Carlos Algora, profesor de Educación Secundaria - CCOO-A

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Carlos Algora, profesor de Educación Secundaria.
El Instituto Escuela de Sevilla: un proyecto republicano de renovación pedagógica.
Martes, 13 de diciembre de 2005.
De una época pasada, llena de inquietudes pedagógicas, todavía hay mucho que
aprender. Incluso de muchos entrañables profesores que lo dieron todo por la enseñanza
hay mucha riqueza humana y pedagógica que conocer que, sin duda, puede impregnar
nuestra práctica profesional como docentes.
La II República fue un revulsivo para el campo de la educación y la enseñanza.
Fue un periodo de tremenda efervescencia cultural, como dijo Fernando de los Ríos,
ministro de Instrucción Pública, “una profunda fe en la cultura se ha apoderado de
nuestro pueblo, una fe en la eficiencia de la obra educativa”.
En una época de crisis económica internacional en el que el presupuesto
dedicado a educación decrece en todos los países, en España se incrementa. La obra de
la cultura republicana se asienta en una tradición iniciada medio siglo antes con la
creación de la Institución Libre de Enseñanza. Es un periodo, de 1931 a 1933, en el que
se marcan las líneas básicas de la política educativa de la II República.
El esfuerzo republicano se concentró en la enseñanza primaria, en las
construcciones escolares que estaban en una situación lamentable y en la formación del
magisterio. Se pretendía lograr una escuela pública, laica y con una metodología activa.
En la enseñanza secundaria se intentó generalizar la experiencia de los Instituciones
Escuelas. Primero se creó en Barcelona en 1931. A inicios de 1932 se creó el Instituto
Escuela de Sevilla y el de Valencia. Posteriormente en Málaga e incluso hubo un intento
frustrado de crear un Instituto Escuela en Granada.
Sevilla, en la época de la II República, era una ciudad de contrastes a la que se le
podían aplicar los calificativos de beata y roja, una ciudad llena de paradojas que vivía
una doble crisis económica: una internacional y otra local, derivada de la Exposición
Universal del 29 que había endeudado al Ayuntamiento. Sin embargo vivía un periodo
de gran efervescencia cultural.
En Sevilla el esfuerzo republicano se concentró en la educación primaria
construyéndose cien escuelas sólo en la capital. En la enseñanza media sólo existía un
Instituto en Sevilla, el Murillo. En el periodo de la República se crea el Instituto Escuela
y el Instituto Murillo para mujeres. Entre las paradojas que anunciaba hay que destacar
que el Instituto Escuela, pretendiendo desarrollar una enseñanza renovadora y tolerante,
se creó sobre un centro que días antes era jesuita. El Instituto Escuela de Sevilla está
unido consustancialmente a la antigua pugna que por el control de la enseñanza sostiene
la Iglesia y las fuerzas liberales progresistas que se dan cita en el primer bienio
republicano.
Se crea con un doble carácter: por un lado, como taller de ensayo pedagógico
pero, al mismo tiempo, como centro modelo que se tiene como referencia para la
renovación pedagógica en nuestro país. Como objetivo se plantea la educación antes
que la instrucción, la formación integral del alumno, lo que implica una apertura hacia
áreas no cubiertas con la enseñanza tradicional y el desarrollo de valores como la
tolerancia, la paz, la justicia, la verdad y el amor por las cosas bien hechas.
La estrategia metodológica del Instituto Escuela era renovadora. No era una
enseñanza aprendida, no había libros de texto, aunque sí bibliotecas de clase, un trabajo
personalizado, orientado por el profesor que intentaba que los grupos fueran
homogéneos. Además, había un planteamiento cíclico de los programas que siempre se
iniciaban con un repaso de lo que se había dado el curso anterior. Otro aspecto curioso
es que no había exámenes, había un seguimiento del alumno, se valoraba lo que el
alumno sabía realmente en cualquier momento y se seguía un procedimiento real de
evaluación continua.
