PRISIONES Y CADALSOS EN EL MADRID DEL SIGLO XIX. A comienzos del siglo XIX, y como consecuencia del pensamiento ilustrado, podemos observar una evolución en el mundo penitenciario español, que por supuesto, tuvo su reflejo en la Corte de Madrid, y en la concepción que en ésta había de los prisiones y cadalsos; los cuales, a lo largo del siglo, van a evolucionar a postulados más humanitarios, acordes con los nuevos tiempos liberales. Con anterioridad al siglo XIX, el derecho penal se caracterizaba por la crueldad y el modo arbitrario en el que se impartía. Lógicamente, esta manera de concebir la pena, influía en la concepción de las prisiones y de los lugares y las maneras de ejecutar las penas capitales. Así, hasta mediados del siglo XIX, las prisiones no eran sino depósitos de acusados en espera de un castigo físico de los que raramente se salía; y las ejecuciones de la pena capital eran horribles espectáculos públicos carentes de cualquier humanidad y cuyo único objeto era la ejemplaridad. 1. PRISIONES Y CADALSOS EN EL ANTIGUO RÉGIMEN En efecto, con anterioridad al siglo XIX, la cárcel se concebía como un lugar de represión carente de cualquier humanidad. Lugares cerrados, sin apenas luz y ventilación, se solían construir en el lugar más público, a poder ser, en el centro de la ciudad, siguiendo esa idea de ejemplaridad y atemorización del barroco. De este modo, los habitantes pasaban casi a diario por un lugar indeseable que hacía que la gente hiciera todo tipo de votos para no caer en ella. Todas estas características se pueden aplicar perfectamente a las cárceles madrileñas del Antiguo Régimen. Lo primero que habría que decir es que desde que Felipe II instalara la Corte en Madrid en 1561, había en Madrid dos cárceles comunes: la Cárcel de Villa y la Cárcel de Corte. La distinción entre ellas, dependía de los delitos que hubiera cometido el reo. Por ejemplo, los delitos como homicidio, robo, estafa, etc, eran juzgados por las instituciones de la Corona y su destino era la cárcel de Corte. Por el contrario, aquellos delitos contra el Ayuntamiento de Madrid, como estafas en los repesos, en el fiel contraste, contra arbitrios municipales, su destino era la cárcel de Villa. 1 En ambos casos, dichas cárceles estuvieron siempre en el centro de la ciudad; en el caso de la Cárcel de Villa, estuvo en un primer momento en un antiguo caserón de la calle Platerías, autorizado a construir por Juana la Loca en 1514, y cuyas obras finalizaron en 1542. Lo mismo ocurría con la cárcel de Corte, que desde el establecimiento de Felipe II estaba ubicada en un antiguo caserón situado en el solar donde posteriormente se construyó el Palacio de Santa Cruz. El imparable aumento de la delincuencia que experimentó Madrid en las primeras décadas del siglo XVII, motivó que las autoridades decidieran dos nuevos edificios, más grandes y capaces, que albergaran tanto a la cárcel de Villa como a la de Corte. El primero que aparece es la Cárcel de Corte, cuya primera piedra se puso en 1629. Diseñado por Juan Gómez de Mora, las obras fueron llevadas a cabo por Cristóbal de Aguilera, quien las finalizó en 1636. Al principio los presos se alojaban en el primer piso del edificio principal, hasta que en 1767 se tuvo que comprar el antiguo convento de los padres de El Salvador donde trasladaron a los presos. Según John Howard (The state of prisions 1783), las habitaciones del piso superior medían 15x10 pies y en algunas había camas con armazón de piedra y ganchos de hierro para encadenar a los presos. En algunas habitaciones había 3 y 4 prisioneros; en otras sólo 1; dependía de lo que se pagara al carcelero. En 1783 había 140 hombres y 40 mujeres. Luego también, había mazmorras en los sótanos para los más peligrosos. Había dos patios, y en uno de ellos lo utilizaban los presos; hay una fuente en el centro que los presos utilizaban para beber e incluso lavar la ropa. Las mujeres ocupaban una habitación grande, y ninguna de ellas estaba encadenada. La comida era de buena calidad (una libra de pan de primera al día). Respecto a la Cárcel de Villa, también