1.− EL MUNDO ROMANO Y LOS PUEBLOS GERMÁNICOS

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1.− EL MUNDO ROMANO Y LOS PUEBLOS GERMÁNICOS
Desde el siglo II a.C., Roma había entrado en contacto con unos pueblos situados más allá de sus fronteras, al
norte Danubio y al este del Rin, a los que designó con el nombre genérico de a bárbaros aunque se trataba de
varios pueblos distintos. Originarios de Escandinavia y de los territorios del Báltico, eran pueblos guerreros
que luchaban entre sí.
En el siglo I a.C., los romanos ayudaron a los galos a destruir a los suevos y el Rin se convirtióen la frontera
natural entre los germanos y el imperio. Los limes surgieron conteniendo a estos pueblos. Hasta el siglo V
cabe hablar mucho más de infiltraciones violentas de pequeños grupos de guerreros que de auténticas
invasiones. La llegada pacífica de germanos al imperio fue, mientras tanto, considerable. Roma, los iba
estableciendo como colonos, como siervos y como soldados. Así que el ejército del bajo Imperio se hallaba
compuesto por enemigos vencidos e incorporados a las legiones y por mercenarios.Los generales y altos jefes
eran también germanos, y ellos modificaron el arte de la guerra y llegaron incluso a influir en política.
1.1.− Situación de los pueblos germanos antes de las invasiones
A mediados del siglo IV, en vísperas de las grandes invasioes, la situación de los principales pueblos
germánicos era la siguiente, de oeste a este: francos ripuarios, lombardos y sajones, en el bajo Elba;
burgundios, al sur de los francos ripuarios,; alamanes, en los cursos altos del Rin y el Danubio; turingios y
vándalos, en el alto Elba; suevos, entre el Elba y el Oder, con expasión hacia el sur, gépidos, en el valle del
Thies, visigodos, a la izquierda del Danubio, al norte de Dacia y Tracia; ostrogodos, al norte del Dniéster; y
alanos, junto al mar de Azof.
1.2.− La presión de los hunos
Los hunos eran un pueblo asiático de origen mongol. Mucho más feroces que los germanos, se desplazaban y
combatían a caballo. Presionados por los yuan−yuan (350), partieron del centro de Asia en dirección al oeste,
se adentraron en Rusia y se enfrentaron a los alanos, a los que se sometieron. A continuación vencieron a los
ostrogodos de Ucrania en 375 y los obligaron a cruzar el Dniéster, Este movimiento de los ostrogodos
provocó el de sus vecinos, los visigodos o godos del oeste, quienes cruzaron el Danubio en 376,
estableciéndose en las tierras del imperio.
1.3.− Invasión visigoda
Dos años después de esta primera invasión, los visigodos ocuparon la actual Bulgaria y derrotaron a los
romanos de Adrianápolis (378). El emperador Teodosio los rechazó y firmó con su rey Atanarico un tratado
(382) según el cual los visigodos pasaban a formar parte del ejército romano recibiendo una cantidad anual
como compensación. Alarico (396−410) rompió la alianza con Roma y lanzó a su pueblo contra Arcadio,
emperador de la mitad orientas del imperio quien los estableció en Illiricum, en la actual Yugoslavia, desde
donde iniciaron la invasión en Italia. En el 410 saquearon Roma. Un grupo de visigodos intenró dividir África
(410), pero fracasada la expedición a causa de una tempestad, procuraron asentarseen España. Posteriormente,
desde Barcelona, marcharon a ocupar la Galia, estableciéndoseen la región de Toulouse.
1.4.− Los suevos, vándalos y alanos en España
La presión de los hunos obligó a los alanos a dejar su residencia en el sur de Rusia, y por el Danubio llegaron
al territorio de los vándalos asdingos, junto a los cuales habitaban los vándalos silingos, En consecuencia,
estos pueblos, mandados todos por Godigiselo, penetraron en la Galia (405), aunque luego fueron empujados
por los romanos hacia España. Una vez cruzados los Pirineos (409), los alanos se establecieron en la Lusitania
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y la Cartaginenese; los vándalos silingos, en la Bética; y los suevos y los vándalos asdingos, en Galicia.
