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"2015 -Año del Bicentenario del Congreso de los Pueblos Libres"
REPÚBLICA ARGENTINA
VERSIÓN TAQUIGRÁFICA
CÁMARA DE SENADORES DE LA NACIÓN
JORNADA SOBRE AGROQUÍMICOS
Salón Arturo U. Illia – H. Senado de la Nación
17 de septiembre de 2015
Presidencia del señor senador Fernando Solanas
PUBLICACIÓN DE LA DIRECCIÓN GENERAL DE TAQUÍGRAFOS
"2015 -Año del Bicentenario del Congreso de los Pueblos Libres"
17.9.2015
Jornada sobre agroquímicos
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– En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en el Salón Arturo
U. Illia del H. Senado de la Nación, a las 18 y 22 del jueves 17
de septiembre de 2015:
Sr. Viale.- Hola. Muy buenas tardes.
Está quedando gente afuera, así que les pedimos perdón.
Soy Enrique Viale, abogado ambientalista y asesor de la Comisión de Ambiente del
Senado que preside el senador “Pino” Solanas.
Les agradecemos muchísimo que hayan venido y les rogamos a los que se quedaron
afuera y que no pudieron entrar, que les hagan llegar nuestras disculpas, pero nos excedió
totalmente. Sabíamos que iba a venir gente. Estamos tratando de que ingresen algunos más,
pero ya hay mucha gente parada y hay una capacidad límite.
Ahora le voy a pasar la palabra al senador "Pino" Solanas. Se encuentran muchos
amigos presentes de distintas organizaciones amigas. Es difícil nombrar a cada uno, pero está
el diputado Duclós, el exlegislador y médico, Selser, y otros amigos que iremos nombrando.
Es muy importante hacer esta mesa. Es el primer debate sobre agroquímicos que se
hace en el Senado Nacional y hay excelentes amigos y disertantes.
Le doy la palabra al senador nacional "Pino" Solanas para que puedan todos exponer
con tranquilidad. Les agradezco, nuevamente, su presencia.
Sr. Solanas.- Gracias, Quique.
Muchas gracias a todos los presentes. Gracias a los amigos y compañeros que han
venido desde las provincias, como el señor Medardo Ávila Vázquez y a los demás
profesionales por estar en este, por qué no usar la palabra, "histórico" primer debate en el
Senado de la Nación sobre un tema crucial para la Argentina.
Lo que menos se debate hoy, paradójicamente en plena campaña electoral, es qué país
queremos, qué modelo de país y cuáles son los grandes temas. No digo que no se discuta
sobre ninguno, eso no sería cierto. Se ha discutido mucho en estos últimos años. Gracias a la
degradación institucional republicana hay consenso y acuerdo. Queremos una Argentina más
democrática, con respeto a la división de los poderes; un Congreso Nacional que no encajone
los proyectos de los opositores. Hay setecientos u ochocientos proyectos que no salen del
cajón. Nosotros hemos presentado más de ciento cuarenta o ciento cincuenta, entre ellos
treinta y siete grandes proyectos de ley sobre temas cruciales y no logramos que se discutan
en las comisiones. Entonces, eso tiene que ver poco con la democracia.
Queremos un país más honesto, en el que hagamos realidad la ética pública, en el que
revisemos las escalas de valores y los principios; privilegiemos las causas y los principios a
los intereses económicos, a los cargos y a la política entendida como negocio. Estas palabras
preliminares son para decir: unámonos todos, de distintos pensamientos. No queremos un
mundo ni un país uniformizado, pero unámonos en la defensa de las causas mayores. Por
supuesto que una de esas causas mayores es la causa de la vida y la defensa de la naturaleza y
del agua, sin la cual no hay vida.
Yo no tengo entidad suficiente como para imponer estas simples ideas. Las estoy
tomando de alguien que tiene un millón de veces más entidad que quien les habla, que las ha
repetido hasta el cansancio y que viene de escribir y de lanzar uno de los documentos
culturales contemporáneos más trascendentes e importantes por su mirada amplia e
interdisciplinaria. Trata todos los temas que están concatenados en esta crisis tremenda de la
civilización de la renta y el lucro; la civilización del consumo que está llevando al planeta al
calentamiento global y a mutaciones y cambios que pueden ser tremendos.
Las movilizaciones, las asambleas ambientales y los estragos que se han producido,
por supuesto, han golpeado la dormida conciencia o la desinformación. Este año es un año
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crucial, un año bisagra, porque el mes de diciembre de este año termina con la cumbre
mundial sobre el calentamiento global en París. En abril la Pontificia Academia de las
Ciencias del Vaticano reunió a más de cien especialistas, además de jefes de Estado –entre
ellos el secretario general de las Naciones Unidas, el presidente de Italia y de varios países
europeos, etcétera– para hablar sobre el tema. Como consecuencia de todo esto un mes o un
mes y medio después se redondeó y se lanzó algo que el Papa Francisco me había advertido
en noviembre de 2013 cuando lo visitamos en Roma y filmamos un video que muchos de
ustedes habrán visto. Lo visitamos casualmente por el tema de los delitos ambientales; delitos
ambientales que no se ven en el momento como se ve un accidente en una ruta; empiezan a
verse con el tiempo y dejan secuelas, algunos de ellos, que van a perdurar durante décadas en
la naturaleza y en los seres humanos.
El Papa Francisco me dijo: el tema es muy complejo por su carácter
interdisciplinario, lo estamos estudiando desde la Academia y seguramente nos va a llevar de
uno a dos años. Bueno, se lanzó la Encíclica Laudato si, defendamos la casa común, y
terminó diciendo estas palabras: defensa de la casa común es defensa de lo que es de todos,
lejos de las diferencias partidarias, ideológicas o sociales que tengamos. Sin naturaleza, sin
vida y sin agua no podríamos estar discutiendo.
En estos años nosotros hemos dicho muchas cosas en este sentido, hemos sido muy
negados o ninguneados por los medios, pero muchas de esas cosas se hicieron certezas.
¿Cuántas veces hablamos de lo que significa la megaminería a cielo abierto con sustancias, la
lixiviación de los metales con cianuro y químicos? ¿Cuántas veces denunciamos rupturas de
caños mineros bajo la lumbrera? ¿Cuántas veces viajamos a las provincias? Bueno, hoy hay
tres pueblos donde está prohibido tomar agua.
Este debate es histórico, porque por primera vez vamos a tomar el tema de las
consecuencias sobre la salud que tiene el modelo rural de explotación a gran escala con
granos genéticamente modificados y, a la vez, la utilización creciente para esa explotación en
escala de los agrotóxicos. Donde antes se necesitaba un litro por hectárea de glifosato, hoy
hacen falta cuatro, cinco o seis y el diablo se muerde la cola porque hoy al chacarero no le
cierra la factura del costo que le exige este modelo y él no cuenta los daños colaterales.
Por eso es importante que más allá de cualquier dogma o sectarismo políticopartidario, algunos profesionales que son testigos de las consecuencias, como son los
especialistas y médicos de las poblaciones que fueron fumigadas dejando secuelas tremendas,
nos den ese testimonio.
Voy a terminar este prólogo y le advierto a Enrique Viale, que es nuestro asesor de
cabecera en la Comisión, que no van a ser mis últimas palabras. (Risas.)
Tenemos un compromiso de honor y nos enorgullece tener a un gran defensor de las
grandes causas que es el auditor general de la Nación, don Leandro Despouy, que dentro de
pocos minutos tiene que abrir un evento en su propio organismo y le prometí liberarlo a las
seis y media. Creo que ya es la hora, así que tiene la palabra Leandro. (Aplausos.)
Sr. Despouy.- Dos o tres palabras previas. Como lo ha anticipado Pino, voy a ser muy breve.
No quería dejar de estar hoy. Así como lo he acompañado con mucha frecuencia a Pino en
todas las cuestiones ambientales, hoy quería estar presente para este tema. Es un tema de una
enorme dimensión en la cual mi exposición va a tratar de expresar algunas puntas, algunos
hechos significativos y que, seguramente, ustedes van a corroborar de una manera mucho más
detallada con todos aquellos que van a exponer sobre las consecuencias, los efectos directos y
los testimonios que realmente son desgarradores y alarmantes. Por eso, hubiese querido
quedarme con ustedes para escucharlos. Hay una razón más: generalmente, en esta Comisión
de Ambiente que preside Pino es donde más gente joven yo suelo ver en las reuniones del
Congreso y eso me alienta muchísimo y me entusiasma para, formalmente, estar presente y
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contaminarme de un nuevo espíritu. Porque si algo tiene de elemental lo ambiental, aunque
parezca un poco poético, es precisamente la enseñanza de que todos los aspectos de la vida
están vinculados e interrelacionados.
Lo ambiental incide sobre todos los aspectos de la vida. Por eso es un descubrimiento
relativamente moderno. Antes se podía pensar el mundo de una manera disociada de cada uno
de los factores; hoy no. Hoy lo ambiental es lo que interrelaciona el conjunto de los efectos: la
pobreza, el desarrollo tecnológico, etcétera; porque hay una dimensión generacional. Creo
que la reflexión más filosófica sobre el tema ambiental es aquella que nos dice que cada
generación debe pensar y debe rendir cuentas a las generaciones futuras sobre el planeta que
nos han prestado quienes mañana nos van a pedir rendiciones de cuenta sobre cómo se lo
hemos dejado.
Esta es una reflexión clave para situar la problemática ambiental en una
responsabilidad que no es meramente un comportamiento individual, sino que tiene un
impacto social y al mismo tiempo un impacto generacional.
Hago estas reflexiones para decirles que nosotros hemos auditado el tema –y hablo
como presidente de la Auditoría– en la pluralidad de aspectos en los que podría tener interés
ciudadano o interés individual esta problemática. Les diría, por ejemplo, que hemos auditado
el tema del Riachuelo, hicimos uno de los informes centrales que desencadenó una sentencia
famosa, porque no solamente hicimos un estudio jurídico o técnico, sino porque fuimos y
vimos en concreto cuál era el impacto ambiental de cada uno de los componentes tóxicos en
uno de los ríos más contaminados del mundo y más prolongadamente contaminados por
contaminantes que se potencian y se van desarrollando hacia el futuro. Lo que hace que la
descontaminación o la ambientación futura sea cada vez más difícil.
Hemos auditado y demostrado cómo sectores, por ejemplo, como los servicios
públicos con las negociaciones de María Julia Alsogaray, cuando representaba a la Secretaría
de Ambiente, en el cumplimiento de las metas o el primer quinquenio de Aguas Argentinas,
veíamos cómo ella siendo secretaria de Ambiente y encargada de la negociación con Aguas
Argentinas, perdonaba o conmutada el incumplimiento de metas físicas importantísimas
sobre obras vinculadas al tratamiento de los efluentes cloacales. Anticipaban que de no
cumplirse con esos objetivos que estaban dentro de la concesión, y que en este caso el
gobierno de una manera totalmente deliberada perdonaba, el Riachuelo habría de
transformarse tarde o temprano en lo que ya era, una cloaca a cielo abierto. Y vimos después
como estábamos lejos de cumplir aquello de los cien días.
Nosotros no solo auditábamos aguas o servicios públicos, auditamos también el
cumplimiento del Plan de Gestión Ambiental del Riachuelo, del cual, precisamente, María
Julia Alsogaray era la encargada de dar cumplimiento. Esto es para decirles que este tema nos
llega por muchísimos lados, pero si hay un costado por donde nos llega con un enorme
dramatismo es precisamente este, sobre los contaminantes. Ya habíamos visto en el caso del
Riachuelo que los contaminantes hacían que en los niños de nuestra propia capital –una de las
capitales más lindas del mundo y con uno de los ríos más contaminados– el nivel de plomo en
sangre sea elevadísimo. Y sigue siendo elevadísimo aún hoy, ya que no han habido mejoras
considerables.
Nosotros como auditores utilizamos un término un poco más elegante, no decimos
agrotóxicos, sino que decimos agroquímicos. También hemos penetrado y auditado sectores
claves que tendrían que ocuparse de esta temática. Hemos auditado el INTA, el SENASA, el
Ministerio de Agricultura, la Secretaría de Medio Ambiente, el Ministerio de Salud y la
verdad es que el panorama es desolador.
Yo los invito a la lectura de esos informes de una manera un poco ajena a lo que
había previsto, que era la posibilidad de hacer a través de algunas filminas las conclusiones
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importantes de los informes o, en todo caso, que ustedes vayan recorriendo levemente
mientras yo las comento.
Si ustedes van a ver la actividad del INTA en materia de tratamiento de esta
problemática, van a encontrarse con que es nula. Nosotros no vimos un solo estudio. No
obstante el desarrollo que ha adquirido y la ampliación de la frontera agrícola y
particularmente sojera –con todas las consecuencias que eso implica para los bosques nativos,
etcétera–, no ha habido ningún estudio por parte del INTA vinculado al impacto que tiene la
expansión sojera sobre la degradación de la tierra, las posibilidades de impacto y cultivos
alternativos y una proyección en diez años en una de las tierras más ricas del planeta. Hay que
reconocer que tenemos hasta esa ventaja y no se han estudiado estas cuestiones.
Si tomamos, por ejemplo, la provincia de Buenos Aires, vamos a encontrar que el 65
por ciento de los bonaerenses no tienen cloacas, para que vean la interrelación. El nivel de
contaminación por el problema de las cloacas como por los agroquímicos que van hasta la
primera napa, están destruyendo una de las reservas acuáticas más importantes que tiene. Y si
vemos un poco más de cerca el impacto que ha tenido sobre el Acuífero Guaraní –que es la
segunda reserva de agua potable en el mundo– vemos que el Estado ha estado no ausente,
sino de alguna manera en una actitud que ha dejado, prácticamente, una zona liberada para
que sean los intereses económicos, y no la preocupación de la ciudadanía, los que puedan
primar.
También, hemos visto cuando auditamos el SENASA que hay algunas cuestiones muy
serias. Me interesa en el SENASA el tema del enfoque preventivo, porque como ustedes
saben –y ustedes lo van a explicar que viene de la medicina–, el no uso de elementos
químicos o de cualquier otra naturaleza que puedan incidir en la salud –aun cuando no esté
comprobado el daño– hay que abstenerse de su utilización, etcétera. Sin embargo, el principio
precautorio no ha sido aplicado ni exigido en nuestro país en ningún caso por el SENASA y
esto es lo que ha hecho, incluso, que aparezca en algunas sentencias judiciales que ya han
incursionado en la penalización de este tipo de comportamientos. No solamente deben
penalizarse –es importante esto– las actividades productivas, los productores que llevan
adelante este tipo de contaminación, sino también a los que tendrían que impedir y los que
tendrían que reglamentar. No toman ninguna de las medidas más elementales que deben
tomarse para evitar que este tipo de daños, a través de una producción y una
comercialización, puedan producirse.