el proyecto de construcción data de 1629 (la Casa de la Villa) realizado por Juan Gómez de Mora, si bien no comenzaron sus obras hasta 1644, acabándose en 1696. La cárcel solo tiene un patio, y en 1783 había 120 hombres y 30 mujeres. Al contrario que la cárcel de Corte, las celdas y las mazmorras estaban muy sucias y olían mal 2 Como nos podemos suponer, las condiciones de vida de los presos en estas cárceles eran más que precarias. Eran prisiones con zona para Hombres y mujeres, y las celdas se caracterizaban por el hacinamiento así como la carencia de higiene y asistencia médica. Las medidas contra los presos eran arbitrarias, y no había ningún reglamento de régimen interno. Había escasa seguridad y se pasaban perfectamente armas. Por otra parte, los problemas de espacio eran constantes. La cárcel de Corte estaba atestada, y regularmente se hacían traslados de presos a la de Villa, lo que generaba la protesta de las autoridades municipales, porque allí el problema era el mismo; es más, en la de Villa se llevaban a cabo las reformas con los propios presos en su interior. Por otra parte, los responsables de la cárcel eran tipos de lo más corruptos. No tenían carácter de funcionarios, y la mayoría de los cargos se ponían a la venta por el estado al mejor postor, lo que hacía que posteriormente estos cargos hicieran todo tipo de artimañas para rentabilizarlos. Por ejemplo, quitar los grilletes costaba 25 doblones, y alquilar una cama en un calabozo, real y medio de vellón. Otras cárceles. Pero en el Madrid del Antiguo Régimen había más cárceles y lugares de reclusión. Lo primero que habría que hablar es de las cárceles de mujeres. Tal y como vimos anteriormente, tanto en la cárcel de Corte como en la cárcel de Villa había espacios para mujeres. El problema es que durante el siglo XVIII el hacinamiento en dichos presidios era tal que se decidió sacar a las mujeres a otra cárcel que se empezó a denominar “Casa Galera”. Según Domínguez Ortiz estos establecimientos estaban entre lo hospitalario y lo tutelar, puesto que al contrario que los hombres cuya finalidad era el castigo, las casas galera tenían la finalidad de reincorporarlas a la sociedad mediante el trabajo (cosían medias y la ropa blanca de los hospitales), la disciplina y la oración. Así, las presas que no estuvieran casadas se las buscaba matrimonio y anque cumplieran su condena no podían salir hasta que estuvieran casadas. Las casadas salían cuando cumplían su condena. En aquella época la Casa Galera de Madrid estuvo en la calle Atocha y tenía una capacidad para 80 presas. 3 Además, había otros lugares de reclusión de mujeres, que más que cárceles eran conventos, como el convento de Santa Matría Magdalena, vulgo recogidas, destinado a adúlteras y prostitutas, que eran sacadas de las calles por la Real Hermandad de Nuestra Señora de la Esperanza y del Santo Celo, conocida vulgarmente como la Ronda del Pecado Mortal. Por otra parte, decir que además de las cárceles generales, había otras propias de los fueros particulares, la de la Inquisición, la cárcel militar (en el cuartel del soldado, en la actual calle de Augusto Figueroa), o la Cárcel de la Corona, o cárcel eclesiástica, establecida en la calle de la Cabeza, 14. Estaba destina a sacerdotes presos, y en 1783 había 5 sacerdotes, uno de ellos acompañado por su mujer. Se sabe que seguía funcionando en 1821, y aquí fue asesinado el famoso cura de Tamajón, Matías Vinuesa. Por último, otros centros de reclusión eran la Real Casa de Correos, donde había calabozos para recoger a vagos y mendigos, que estaban unos pocos días. Tras esto salía a la calle o eran recluidos en el Hospicio. EL SIGLO XIX. PROCESO DE HUMANIZACIÓN CARCELARIO. En establecimiento del Estado liberal en el siglo XIX a partir de la muerte de Fernando VII en 1833, supuso un proceso de mejora de las condiciones de las cárceles madrileñas. Las nuevas teorías penales de Beccaría, Howard; recogidas primero por los ilustrados españoles y más tarde por los liberales, hicieron que poco a poco se fuera cambiando el concepto de la pena y de las