Vándalos y alanos se unieron bajo el mando de Guntarico para luchar contra los suevos, a los cuales
defendieron los oficiales romanos que todavía quedaban en el país. Vencedores los vándalos asdingos (423),
se adueñaron de la Bética y saquearon las Baleares. Un numeroso de grupo de guerreros vándalos, junto con
grupos suevos y alanos, embarcaron con sus familias en Tarifa (429) y emprendieron la conquista del África
romana, lo que daría origen al reino vándalo de África.
1.5.− Los francos y los burgundios en la Galia
Los francos cruzaron el Rin desde Germania a dinales del siglo IV. Antes de terminar el siglo, Roma los
declaró federados, como anteriormente habían hecho con otros pueblos. No obstante, los francos salios,
dirigidos por la familia de los merovingios, continuaron su penetración por el norte de la Galia. Aecio, general
de Valentiniano III, los obligó a prestar una nueva promesa de fidelidad al pacto de federación, A comienzos
del siglo V se extendieron hasta el Somme al mando de Clodión. Childerico, su sucesor, estableció la capital
en Tournai. Los francos ripuarios, del Rin medio, con capitalidad en Colonia, llegaron hasta Maguncia,
repoblaron los valles del Mosela y el Main y ocuparon Tréveris (455).
Por su lado, los burgundios cruzaron el Rin y fueron establecidos como federados en Saboya.
1.6.− Invasión anglosajona en Inglaterra
Los anglos, los frisios, los sajones, los yutos y los suevos se lanzaron a la conquista de Inglaterra en una serie
de oleadas sucesivas. Aprovecharon que los romanos habían retirado sus tropas y que las tribus bretonas eran
poco poderosas, Los germanos imprimieron su impronta en el país, con mucho mayor intensidad que en el
contiene europeo, a partir de la segunda mitad del siglo V. Pero la conquista fue difícil: Cornualles no fue
conquistada a los bretones hasta el siglo IX, y el país de Gales, hasta el XIII, siendo éste el reducto principal
de la residencia celta.
Los yutos y los suevos, procedentes de Dinamarca y el norte de Alemania, crearon el reino de Kent y poblaron
la isla de Wight. Los anglos se situaron en el nordeste y formaron el reino de Est−Anglia, que fue
definitivamente unificado en el siglo VI. Los sajones se quedaron en la zona intermedia entre Londres y
Colchester.
1.7.−El imperio de los hunos
A principios del siglo V los hunos, dirigidos por Rua, formaron un imperio que se extendió desde el Cáucaso
al Elba, gracias a la rapidez con que sus caballos les permitían desplazarse. Bleda murió asesinado y Atila,
ensanchó sus dominios por la zona de los Balcanes (447). Bizancio compró la paz aumentando el tributo que
ya pagaba a los hunos. En 451, Atila cruzó el Rin y asedio a Orleáns. Los galorromanos, burgundios, alanos,
sajones y armoriacos, conducido por el general romano Aecio, le obligaron a levantar el asedio y le vencieron
en la batalla de los Campos Mauriacos, cerca de Troyes. Al año siguiente (452) Atila entró a saco en el norte
de Italia y llegó hasta Roma, que consiguió salvarse gracias a la intervención del papa León I y la promesa de
un tributo. Poco después murió Atila y el imperio, privado de su autoridad, se deshizo. Los hunos dejaron de
ser un peligro para Europa y se replegaron hacia las estepas del sur de Rusia.
2.− PRINCIPALES INSTITUCIONES GERMÁNICAS
Los germanos vivía en poblados delicados a la agricultura y la ganadería. Su estructura social estaba formada
por los nobles, los hombres libres y los esclavos. Entre los nobles se elegía a los reyes. Los esclavos, casi
todos prisioneros de guerra, trabajaban la tierra, tenían casa propia y su condición era mejor que la de los
esclavos romanos. La célula de la sociedad era la familia;; en ella, el padre tenía un poder ilimitado sobre la
mujer y los hijos, Por encima de la familia estaba la sippe, el conjunto de todas las familias unidas por un
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parentesco común, que protegía a sus miembros y a la familia.
La unidad política era la civitas o nación, que estaba dividida en gwen o pagi, especie de distritos regidor por
un príncipe.