Le preguntaba recién a Selser si había tenido noticias de una Comisión Nacional de
Investigación de Agroquímicos que se había creado en el contexto del Ministerio de Salud y
que tuvo una existencia muy efímera, de un año, después desapareció y no tuvo resultado,
porque también tenía una actuación que se vinculaba el Ministerio de Salud con la Secretaría
de Ambiente. La verdad es que estaba planteado allí un censo nacional, un comportamiento
interactivo de los distintos entes que tienen algún tipo de responsabilidad y, sin embargo, este
organismo desapareció. Nosotros estamos haciendo un informe muy completo de todo este
esfuerzo que, en definitiva, fracasó y lo estamos auditando.
Probablemente, pronto estaré en condiciones de publicar un relevamiento completo de
lo que la Auditoría ha hecho en materia ambiental, donde este tema es uno de los capítulos
centrales por la forma en que compromete el futuro de la salud y el riesgo exponencial al que
se encuentran sometidas las poblaciones cercanas a los lugares de alta fumigación. Pero esta
publicación a la que hacía referencia es una publicación que abarca toda la temática ambiental
dentro del contexto del libro que hemos publicado que se llama La Argentina auditada y que
trata otros temas, pero específicamente este. Prometo presentarlo aquí e invitarlos a ustedes,
siempre y cuando Pino me dé la oportunidad. Va a ser pronto. Desde ya, están invitados.
Es impensable que en nuestro país no tengamos todavía una ley sobre los presupuestos
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mínimos en el tratamiento de los suelos. Sin embargo, hay centenares de proyectos que
alertan. Probablemente, sea uno de los sectores en donde mayor divorcio hay entre los
intereses económicos y la defensa de la ciudadanía, y ahí el Estado está ausente o activando
en contra de la ciudadanía. Esto es censurable, pero es, al mismo tiempo, desgarrador. Por eso
es que voy a venir siempre que me convoque Pino y que ustedes estén dispuestos a venir a
vernos.
Gracias. (Aplausos.)
Sr. Solanas.- Antes de continuar, me había olvidado de algo muy importante. Por esta
cuestión de respetar los tiempos de reloj, uno al final se olvida de muchas de las cosas
importantes que tiene que decir. Nos habíamos propuesto que este encuentro –que dijimos
que para nosotros y para esta Casa es un antecedente nuevo y por eso dije, no
exageradamente, "histórico"– se iniciara con un homenaje a dos grandísimos luchadores que
dedicaron buena parte de su vida a instalar y desarrollar estos temas. Me refiero al doctor
Andrés Carrasco y a Norma Giarracca. (Aplausos.)
Por supuesto, este aplauso y este gran apoyo van para su compañero de toda la vida,
gran luchador por la causa ambiental y por una agricultura racional en la Argentina, el doctor,
profesor y economista Miguel Teubal. (Aplausos.)
Sr. Viale.- Ahora sí, le daremos la palabra a los expositores. Comenzamos con el doctor
Medardo Ávila Vázquez, que es conocido por muchos de ustedes. Es médico pediatra,
investigador, profesor de una cátedra en la Universidad Nacional de Córdoba y es un gran
amigo.
Medardo, tenés la palabra. (Aplausos.)
Sr. Ávila Vázquez.- Muchas gracias.
Es un honor estar acá en la Cámara de Senadores, sobre todo, invitado por Pino y
acompañado por Leandro Despouy. Para nosotros que somos un poquito más jóvenes es,
realmente, un honor estar en este espacio con gente que sabemos que ha mantenido una línea
y una trayectoria en la defensa de los bienes comunes y de los derechos humanos, más allá de
los avatares de la historia.
No puedo empezar a hablar –si bien Pino me quitó un poco el homenaje– sin decir
que quien debiera estar acá hablando en nombre de todos nosotros es Andrés Carrasco quien
desgraciadamente no está, pero fue el que comenzó con esta lucha y nos arrastró. (Aplausos.)
Y también al "Gallego" Rodríguez Pardo que es otro compañero de lucha que
desgraciadamente hemos perdido en estos últimos tiempos. (Aplausos.)
Nosotros fuimos invitados por Quique a esta jornada y más o menos nos repartimos
las tareas. En mi caso, voy a hablar de una situación particular, tratando de traer acá en el
Senado, a la Ciudad de Buenos Aires, cuál es la realidad de un pueblo agrícola como es
Monte Maíz, que es un pueblo de la zona de Córdoba que tiene mayor rendimiento de la
tierra. Es la tierra más rica, la que produce más quintales de trigo y más quintales de soja y de
maíz por año, donde una hectárea vale 25.000 dólares y donde hay una población de 8 mil
habitantes que viven en un clima de prosperidad muy importante que es lo que se ve en los
medios, que se piensa que pasa en el interior agrícola en Buenos Aires o en los medios.
Nosotros fuimos citados en nuestra facultad por el intendente y por un grupo de
vecinos, porque ellos notaron que estaban muy afectados por enfermedades graves que no
tenían. Eran una comunidad tranquila de trabajadores que tenían las enfermedades comunes,
pero de pronto empezaron a notar que la gente se enfermaba masivamente. De hecho, el
intendente está enfermo de cáncer, el cura se murió de leucemia hace dos años, el director del
hospital también y como dice Serrat, faltaba el comisario, pero al comisario De la Sota lo
cambia todos los años así que no se enfermó de cáncer, se salvó.
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Nosotros fuimos con un equipo de estudiantes de medicina, pero también con un
equipo de geografía y de química de la Universidad de La Plata con el objetivo de analizar la
salud del pueblo en particular, pero también analizar el ambiente; analizar cómo está
funcionando el sistema productivo, principalmente, en relación a la salud.
Este pueblito es como muchos. Está en un lugar que ha sido totalmente modificado, ya
no hay pajonales, no hay montes, no hay bosques, se han secado las lagunas y los esteros que
había, y predominan los cultivos alrededor del pueblo.
Buscamos hacer un diagnóstico e hicimos un relevamiento casa por casa. En ese mapa
figura cada una de las casas de las cuales nosotros recibimos información. Tenemos
información de 5 mil personas. Estuvimos trabajando cinco días, nos instalamos con setenta
personas, apoyados por la Universidad y el municipio. Para nosotros en Córdoba era una
oportunidad única, porque nunca habíamos podido hacer un trabajo tan profundo, porque
generalmente donde se habían hecho evaluaciones epidemiológicas, las autoridades estaban
en contra, nos ponían una serie de trabas y había dificultades para que la gente realmente
pudiera expresar, libremente, lo que le estaba pasando.
Lo llamativo de este pueblo es que se encuentra en la zona de menos necesidades
básicas insatisfechas de Córdoba y del país. Hay una tasa de desocupación del 3 por ciento.
Hay dos fábricas metalúrgicas muy fuertes en las que nosotros identificamos a trescientas
familias que están vinculadas a la fábrica metalúrgica y también encontramos doscientas
setenta familias de productores, de peones rurales, de agrónomos y de miembros de las
empresas de servicios –los contratistas– que conformaban el grupo de familias vinculadas
directamente al campo.
Empezamos a relevar una serie de enfermedades que los mismos médicos locales y los
vecinos nos dijeron que eran las que ellos estaban sufriendo, entre ellas problemas como el
asma. Encontramos que el asma en nuestro país tiene una tasa de prevalencia, o sea, la
cantidad de personas que tienen asma –por lo general, se toma el grupo de personas que
tienen entre o catorce años–, normalmente, es del 10 o del 12 por ciento, pero nosotros
encontramos que el 40 por ciento de los chicos de referencia internacional para el asma, tiene
asma; se hacen disparos con beta 2, con broncodilatadores. Es decir que la tasa era tres veces
mayor.
Respecto del hipotiroidismo, que es otro problema que se había detectado,
encontramos que en vez de tener una tasa del 6 por ciento, que es la habitual, en Monte Maíz
la tasa es del 11 por ciento. Es decir, el 11 por ciento de los mayores de veinte años toma
pastillas para la tiroides; no es que tenían un diagnóstico, sino que eran los que estaban
tomando la medicación.
Otras enfermedades, como el lupus y la artritis reumatoide, que son enfermedades
menos frecuentes, también estaban muy aumentadas. Normalmente, hay un caso de lupus
eritematoso cada mil trescientos en Estados Unidos, y nosotros teníamos uno cada quinientos.
Los problemas vinculados a los niños con malformaciones son un tema llamativo.
Nosotros revisamos y preguntamos a las familias si tenían niños que habían nacido con
malformaciones en los últimos diez años y nos encontramos con que estaban vivos, nos
encontramos con que había un 3 por ciento de niños vivos con malformaciones, cuando
normalmente la tasa es de 1,6 por ciento, sin contar a los muertos. O sea que, probablemente,
la tasa verdadera sea del 5 por ciento. Es decir, la cantidad de niños malformados que
nosotros vimos era del doble o del triple. Estas son observaciones que nosotros hacemos a
diario. Yo soy médico neonatólogo, trabajo en una terapia de neonatología en nuestra
universidad y recibimos permanentemente niños malformados que vienen de los pueblos, y
hace diez años no venían así, no teníamos este problema.
Otro problema es que las mujeres pierden sus embarazos en una tasa muy alta. Las
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mujeres en edad reproductiva sanas, que quieren tener hijos no quedan embarazadas o pierden
sus embarazos poco tiempo después de tener el diagnóstico de embarazo, con una tasa del 10
por ciento, cuando normalmente, según un estudio que hizo el Ministerio de Salud de la
Nación en 2006, solamente el 3 por ciento de las mujeres pierde sus embarazos en forma
espontánea; nosotros teníamos tres veces más.
Las malformaciones que nosotros encontramos se han visto en crónicas de otros
lugares: en Tucumán, Santa Fe, en Misiones, lugares donde el contexto era la alta exposición
a agrotóxicos de la familia o de la madre. Incluso, quise traer este dato porque es oficial, de
una Comisión de la Cámara de Diputados de Resistencia, Chaco, que revisó los registros del
hospital de maternidad del Chaco y encontró que venía aumentando la cantidad de niños con
malformaciones de una manera similar a la manera en que aumentaba la cantidad de hectáreas
sembradas de soja, por lo tanto, desmontadas y fumigadas; de la misma manera que
aumentaban, aumentaba año a año la cantidad de niños con malformaciones en El Chaco,
mostrando una relación dosis-respuesta muy significativa.
El Ministerio de Salud, que tendría que ser auditado –espero que lo haga bien Leandro
Despouy–, tiene un registro de malformaciones que se creó en el año 2010, cuando nosotros
empezamos a denunciar que esto estaba pasando, porque no se registraban los niños con
malformaciones en este país; y publicaron hace poco que en Argentina el porcentaje de
malformaciones totales es de 1,68 por ciento y que no ha aumentado. Es decir, cada cien
nacimientos hay menos de dos chicos que nacen con malformaciones. Pero cuando revisamos
los datos que había mandado Córdoba, nos encontramos con que en los datos de la ciudad de
Córdoba figuraba que más de la mitad de los niños malformados eran del Interior; los sacaron
del Interior, los ponían en el universo de mujeres que habían parido en la ciudad de Córdoba,
se diluían en dos mil y pico de nacimientos y desaparecían, por decir, de Monte Maíz o de
cualquier otro pueblito donde habían nacido, donde habían quedado embarazadas esas
mujeres y, por lo tanto, habían sufrido las mutaciones que generaron las malformaciones.
Estadísticamente, el gobierno no solo no hace nada, sino que hay acciones tendientes a ocultar
esta información. Ellos lo saben, porque lo hemos discutido en la Sociedad Argentina de
Pediatría duramente con los pediatras que han sido cómplices de estas maniobras.
Hay mucha información científica que demuestra que lo que nosotros vemos es
cierto, que se ve en todas partes del mundo en donde hay exposición a agroquímicos.
El cáncer es el problema más grave de Monte Maíz, si bien tiene otros problemas. En
el año 2014 nosotros les preguntamos a los vecinos quién tenía diagnóstico de cáncer en el
último año, entre enero y octubre –ni siquiera en todo el año, sino solo en diez meses–, y
encontramos que treinta y cinco personas tenían diagnóstico de cáncer cuando, según el
instituto de cáncer mundial, el Ministerio de Salud y el ministerio de Córdoba, en esa
población se esperaba que hubiera once casos de cáncer. Nosotros teníamos treinta y cinco.
Esto también se ve en la tasa de incidencia, pero para que sea más simple y más
entendible para la gente común lo expresamos así, en vez de expresarlo en una tasa por cien
mil. Lo real es que esa población tenía que tener once nuevos enfermos de cáncer, que son los
que tendríamos que tener cualquiera de nosotros, porque nos pasó, porque no nos pudimos
defender y desarrollamos un cáncer. Pero en vez de tener once tenían treinta y cinco, es decir,
veinticuatro que no eran explicables de otra manera si no es por el hecho de que algo está
pasando en ese pueblo y es lo que les genera el cáncer. Esos eran los nuevos casos de cáncer.
Cuando los casos de cáncer de personas vivas diagnosticadas en los últimos cinco
años, notamos que la tasa triplicaba a la de la ciudad de Córdoba. Al ver estos datos, notamos
que son muy parecidos a los que tiene Damián en pueblos de Santa Fe Instituto de Cáncer
Mundial –él se los va a mostrar después– que muestran que lo mismo que veíamos nosotros,
se está viendo en Santa Fe en contextos similares. Es decir, nosotros no estamos viendo algo
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raro que está pasando en un pueblo en particular, sino que esta es una situación general.
No solo estudiamos las enfermedades y las marcamos en el mapa, sino que también
hicimos un relevamiento del ambiente y pudimos detectar cómo era la dinámica ambiental de
este pueblo.
Este mapa es oficial del ministerio y muestra los lugares donde más se siembra soja en
nuestro país, los departamentos que tienen mayores cantidades de hectáreas sembradas de
soja; y a la derecha se ve el mapa de la mortalidad de cáncer con los datos Ministerio de
Salud de Córdoba y de Santa Fe. O sea, son datos oficiales de las provincias que muestran
que en las zonas de mayor producción de soja la gente se muere, como primera causa, por el
cáncer y mucho más frecuentemente que en el resto de los departamentos de estas provincias.
Estos son los datos que se refieren a la salud.
El ambiente, ¿cómo es? Esto es Monte Maíz. Nosotros vimos que Monte Maíz tiene
un área de 60.000 hectáreas que es el área rural de influencia. Esa área se cultiva con esa
relación, según los datos oficiales, y según lo que hablamos con los productores y con los
aplicadores, que son las personas que manejan los mosquitos que sirven para fumigar,
sabemos que allí se usan quince litros de pesticida por año por hectárea; eso es lo que se está
tirando hoy, son datos oficiales. Cuando uno busca en las redes de productores y fumigadores
también encuentra que estas dosis son las que realmente se aplicando por hectárea en nuestro
país. Eso significa que en esa área se utiliza casi 1.000.000 de litros de agroquímicos:
975.000 litros.
