamente
proactiva, y la verdad es que no nos sentimos conformes cuando llegamos a estas situaciones de
confusión o de dudas sobre caminos a tomar. Por supuesto, las dudas aparecen, pero intentamos
persistir hasta elegir caminos —al menos elegir—, aunque no tengamos la plena convicción de
que es el camino correcto.
Nosotros hemos elegido este año del bicentenario como un particular acicate para trabajar
en estas cuestiones, por eso hemos desarrollado una serie de seis reuniones —en realidad, cinco;
la sexta sucederá dentro de estos días—, que hemos llamado “Los debates para honrar el
bicentenario”. La tercera de esas reuniones se titulo “Hacer donde no hay”. Se ha acompañado de
un material y de una cantidad de bibliografía. Sintetizo un poco lo que dice ese material, y luego
paso a particularizar con más fuerza, aprovechando este ámbito, que no queremos desaprovechar,
porque es la tercera vez en ocho años de gestión que el Senado de la Nación nos invita a hacer
alguna presentación. Por lo tanto, cada vez que venimos aquí, para nosotros es una oportunidad
invalorable.
¿Cuál es nuestra caracterización central del problema? Que realmente es imposible
pensar en resolver los problemas de asimetría regional y de pobreza, meramente, a través del
crecimiento. Pretender que las mil millones de personas que viven con menos de un dólar por día
—cifra impactante a nivel global, que significa el 1 por ciento del ingreso mundial— dupliquen
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su ingreso, –de un dólar por día a dos dólares por día– sin modificar ningún otro contexto más
que acelerar el crecimiento, implicaría decir que hay que duplicar la economía mundial para que
esas mil millones de personas, en lugar de tener un dólar, tengan dos dólares. O sea, seguirán
teniendo el 1 por ciento de una economía el doble de grande. Es decir, conseguir el objetivo de
que esas mil millones de persona estén mejor —aun tan modesto, como de llevar de un dólar a
dos dólares—, a través de duplicar la economía mundial, parece francamente ridículo. Eso,
extrapolado a cualquier situación nacional o regional, es igualmente ridículo. No hay una lógica
que conduzca a resolver los problemas de asimetría de calidad de vida, a través de un
crecimiento colectivo que, como decía John F. Kennedy, “eleve todos los botes cuando sube la
marea”. Hay que focalizar políticas. Hay que definir políticas orientadas a quienes están en una
situación de deterioro relativo o de menor calidad de vida relativa.
Nosotros creemos —eso lo dice nuestro trabajo— que unos pocos regímenes de
promoción industrial que se han llevado adelante en la Argentina, han tenido una justificación de
desarrollo poblacional, de ocupar espacios vacíos. El régimen del Paralelo 42 y el régimen de
Tierra del Fuego tuvieron su origen en esa lógica: por razones de geopolítica, tenemos que
ocupar espacios y, por lo tanto, hay que llevar actividades productivas. El resto, en realidad, ha
buscado corregir diferencias de oportunidades. Es decir, al régimen de las cuatro provincias
promovidas especialmente, se lo llamó “Acta de reparación histórica”, y se apeló a un
instrumento central, que es estimular a la inversión a través de corregir las condiciones de
mercado, otorgando determinado tipo de subsidio, sea de desgravación impositiva, subsidios de
capital o créditos baratos; es decir, corregir el mercado, de manera tal que, mirado en esos
términos de mercado, un inversor cualquiera se hubiera visto seducido a invertir allí.
En rigor, la paradoja es que se ha pensado en promover territorios y no a las personas que
viven en los territorios. En definitiva, eso lleva a que la lógica es perseguir al inversor y
conseguir, en el mejor de los casos, que las personas que viven en los territorios desfavorecidos
estén mejor, porque son empleadas por el inversor que llega. Nosotros creemos que la
aproximación debe ser totalmente distinta, porque no termina de ser más que la versión de
“dupliquemos la economía mundial para que los pobres tengan dos dólares por día”. No termina
de ser más que una versión modificada de ese mismo criterio.
En definitiva, nuestro trabajo comienza con un análisis cuidadoso de el ya clásico trabajo
de la Asociación Empresaria Mendocina, que a fines de la década pasada analizó los regímenes
de promoción y demostró que los subsidios otorgados en términos de desgravación impositiva y
demás, más que duplicaban la inversión realizada, que los efectos ocupacionales eran bajos y,
por lo tanto, efectivamente, el análisis de la baja calidad de los regímenes aplicados en cuanto a
cumplir sus objetivos, era correcto. Lo que tal vez no se tiene suficientemente en cuenta es que la
misma consultora que hizo ese trabajo, que es la del doctor José M. Dagnino Pastore,
recomienda como mecanismo alternativo de solución, soluciones aun más liberales que esa. Es
decir, recomienda la estabilidad de las condiciones impositivas, que es el fundamento de la ley
minera vigente, y otras acciones para estimular el capital que, en definitiva, cuestionan la
segmentación que se hizo con las cuatro provincias beneficiadas. Promueve, por ejemplo, la
reducción generalizada de los aportes patronales, como hizo Domingo Cavallo, considerando que
ese es un elemento virtuoso de promoción industrial cuando, en rigor, lo que hace es bajar los
aportes patronales a las empresas que ya estaban trabajando allí y que hubieran trabajado allí de
cualquier manera. No configuran ningún incentivo especial de localización geográfica
diferenciada.
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Esto es largo de discutir y no queremos malgastar sus tiempos ni desaprovechar nuestra
oportunidad de profundizar una mirada critica sobre los regímenes vigentes. Nosotros, en lugar
de estimular a los inversores generando mejores condiciones para su negocio, queremos ser
absolutamente coherentes y decir que un territorio postergado necesita que se promueva la
calidad de vida de los que viven en esos territorios y que esos sean considerados protagonistas de
esa futura mejor situación. Efectivamente el tema tiene facetas múltiples.
Los compañeros han encarado el tema por un par de lados, y hay muchas más facetas,
pero en términos de ser prácticos, yo diría —iniciando una polémica implícita con el amigo
Gatto— que se ha dedicado mucho tiempo a marcar la diferencia de capital social, entendiendo
como uno de los elementos del capital social a la educación secundaria de la población.
Permítame señalar que los Estados Unidos —el país más importante del mundo en materia de
producción industrial y el más dinámico en cuanto a innovaciones— tiene una estructura
industrial donde su fuerza de trabajo tiene la siguiente educación: 1/3 no terminó la secundaria,
1/3 sólo terminó la secundaria, 1/3 tiene formación superior, y todos trabajan.
En países como la Argentina, la proporción seguramente es mayor, dado que nosotros no
tenemos 1/3 de la población económicamente activa con formación superior a la secundaria. Pero
la diferencia no es cualitativa, en el sentido de que para hacer un análisis donde la educación
aparezca como un implícito bloqueo al desarrollo y, por lo tanto, como consecuencia natural hay
que aumentar las oportunidades educativas para que esa población acceda a más oportunidades
de desarrollo, me parece que es un planteo absolutamente limitado y que lo que hay que hacer es
aumentar las oportunidades de ocupación y de formación en el trabajo para que esa población
crezca.
La formación en el mundo moderno es una mezcla muy compleja de educación formal y
de educación en el trabajo. La educación en el trabajo, habitualmente, tiene muy poco desarrollo
estadístico y muy poco análisis pormenorizado, pero es invalorable en la medida en que,
absolutamente en cualquier lugar donde se instala una actividad productiva, si ésta pretende
hacer uso de la población local para integrarla, tiene la posibilidad de hacerlo, con algunos
elementos externos y componentes del primer nivel técnico, pero este último tiene,
cuantitativamente, una proporción muy baja, muy poco relevante, respecto del total de la
demanda de trabajo. Nuestro criterio es que lo que se necesitan son otros saberes que hay que
llevar al territorio. No hay que convocar al capital en primer lugar ni, como condición sine qua
non, al desarrollo de la infraestructura educativa formal, sino que eso es una consecuencia y un
acompañamiento de un proceso de desarrollo local generalizado.