La institución principal era la asamblea general, integrada por los hombres libres o guerreros. La presidía el
rey o el príncipe del distrito en que se celebraba y en ella se elegía a los monarcas, se decidían la paz y la
guerra, se discutían otros asuntos concernientes a toda la comunidad y se otorgaba la ciudadanía; no tenía
funciones legislativas, pero sí judiciales. También existía la gefolge, comitatus, séquito o comitiva. Cuando un
monarca proyectaba una campaña, una serie de guerreros, en la asamblea general, se ofrecían a acompañarle y
le juraban fidelidad, Con el tiempo, estos guerreros se convirtieron en la guardia del rey, del que recibían
protección, armamento y manutención. El comitatus fue escuela militar y origen de la nobleza por méritos de
guerra. El jefe de la gefolge se convirtió en el conductor del pueblo, adquirió tierras con muchos campesinos y
levantó castillos desde los cuales protegía a sus colonos. El monarca tenía su poder absoluto sobre la gefolge,
no así sobre sus súbditos.
El tribunal de justicia lo constituía la asamblea de la centena y el príncipe. Si el delito era grave, el
delincuente pagaba con su vida y eran confiscados sus bienes. Si el delito era leve, el problema se resolvía
entre el autor y la víctima.
2.1.− La religión
La religión germánica era naturalista, basada en el animismo, con muchos puntos de contacto de
indogermánica en general. Las divinidades germánicas eran representaciones antropomórficas de la
naturaleza. Para influir sobre estas fuerzas y hacerlas propicias, los hombres recurrían a la magia.
Los germanos creían en la filgia, que continuaba viviendo después de la muerte y poída favorecer o perjudicar
a los vivientes. También sobrevivía el alma, que solía ser perjudicial; de aquí que quemaran los cadáveres de
las personas peligrosas.
No eran pueblos especialmente religiosos, y ni siquiera había entre ellos un estamento sacerdotal. Por eso se
adoptaron con relativa facilidad el cristianusmo: visigodos, ostrogodos, burgundios, vándalos y lombardos se
convirtieron al arriarismo. Unos reyes fueron tolerantes con las creencias de sus súbditos: otros, en cambio, se
mostraros intransigentes. Pero, con el tiempo, los dirigentes germanos fueron abrazando también el
cristianismo. Cuando éste logró la primacía, el soberano tomó bajo su protección las iglesias y las
comunidades religiosas, las cuales quedaron exentas del pago de impuestos y de la jurisdicción civil.
3.−LOS REINOS GERMÁNICOS DE OCCIDENTE
RASGOS GENERALES
Existieron rasgos comunes a los distintos reinos germánicos. En todos ellos gobernó la monarquía, que pasó a
ser hereditaria. Perduró la parentela tribal germánica, con sus derechos y obligaciones consuetudinarias.
También pervivieron las asambleas, aunque más restringidas, y las comitivas, Los hombres libres de raza
germánica se convirtieron en terratenientes, al poseer una parte de las tierras. Justo a las propias del estado y a
las de aquellos que les habían opuesto resistencia, disfrutaban de una mitad o un tercio de las demás tierras en
concepto de tributo militar.
La minoría dirigente aceptó el arrianismo, mientras que la mayoría sometida era católica, En casi todos los
reinos existió la separación entre dos pueblos o razas, invasores y dominados, con sus correspondientes
legislaciones, hasta fecha muy tardía. Los sistemas económicos del mundo romano perduraron, y se
conservaron los elementos fundamentales de la administración civil anterior.
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Por otro lado , no todos los pueblos germánicos se romanizaron en el mismo grado. Este hecho marcó
diferencias entre los distintos reinos. Y estas diferencias las perfilaron también las relaciones pacíficas o
violentas que mantuvieron con los conquistados, las instituciones que desarrollaron, las leyes que fijaron por
escrito y la situación geográfica de cada reino.
3.1.−El reino visigodo en España
Los visigodos se concentraron en el centro de la península ibérica. Después de un período de fuertes revueltas,
el país se fue pacificando con la intervención del monarca ostrogodo Teodorico, que también actuó como
regente durante la minoría de edad de Amalarico (526−531). Durante el reinado de este último, los francos
penetraron hasta Pamplona y Zaragoza, Teudis (531−548) afronró con éxito el peligro. Le sucedió Águila
(549−554), contra el cual se rebeló el noble Atanagildo (554−567), ayudado por los bizantinos. En pago de
este socorro, y habiendo vencido, Atanagildo les entregó una amplia zona de la Bética y la Cartaginense.