Nosotros fuimos a ver las escuelas de los alrededores y encontramos que las escuelas
de la zona de los parajes rurales estaban absolutamente despobladas: había dos o tres chicos
cuando antes había cuarenta. Todas las familias que vivían en el campo, los productores o
peones rurales, se habían ido a vivir al pueblo y se habían llevado con ellos sus
equipamientos, sus camiones, habían hecho galpones en el interior del pueblo, y ahí estaba
concentrada una enorme cantidad de pesticidas. Ese casi millón de litros de agroquímicos que
se tira en las 60.000 hectáreas entra y sale del pueblo de Monte Maíz.
Cada una de esas casitas son los veintidós depósitos de agroquímicos que
encontramos en el interior de Monte Maíz, cuando el intendente, el municipio, tenía
registrados cuatro depósitos. Esta es la realidad de la producción agraria; la producción
agraria es fumigar, fumigar, fumigar, fumigar, cosechar y sembrar, pero casi todo el tiempo se
fumiga utilizando grandes maquinarias y utilizando quince litros de veneno por hectárea por
año.
Éstos son los depósitos que nosotros encontramos. Entonces hicimos otra cosa: con
Damián tomamos muestras de agua y de tierra de los campos y de las calles de Monte Maíz; y
encontramos lo siguiente: en las veredas y en las calles cerca de los depósitos de
agroquímicos, la cantidad de pesticida que había en el suelo del pueblo era casi cien veces
más alta que la que hay en los campos. Porque tomamos muestras de los campos y
encontramos una cantidad de glifosato y de clorpirifós cien veces menos que la cantidad que
había en las calles del pueblo. ¿Por qué? Porque en el campo fumigan cada veinte días, pero
del pueblo entran y sale y está ese millón de litros de agroquímicos todo el día al lado de las
casas, al lado de las escuelas, al lado de las plazas. Aclaro que todo este material está
publicado en nuestra página de internet.
La consecuencia de todo esto fue un informe claro de qué es lo que nosotros habíamos
visto y recomendaciones para que Monte Maíz ponga algún límite con los agroquímicos. Los
agroquímicos son agrotóxicos. Nosotros somos médicos y lo vemos desde la perspectiva de la
salud; las personas también lo deben ver desde la perspectiva de la salud y de la vida. Los
agrónomos y la gente vinculada al agronegocio los ve como agroquímicos y no como un
agrotóxicos, porque les sirve para su negocio. Pero la gente que vive en esos lugares tiene que
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saber que los agrotóxicos son tóxicos y que enferman. Ya hay suficientes pruebas y no hay
dudas. No tenemos que aplicar el principio precautorio, sino que tenemos pruebas
concluyentes de que esto es así, de que los agroquímicos producen cáncer.
Finalmente, Monte Maíz aprobó una ordenanza sacando todos los depósitos del
pueblo; armando un polo agrotóxico fuera del pueblo; prohibiendo que entren los mosquitos;
impidiendo que fumiguen alrededor del pueblo, y una serie de medidas que fueron aprobadas
por todos los concejales, incluso los del PRO y los sojeros, que eran parte del Frente para la
Victoria y que también tenían su campos; todos votaron a favor de una ordenanza al servicio
de todos, aunque iba en contra de los intereses comerciales de algunos. Este tema no se ve y
divide, pero cuando logramos ponerlo sobre la mesa y logramos que se empujen los
principios, que son los que tienen que organizar nuestra vida en la sociedad, que son los
principios principales, ahí se ve que todos podemos estar del mismo lado y que algunos
pueden dejar de ganar tanto dinero y no envenenar tanto.
Para cerrar, quiero reafirmar esto: las pruebas científicas de glifosato han demostrado
por parte de nuestros investigadores... Hay trece investigaciones que son citadas por la
Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer que determinaron que el glifosato
produce cáncer. Esa agencia revisó cuatrocientos papers, de los cuales trece fueron
producidos por investigadores del CONICET, entre ellos Andrés Carrasco, y tres grupos más
de Buenos Aires y otro del interior del país. Esos estudios muestran cómo el glifosato
produce rupturas de las cadenas de ADN. Las rupturas de las cadenas de ADN, donde está el
mensaje genético, el código con la información genética, pueden ser reparadas. Nosotros
muchas veces sufrimos rupturas en las cadenas espontáneamente y las reparamos; y si no se
pueden reparar, las células se autodestruyen y no pasa nada. Pero cuando no se puede reparar
o destruir una célula que está muy alterada y esa célula persiste y su lectura del mensaje del
ADN está alterada y es otra, se convierte en una célula mutante en nuestro propio cuerpo, y
cuando logra reproducirse nos invade. Es una célula nuestra que se ha convertido en una
célula mutante que nos invade y nos mata, que es el cáncer. Esos son los mecanismos
biológicos del cáncer, y está demostrado absolutamente que el glifosato produce estas
lesiones. Nosotros sabemos absolutamente que la gente en contacto con glifosato tiene más
cáncer.
Estas pruebas son muy claras. No todas las personas en contacto con glifosato van a
desarrollar cáncer, como no todas las personas que fuman van a desarrollar cáncer de pulmón.
Porque mucha gente puede fumar hasta la vejez y morirse de alguna otra cosa porque tiene
individualmente la capacidad de defenderse de la toxicidad del cigarrillo. Pasa igual con el
glifosato: muchos productores nos dicen que han fumigado toda la vida y que nunca les pasó
nada, sin embargo, yo les hacía mención a que en Monte Maíz doscientas setenta familias,
que nosotros identificamos como vinculadas al campo, tenían 3,4 veces más cáncer que el
resto de las familias de Monte Maíz. Todo Monte Maíz tiene más cáncer que la ciudad de
Córdoba, pero el núcleo, el colectivo de gente vinculada al campo, los agrónomos, tiene más
cáncer en sus familias, y ellos lo saben; lo saben, porque nos lo han dicho, nos lo han
comentado. De hecho, la información surgió de ellos mismos.
El problema de los agroquímicos no es solamente de los productores o de la gente de
estos pueblos tan ricos. En la zona donde se ha ido expandiendo, si ustedes ven hacia el
Norte, la zona de Tucumán, Santiago del Estero, El Chaco, el este de Salta hay población
originaria que está siendo masacrada actualmente; no son chacareros que se adhieran al
modelo de Monsanto, sino que son sociedades anónimas de siembra que se apropian de
enormes extensiones de tierra, desmontan absolutamente todo el monte, y cuando lo hacen
aparecen abajo cuatro o cinco comunidades Wichí o Qom que estaban ahí viviendo hace
quinientos años, que no jodían a nadie, pero ahora joden, porque se los ve, la gente les saca
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fotos, salen en el diario y todos decimos que son unos asesinos. Los están exterminando como
a los sirios en estas zonas con las fumigaciones. El efecto afecta a todas las poblaciones. Los
peones rurales son los más damnificados en las zonas agrarias. Nosotros conocemos a una
familia de tres hermanos, los hermanos Torres, que murieron de cáncer los tres; su patrón
también tenía cáncer y la nieta del patrón también, pero los patrones sojeros se podían tratar
en el Hospital Italiano de Buenos Aires, mientras que los peones rurales solo pudieron acudir
a la obra social de los peones rurales, que sabemos que está procesada por los medicamentos
citostáticos en algún momento, que fue la época en que los tres muchachos Torres estaban
enfermos, y seguramente fueron tratados con placebos.
Esto muestra cómo la inequidad ambiental se suma a la inequidad social. Este no es
solo un problema de contaminación, no es que ahora estamos con una moda verde y hemos
abandonado las luchas sociales, sino que estamos en las luchas sociales históricas, y estas son
las luchas sociales de derechos humanos en nuestros pueblos que siguen resistiendo.
Para terminar, les comento que hoy el Tribunal Superior de Justicia de Córdoba
reafirmó el fallo que nosotros habíamos logrado condenando a los sojeros de Barrio Ituzaingó
(aplausos) y confirmó la sentencia, lo que consolida una institución judicial en el sentido de
que si se fumiga y se contamina poniendo en peligro la salud de la gente, es un delito. Hasta
ahora teníamos todo un marco según el cual esta era una actividad absolutamente lícita, pero
en Argentina hay leyes suficientes, como la ley de residuos peligrosos y el código penal, que
nos permitieron impedir que siguieran envenenando a nuestros pacientes del barrio Ituzaingó.
Muchas gracias. (Aplausos.)
Sr. Viale.- Gracias, Medardo.
Quiero leer una adhesión que llegó: Lamentablemente, no podré acompañarlos en la
jornada del día de hoy por razones de agenda que me lo impiden. Vaya un abrazo fraternal a
todos y todas las presentes con quienes compartimos, seguramente, la lucha por el ambiente y
una vida sana para que la producción agrícola en nuestro país no signifique beneficios para
pocos y enfermedades para muchos y para recuperar nuestra soberanía alimentaria. Esto lo
firma la doctora Victoria Donda, diputada nacional. Le agradecemos mucho su adhesión.
Aquí está presente “Cacho” Bidonde y hay muchos amigos más –no los voy a
nombrar–.
Vamos a seguir con los expositores. Tenemos la suerte de tener a Emanuel Garrido.
Muchos de ustedes conocen su historia; es una historia muy valiente, porque él era
coordinador de una especie de secretaría de ambiente de Coronel Suárez, una localidad
cercana a Mar del Plata, y por investigar y combatir contra las fumigaciones, sobre todo por
los chicos y por las escuelas rurales, fue despedido de su cargo. Tiene una vasta experiencia
de estudios, de investigación, pero también en el campo.
Tiene la palabra Emanuel Garrido.
- Durante la exposición del señor Garrido se realiza una
proyección en PowerPoint.
Sr. Garrido.- La verdad es que esperaba exponer después de mis compañeros, porque creo
que su trabajo es más relevante, pero está bien, vamos a hablar todos, igualmente.
Mientras hablaba Leandro recién yo pensaba “qué interesante: lo que dice y sostiene
este hombre a mí me costó el puesto”, porque estaba hablando de ser fiel a los principios.
Pero se nota que hay otras cosas mejores predestinadas para mi futuro y creo muy importante
la posibilidad de haber trabajado con las personas que están en esta mesa en una relación muy
interesante, porque cuando yo llamaba para molestarlos, preguntarles y hacerles diferentes
tipos de cuestionamientos, ellos me decían que yo era del Ejecutivo municipal y me
preguntaban qué hacía preguntándoles eso. Desconfiaban de que hubiese una verdadera
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intención.
Básicamente, lo que entiendo que vale la pena comentar es que durante un poco más
de tres años pude constatar cómo estas afectaciones que nuestros médicos nos dicen son
llevadas a cabo por medio del uso desaprensivo de pesticidas, muchas veces con la
connivencia de funcionarios públicos o de miembros de organismos del Estado o muchas
veces por ignorancia.
Vale aclarar que ya no soy más director de ambiente de Coronel Suárez, porque las
filminas todavía tienen el logo, pero es por el trabajo realizado. De hecho, toda la
documentación que tengo para compartirles tiene ese logo, porque es de donde trabajé
Nosotros dimos intervención y se informó con seriedad a muchos organismos de
gobierno: al Ministerio de Asuntos Agrarios, al SENASA –mi compañero Lucas me había
hecho una buena lista–; en la autonomía municipal, obviamente, al Poder Ejecutivo y al Poder
Legislativo, a la Asesoría Letrada, al Consejo Escolar; en el Estado provincial, al Ministerio
de Asuntos Agrarios, al Ministerio de Educación, al Ministerio de Salud de la zona sanitaria I,
al OPDS, a la Defensoría del Pueblo, al gobernador y a la Universidad Nacional de la Plata;
en la Justicia, a la Asesoría de Menores e Incapaces, a la Fiscalía General de Bahía Blanca y a
la Defensoría del Pueblo, que ya mencioné; en el Estado federal, a la Secretaría de Ambiente
de la Nación, a la UFIMA, al INTA, al SENASA, a la Defensoría de la Nación, a la Comisión
Nacional de Discapacidad, y así a una larga lista –imagínense que el expediente tiene como
seiscientas fojas–. Pidiendo ayuda, básicamente, porque lo que estábamos relevando era una
atrocidad; estábamos relevando que teníamos entre veinte y treinta escuelas rurales… Para los
que viven en la ciudad, en varias de ellas había quince, veinte o treinta kilómetros hasta el
siguiente pueblo, o sea, estaban sumergidas en el ámbito de la agroganadería; algunas tenían
los campos sembrados al lado, no solo con soja, sino con cualquier siembra que requiera de
agroinsumos.
Lamentablemente, cuando empezamos investigar, una de las directoras de la escuela
me comentó que ella estaba en ese cargo desde el año 2006 o 2007 y que vio reiteradamente
que, mientras los nenes estaban en recreo, pasaba el mosquito -la máquina de aplicación de
arrastre o terrestre-, y los nenes estaban ahí y sentían el olor. Ella hizo sus reclamos ante
Educación, no recibió respuesta. También hizo sus reclamos ante la Dirección de Ambiente
de Coronel Suárez. Entones, comenzamos la investigación y fuimos constatando que no había
ninguna red, era una caída al vacío directa. Todo era irregular. Y sigue siendo así, me echaron
hace un año y todavía hay treinta depósitos de pesticidas dentro del distrito de Coronel Suárez
en la planta urbana.
Lo peor que puede pasar en un depósito de pesticidas es un incendio de combustión
incompleta. Si sucediera y tuvieran poca mercadería, unos 20.000 litros de pesticida
cualquiera que fuere, en cien metros a la redonda de donde está ubicado el depósito -según la
ingeniería química-, no quedaría nada con vida. Tenemos depósitos de pesticidas al lado de
escuelas especiales, de jardines y hasta cerca de hospitales.
Entonces, el descontrol que yo percibía en una docente que había hecho los reclamos
ante Educación y no tenía respuestas; en informar al Ejecutivo y el Ejecutivo buscaba formas
de evasión; en informar al Ministerio de Asuntos Agrarios que solo buscaba la forma de
denigrar la investigación que se estaba realizando, que no era más que constatar lo que estaba
sucediendo, obviamente sentía que me faltaban el respeto.
Luego les voy a mostrar la mesa de exposición química a la que los nenes que asisten
al centro educativo al que nos estamos refiriendo, que cubre todas las etapas de la educación jardín, primaria y secundaria-, están obligatoriamente expuestos, porque la educación es
obligatoria en la Argentina.
Fíjense lo paradójico de todo esto: la educación es obligatoria desde los cuatro hasta
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los diecisiete o dieciocho años y esos nenes pasaban ese trayecto de su vida en un contexto
donde encontramos -junto a Damián Marino, de la Facultad de Química de La Plata- tres
tipos de pesticidas en agua de lluvia en las tres escuelas que logramos monitorear. Y eso que
de las más de 20 nos propusimos monitorear tres.
En el ciento por ciento de las escuelas encontramos pesticidas en agua de lluvia y en
polvo en suspensión. O sea, esos nenes no solamente son fumigados cuando están en el
recreo, también comen alimentos que tienen residuos de pesticidas, no en este caso en
particular en Coronel Suárez, sino en otro caso que nos enteramos ayer en el que la última
novedad que hubo fue que entre el 75 y el 80 por ciento de los alimentos monitoreados
contiene residuos de pesticidas.
