¿Un dispositivo Institucional para las psicosis de la infancia

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¿Un dispositivo Institucional para las psicosis de la
infancia?
por Anibal Dreyzin
Este trabajo tiene por referencia una búsqueda en materia de dispositivo realizada en
una institución para niños psicóticos y autistas durante seis años
Partamos de que cuando hablamos de dispositivo nos estamos refiriendo a un
concepto de la clínica, cuya particularidad resultará de las respuestas que hallamos
encontrado a dos series de preguntas. La primera es ¿quiénes son aquellos a quien esta
dirigido el dispositivo (diagnóstico, estructura clínica o modalidades del ser)? Y luego
¿quiénes son las personas o disciplinas a quienes confiarles esos pacientes.(psiquiatras,
maestras especiales, psicólogos, profesores de plástica, psicoanalistas)?
Pues bien, estas respuestas que constituyen los dispositivos clínicos tienen una historia
que está lejos de ser lineal y que tiene una dimensión de presencia aún en los debates
actuales. Si este último cuarto de siglo ha dejado atrás la oposición entre el fatalismo
clínico de Pinel y Esquirol por un lado, y las posturas pedagógicas optimistas de los
médicos educadores como Itard, por otro, podríamos decir que ese debate, que fue
candente hace dos siglos, no cesa de repetirse en el campo de las psicosis de la niñez.
Una nueva figura de esa polémica entre psiquiatría y pedagogía se actualiza o peor, se
actúa, en las posiciones acerca del lugar del psicoanalista en los dispositivos
institucionales. ¿Debe el psicoanálisis ser hegemónico? 0 lo opuesto ¿debe el
psicoanalista incluso atender fuera de la institución?
En esta presentación trabajaremos esta temática del dispositivo que hace tope en otra:
¿las psicosis de la infancia son análogas a las del adulto?
"El objetivo es subyugar y domar al alienado poniéndolo en estrecha dependencia de un
hombre que, por sus cualidades físicas y morales, sea adecuado para ejercer sobre él un
poder irresistible y para cambiar el círculo vicioso de sus ideas"(1).
¿A quién pertenece la frase? ¿Quién es el hombre que se propuso allí para trabajar con
un niño de 12 años, encontrado en 1799 y con características que hoy llamamos
autísticas ¿La frase, pertenece al hombre que realizó la reeducación?
El que escribió la frase fue Philippe Pinel, fundador de la clínica psiquiátrica, quien
dejó atrás purgas y sangrías medievalistas y propuso el tratamiento moral para las
enfermedades mentales, las cuales observó, describió y acompañó. Pinel, quien desde
tesis de 1797 sobre la "manía intermitente" apostó a la curación de las locuras, no fue
sin embargo el hombre que trabajó con ese niño hallado en los bosques del Aveyrón. Y,
no porque no lo hubiera conocido y observado, ubicado según la clasificación en clases
como las ciencias modernas lo indicaban y aplicando la psicología sensualista, es decir
de las facultades. Incluso presentó un informe en 1800, en la Société des Observateurs
de I'Homme, donde podemos acceder no sólo a una precisa anamnesis de este caso sino
a la comparación de éste con la descripción de otros quince casos de niños locos, que
Pinel rotuló bajo la clase de idiotismo, ejemplares aún hoy en cuanto a sus
descripciones. Es que este optimista de su clínica y tratamiento de las alienaciones
mentales, acepta que entre las clases que describió hay una ante la cual retrocede:
idiotismo, precisamente. Cuando leemos su informe sobre este caso, conocido como
Víctor porque así lo llamó quien sí se ofreció en el lugar del hombre que la frase de
Pinel convocaba, no cabe dudas de que se trata de autismo.
Escribe Pinel que Víctor produce gritos desacompasados, ataques de risa sin causa
aparente y que animan a veces su rostro, sonidos desarticulados, letras, también
progresos en cuanto a una actitud servil o de imitación. Pero advierte que en esto trata
de un proceso de "domesticación", cosa que no le interesa como curación. "Nada puede
hacer sospechar en estos imprevistos ataques, la presencia de algún recuerdo o la
expresión de alguna sensación agradable con la que sueña la imaginación"(2), escribió.
"No puede hablar -concluye- y todos sus gestos y movimientos carecen de sentido"(3).