Leovigildo (573−586) fijó la capital en Toledo, se anexionó el reino galaico de los suevos, empezó a someter
a los vascones, reorganizó la administración y se proclamó emperador. Tomó medidas a favor del arrianismo,
ganándose así la oposición de los católicos, que derivó en una guerra civil en la que vencieron los arrianos.
Su hijo y sucesor, Recaredo (586−601), convertido al catolicismo, convocó el II Concilio de Toledo (589), en
el cual el reino visigodo se declaró oficialmente católico.
Sisebuto (612−621) y Suintila, redujeron los dominios bizantinos peninsulares, y el segundo logró acabar con
su presencia en el sur. En 650, Chidanvisto promulgó las leyes que refrendaban la unión racial.
En esta época, los Concilios de Toledo se convirtieron en asambleas religioso−político y ejercieron gran
influencia sobre el reino. Recesvinto (649−672) promulgó el Fuero juzgo (654). Este código derogaba la
legislación de Leovigildo. Tras la muerte de Recesvinto, fue elegido Wamba (672−680), quien tuvo que
sofocar la rebeldía del conde Pauloz, que quería independizar Septimania y la Tarraconense. Sus sucesores,
Ervigio y Égica, se enfrentaron a graves problemas económicos, reprimieron a la nobleza y persiguieron a los
judíos. A Witzia le siguió Rodrigo (710−711), que perdió su reino a manos de los árabes.
3.2.− Los vándalos en el norte de África
En la primera mitad del siglo V, el rey visigodo Walia obligó a los vándalos a abandonar la península. Éstos
atravesaron el estrecho (429) en dirección a África, bajo el mando de Censerico, y se establecieron en Túnez,
luego conquistaron rápidamente las Baleares, Córcega, Cerdeña y Sicilia, haciéndose dueños del Mediterráneo
occidental.
3.3− Los ostrogodos en Italia
Desde 476, Odoacro fue el dueño de Italia. Proporcionó al país unos años de prosperidad que se vio truncada
por a invasión de los ostrogodos, quienes, de acuerdo con Zanón, emperador de Oriente, se apoderaron de
Italia en 493. El imperio Bizantino intentó salvar la tradición romana encomendando el gobierno de Italia al
rey godo Teodorico (493−526). Éste estableció unreino personal que rigió desde Rávena, sede de la nueva
corte. El sueño de Teodorico era crear un gran imperio germánico, a imagen del romano, federando los
pueblos germánicos. Para ello inició un notable despliegue diplomático y concertó alianzas matrimoniales con
los francos, burgundios, vándalos y visigodos. Se rodeó de buenos colaboradores y consejeros; algunos de
ellos, Ciberio, Boecio y Casiodoro, eran romanos y contribuyeron a prestigiar su largo reinado, en el cual se
produjo un renacimiento cultural artístico de inspiración clásica.
El dominio ostrogodo fue bien aceptado por la población sometida. Los godos se quedaron un tercio de la
tierra de cultivo y dejaron el resto en manos de los italorromanos, procurando estabulizar así las condiciones
de vida. Pero la aristocracia romana y el clero católico esperaban que Bizancio actuara para acabar con la
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independencia de Teodorico y se produjo una reacción contra el gobierno ostrogodo, después de la cual
Teodorico endureció su política respecto de los vencidos. A este clima de enfrentamiento se añadía el
arrianismo real. Los manejos del partido probizantino, que era católico, provocaron el ataque de Teodorico al
Senado y al pontífice Juan I, que murió en la cárcel.
A la muerte de Teodorico, su hija Amalasunta asumió la regencia de Atalarico y emprendió una campaña de
acercamiento a Constantinopla. Muerto Atalarico (534), Amalasunta encontró el sucesor en Teodato, quien
confinó y mandó asesinarla. Desde entonces las relaciones entre arrianos y católicos se deterioraron.
Justiniano encontró en esta muerte el pretexto para emprender la invasión de Italia.