Entonces, aparte de eso, consumen el agua de las napas que, sin temor a mentirles,
sabemos que el campo al estar tratado tiene lixiviados y exceso de nitratos y nitritos, aparte de
lo que podamos encontrar cuando se hagan correctamente las muestras procurando pesticidas.
Los chicos, las docentes y el personal auxiliar están sometidos a algo que para mí es
tremendo. Es algo intolerable quedarse con esa información. Pero comunicarla también era
intolerable, porque lo único que recibíamos eran ausencias. Imagínense que de todos estos
organismos o funcionarios que fueron comunicados, solamente la Defensoría del Pueblo,
quien emitió una recomendación de la provincia por la cual se hace este trabajo, y la
Defensoría de la Nación, que emite una recomendación después de haber recibido este
informe y otros, colaboraron con esta situación. Al resto todavía los estamos esperando.
Eso es lo que primero me sale del corazón. Quería contarles este panorama de trabajo
donde, además, teníamos una fábrica de pesticidas dentro de una de las localidades, ya no
hablábamos de la batería liviana, sino que hablábamos de tambores de doscientos litros/kilos
de dimetoato, que es un insecticida en estado sólido.
Después vamos a volver a la de agricultura sustentable, no es todo negativo,
investigamos y descubrimos en Benito Juárez unos datos que también traje para compartirles.
Esta foto quizás está un poco oscura, pero atrás de los nenes, que estaban en el recreo,
hay un mosquito aplicando pesticidas. Se ve la nube debajo de las alas. Estas son las fotos
que sacó la docente y que me mostró para denunciar esta situación.
Lo que se constató fue la inoperatividad, el título era "Operatividad, fiscalización y
control y legitimidad" de estos aspectos; no la había. La investigación arrojó que no hay
operatividad. El Ministerio de Asuntos Agrarios tiene dos ingenieros agrónomos para trece
distritos. Y, cuando, dentro del mismo distrito donde ellos tienen su oficina, les pedí que
vinieran a constatar una denuncia, tuve que conseguirles gasoil desde la Dirección de Medio
Ambiente. Imagínense cómo iban a poder ir al decimotercer distrito más lejano.
En una carta que escribe la docente a su inspectora superiora pregunta: “¿Hasta
cuándo tengo que tolerar que fumiguen a los nenes en horario de clases?” Esta docente,
después de muchas charlas e idas y venidas, fueron dos o tres años de trabajo, y de mucho
compartir, tuvo que jubilarse por discapacidad, después de estar cinco años o más expuesta a
este tipo de prácticas, sufre de un síndrome que se llama “síndrome de superposición”, que se
da cuando las vainas de mielina que recubren los nervios se deterioran y luego se le encontró
endosulfán, sulfato y otro químico también en sangre. Este es el cuadro de situación. La
directora de la escuela en donde están los nenes de entre cuatro a diecisiete años expuestos de
esta manera. Esta es la escuelita, se llama "El Relincho".
En la pantalla vemos la foto de un día que llega a las siete de la mañana, antes de
empezar el turno de escuela, y el aplicador en el alambrado de la escuela estaba comenzando
o terminando de trabajar. Muchas veces discutió con los aplicadores y en el momento de la
disputa, se iban.
Ésta es la realidad. Hoy estábamos discutiendo un proyecto de ley sobre bidones de
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agroquímicos -me gustaría que lo vieras Enrique- ésta es la realidad que vivimos en las
chatarrerías de los pueblos y de las zonas rurales en donde cada uno de esos bidones puede
contener diferentes “caldos”, diferentes grupos de sustancias que son tremendas. Imagínense
que eso está a cielo abierto y la persona que está cortando los bidones no tiene ningún tipo de
protección.
Esto me ponía la piel de gallina: me paró una vuelta en el pueblo un señor apicultor
que, además era fanático del fútbol, y me dijo "Emanuel, tengo que contarte algo, me pasó
algo: fui el otro día a la canchitas donde juegan las inferiores, porque teníamos un torneo y
cuando fui a levantar los tambores de basura, llevé al basural...” -no a la planta de reciclado,
sino al basural, la gente todavía no se acostumbra a que hay una planta de tratamiento de
residuos- “... y casi se me muere el perro. Cuando llegué a casa el perro estaba tirado, le tuve
que darle no sé cuántas “pichicatas” para que se levante”. Yo le dije que me cuente un poco
más. Fui al lugar para ver los tambores de los que me hablaba, esto era en el mismo pueblo
donde está la fábrica de pesticidas que mencioné la de dimetoato, ese insecticida sólido que,
entre paréntesis, ya produjo varios incendios y hasta nubes tóxicas dentro del pueblo. Para
quien tenga un poco de conocimiento, los residuos especiales tienen un tratamiento especial,
no pueden ser utilizados para ninguna otra cosa que no sea la revalorización de los materiales
y la disposición final si así lo requiere. Los muchachos vendieron los tambores y la gente del
club hizo los tachos para residuos donde juegan las inferiores. Los hicienron con tambores de
dimetoato con pedazos de piedra de dimetoato adentro; gracias al cielo a ningún nene se le
cayó un alfajor ahí adentro, lo levantó y lo comió, porque si no, estaríamos relatando una
tragedia.
Esta es nuestra realidad cotidiana. A ustedes les llegará en la ciudad a través del
alimento, pero esto es lo que se vive en los pueblos. Ésta es la agroindustria. Este es el agro
negocio.
Bueno, aquí vemos la inscripción a los registros de organismos control, esto es una
inmensa mentira: de cinco aeronaves que despegan del aeroclub de Coronel Suárez para
realizar tareas de aeroaplicación, una está inscripta, con la inscripción vencida y las otras
cuatro ni siquiera existen para el Ministerio de Asuntos Agrarios.
En las filminas vemos algunos de los libros que en la Secretaría o en la Subsecretaría
de Ambiente de la Nación están escondidos en el subsuelo, donde ya en el año 2004, 2005,
2006 y 2007 hubiésemos podido leer esto mismo que yo constaté, nada más que escrito por
una parte que se llama UNIDA, que es la unidad de investigación. Abajo hay algunas noticias
de CASAFE, algunas organizaciones no gubernamentales de Suiza que lo recibieron con
gusto para saber qué pasaba en nuestras regiones con las cuestiones de los pesticidas.
Volvemos al inicio, porque les quiero mostrar que no es todo negativo. Éste es un
trabajo que nos trae una cruda realidad. Algo con lo que insistíamos mucho hoy más
temprano con los legisladores y abogados que estaban construyendo cuerpos de ley. Pero
después de escuchar las contundentes palabras de Medardo y de Damián, no puedo aceptar en
esta reunión que alguno de ustedes quiera hablar acerca de las cuestiones económicas. No lo
puedo aceptar. Debemos volver a poner el eje en la vida y en la salud. No podemos decir,
como dijo alguien en la reunión anterior, "…bueno, pero es muy difícil fiscalizar, así que
tenemos que buscar algún “pasito” intermedio para ver cómo hacemos".
El “pasito” intermedio es decir: esto está pasando. Cuando reconozcan nuestros
funcionarios públicos y nuestros organismos de gobierno que esto está pasando y que las
universidades reconozcan internamente que los poderes están corrompidos, etc.
Recién ahí, el resto de las organizaciones, el pueblo y la gente de la salud vamos a
estar pensando que viene algo serio. Pero si, después de haberlo escuchado a Medardo,
escucho a alguien decir “bueno, pero es muy difícil, vamos a ver cómo hacemos y por las
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dudas saquemos esta ley”: es una mentira. ¡Es una mentira!
Tenemos que decir: "bueno, reconocemos que esto pasa". Por lo tanto, no podemos
llevar adelante una ley de bidones de agroquímicos que no hable de un cese de la actividad
contaminante, por lo menos en un horizonte lejano.
Quiero mostrarles algo respecto de la agroecología, porque cuando tenía que
sentarme con el Ejecutivo -que me querían comer los ojos, claramente- tuve que investigar. Y
resulta ser que, para mi grata sorpresa, en la provincia de Buenos Aires hay campo de
seiscientas hectáreas, asesorado por un ingeniero agrónomo con el que después nos
conocimos y trabajamos mucho juntos, en donde hacía veinte años que estaban haciendo
prácticas de tendencias agroecológicas y hacía como diez o catorce años que no usaban
pesticidas. Nos fuimos de cabeza para investigar cómo podía ser que eso pasara y que no
tuvieron la pérdida, porque en todas las reuniones, en todas las discusiones que teníamos en el
Concejo Deliberante o en otros organismos de gobierno por estas cuestiones nos decían “no,
vos me está quitando la zona productiva, no podemos hablar de salud”. Esto era crudísimo
para mí, pero era la realidad. Nos decían: “me estás quitando la productividad y estás
hablando después de suelos improductivos, no podemos hablar de salud”. Pero investigamos
y resulta ser que en el campo del al lado de don Juan hay un campo de Grobocopatel, de 4000
o 6000 hectáreas. Los cuadros que ustedes van a ver hablan del manejo agroecológico, qué
cosas contempla de forma extensiva en 600 hectáreas. Y qué cosas contempla el
convencional. En el siguiente cuadro lo que van a ver es la comparación, el de arriba es el
cuadro de evolución de carnes, porque don Juan es agroganadero.
Aunque las precipitaciones bajaron, e incluso a veces estuvieron casi ausentes, hubo
etapas de sequía, el ganado de esta persona que tiene un campo sano, no solo aumentaba y
aumentaba de peso, sino que, en un momento, él dijo -porque don Juan tiene esa filosofía“mire, don Eduardo, hoy vamos a dejar de darle ivermectina a las vacas, porque si se
alimentan de un suelo sano, van a estar sanas”. Eduardo, el ingeniero agrónomo, lo miró y
dijo “está un poco loco, don Juan, pero bueno, si usted quiere, son sus vacas”. Dejaron de
usar hace unos cuantos años ivermectina y descubrieron que el bosteo de la vaca al dejar de
usar ivermectina se reconstituía totalmente en el suelo cuando de la otra manera se momifica.
Entonces, don Juan tiene un suelo que es impresionantemente sano, pero don Juan no
usa nada de pesticidas, no genera gastos en insumos, no genera gastos en energía, no genera
enfermedades y tiene una tranquilidad inmensa porque es lo que él le pedía al agrónomo, le
decía “mire, don Eduardo, lo que yo quiero es tener tranquilidad. Tranquilidad para producir y
tranquilidad para dejarle a mis hijos una tierra viva y no una tierra muerta”.
Éstos son los cuadros del uso de energía y de cómo fue disminuyendo el uso de
pesticidas y el declive es impresionante. Este campo en la actualidad supera los rindes de los
campos tratados con pesticidas. La diferencia está en el manejo. Ellos usan, por ejemplo,
como un herbicida -entre comillas-, siembran trigo con trébol rojo; entonces, cuando
cosechan el trigo, el trébol rojo cubrió la superficie de la tierra, no deja lugar a las buenezas o
malezas y después encima cosechan el trébol rojo o lo pastorean.
Ahora, esto lo comprendo y ustedes lo comprenden, entonces me pregunto cómo
puede ser que en el resto de las veintidós escuelas rurales, porque esa, la última escuela rural
donde se fumigó por la que a mí me echan por presentar ante la Justicia la situación, tiene una
protección ambiental hoy de 1000 metros alrededor. Ahora, si el Ejecutivo sabe esto, si las
autoridades provinciales lo saben, si hoy el Senado lo sabe, si las autoridades nacionales lo
saben, que se puede producir de esta manera, porque me he cruzado con la gente del INTA y
del IPAF en el campo de don Juan y hemos comido juntos un asado -yo no porque soy
vegetariano-, pero hemos estado juntos, y sacamos conclusiones de la visita al campo de don
Juan juntos, pero después yo me los quiero comer asados porque cuando llegan a su ámbito
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de trabajo se queda mozzarella.
Entonces, si por cada dólar invertido en un campo agroecológico devuelve cuatro y es
mucho más rentable que un campo donde se usan agroinsumos; me pregunto ¿adónde más
hay que tocar? ¿Qué más hay que mencionar para que ésta sea la alternativa?
Muchas gracias. (Aplausos.)
Sr. Viale.- Gracias, Emanuel. Muchas gracias.
Ahora le damos la palabra a Damián Marino, que es doctor en ciencias exactas,
químico, investigador del CONICET y de la Universidad Nacional de la Plata. Así que
adelante, Damián.
Sr. Marino.- Gracias. Buenas tardes a todos. Ante todo agradezco profundamente la
invitación.
Cuando me propusieron venir, no dudé. No lo dudé porque todos somos producto de
la universidad pública y es nuestro deber poner el conocimiento que tenemos donde tiene que
estar, que es al servicio de la comunidad. Así que desde allí es que voy a plantear la charla.
La información o el enfoque que le he dado es bastante técnico para tratar de entender
lo que nosotros predicamos en la universidad como parte de la formación de las distintas
carreras y como tarea de investigación lo que es la dinámica ambiental de los plaguicidas en
ese contexto. Dinámica, porque se mueven, porque tienen un punto de origen y van a tener un
destino y en el medio van a ocurrir distintos procesos que lo van a regular.
Los plaguicidas no son algo estático, algo que entra en un lugar y se queda, sino que
permanentemente se están moviendo y he buscado un poco de información a nivel
internacional para evidenciar esa situación, así que vamos a tratar de avanzar.
Para ir rápido, vamos a incursionar en este modelo productivo en variedades
cultivadas como soja o maíz transgénicos asociados a un proceso de siembra directa. Según
los últimos datos, el consumo del insumo químico ha subido varias centenas porcentuales
contra una productividad que no se ve reflejada de igual manera. Con esto claramente se
demuestra que es un sistema que demanda insumos químicos, de plaguicidas en su mayor
categoría.
En cuanto al uso, cuando arranca el proceso en el año 1995 o 1996 lo hace con tres
litros por hectárea por año, por ejemplo de glifosato, y hoy hablamos de más de diez litros, en
términos generales, después voy a mostrar con datos oficiales más o menos dónde estamos en
promedio
Las familias químicas que nos llegan van a ser distintas, dependiendo del organismo
que van a querer atacar: hongos, insectos, hierbas, quiero decir con este término general que
uno los debe escuchar o conocer como insecticidas, fungicidas o herbicidas. Indudablemente,
cada uno de ellos va a depender en su clasificación del modo de acción y el tipo de
aplicación. Y, cuando hablamos del tipo de aplicación de plaguicidas -y al final voy a tratar
de ampliar un poco esta idea- tiene que ver desde el uso doméstico hasta el uso de manera
extensivo y en las formas en que ingresan a nuestro ambiente. Indudablemente, eso va dejar
un residuo. Un plaguicida no entra y es automáticamente degradado por un ambiente
generoso y maestro, sino que va a tener un impacto y va dejar su huella en el recorrido.