Según la idea del ser humano y de la alienación mental con que se maneja Pinel y que
reafirmará su continuador Esquirol, el idiotismo congénito o adquirido desde, temprana
edad no merece tratamiento fuera de la reclusión asilar. Es así pues "no se trata de una
enfermedad, sino de un estado en el cual las facultades intelectuales no se manifestaron
nunca"(4). O sea, desde el punto de vista de la psicología sensualista y la teoría del
sujeto de la Ilustración nada cabe hacer con estos seres.
De modo antinómico a Pinel se planta su colega, profesor de sordomudos, Jean Itard,
quien frente al enigma de la carencia de sentido en las producciones de Víctor, a quien
llamó así por su "predilección" por el sonido "o", no cesa de producir sus proyecciones
durante casi una década. Ante el enigma que es Víctor sentado al borde del estanque de
su jardín, Itard cree ver a Narciso devenido real. "A menudo me detuve durante horas
enteras y con un placer inexpresable a examinarlo en esta posición: veía entonces cómo
todos los movimientos espasmódicos y el continuo bambolearse de su cuerpo
disminuían, se aplacaban poco a poco, para dejar lugar a una posición más tranquila; y
cómo, de manera insensible su rostro insignificante o contraído por las muecas asumía
un aspecto muy pronunciado de tristeza o un aire de melancólica imaginación, a medida
que sus ojos se detenían a mirar la superficie del agua, dentro de la cual tiraba, de vez en
cuando, pedacitos de hojas secas. Cuando, durante la noche, con su bello claro de luna,
los rayos lunares penetraban en su habitación, raras veces dejaba de despertarse y de
colocarse junto a la ventana. Allí permanecía, de acuerdo a lo que refería su gobernanta,
durante una parte de la noche, inmóvil, de pie, con el cuello tieso, los ojos fijos hacia los
campos iluminados por la luna, inmerso en una especie de éxtasis contemplativo; su
silencio e inmovilidad sólo se interrumpían por una inspiración profunda y separada por
largas pausas, acompañada, casi siempre, de un débil sonido de lamentación"(5). Itard
cree estar recorriendo con Víctor el feliz paso del estado natural al de hombre civilizado
gracias al tratamiento pineliano y educativo, a pesar de la negativa de su colega.
Pero los progresos de Víctor iban a tener un límite infranqueable luego de los primeros
pasos a nivel doméstico: Víctor no pasa de los sonidos materiales de las vocales a la
"voz humana". Existe una distancia inmensa - se ve obligado a concluir- desde la figura
de un objeto hasta su representación alfabética"(6). Víctor no puede hacer lo que del
otro lado del Rin en ese mismo momento Hegel conceptualizaba como el proceso por el
cual la palabra mata la cosa. Y no es que Itard no pusiera todo de sí. Los ejercicios
lingüísticos a los que el profesor de sordomudos sometió a su alumno- paciente son
análogos a los gimnásticos que proponía a su hijo el padre de Schreber y obtuvieron por
resultado un buen susto para ltard. "Al final, la multiplicidad y las complicaciones de
estos pequeños ejercicios terminaron por agotar su atención y su docilidad.
Reaparecieron entonces, con toda intensidad, los movimientos de impaciencia y de furor
que aparecían con tanta violencia al comienzo de su estadía en París"(7).
Como ven, Pinel era más verdadero que Itard. La antinomia está dada por el hecho de
que compartían la misma idea de sujeto, por ello no tiene salida, aunque la actitud a
seguir con estos niños los oponía. Así pues, con el nacimiento de la clínica aparecía
también la oposición entre psiquiatría y pedagogía y el debate sobre el tratamiento de
los niños autistas y las psicosis de la infancia que nos interesa aquí. El tratamiento
educativo de Itard con Víctor terminó en una decepción y la actitud de Pinel que dejaba
sin expectativa de tratamiento al autismo y las psicosis de la infancia se impuso por más
de un siglo. Así el psiquiatra Georget, alumno de Esquirol, escribe en 1920: "No se
debería hacer de la idiotez un género de delirio; una falta original del desarrollo no es,
hablando con propiedad, una enfermedad... los idiotas deben ser incluidos entre los
monstruos, lo son verdaderamente en su producción intelectual"(8). Como se desprende
claramente de esta definición aquellos cuyo "yo" no efectúa de modo logrado la síntesis
entre las categorías del entendimiento y las estructuras trascendentales de la
imaginación que son el espacio y el tiempo según Kant quedan fuera de la humanidad.