Buscando mirar cómo acompañar a cada uno de los necesitados de la Argentina, diría que
hay varias miradas. La primera mirada, que es la mas simple: ¿por qué no pensar, sin ningún
beneficio de inventario, en cada territorio argentino, cómo integrar hacia adelante producciones
que tengan bajo nivel de industrialización? Aquí me detengo dos minutos en un análisis que es
bastante sorprendente, a mi juicio, desde el punto de vista político. Nosotros venimos
discutiendo, no discutiendo o eludiendo la discusión, los efectos del régimen minero dictado en
la década del '90 sobre el país. Lo pensamos en términos de bajo porcentaje de regalías, del
efecto sobre el medio ambiente, pero la verdad es que, en proporción a la importancia del pago
de regalías y la importancia del eventual daño al medio ambiente de la minería, es casi nada lo
que se discute el hecho que el grueso de la minería argentina produce materiales que se exportan
con un bajo nivel de industrialización. En consecuencia, es muy bajo el análisis que se ha hecho,
hasta con la Ley Minera vigente, sobre cómo encontrar mecanismos de dictado de leyes
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complementarias que establezcan escenarios que lleven a aumentar el nivel de industrialización
local.
Institucionalmente, hemos discutido con la compañía minera más grande de esta época,
que fue la Alumbrera, por qué no producían el cobre en la Argentina. Y la explicación que nos
dieron fue que no lo hacían porque la escala no lo permite. Hemos descubierto después, en la
página web de la casa matriz de la Alumbrera, que la mina de la Argentina es más grande que la
de la casa matriz, ubicada en Australia. Es decir, la posibilidad de industrializar la explotación de
la Alumbrera, en la Argentina, es absoluta desde el punto de vista técnico, económico e, incluso,
de las capacidades nacionales disponibles. La única razón para que la Alumbrera esté exportando
el concentrado de mineral que está exportando con un contenido poco conocido, porque contiene
una gran cantidad de tierras raras que seguramente deben tener un subproducto importante,
además de cobre y de los otros minerales que tiene, es de decisión económica individual y de
falta de regulación general sobre el tema.
¿Eso qué tiene que ver con lo que estamos hablando? Tiene todo que ver, porque si hay
gobernadores que sostienen con legitimidad que la explotación minera en su provincia es una
cuestión de existencia, porque de lo contrario no podrían generar ocupación para su gente, la
pregunta es: ¿la explotación minera argentina genera un bien final? En la enorme mayoría de los
casos, no. La explotación minera genera un bien que luego se transforma en otras cosas. En la
Argentina, la mayoría de las explotaciones mineras ni siquiera generan un bien con entidad en sí
mismo, utilizable, sino que necesita etapas de transformación industrial hasta ser el mineral o el
metal refinado que no se desarrollan en el país.
En consecuencia, tanto en términos de minería extractiva, como de algunas actividades
petroleras, gasíferas e, incluso, agropecuarias, la primera pregunta es: ¿qué podemos razonar
para mejorar el grado de integración industrial en cada lugar? Para no abundar en demasiado
ejemplos, lo hemos discutido con la propia gobernadora de Tierra del Fuego —haciendo honor a
la presidenta de esta Comisión. Es sumamente importante entender cómo fortalecer el tejido
industrial de la industria de ensamblado que se instaló en Tierra del Fuego, pero es en paralelo
igualmente importante encontrar una línea para utilizar los recursos naturales de Tierra del
Fuego, como base de un desarrollo propio.
Entonces, la pesca, el gas, la turba y algún otro material disponible son elementos que
hay que profundizar y encontrar la manera de que generen una base propia, más autónoma
todavía que la que hoy se dispone. Por suerte, en estos años estamos pudiendo recorrer mucho la
Argentina, y entendemos que este principio es de aplicación general y, luego, de aplicación
especifica a cada lugar. No quiero aburrirlos con anécdotas, pero nosotros hemos estado ayer con
la gente organizadora del mercado “La Estepa”, en Rio Negro, que está organizado por y para
productores, agrupando a 380 mujeres de productores laneros, quienes utilizan la lana para
avanzar en una integración productiva haciendo prendas de lana. Ellos promovieron una ley
provincial, que se aprobó para darles beneficios especiales a los mercados de productores. Ahora
están en la etapa de reglamentación, con alguna discusión política, pero la ley existe. Esta
anécdota va a que, para poder presentar la ley, tuvieron que apelar a un elemento de la
Constitución, que habilita la iniciativa popular, y juntar 13 mil firmas. ¡Juntaron 13 mil firmas en
más de 50 localidades! Cuando uno mira el mapa, hay localidades en la cual hay una firma y
viven cinco personas. Bueno, ese es el esfuerzo que hizo el mercado “La Estepa”, con quien nos
sentamos ayer y discutimos cómo ayudarlos a cambiar el sistema de hilado, a instalar un
lavadero pequeño para que los productores tengan un lavadero regional, en vez de tener que
pensar en lavaderos de otra escala, cómo incorporarles diseños a sus prendas, etcétera. En
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consecuencia, el INTI algo podía hacer —seguramente, otros pueden hacer otras cosas— para
mejorar la calidad de vida en términos relativos. Al fin y al cabo, se trata de eso: avanzar desde
donde se está, sin teorizaciones del limite al cual llegar ni lamentos por lo bajo que se parte, sino
crecer desde donde se está y todo lo que vigorosamente se pueda.
Lo que yo acabo de decir —esto de integrar hacia adelanta actividades actuales— es, de
alguna manera, actuar sobre las fallas del mercado. Hay otra aproximación más sistemática, que
debería complementar la anterior, y sobre la cual queremos llamar muchísimo la atención de los
senadores, que están teniendo la paciencia de escucharme, y del resto de los compañeros.
Efectivamente, nosotros creemos que no es ofensivo o deteriorante hablar de regiones
carenciadas, pero ¿carenciadas de qué? Uno puede decir “carenciadas de capital”, “carenciadas
de oportunidades” —como se dijo aquí—, “carenciadas de niveles de consumos”. A mi juicio, si
nosotros razonaramos por la línea de incrementar la disponibilidad de capital y seguir buscando
inversores externos que inviertan allí —en la medida de lo posible, seduciéndolos para que
decidan ellos sus propias inversiones y, en función de eso, definan su propio perfil productivo
que lleven la región a otro lugar—, francamente, no tenemos más que repetir lo que hasta ahora
se ha hecho, no pudiendo mostrar casi ningún emprendimiento exitoso. En realidad, deberíamos
analizar a Tierra del Fuego, como un elemento positivo de inserción territorial, pero seria largo
de discutir qué tan exitoso es en términos de perfil productivo argentino.
Si admitimos que hay un déficit, yo diría que el déficit central —esa es nuestra tesis
institucional— está en el saber tecnológico, que es saber cómo hacer un matadero de animales
pequeños en Las Lomitas, reemplazando al colgadero que hoy hay, y del cual seguramente se
viene abasteciendo a la población y, en parte, enfermándose hace muchísimos años.
Saber tecnológico es saber cómo hacer una planta pequeña de industrialización de leche,
en Trancas, en Tucumán, donde la cooperativa de producción de leche tiene dificultades para
avanzar. O en el mismo lugar, cómo instalar un matadero de cerdos para que las cooperativas de
productores de cerdos deje de ser explotada por el único matadero de cerdos que hay, que en
definitiva los convierte en eslabones, casi esclavos, si quieren vender sus cerdos.