Por otro lado, está el tipo de aplicación, y hemos visto cómo aumentó a lo largo de los
años lo que hoy se conoce como barbecho químico. Uno tiene en las zonas del verano unas
alfombras verdes impresionantes y en las zonas de invierno unos desiertos enormes a medida
que recorre el país y eso tiene que ver con que el objetivos es que no haya nunca ningún tipo
de “yuyito” que robe nutrientes.
Cuando iniciamos nuestros estudios -nuestro laboratorio lleva veinte años estudiando
plaguicidas en el ambiente- uno decía hablaba de la “época de alta y de baja aplicación”, hoy
creo que durante todo el año se están usando cócteles que insumen principalmente herbicidas
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a lo largo tanto del invierno como del verano; a lo sumo, en el verano se incrementa el uso de
insecticidas, porque con todo el tema del aumento de temperatura, la productividad, los
insectos y entran otros organismos en juego y hay que controlarlos, además del uso de
herbicidas.
Si uno pensara conceptualmente el proceso va a tener como factores condicionantes de
esta dinámica el tipo de aplicación, las propiedades físico-químicas y factores climáticos.
Quiero decir con esto que las moléculas tienen propiedades en términos técnicos y
fisicoquímicos que son como las nuestras: tenemos un padre, una madre, un abuelo, un tío; es
decir, tenemos una identidad y, hagamos lo que hagamos, siempre vamos a responder a esa
identidad. En este concepto, las moléculas tienen propiedades físico-químicas que son propias
y les van a condicionar su movimiento o sus decisiones, llamémosle así, en el contexto
ambiental.
Además, hay algo sobre lo que no tenemos control: el ambiente; las temperaturas, los
vientos y las dinámicas propias de los ciclos de los nutrientes, de los materiales en el planeta.
El planeta es un sistema cerrado donde los distintos materiales se van moviendo, no se crean
ni se destruyen, sino que ciclan y esos son procesos autónomos de los cuales nosotros no
tenemos control.
Esta imagen refleja un poco la complejidad que puede demandar una dinámica
ambiental, una dinámica ambiental de una molécula que sale de un aspersor, de una gota, que
puede interaccionar con el aire y formar aerosoles; puede interaccionar con partículas que
estén en el aire, adherirse a ellas y depositarse a kilómetros de donde fueron aplicadas;
moléculas que una vez que llegan a la superficie pueden reemitirse como gases, como
vapores. Por ejemplo, me ha tocado vacacionar en un camping del interior del país con un
arroyo de por medio en frente una fumigación a las seis o siete de la mañana y hubo que
evacuar el camping, porque cuando llegó el mediodía esa aplicación se reemitió al aire. Una
vez que está en el suelo puede movilizarse por procesos que se denominan “de escorrentía”.
La foto de allá es la clásica, cuando llueve y el agua se moviliza sobre el suelo. Puede
llegar al acuífero por procesos que se llaman “de infiltración”, es el movimiento en la
estructura del suelo. Pueden ser movilizadas, como les decía hoy y, una vez que están las
partículas sobre el suelo, que es el primer receptor, pueden ser movilizadas por el viento. En
estos desiertos del invierno el viento juega libremente con todo el polvillo moviéndolo a
distintos lugares. Puede hacerlo llegar a la casa de cada uno de nosotros. Como lo dije hace
un rato, no es un capricho nuestro, hay publicaciones científicas internacionales que muestran
que la atrazina ha sido detectada en la Antártida y no creo que en la Antártida se fabriquen
plaguicidas o se siembra de soja, sino que tiene que ver con el efecto del continente donde
estamos aplicando la actividad productiva. Se debe a los fenómenos ambientales, por un lado
y a este comportamiento autónomo de las moléculas por otro.
También es importante destacar esto que está en las filminas que son los porcentajes.
¿Qué porcentaje de lo que se aplica termina ejerciendo la acción? ¿Y el resto? Del resto tiene
que hacerse cargo el ambiente.
En ese sentido, también hay publicaciones científicas internacionales que muestran
que hasta el 90 por ciento de una aplicación puede ser incorporada a la atmósfera por estos
procesos de deriva primaria del ingreso directo o por procesos de reemisión una vez que han
sido aplicados.
La cantidad de activo que tiene efecto es baja, por ende, se imaginarán que hay toda
una estrategia para mejorar y aumentar los rendimientos. Porque es una pérdida económica
que un activo no surja efecto. Si uno aplica 10 y solo 1 ejerce el efecto, se pierden nueve.
Desde la perspectiva de la producción se hacen enfoques en aumentar ese proceso, esa
eficiencia.
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Cuando uno habla de esto, también habla de la problemática ambiental y tiene que
identificar una serie de cuestiones que ordenadas vienen a ser: por un lado, la fuente de
ingreso; por el otro, la degradación y reparto. Digo degradación, porque el ambiente en este
esfuerzo de sacárselos de encima, puede traer como consecuencia que se generen
subproductos que tengan tanto o más efecto que la molécula originaria y eso, desde el punto
de vista técnico, lo denominamos los metabolitos. Por ejemplo, cuando hablan de glifosato,
hablan del AMPA -el ácido aminometilfosfónico-, que es un metabolito ambiental y hay
diferentes criterios de asunción de equivalencia tóxica o de niveles regulatorios equivalentes
para el AMPA y para el glifosato, porque tiene que ver con su historia.
El AMPA no fue otra cosa antes que glifosato y lo mismo ocurre con muchísimas
sustancias ambientales como el metabolito de la atrazina, del clorpirifós oxón, etc. O sea, para
cada activo que ingresa hay distintos metabolitos ambientales que también tienen su dinámica
y su autonomía de comportamiento en el ambiente. Y eso va a llevar en ese reparto -reparto
en el sentido de que una molécula entra y tiene que optar de acuerdo a su identidad- y va a
llevar en ese reparto el destino final. Esa molécula va a optar por quedarse en alguno de los
compartimientos ambientales de los cuales sea afín: agua, suelo, sedimento del fondo de los
ríos, biota acuática o terrestre.
Nosotros, obviamente, estamos incluidos dentro de lo que es la biota terrestre, hay que
tener en cuenta que somos parte del ambiente, no somos un ente separado de él. Si las cosas
se han dicho en un contexto internacional, tienen otro peso. Por eso traté de basarme en
información científica publicada tanto por los organismos de control de los Estados Unidos
como de Canadá y otros lugares del mundo. En ese sentido, un estudio realizado en los
Estados Unidos por la USGS, el Geological Survey de los Estados Unidos, mide, desde un
punto de vista experimental, en el agua de lluvia un cierto valor, 2,5ppv –es el dato técnico–,
para un uso de glifosato en suelo de hasta tres litros de formulado por año por hectárea.
En ese contexto, fue Medardo quien trajo el tema a la mesa de nuestro laboratorio y
dijo: si esto está pasando en los Estados Unidos, ¿qué es lo que está pasando acá, en la
Argentina? En donde si uno cruza los datos oficiales de CASAFE con los del INDEC del
número de hectáreas, dan una dosis promedio de doce litros por hectárea por año. Esa era la
pregunta que él proponía sobre la mesa.
Quiero decir con esto que no estábamos innovando ni planteando un tema nuevo, sino
que si allá pasaba esto, ¿qué era lo que pasaba con el escenario ambiental de la Argentina?
Conjuntamente la Atrazina… Allá está el dibujito que está contando, porque ese
número se actualiza permanentemente. Esto surge de un informe médico muy detallado de la
USGS en el que dice que justamente por la lluvia… ¿y por qué la lluvia?, porque son
moléculas que pueden estar pegadas a una partícula en aire o a una partícula gaseosa. Cuando
cae la gota de lluvia, se produce un proceso de intercambio de solubilidad, por un lado, y de
lavado de partícula, por otro, –así que la lluvia es una fuente importante de plaguicidas– y
propone que la Atrazina, estudiada en la cuenca del río Mississippi, tiene un aporte de ciento
diez toneladas por año; es decir que en un año caen por esa vía de transporte ciento diez
toneladas de Atrazina. Además, la declara como pseudopersistente, ¿qué quieren decir con
esto? Que el ambiente tiene la capacidad de degradar diez moléculas, pero si yo le pongo
doce, a lo largo del tiempo esas dos que me van quedando, se van sumando y si bien las
degrada, el ambiente no tiene la capacidad de hacerlo de manera completa: estoy pidiendo
más de lo que el ambiente puede. El tiempo de vida medio de la Atrazina es superior a los
trescientos sesenta días –datos oficiales de la EPA y la USGS–. De esta manera, dicen: miren,
la Atrazina está presente prácticamente durante todo el año en los distintos ríos de los Estados
Unidos.
En ese contexto atmosférico, hay distintas publicaciones científicas internacionales de
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los años 2000, 2005, 2010, 2011 que plantean esta misma problemática: la del glifosato, la
Atrazina, el 2,4D, la Cipermetrina, el Clorpirifós y el endosulfán. Es decir, son moléculas que
han sido estudiadas en distintas atmósferas del mundo: en Italia, Francia y en los Estados
Unidos, pero nunca en Latinoamérica.
En ese sentido y como producto de estos estudios que Medardo promocionó y articuló
muchísimo para llevar adelante.... Si uno, con los datos que tenemos, hace una estimación de
lo que podría aportar a la cuenca de Río Tercero por transporte atmosférico debido a las
lluvias, estaríamos hablando de una tonelada y media de Atrazina y de seis toneladas y media
de glifosato y su metabolito AMPA por evento. Metabolito AMPA más glifosato: seis
toneladas y media por evento y una tonelada y media de Atrazina.
Sin embargo, estos valores están en concordancia con lo que plantea los Estados
Unidos para la cuenca del Mississippi. Quiero decir que no estamos innovando, simplemente
estamos probando una vez más que para estudios regionales o locales ocurre lo que ocurre,
¿por qué? Porque las moléculas son lo que son acá, en los Estados Unidos, en la China o en
Australia y el ambiente tiene su autonomía de dinámica propia.
Cuando uno va a trabajar en aguas –y esto me parece importante, me voy detener para
dar algunos detalles más– también lo encuentra. Hay estudios de nuestro laboratorio, uno de
los primeros papers del año 2005 con niveles de Cipermetrina y Clorpirifós, Marino y Ronco,
en cuerpos de aguas superficiales; es decir, de ríos y arroyos de la zona de Pergamino y
Arrecifes. Hay estudios de la cuenca del Suquía realizados por la doctora Bonansea, principal
autora de ese trabajo, hay otros trabajos publicados por grupos de Mar del Plata y de Santa Fe.
Hay distintos grupos de investigación del país que midiendo los residuos de plaguicidas en
cuerpos de aguas superficiales y en sedimentos de fondo. No es algo que no se conozca. Me
refiero a que en el mundo científico esta información está circulando.
Ahora bien, viendo este contexto, hay dos cuestiones que me parecen importantes para
rescatar. Por un lado, la OMS y, por el otro, el Código Alimentario Argentino. Muchas de
estas moléculas no están listadas en ninguno de los dos organismos. Por lo cual, no podemos
tener valores de referencia para tomar decisiones respecto del agua de consumo humano.
Muchos de los valores que están registrados son de compuestos que se llaman persistentes:
DDT y sus metabolitos, Heptacloro, Heptacloro epóxido, Aldrín y Dieldrín, que está bien que
se regulen, pero en la actualidad amerita de manera urgente el debate de la nueva
reglamentación del Código Alimentario Argentino, por lo menos, porque es nuestra área de
incumbencia en cuanto las aguas de consumo humano.
Por ejemplo, hay publicaciones científicas que han medido Cipermetrina en aguas
subterráneas, pero no hay con qué compararlas, ¿se entiende? Creo que tenemos un vacío
regulatorio desde el punto de vista de aguas de consumo que es urgente que atendamos,
porque hace a la salud.
Las charlas que tenemos nosotros son acerca de si se dieran cuenta de que diseñando
estratégicamente estas políticas, se estaría ahorrando muchísimo dinero en cuestiones de
salud con una consiguiente mejora en la calidad de vida de la población; es decir, tiene
efectos benéficos por donde se lo mire.
En cuanto a los suelos son el primer receptor de todo este sistema de los plaguicidas.
Hay distintos procesos que lo van a movilizar. Pero me quiero detener en algo, porque en los
suelos de uso agrícola nosotros sabemos que van a estar, porque se usan, porque se aplican.
Sin embargo, como decía Medardo –y no es solo un problema exclusivo de Monte Maíz, por
lo menos puedo listar diez pueblos en donde ocurre–, en las plazas hay niveles de Glifosato
que están entre diez y cincuenta veces por encima de lo que hay en un campo fumigado.
También voy a retomar este concepto un poco más adelante. Si llegan a ver en esta foto de
acá abajo, al lado del poste todo eso amarillo que está ahí es Glifosato que fue usado por una
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cuestión práctica, porque es más rápido y lleva menos tiempo para el que lo usa... Allá hay
una plaza también de otro pueblo. Creo que hoy no existe plaza que esté exenta de esta
situación. Hasta donde hemos sabido también ha sido una situación –lo hemos hablado– que
sucede en plazas de acá, de Capital Federal. Quiero decir que es una práctica común, no es
solo una práctica de Monte Maíz. A tal punto que en los pueblos del interior, por ejemplo,
una botellita fraccionada de Glifosato se consigue en cualquier ferretería, porque forma parte
de la vida cotidiana de las personas.
Esto tampoco escapa de lo voy que a presentar más adelante, el concepto de
naturalización. En una situación en la que pareciera ser natural que los plaguicidas estén y
estén en todos lados y que sean usados como una herramienta diaria de la vida de las personas
que comulgan con ese tipo de prácticas.
Hicimos un estudio de alimentos, algunos ya lo deben de haber visto circular. Desde
noviembre a abril de este año lo que hemos encontrado, algo adelantó Ema, es que al menos
en el 80 por ciento de las muestras estudiadas había un plaguicida, al menos uno, y en
alrededor del 30 por ciento de los muestras, tres de cada diez, tenían entre tres y cinco
compuestos. Ese era o es el escenario que tenemos, por lo menos, en las zonas de la
verdulería de La Plata. En relación a esto, estamos articulando un trabajo con la cátedra de
Libre Soberanía Alimentaria para saber qué pasa en Buenos Aires.
En ese estudio se reportan las “frecuencias de detección”. Entiéndase por "frecuencias
de detección" como el porcentaje de muestras que tienen estos compuestos en cítricos, hojas
verdes, morrones y zanahorias. Lo que estamos viendo es que plaguicidas como el Clorpirifós
o el Endolsufán son bastante frecuentes. En estos días me han preguntado mucho por qué el
Endosulfán, si debería estar prohibido. Sí, prohibido en los papeles y en el espíritu, pero en la
práctica del interior, incluso, muchos de los productores reciben botellas, les dicen: usa esto,
que esto es bueno. Es decir, casi de manera ciega.