La psiquiatría del adulto, o sea la psiquiatría a secas, estaba presa de la psicología
moderna y ese paradigma le impedía incluir los fenómenos de las psicosis en la niñez y
dejaba a los autistas directamente del lado de los monstruos. Allí es donde el
descubrimiento freudiano interviene y una psiquiatría infantil aparece como posible. La
investigación se lanza hacia delante y también nuevas formas del debate entre clínica y
pedagogía aparecen y duran, a veces fantasmáticamente, hasta la actualidad. , come
veremos más adelante cuando abordemos lo que se dice en los enunciados fundadores
de ciertos dispositivos de tratamiento.
El problema era entonces que esta ausencia de psiquiatría infantil se debía a una
psicología, y que ésta venía durando más allá de Freud. De allí que Lacan señala en el
primer párrafo de su escrito "De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible dé
la psicosis", que data de 1957: "Medio siglo de freudismo aplicado a la psicosis deja su
problema aún para pensarlo de nuevo, dicho de otro modo en su statu quo ante. Se
podría decir que antes de Freud su discusión no se desprende de un fondo teórico que se
da como psicología y no es más que un residuo laicizado de eso que nosotros
llamaremos la larga cocción metafísica de la ciencia..."(9).
La promoción del sujeto como efecto de la lengua, el retomo a Freud, la promoción del
yo como instancia de desconocimiento desde el Estadio del espejo y finalmente la
metáfora paterna como razón de la producción de sentido y la estructuración del objeto
vienen al lugar de esa psicología que cerraba tantos caminos. Mientras desarrollaba el
seminario sobre Las psicosis, en 1955/56, en ocasión de conmemorarse el centenario de
nacimiento de Freud, Lacan dicta una conferencia que tituló "Freud en el siglo". Al¡
también ponía el acento en que el ego no es una función unitaria, una función d(
síntesis. Esta critica era el primer paso hacia las psicosis fuera de una antropología de
déficit de las facultades (10). Si volvemos ahora a la primer página del escrito sobre la
psicosis que mencionamos más arriba veremos que se refiere específicamente- a la
psicología sensualista: " Es así -escribe- que la teoría de la abstracción, necesaria a dar cuenta
del conocimiento, quedó fijada en una teoría abstracta de las facultades del sujeto, que
las peticiones sensualistas más radicales no pudieron volver más funcionales respecto de
los efectos subjetivos”(11).
A lo largo de su enseñanza no abundan señalamientos en torno a las psicosis de la
infancia. Aunque fueron suficientes para dejar un aliento prudente para la investigación
En una intervención conocida bajo el título Discurso de clausura de las jornadas sobré
las psicosis en la infancia, Lacan relacionó su invención del objeto a al tema planteando
la cuestión del niño como objeto de la madre. Tema sumamente controversias y que no
podemos tratar aquí. Pero lo que podríamos llamar un segundo paso definitivo en la
enseñanza de Lacan respecto al trabajo con las psicosis de la infancia y los autismos
está al otro extremo de su enseñanza en la llamada Conferencia de Ginebra sobre el
síntoma. Allí Lacan plantea a los autistas como sujetos cuyos fenómenos se ubican en el
campo del lenguaje. Sus desarrollos parten de la definición de autismo para decir que:
"los autistas se escuchan ellos mismos", o sea que escuchan y no solamente por oír. Que
a nosotros nos cueste mucho escucharlos -dice en un segundo momento de su desarrollo
“es muy precisamente lo que hace que no los escuchemos". Y respondiendo una
pregunta avanza aún cuando dice: "Se trata de sabe por qué hay algo en el autista o en el
llamado esquizofrénico, que se congela. Pero usted no puede decir que no habla. Que
usted tenga dificultad para escucharlo, para dar su alcance a lo que dicen, no impide que
se trate, finalmente, de personajes más bien verbosos". Todo este complejo desarrollo
termina con una invitación al trabajo de los analistas, también con los autistas, con lo
que Lacan una vez más se demarca: "sin duda, hay algo para decirles"(12)
También los conceptos de discurso, fuera de discurso y significantes uno fuera de la cadena,
van a hacer posible la investigación entre los lacanianos de los fenómenos de carencia
de sentido propios de los autismos y las psicosis infantiles. Así no tardaron en aparecen
dentro del movimiento lacaniano las instituciones dirigidas a estos sujetos a parte entera
y a anticipar como tales según su enseñanza.
