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A la opinión pública nacional e internacional
AVANCE DE LAS CONCLUSIONES DE LA COMISIÓN ESPAÑOLA DE
VERIFICACIÓN DE LOS DERECHOS HUMANOS EN COLOMBIA
Gravemente preocupadas por la violación constante y sistemática de los derechos
humanos y del Derecho Internacional Humanitario en Colombia, un grupo de
organizaciones no gubernamentales de Valencia (España) con trabajo en el país
sudamericano, integradas en la Coordinación Valenciana de Solidaridad con Colombia
(CEDSALA, CEAR, OSPAAAL, COLECTIVO SUR-CACARICA, SODEPAU-PV y
CEPS), ha organizado una Comisión de Verificación del respeto de los Derechos
Humanos en tres de las zonas más conflictivas del país, Magdalena Medio, Urabá y
Arauca (además de Bogotá y Medellín) con el fin de conocer directamente la situación
de las víctimas del conflicto y transmitir sus demandas a las autoridades colombianas y
a los organismos internacionales que trabajan en la defensa de los derechos humanos.
Objetivos de la comisión
-Recoger los testimonios de las víctimas de violaciones a los derechos humanos y de las
organizaciones sociales que trabajan en las tres regiones a visitar.
-Transmitir a las autoridades colombianas y organizaciones internacionales la situación
de la población civil y sus demandas.
-Conocer las políticas que se puedan estar implementando para la defensa activa de los
derechos humanos, en cumplimiento de las recomendaciones de Naciones Unidas.
-Mostrar nuestra preocupación a los representantes del Estado Colombiano por los casos
de violaciones a los derechos humanos que conozcamos en el desarrollo de la comisión
y buscar su compromiso para reparar a las víctimas y prevenir que no se repitan hechos
semejantes.
-Difundir en España las conclusiones de la comisión y darle seguimiento a los casos
conocidos y a los compromisos que se hubieran obtenido de las autoridades.
-Presentar al Gobierno español las conclusiones de la comisión para que éste pueda
actuar en consonancia con la defensa de los derechos humanos en Colombia.
Comisionados
La Comisión está integrada por reconocidos representantes de la política, el periodismo
y las organizaciones sociales. En particular, la componen los miembros que a
continuación se relacionan:
-Isaura Navarro Casillas: Diputada en el Congreso de los Diputados
-Ramón Cardona Pla: Diputado autonómico en las Cortes Valencianas
-Emilia Bolinches Ribera: Periodista de Canal 9-Televisión Valenciana
-Javier Moya Equiza: Miembro del Centro de Documentación y Solidaridad con
América Latina y África (CEDSALA)
-Luis Cerdán Ortiz-Quintana: Letrado de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado
(CEAR)
-Francisco Simón Conejos: Miembro del Colectivo Sur-Cacarica
Para llevar a cabo estos objetivos nos hemos reunido con numerosas organizaciones de
DD.HH, organizaciones sociales, comunidades y autoridades. Así, en Bogotá tuvimos
una reunión inicial conjunta, complementada con reuniones particulares, con un buen
número de organizaciones nacionales de DD.HH y con algunas organizaciones sociales.
También nos reunimos con representantes de la Defensoría del Pueblo, con el
Vicepresidente de la República y el Director del Programa de DD.HH. de
Vicepresidencia. Recibimos el testimonio directo de varios miembros de organizaciones
sociales sometidos a procesos judiciales. Por último, nos entrevistamos con el Director
de la Oficina de la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los DDHH.
En el Magdalena Medio, visitamos Barrancabermeja y Puerto Wilches. Allí nos
reunimos con el Espacio de Trabajadores y Trabajadoras de DDHH, que aglutina
diversas organizaciones de DDHH, sindicales, campesinas y de mujeres. Tuvimos
entrevistas particulares con la Organización Femenina Popular y con la USO. En
Medellín nos reunimos con CODHESEL, una coordinación departamental que reúne a
numerosas organizaciones sociales y de DDHH. En Urabá visitamos las Comunidades
en Resistencia de San José de Apartadó y del Cacarica, donde nos informaron de sus
proyectos de vida, así como de los hostigamientos a los que se ven sometidos por parte,
fundamentalmente, de la fuerza pública y de los paramilitares.