3.4.− El reino de los francos
El fundador del reino franco fue Clodoveo (491−511). Este monarca incorporó a su reino los territorios entre
el Sena y el Loira, se enfrentó con los alamanes, que dominaban la parte oriental de la Galia y a los cuales
venció en Tolbiac (496), y llevó a sus fronteras hasta el Rin. También se apoderó de la Galia meridional
luchando contra los visigodos de Tolosa, a cuyo rey Alarico II derrotó en Vouillé (507). Con estas victorias,
Clodoveo unificó a Francia. Se convirtió al catolicismo en eims 496 y reorganizó el reino repartiéndolo entre
sus cuatro hijos: Chilberto obtuvo Neustia y fijó su capital en parís; Clodomiro rigió la zona del Loira medio,
con capital en Orleáns; a Clotario I le correspondieron las tierras del Escalda y del Mosa, y se aposentó en
Soissons; y Teudorico gobernó a Austria desde Reims. Como consecuencia de esta división, el país sufrió una
serie de guerras civiles que terminaron con la reunificación de Clotario II. A Éste le sucedieron los llamados
reyes holgazanes, que fueron suplantados por sus mayordomos. Una de las familias que ocuparon este cargo,
en el siglo VIII, inició la dinastía carolingia.
3.5.− Los lombardos en Italia
Los lombardos, pueblo germano procedente del Báltico, se habían establecido junto al Danubio. Presionados
por los ávaros, atravesaron los Alpes orientales (586) bajo el mando de Alboino y penetraron en Italia. En su
avance por el norte de este país, apenas encontraron resistencia bizantina. Poco después de la muerte de
Alboino (572), treinta y cinco duques lombardos decidieron repartirse las ciudades de la Italia septentrional
formando otros tantos ducados lombardos independientes entre sí. Las sedes ducales más importantes fueron
Verona y Pavia, que sería la capital definitiva de la Italia lombarda.
La división ducal supuso la dispersión de fuerzas y vino a favorecer la pronta intervención de los francos en el
norte de Italia. Diez años después del derrocamiento de la monarquía, los duques se vieron obligados a
restablecerla en la persona del duque Autario, quedando en Italia como tributarios de los francos y los
bizantinos.
3.6.− La heptarquía anglosajona
Los sajones fueron los que crearon un mayor número de reinos en Gran Bretaña. Los reinos de Essex, al este,
y Sussex, al sur, quedaron constituidos antes de finalizar el siglo V. Desde la primera mitad del siguiente, tres
jefes militares crearon sucesivos imperios, poco duraderos, de los que salieron los reinos de Wessex,
Nothumbria y Mercia. Junto a ellos existieron otros reinos menos estables.
El reino de Mercia logró predominar sobre los demás en el siglo VII, y en los siglos siguientes tuvo dos
monarcas muy importantes: Etebaldo y Offa. El reino de Wessex le sucedió en este papel rector en el siglo
VIII, al incorporar el reino de Sussex en el año 728, y alcanzó un gran esplendor a comienzos del IX con el
reinado de Egberto (802−829).
A finales del siglo VIII los siete reinos tradicionales de la heptarquía habían quedado reducidos a tres:
Northumbria, Mercia y Wessex. El último, que entonces alcanzaba su apogeo, dirigía los destinos de Kent,
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aunque este reino conservaba su independencia nominal.
Las invasiones escandinavas del siglo IV fueron especialmente gravosas para los reinos anglos del
Northumbria y Mercia, El reino sajón de Wessex sufrió menos directamente estas invasiones y favoreció la
unificación de Inglaterra, pero estaba sujeto a la presión de los galeses del oeste y de los daneses desde el
norte y el este.
Durante estos tres siglos de predominio anglosajón en Inglaterra, Irlanda continuó siendo celta. De este país
partieron los escotes, que conquistaron a los pictos la Dalriada, germen del estado escocés que emergió en el
siglo IX.
ARTE Y CULTURA DE LOS REINOS GERMÁNICOS
Las escuelas episcopales y las monásticas fueron los centros culturales por excelencia; y gracias a ellos se
consiguió salvar gran parte de la cultura antigua.
