Entrevista Personal con Juan de Dios Mosquera, Director de Cimarrón, Movimiento Nacional por los Derechos Humanos de las Comunidades Afrocolombianas, 22 de Marzo de 2006 Para hablar del proceso político de las comunidades negras, debemos partir del año 1851, ya que es necesario abordar el problema a partir de la ley de la libertad de los esclavos. En Derecho, todos en este país tenemos que reconocer que los españoles criollos, en el momento de liberar al negro de la esclavitud, en lo último en que pensaban era la situación y condición que afrontaban los africanos esclavizados. Lo único que les preocupaba eran sus intereses económicos: la esclavitud era improductiva, significaba ya un retraso para el desarrollo de la sociedad. Por lo tanto, los criollos ricos reformistas liberaron a SU sociedad de la institución de la esclavitud, pero no liberaron a las personas africanas de la condición y trato de esclavos. Esto se reduce en la expresión “no liberaron a la persona africana de la condición de negro”. Las poblaciones africanas quedaron en Colombia como poblaciones agregadas, arrimadas a lo que era el proyecto de nación colombiana (que era ‘blanco’), y a lo que era el territorio “real” de Colombia, que era la zona habitada por las poblaciones mestizas blancas. El resto del territorio, lo que antes se llamaba los “territorios nacionales”, fue donde quedaron ubicadas las comunidades afro. De las islas del Caribe, de toda la región del Caribe, solamente unos puntos del litoral era parte de la Colombia “real”: lo que era Barranquilla, Cartagena, etc. Lo mismo en las zonas del Pacífico, y las zonas aledañas a los ríos Cauca y Magdalena. Todos esos territorios, en su mayoría, quedaron habitados por las comunidades descendientes de los africanos esclavizados, vistas desde el centro del país como unas tierras inservibles, donde pululaban los peligros, las enfermedades, el subdesarrollo y el atraso. La población africana no era tenida en cuenta por el Estado. Ninguna ley desde 1851 hasta 1991, se refirió a la población africana en el país. Por ende, quedaron en un limbo jurídico dentro del Estado colombiano. En 1991, por primera vez, el país establece unos principios en torno a la no discriminación y al reconocimiento de la diversidad étnica, regional y cultural como patrimonio y riqueza de la nación; y se plantea además que el Estado debe proyectar el país y presupuestarlo teniendo en cuenta a las poblaciones con mayores necesidades básicas insatisfechas. Por otro lado, se establece un artículo transitorio en la Constitución, el 55, donde por primera vez se habla de unas comunidades negras, que venían ocupando territorios baldíos en el Pacífico y en otras regiones del país, y que se les debía titular colectivamente. También se afirma que se les debía reconocer unos derechos que ahí (en la Constitución) se llaman étnicos o culturales, y empieza algo así como una nueva historia para los pueblos africanos en Colombia: por primera vez son reconocidos como parte de la población colombiana, con derechos especiales en razón a su realidad histórica. Lo anterior hasta ahora sigue siendo papel, porque la Constitución Política no ha sido asimilada por las instituciones estatales, y menos por el pueblo colombiano. Esto generó en el país un “auto-reconocimiento” de la pertenencia étnica de las comunidades afro, un auto-reconocimiento muy tímido, y que es mayor en la zona del Pacífico que en la región Atlántica y los valles de los ríos Magdalena y Cauca. Han surgido muchos esfuerzos organizativos y una interacción con el Estado en torno a la efectividad de esos derechos, sin embargo, las propias comunidades en estos momentos carecen de una consciencia frente a la identidad étnica, y menos de un proyecto político étnico. No hemos desarrollado el proceso de formación de los valores sobre la afrocolombianidad, que le permita a nuestros pueblos construir y desarrollar una consciencia étnica y un proyecto político étnico. En estas circunstancias, sorprende al país “real” que venía dominando históricamente, la presencia afrocolombiana en todo el país, cuando se abren las carreteras, cuando la aviación asumió un control sobre el país, cuando la televisión comenzó a extenderse por toda Colombia, cuando las tragedias comenzaron a llamar la atención de todos los colombianos, y cuando la población afrocolombiana, desde todas las regiones del país empezó a re-colonizar el interior del país. Las grandes ciudades como Medellín, Bogotá y Cali, comenzaron a ser re-pobladas por la población africana. Surgen también los ojos de los grandes mega-proyectos turísticos de los grandes grupos económicos en torno a la inversión en la zona de las costas, especialmente en la costa Caribe. Ahí encuentran a las comunidades afro de las islas de todo el Caribe. Ellas habían quedado ahí como herederas de sus ancestros cimarrones (ver definición de este término más adelante), pero también como herederas de lo que dejó la explotación de esclavos. ¿Para dónde más iban a ir, si ahí los instalaron los españoles, o si crecieron ahí como herencia de los cimarrones? Ahí han tenido sus cementerios durante muchas generaciones, y en esas islas no hacía presencia el Estado. De vez en cuando aparecían los buques de la Armada Nacional haciendo ejercicios militares, pero esas islas eran paraísos naturales habitadas por los afro, donde ellos hacían la nación colombiana: ellos hacían la nación. Después, el Estado declara esas zonas como zonas de reserva