Por último en el Departamento de Arauca tuvimos reuniones conjuntas con gran número
de organizaciones sociales y de DDHH de Arauca, Saravena y Arauquita, donde
también escuchamos el testimonio directo de las víctimas. Nos entrevistamos con el
Procurador departamental, la Defensora y el Presidente de la Asociación de Personeros.
También nos entrevistamos con representantes de la Policía Nacional, del DAS y de la
Gobernación, así como con un grupo de Diputados Departamentales.
Después de todo este viaje y este trabajo, llegamos finalmente a Bogotá ayer. No hemos
podido tener, pues, suficiente tiempo de reflexión, estudio, análisis y documentación de
todo lo recogido. Sin embargo, estimamos importante transmitirles nuestras
impresiones, unas conclusiones generales y provisionales de nuestro trabajo, desde la
solidaridad con el pueblo colombiano.
En primer lugar, y no supone ninguna novedad sino una reconfirmación, hemos
verificado graves infracciones al Derecho Internacional Humanitario y graves
violaciones a los derechos humanos. Las primeras son responsabilidad de todos los
actores armados. En este punto, debemos condenar todo asesinato de civiles, la no
distinción entre combatientes y no combatientes, las amenazas a personas, etc. Las
segundas dependen en gran parte de la acción u omisión de las actuaciones estatales. Es
el Estado el que tiene la responsabilidad de asegurar el respeto universal y efectivo de
los derechos humanos y libertades fundamentales de las personas.
En segundo lugar, cuestionamos una supuesta mejoría estadística en el respeto a los
derechos humanos en Colombia y este aspecto deberemos plantearlo seriamente en
nuestro informe. Nosotros realizaremos fundamentalmente un análisis cualitativo (ya
hay muchas cifras de diversas fuentes en el país). Sin embargo, debemos poner en duda
la tendencia a la reducción, ya que observamos cambios en las estrategias y
modalidades, desplazando las intensidades máximas de unas regiones a otras, existiendo
discrepancia entre lo registrado y lo real. Muchas denuncias no llegan a ser formalizadas
por miedo y otras por funcionamientos irregulares de las instituciones.
En tercer lugar, ponemos de manifiesto las graves fallas en aquello que debe ser el
Estado de derecho, caracterizado por el imperio de la ley, la división entre poderes, el
funcionamiento democrático y el respeto a los derechos humanos. Se apunta quiebra
institucional debido a prácticas de exclusión ya que las instituciones no tratan a todos
los ciudadanos y ciudadanas atendiendo al principio de igualdad en derechos.
Por último, hemos detectado un empobrecimiento del pueblo colombiano, resultado de
políticas económicas que no ayudan a revertir en la población las extraordinarias
riquezas naturales del país. La propia Contraloría General de la República apunta que en
2004, existían en Colombia un 64,2% de pobres.
Tras exponer estas conclusiones generales, fruto de la observación y la documentación e
información que hemos recibido, queríamos hacer hincapié en cinco aspectos de suma
relevancia:
La justicia
La militarización
El paramilitarismo
El desplazamiento
La destrucción del tejido social
JUSTICIA E IMPUNIDAD
Según nuestras impresiones generales basadas en la propia observación directa y la
información recogida durante nuestra misión, consideramos que una de las principales
fallas del Estado social y democrático colombiano se refiere al Estado de la Justicia
colombiana. Tanto el Gobierno como las organizaciones sociales reconocen que la
Justicia colombiana no funciona. Es más, se fortalecen aún más los factores que generan
una grave situación de impunidad. Impunidad de la que es responsable el Estado, que es
quien debe promover y proteger el derecho a la Justicia.
Según informaciones que nos han trasladado, es conculcado el derecho a la tutela
judicial efectiva, el derecho al debido proceso y el derecho a la defensa. Es motivo de
gran preocupación para esta Comisión la falta de independencia del Poder Judicial. Se
viola el derecho a la Justicia mediante el establecimiento de persistentes obstáculos para
garantizar la independencia e imparcialidad de los fiscales en el desarrollo de la
investigación y juicio de los responsables de graves violaciones a los derechos
humanos.
