LOS DISPOSITIVOS CULTURALES INFORMALES EN LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA ARGENTINA Patricia Catoira1 Rosario, Septiembre 2008 1 Becaria Centro de Investigaciones en Administración Pública, Facultad de Ciencias Económicas, Universidad de Buenos Aires Introducción La administración pública está asociada a una imagen popularizada que evoca la inefic iencia y la improductividad institucional. Imagen que por supuesto tiene correspondencias concretas con el funcionamiento del aparato estatal, con modalidades y graduaciones diferentes. Sin ir más lejos, cuando nos aproximamos desde el sentido común a pensar qué es aquello que distingue a una organización pública de otra cualquiera, rápidamente nos sobrevuela la idea de burocracia, en el sentido peyorativo del término , que alude a la lentitud, la pesadez, la rutina, la complicación de los procedimientos, e l exceso de personal, la corrupción y el clientelismo político, la inadaptación de los organismos burocráticos a las exigencias que deberían satisfacer, las frustraciones consiguientes de sus empleados y el padecimientos de quienes deben utilizar sus servi cios (Crozier 1974, Oszlak 1979). La idea de mejorar la calidad de la gestión pública ha tenido mucho impulso en los últimos tiempos y ha sido debatida tanto en el ámbito científico como político y social. En el campo científico existe una amplia literatur a que se ha dedicado a problematizar el tema, poniendo en el centro de los debates la cuestión de la capacidad del Estado y la necesidad de una reforma de la gestión estatal, de una reconfiguración del aparato institucional sobre nuevas bases ( Martinez Nog ueira 2002; Bozzo et. al 1999, Estevez 2001, Estevez - Blutman 2004, Oszlak 2002, Thwaites Rey 2002, Paramio 2002) El Estado debe desarrollar recursos y optimizar sus instrumentos, de modo tal, de aumentar su capacidad organizacional. Los propios objetivos y argumentos de las reformas del Estado se hacen eco de estas visiones y ofrecen diagnósticos que destacan el desarrollo patológico del sector público. Asistimos desde finales de los años ochenta, poco menos de veinte años, a dos procesos de reforma y un plan de modernización (ahora devenido en “proyecto de modernización”) de la gestión pública estatal y sus resultados son dispares, pero mayormente, deficitarios. Estas reformas, con un discurso modernizante, apuntaron a dotar al Estado de eficiencia y agilidad burocrática dentro de un contexto de legitimidad democrática. Es así como e n el marco de un fuerte cuestionamiento a la administración como institución eficaz y proveedora de servicios que satisfagan las necesidades de los ciudadanos, la modernizació n del Estado se asocia entonces, con la necesidad de transformar un Estado rígido, burocrático e ineficiente, que no atiende las necesidades de la sociedad, en un Estado “ágil” que modifica estructuras e incorpora nuevas tecnologías de gestión para adaptar se a los nuevos cambios sociales y canalizar las demandas de la comunidad. La incorporación de nuevos modelos de tipo gerencial en el sector público se materializaría en entidades públicas flexibles y abiertas a los intereses de los ciudadanos, gerenciado s con criterios de empresa privada, obteniendo resultados con una minimización en los costo s (Estevez 2001) Si bien, después de diez años, podemos visualizar algunos avances en materia de lo que se dio a llamar “modernización del Estado” (carta compromiso, gobierno electrónico), las reformas no han conseguido producir mejoras significativas que permitan hablar de una "nueva gestión pública" (Oszlak 2002, Estevez - Blutman 2004, Felcman et. al 2002 , Blutman et. al 2006 ). Creemos entonces que no hay desacuerdo en pensar lo imprescindible de una reforma del aparato público, que adec ue sus instituciones a un modelo político, social y económico de modo coherente y eficaz, y que las políticas públicas ejecutadas expresen esa misma congruencia y logren producir, más allá de sus resultados puntuales, legitimidad democrática y gobernabilidad. Pero para conseguir un mejor Estado no es posible regresar en el tiempo, sino partir de un diagnóstico de la situación actual y de la exigencia de adoptar reformas que corrijan no sólo las rigideces y distorsiones de las estructuras sujetas a la gestión pública tradicional sino también, la incoherencia en su funcionamiento a partir de la introducción en los últimos años de nuevas y modernas formas de gestión. El