Saber tecnológico también es instalar una planta sofisticada de inmunosensores para
detectar brucelosis, con nanotecnología y microtecnología, como el INTI tiene desarrollado y
listo para instalar. Las dos cosas son saber tecnológico. ¿Quién traslada ese saber tecnológico a
la región? Nosotros creemos que el desafío de un país es trasladar ese saber tecnológico a las
regiones, a través de trasladar a quienes tienen los saberes. Es decir, nosotros creemos que hay
un desafío abierto para todo el sistema de ciencia y técnica, más todo el sistema universitario,
para impulsarlo a instalar unidades productivas en todas las regiones pobres de la Argentina, con
participación plena de toda la cadena de valor local, integrándola, formándola y transfiriéndole a
mediano plazo las unidades productivas con la autonomía debida.
Creemos que hay que remplazar a ese inversor, al cual se lo seduce, teóricamente, con
rentabilidades altas, por los saberes y el recurso económico del Estado, puesto a disposición de
proyectos concretos, definidos, que atiendan necesidades locales y regionales con salida a plazo
fijo, sean de tecnologías simples o de tecnologías complejas.
En este momento, el INTI, como consecuencias de que consiguió un aporte del Tesoro
Nacional, está llevando adelante un proyecto de instalar diez mataderos en nueve provincias, que
van desde Jáchal, en San Juan, dando toda la vuelta por la geografía argentina en el norte, y
termina en el norte de Entre Ríos, en Feliciano. Tenemos dos mataderos en Corrientes, uno en
Formosa, uno en Jujuy, etcétera. ¿Lo podría instalar un empresario privado? Efectivamente. ¿Por
qué no lo instaló? Porque un empresario privado, en la lógica de la carne, se fue concentrando y
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prefiere tener un matadero mucho más grande que el que se necesita allí en algunas zonas de
Santa Fe, y que la gente que cría ganado allí lo tenga que engordar en otro lugar y luego
vendérselo al matadero de Santa Fe, con lo cual, se establece una cadena de intermediación
donde el criador termina agonizando económicamente. ¿Es posible conseguir ganado gordo allí?
Y sí, es posible, con la colaboración del INTA, del INTI y de los saberes locales. Lo que sucede
es que no ha sido factible, porque lo único que se hace con un ganado gordo ahí es faenarlo bajo
un árbol y vendérselo a los vecinos, y no tienen entidad para el crecimiento regional.
De la misma manera que nos preguntamos esas cosas y las contestamos, creemos que acá
hay un desafío cualitativo, que es sostener que, en lugar de disputar la frazada corta y estar
preguntándonos por qué La Rioja o San Juan tienen tal beneficio, que podría tenerlo Mendoza o
que lo tendría que tener el norte de la provincia Buenos Aires que, en definitiva, por índice de
producto bruto per cápita, son regiones similares, ¿por qué no somos mucho más
fundamentalistas y discutimos que no debe haber un solo pobre en ningún lugar de la Argentina,
y que además, para que no haya ningún pobre en ningún lugar de la Argentina, no es necesario
que ese pobre se mude, sino que es posible desarrollar localmente actividades que produzcan
bienes que satisfagan las necesidades básicas o, incluso, que produzcan bienes más complejos —
como los que acabo de mencionar en cuanto a nanotecnología y demás—, porque si la tecnología
está en manos de organismos nacionales, estos pueden recibir el mandato de instalar las unidades
productivas en regiones de menor desarrollo relativo?.
Para que los señores senadores tengan una referencia, el día 20 de este mes vence un
plazo de convocatoria del Ministerio de Ciencia y Tecnología, para un programa que se llama
Fonarsec, que convoca proyectos asociativos entre organismos de ciencia y técnica, y empresas
industriales, para recibir subsidios oficiales. Por primera vez se plantea de manera virtuosa la
asociatividad entre los organismos de ciencia y técnica, y las empresas. Además, por primera vez
se establecen montos muy importantes de subsidios. La expectativa es que se presenten decenas
de proyectos, aun en cosas bien de punta, pero con la idea de que, como la condición era que
tienen que tener salida productiva, están las empresas al lado, que asumen que, cuando el
desarrollo se complete, instalarán las unidades productivas.
En este primer llamado no hay ningún condicionamiento geográfico. Seguramente, todas
esas plantas se instalarán en los centros industriales conocidos, pero nada impide que en un
segundo o tercer llamado se establezcan condiciones tales que los propietarios del conocimiento,
que son miembros del sistema público, tengan que acceder a esos subsidios a condición de
instalar las unidades productivas en las regiones menos desarrolladas. Esa concepción virtuosa,
donde lo escaso no es el capital, sino que el conocimiento, y éste no se instala en una comunidad
solamente a través de jerarquizar la educación formal —camino absolutamente deseable,
interesante, importante y sistemático que la Argentina viene recorriendo desde hace muchos
años, y que lo coloca muy por encima de países, como Brasil, en términos de educación media—
, sino a través de los núcleos de conocimiento, que permiten que haya una actividad productiva,
sea una panadería o una planta de inmunosensores con conocimientos electroquímicos o
nanotecnológicos adentro.
Cierro con esta reflexión: nosotros creemos que hay un elemento clave para cambiar un
paradigma que viene de fracaso en fracaso. El elemento que es clave es dejar de buscar al
inversor para pasar a buscar cómo beneficiar al que vive en el territorio postergado con su
participación activa en la solución del problema. Y, a continuación, advertir que si cambiamos el
foco de esa manera, el tema de la inversión deja de ser lo central para pasar a serlo el “saber
cómo productivo”, que está en manos de miles y miles de argentinos, muchos de los cuales se
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desempeñan dentro del sector público, y a los cuales hay que convocar en términos de regulación
cuidadosa —estricta, diría yo—, pero además entusiasmante y apasionante, a desarrollar un
camino para el cual no fueron preparados. Porque los estudiantes universitarios de Física y de
Ingeniería Aeronáutica en la Argentina, en buena medida, estudian para emigrar. Y nosotros,
resignadamente, cuando hacemos una revisión del tema, nos lamentamos de esa situación. En
lugar de lamentarnos, tal vez sea hora de convocarlos a una tarea que corrija la imagen que dio el
ingeniero Francisco Gatto hace un rato, cuando dijo “Un Ph.D, en un pueblo, se tiene que ir”. Yo
digo: Un Ph.D, en un pueblo, tiene que conducir el proceso de transformación de ese pueblo.
Muchas Gracias. (Aplausos.)
Sr. Artaza. — Les agradecemos a los tres por los conceptos tan claros que han vertido. Yo me
preguntaba si no centralizamos demasiado en los institutos nacionales solamente, y no en los
presupuestos de proyectos provinciales de inversión, como ocurre, por ejemplo, en el nordeste
argentino. A nosotros nos cuesta demasiado, porque ni siquiera tenemos gas natural. Hay cuatro
provincias sin gas natural, donde no se puede realizar un proceso de industrialización, porque
nuestros productos primarios, como la madera, la naranja o la horticultura, son proyectos que no
se pueden llevar a cabo porque no podemos industrializar. Y si dejamos solamente a los
institutos nacionales, donde dependemos de presupuestos nacionales, no se pueden llevar
adelante proyectos productivos desde las provincias, por ejemplo.
Sr. Martínez. — No fue ese mi comentario. Nosotros, por ejemplo, estamos asociándonos con la
provincia para hacer numerosas cosas. Instalaremos un centro de servicios de secado en Virasoro
o haceremos un matadero de animales pequeños en Goya y otro en Corrientes, pero con
vinculación absoluta con los ámbitos locales. Y jamás se nos ocurriría en la propuesta genérica
que hice omitir a las universidades de cada provincia y acorde al ámbito de desarrollo.
En términos propositivos, nuestro sueño sería que el presupuesto de algún año —¿por qué
no 2011?— tuviera una partida de 800 millones de pesos, que para un presupuesto es una cifra
periférica, que fuera administrada por el Ministerio de Ciencia y Técnica, para adjudicarla a
organismos provinciales, nacionales y municipales para que ejecuten proyectos y los administren
hasta que los puedan transferir a la comunidad, obviamente, con un mecanismo de evaluación
trasparente, interpares y demás.