La facultad del Fiscal General de la Nación para interferir en las investigaciones, así
como la atribución de desplazar, remover o destituir a fiscales es un grave ataque a la
independencia de los mismos. Hemos de destacar el debilitamiento de la Unidad de
Derechos Humanos de la Fiscalía, mediante traslados injustificados y sin criterios
previos preestablecidos, que provocan incertidumbre y dependencia en el ejercicio de tal
cargo.
Por otro lado, preocupa, en relación con el derecho al debido proceso y el principio del
juez predeterminado por la ley que Jueces de lo Civil se inhiban a favor de la
Jurisdicción Penal Militar por considerar que tales violaciones a los derechos humanos
fueron cometidos en “actos de servicio”, violando las recomendaciones Internacionales
y las obligaciones impuestas por la Corte Constitucional.
De la información obtenida en el transcurso de nuestra misión, los procedimientos de
detención y allanamiento vulneran los principios y garantías del debido proceso. La
posibilidad del mal llamado “registro voluntario” debe ser excepcional y por causas
concretas y nunca convertirse en costumbre de la fuerza pública ni puede someterse a
esos procedimientos a buena parte de la población que habita en determinado lugar.
Existe un ingrediente especial en estos casos, como es la amenaza implícita por el uso
de las armas, convirtiéndose estos registros supuestamente voluntarios en
“allanamientos ilegales”. En múltiples casos, las detenciones arbitrarias e ilegales han
estado dirigidas en contra de integrantes de grupos políticos de oposición o de
miembros de organizaciones sociales: defensores de derechos humanos, sindicalistas,
campesinos, presidentes de Juntas de Acción Comunal y demás líderes sociales.
La implementación de la práctica de detenciones masivas continúa restringiendo las
garantías procesales de las personas detenidas. En muchos casos, personas que fueron
detenidas en ausencia de garantías procesales y posteriormente liberadas por falta de
pruebas, han sido víctimas de mayor hostigamiento y criminalización, e incluso han
sido asesinadas. Tal y como hemos observado, las detenciones han resultado irregulares
y arbitrarias, porque en muchos casos se han producido: sin orden judicial previa y sin
que medie flagrancia; redactadas al momento mismo de practicar la detención o,
incluso, con posterioridad a las mismas; capturas con base a señalamientos de
encapuchados e informantes, que actúan en procesos radicados en diferentes zonas del
país muy distantes entre sí.
El ejercicio de poder de policía con fundamento en el señalamiento de un “informante
bajo recompensa”, cuya credibilidad está puesta en entredicho, jamás puede ser
considerado por sí solo como motivo suficiente para una detención.
Hemos recogido la inquietud de que casos flagrantes de violación de derechos humanos
hayan quedado en la más absoluta impunidad por la ineficacia de la Administración de
Justicia y la asimetría existente entre el valor probatorio exorbitante dado a los
señalamientos provenientes de personas integrantes de la red de informantes y
colaboradores, por un lado, y, por otro, la nula eficacia de denuncias con pruebas plenas
por víctimas de violación de derechos humanos que se quedan archivadas.
En base a este panorama hemos sido testigos de la desconfianza total en las
instituciones en general y en las judiciales, en particular. Debemos destacar el temor de
la sociedad civil a denunciar hechos conculcadores de derechos humanos por la
ineficacia de la Justicia y el alto nivel de impunidad existente. Si superan el temor a
denunciar se convierten en blanco de mayores conculcaciones.
MILITARIZACIÓN
Uno de los aspectos que nos han llamado más la atención visual es la fuerte
militarización del país y de la población civil, cosa que genera entre otros efectos una
peligrosa confusión entre la militar y lo civil, y de su ámbito de actuación. Y creo que
puedo expresarlo mejor en dos o tres imágenes, significativas e inéditas para mi, a modo
de ejemplos.