cárceles. Si bien todavía no se pensaba que el fin de la cárcel debe ser la reinserción social, lo cierto es que poco a poco se piensa que las cárceles, la pena e incluso las ejecuciones deben ser más humanitarias. Todo esto hace que se deje de pensar en la cárcel como un “depósito de carne” carente de cualquier tipo de humanidad; y se pase a lugares en donde los presos cumplan su pena pero de una manera humanitaria. Todas estas teorías, por supuesto, eran incompatibles con las viejas cárceles y lugares de reclusión existentes en Madrid. No obstante, lo primero que habría que decir es que este proceso de humanización de la cárcel y de la pena va a ser un proceso largo, 4 y no es hasta finales del siglo XIX cuando observamos que estas teorías empiecen a tener resultados. De esta manera, el siglo XIX se abrió en el plano carcelario si cabe aún peor que en el periodo anterior. En efecto, durante la guerra de la Independencia y el posterior reinado de Fernando VII, tanto las cárceles como las penas siguieron tan poco humanitarias como en los siglos precedentes. Durante el reinado de José Bonaparte, destacó la salida de los presos y su congregación en el saladero de la puerta de Santa Bárbara (provisionalmente), y como única medida humanitaria podemos destacar la sustitución de la pena de horca por la de garrote, en teoría más humanitaria. Durante la época de Fernando VII, la cosa siguió igual, lo único destacado es que el saladero volvió a sus antiguas funciones, estableciéndose como complemento de la cárcel de Villa y la de Corte el antiguo Seminario de nobles. Como dijimos anteriormente, la cosa empieza a cambiar en 1834 con el establecimiento del estado liberal. Así, de la misma manera que se buscaba un proceso penal más garantista donde los reos tuviera garantías procesales, también se buscaba unos presidios donde los reos cumpliera sus penas en base a un reglamento y sobre todo que fueran tratados como personas. Fundamental en este proceso fue la creación en 1838 de la Sociedad de mejora para el sistema carcelario. Esta sociedad impulsó las siguientes reformas: - Supresión de la cárcel de Villa y Corte, así como las de los fueros privativos (excepto el militar) - La gestión de las cárceles por el Ministerio de la Gobernación. - La creación de los funcionarios de prisiones y de un reglamento penitenciario. - Trasladar a los presos a recintos modernos. - Separar a los jóvenes de los presos adultos. La situación de las cárceles en 1833 era la siguiente. La cárcel de Corte seguía en el Palacio de Santa Cruz. La cárcel de Villa en 1831 se había trasladado al antiguo saladero de tocino. En 1837 desaparecieron todas las cárceles especiales, excepto la militar (exconvento de San Francisco). En 1840 se consideró que el antiguo saladero no reunía las condiciones para ser prisión por lo que se procedió a su demolición (sólo se 5 dejaron los muros) y a la construcción de una cárcel nueva a la que se siguió llamando saladero, pero ya era distinta del antiguo edificio. El nuevo edificio acaba en 1850 cuando se trasladan los últimos presos de la de Corte, que queda clausurada, y todos los presos se trasladan a la nueva del saladero. Era una prisión más cómoda, había una parte especial para jóvenes, y sobre todo un reglamento. Disponía de patio, capilla y celdas más cómodas. El problema fue que la población reclusa llegó a ser de mil personas, por lo que en el último cuarto del siglo XIX, se convirtió en una cárcel hacinada. Esta fue la razón por la que se pensó en construir una nueva; es más una cárcel definitiva que fuera modelo de los nuevos planteamientos carcelarios. Fue así por lo que en 1877 se empezó a construir la cárcel modelo de Madrid. La cárcel modelo de Madrid fue la primera cárcel moderna de España. Su modelo estaba basado en las teorías del filósofo inglés Jeremy Bentham, quien ideó un modelo de cárcel al que llamó modelo panóptico. Esta palabra panoptico; significa verlo todo. Se basaba en un módulo central con vista a todas las galerías. Las celdas eran individuales, y de lo que se trataba es que desde el