Nosotros creemos que un proyecto medio —cualquiera de los que yo mencioné— implica
una inversión, con capital circulante y todo, de 2 millones de dólares. Aspirar a tener
aproximadamente 200 millones de dólares para mostrar que el sistema funciona, que se pueden
desarrollar cien proyectos —en realidad pueden ser más, porque pueden haber proyectos más
chicos—, donde participen todos los que disponen de algún saber, a los cuales el Ministerio les
entregue un fondo rotativo para que inviertan y luego realicen una transferencia —a titulo
oneroso, con leasing, venta financiada o lo que fuera— para seguir avanzando, es una forma de
mostrar otro camino.
Entonces, lo que usted señala de la industrialización de citrus, en lugar de tener que caer
en esperar a que venga alguien a industrializar todo el citrus, pueden haber soluciones que
industrialicen el citrus en una localidad, en una escala que hoy no está disponible en la cabeza de
los grandes jugadores del sector, pero si puede estarlo en los actores nacionales. Por ejemplo, en
el norte de Santa Fe, en Reconquista, el INTI hizo un acuerdo con el INTA —en realidad, quien
hace el trabajo es el INTA—, y el mes que viene estará terminada una cosechadora de arrastre.
Cosechadoras de arrastre había en la Argentina hace cincuenta años. Ahora tendremos una
cosechadora de arrastre, que incorpora todas las ventajas modernas de las nuevas, pero no va
necesitará una unidad tractora propia. Entonces, a diferencia de las grandes cosechadoras de La
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Pampa húmeda, que cuestan 500 mil dólares y más, ésta costará 150 mil pesos. Con 150 mil
pesos, toda la agricultura familiar de la Argentina, podrá sembrar lo que quiera, porque sabrá que
lo puede cosechar. Esa lógica de mezclar saberes y demandas locales es la que me parece que
abre el horizonte de expectativas de otra manera.
Sr. Artaza. — Le agradezco mucho. Es muy interesante la reflexión.
Sra. Corradi de Beltrán. — En primer lugar, muchísimas gracias por la presencia. Realmente,
las exposiciones que han hecho esta mañana han sido muy fructíferas y valiosas. Quisiera hacer
una pregunta a la licenciada. De acuerdo a lo que usted ha expuesto durante distintos momentos
de la historia argentina, se han tenido los mismo diagnósticos respecto a las desigualdades
regionales, a las asimetrías, y se han impulsado programas tendientes a disminuir esas asimetrías
o a mejorar la situación de las regiones. ¿Qué es lo que a su criterio considera ha fallado para que
continuemos nosotros pensando o sosteniendo que se mantienen esas desigualdades o asimetrías?
¿Por qué determinadas regiones crecen y otras no? ¿Por qué algunas han aprovechado más los
beneficios que otras?
Sra. Manzanal. — Yo pienso que tenemos que estudiar cada uno de los casos individualmente.
En realidad, uno lo que observa es que una cuestión es el discurso explícito de las propuestas y
otra cuestión es lo que sucede. A veces, políticamente se dice lo correcto. ¿Por qué digo esto?
Por ejemplo, hay dos casos que nosotros estudiamos hace mucho tiempo. Por un lado, puedo
citar al programa IDEVI pretendía desarrollar una zona de colonización agrícola en el Valle
Inferior del Río Negro, alternativa al Alto Valle, que tenía un desarrollo por sí mismo. Otro
ejemplo es el Río Dulce, en Santiago del Estero, que era todo el aprovechamiento integral de la
Cuenca de Santiago del Estero. Eso estaba dirigido a un conjunto de pequeños o medianos
productores, y en la planificación uno podría ver lo que se señalaba. Después, en los hechos
concretos, esas tierras fueron utilizadas por otro tipo de productores. Accedieron productores
más grandes y no se hicieron las parcelas como los pequeños productores las podrían utilizar. Es
decir, hubo un conjunto de inconsistencias en los propios planes, no continuidad, no regularidad,
que llevaron a que lo que, a diferencia de lo que se dijo, el resultado fue otro. No llegó a los
pequeños ni fue un proceso de colonización que equiparó las situaciones locales.
En consecuencia, uno tiende a pensar que hay procesos globales, procesos más amplios,
que están jugando y que no son tenidos en cuenta. Es decir, hay intereses en estos procesos de
colonización —económicos, políticos y financieros— que no son tenidos en cuenta y se plantea
este tipo de actividad. Lo mismo pasa con alguna de las actividades mineras que aquí fueron
señaladas. En el caso de La Alumbrera, u otras, se plantean que serán actividades de gran
dinámica. Son dinámicas cuando se instalan, cuando se hace la obra civil; después, se sabe el
tipo de actividad. No se puede enunciar que eso dinamizará la actividad local, dado que sólo lo
hará a través de los royalties o del dinero que la empresa deje en la provincia, porque se sabe que
ese tipo de actividades son absolutamente extractivas. Entonces, hay un pensar de una política
parcialmente, no mirando todo el contexto en el cual la misma está instalada.
Sra. Corradi de Beltrán. — Gracias. La última pregunta se la quiero formular al ingeniero
Martínez. Yo soy de Santiago del Estero, así que después le pediré a la licenciada Manzanal si
me facilita la información que comentó sobre el Río Dulce.
¿De qué manera ustedes, con el INTI, seleccionan a las provincias para ejecutar algún
plan? ¿Es espontáneamente desde el INTI o es a demanda local de los gobernadores, por
ejemplo?
Sr. Martínez. — Nosotros nos hemos tomado muy a pecho esa asignatura pendiente de una
presencia lo más uniforme posible en todo el territorio. Cuando asumimos la gestión, hace 8
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años, teníamos centros en diez provincias y algunas pocas delegaciones más. Hoy tenemos
presencia en todas las provincias y con varios nuevos centros. Hemos creado un centro en La
Pampa, uno en San Luis, es inminente que inicie actividades un centro en Salta, otro en
Tucumán. Aun cuando no tengamos lo que se califica como un centro, como un ámbito con
laboratorios, tenemos delegaciones de cierta importancia. En Santiago del Estero tenemos una
hace algunos años y trabajamos por demanda y por iniciativa, porque una lógica es que en las
regiones más deprimidas, las iniciativas son menos.
El INTI, lamentablemente, en algunos casos genera algún temor en el umbral, de no ser
interlocutores adecuados, cosa que nos da absoluto pudor. Nosotros quisiéramos ser
interlocutores de cualquier persona que tenga una necesidad productiva. Y con alguna esfuerzo
lo logramos, pero estamos tomando iniciativas que nos gustaría articular más con los gobiernos
provinciales; en algunos casos podemos más y en otros menos. Si quiere, después le cuento en
Santiago del Estero cómo nos va.
Sra. Corradi de Beltrán. — Me interesa. Muchísimas gracias.
Sr. Basualdo. — También les agradezco a todos por la charla que nos han dado, que realmente
ha sido muy informativa. Todos queremos que las personas no se vayan de los lugares. Cuando
establecimos las promociones industriales, que fueron muy buena idea, no dejaron el saldo que
queríamos nosotros. Esa industria anduvo muy bien cuando tuvo el beneficio impositivo, pero
después el tema logístico es muy caro y tienen que volver a sus orígenes.
Se debe trabajar sobre las economías regionales, que son las únicas que no se van a ir,
porque las materias prima están ahí. Entonces, creo que ahí tendría que trabajar el INTI y
asesorar a los gobiernos de turno —porque no es un problema de este gobierno, sino de todos los
que hemos tenido—, que cuando trabajemos con la promoción industrial sea a nivel país y cada
una de ellas trabajando sobre las economías regionales.