Llegamos a un aeropuerto civil. Si hago un barrido de cámara veo a policías patrullando
por el aeropuerto y a elementos decorativos de aspecto militar. El mostrador de
información turística está atendido por un policía que en su brazalete se lee “Policía
turismo”. Y en un cartel de propaganda se ve como un soldado enseña a escribir a un
escolar. Entramos al hotel y escuchamos cómo en la pasada madrugada ha habido en un
hotel próximo un allanamiento a las 4’30 o 5 de la madrugada, horas habituales de
realizar este tipo de operativos por parte de la policía del DAS o de los militares.
Preguntamos si llevaban la correspondiente orden judicial y nos dicen que
habitualmente no.
Llegamos a Saravena y encontramos una ciudad tomada por las fuerzas militares.
Barricadas, sacos terreros, calles cortadas para los vehículos, núcleo central urbano
cerrado incluso al paso de personas. Además, sometimiento de la población a
restricciones al libre tránsito desde las 6 de la tarde hasta las 6 de la madrugada.
Carreteras en pésimo estado con retenes militares, balizas y carteles señalizadores
reduciendo velocidad u obligando a parar y formar colas interminables, y sometiendo a
los viajeros a exhaustivos controles, registros y requisas.
La fuerza pública entra, sin que nadie le invite, en todo tipo de reuniones políticas y
sociales. Incluso en una reunión que mantuvimos con representantes de una Asamblea
departamental, en el mismo salón asambleario, entró un policía y estuvo presente en la
reunión sin que ninguno de los representantes electos del pueblo hiciera ningún gesto.
Es decir, que era habitual y confesaron que si decíamos algo el policía se podía enfadar.
También es habitual que la fuerza pública acuda, sin estar citada, a cuantas reuniones
celebren las organizaciones sociales. Y que se permita citar en recintos militares a los
representantes de las organizaciones de derechos humanos para celebrar reuniones a fin
de controlar sus actividades e indicarles lo que deben o no deben hacer, decir o
programar. Y en ocasiones presionarles para obligarlos a colaborar.
Parece que la disyuntiva está planteada entre la fuerza pública versus la sociedad civil,
sobre todo la sociedad civil más concienciada, más crítica, la más preocupada por la
defensa de los derechos humanos y cívicos. La militarización llega al extremo de que el
civil que no se mimetiza con esa militarización es el raro, el que esconde algo, el
enemigo al que hay que vigilar, investigar, atrapar y reducir. O se piensa y se actúa
como el mando o el gobierno, o se es guerrillero, en definitiva un terrorista. En este
sentido he leído el discurso de un general que me ha llenado de pavor. En el se tilda a
las ONGs de cocodrilos a abatir porque, decía, si pareces un cocodrilo, andas como un
cocodrilo, piensas como un cocodrilo y actúas como un cocodrilo, lo más seguro es que
seas un cocodrilo.
PARAMILITARISMO
En las zonas que hemos visitado los testimonios coinciden en denunciar el creciente
fenómeno de paramilitarización del país, algo que las organizaciones sociales venían
denunciando desde tiempo atrás, que ha sido manifestado por la Oficina de la Alta
Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos en Colombia y que
ahora se ha visto reflejado en los propios medios de comunicación colombianos.
El fenómeno no es nuevo, pero en estos últimos años se ha consolidado y en algunas
regiones el control político, social y económico es de tal magnitud que
cuantitativamente parece que las violaciones a los DD HH han disminuido, pero en
realidad la situación ha empeorado. Se nos ha informado, en muchos casos la violencia
sociopolítica ha disminuido porque, sencillamente, ya no hay a quien acallar y en otros
impera la ley del silencio que oculta el drama humanitario que sufre la población civil.
Según nos han expresado las organizaciones sociales, frente a esta situación, las
negociaciones del Gobierno con los paramilitares en lugar de propiciar el desmonte de
estas estructuras paraestatales de poder suponen un camino hacia la impunidad de los
crímenes de lesa humanidad que han cometido estos grupos.