Cuando uno aplica la reglamentación del SENASA para estos productos, que nosotros
estudiamos, dice claramente –por eso digo que la reglamentación no es mala, sino que falta la
vigilancia y el monitoreo–: muchos de estos compuestos en alimentos que no tienen valor
regulatorio de LMR –el famoso límite máximo de residuos en alimentos–, no lo tiene. La
reglamentación dice: cuando eso no está, no está el valor para ese producto, para un morrón,
para una zanahoria, aplíquese el valor más restrictivo, que es lo que usted puede medir con la
técnica analítica y úsese eso como valor regulatorio.
Cuando aplicamos y tomamos los que tenían LMR, vimos como resultado que el 12
por ciento de las muestras no eran aptos para el consumo desde el punto de vista del límite
regulatorio. Ahora bien, cuando llenamos los huecos de información aplicando este criterio,
encontramos que el 42 por ciento de las muestras no cumpliría con la condición de consumo
humano.
Comentarios finales para ir emprendiendo la retirada.
Lo que está allí son mapas de las distintas fuentes: el de arriba es del Ministerio de
Agricultura, el de acá abajo es de Aapresid y el de aquel lado, sé que muchos no lo han visto,
porque incluso para nosotros fue una sorpresa, es del Ministerio de Salud. Este es de malezas
resistentes, aquel claramente es la evolución de cultivo de soja desde 1996 hasta 2002 y desde
2002 hasta 2010 y el de la derecha es el número de bidones de Glifosato dejados en campo.
Ese núcleo central de color más oscuro dice que puede haber hasta 150.000 bidones. Por lo
tanto, estos son mapas construidos con distintas fuentes, de distintos ministerios, pero, en
algún punto, se parecen.
Lo dije hoy, esta búsqueda de mejorar la rentabilidad en el uso del plaguicida lleva
aparejada los coadyuvantes: un conjunto de familias químicas de las cuales se conoce poco.
Siempre hablamos de los activos, hablamos de las moléculas: Cipermetrina, Clorperifós,
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Glifosatopero; pero van solos, van formulaciones complejas de desarrollos tecnológicos muy
importantes que hacen que un bidón pueda estar en una estantería y tenga una larga vida y
que, además, uno lo puede usar y esta eficiencia pase del 10 al 12 por ciento, que mejore esa
eficiencia.
Hay una serie de publicaciones científicas. La de aquel lado dice que hay estudios que
muestran que esos coadyuvantes pueden ser más tóxicos que los activos y también hay un
estudio muy interesante de Jaime García de Costa Rica, en el que se plantea la "caja de
Pandora", porque ése es el secreto técnico de las distintas empresas que formulan y venden
este tipo de sistemas químicos. El secreto de cada empresa no está. Se declara el Clorperifós
en la etiqueta, todos saben que tiene Clorperifós. El secreto de la empresa está en el
coadyuvante que mejora las propiedades, la estabilidad, el manejo de ese producto.
Y un documento muy interesante, que también es de Jaime García, es desde el
productor; ahora, mirando desde el productor el manejo seguro. Es un documento que se los
recomiendo. Tiene varias páginas; un índice de la A a la Z de una serie de consideraciones de
cómo también el productor se ve afectado. Les voy a leer cuatro o cinco que me parecieron
muy interesantes.
Primero, condiciones de trabajo deficientes. Transporte, por ejemplo, hasta regarse los
zapatos en la mochila de uso.
Aplicación y preparación de mezclas empíricas. Acá debería estar Gianfelici. Dice: la
preparación empírica es lo que ocurre en los pueblos, en la plaza de los pueblos, donde la
dosis que aplican es el método de los cinco dígitos oscilantes. Como dice Gianfelici, de Entre
Ríos, es "más o menos"; no hay una dosis específica.
Falta de atención médica oportuna. Los médicos del interior del país a veces no saben
cómo atender estos casos de exposiciones por parte de los aplicadores.
Falta de prácticas higiénicas y de agua segura. Un aplicador que se mancha o que se
salpica a veces puede hasta no contar con agua de manera inmediata que le garantice mejores
condiciones de salud.
Alto grado de analfabetismo. Muchas veces no saben leer la etiqueta; pero muchas
veces también tienen un analfabetismo en la formación: conocer lo que están manejando, qué
produce, qué medidas de seguridad usar.
Políticas gubernamentales y privadas. Predisponen a los productores a abusar del uso
de estos productos para asegurar la cosecha. Lo dice Jaime García en un documento; no es
made in Damián Marino.
Falta de fiscalización eficiente. Acusa un vínculo entre el Estado y los consejos
profesionales.
Y la FAO asume que 84 países en desarrollo no cuentan con los recursos necesarios
para controlar fronteras adentro. La FAO reconoce 84 países en esa situación.
Interés económico y falta de concientización de los diferentes sectores que deberían
tomar decisiones. Ejemplo: médicos, abogados, políticos, actores de la farándula que tienen
sus campos productivos.
Estrategias de ventas engañosas y poco éticas por parte de algunas empresas. Ejemplo:
prefijos “bio” y “eco”.
Facilidades para la adquisición de plaguicidas. Nadie te pregunta; uno va y compra. El
ejemplo es esto que cuento en las ferreterías del interior del país.
Y lo otro –insisto, de la A a la Z, rescaté algunos– es el acceso a la información
toxicológica. Hoy en día no es tan fácil acceder a ese tipo de información.
Este es el concepto de naturalización. La foto de arriba es La Niña Encantada,
Mendoza; allá, el glaciar Perito Moreno. Esos son espacios naturales. Eso es natural para
nosotros. Ahora, las imágenes de abajo todos las reconocemos como cotidianas y pareciera
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ser un proceso de naturalización.
Hay que entender a los plaguicidas en su contexto. Son sustancias químicas, son
complejas; deben ser atendidas; la persona que las maneja tiene que estar capacitada; hay
temas de uso, temas de salud; además, es una estructura: si hablo de analfabetización, estoy
hablando de una estructura social. Quiero decir con esto que el tema es complejo. No puede
abordarse con una sola mirada; debe abordarse de distintos lados que mejoren la calidad de
vida. Estoy pensando en los productores. Si alguno conoce el cordón hortícola platense, lo
sabrá. Productores que viven en una extrema marginalidad de vida, además, que son
explotados, hasta distintos peones rurales que también viven en esta condición. Porque hay
que tener en cuenta que tampoco son verdugos; son una víctima más de este sistema.
Esto sí me parece importante: el tema de la información. Porque yo dije que hay
montones de estudios. ¿Cuántos conocen ustedes? ¿Cuántos conocen los municipios?
La información uno la puede ordenar en científica y pública. La científica está
encerrada en los circuitos de elite o en repositorios de revistas internacionales de difícil
acceso. No es para el ciudadano común el acceso a esa información; de hecho, hay que pagar
para llegar a los artículos, no es fácil. Y la información pública, que es escasa o hasta
inexistente, es la que permite tomar decisiones desde todo punto de vista: gubernamental, de
gestión, del tipo de producción.
En ese sentido, me parece importante proponer la creación de una agencia nacional de
plaguicidas, cuya clave sea la participación ciudadana. Cada uno de esos actores sociales, en
cada uno de esos pueblos del interior, conoce la realidad mejor que ninguno de los que hoy
estamos acá sentados. Ellos son un partícipe más de esta mesa de construcción, donde se
generen monitoreos y estudios nacionales de información; donde se generen bancos de datos
que sean públicos para la toma de decisiones; donde, además, se generen acciones
coordinadas entre municipios y el Estado Nacional. Porque el actor local va a arrancar desde
el municipio hacia provincia y Nación. Si venimos de Nación hacia el municipio, es muy
difícil coordinar esa estructura de gestión. Y, por otro lado, que eso permita la planificación
de políticas públicas.
Creo que estamos en una situación donde si uno piensa en la actividad productiva base
hoy de Argentina, esta agencia debe existir. Debe vigilar por la salud, monitorear los cuerpos
de agua. Esta base de generación de información pública pareciera ser que la tenemos.
Tenemos un sistema científico muy bueno, de avanzada, con mucho equipamiento; pero sigue
faltando esa articulación con los sistemas públicos de información.
Para terminar, es un gusto ver por allá a Ana; quiero agradecerle el esfuerzo de haber
venido hasta acá. Quiero decirles que eso que tengo ahí, pensando en las generaciones
futuras, es uno de los mayores regalos profesionales que hemos tenido como grupo. Cuando
una mira esa cartulina, piensa en todo lo que habrán pensado esos chicos cuando la
construyeron; y es un agradecimiento a la universidad por haber ido. Pero lo más fabuloso de
esa cartulina es que rescata la inocencia de lo que ven los chicos en las escuelas rurales. Ellos
ven a la subdirectora, al autito en el que va el papá, ven las vaquitas. Ven una estructura de
conciencia o de inocencia infantil muy interesante, de mucha esperanza, de mucho
compromiso.
Ese era el escenario con el que nos encontramos el día que visitamos la escuela. Lo
que está en círculo rojo era un mosquito, porque salimos al patio y a la derecha fumigaba un
mosquito y a la izquierda circulaba una avioneta. Con respecto al mosquito, intervino el
municipio, porque estábamos nosotros e insistimos para que eso ocurriera. Estaba aplicando
cuatro activos en el cóctel de aplicación. Eran las 11 de la mañana. Digamos que iba a hacer
una reemisión de la aplicación durante todo el día. Se hizo un monitoreo en esa escuela de
plaguicidas en aire, equivalente a la que habíamos hecho con Ema en su momento. Se
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detectaron justamente parte de los compuestos que se estaban usando ese día en las muestras
que pudimos recolectar. Ana es una luchadora enorme; es importante que tengamos directoras
en las escuelas del interior que estén comprometidas y que, además de educar, además de
enseñar cuánto es dos más dos, tengan que estar protegiendo y defendiendo la salud de los
niños que tienen allí.
Quiero decirles a todos aquellos que tengan la capacidad de tomar decisiones que hay
mucha gente que está esperando una respuesta. Mucha gente en el interior, muchos pueblos y
muchas comunidades necesitan una respuesta. Pero no mañana ni pasado mañana; hoy. Si
estuviera acá Fabián Tomassi, diría: "Yo no tengo más tiempo; por favor, dejen de dar vueltas
–lo diría con otras palabras, porque él tiene la autoridad– y tomen decisiones ya". Porque a mí
se me terminó el tiempo y hay muchos otros a los que se les está terminando el tiempo.
Así que, dicho esto, creo que la frase que resume todo es esta que está allí: "El
conocimiento nos hace responsables". La mayoría de nosotros sabe todo esto, lo vivimos. Lo
único que yo hice acá fue ordenar un poco la información. Pero todo conocimiento nos hace
responsables. De alguna manera, es un acto de responsabilidad estar hoy acá sentados.
Muchísimas gracias a todos ustedes por este tiempo.(Aplausos.)
Sr. Viale.- Gracias, Damián.
Ahora está el último expositor y, después, con el poco tiempo que nos queda, vamos a
dar un momento para que pueda intervenir la gente del público.
Ahora, otro Damián, un amigo: Damián Verzeñassi. Ustedes lo conocen también.
Doctor, médico e investigador. Acompaña la lucha de los pueblos fumigados desde hace
mucho tiempo. Es de la Universidad Nacional de Rosario. Le damos la palabra, para terminar.
Sr. Verzeñassi.- Muchas gracias, Quique. Muchas gracias, senador. Muchas gracias a
Emanuel, a Damián, a Medardo –que tuvo que salir–y a ustedes también, por estar acá y por
quedarse hasta el final de esto que realmente es histórico. Desde la Facultad de Ciencias
Médicas de Rosario nos parece interesante que el Senado de la Nación, por primera vez,
convoque a un debate, a un intercambio de ideas y a un diálogo para empezar a poner en la
agenda de los senadores este tema. Voy a decir más adelante, a lo largo de la charla, por qué
es interesante.
Este es un homenaje a Andrés Carrasco, que se hizo al principio. Tuvimos la
posibilidad de aprender muchísimo de Andrés y de compartir cosas que nos permitieron sentir
aún más la responsabilidad de lo que estábamos haciendo y el porqué hacíamos lo que
hacíamos. Entendemos que es necesario que recordemos, en la figura de Andrés, a todos los
profesionales y no profesionales que antes, durante y después de la vida de Andrés estuvieron
y están trabajando y luchando para evidenciar, para darle voz a los que no son escuchados por
quienes tienen que tomar decisiones y se escudan en que no hay pruebas científicas para
tomar decisiones. Es importante para nosotros hacer ese reconocimiento. Los Andrés, los
Norma, los Gallegos son aquellos hermanos, aquellos maestros que hemos tenido, a quienes
abrazamos; pero no debemos dejar de abrazar mientras están y mientras estamos a los
Emanuel, a los Darío Gianfelici, a lo Damián Marino, a los Andrea Kloster, que están
peleándola todos los días en sus lugares y no tienen quién los homenajee, como nosotros
estamos haciendo hoy acá.
En ese sentido, la idea de hoy es hablar sobre cómo los modelos de producción están
determinando nuestros problemas de salud en Argentina, en la región. Para empezar, yo
quiero hacer una referencia a un líder campesino peruano, que se llama Hugo Blanco, quien
decía, cuando inauguraba la II Asamblea Mundial para la Salud de los Pueblos, en Ecuador,
en 2005, que para poder tener una buena salud hace falta una buena alimentación; pero para
una buena alimentación hace falta una buena agricultura, y no se puede tener una buena
agricultura en un territorio que no es saludable. Creo que es una extraordinaria definición de
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salud, una extraordinaria definición de por qué y desde dónde encaramos nosotros la
perspectiva de la salud.
Esa es una cita del exdecano de la carrera de Medicina de la Universidad Nacional de
la Matanza, actualmente viceministro de Salud de la Nación, que es el doctor Mario Rovere.
Él nos planteaba, en el año 2014, en el aula magna de la UBA, que la evidencia
epidemiológica que hoy existe ya demuestra que no podemos seguir diciendo que hoy hay
más cáncer o más enfermedades crónicas porque la gente se muere más vieja. Hoy es
innegable–lo dice Mario Rovere, uno de los principales sanitaristas de América latina e,
insisto, hoy viceministro de Salud de la Argentina–que los elementos ambientales están
determinando la salud de las personas.