Yo soy de la provincia de San Juan. Las promociones industriales anduvieron muy bien
en un tiempo, pero las únicas que quedaron y siguen trabajando cuando se les terminó el
beneficio impositivo, son las que tienen alguna actividad referida a la economías de las
actividades regionales nuestras, porque se tienen que quedar ahí, dado que la materia prima esta
ahí. Lamentablemente, el tema logístico es muy caro en la Argentina, y tampoco estamos
preparados para tener logística. Cuando aumenta la producción, a veces faltan camiones, no
tenemos rutas ni trenes de carga. Entonces, lamentablemente, se tienen que ir.
Creo que es fundamental, de parte de ustedes, trabajar juntos para decidir cuál es la
promoción industrial y qué es lo que se puede trabajar en esa provincia, para que después no pase
lo que les pasó a algunas provincias, que hemos tenido experiencias muy buenas en algunos
casos y, en otros, con no tan buenas.
Sr. Martínez. — Coincido plenamente con usted; habrá visto que es parte de nuestra tesis. Un
ejemplo muy cercano que podríamos analizar, que involucra a San Juan también, es el tema del
olivo. San Juan y Catamarca eran y son regiones ecológicamente favorables para el olivo. Eso se
sabía antes del régimen de promoción. En realidad, por la forma en que se implementó el
régimen de promoción, se necesito otorgar beneficios muy importantes para que una planta
láctea de Buenos Aires, una planta de laboratorio de Buenos Aires y gente que no era de la
región, invirtiera allí y desarrollara la producción olivícola.
La pregunta es: si nosotros tenemos evaluación de la capacidad de la región para hacer
alguna cosa, ¿por qué no encontramos algún mecanismo para promover a los locales para que
hagan esas cosas y encontrar la manera, si no tienen los saberes suficientes de apuntalarlos desde
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los organismos que se necesite, y seguro que esa actividad tiene raíces mucho más profundas y
estables que una actividad “con rueditas”, como se dice habitualmente?
Sr. Basualdo. —
Sr. Basualdo. — Coincidimos totalmente.
Fíjese lo que mejor le vino a nuestra provincia, y creo que a todas: el diferimiento
impositivo. El diferimiento impositivo no es la promoción industrial. El diferimiento impositivo
venía para poder plantar olivos, vitivinicultura, etcétera. Entonces, eso queda en San Juan.
Porque puede ocurrir que mañana la gente que tuvo el diferimiento impositivo y por equis
motivo, terminó el beneficio impositivo, se va; pero las tierras quedan y el agricultor sanjuanino
y los capitales de origen quedan trabajando.
La promoción industrial sirvió, también; pero a veces quedaron algunas fallas que tienen
que ser. Pero el diferimiento impositivo quedó, porque la plantaciones que hicieron, con la
tecnología que le pusieron ahí, después alguien las va a conservar. A veces hasta se podrá vender
mal: capaz que invirtieron 100, como fue con un diferimiento impositivo, después recuperan 50 y
lo venden en 50; pero a algún sanjuanino, alguno de la zona, le queda y sigue el trabajo.
Sr. Artaza. — Les quiero hacer una pregunta a los tres.
Me hubiera interesado que el licenciado Gatto conteste por el tema de la iniquidad, que
me parece que es un tema interesante. A los tres tenía algo para decirles, pero no me quiero
extender. Pero permanentemente nos preguntamos en el nordeste argentino si nosotros también
necesitamos hacer una reparación histórica. Yo recuerdo que una vez se me ocurrió entrar al
colegio militar, en el año 68, y había un general Bessone que tenía planificación y decía que todo
el nordeste argentino era hipótesis de conflicto y, por lo tanto, ahí no se tenían que radicar
industrias. Y también a nosotros nos hubiera gustado tener un poco la pelota del diferimiento
impositivo, sobre todo porque somos una zona muy postergada, en el sentido de mortalidad
infantil, problemas de empleo, en todo lo que ustedes ya conocen.
Quisiera, aunque sea, una opinión sobre eso, porque nosotros sentimos que llevamos una
mochila y es mucho más fácil con diferimiento impositivo o con excepciones impositivas. ¿Por
qué no extender este último decreto de la presidenta para extender las exenciones impositivas?
No sólo para el nordeste argentino, sino para el norte grande, en general, que son provincias
argentinas postergadas.
Finalmente, después me gustaría escuchar algo sobre esa pequeña discusión tan
inteligente de ustedes tres.
Sra. Presidenta. — Yo puedo hablar de mi provincia, donde la gente ha ido por una necesidad
de trabajo. La base de la población ha emigrado de distintas provincias, lo que ha generado un
complejo social bastante difícil de llevar adelante. Pienso que la destrucción de la escuela
técnica, por ejemplo, en los 90, ha tenido una gran incidencia en este tipo de provincias que
necesitan desarrollo productivo —avalando un poco lo que marca el licenciado.
Respecto al tema de la extracción del petróleo, las compañías petroleras prefieren llevar
gente de Mendoza veinte días a trabajar y veinte días de licencia y no se acentúa esto de que sea
la mano de obra local la que termine trabajando en el pozo. Hay intentos con estudios de
educación secundaria orientadas ahora al tema del petróleo y de los recursos naturales, pero me
parece que, nosotros que estamos con la construcción de la nueva universidad nacional, estamos
justamente tratando de poner foco en la necesidad de este tipo de carrera. Porque las
universidades sólo se ocupan de contadores, abogados y licenciados en ciencias políticas y la
verdad que es muy poco lo que le han aportado a la provincia respecto de su perfil productivo.
En cuanto al tema de la promoción industrial, que nosotros hemos sido muy cascoteados
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con el tema de la ley que se votó, digo que lo ideal para la provincia de Tierra del Fuego sería un
desarrollo productivo tal que en el futuro no necesitáramos de una ley de promoción industrial,
ya que desde la producción local pudiéramos no sólo generar esta pertenencia y terminar con el
desarraigo, sino hacer que la gente se quede. Porque con este tema de sólo ensamblar y no ir a
que se generen en la provincia hace que las empresas no cumplan con la responsabilidad social
que les toca en este tema, que me parece que es fundamental. Y esto está vinculado con el tema
de la educación, la vivienda y de generar toda una infraestructura, que es necesaria; sólo van con
lo mínimo, la gente va a trabajar porque necesita el trabajo, se enteran en otras provincias, donde
no hay trabajo, y vienen; pero terminan resumiendo todo en un contrato laboral que, al no
generar una estabilidad, tampoco genera el arraigo. Esto se nota con el tema de la promoción.
Uno en la coyuntura, frente a que está tan insipiente o casi nada el tema de la producción local...
Por ejemplo, ahora avanzando en una ley que tiene que ver con un mercado central para
justamente empezar con la producción local, hace que uno termine pidiendo la prórroga; pero
parece que las empresas electrónicas no terminan de comprender la necesidad de que se
produzcan en el lugar las partes esenciales y que no termine siendo todo un ensamblaje. Me
parece que está vinculado directamente al tema educativo, que planteaba el licenciado.
Sra. Monllau. — En primer lugar, creo que no es casual el deterioro de la educación a lo largo
de todos estos años. Me parece que eso no lo podemos negar.
Por otro lado, los que provenimos del campo de la educación, en algún momento
hablábamos del optimismo pedagógico. Yo tengo la sensación —equivocada o no— de que usted
le está atribuyendo, casi como nosotros en su momento, un rol salvífico a la escuela. No a la
educación, sino a la escuela. Usted le atribuye casi un rol salvífico a la tecnología desvinculada
totalmente de otras cuestiones, cuando estamos hablando de realidades complejas, que requieren
también de soluciones complejas.