Las denuncias de los defensores de derechos humanos coinciden en gran parte con las
conclusiones del informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos sobre el
proceso de desmovilización. Se está desmovilizando a centenares de paramilitares sin
que exista un marco legal que clarifique en qué situación jurídica van a quedar ni cómo
se van a garantizar los derechos a la verdad, la justicia y la reparación a las víctimas y
no se está tratando de saber la verdad de lo sucedido ni los grados de involucramiento
oficial con el paramilitarismo.
Sobre este tema, la Vicepresidencia argumentó que la prioridad es la desmovilización y
aunque aseguró que todos los desmovilizados acusados de crímenes no indultables serán
recluidos en Santa Fe de Ralito nosotros cuestionamos no sólo el lugar de reclusión sino
también que a estas alturas del proceso aún no se hayan definido las penas que serán
impuestas ni los mecanismos de resarcimiento para las víctimas.
DESPLAZAMIENTO Y COMUNIDADES CERCADAS
Art. 13.1 Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH) “Toda persona tiene derecho a
circular libremente y elegir su residencia en el territorio del Estado”
Art. 17.1 DUDH “Toda persona tiene derecho a la propiedad individual y colectivamente”
Art. 22 DUDH “En situación de graves dificultades, la Nación con su esfuerzo solidario contribuirá
a la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales”
Ninguno de estos derechos se respeta en el caso de los desplazados y las comunidades
bloqueadas, situaciones éstas que coinciden en muchas ocasiones. La Comisión ha
conocido el caso de Cacarica, San José de Apartadó, Tame (Arauca), Dabeiba, Valle del
Cimitarra, etc.
Según informaciones gubernamentales, el desplazamiento descendió respecto al año
anterior, no obstante, según las informaciones procedentes de organizaciones e
instituciones no gubernamentales, la tendencia observada es la del incremento del
número global de desplazados. Es éste un caso en el que la información registrada no
coincide con la realidad. Esto se debe a que:
-
los desplazamientos interveredales no son contabilizado
-
la población desplazada no se registra debido al temor a las amenazas (en este
sentido, una autoridad con la que nos entrevistamos llegó a calificar de
desplazamiento voluntario al que se realiza por temor
un buen número de desplazamientos se produce en pequeños grupos, a veces de
familias individuales.
Es también grave el hecho de que la condición de desplazado se puede perder y, por lo
tanto, dejar de contabilizar en las estadísticas como consecuencia de la percepción de la
ayuda. Entre los aspectos más importantes del desplazamiento constatamos la pérdida
de los medios de vida y la pérdida de la propiedad. En este último caso, esta pérdida se
puede producir anteriormente al desplazamiento mediante compras ilegales bajo
amenaza o posteriormente al desplazamiento mediante el redoblamiento con nuevas
personas. En este sentido queremos remarcar nuestra preocupación de la intención de
aprobar una legislación que permite entregar una propiedad a quien la ocupa durante un
espacio corto de tiempo.
Las comunidades desplazadas que se organizan para el retorno o el asentamiento sufren
deslegitimación y estigmatización por parte del gobierno y las autoridades y
hostigamientos por parte de los diversos actores armados. A estas comunidades no se
les aplican las medidas cautelares aprobadas por la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos ni las medidas provisionales otorgadas por la Corte Interamericana
de Derechos Humanos. De esta forma, el retorno se produce sin garantías.
Creemos que las ayudas a los desplazados deberían ser el eje principal de la política del
gobierno. Así, queremos destacar la sentencia de la Corte Constitucional que afirma que
“la protección adecuada a los desplazados no puede ser aplazada indefinidamente,
concluyendo que el desplazamiento es un Estado de cosas inconstitucional”.
TEJIDO SOCIAL
Esta Comisión quiere dejar constancia de su especial preocupación ante la
pauperización, descomposición y en numerosos casos destrucción del tejido social
organizado que hemos observado en las regiones que hemos visitado.
Es universalmente reconocido que el desarrollo social y democrático de un país sienta
sus bases en la libre expresión de las ideas, en la pluralidad de estas, así como en la libre
asociación de los ciudadanos para defender sus intereses. Desgraciadamente, en este
sentido, hemos observado un patrón repetido de hostigamiento a las organizaciones
sociales y de DDHH, concretado en amenazas a sus miembros, persecución, asesinatos,
desapariciones, detenciones y denuncias judiciales.