En ese sentido, la Facultad de Ciencias Médicas de Rosario es una facultad pública
que asume el compromiso de devolverle a la comunidad lo que la comunidad aporta con sus
impuestos para que la facultad exista, no dándole un paquete de comida sino intentando
formar profesionales que tengan un compromiso distinto asumido con la salud y no con los
negocios de las grandes multinacionales o de las grandes industrias de la química, que son los
mismos. Los dueños de los fármacos que vendemos en las farmacias son los mismos dueños
de las químicas que nos venden para el agro. Entonces, empezamos a instalar como elemento
de evaluación de nuestros estudiantes un dispositivo que nos permite ir a comunidades de
menos de 10.000 habitantes, y en esas comunidades empezar a construir, con la comunidad,
los perfiles epidemiológicos. Esto lo empezamos en el año 2010; llevamos 23 comunidades
de menos de 10.000 habitantes evaluadas en este período de tiempo, con estudiantes que
rinden su examen final de la carrera de Medicina en ese dispositivo. Y con las comunidades
hemos construido este dato, este cuadro de cuáles son los principales problemas de salud que
hemos encontrado en estas localidades. Ese cuadro no es igual al cuadro que tiene el
Ministerio de Salud de la Nación de los principales problemas de salud en la Argentina. Esto
quiere decir que los lugares a donde nosotros fuimos no están en Argentina, o que las
informaciones que se tienen en los ministerios licúan –como antes había demostrado
Medardo– la realidad de determinadas localidades.
Nosotros encontramos que en estas localidades, que no fueron elegidas por sus
características socioeconómicas sino porque eran de menos de 10.000 habitantes... Sus
intendentes nos pedían que por favor vayamos a ver qué es lo que pasaba. Esto lo aclaro
porque si no van a decir que busqué siempre muestras sesgadas. No, los intendentes nos
pedían saber qué pasaba.
Como decía, en estas localidades, los principales problemas de salud que se
encuentran son la hipertensión y la diabetes. Uno diría: "bueno, es lo que ocurre en el
mundo". Pero después empiezan los problemas de las glándulas tiroides y los problemas
respiratorios, que no son el tercero y el cuarto problema de salud más frecuentes en nuestro
país. Esto llama la atención, entre otras cosas, porque una alteración de las glándulas tiroides
es expresión de una alteración del sistema endócrino; quiere decir que todo el sistema que
regula el funcionamiento de nuestros cuerpos está alterado.Si alteramos los sistemas que
regulan nuestras hormonas, alteramos todo nuestro funcionamiento, porque funcionamos en
base a las hormonas.
Estos son los principales problemas de salud, pero además hay que agregar que
empiezan a aparecer los problemas neurológicos en personas jóvenes: Parkinson, Alzheimer y
trastornos de memoria en personas de menos de 50 años. Esto, en bibliografía internacional,
está asociado con la exposición a determinados tipos de químicos. Empieza a aparecer el
cáncer. Y nuestros niños, en esas localidades, están entre un 20 y un 30 por ciento en los
grupos de sobrepeso u obesidad, lo que quiere decir que estos niños, que no tienen
McDonald’s en sus pueblos, también están teniendo una alteración en su sistema metabólico
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y están teniendo un sobrepeso y una obesidad que no tenían nuestras generaciones, que
tenemos estos problemas de salud crónicos.
En ese sentido, lo que nosotros tomamos como referencia y que queríamos compartir
acá –sabemos que muchos ya lo han visto, pero otros no, y nos parecía importante insistir en
esto–son las incidencias, o sea, la cantidad de casos nuevos de cáncer que hay en un
determinado período de tiempo en un lugar, para poder comparar. Porque si no, pueden decir
que siempre hubo cáncer, que en determinado lugar la gente siempre tuvo cáncer o que hay
cáncer en todos lados. Tomamos el cáncer porque es una enfermedad o un problema de salud
muy representativo, y porque, además, permite que la gente asuma un nivel de preocupación
por algunas situaciones.
Si ustedes se fijan allí, esos son algunos de los pueblos de las comunidades a las que
nosotros hemos ido. La columna de cada uno de esos pueblos expresa: si cada uno de esos
pueblos tuviese 100.000 habitantes, en lugar de la cantidad de habitantes que tenía cuando
nosotros hicimos la evaluación, cuántos hubiesen sido los casos nuevos de cánceres que se
hubiesen diagnosticado en ese pueblo en el año 2008. Se trata de un año respecto del cual el
Ministerio de Salud publica estadística de cuál es la cantidad de casos nuevos de cáncer en
Argentina cada 100.000 habitantes. Lo elegimos para tener la fuente de comparación.
La primera columna representa a la Argentina; en el año 2008, de cada 100.000
argentinos, 206 fueron diagnosticados con cáncer. En el promedio de los pueblos que
nosotros hemos visto en el año 2008, cada 100.000 argentinos, hubiesen sido diagnosticados
–con cáncer– 368,6; 1,8 veces más. Incluso, mientras la cifra en la Argentina era de 206,
encontramos que en esos pueblos era de 713,7 cada 100.000 habitantes. Sin embargo, todavía
tenemos agencias oficiales que dicen que no es un problema.
También dijimos que, quizás, ese pueblo tuvo muchos casos de cáncer por alguna
cuestión genética, como si la genética no se afectase por el tema ambiental. Nos dicen:
“Todas las familias tienen cáncer.”;pero nadie pregunta dónde viven esas familias. Capaz que
todas las familias padecen cáncer porque viven en el mismo lugar y los factores ambientales
que alteran los procesos de depuración de esas células que se transforman, que mutan y que –
como decía hoy Medardo– generan alteración en su proceso de replicación son los mismos.
Esto no es así porque la genética desde Adán y Eva lo traiga aparejado, sino porque toda la
familia vive en el mismo lugar, ingiere los mismos alimentos y habita en los mismos espacios
durante el mismo período de tiempo, soportando –como bien demuestran Damián y Emanuel
que se han encargado de estudiar y de investigar el tema– la misma carga química.
Entonces, surge la pregunta acerca de si siempre fue igual. Fíjense en ese nuevo
cuadro y lo que se muestra en sus cuatro columnas. En la primera columna podrán observar el
total de casos de cáncer que había en las localidades cuando las visitamos. A eso se le llama
“prevalencia”, es decir, es el total de casos que existen independientemente de cuándo fueron
diagnosticados.
Ahora bien, nos preguntamos en los últimos quince años cuáles fueron los casos de
cáncer que se diagnosticaron. Entonces, decidimos dividirlo en grupos de cinco años: desde
1996 a 2001, desde 2002 a 2006 y desde 2007 a 2011. La columna roja corresponde al primer
período de tiempo, la verde al segundo y la morada, que es la última, al último período.
Es muy impactante identificar que en estos pueblos, en los últimos cinco años de los
últimos quince años, se diagnosticaron la misma cantidad de casos de cáncer que se habían
diagnosticado los diez años anteriores. Entonces, algo está ocurriendo; no se puede negar la
realidad.
Discúlpenme la deformación profesional, yo estudié medicina y soy médico, aunque
no lo parezca. Nosotros estudiamos y aprendimos que si uno quiere hacer un tratamiento
adecuado respecto de un problema, primero tiene que hacer el diagnóstico y para esto, uno
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tiene que prestar atención a los signos, a los síntomas, a los laboratorios, etcétera. Por
ejemplo, viene Pino y dice: “Mirá, tengo este laboratorio y no me da bien.” “No te hagas
problema, Pino. Escondamos este laboratorio, no le hagamos caso a esto porque no te da bien.
Vamos a buscar las cosas que te den bien.” Entonces, le decimos: “Pino,¡estás bárbaro!” Eso
no es una acción médica. Desde el punto de vista legal, iríamos presos por iatrogenia o por
incumplir con nuestras tareas. Esto tenemos que decirlo porque son datos que objetivan una
realidad que, si la tenemos en cuenta, nos permitiría entender qué es lo que nos está pasando,
hacer un diagnóstico acertado y, desde ahí recién, empezaríamos a buscar una alternativa para
hacer un tratamiento que nos permita resolver la situación.
Fíjense ustedes las causas de fallecimiento de los últimos quince años, nada más que
en tres de los veintitrés pueblos que hemos visto: la principal causa es el cáncer, y le siguen
muy lejos las enfermedades cardiovasculares, que son la principal causa de muerte en la
Argentina.
Sobre los casos de hipotiroidismo –Medardo hablaba hoy entre 4 y 6 cada 1.000
habitantes–, los que dijeron que eran hipotiroideos figuran en las primeras columnas de la
izquierda. Ahora bien, en las últimas dos columnas están aquellos que no nos dijeron que
tenían hipotiroidismo, pero cuando les preguntamos si tenían un problema de salud o
tomaban algún medicamento, nos dijeron que consumían levotiroxina, que es el medicamento
patognomónico; o sea, es el medicamento específico para el hipotiroidismo. A no ser que
quieran adelgazar tomando levotiroxina, la misma se receta para el hipotiroidismo.
Resulta ser que de 34 personas que decían ser hipotiroideas, 90 consumían
levotiroxina. Lo que quiere decir que el dato que debemos tener en cuenta para ver cuál es la
real prevalencia de hipotiroidismo en la región es la última columna; y ninguna está por
debajo de los dos dígitos –es más, 35, 29, 47, 33, 22, 36– cada 1.000 habitantes, lo que
excede con creces lo que los datos oficiales dicen que deberíamos esperar en nuestras
poblaciones. Esto es alteración de nuestro sistema endocrino, modificamos toda posibilidad
de regular lo que estamos, como sujetos, transitando como ciclo vital.
En la siguiente imagen podrán observar a cuántos metros viven las personas que
hemos visitado de los territorios fumigados. Con azul, los que viven a menos de 500 metros;
con rojo, entre 500 y 1.000 metros y con verde, a más de 1.000 metros. O sea, estos datos se
corresponden con pueblos que han quedado en un 75 u 80 por ciento de la comunidad
viviendo a menos de 1.000 del área de utilización de estas sustancias agrotóxicas. Son
agrotóxicos, es decir, son tóxicos que se utilizan para la actividad agrícola. Entonces, es
“agrotóxico” hasta que un lingüista demuestre lo contrario. Por lo tanto, hay personas que
están viviendo a menos de 1.000 metros de donde se utilizan estas sustancias; y esto no les
sucede una vez al año o una noche de verano en la que echan Raid para matar mosquitos, sino
todos los días de su vida. Es más, a diferencia de quienes utilizan esa química, no son
advertidos de que tienen que ponerse mascarilla, vestirse distinto y andar con otras
precauciones mientras transitan su vida cotidiana.
Entonces, lo de las buenas prácticas, que también se quiere meter aquí, es otra falacia
con la que se busca distraer la discusión real del diagnóstico de situación que debemos hacer
para buscar un tratamiento adecuado. Esto lo quiero dejar en claro porque me parece
importante.
La semana pasada terminamos el campamento 23 en la ciudad de Villa Ana, en el
norte de la provincia de Santa Fe, lugar insigne donde fue la instalación de La Forestal, una
localidad que no tiene soja a su alrededor y tiene datos distintos a estos.
Aquí podrán observar la evolución de la venta de agrotóxicos en la Argentina, dicho
por los que venden agrotóxicos y no por nosotros. Fíjense que hay un crecimiento
ininterrumpido.
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Esta es la resolución del consejo directivo de nuestra Facultad que, por unanimidad,
en el año 2012, resolvió que nuestra Facultad de Ciencias Médicas se manifieste en contra del
avance de los modelos extractivistas que se instalan en la región. Léase por modelo
extractivista –dice esa resolución– a la instalación de fracking, instalación de minería a cielo
abierto, instalación de agroindustria o instalación de cualquier otra forma que requiera de
química y de energía para poner en peligro la vida de las personas.
El texto de la fundamentación dice que hay pruebas concluyentes acerca de los daños
a la salud de los ecosistemas y por tanto de los humanos que provocan los modelos
productivos que se imponen en nuestros países; y, por lo tanto, la excusa de quienes tienen
que tomar decisiones respecto de que no hay pruebas científicas para ello es inaceptable. Lo
dice por unanimidad el Consejo Directivo de la Facultad de Ciencias Médicas de Rosario.
Finalmente, para entrar en los últimos 55 minutos… No, mentira, ya estoy
terminando. Este es un libro que se editó en el año 1992. Se editó en Francia primero, acá está
la edición en español, donde Eric Chivián, un médico investigador francés decía que el riesgo
de contraer cáncer no era inmediato, sino que respondía a una acumulación de sucesos y de
exposiciones. Por lo tanto, eso hace muy difícil que uno pueda decir que desarrolló un cáncer
porque estuvo una determinada cantidad de años en un lugar; es muy difícil establecer eso.
Entonces, el mayor problema que tenemos es establecer la relación causa-efecto que nos
hicieron creer que es la única que existe, cuando hoy la bibliografía científica la ha
desmentido. No obstante eso, ya hay forma de registrar esos antecedentes que nos permiten
construir las historias de vida.
Para que veamos, mientras que a nosotros se nos dice que no hay otra forma de
producir que no sea con la agroindustria del commodity, en el año 2004 salió publicado en el
diario La Nación –tengo amigas en ese diario y permítanme decir que no es de los más
progresistas de la Argentina– que en Europa, Franz Fischler, en ese entonces comisario de de
la Unión Europea para los Asuntos Agrícolas, dijo que en el futuro la Unión Europea iba a
dar dinero a los agricultores que estén en condiciones de producir en calidad y no en cantidad,
entre otras cosas porque los agricultores proveían un buen medioambiente, embellecían el
paisaje y conservaban la herencia cultural. Herencia cultural que nos han destruido, devastado
y que es parte del genocidio de nuestras culturas y de nuestros pueblos que se está llevando
adelante.
Nosotros queremos compartir tres últimas frases que no nos pertenecen. La primera
dice: “He escuchado… que la gente puede llegar a depender de nosotros para obtener sus
alimentos. Se supone que esta no es una buena noticia; pero para mí sí lo es, porque antes de
hacer cualquier cosa, la gente tiene que comer, y si se busca una forma de conseguir que la
gente dependa de uno y coopere con uno, me parece que la dependencia alimentaria es
fantástica”. Además, quiero manifestar que nuestro país pasó de ser un país productor de
alimentos a ser un país productor de commodities. El proyecto de transformación de un país
productor de alimentos en un país productor de commodities se sostuvo con políticas de
Estado, que llevaron a los productores a dejar de ser productores y pasar a ser empresarios de
los agronegocios o a mirarlos desde la vereda. Eso se hizo aun después de que se haya dicho
esto en el año 1957, no desde aquí, sino desde el Senado de los Estados Unidos.
La siguiente imagen nos muestra que Henry Kissinger, unos años después, expresó
que si uno dominaba el petróleo, dominaba a los gobiernos; pero si uno dominaba el
alimento, dominaba a los pueblos.
Nosotros venimos al salón Arturo Illia del Senado de la Nación–primer y único
presidente argentino médico que tuvo que pagar el costo de ponerse en contra a las
corporaciones de la industria química, contra las que hoy estamos hablando–, a decir que lo
que se hizo aquí no fue una instalación casual o ingenua de un modelo de producción que
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podía salvarlo, sino que se llevó adelante planificadamente –como lo demuestran estas citas–
un proyecto de destrucción de nuestra cultura de producción de alimentos. Al destruir no sólo
nuestra capacidad de entender cómo se produce un alimento, sino también nuestros
territorios, nos hacen más dependientes; y nos hacen dependientes porque nos enferman y con
enfermedad no hay libertad.