Pero, además, me parece que con el desarrollo tecnológico, que si bien es importante y es
necesario, y no podemos soslayar esto, no se solucionan todos los problemas de las
comunidades, como en el caso de mi provincia, que es Catamarca, que es una provincia
absolutamente empobrecida y que sí tiene carencias. Y esas carencias, los que nacimos y vivimos
allí, las portamos, las padecemos, las sufrimos y a veces hasta las tenemos como un estigma, en
muchos casos. Fíjese usted que son provincias que muchas veces tienen que adoptar posturas
genuflexas para poder obtener recursos de parte del Estado nacional.
En este sentido, mi pregunta es: si usted no cree —como planteaba el licenciado Gatto,
que no habló sólo del capital, sino del capital en distintos aspectos— que es necesario
replantearse el tema. Usted mismo lo ha dicho, las provincias como la mía tienen menores
iniciativas, por lo tanto, el INTI está menos presente en esas comunidades. Con lo cual, a mí me
da la sensación de que las provincias que tienen más posibilidades son las que también tienen, de
parte del INTI, mayor cantidad de proyectos aprobados. Por lo tanto, nosotros seguiríamos
reproduciendo esta lógica de acrecentar las desigualdades, que ya pasó en educación con la
lógica proveerles a las escuelas de una cantidad de cosas según la matrícula que tenían.
Entonces, esta falta de iniciativa de algunas provincias, no tiene justamente que ver con
este tema de la educación. Fíjese que Catamarca es una provincia donde impera la cultura de la
resignación. Entonces, si no es a través de la educación donde vamos rompiendo estas matrices
fuertemente instaladas, especialmente en la clase de dirigentes que está dispuesta a seguir
sosteniendo este status quo, ¿cómo hacemos para revertir esta situación? ¿Cómo hacemos para
con desarrollo tecnológico no seguir acrecentando estas desigualdades en un pueblo, como
Corral Blanco o Corral Quemado, respecto de otras comunidades?
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Sr. Gatto. — Yo lo que quería transmitir es que las desigualdades territoriales van más allá de
simplemente el número de producto bruto. Eso como primer indicador. Creo que es un indicador
muy pobre porque ni siquiera es el ingreso, simplemente es el producto de una provincia. Una
provincia que tiene una gran actividad, que no es compartida por el resto de la población, da un
producto per cápita que no tiene mucho que ver con el ingreso de su población.
Uno de los factores que nosotros fuimos viendo, tenía que ver con “los saberes”. A mí me
parece que el ingeniero Martínez lo planteó bien. Lo que hay es una gran diferencia de saberes,
de conocimiento dispuesto en los ámbitos. Yo, que vengo del lado más industrial y tecnológico,
no podría estar más de acuerdo en el sentido de que hay muchos saberes no formales y que la
captación de esos saberes y la posibilidad de sistematizarlos de alguna forma, de transferirlos o
de ayudar a adaptarlos y mejorarlos, es un objetivo muy importante.
La posibilidad de que el INTI desarrolle y transfiera saberes y conocimientos, en
particular, a las regiones más atrasadas, con mayores dificultades productivas para escalar en
valor agregado, etcétera, a mí me parece muy importante y muy valioso. Así que ahí no tengo
una gran diferencia. Lo que sí me parece es que como este problema —como usted también
mencionó recién— es un problema complejo, debería haber un ataque más multidimensional. A
mí me parece que algunas cuestiones de infraestructura son críticas. Yo creo que la primera
enfermedad en la Argentina es el agua no potable. Entonces, la mejor política de salud tiene que
ser sacar agua potable, y como esa hay varias. Creo que hay que buscar un enfoque mucho más
multidimensional. En la Argentina, hay algunas regiones que están en emergencia. Yo no lo
mencioné en la primera parte, pero dentro de las regiones pobres, rezagadas o desfavorecidas,
además hay quienes están al final de la tabla, y que creo que son regiones que necesitan un fuerte
apoyo público.
En la Argentina, para los que no somos porteños, la educación pública es la educación.
Fuera del área metropolitana, el 90 por ciento de los chicos van a escuelas públicas. La escuela
pública es la única. Yo no vengo del área de la educación, sino de la economía y de la
tecnológica; o sea, del lado más duro. Yo creo que la escuela es un centro privilegiado para
actuar en el medio local, tanto por los saberes formales como por ser una institución que es
concurrida por muchos protagonistas de la comunidad.
Yo mencioné que habían como 3.800 o 4.000 localidades en la Argentina, hay dos mil
que no tienen municipalidad; es decir, tienen una junta vecinal o lo otro, pero ni siquiera son
municipalidad. De las que son municipalidad, hay de tercera, de segunda, de primera, y cada
provincia tiene una constitución propia.
Entonces, yo comparto en el sentido de que hay que rescatar los núcleos productivos con
cierta potencialidad y que, cuantos más saberes se transmitan en esa comunidad, más demandas
de escolaridad formal va a haber. Es un proceso. Pero yo creo que hay que actuar en varios a la
vez. Es muy difícil. Creo que de cada institución vale la pena priorizar el que le toca, pero
debemos asumir una especie de compromiso de coordinación y de actuación conjunta. Si hay
cinco o seis instituciones que bajan en algunos de los pueblos que tu mencionaste, es probable
que el desarrollo que ahí se genere sea mucho más eficiente en el sentido de los recursos
públicos que el gobierno pone. Es decir, va a invertir mil pesos, pero como entra por distintas
calles, acá va a generar una eficiencia mucho más encadenada que una acción aislada, que se
pierde y se pierde. Ese era un poco el punto.
Sr. Martínez. — Efectivamente, la necesidad de articular es absolutamente esencial, y
permítanme una gragea sobre el tema. Después, me quisiera referir a esa situación paradojal, y
no tan paradojal, que señala la senadora, de que si los institutos nacionales se dedican menos a lo
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que menos demandan, se produce una realimentación negativa. Pero desde el punto de vista de la
articulación, quisiera compartir con ustedes un par de cosas que nos llenan de orgullo.
Nosotros realmente creemos que buena parte de los que trabajamos en estos temas
estamos bastante aislados. Yo no dije por casualidad que es la tercera vez en ocho años que
venimos al Senado, pero nosotros en ese lapso hemos recibido dos veces la visita de la presidenta
de la Nación, lo cual es mucho, pero una sola vez la de un ministro de Economía. Nunca hemos
recibido la visita de un secretario de Industria, para sentarse a trabajar con nosotros, para
discutir una estrategia en el INTI. Eso da una medida del lugar que se le asignan a ciertos
espacios. Tengamos presente que el presupuesto del INTI es el 15 por ciento del INTA.
Por lo tanto, después de quejarnos, transpirar por los pasillos y pedir que nos aumenten y
demás, nos dimos cuenta que la unión hace a la fuerza y que había que articular. En realidad,
hace tiempo que nos hemos dado cuenta y por eso hemos aumentado mucho la articulación; pero
tenemos en última instancia administrativa —espero que en pocos días más lo podamos
concretar, pero acá lo anuncio informalmente entre amigos— un plan de articulación profunda
con el INTA, que lo hemos llamado “Plan Vaca —Valor Agregado del Campo Argentino—”
para trabajar juntos en todos los aspectos de la cadena de valor de cada producción, tanto de La
Pampa húmeda como de otras regiones. Es decir, definir la necesidad estructural de la
articulación.
Otra cosa que también nos llena de orgullo es que después de tomar iniciativas en varios
lugares de la Argentina, nos dimos cuenta de que tal vez donde no teníamos ninguna propuesta
ordenada y cerrada era sobre la pobreza periférica de las grandes ciudades. Más que decir
“capacitemos y tratemos de que hayan más industrias” no se nos ocurría nada. Finalmente,
constituimos un grupo en el INTI de cientistas sociales que está aprendiendo —todo lo
aceleradamente que pueda— de todos los antecedentes que ha hecho, por ejemplo, la gente del
Instituto del Conurbano, de la Universidad de General Sarmiento, y otros ámbitos. Incluso, vino
una persona de la Universidad de General Sarmiento a trabajar con nosotros, intentando sobre los
saberes sociales construir un saber tecnológico que sea práctico, que sea útil, más que decir
“capacitemos más torneros”, “capacitemos más soldadores”, porque después van a tener trabajo.