módulo central se tenía visión a todas las galerías de las celdas; mientras que desde las celdas, no se veía el módulo central. Situada en Moncloa, sobre el solar del actual Ministerio del Aire, fue construida por los arquitectos Tomás Aranguren y Eduardo Adaro. La planta es un polígono irregular de 6 lados. Consta de 5 módulos convergentes en un pabellón central. Cada módulo tenía 200 celdas distribuidas en 4 pisos. En el centro espacio trapezoidal para la administración. Disponía de una moderna enfermería, lavaderos y capilla. Se inaugura el 20 de diciembre de 1883 por Alfonso XII. Los presos estaban separados por edades y peligrosidad, así como por delitos cometidos, y sus dependencias eran vanguardistas haciendo que los presos no estuvieran hacinados y cumplieran la pena con mayor humanidad. Quedó destruida en 1936. La llamaban popularmente el abanico. La cárcel de mujeres siguió un proceso similar, pero más lento. Tras la desamortización de Mendizábal, las mujeres abandonaron la vieja galera de la calle Atocha, y fueron concentradas en la nueva Casa Galera que se ubicó en el exconvento 6 de Montserrat, en la calle San Bernardo. Lugar poco adecuado para albergar a las reclusas, allí estuvieron las presas hasta que en 1931, durante la II República, la entonces Directora General de Prisiones (Victoria Kent) decretó la construcción de una nueva cárcel moderna para mujeres, que ubicada en las proximidades de la plaza de Toros has pasado a la posteridad como la cárcel de Ventas. LA PENA DE MUERTE. También la pena de muerte fue afectada por un proceso de “humanización”, si es que la pena de muerte puede llegar a ser alguna vez humanitaria. Las teorías humanitarias de la ilustración, especialmente las de Beccaría, empezaron a hacer mella en los penalistas de la época, y si bien nadie se cuestionaba a principios del siglo XIX la abolición de la pena de muerte, desde principios de siglo lo que sí se buscó es una muerte que hiciera sufrir menos al reo. Lo primero que se empezó a cuestionar fue el método de ejecución. Así, si a comienzos de siglo la mayoría de las ejecuciones eran públicas y en horca, poco a poco se fue cuestionando la publicidad y sobre todo la horca, cuya muerte hacía sufrir en exceso al reo. Es por esta razón que poco a poco se empezara a ver el garrote como el método de ejecución idóneo para reos, ya que era mucho más rápido, y si el verdugo tenía pericia se hacía sufrir mucho menos al reo que la horca. Fue durante el reinado de José Bonaparte la primera vez que se suprimió la muerte de horca sustituyéndola por la de garrote. Sin embargo, a la vuelta de Fernando VII se volvió a poner la horca. Durante el trienio se vuelve a poner el garrote, pero en 1823 Fernando VII volvió nuevamente a poner la horca, de hecho este fue el método de ejecución del general Riego en 1823. Hubo que esperar a 1832 para que Fernando VII suprimiera definitivamente la horca y declara al garrote como único método de ejecución de reos en España; hasta su supresión definitiva en 1978, con la Constitución de aquel año. Respecto a la publicidad de las ejecuciones, también se acabó prohibiendo a comienzos del siglo XX. Las penas de muerte ejemplarizantes e infamantes en una plaza pública, también se cuestionaron, y se acabaron por prohibir para trasladarlas al interior 7 de las prisiones. En cuanto a los lugares de ejecución; en los primeros años del siglo XIX fue la plaza de la Cebada; luego se trasladó fuera de la ciudad, a las inmediaciones de la Puerta de Toledo; luego a la plaza de la Justicia (a la puerta de la Cárcel Modelo); y por último al interior de las prisiones. También, evidentemente cambiaron los ropajes; al principio los reos ejecutados vestían de amarillo, con un gorrito amarillo, excepto si el reo había cometido un delito especialmente infamante siendo en este caso el gorro rojo (como el cura Merino). La última ejecución pública en Madrid fue en 1889, y no fue otra que la ejecución de Higinia Balaguer por el crimen de la calle Fuencarral. En cuanto a la pena de muerte de militares, fueron en el campo de guardias. 8