MANIFIESTO PARA SALVAR AL HOMBRE En los albores del siglo XXI, asistimos, deplorablemente, al nefasto cumplimiento de la profecía goethiana; desde EL SIGLO XVIII, Goethe, en su Fausto nos anuncio la perdida del alma humana a cambio de unos frívolos cachivaches de confort y suntuosidad y es, justo esta situación, la que vemos ahora cumplirse a gran escala: Estamos inmersos en una sociedad almicida infestada de androides que reproducen al infinito un lamentable status quo. El capitalismo, en su frenesí, avanzó bajo la bandera neoliberal, hacia un nuevo orden mundial, la sociedad globalizada que en términos de humanidad significa un magno sericidio; tras la muerte del ser, en el hombre emerge el robot. Se puede afirmar, sin riesgo de equivocación, que la esencia del sistema neoliberal es la rentabilidad, no la humanidad; aquí no se proyecta el bienestar espiritual y ético de la humanidad, sino la reproducción al infinito del capital; en esta medida se instrumentaliza al hombre convirtiéndolo en una herramienta más del proceso productivo que, además de aportar mano de obra barata, también consume los mismos objetos que emergen de la producción; de esta manera se le crea una serie de necesidades innecesarias que, en su irreflexión e ingenuidad, asume como urgentes. Por esto cabe señalar que el prototipo de la actual humanidad, esto es, de la sociedad globalizada, es el hombre tonto e irreflexivo que se ahoga en el océano del consumo, pretendiendo así granjearse el público reconocimiento a través de la exhibición de los iconos del triunfo impuestos por la deplorable sociedad mercantil. Estos iconos se expresan de múltiples maneras: automóviles suntuosos, casas elegantes, grandes colas y grandes senos, el disfrute y la entretención ilusa y pueril con los mil y un cachivaches que brotan de la tecnología; Se trata, pues, no sólo de la globalización del mercado, sino también de la globalización de la estupidez humana. Existe un notorio desbalance entre el avance vertiginoso de la ciencia, de la tecnología y el desarrollo humano, que en lugar de ir a la par, más bien ha asumido un carácter retrógrado, regresivo; Aldous Huxley en su maravillosa obra “Un mundo feliz” nos habla de seres idiotizados que disfrutan ilusamente de un notable desarrollo de las máquinas, pero completamente desprovistos de raciocinio, de voluntad, de sentimientos y de autonomía; sus espíritus permanecen embotados por los sedantes que les suministra el establecimiento y en ese lamentable estado de sonsera y de enajenación se entregan cotidianamente a un frenético disfrute de las cosas; así este genial escritor nos presenta una nítida radiografía del hombre de nuestra época. Nietzsche, a finales del siglo XIX bajo el auge de las especializaciones, manifestaba, “ya no vemos hombres, sino fragmentos de hombres; allí un gran ojo, allá una gran oreja”; de esta manera, el filósofo señalaba la perdida de identidad y esencia del hombre, convirtiéndose éste en una herramienta útil que se inserta en el burdo engranaje de la producción. La vida rápida, pueril y acelerada que tritura el espíritu, el filósofo reclamaba el tiempo lento, propio del hombre noble, a través del cual, el espíritu de éste, se regocija con la vida. José Enrique Rodó, el filósofo uruguayo, manifestaba en su Ariel, que, fundamentalmente, el hombre debe cumplir con su misión de ser hombre y, luego de hacerlo, cultivar un oficio o una profesión; yo, al respecto, planteo que justo este realizarse como hombre, es la bandera que debe asumir con urgencia la educación, esto es, la educación es la más llamada a corregir el notorio desbalance entre el desarrollo científico- tecnológico y el desarrollo humano; dicho de otra manera, si los científicos investigan y trabajan en pro del desarrollo de la ciencia, los maestros deben hacerlo en pro del desarrollo del hombre; en últimas, cabe reconocer que éste es, irrefutablemente, mucho más importante que todos los avances de la ciencia y de la técnica juntos. Como lo señalaba Nietzsche, es necesario trabajar en mejorar al hombre. Para plantearlo en términos de este pensador, para que cruce el puente, abandonando, tras sí, al último hombre y transformándose en un superhombre, esto es, un hombre noble, lleno de sí mismo, probo y honesto, una rueda que gira por sí misma. Es necesario, por tanto, sacar al hombre del océano de la instrumentalización, para devolverlo a la senda perdida de su humanidad primigenia y auténtica y, sin duda, que esta loable faena le compete a la educación, más que a ninguna otra institución social y humana. Hay que transformar el paradigma del hombre puesto al servicio de las cosas, por el paradigma de las cosas puestas al servicio del hombre. Para que así, abandone su postura de idiota útil que, cual mandril, revolotea, entreteniéndose y enajenándose con las mil y un máquinas que produce la inicua sociedad mercantil; situación ésta que lo transforma en un ser vil y ponzoñoso que ruinmente maquina en pro de la deshonestidad, oscureciendo, de esta manera, lamentablemente su conciencia, destruyendo en los cimientos de ésta los principios y valores más nobles. Hemos visto como con el transcurrir de los siglos las actividades humanas más nobles han terminado convirtiéndose en prostitutas serviles de la rentabilidad: La ciencia, la técnica, la religión, la política, entre otras, pero, por su misma esencia, ni el arte, ni la educación, ni la filosofía deben caer en el maloliente pantano del lacayismo; una obra de arte que no ponga al espíritu humano en contacto con la eternidad, arrebatándolo de la somnolencia de la época, carece de la majestad de genuina obra de arte; de igual manera una educación puesta al servicio de la alienación, más que contribuir a liberar el espíritu, lo aprisiona en férreas cadenas. Desde el ámbito educativo, por tanto, se debe cumplir la noble labor de desarrollar la humanidad, para que reinen entre la comunidad de los hombres, la fraternidad, el amor, la sinceridad, la unidad, la justicia, la solidaridad y la libertad, pues mientras esto no suceda, continuarán reinando entre nosotros la guerra, la rapiña, la deshonestidad, la mentira, el lujo, la ostentación, el vulgar reino del deporte, entre otros FABIAN OCAMPO TALLER Leer atentamente el documento, rumiando cada palabra y una vez lo hagan, dialoguen sobre su contenido: 1. Escriban, con sus propias palabras, lo que nos dice el documento. Ojo, no les estoy pidiendo un resumen, si lo entendieron, estarán en capacidad de decirnos lo que nos dice el documento, con sus propias palabras. 2. Argumenten, si están o no de acuerdo con él y por qué