carácter inacabado del modelo de gestión tradicional al estilo weberiano y la baja implementación de los nuevos patrones gerenciales que trajeron aparejados las distintas reformas, han generado una suerte de esquizofrenia entre modelos viejos y modelos nuevos que requiere ser resuelta (Estevez – Blutman 2004). Cuando pensamos en la administración pública y en sus aspectos disfuncionales - patológicos que parecen prevalecer en esa imagen popularizada que se tiene de ella nos preguntamos : ¿Cuáles son las características distintivas que la diferencian de otras organizaciones y que le otorgan a la organización pública esa singularidad? En otras palabras, ¿qué rasgos específicos presenta la organización pública que afectan sus niveles de efectividad y productividad institucional ? Consideramos que más allá de la estructura formal y reglada de la organización pública existe una realidad “informal” que puede explicar mejor lo que ocurre y se produ ce en ella. Más bien, existe un universo “informal” más allá de los organigramas y los discursos oficiales, donde se desarrollan relaciones subjetivas no previstas, actitudes no fácilmente visibles, estrategias paralelas y por lo tanto, una dinámica subterránea 2, que influye desviando los Dice Go ff ma n: “ vid a s u b ter r á n ea q ue p ara u n e s tab l eci mie n to so c ial e s l o mi s mo q ue p ara u n a ci ud ad el b aj o mu nd o ”, p ag . 1 9 9 . 2 resultados efectivos del trabajo de las intenciones formalizadas e inscriptas en la organización formal. Creemos que esta mirada puede producir ha llazgos destacables en la esfera pública, ya que la problemática de la cultura de la organización este ámbito no ha sido lo suficientemente observada, y menos aún en nuestro país. Investigaciones previas ya han destacado que las reformas implementadas en la administración pública argentina no consideraron factores tales como la cultura organizacional, encontrándose evidencia de que dicha omisión ha condicionado el éxito de las reformas (Felcman et. al 2002). Es así como se pueden concebir estrategias nuevas desde el punto de vista financiero o tecnológico pero a veces no pueden ser implantadas -o se hacen de modo inacabado - porque los comportamientos, valores y mé todos de trabajo que se requieren para ello, no guardan ninguna correspondencia con los valores fundamentales de la organización. No se pueden transformar los “artefactos” de la cultura (lo tangible y manifiestamente evidente) sin hacer lo mismo con los va lores tácitos de una organización, a partir de los cuales los miembros guían sus conductas (Schein 1988). Dispositivos Culturales Informales Sin desconocer las limitaciones de semejante generalización, se advierten en la administración pública patrones cu lturales disfuncionales que no permiten lograr niveles ópt imos de efectividad y eficacia organizacional buscados desde los diferentes procesos de reforma. Existe una inconsistencia entre los patrones culturales dominantes y el sistema estructural formal de la organización. Por ello planteamos como hipótesis general de este trabajo que los dispositivos culturales informales vigentes en las organizaciones públicas argentinas facilitan la adaptación al medio de los empleados, pero afectan la efectividad de la organización y por ende, la eficacia del proceso modernizador del Estado. Es sobre estos dispositivos culturales informales , que tan singularmente se presentan en la organización pública argentina, sobre lo que nos inter esa arrojar luz en este trabajo. Ninguna de las medidas reformistas podrá realizarse con éxito si no se logran trastocar los mismos. Es decir, el cambio efectivo dependerá de la transformación de patrones y valores culturales que guían las acciones de los agentes públicos en el día a día. Cuando hablemos de dispositivos, estamos acotando y forzando en algún punto la definición foucaultiana del mismo, entendiéndolo como una red -de discursos, normas, instituciones, normas, valores- con la capacidad de orientar, determinar, interceptar, modelar y controlar los gestos, las conductas, las opiniones y los discursos de los seres humanos. Los dispositivos son maquinas para hacer ver y para hacer hablar. Cada dispositivo tiene su régimen de luz que determina lo visible y lo invisible 3. Creemos que en la organización pública argentina se presentan estas redes donde se entrelazan elementos culturales informales que moldean los comportamientos y conductas de los miembros