Y es allí donde el debate que debió instaurarse acerca del dispositivo y del lugar del
analista y del discurso analítico se vio oscurecido por los conflictos dentro del campo
del saber y por el desconocimiento de las condiciones epistémicas del conflicto entre
clínica y educación a las que nos hemos dedicado en este trabajo.
Entretanto el debate entre clínica y educación había tenido otro duro capitulo, ya en el
campo de psicoanálisis con niños constituido como tal...
Para Ana Freud el psicoanálisis es educativo, es parte de la educación en la vida del
niño y el analista un educador: "Es necesario -escribe- que el analista alcance a sustituir
por toda la duración del análisis el yo-ideal del niño"(13). No podemos hacer aquí el
seguimiento de la dialéctica de todo su debate con Melanie Klein. Alcanza con señalar
que esta ultima se opuso a ubicar al analista en ese lugar de preceptoría dentro de la
tópica freudiana. Para Melanie Klein psicoanálisis y educación son dos vías
independientes, paralelas, e incluso complementarias. Pero a la hora de tomar posición
se incluye de lleno como parte del conflicto histórico que opone ambos accesos.
"Según mi experiencia una neurosis de transferencia completa se produce en los niños,
de manera análoga a lo que se observa en los adultos", escribió (14). Se opuso a lo que
se iba a denominar en la doxa análisis pedagógico y desde ese lugar desarrolló su
trabajo tanto con niños neuróticos como psicóticos.
"De nuestra parte tenemos por incondicional que una verdadera situación analítica
solamente se puede establecer a través de medios analíticos"(15). En este pleonasma
que escribió Melanie Klein en 1927 se puede dimensionar la fuerza del conflicto al
mismo tiempo por ése carácter de la frase como por la adjetivación de la situación
analitica misma de un lado- la verdadera situación analítica; del otro, naturalmente la
falsa. El encuadre estático pregonado por los analistas americanos se convierte en un
refugio seguro y durante décadas los psicoanalistas no saldrán de los consultorios por
temor a convertirse en falsarios, en no pertenecer al psicoanálisis puro.
Si a estas vueltas de rosca del conflicto entre clínica y educación le agregamos ciertas
lecturas setentistas y antipsiquiátricas del debate que opuso a Lacan con el conductismo
americano, estamos cerca de entender las dificultades que los analistas tienen cuando se
plantea el problema de su lugar en los dispositivos institucionales para trabajar con
niños psicóticos y autistas.
El caso de Maud Mannoni y su carta fundacional de la Escuela experimental Bonneuil
es paradigmático al respecto. Oyente del seminario de Lacan durante años su enredo
entre psicoanálisis y educación, entre discurso analítico y discurso del amo fue tal que
por momentos cae en un discurso antipsiquiátrico al mismo tiempo que el mismo texto
fundacional se ve compelida a aclarar que no hace suya la teoría que sustenta. "Si
hemos contribuido al surgimiento de Bonneuil fue para que pudiera existir un lugar que
podría denominarse antipsiquiátrico en el que los niños volvieran aprender a vivir en
lugar de verse destruidos por una demanda de adaptación... Si bien dice el texto que es
de 1969- asumimos una actitud antipsiquiátrica no hacemos nuestra, sin embargo, la
teoria que la sustenta. Nuestras referencias teóricas son referencias estructurales...”(16).
Y siguen sus dificultades en ese corto texto
cuando asimila escolaridad con
domesticación aunque concede que los niños demandan la escolaridad y acepta el
interes que para trabajar con ellos revisten los talleres de cerámica, expresión corporal,
música, cuentos, pintura y sigue la lista...
Ya en los primeros años de la década del ochenta, en el seno mismo de las filas los
discípulos de Lacan, y una vez dejada atrás la época de los lacanianos del hermetismo
puro que naturalmente desde la Escuela freudiana de París volvían a rechazar el trabajo
en cualquier sitio que no fuera el consultorio, miembros de la última escuela de Lacan
crean en Bélgica una institución para trabajar con niños psicóticos. Alexandre Stevens,
su fundador, es nuevamente presa de esta historia de ya cerca de doscientos años que
venimos relatando y que ahora se formula como el lugar del discurso analítico y del
psicoanalista en los dispositivos institucionales.
