LISTER JOSEPH

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LISTER JOSEPH, EL PADRE DE LA ANTISEPSIS
Andrea Marquez Lopez Mato
Leído en micro-radial “Salud en la Cultura” en
Radio Clásica, 1996.
Ya dijimos la vez pasada que el descubrimiento de la necesidad de practicar medidas
antisépticas en los actos médicos y en el control de las heridas fue un concepto
revolucionario cuando surgió, a fines del siglo XIX. El padre de ese importantísimo
descubrimiento que ha permitido salvar más vidas que ningún otro se lo debemos a
Joseph Lister, médico cirujano británico, hábil observador aunque poco convincente en
su personalidad como veremos luego.
Es importante situarnos históricamente en su época, en la cual transcurría la sangrienta
guerra de Crimea, conflicto bélico que comenzó entre el imperio del zar y el imperio
turco en 1853. Tanto Francia como Inglaterra se levantaron en apoyo del débil imperio
otomano. Pero esta guerra más allá de sus consecuencias políticas, produjo un cambio
significativo en la sensibilidad social hacia las guerras y el precario cuidado sanitario
que recibía la soldadesca. Cuando Russel visitó el campo de batalla y el hospital militar
quedó horrorizado con las condiciones de higiene imperantes. El porcentaje de muerte
tras amputación era elevadísimo. La fiebre traumática se llevaba a 7 de cada 10
muchachos Los cirujanos trabajaban en ropa de calle y no existían ni vendas ni guantes.
Ya dijimos que el hecho de que se usara cloroformo como anestésico permitía extender
el tiempo operatorio con lo cual se intervenían casos que antes hubieran sido dejados a
su libre evolución hacia la muerte y realizar intentos audaces impensados. Pero también
se extendía el tiempo en que el paciente estaba expuesto a posibilidad de infección
Los quirófanos no se esterilizaban porque se desconocía la existencia de microbios. Se
hablaba de “aire miasmático” creyendo que los miasmas eran partículas del aire que
eran responsables del desarrollo de pus. Pero nadie, hasta que Pasteur expuso su trabajo
sobre los microorganismos responsables de la putrefacción de los alimentos, sabia que
los miasmas eran microbios con capacidad de reproducción muy veloz de los cuales los
más patógenos se desarrollaban más rápido en medios sin oxigeno, como son las
cavidades corporales cerradas.
Russel encomienda a Florence Nigthingale que organice cuerpos de cuidados especiales
para estos soldados y gracias a la labor de sus discípulas en toda Europa, en el ambiente
médico se toma conciencia de la necesidad de extremar los cuidados higiénicos en los
pacientes.
Nuestro héroe era un médico recién recibido y recién casado con la hija de su Profesor,
quien con una personalidad más avasallante fue la que luego convencía a los colegas de
los logros de su marido.
Durante una epidemia de gangrena logró mejorías cauterizando las heridas con nitrato
de plata lo cual no apoyaba la teoría del aire miasmático. Además con curiosidad
científica genuina, observó al microscopio trozos del tejido gangrenoso que había
extirpado y encontró formaciones de tipo esponjoso que le recordaban las que su padre
veía en el vinagre y le enseñaba de pequeño. Jackson Lister comerciante de vinos y uno
de los precursores del microscopio miraba en ellos el proceso de fermentación del vino
Años después luego del hallazgo de Pasteur, John Lister realizó la genial asociación: las
enfermedades tipo gangrena responderían a este fenómeno. Pasteur recomendaba hervir
los alimentos ya que el calor excesivo destruía los microorganismos, pero no se podía
hervir a los enfermos.
Por ese entonces el doctor Crookes usaba fenol para sacar el mal olor de las cloacas. La
extraordinaria capacidad asociativa de Lister lo llevó a experimentar en pacientes en un
caso de fractura expuesta condenado a muerte, que cubrió con vendas embebidas en
fenol con curación a los dos meses. Continuó con su uso en otros casos como abscesos
purulentos. Preocupado porque no todos eran exitosos, se le ocurrió que debía dejar el
material en fenol varios días. Surge así el material quirúrgico. Luego pensó que los
puntos con que se suturaba una herida eran canales que llevaban los microbios hacia el
cuerpo por lo cual era mejor bañarlos también. Ante la no resistencia del hilo de algodón
bañó cuerdas de guitarra. Nacían las suturas quirúrgicas.
Más adelante operó a una paciente con un absceso abdominal profundo y se le ocurrió
dejarle bandas de tela desinfectadas que permitieran que el pus que quedara drenara
hacia el exterior. Nacía el drenaje quirúrgico y se salvaba la vida de la Reina Victoria.
Por otro lado este descubrimiento llevó a exageraciones como la de los cirujanos que
convencidos aún del aire miasmático, usaban spray con fenol en todas las salas.
Recordemos que el fenol es el precursor del formol de las morgues actuales y todos
conocemos su alto grado de irritación y toxicidad. Se salvaron pacientes y murieron o
enfermaron cirujanos
Se necesitaron varios años para conseguir nuevos métodos de asepsia y nuevos
iluminados
Lister no fue profeta en su tierra pero fue recibido heroicamente en Alemania y USA
donde enseguida adaptaron sus técnicas. Veremos, al hablar del Dr Halstead y sus
guantes, que sin embargo no todos aceptaban los aires progresistas.
Hoy en día cuando hay bacterias y virus que se han hecho resistentes a antibióticos y
antisépticos seguimos teniendo profesionales con aires innovativos que intentan
descubrir nuevas aproximaciones terapéuticas. Claro que la parafernalia técnica
computarizada con la que cuentan les allana el camino.
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