con mayor eficacia que los elementos formales. Consideramos que la fortaleza expl icativa de lo que ocurre en la organización pública se encuentra en esos dispositivos informales, en esa red cultural, en la red informal. Para avanzar en el desarrollo de nuestra hipótesis partiremos d e la s siguientes consideraciones o supuestos : El modo de funcionamiento del aparato estatal responde a un modelo de cultura propio de la organización pública. Este punto es fundamental, pues al momento de pensar en modernizar el Estado, analizar la cultura de nuestras propias organizaciones públicas es un paso prioritario para promover mejoras exitosas. Como en toda organización, en el sector público, sus miembros se reúnen con algún propósito, definen ciertos usos y costumbres, institucionalizan criterios sobre lo que es bueno y lo que es malo, lo aceptable e inaceptable. El conjunto de estos elementos configura modelos simbólicos, valores, hábitos y formas de relación que pueden ser resumidas en la categoría de análisis “cultura organizacional”. Las diferentes acepciones que ha adopta do el término cultura en el campo de las Ciencias Sociales son sumamente variadas y responden a diferentes enfoques ideológicos y científicos. Por ello , en el intento por recortar el uso del término para un estudio organizacional se corre el peligro de transformar un concept o complejo y difícil de abordar -de operacionalizar - en un concepto superficial y sin mayor sentido. Intentando evitar esto definiremos el uso que le daremos al término y pretendemos que tal recorte sea considerado, no el único posible, sino el más apropi ado para iluminar el objeto de estudio que nos interesa abordar. 3 E n u na céle bre e ntr e vi sta re a li za da e n 1 9 77 , p ub li ca da e n la revi sta fra n cesa d e psi c oa ná li si s O rn ic a r l e pre gu nta n a F o uca u l t c uá l e s la f u n ci ón m etod ol óg i ca de l tér mi n o "d isp o sit iv o " : “ Lo q ue i nte nt o se ñalar ba jo e s te nomb re es , e n pr i mer lugar , un co njunt o decid idam ente heter o géneo , q ue com pre nde di scurs os , arq uite ct ó ni ca s, d ecis i ones re gla me ntar ias , leyes , med ida s cie nt í fi co s, pr op osi cio ne s fi lo s ófi cas , mo ral es, fi la ntr ópi ca s, co mo lo no -di cho, he aquí l os ele me nto s de l di sp os iti vo. El que s e p ue de e sta ble cer e nt re e st os ele me nt os ”. i ns tit uci o nes , di sp os i ci ones adm i nistr ati va s, e nunciad os e n r es ume n: lo d i cho ta nt o di sp o siti vo m is mo es la r ed Entendemos cultura organizacional como un sistema de símbolos compartidos y dotados de significado, construidos socialmente, que son el resultado de la historia de la organización, de su co ntexto social más amplio y de factores situacionales, según el cual un grupo dado interpreta sus experiencias y orienta sus acciones (Allaire- Firsirotu 1982). Los símbolos conforman sistema de valores, códigos y principios que funcionan para la acción y s e traducen en modelos de comportamiento est ables en el tiempo. Los mismos se cristalizan en productos culturales tales como rutinas, ceremonias, léxicos, metáforas, hasta aquellos más tangibles como normas, mecanismos, procesos, objetivos, etc. El abordaje de estos símbolos nos permitirá identificar patrones culturales, en tanto categoría analítica que busca describir un conjunto de rasgos esenciales y esperados, estructurados en el tiempo. ¿Pero cuál es el interés analítico sujeto al estudio de estos asp ectos difícilmente aprehensibles? Creemos que la cultura organizacional impacta en: qué valora la gente y qué tipo de comportamientos se alientan y se sancionan en la organización en cuestión; qué percepción de la realidad organizacional tienen los miembr os de la misma; qué actitud adoptan frente a los cambios; el tipo de conductas dentro y para con la organización; el grado de compromiso de los miembros; el funcionamiento mismo de la organización; el cómo se resuelven los problemas y cómo se buscan las so luciones (Felcman et. al 2002). Un abordaje de este estilo nos permite identificar qué patrones culturales actúan como facilitadores o no de las diferentes reformas y en qué medida han sido modificados por las mismas; en definitiva, establecer si esos patr ones culturales son un obstáculo para la implementación de los cambios, o por el contrario nunca se tuvieron en cuenta como política para favorecer la transformación. Es una forma de concebir a la