La otra filmina nos muestra otra frase que dice ‒y nosotros podríamos adscribir
perfectamente a esto‒: “Es importante que nuestra Nación cultive productos alimentarios para
poder alimentar a nuestro pueblo. ¿Se imaginan un país que no pudiera cultivar los alimentos
suficientes para alimentar a su pueblo?”, como vamos nosotros camino a ser. “Sería una
Nación sometida a la presión internacional. Sería una Nación en peligro”. Por eso: “Hablar de
agricultura…”, no de agronegocios, “…es hablar de un verdadero problema de seguridad
nacional”. Esto lo dijo el señor George Bush hijo ante la FAO cuando era presidente de los
Estados Unidos. No estaba pensando en nosotros sino en otros, y nos estaba diciendo cuál era
su proyecto político.
Por eso decimos que en este país estamos transitando un tiempo que no es cualquier
tiempo. Un tiempo que en función de estas ideas y de estos proyectos genocidas garantiza que
hoy la Argentina sea parte de esos territorios que primero fueron golpeados con el fin de
poder apropiarse de nuestras instituciones y de nuestras cabezas. Ese golpe se hizo para
garantizar el traspaso de industrias sucias a nuestros territorios. Lo dijo Lawrence Summers
en 1991 como parte de la continuación de ese proyecto de Hubert Humphrey del año 57.
Apropiándose de nuestras tierras y de nuestras aguas se apropiaron de nuestras cabezas,
avanzaron con la idea de un desarrollo en pos del productivismo extractivista y así se
metieron en las currículas universitarias, vaciaron nuestras universidades de pensamiento
crítico e hicieron que las universidades se asocien al poder económico para poder ser
cómplices y partícipes necesarios en el proceso de expropiación y expoliación de nuestros
territorios.
Nuestro Estado hoy financia la producción de glifosato en la Argentina, y finalmente
pretendieron aniquilarnos la capacidad de pensar y de relacionar. Como decía Eduardo
Galeano, y sigue diciéndolo todavía, nos han entrenado para creer que la desgracia es parte de
nuestro destino. Nosotros estamos acá porque estamos convencidos de que este encuentro,
como tantos otros, puede ser uno de esos lugares donde los que nos rateamos de esos
entrenamientos para creer que la desgracia es parte de nuestro destino, podemos encontrarnos
para entrenarnos a construir la esperanza desde la alegría. Porque, como decía Arturo
Jauretche, nada grande se puede construir sin alegría. Y no porque nos alegremos de que la
gente se enferme; nos alegramos de que por fin el Senado de la Nación abra sus puertas a
estos temas, de que por fin el Senado de la Nación abra sus puertas a Emanuel y a otros
compañeros que, como él, han dejado todo ‒y cuando digo todo es todo‒ en función de ser
fieles a sus principios y convicciones.
Acá se jura: “Si no cumplo con mis funciones, Dios y la Patria me lo demanden”.
Emanuel cumplió sus funciones y lo que le demandaron fue el cargo y lo dejaron en la calle.
Estas son las cosas que tenemos que decir en voz alta, porque tienen que ver con la
proyección que tiene el mundo para que nosotros no tengamos acceso a los alimentos, no
podamos alimentarnos sanamente, perdamos por lo tanto la capacidad de ser saludables y, al
perder salud, perdamos la libertad.
Muchísimas gracias. (Aplausos.)
Sr. Viale.- Muchas gracias, Damián.
La verdad es que lo han dicho todo. Estuvieron muy bien elegidos los expositores.
Tenemos muy poco tiempo, porque se han excedido en su uso y no sé si van a poder hablar
todos.
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Vamos a juntar algunas preguntas. Recuerden que esta charla es en el marco de una
serie de encuentros en los que se abre el Senado, como bien se dijo antes. Lo hicimos también
con los derechos de la naturaleza y con el fracking, temas con los que hubo aquí un debate
abierto, y ahora esta reunión relacionada con los agroquímicos. Asimismo, el próximo 8 de
octubre vamos a abrir el Senado para tratar el tema de la megaminería, encuentro al que van a
venir afectados en distintas partes del país.
Les pido por favor que sean breves y que se presenten para que se los pueda registrar
en la versión taquigráfica.
Participante.- Buenas tardes.
Vengo de la ciudad de Saladillo. Soy un productor agroecológico desde hace mucho
tiempo. Ya mis abuelos producían frutas, verduras y todo lo que está relacionado con la
granja.
Mi planteo es el siguiente: ¿Qué será de nuestro futuro de vida si nos destruyen la
fuente de producción de alimentos sustentables? El tema es que no nos dejan producir. A
nuestro alrededor se están terminando las quintas y las huertas. A mí me han secado todo el
monte de frutas y la producción que tenemos no puede prosperar, porque fumigan muy cerca
y matan todo. Además, lo poco que se produce está contaminado.
Por otro lado, no tenemos respuesta de las autoridades municipales; hay connivencia
de los funcionarios con los que fumigan, con los dueños de los campos y con la venta de
agrotóxicos. Las camionetas cargadas de agrotóxicos circulan en pleno centro. Es un abuso,
es totalmente irracional.
Entonces, buscamos una solución a todo esto. Pero tiene que ser ya, porque se nos
termina la fuente de producción de alimentos. Yo llamo producción de alimentos a la
diversidad de alimentos, no a la soja. La soja no sirve como alimento, porque si se la damos a
los chanchos, se mueren.
Eso es todo lo que quería manifestar. Gracias. (Aplausos.)
Sr. Viale.- Tiene la palabra el señor Roberto Ravelo.
Sr. Ravelo.- Si dispusiera de un ratito más, me gustaría contarles cómo se estudiaba
terapéutica vegetal en la Facultad de Agronomía entre los últimos años de la década de los
setenta y los primeros de la de los ochenta, cuando yo estudié. El jefe de cátedra era el
ingeniero Etienot, que es algo así como el representante de todas las empresas de
agroquímicos que están operando en la Argentina. Nos enseñaban a memorizar cientos y creo
que hasta miles de dosis para cada plaga en cada cultivo: qué se colocaba, cuánto, cuándo y
cómo. Nos enseñaban todo menos lo que estamos aprendiendo hoy, es decir, estas cosas que
ya se sabían desde los cincuenta o sesenta. O sea que se ocultaba el hecho de que se puede
producir agroecológicamente, se ocultaba todo sistema de control de plagas y de malezas.
Entonces, no solo los productores sino también los ingenieros agrónomos salimos al campo
con la idea de que esa era la manera de trabajar.
Hay algo que me parece vergonzoso, y es que si voy a una farmacia a comprar un
remedio, por poco para una aspirina necesito una receta médica. En cambio, si quiero
comprar un agroquímico, como decían hace un rato: “Tomá, llévalo, después me lo pagás con
la cosecha, como sea”. Por ende, quiero plantear una alternativa de solución que me parece
que sería la más rápida y efectiva.Pienso en la posibilidad de transferir todos los impuestos
que hoy caen sobre el sector agropecuario o sobre la producción en sí ‒ya que los productores
quieren que les quiten las retenciones‒, entonces, quitemos todos los impuestos que caen
sobre la producción agropecuaria, sustituyámoslos para que el Estado no quede desfinanciado
y pongamos un impuesto muy alto sobre los agroquímicos. No me importa si tiene que ser del
300, del 500 por ciento o de lo que tenga que ser; pero que sea un impuesto que resulte más
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que proporcional al grado de toxicidad del agroquímico. Con esto vamos a lograr que el
productor agroecológico quede libre de impuestos. El que hace un buen monitoreo de cultivos
y si los usa con las famosas buenas prácticas agrícolas tendrá una carga impositiva fuerte, y el
que usa agroquímicos a lo pavote, que hay muchos, probablemente va a tener que cambiar a
otro rubro y dedicarse a otra cosa.
Esa es mi propuesta, y me gustaría que sea estudiada por gente que sabe de
macroeconomía y demás. Me ofrezco a trabajar en ello. Muchas gracias. (Aplausos.)
Sr. Vilca.- Mi nombre es Nelson Vilca, soy comunicador de pueblo originario de Córdoba.
Vine aquí juntando unas moneditas para poder llegar.
Mi intención es hacer un aporte desde el enfoque del pueblo originario, porque como
decían acá recién los amigos, muchos originarios no saben leer ni escribir, porque no tienen el
proceso educativo completo y, por ende, en los colegios los hacen aprobar sin saber leer ni
escribir.
Esto hace que después sean mano de obra barata, víctimas de esta situación de
explotación, pero también víctimas de esta contaminación. Son los trabajadores rurales, como
ocurre en San Juan, Mendoza, Mar del Plata, Jujuy, Salta, en el Chaco o en Formosa.
Muchas veces los traen del Chaco y Formosa para mi provincia, Córdoba, solamente para
desmalezar, desmontar y después plantar soja. Ellos son los que también fumigan. Por
ejemplo, en la provincia de Buenos Aires mueren niños justamente porque están fumigando la
caca del pollo; la limpian y la fumigan para que no haya moscas. Un niño llamado Ezequiel
murió de un cáncer en la cabeza justamente porque fumigaba desde los ocho años. Esta es una
situación de explotación constante.
Varios expositores dijeron aquí que este es un país productor de alimentos. Vengo
trabajando desde hace 18 años en la temática de los pueblos originarios y soy testigo y he
fotografiado muchas morgues, porque los padres me piden que muestre la situación de muerte
que por diferentes causas enfrentan allí. Una de las más frecuentes es la desnutrición de estos
niños que son producto de la contaminación por la explotación.
Por otro lado, se dan discursos acerca de una realidad de riqueza y se dice que no hay
hambre, pero nosotros difundimos y denunciamos esta situación y no nos escuchan.
Agradecemos la invitación a este espacio y también los comentarios. (Aplausos.)
Sr. Faggiano.- Mi nombre es Jorge Faggiano y pertenezco a la Asociación Amigos del Lago
Buenos Aires de Los Antiguos, Santa Cruz.
En el pueblo estamos teniendo muchas de las patologías que comentaron los médicos,
pero nosotros no tenemos soja; tenemos la Fiesta Nacional de la Cereza, y están usando
glifosato para matayuyos.
Eso es una barbaridad. Muchos de los médicos locales han encontrado patologías y
han atendido a los intoxicados en la temporada de la cereza. Además, estamos viendo qué
solución puede encontrarse a corto plazo. Pueden ser legislaciones locales o provinciales,
pero tenemos que ver cómo hacemos para empezar a cambiar este modelo de producción que
estamos padeciendo en estos momentos.
Les comento que hace poco un amigo perdió un chiquito con malformaciones y se
están dando casos en este pueblo que tiene 7000 habitantes. Por ello, sería bueno, por
ejemplo, que una universidad tomara la posta y viniera a hacer un estudio epidemiológico. La
idea es ver por dónde empezamos. (Aplausos.)
Sr. Viale.- Ya tenemos que ir cerrando las participaciones. Sé que quedaron algunos
participantes sin poder intervenir. Disculpen, pero el plazo era hasta las 20 y 30. Solamente
queda tiempo para un participante más.
Sra. Achával.- Mi nombre es Graciela Achával y pertenezco al grupo Ecos de Saladillo, una
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asociación ambientalista. También soy abogada y periodista.
Recién, mi compañero Carlos Borgognoni expuso su situación como productor, a la
cual yo agregaría otra también sumamente importante y que no se tiene en cuenta, que tiene
que ver con la imposibilidad o con las distintas dificultades que tienen las personas afectadas
por los agroquímicos para ser tratadas en los hospitales públicos.
Carlos Borgognoni padeció una intoxicación. Su vecino fumigó y, por la deriva que
había ese día con el viento, tuvo una intoxicación inmediata que casi le produjo la muerte.
Llegó a la guardia del hospital de Saladillo, Dr. Posadas, pero ningún médico sabía que lo que
tenía era una intoxicación por agroquímicos. Lo mandaron a su casa y hoy no estaría con
nosotros si no hubiese sido porque por sus propios medios y a instancias de un vecino que
consultó a otro médico que inmediatamente lo derivó a un centro asistencial de La Plata.
Padeció una deficiencia renal, tuvo que ser intervenido quirúrgicamente y hoy por hoy padece
distintos problemas articulatorios y tiene todos estos químicos en su sangre.
Debido a la imposibilidad de que las instituciones públicas de salud lo atiendan por
esa patología, tuvo que cubrir con sus propios medios económicos todo lo que implicó la
intoxicación producto de la fumigación que realizó su vecino. Si bien presentó la denuncia en
la fiscalía de Saladillo, el fiscal no sabía cómo encuadrar el delito y entonces tuvo que dar un
montón de vueltas hasta que finalmente la causa penal se encarriló. Luego, en la causa civil,
que también se inició, no se pudo encontrar el domicilio de este señor que era el propietario
del campo. Entonces, ahora está toda esta cuestión institucional y todos estos obstáculos que
permanentemente tienen que atravesar quienes sufren las consecuencias de los agroquímicos.
Por otra parte, ni siquiera el que aplicaba ese día tuvo conciencia de que al lado, a
menos de 50 metros y por eso la intoxicación fue tan grave, había una vivienda y una huerta.
Dos hectáreas en las cuales está la granja con vacas y demás. Ese día, aparte de la
intoxicación que sufrió, se produjo la muerte de casi todos los animales, además de la
afectación de todo el monte de frutales y, por supuesto, de todo lo que había en la huerta.
Es decir que es una situación de suma importancia todo este desconocimiento y falta
de articulación de medidas institucionales que junten todas estas aristas, incluyendo las
responsabilidades públicas, administrativas y judiciales, pero también la responsabilidad de
los médicos para que tengan conciencia de que este tipo de urgencias como la que padeció
Carlos al entrar por la guardia sean tomadas como lo que son. Sin embargo, pasó
absolutamente desapercibida. Así como él, sus vecinos, que son aproximadamente diez,
padecen situaciones similares en cuanto a los efectos en su salud.
A modo sintético, esto es cuanto quería decir. (Aplausos.)
Sr.Viale.- No hay más tiempo.
La última intervención.
Sra. Fernández.- Soy María Fernández, abogada.
Solamente quiero aprovechar esta oportunidad para decir que en este momento se está
tratando en comisión en Diputados un proyecto de ley nacional sobre agrotóxicos. Entonces,
ya que tenemos a tantos profesionales interesantes y de trayectoria y a los abogados nos
excede, les pedimos su contribución para volver a participar.
Este es el momento. La iniciativa se está tratando en comisión, y si bien no se va a
tratar la aplicación de agrotóxicos, es una ley nacional que intenta rever todo el tema de
categorización y el rol del SENASA. En ese momento no tenemos una ley nacional sobre este
tema. Por eso creo que esta es una oportunidad y ya que estamos todos interesados, es
importante que estemos enterados y que hagamos alguna coordinación para sumarnos a las
comisiones. (Aplausos.)
Sr. Viale.- Muchas gracias a todos por venir.
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Los esperamos el 8 de octubre con el tema de megaminería.
- Se da por finalizada la reunión a las 20 y 45.
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