Escuela Diocesana de Oración: Orar el Credo ORAMOS NUESTRO CREDO F8 5 JESUCRISTO FUE CRUCIFICADO, MUERTO Y SEPULTADO DIOS DADO En Jesús que ama hasta el fin Dios se revela, se dice, se entrega. Después de haber seguido a Jesús a lo largo de todo su camino, el discípulo que llega al pie de la cruz está llamado a levantar los ojos al crucificado para reconocer en él la revelación última y desconcertante de ese Dios que siempre reveló Jesús. La cruz signo de amor entregado, misterio de vida que nos habita, nos envuelve y nos constituye. Caemos en la cuenta de este amor cuando dejamos que Dios actúe en nosotros, aún en medio de las adversidades y dificultades de la vida. Adviento, tiempo de esperanza en Dios que se hace niño en el seno de María. Contemplar la cruz para el cristiano también es esperanza. Esperanza de que Cristo murió y resucitó por nosotros para que nadie nos robe la libertad, la alegría y para que no tengamos que atravesar nosotros solos los acontecimientos dolorosos de la vida, sino de la mano de Jesús. Ponemos en la cruz de Jesús, todo dolor, tentación o motivo de sufrimiento en nuestra vida. El hambre y la guerra en el mundo, los desahucios, los mendigos, los que no tienen trabajo; nuestra desidia, mentira, nuestro mal humor, impaciencia, tristeza, depresión. Jesús transformó la muerte en vida y el sufrimiento en gozo y plenitud. Hoy quiere cambiar nuestras cruces en fuente de vida, alegría y esperanza. Quiere estar siempre presente en nuestra vida para seamos felices. “No tengáis miedo, yo estaré con vosotros hasta el fin de los tiempos” (Mt 28, 20) Momento de silencio para contemplar la cruz. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. CIPE- www.cipecar.org Allí adquieren todo su sentido las expresiones más fuertes de la fe cristiana sobre la unidad del Padre y del Hijo. De la cruz es de donde hay que recoger las palabras de Jesús: «El que me ha visto, ha visto al Padre» (Jn 14, 9). «Yo y el Padre somos una sola cosa» (Jn 10, 30). Y allí es donde el discípulo puede cantar, como respuesta: «El es la imagen del Dios invisible» (Col 1, 15). En la cruz, Jesús, amando perfectamente, amando «hasta el fin», es perfectamente semejante a aquel que lo envía: es su icono, su verbo. El Verbo se hace carne, esto es, frágil, vulnerable, pero también tangible, manifiesto, dado. Y entonces es cuando vemos su gloria (Jn 1, 14), su comunión con el Padre, la gloria que él tiene de su Padre como Hijo único. Esta gloria no espera a la resurrección para manifestarse; es la irradiación filial manifestada en toda la obra de Jesús, su semejanza plena con el Padre, el halo de su divinidad en el más mínimo de sus gestos. Para el discípulo amado, a quien él concedió seguirle hasta entonces, esa gloria explota en la cruz. «Cuando elevéis al hijo del hombre, conoceréis que yo soy» (Jn 8, 28) (Para decir el Credo, J. Bezançon, J. Onfray, P Ferlay). JESÚS MURIÓ CRUCIFICADO (595-623) I El proceso de Jesús “Las autoridades religiosas de Jerusalén no fueron unánimes en la conducta a seguir respecto de Jesús. Los fariseos amenazaron de excomunión a los que le siguieran… el sumo sacerdote Caifás les propuso profetizando: "Es mejor que muera uno solo por el pueblo y no que perezca toda la nación". El Sanedrín declaró a Jesús "reo de muerte" como blasfemo, pero, habiendo perdido el derecho a condenar a muerte a nadie, entregó a Jesús a los romanos acusándole de revuelta política… ” (CIC 596). II. La muerte redentora de Cristo en el designio divino de salvación "La muerte violenta de Jesús no fue fruto del azar en una desgraciada constelación de circunstancias. Pertenece al misterio del designio de Dios…" (CIC 599). "Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras"(1 Co 15, 3). (CIC 619) “Nuestra salvación procede de la iniciativa del amor de Dios hacia nosotros porque "Él nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados" "En Cristo estaba Dios reconciliando al mundo consigo" (2 Co 5, 19) (CIC 620). “Este sacrificio de Cristo es único, da plenitud y sobrepasa a todos los sacrificios. Ante todo es un don del mismo Dios Padre: es el Padre quien entrega al Hijo para reconciliarnos consigo. Al mismo tiempo es ofrenda del Hijo de Dios hecho hombre que, libremente y por amor, ofrece su vida a su Padre por medio del Espíritu Santo, para reparar nuestra desobediencia” (CIC 614). "Como [...] por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo todos serán constituidos justos" (Rm 5, 19)… (CIC 615) “La redención de Cristo consiste en que Él "ha venido a dar su vida como rescate por muchos", es decir "a amar a los suyos [...] hasta el extremo" para que ellos fuesen "rescatados de la conducta necia heredada de sus padres" (CIC 622). JESUCRISTO FUE SEPULTADO (624-630) “…De Cristo se puede decir a la vez: "Fue arrancado de la tierra de los vivos" (Is 53, 8); y: "mi carne reposará en la esperanza de que no abandonarás mi alma en la mansión de los muertos ni permitirás que tu santo experimente la corrupción". La Resurrección de Jesús "al tercer día" era el signo de ello, también porque se suponía que la corrupción se manifestaba a partir del cuarto día (CIC 627). III. Cristo se ofreció a su Padre por nuestros pecados “Jesús se ofreció libremente por nuestra salvación. Este don lo significa y lo realiza por anticipado durante la última cena: "Este es mi cuerpo que va a ser entregado por vosotros" (Lc 22, 19) (CIC 621). “El cáliz de la Nueva Alianza que Jesús anticipó en la Cena al ofrecerse a sí mismo, lo acepta a continuación de manos del Padre en su agonía de Getsemaní haciéndose "obediente hasta la muerte". Jesús ora: "Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz..."(Mt 26, 39). (CIC 612). “Jesús gustó la muerte para bien de todos. Es verdaderamente el Hijo de Dios hecho hombre que murió y fue sepultado” (CIC 629). “El Bautismo, cuyo signo original y pleno es la inmersión, significa eficazmente la bajada del cristiano al sepulcro muriendo al pecado con Cristo para una nueva vida: "Fuimos, pues, con él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva" (CIC 628).