Ley de seguridad alimentaria y nutricional: un paso importante

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Ley de seguridad
alimentaria y nutricional:
un paso importante
Enrique Fernández-Maldonado Mujica1
Por fin el Congreso de la República aprobó la Ley de Seguridad Alimentaria y Nutricional. Luego de permanecer seis meses en salmuera, una mayoría significativa de parlamentarios
(72 votos, contra 1) resolvió, el último 11 de junio, desestimar
el pedido de reconsideración planteado por la congresista
Martha Chávez (Fuerza Popular), que pretendía impedir su aprobación.
Recordemos que en diciembre último, y en dos votaciones
seguidas, el Pleno del Congreso votó mayoritariamente por la
ley. Con esta decisión, el Legislativo da un trascendental paso
hacia la constitución de un cuerpo normativo clave para asegurar que la población peruana pueda acceder a una alimentación adecuada.
Con todas sus limitaciones (la más importante: el retiro de
toda alusión al término soberanía, por presiones del Minagri y
el MEF2), la Ley de Seguridad Alimentaria y Nutricional es crucial por varios motivos. Listamos los principales:
• Reconoce el derecho humano a la alimentación como parte
del ordenamiento legal interno. En adelante, el Estado peruano deberá disponer de los recursos necesarios para garantizar que todos los peruanos y peruanas accedan a una
alimentación saludable y nutritiva.
• Establece una serie de lineamientos que deberán seguir las
políticas públicas para garantizar la disponibilidad y accesibilidad (física y económica) a alimentos producidos localmente y de alto valor nutritivo. Esto implica promover tanto
la oferta (pequeña agricultura familiar, sobre todo) como la
demanda (alentar el consumo de alimentos inocuos, suficientes y nutritivos).
• Dispone la creación de un Sistema Nacional de Seguridad
Alimentaria de composición multiactoral. Liderado por el
Minagri, este sistema contará —en cada nivel de gobierno:
nacional, regional, municipal— con un consejo integrado
por representantes gubernamentales, pero también de las
organizaciones campesinas, de los productores agropecuarios, comerciantes y trabajadores de la industria gastronómica, a fin de articular los distintos espacios de manera sostenible y productiva.
Toca ahora al Poder Ejecutivo promulgar la norma e incorporar sus lineamientos y objetivos en el diseño de las políticas
públicas en materia agrícola, ambiental y social. La seguridad
alimentaria es uno de los componentes del desarrollo humano,
como lo señala la Organización de las Naciones Unidas para la
Alimentación y la Agricultura (FAO), y se inscribe dentro de
los compromisos asumidos por el Estado peruano en tratados
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LA REVISTA AGRARIA / 163
Foto Oxfam
internacionales, como el Pacto Internacional de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales (Pidesc, 1976)3.
Su ejecución debe acompañarse con
la implementación de la Estrategia Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional (DS N.º 021-2013-MINAGRI)4, recién aprobada en diciembre del
año pasado. Con ese objeto, el Gobierno deberá asignar los recursos necesarios —en el Presupuesto General de
la República previsto para el próximo
año— para que ambos instrumentos
de política no terminen siendo letra
muerta.
La ley sola no basta
Queda claro, sin embargo, que para
universalizar el derecho a la alimentación y garantizar la seguridad alimentaria hará falta mucho más que un marco normativo adecuado. Un diseño
institucional óptimo supone, además,
el fortalecimiento de las instancias gubernamentales vinculadas con los objetivos asumidos en la ley, comenzando por el Minagri, convertido en un
ministerio «cenicienta» en el marco del
Estado neoliberal que tenemos desde
Fujimori.
La capacidad de una sociedad para
avanzar hacia niveles de desarrollo social básicos (como proveer a sus ciudadanos de las condiciones necesarias para el disfrute de una alimentación sana) depende —en gran medida, aunque no solo— de la fortaleza
de sus capacidades productivas.
Dichas capacidades, en este caso
particular, no deben ser entendidas exclusivamente en términos tecnológicos —que son importantes— sino,
sobre todo, en términos sociales: el
Estado deberá atender con prioridad
a los sectores campesinos que hacen
posible el consumo de productos agrícolas (y, de paso, el boom gastronómico). El objetivo de la seguridad alimentaria supone necesariamente el
desarrollo social y económico de los
productores agrícolas, especialmente
de la pequeña agricultura familiar, la
cual, paradójicamente, pese a su relevancia social y económica, representa la base pobre de nuestra estructura
social (ver artículo sobre agricultura
familiar en esta edición).
JUNIO de 2014
La aprobación de la ley también obedece al denodado trabajo de diversas organizaciones
campesinas, agrarias y de la sociedad civil, que incidieron en la decisión de los parlamentarios.
Un dato importante
Esta ley es importante, también, porque nace como resultado de un (inusual) proceso de diálogo y cabildeo
entre los parlamentarios y los sectores directamente involucrados.
Ya fuera en la Comisión Agraria
como en la de Inclusión Social, del
Congreso de la República, un conjunto de organizaciones sociales vinculadas con el sector agrario —como la
Alianza de Organizaciones Agrarias
(CNA, CPP, Femucarinap, ANPE), con
el apoyo del Colectivo Perú por una
Seguridad Alimentaria con Soberanía
(que agrupa a diversas ONG y agencias de cooperación)— acompañó las
discusiones e incidió en la decisión
de los parlamentarios, quienes finalmente aprobaron, por unanimidad, el
dictamen presentado ante el Pleno.
Aliadas importantes en este proceso
fueron las congresistas Claudia Coari
y Rosa Mavila, quienes destacaron el
impacto de género de la ley y su importancia para sectores clave en el
objetivo de asegurar la seguridad alimentaria en el país, como son los pequeños productores agrícolas.
El reto hacia adelante es consolidar
lo avanzado, que no es poco, y planificar futuras iniciativas dirigidas a concretar el objetivo complementario: la
soberanía alimentaria. Sin obviar la importancia (y necesidad) de profundizar nuestra vinculación comercial con
el mundo, la meta de la seguridad alimentaria dependerá, en gran medida,
de los grados de autonomía que asumamos como Estado para el diseño e
implementación de políticas públicas
que prioricen el derecho a la alimentación adecuada, por encima de cualquier
consideración comercial o económica.
Se trata, sin embargo, de una idea
que suscita resistencia en los sectores defensores del libre comercio y de
los acuerdos bilaterales firmados con
países que, paradójicamente, cuentan
con políticas agresivas de promoción
y protección de su producción agrícola local (EE.UU., Unión Europea,
etc.); acuerdos contractuales contradictorios que afectan, sobre todo, a
países como el nuestro, que tienen una
posición política débil en las negociaciones comerciales y carente de perspectiva estratégica hacia el futuro.
El próximo proceso electoral presidencial de 2016 será, sin duda, una coyuntura propicia para debatir propuestas de desarrollo agrícola que incorporen estos elementos y, eventualmente, nos permitan enrumbar hacia
una estrategia integral de seguridad y
soberanía alimentaria. Veremos.
Notas
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3
4
Sociólogo.
Ministerio de Agricultura y Riego, y Ministerio de Economía y Finanzas.
Pidesc. <http://bit.ly/1bDPWCi>.
<http://bit.ly/MqyYj3>.
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