En un artículo que le fuera solicitado por nosotros para la revista Malentendido
comienza reconociendo la fertilidad del trabajo de los psicoanalistas en estos
dispositivos institucionales - hace referencia nada menos que a las curas ilustres hechas
bajo esos encuadres por Rosine y Robert Lefort- pero a la hora de dar acceso en su
institución, fundacionalmente, a las curas psicoanalíticas, retrocede una vez más, bajo la
forma de una petición de principio que llama "elección deliberada".
“Concretamente escribe, en la institución, el trabajo con los niños se reparte sobre dos
caras: las. actividades cotidianas donde se juega lo más corriente de un trabajo
educativo pero también la posibilidad de elaboración significante a partir del material
lenguajero, y por otra parte el trabajo en los talleres que apunta tanto a la elaboración
delirante misma a partir de los dichos del niño, tanto a una producción que se sitúa en la
perspectiva de una suplencia. Contrariamente, hay una elección deliberada de nuestra
parte, la ausencia de cura analítica propiamente dicha en la institución misma a pesar de
que la mira puede existir, en el caso por caso, de la instalación de una cura al
exterior"(17). Quienes trabajan en dispositivos analíticos con niños en instituciones
saben, como también lo conoce Stevens, que allí se crean fenómenos transferenciales
entre niños y analistas. Ante el hecho de estos encuentros el autor tiene el recurso de
afirmar que "la cura analítica de niños tiene lugar estructuralmente fuera de la
institución – la bastardilla la pone el mismo -, y esto de todos modos, aunque su
desarrollo concreto ocurra entre sus muros o fuera de ellos”(18).
En cuanto a nosotros luego de este recorrido algo largo que tuvo por intención despejar
teóricamente un camino que en la experiencia institucional habíamos ya desbrozado, no
sin encontrarnos con las dificultades que los pasajes al acto que en muchos analistas
esta historia motorizaba, no nos queda más que volver a Lacan y seguir intentando
entendernos con los niños locos.
Notas
(I)Philippe Pinel, Traité médico-pbilosophique de l’aliénation mental,(primera
edición),París, 1 809 (citado por Paul Bercherie en Paul Bercherie, Los fundamentos
de la clínica, ed. Manantial, buenos Aires, 1986, p.58..
(2)Philippe Pinel, "Informe presentado ante la Société des observateurs de I'homme
sobre el niño conocido como el Salvaje del Aveyron", en El Salvaje del Aveyron.
:psiquiatría y pedagogía en el Iluminismo tardío, ed. Centro editor de América latina,
Buenos Aires, 1991, p.29.
(3)ibid.p.28
(4)Esquirol, Traité des maladies mentales, París 1838, cit. por Paul Bercherie, op.cit.,
p.27.
(5)Jean Itard, "Memoria sobre los primeros progresos de Víctor del Aveyron", en El
Salvaje del Aveyron: psiquiatría y pedagogía en el Iluminismo tardío, ed. Centro
editor de América latina, Buenos Aires, 199 1,p. 63-64.
(6)íbid, p. 85.
(7)ibid. p. 86
(8)E.J. Georget, De la folie, París, 1920, cit por P. Bercherie en "La clínica psiquiatría
del niño, en revista Malentendido n.3, Buenos Aires, 1988.
(9)J. Lacan, Ecrits, "D'une question préliminaire á tout traitement possible de la
psychose", ed. du Seuil, París, 1966, p.53 1.
(10)J. Lacan, Le séminaire, livre 111, ed du Seuil, París, 1981, p.275-276.
(11)idem nota (9).
(12)J. Lacan, "Conferencia de Ginebra sobre el síntoma", en Intervenciones y textos 2,
ed. Manantial, Buenos Aires, 1988, p. 134-135.
(13)Anna Freud, Le traitement psychanalytique des enfants, París, 1969, p. 66.
(14)Melanie Klein, "Colloque sur l'analyve des enfants", en Melanie Klein, Essais de
psychanalyse, ed. Payot, París, 1982, p. 192.
(15)ibid. P. 182.
(16)Maud Mannoni, El psiquiatra, su loco y el psicoanálisis, ed. Siglo veintiuno, (3ra
edición), Buenos Aires, 1980, p.224.
(17)Alexandre Stevens, "La clinique psychanalytique dans une institution d'enfants", en
Les feuillets psychanalytiques du Courtil, num. 1, Leers Nord, Belgique, 1989, p. 39.
(18)ibid. P. 38.
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