organización estatal desde un punto de vista integral, aten diendo de este modo la mayor complejidad del fenómeno organizacional y de la reforma del Estado. Partimos entonces del supuesto que el conjunto de cambios conocido como “Reformas del Estado”, tiene un impacto en la cultura de la organización pública. Y a su vez, que el modelo de cultura organizacional condiciona, en buena medida, los alcances de los procesos de reforma (Felcman et. al 2002). Ello no implica desconocer que la reforma del Estado es también un problema de otra índole que afecta al orden polít ico. Sin embargo, en esta investigación nos interesa centrarnos en aspectos vinculados al análisis organizacional que creemos han sido descuidados. Evitaremos usar el término efectividad organizacional. “eficiencia” y hablaremos de Partiendo de una defini ción general, eficiencia es el uso racional de los medios con que se cuenta para alcanzar un objetivo predeterminado; es la capacidad de alcanzar los objetivos y metas programadas con el mínimo de recursos disponibles y tiempo, logrando su optimización. Si lo pensamos rápidamente, nadie estaría en desacuerdo de creer que las instituciones públicas deben cumplir esta condición de eficiencia. Pero debemos tener cuidado con el uso de este término, sobre todo por la presencia del mismo en diferentes discursos r eformistas, en tanto sus acepciones esconden una fuerte carga ideológica. Hay una impronta neoliberal en el discurso eficientista que no debemos desatender. En primer lugar, es una concepción despolitizante de la acción estatal, en el sentido de que inten ta erradicar la noción de ‘política’ de la de ‘gestión’. Como sabemos, toda organización pública forma parte del sistema político, convive con él y en él, en tanto es el brazo ejecutor de un proyecto político de gobierno y esto no debe ocultarse. Todo lo c ontrario, debe explicitarse esta relación, transparentarse, reglamentarse, ya que los fines últimos de lo público se definen en el plano político. En segundo lugar, no podemos trasponer el concepto de eficiencia tal como se piensa y se utiliza en el ámbit o privado, porque el mismo se define justamente a partir de los fines de la organización. El fin de un organismo público no es la búsqueda y maximización de las ganancias, más bien debería ser la búsqueda del bien común y del bienestar de la ciudadanía y estos no pueden pensarse bajo un criterio empresarial en términos de costo/beneficio. Si partimos de este punto, el término eficiencia, como así también el de eficacia se modifica sustancialmente. Elegimos entonces utilizar el término de efectividad organi zacional, tal como Denison (1991) lo plantea. La efectividad es: -una función de las políticas y los procedimientos utilizados por una organización. -una función de traducir los valores y las creencias esenciales en políticas y procedimientos de una maner a uniforme. -una función de la interrelación de valores y creencias esenciales, políticas y procedimientos organizacionales y el ambiente de la organización. Este autor utiliza un método cualitativo y cuantitativo para estudiar el impacto que puede tener la cultura organizacional sobre el desempeño y la efectividad en el transcurso del tiempo. El estudio muestra que la cultura organizacional tiene estrecha relación con la efectividad de treinta y cuatro organizaciones observadas. Los valores y las creencia s de una organización dan origen a un conjunto de prácticas o procedimientos que explican la performance y efectividad de la organización. La administración pública no es uniforme En primer lugar, es importante resaltar la dificultad de delimitar el objeto y hablar de una organización pública uniforme. Cuando definimos cultura como un sistema de significados compartidos no significa que no haya subculturas, culturas paralelas o que no podamos distinguir analíticamente distintos tipos de culturas y distintos tipos de organizaciones públicas (Robbins 2004). El reconocimiento de que la cultura organizacional tiene propiedades comunes habilita su aprehensión, pero también supone comprender su carácter diverso casi por definición. Lo mismo sucede cuando hablamos de la administración pública 4. La misma no es homogénea y exhibe pautas culturales diferenciales según la función que desarrolla y el ambiente que debe afrontar. Por ende, la s formas y graduaciones en que afectan esos patrones culturales a la efectividad de la organización también serán diversas. Adoptando