Pareciera que el objetivo final es la obstaculización de la acción de estas organizaciones,
cuando no su total desaparición, en aquellos casos en los que estas expresan una visión
diferente a la oficial o que puedan representar algún impedimento en la realización de
determinadas políticas económicas y sociales.
Hemos conocido como, por ejemplo, diversas organizaciones sindicales que se
enfrentan a procesos de privatización de empresas públicas, sufren especialmente
amenazas, hostigamiento o judicialización. También hemos podido verificar como los
defensores de DDHH se ven hostigados por su labor de denuncia de las violaciones de
los DDHH.
Nos preocupa muy especialmente el fenómeno de estigmatización y señalamiento al que
se ven sometidas numerosas personas, por el simple hecho de pertenencia a una
organización social, fenómeno que con creciente frecuencia se concreta en la denuncia
judicial, en base a informaciones de escasa solidez. Estos procesos judiciales, incluso si
resultan favorables para el acusado, se traducen en un estigma, que en demasiadas
ocasiones puede llevar acarreado un riesgo real para su vida.
Queremos manifestar que esta Comisión ha adquirido el compromiso con las
organizaciones sociales y de DDHH colombianas de mantener la verificación de la
situación de DDHH más allá de nuestro regreso a España, atendiendo a los hechos que
se vayan produciendo a partir de este momento.
Partiendo de estas primeras conclusiones generales, a la espera de la elaboración y
difusión pública del Informe Final, queremos aprovechar para instar concretas medidas
en materia de Relaciones Internacionales y Política Internacional en relación con
Colombia.
Ante la inminente reunión a principios de febrero, a celebrar en Cartagena de Indias,
donde se negociarán los términos del apoyo político y financiero del G-24 al país
sudamericano, INSTAMOS A:
1) Que se sitúe el respeto a los derechos humanos en el centro de las negociaciones en
Cartagena. En este sentido no entenderíamos que un Gobierno que dice estar
firmemente comprometido con la promoción y defensa a nivel internacional de los
Derechos Humanos apoyase la iniciativa de respaldar política y financieramente al
Gobierno de un Estado donde sigue existiendo una grave crisis de Derechos Humanos,
que lejos de mejorar, se ha agravado notablemente.
A este respecto, instamos a que en ningún caso se rebaje el contenido de los Acuerdos
de Londres; en particular, consideramos que el cumplimiento íntegro, sin excepciones
de las 27 Recomendaciones de la Oficina en Colombia de la Alta Comisionada de
Naciones Unidas para los Derechos Humanos debe ser declarado condición sine qua
non para continuar prestando dicho apoyo.
2) Que se revise y reoriente la Cooperación Internacional española y europea con
Colombia de forma que quede garantizado un control efectivo sobre el destino real de la
ayuda, debido a que las organizaciones sociales se nos ha trasladado su inquietud por el
grave riesgo que, en virtud del fenómeno de parainstitucionalización, las Autodefensas
estén en posición de recibir fondos españoles y europeos.
3) Que, puesto que el proceso de desmovilización no ofrece las suficientes garantías,
según los estándares Internacionales, de Verdad, Justicia y Reparación a las Víctimas,
resultando ser un proceso de legalización, más que de desmovilización, no se preste
apoyo político ni económico incondicional a cualquier proceso, sino a un verdadero
proceso, respetuoso con la Verdad, la Justicia y la Reparación, que no conduzca a la
impunidad total y condene a criminales responsables de Delitos contra la Humanidad.
4) Que se mantenga una constante observación de la actuación de empresas españolas
en Colombia. Como segundo país inversor en este estado sudamericano, debemos apelar
a que las empresas españolas presente adquieran el compromiso decidido de respetar los
Derechos Humanos en su actividad, ya se directa o a través de contratas o subcontratas.
Comisión Española de Verificación de los Derechos Humanos en Colombia
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