de la nación, y ahí viene la gran pelea. Esas zonas son reserva de la nación, pero antes que todo de la nación que habita en ellas; después sí son de la extendida nación colombiana. Primero es de las comunidades negras que habitan en ellas, que han hecho patria y soberanía en ellas. Por ende no se les puede decir a los afrodescendientes que esos territorios son baldíos, no se les puede plantear que no han tenido derecho de propiedad porque no tengan títulos sobre los terrenos, ya que mediante medidas consuetudinarias, ellos no necesitaban legalización jurídica de los terrenos ni títulos sobre ellos, no era necesario porque había armonía y equilibro en las relaciones entre las diferentes familias que habitaban esos territorios. Ellos sí tenían, pues, derecho de dominio sobre las tierras. Por esto, hoy no es justo que ningún poder venga a decirles a nuestros hermanos de las Islas del Rosario, de Barú, de Tierrabomba, de todas esas playas que están mirando las empresas turísticas en el Caribe, que esos terrenos son baldíos de la nación y que ellos no son la nación en esos territorios, aprovechándose de su inocencia, de su ingenuidad, de su ignorancia, y de la carencia de un liderazgo capacitado que defienda a las comunidades. Esas tierras SON de las comunidades afro que las habitan. Debe, así, crearse un régimen jurídico especial para el uso de las tierras, pero defendiendo a las comunidades negras. El Estado debe legalizarle la tierra a ellos, porque en efecto ha sido de ellos. La figura de “baldío” es una figura impositiva, porque las comunidades que ahí habitan y han habitado son la nación. Si el INCODER quiere paz y justicia, debe concederles la tierra; pero en adición, debería crearse un gran plan de desarrollo de las comunidades, al igual que un plan de manejo ambiental y de habitación de las tierras. Realmente, las diferencias entre la región del Atlántico y la región del Pacífico responde a la diversidad cultural generada por los africanos en contextos regionales diferentes: son culturas diferentes, cuya base es la africanidad, pero son culturas diferentes. En la Costa Atlántica la población de muchas de esas islas fueron algunas cimarronas, y otras traídas para construir las fortificaciones de Cartagena y las grandes murallas y palacios de la región; en la Costa del Pacífico las poblaciones fueron introducidas para sacar y trabajar el oro. Para construirse como comunidad, lo primero que nuestras comunidades necesitan hacer es organizarse, con un proceso de sensibilización y formación para la recuperación de la memoria histórica, y para la creación de la consciencia étnica y política afrocolombiana. Ellos no saben de dónde vienen, quiénes han sido, quiénes son y para dónde deben ir. Ese es el trabajo ideológico que nosotros hacemos, y sólo lo podemos hacer nosotros con la consciencia que hemos construido de la afrocolombianidad y del Cimarronismo Contemporáneo. El Cimarrón era para el español el ganado salvaje, el ganado sin marca. Cuando los ancestros africanos llegaron, luchando por su libertad, remontan las montañas armados y se hacen libres, como allá en las Islas del Rosario, metidos dentro, profundo. Se pierden del español. A esos africanos que conquistaron la libertad con su lucha, el español los llamó Cimarrón. Esto se dio en toda América, desde que empezaron a llegar los afros al continente. Así fue que se poblaron muchas zonas del país, donde la gente no sabe cómo llegaron allá sus ancestros, incluyendo muchas islas en el Caribe. De los cimarrones nadie se acordó cuando se dio la libertad de los esclavos, llevaban generaciones libres, sobre ellos no se legisló. Los palenques fueron los pueblos que ellos construyeron, eran de propiedad familiar. El concepto de propiedad colectiva surge con la ley 70, es una asimilación a lo indígena, pero la comunidad afrocolombiana no ha tenido propiedad colectiva, excepto por los viejos “ejidos”. Los palenques se regulaban por el derecho tradicional de los habitantes; hoy en día sólo subsiste el Palenque de San Basilio, ya que los demás se convirtieron en pueblos comunes y corrientes. Se distinguen por el color de la piel de los habitantes: son aquéllos con la piel más oscura. En el caso de las islas, teniendo en cuenta la fragilidad de la problemática, se necesita generar un régimen especial de tierra, de manejo de la tierra, de desarrollo económico, etc. Mire lo que está pasando en San Andrés hoy, donde lo gente está arrinconada, la han despojado de su tierra, han ido vendiendo la tierra por nada, se la han quitado. Se necesita una voluntad política del Estado para proteger esas culturas y su derecho a la tierra, así no tengan títulos, porque han sido legalmente los dueños de esas tierras en virtud de que han tenido derecho de dominio sobre ellas. Las comunidades están en un riesgo impresionante, frente a la gente rica y las grandes empresas. Ahí viene el problema de defender las tierras, a las buenas o a las malas. A la gente con dinero le van entregando la tierra, con todo tipo de argucias, sean jurídicas o de otro tipo; y a las comunidades les dicen que son invasoras. Nuestras comunidades por todo el país están siendo desalojadas. Son vulnerables frente al resto de la sociedad. El conflicto es un volcán que puede estallar: la paciencia de las comunidades afro se está agotando. La ley 70 no garantiza nada, no se les garantiza el desarrollo social y cultural a los pobladores, lo que toca hacer es proyectos políticos de verdad.