este resguardo metodológico, podemos concebir al conjunto de unidades funcionales que constituyen la administración pública como una organización que, al margen de producir bienes y servicios, está d otada de su propia cultura que genera y reproduce a través de un sistema de símbolos. Universo Formal e Informal Seguramente donde hay una organización hay conductas y procedimientos normados y roles institucionales claramente establecidos, pero también procesos contraculturales o más bien, estrategias paralelas, que influyen de manera decisiva en la forma de concebir y actuar al interior de la misma, que establecen códigos valorativos y de comportamiento. Dicho de otro modo, se detectan ciertas realidades “oficiales” por un lado y otras paralelas; ciertas normas escritas y ciertas reglas invisibles. Entendemos organización formal como aquella que ha sido planificada por sus creadores, prescrita y reglamentada y es el reflejo oficial de los postulados so ciales, políticos y administrativos que le dieron origen. El sistema formal intenta alcanzar el objetivo de la organización utilizando de modo racional los medios disponibles. Pero tal organización no se realiza nunca plenamente en el comportamiento de sus miembros. Los individuos y los grupos desarrollarán una organización informal , o sea, un conjunto de comportamientos no previ stos por la organización formal (INAP 1997). La organización real solo puede ser captada considerando esta interacción constante entre el universo formal e informal . En las Los términos “administración pública”, “organizaciones estatales”, “aparato estatal”, “aparato del Estado”, “entidades públicas”, citados de manera plural o singular, serán utilizados indistintamente para aludir al conjunto de organizaciones “públicas” que mantienen entre sí relaciones de interdependencia funcional, jerárquica y/o presupuestaria, y que constituyen el aparato administrativo, brazo ejecutor de las políticas de Estado. 4 organizaciones públicas argentinas, la forma en que se articulan ambos universos y la impro nta de la estructura informal creemos adquiere características singulares. El sistema formal de una organización se car acteriza por el objetivo de la organización, la especialización de las tareas, la coordinación de las funciones, el orden jerárquico, la autoridad, la uniformidad de los comportamientos, la definición de los roles de los miembros de la organización, la sel ección y reclutamiento de los mismos, la remuneración, la tecnología, las insignias y los símbolos oficiales. Obtiene su manifestación y cristalización más clara en los textos jurídicos, en los reglamentos interiores, las cartas de la organización, las des cripciones de funciones y puestos, los protocolos de comunicación, las notas de servicio, los boletines oficiales de información, los folletos institucionales, los informes de actividad, las memorias institucionales y los organigramas. Esta organización f ormal produce tensiones y presiones de mayor o menor fuerza. Consiente o inconscientemente el individuo responde a dichas presiones por medio de comportamientos, relaciones y estrategias no previstos por la organización. Se distinguen dos modos de adaptarse a la misma (Goffman 1988): a) Las adaptaciones primarias que corresponden a los comportamientos que obedecen los requerimientos oficiales de la organización. b) Las adaptaciones secundarias que consisten para el individuo en utilizar medios alternativo s, “prohibidos” y estrategias no autorizadas para tergiversar así las pretensiones de la organización relativas a lo que él tendría que hacer o recibir, y por lo tanto, a lo que tendría que ser. Las adaptaciones secundarias representan para el individuo el medio de apartarse al rol y al personaje que la institución le asigna de modo natural. 5 Con las adaptaciones secundarias nos estamos refiriendo a ese otro “empleo” que forma una jerarquía oculta en las organizaciones, diferente del organigrama oficial. Es tos otros “empleos” son decisivos para la administración eficaz de cualquier organización. Constituyen lo que algunos autores han d enominado la red cultural (Deal- Kennedy 1984). Esta red pasa a constituirse como el principal medio de comunicación dentro d e la organización, desestimando el orden jerárquico y formal establecido. 