Cosa que muchas veces se dice y no siempre se sabe si va a ser cierto o no.
En cuanto al tema de Catamarca o regiones similares, justamente ese es el drama.
Instituciones como la nuestra, con una responsabilidad importante en el marco nacional pero con
pocos recursos, de golpe descubren que al cabo de su historia —nosotros tenemos 52 años—, a
los 50 años, el 70 por ciento del personal estaba localizado en la Avenida General Paz. Entonces,
transformar eso en algo más razonable, más decente, lleva un montón de tiempo y una cantidad
de esfuerzos. Nosotros hemos avanzado con los gobiernos provinciales proponiéndoles acuerdos
cuatripartitos: el Gobierno de la provincia, la universidad dominante de la provincia, el INTA y
el INTI para constituir centros. ¿Qué le pedíamos a los gobiernos? Que promovieran el convenio,
que lo firmaran y que después pusieran el edificio. Hay varias provincias, incluida Catamarca,
donde tenemos el convenio firmado y el edificio no apareció nunca, y el convenio lo tenemos
firmado hace como tres años. En Santiago del Estero también pasó lo mismo. Lo digo con dolor,
porque me parece que el edificio no apareció en ningún lado. En algunos lugares, conseguimos
algo por la mitad y nosotros pusimos la plata para completarlo, como pasó en La Pampa; pero el
edificio, como nosotros imaginamos, sigue estando ahí en los expedientes. Realmente nuestros
recursos son bien modestos, estamos muy lejos de poder llegar a poner toda la plata para todo.
Ahora bien, eso no es suficiente excusa, sino una explicación del porqué a veces las
articulaciones son difíciles. Nosotros podríamos hacer más cosas, y por ejemplo una de las cosas
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que queremos hacer, con este remanido —ya lo reitero— proyecto de los mataderos es, no
resolver el problema del abastecimiento de la carne, porque un matadero de 50 cabezas diarias no
va a resolver el abastecimiento de la carne de ninguna provincia, pero construir un modelo de
intervención distinto. Nosotros vamos a hacer un matadero en Capayán. El matadero de Capayán
obliga a desarrollar toda la cadena de productores y además desarrollar el abastecimiento
posterior, porque no vale la pena que lo mencione: en otras provincias que están más
organizados, están absolutamente ansiosos porque terminemos el matadero para después
venderle los cabritos que salgan a Córdoba, cuando la gente que está en la zona no come
cabritos. Está bien, no come porque hay un problema cultural que se come en las fiestas, etcétera.
Todo lo que usted quiera, pero no sólo no come cabritos, sino que no come otra cosa. Entonces,
esa discusión y la actividad industrial, que tiene un sentido virtuoso al sentido de la comunidad,
es toda una red compleja que involucra educación formal, no formal, trabajo con organizaciones
sociales, públicas, etcétera. Entonces, sin saber de muchas cosas, estamos metidos en ese desafío.
Sra. Monllau. — Me parece que la cuestión de fondo sería poder discutir cuál es el modelo de
desarrollo que queremos.
Sr. Martínez. — Eso sí estamos en condiciones de hacerlo.
Sra. Manzanal. — Vinculado con esto último, quería agregar que entiendo que, en estos
procesos virtuosos que el Estado —y con la pregunta que antes me hacía la senadora—
implementa o pretende implementar, es importante que tenga en cuenta los otros procesos
paralelos. Muchas de las ideas de desarrollar desde la base a los pequeños productores o
actividades locales, como los mataderos.
A lo largo de los estudios que se hacen, nosotros hemos visto que el Estado instala una
determinada propuesta, pero esas propuestas, por otro lado —y ha pasado con los
diferimientos—, son cooptadas por determinados sectores que no generan un proceso
reproductivo, ampliado. Los diferimientos no llegaron a los pequeños, sino a los grandes, y no se
genera un proceso multiplicador. Cuando el Estado hace políticas: “vamos a apoyar a los
pequeños productores” y mientras apoyamos a los pequeños productores siguen avanzando los
procesos de desplazamiento de ocupación de tierras, vamos a malgastar lo que hagamos.
Tenemos que controlar los otros procesos globales. Porque por más que hagamos lo que
hagamos, estos procesos, lo va a desplazar y va a generar exclusión.
Nosotros ahora estamos comenzando un estudio sobre un tema de agricultura familiar y
soberanía alimentaria, vinculado a una experiencia de Brasil, en donde tiene un programa de
abastecimiento agropecuario que justamente para solucionar los problemas de hambre —que acá
también los tenemos— dinamizan la agricultura familiar haciendo un compre a la agricultura
familiar. Pero para eso se necesita una fuerte intervención del Estado y una fuerte regulación de
que esos procesos no sean interferidos por otros procesos que destruyan a la política de Estado.
Por eso uno dice “¿cuál es el rol del Estado en esto?”
Sra. Corpacci. — La verdad que yo quería hablar de mi provincia, que es Catamarca, y en
relación a esto de las empresas diferidas. A mí me parece que tiene mucho que ver con la
selección: a quién se le da el diferimiento.
En el caso de mi provincia con el olivo, creo que ha generado cierto desarrollo y da gusto
pasar por esos campos enormes y llenos de olivo, pero lo cierto es que no le ha cambiado la vida
a la gente local. Porque nunca hubo una política —y la verdad que me parece que es provincial—
decidida de trabajar con los pequeños productores de olivo, agruparlos y que ellos manejen el
diferimiento.
Entonces, estos diferimientos, que en su mayoría son de empresas que no son
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catamarqueñas, van comprando tierras de los pequeños productores que van quedando excluidos
y aquellos que tienen pocas plantaciones de olivo, que siempre significó una economía de
subsistencia para ellos, se van quedando sin sus tierras. Y localmente generan otros problemas:
estas empresas contratan mano de obra, en su mayoría, de otra provincia, porque tampoco hubo
una capacitación en los cosechadores locales, que van año a año quedando una porción de esta
gente que migra hacia la provincia y va haciendo focos de marginalidad en la periferia de estos
pueblos. Entonces, pueblos que no tenían esta gente que trabaja cuatro meses al año y el resto del
año no trabaja, se van asentando esas poblaciones y generan en realidad un problema agregado.
En relación al INTI, me parece importante saber que yo conozco lo que está trabajando el
Instituto en Catamarca. Nosotros trabajamos con el INTI en una cooperativa textil hermosa. Con
el asesoramiento del INTI se capacitó a la gente, se hizo control de calidad y la cooperativa está
trabajando. La verdad que yo reconozco y valoro lo que hizo el INTI en Catamarca. Lo mismo
con el tema del matadero en Capayán, que yo creo que para esa gente sí le va a significar un
cambio de vida, porque en ese caso se seleccionó a los pequeños productores, la gente que antes
tenía que vender el cabrito por izquierda, ahora va a poder tener algo que realmente le signifique
un ingreso y le mejore su calidad de vida.
Yo con el tema de los diferimientos tengo algunas diferencias si no se tiene en cuenta a
los productores locales.
Sr. Basualdo. — Por lo menos en mi provincia, el diferimiento se hizo en tierras marginales;
tierras que a nosotros nunca se nos hubiera ocurrido poder decir “en esta vamos a tener una
plantación de olivo”, porque eran tierras que necesitaban una inversión económica muy grande.
Es más, los pequeños productores me decían “a mi nunca se me hubiera imaginado que en esta
montañita podríamos tener hoy una plantación de estas”. Indudablemente que para hacer esas
plantaciones tuvieron que ir a buscar tecnología a Israel, traerla y fue bueno. Inudablemente fue
bueno, porque esos diferimientos pueden no tener rueditas, pero mañana se van a quedar los
productores —que actualmente se están quedando—, porque la gente que hizo el diferimiento,
después le salió bien o mal, terminó de pagar, pero empezaron a vender esas tierras; y los
pequeños productores, que son los que conocen la tierra, los pequeños emprendimientos, fueron
los que se fueron quedando y con una tecnología que ellos no hubieran podido alcanzar nunca.