Dentro de ese carácter renovador destacan asignaturas como Historia del Arte y
Excursiones. En ella se hacían salidas en las que se daban preferencia a los lugares
modestos e impulsaba a los alumnos el respeto por el entorno histórico, artístico y
natural. Otra asignatura curiosa era la de Cultura Técnica y Visitas a Fábricas.
La experiencia del Instituto Escuela no es sólo de educación secundaria sino que
también de primaria. Se consideraba que ambas eran etapas de un mismo proceso de
formación. Se busca una coordinación entre la primaria y la secundaria que se basaba en
la recíproca colaboración entre ambas etapas y entre sus profesores.
En cuanto a la enseñanza secundaria se estructura de forma análoga al Instituto
Escuela de Madrid, es decir, se divide en tres ciclos de dos años de los seis que
corresponden al bachillerato. La lengua impregna a todas las asignaturas. La geografía e
historia, que eran materias circunstanciales en primaria, sí tenían ya un desarrollaba
sistemático y jugaba un papel importante en la biblioteca de clase. En las asignaturas
referidas a las ciencias físicas y naturales se pretendía partir de la observación, de la
experimentación y del equipo de campo. Las enseñanzas de idiomas también tenían una
importancia excepcional en el Instituto Escuela como consecuencia de ese talante
modernizador de sus enseñanzas. En muchos casos eran profesores nativos los que
impartían estas asignaturas. Dentro de este espíritu integrador están también las
asignaturas de música y canto. La educación física se hacía con frecuencia diaria.
Fueron pioneros en Sevilla en la práctica de baloncesto y en impulsar el deporte
femenino.
La ratio, la proporción de alumnos por clases, que es un elemento básico en la
calidad de la enseñanza, en primaria estaba en treinta y un alumnos. Hay que tener en
cuenta que la media de la época en España era de cincuenta a cien alumnos, aunque
asistían la mitad. En la enseñanza secundaria la ratio era de veinticinco alumnos.
El Instituto Escuela de Sevilla funcionaba como un centro de coeducación lo
cual es por sí mismo una dimensión renovadora de la enseñanza. El porcentaje de niñas
era parejo en primaria, y en secundaria alcanzó un treinta por ciento. Los datos reflejan
que en Andalucía, en el año 1900, había sólo cinco alumnas de bachillerato. Sin
embargo, en la concepción de la enseñanza del Instituto Escuela no subyace la idea de
educación secundaria para todos, sino la de educación para los más capaces.
La enseñanza del Instituto Escuela estaba organizada por el Patronato de Cultura
de Sevilla y se pagaba una cuota de veinticinco pesetas mensuales por alumno, pero
existía una dispensa de cuotas para las familias más humildes. Mientras el Instituto
Escuela de Madrid está centrado en la burguesía, el Instituto Escuela de Sevilla recogía
a los sectores populares y a las clases medias, fundamentalmente profesiones liberales.
El protagonismo de los alumnos se manifiesta en asociaciones como la
Academia del Buen Humor y el Periódico.
En cuanto a los profesores, éstos eran reclamados por el Patronato de Cultura de
Madrid. La mayoría de estos catedráticos habían participado de alguna manera en la
experiencia del Instituto Escuela de Madrid. Otros maestros eran seleccionados por un
cursillo de formación y existían profesores especiales de enseñanzas que no tenían
parangón en el contexto de la época: eran maestros de talleres, profesores nativos.
También existían profesores aspirantes al magisterio general ya que un aspecto muy
relevante del Instituto Escuela era que también funcionaba como escuela de profesores.
Valorando la trayectoria del Instituto Escuela, que duró sólo cinco años, tuvo
una etapa inicial, de puesta en marcha, que se produjo en el 32. El curso 32-33 fue
innovador y de desarrollo básico del proyecto, periodo de inquietud y de efervescencia
pedagógica. El último año del Instituto Escuela fue el curso 35-36 en el que se intentaba
abandonar el antiguo colegio jesuita para trasladarse al pabellón de Argentina y de
Uruguay, con la ilusión pedagógica de estrenar los nuevos edificios. Pero en el verano
del 36 fue clausurado por un decreto que no permitió el desarrollo total de esta
experiencia pedagógica republicana.
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