5 Co n re sp ec to a l as ad ap ta cio n es sec u nd ari as Go ffma n d ice : “He cread o e st a gro ser a d es i g nac ió n p ar a ll e gar a lo q ue e n r ea lid ad me i nter es a: e l aj u st e s ec u nd ar io , q ue d e fi no co mo cu alq u ier arre g lo hab it ua l, q u e p er mit e a l mi e mb ro d e u na o r g a niz a ció n e mp le ar me d io s o alca n zar fi ne s no a u to r i zad o s , o b ie n h acer a m b as co s a s, e sq u i va nd o l o s s up ue sto s i mp líc ito s acerc a d e lo q ue d eb er í a hac er y a lca n zar, y e n ú lt i ma i n s ta nc ia, so b re lo q u e d eb erí a ser . Lo s aj u ste s s ec u nd a r io s r ep r ese n ta n ví as p o r la s q ue el ind i vid uo se ap ar ta d e s u ro l y d e l ser q ue l a in s ti t uc ió n d ab a p o r se n tad o s a s u r esp ec to .” (p a g. 1 9 0 ) En la organización pública todo el mundo tiene un trabajo pautado que realizar, pero además tiene otro “empleo”. Así, un empleado de bajo nivel puede transformarse en un personaje c on mucha influencia en las conductas por el tipo de información que maneja y/o por las relaciones que tiene con los puestos jerárquicos superiores. La red es importante porque no sólo trasmite la información, sino que también interpreta para los empleados el significado que tiene la misma. Es informal y, sin embargo, sus reglas son inflexibles, sencillamente no están escritas. No hay forma de evitar ubicarse y tener contacto con ella (D eal- Kennedy 1984). La división formal del trabajo fracciona a la organización en un conjunto de unidades y grupos de trabajo. Paralelamente, a partir de esos grupos "diseñados" por la organización -grupos formales se generan, según afinidades y convergencias personales, los grupos informales. El grupo es un generador de nor mas, es decir, de reglas que orientan las actitudes, los comportamientos y las opiniones de sus integrantes. La pertenencia al grupo es un factor esencial de la relación que el individuo mantiene con la organización. En resumen, el grupo puede considerarse como un soporte cultural, cognitivo, afectivo y estratégico del individuo dentro de la organización (INAP 1997) Las redes informales surgen, de esta forma, a través del intercambio basado en una necesidad práctica y una convivencia, o bien de afinidades p ersonales. Sin embargo, es importante tener en cuenta que incluso las relaciones informales más afectivas están condicionadas por datos del sistema formal en virtud de la naturaleza de las tareas a cumplir. Finalmente, las relaciones informales, se inscrib en en determinadas estrategias en las que está en juego el poder dentro de la organización. Los grupos adoptan estrategias informales que les permiten adaptarse a la organización y resolver las tensiones con el sistema formal. ¿Que patrones de conducta n o formales encontramos en la organización pública argentina? ¿Qué personajes componen esa red cultural informal? A partir de de diferentes trabajos de campo realizados en distintos organismos de la administración pública central y en base a resultados de entrevistas en profundidad y encuestas estandarizadas, intentamos identificar determinados comportamientos informales y patrones valorativos que nos permitan en esta fase exploratoria de la investigación armar una tipología de comportamientos, valores y ro les que componen el dispositivo cultural informal. Y de es te modo someter a examen nuestro s supuestos, así como también poner a prueba esa imagen popularizada de previamente. las organizaciones públicas que mencionamos Algunos de esos patrones de comportam iento identificados son: El uso flexible y discrecional de los tiempos: ya sea en lo relativo a los horarios de entrada y de salida del trabajo, como a los horarios de almuerzo y descanso. Formas de ascenso en la organización que no se corresponden con condiciones de idoneidad y experiencia en el puesto de trabajo. Formas de ingreso y reclutamiento del personal que no responden a la formalidad del concurso abierto y público. Procedimientos no escritos utilizados para la realización de la actividad. En muchos casos, poco transparentes y ocultos de modo “intencional” por la organización. Personas que tienen un poder e influencia destacable en los modos de comportamiento del grupo, sin relación alguna con el poder otorgado por el cargo, es decir, por el orga nigrama formal. Aquí estamos pensando en representantes sindicales, en agentes que manejan información confidencial o acceso a los puestos jerárquicos más altos por relaciones de amistad o favoritismo. Sistema de castigos y recompensas no escritos que influyen de manera determinante