Entonces, lo bueno es que se hicieron en tierras marginales. No estábamos desplazando a
nadie. San Juan mismo, y yo soy opositor a San Juan y lo he sido toda la vida, pero hay que
reconocer lo bueno y lo malo; es decir, yo no estoy con este gobierno ni destaco a ninguno.
Desde que empecé en la política estoy siempre frente del que está. Nunca he sido oficial y
actualmente tampoco lo soy, pero lo que está bien está bien. Entonces, se hicieron en tierras
marginales, que a nosotros nunca se nos hubiera ocurrido ni hubiéramos tenido el incentivo
económico, y un productor chico lamentablemente no lo hubiera podido hacer y el Estado no se
iba a poner a decir que iba a hacer las grandes inversiones.
Entonces, esas tierras marginales que nosotros veíamos... Hoy parece otra provincia y se
están quedando los pequeños productores originales de nuestra ciudad de San Juan con
diferimientos que, si no hubieran hecho la inversión otros, no hubieran alcanzado nunca.
Participante. — Buenos días. Mi nombre es Gregorio Werchow. Yo soy de la Federación
Económica de Tucumán y estoy acá invitado por la CAME.
La verdad es que es una hermosa exposición de los tres, bien complementada, pero qué
lindo sería que todas estas exposiciones las tengamos en cada uno de los lugares marginados. Yo
particularmente provengo de una provincia del noroeste —que todos conocemos— y, si bien no
es la peor, estamos ahí, y nos estamos olvidando de un tema importante. Si bien el representante
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del INTI dijo que el financiamiento es muy importante sobre el financiamiento local, creo que no
se puede crecer económicamente si no hay un apoyo financiero. No hay en el país ningún tipo de
incentivo a la producción. Hoy en Tucumán el 79 por ciento de los depósitos a plazo fijo es
succionado por la Capital Federal por los grandes bancos; es decir, nos quedamos con el 21 por
ciento que es afectado exclusivamente al consumo. Entonces, ¿cómo se puede crecer? Acá el
Estado es fundamental en regular el financiamiento que se está hablando en todos estos días. Lo
vemos en la prensa con los proyectos de leyes de identidades financieras y demás, pero estamos
hablando desde hace mucho tiempo.
En cuanto a los regímenes de promoción, cada uno tiene otra experiencia. Tucumán la
tuvo en su momento en 1966 cuando se cerraron los 11 ingenios, era Néstor Salimei el ministro
de Economía, y para nosotros en ese momento aparentemente fue lo mejor que pasó, pero en los
resultados vimos que no han sido buenos. Ninguna de las fábricas se quedó.
Hoy tenemos en el Conurbano más de 300 mil tucumanos que han empezado a emigrar
desde esa época. O sea que creo que todos los regímenes de promoción sí tienen que ser al
empresariado y al productor local. A todos esos que vienen de afuera para gozar de los
beneficios; eso a la provincia no le sirve nada.
Con respecto al tema de los conflictos del agua. Los conflictos del agua en los valles no
es solamente por el desarrollo turístico. El desarrollo turístico es mínimo. El mayor daño que
hemos tenido en los valles, ha sido por la alumbrera. La alumbrera a nosotros como tucumanos
no nos ha dejado absolutamente nada. Perdón, nos dejó todos los caminos destruidos. Y resulta
que por una serie de factores —que no vienen al caso—, ellos desarrollaron... Es decir, ellos
tienen un impuesto a la contaminación. Como contaminan, hicieron una planta de tratamiento de
residuos. Entonces, construyeron una sala en un hospital. Entonces, van lavando la conciencia
con la contaminación. Eso tampoco nos sirve a nosotros. Nosotros hoy tenemos que ver el tema
del medio ambiente, y donde se instala la minería, desaparece el turismo. Esta es una consigna
mundial: donde se instala la minería, desaparece el turismo.
Sr. Martínez. — Un pequeño comentario, senadora.
Esto es simplemente una recomendación. El señor comenzó su exposición indicando el
tema de la atracción de los depósitos hacia las regiones más desarrolladas. En realidad, ese
problema se ha dado en varios lugares de geografía dilatada, en particular en Estados Unidos y
los americanos no lo resolvieron plenamente, pero hace más de treinta años que tienen una ley,
que se llama Community Reinvestment Act, que obliga a los bancos a prestar en la zona y a
residentes de la zona una proporción apreciable de lo que reciben como depósito. Siempre soñé
con que eso hasta lo pudiéramos copiar, literalmente, y aplicar en la Argentina. A mí me parece
que no necesita ni siquiera una modificación de la ley de entidades financieras, es una ley
específica, como en Estados Unidos, que acá se podría sacar.
Participante. — Soy el ingeniero Vernengo, coordinador de Economías Regionales de la
CAME, y tengo una pregunta para el ingeniero Martínez.
La idea es esta: tenemos que llegar al productor, estamos totalmente de acuerdo. Hoy
tenemos un insumo que lo utilizamos todos y que se llama gasoil. Hoy estamos pagando en
economías regionales, diferencias entre el 6 y el 18 por ciento, según la región. Sabemos que el
componente gasoil tiene un componente impositivo del 52 por ciento. Hay que buscarle alguna
manera de que eso vuelva al productor. Hoy lo requiere. Para saber: un productor arrocero está
gastando el 29 por ciento de sus costos en lo que es el insumo gasoil. Estamos haciendo una
transferencia de recursos de otro sector de la economía. Creo que eso podría volver a través de
las gobernaciones, municipios, de alguna manera, al productor. Me parece que el INTI podría
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estar trabajando juntamente con el INTA en un proyecto para elevarlo al Ministerio de Economía
para que esto vuelva ya al productor. Al productor que está localmente.
Sr. Martínez. — Ahí nosotros tenemos una idea que involucra al biodiesel. Nosotros, quizás
esto suene un tanto fundamentalista, como principio institucional, estamos en contra de toda
exportación innecesaria de energía.
En el caso de exportación de biodiesel, consumir energía para exportar energía es
doblemente negativo. Una cosa es extraer un petróleo, que la única alternativa es que quede
adentro de la tierra, o extraer gas, y en función de eso comercializarlo nacional e
internacionalmente, y otra cosa es consumir energía para producir biodiesel que luego se vende a
otro lugar para que se consuma en otro lugar energía generada. El objeto esencial de esa
producción es la energía.
Nosotros creemos que allí hay una necesidad de ajuste de política para que se pueda
promover expresamente la producción de biodiesel regional y utilización regional, y ahí sí el
reemplazo del gasoil podría ser hasta pleno para la producción regional con la discusión
impositiva que corresponda. Esto último supera nuestra incumbencia. Pero lo que quiero decir es
que: ustedes están en Tucumán y llevar soja de ahí al Puerto de Rosario para producir biodiesel
que luego se consume en Alemania, teniendo en cuenta que se podría producir en una planta de
biodiesel en la zona para consumir en Tucumán y Salta, me parece bastante más sensato. Sin
embargo, en la lógica económica concentrada no funciona así.
Sra. Presidenta. — Creo que ha sido muy productivo el espacio que hemos compartido.
Agradezco profundamente a los panelistas, que por supuesto han sido de primer nivel, por eso
los hemos convocado, y a los presentes por el grado de participación.
Esto es algo que queremos poner en movimiento y que nos pareció interesante, incluso,
hasta compartir con asesores de otras comisiones. Así que agradezco el tiempo, el espacio y
esperemos encontrarnos en otra oportunidad. (Aplausos.)
— Son las 13 horas.
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