Ayer soñé - ies vega del piron

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Ayer Soñé
Soraya Bernabé Herranz
3º C
AYER SOÑÉ
Cuando entre en casa, algo me llamó la atención, me pare delante del televisor, mi vida era
tan alocada que ni me había enterado que en casa había un aparato que en su día fue todo para mis
padres o mejor dicho para mis abuelos; fue durante muchos años su ventanita al mundo.
A través de esa caja (como ellos la denominaban vulgarmente) podían conocer lo que sucedía a su
alrededor.
Mi abuela, una mujer del mundo rural cuyo pueblo lo era todo para ella se entretenía en su
familia con los que haceres diarios que esta le suponía: hacer la comida para toda la prole, lavar la
ropa, organizar la casa...
Las familias eran numerosas normalmente, no eran ni uno ni dos hijos y la casa siempre estaba
llena de risas y alegrías; el tiempo pasaba dedicado al cuidado de todos ellos, a las visitas a la
iglesia y a la ayuda en las labores del campo, porque además de todo lo descrito las mujeres de los
pueblos ayudaban a sus maridos en el sembrado, la recogida y en el cuidado de los animales que en
la casa había. Eran personas sacrificadas y afables, sus vidas transcurrían a duras penas y sin
tiempo propio, bueno miento, su tiempo propio era el zurcido de la ropa de toda la familia y el
bordado de unas prendas que hoy han llegado hasta nosotros como verdaderos tesoros.
Pero sus vidas eran plenas y repletas de felicidad rodeados de pocas cosa materiales pero de muchos
afectos. Eran felices a su manera.
Mientras tanto mi abuelo, entonces un hombre joven y guapo (por las fotos que yo he podido ver) se
entregaba a la tierra; araba, sembraba, recogía y siempre mirando al cielo, como dice ese tópico que
aun hoy se les oye a las gentes del campo. Con su trabajo sustentaba a toda la familia, eran los
únicos ingresos que entraban en la casa.
La organización lo era todo, así se podía guardar un poco de dinero para poder comprar simiente,
organización durante todo el año para poder mantenerse con lo recogido el año anterior,
organización para poder explicar a sus hijos cuando había más o menos para gastar, los hijos,
comprensivos, entendían lo dura que se era la vida; no les faltaba de nada, tenían poco pero vivían
de una manera sencilla a la vez que alegre rodeados de todo el cariño que unos padres entregados
podían dar.
Los juegos y el correteo entre el barro de las calles, el griterío de los pueblos en eso se basaba el día
a día que mis padres y tíos vivían. Eran muy felices.
Vuelvo a la realidad y escucho el sonido del televisor son las noticias diarias que acontecen
en el mundo. Nunca había reparado en ellas, no tengo tiempo, el ordenador me lo roba, el Tuenti, el
Facebook… mi mundo, el de mis amigos.
Me llama la atención el bombardeo al que se está sometiendo a una parte montañosa de Afganistán,
en esta dura batalla están muriendo mujeres y niños, mujeres que lo serían todo para las familias.
Ellas se encargarían de esas pobres casas, del cuidado de esos niños que, inocentemente, están
muriendo por algo que no entendían y pienso: ¿ahora qué?
Al cabo de unos segundos escucho que en la parte este de África la hambruna esta haciendo
estragos, millones de personas sin comida, sin agua la expresión de sus caras lo decía todo, las
imágenes que estaban emitiendo eran terribles, ojos negros demacrados y tristes, yo recuerdo que
mi nevera esta a rebosar y me entristezco, pero mi pensamiento vuelve a la realidad y pienso ¿y yo
qué puedo hacer?
Las fabricas pertenecientes a uno de los grandes holding están pasando por malos momentos, es
otra de las noticias, las familias que allí trabajan no pueden llevar dinero a casa porque uno de los
gerentes se ha dedicado a desviar las ganancias de la fabrica a los llamados paraísos fiscales, con
sede en las Antillas Holandesas, y a enriquecerse a costa de miles de personas desconocidas y ahora
conocidas en contra de su voluntad por las mentiras de unos jefes desaprensivos y avaros que sólo
han pensado en su beneficio. En mi cabeza resuena una pregunta: ¿Qué va a pasar con esas gentes?
Hay enfermedades dice el presentador de las noticias que podrían ser una amenaza para la sociedad
a corto plazo, hablan de enfermedades producidas por la abundancia de comida, por la exposición
excesiva a los ordenadores ó los teléfonos móviles, yo escucho con atención pues eso es lo que mi
generación esta viviendo, todo el día enganchados al ordenador, con llamadas de móviles e intento
contestarme a mi misma: ¿Cómo se podría vivir antes sin tecnología?
La voz de mi madre me dejó sobresaltada: “Sara es hora de comer” entonces lo único que hago es
empujar la silla hacia un plato lleno de comida que devoro sin pensar en nada más; cuando acabo,
me levanto de la silla y mi siguiente paso es irme a mi ordenador.
Las horas transcurren, sin yo enterarme, la luz del sol se oculta, se hace de noche, yo sigo conectada
sin pensar en nada más que lo que veo por esa ventana virtual que tengo enfrente.
Mi madre me vuelve a sobresaltar “Sara es hora de cenar”. Mi plato vuelve a estar repleto de
comida.
Mis padres continúan viendo la televisión, en mi cabeza resuena el horror que escuche esta mañana
en las noticias, decido irme pronto a dormir.
La noche pasó rápida me desperté con los primeros rayos de sol, me inundaba una paz extrema, de
repente recordé…había soñado durante toda la noche fue un sueño placentero.
En mi sueño había niños correteando, gritando, reían y alborotaban sus risas llegaban a todos los
rincones del mundo mientras que del cielo en vez de bombas caían pétalos de rosas blancas que
llenaban el paisaje de serenidad, era la cara de la felicidad.
Delante de mí había una taza con leche y cereales, pero mi mente estaba en otro lugar un lugar
idílico con campos llenos de comida y con miles de árboles a rebosar de frutas que comían millones
de personas que nunca pasarían hambre, la alegría era visible.
Vi grandes edificios de donde entraban y salían hombres y mujeres afanados en sus labores, grandes
camiones con mercancías para todo el mundo. Todo fluía con normalidad. Todo era tranquilidad.
Para mi, una chica joven y envuelta en un mundo materialista y egoísta, aquel día no comenzó
como todos, mi cuerpo y mi mente estaban inundados de serenidad me invadió un sentimiento de
paz que nunca había experimentado.
Lo único que se me ocurrió fue pedir a mis padres que fuéramos a visitar a mis abuelos, esas
personas anegadas y afanosas que habían vivido tranquilamente con lo poco que la vida les había
concedido, pero llenos de amor y de afectos para dar.
Me hizo pensar en como el mundo podría cambiar si nos aferrásemos a unos valores que muy a
menudo se nos olvidan o sencillamente no nos han enseñado: amor, generosidad, bondad...
La visita a mis abuelos resultó muy corta me hubiese gustado seguir escuchando historias y
aventuras que ellos no se cansaban de contar, el tiempo pasó sin darme cuenta. Mi ordenador se
había quedado en casa.
Me sentí feliz
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