en la función de la tarea, donde prima el interés personal, la afinidad política e ideológica y las relaciones de amistad. Un sistema que desalienta las ideas y valores encarnados en las medidas reformistas. Uso privado de herramientas públicas (papel, impresiones, fotocopias, teléfono, automóviles, etc.) de manera discrecional. Resultados de evaluación de desempeño que no reflejan el real desenvolvimiento de los agentes públicos, haciendo obsoleta esta herramienta. Antigüedad en el empleo que no es revalorizada y aprovechada por la organización en la mejora de la productividad, sino que en muchos casos se convierte en un obstáculo para la realización de las tareas. Utilización de los espacios de la organización y distribu ción del mobiliario, que poco se corresponde con la consecución de los fines previstos por la organización pública. Aspectos más superficiales y estéticos como la vestimenta, la organización del escritorio, los modos de hablar y presentarse, que construyen una imagen organizacional desprolija, desordenada e ineficaz. Temas de discusión y tareas habituales desarrollados en la jornada laboral que insumen un gran porcentaje del tiempo, que nada tienen que ver con la actividad organizacional. Utilización de licencias y sistema de sanciones y justificaciones para faltas recurrentes de los empleados incoherentes y en algunos casos inexistentes. Inconsistencia en la asignación de tareas con respecto al cargo que se ocupa oficialmente. Formas de trabajo que innovador y participativo. Utilización deficitaria de las herramientas tecnológicas. Falta de idoneidad, compromiso y responsabilidad desempeño de los diferentes puestos de trabajo. Toma de decisiones por personas no fa cultadas por el cargo para hacerlo. Falta de correcta manejo muchos, no fomentan un proceso creativo, en el acceso a información confiable y clara, que permita la realización de las tareas. Acumulación de conocimiento y de información en pocas personas, inaccesible para lo que dificulta la tar ea diaria. A partir de estos patrones identificados , creímos interesante crear “arquetipos” (patrones ejemplares de los cuales otros objetos, ideas o conceptos se derivan) ya que los mismos son con frecuencia tan útiles para explicar el comportamiento de las personas como las características más objetivas de las organizaciones , porque incorporan y enuncian claramente la identidad de los miembros de la organización. Los llamaremos “personajes de la red cultural”, en relación a ese otro “empleo ” que mencionáramos más arriba (Denison 1988). Con ellos, estamos elaborando una herramienta de recolección de datos que nos permita verificar la existencia de estos personajes en la administración pública y su implicancia en la relación con el sistema formal. En conclusión, aspiramos a dar cuenta a lo largo de nuestra investigación, cómo la cultura organizacional informal en las organizaciones públicas influye en la forma de hacer las cosas, imparte propósito, sentido y significación a las acciones cotidianas, distingue a la organización estatal respecto de otras, por encima de los enunciados, las normas y los procedimientos oficiales, y de las tecnologías administrativas y de gestión. Esos modos de actuar no previstos, informales, que no surgen casualmente, sino que responden a las adaptaciones de los empleados a las condiciones de trabajo impuestas por el sistema formal, constituye n dispositivos organizacionales. En definitiva, buscamos determinar si esos dispositivos culturales son funcionales o disfuncionales en r elación a los propósitos oficiales; si los mismos ejercen una poderosa influencia sobre la evolución de la organización pública , condicionando y moldeando todas sus dimensiones, afectan do su desempeño y productividad, por sobre los elementos formales. Distinguir, en definitiva, la impronta de esa red informal, en esa singular forma en que se articula con el sistema formal. Bibliografía: Abravanel; Hobbs; Allaire; Poupart; Firsirotu, Simard. "Cultura Organizacional: Aspectos Teóricos, Prácticos Y Metodológicos". Serie Empresarial. Fondo Editorial Leguis, 1992. Blutman Gustavo. “Orden Y Desorden En La Reforma Del Estado: Cambios En Argentina Entre 1989-1992”. Eudeba Buenos Aires, 1994. Blutman Gustavo; Cao Horacio; Vaca Josefina. Investigaciones Sobre Provincias Y Modernización Del Estado: "Impacto Del Plan De Modernización En Argentina 2001-2005". 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