Con la invasión de los vándalos desaparecieron las escuelas cristianas del norte de África y florecieron las
europeas occidentales. En la Galia brillaron las escuelas monásticas de San Víctor de Marsella y de la isla de
Lerins. Los autores más representativos de la época merovingia fueron el poeta Venancio Fortunato y el
historiador Gregorio de Tours. En Italia persistieron las antiguas escuelas imperiales, y en el reinado de
Teodorico sobresalieron las figuras de Boecio y Casiodoro. En la Italia lombarda fueron muy importantes las
escuelas de Milán y de Pavia.
Irlanda destacó en los siglos VI y VII como foco de cultura. En los monasterios de la Orden de San Patricio se
conservaron los conocimientos clásicos. Muy importante en el aspecto cultural fue la España visigoda. En el
siglo V surgió Paulo Osorio, y en el siguiente san Martín de Braga. Del siglo VII son san Eugenio, san
Idelfonso, san Julián de Toledo, san Braulio de Zaragoza y san Leandro. Pero por encima de todos ellos
destaca San Isidoro de Sevilla, que recogió todo el saber de su tiempo en sus Etimologías.
En Gran Bretaña, a finales del siglo VI, se fundaron las escuelas episcopales de York y Centerbury, y con
ellas la cultura anglosajona alcanzó un gran desarrollo. La Italia lombarda e Irlanda, junto con la España
visigótica, contribuyeron al renacimiento carolingio.
Sus máximos representantes fueron Beda el Venerable y Alcuino de York, responsable de la reforma de la
educación impulsada por Carlomagno.
El arte en los reinos germánicos fue una continuación empobrecida del romano y constituyó el primer periodo
prerrománico. De la Francia merovingia destacan los baptisterios de San Juan de Potiers, los de Aix, Frejús y
Riez. En los monumentos visigodos fue característico el arco de herradura, y entre ellos sobresalen la iglesia
de San Pedro de la Nave y la Basílica de San Juan de Baños.
4.−EL IMPERIO ROMANO DE ORIENTE
4.1.−Fundación. La primera edad de oro: Justiniano
Teodosio dividió el imperio en el año 395. Cuando Odoacro depuso al último emperador de Occidente, quedó
Zenón, en Oriente, como único emperador. El Imperio de Oriente fue perdiendo paulatinamente su carácter
romano, recibió la influencia helenística y posteriormente se orientalizó. Justiniano (527−565) realizó una
importante labor de engrandecimiento del imperio y de organización interna. Pocos años después de iniciar su
reinado, concluyó la paz con Cosroes, rey de los persas, y se preocupó por restablecer el poder imperial en el
Mediterráneo, lo cual consiguió a expensas d los vándalos, ostrogodos y visigodos.
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Intervino en el reino vándalo al ser usurpado éste por Gelimer, Belisario, general de Justiniano, conquistó el
reino vándalo y gracias a ellos pudo incorporar a Bizancio el norte de África, Córcega, Cerdeña y Baleares.
Aprovechó el asesinato de la hija de Todorico para apoderarse de Italia y Sicilia. Y la ayuda militar que prestó
el noble visigodo Atanagildo le valió los territorios del sur de España y la plaza de Ceuta. Con esta conquista
se rehacía el imperio restableciendo sus dominios en el Mediterráneo, Justiniano emprendió la reforma de la
administración, que consistió en la conversión de los obispos en jueces de los administradores provinciales y
en la parcelación de las provincias demasiado extensas para evitar el aumento de poder de los gobernadores
ambiciosos. Además, mandó redactar el Corpus juris civilis, que abarcaba todo el derecho a la jurisprudencia
anteriores y fue la base del renacimiento del derecho en el siglo XIII. Los últimos años de su reinado fueron
de decadencia, al enfretanser sin éxito al persa Cosroes.
4.2.− La dinastía Heraclia
Los sucesores inmediatos de Justiniano perdieron la mayor parte de las conquistas que éste había conseguido,
Heraclio, gobernador general de África, fue elegido emperador y fundó la dinastía de los Heraclios, lo más
característico de la cual fue su distanciamiento de Occidente y la reorganización del imperio.
Cuando Heraclio (610−641) subió al trono, Bizancio tenía graves problemas económicos y de organización.
Él consiguió restablecer la autoridad en la península Balcánica y venció a los persas sasánidas. Poco después
el imperio tuvo que enfrentarse al Islam, y las tropas musulmanas ocuparon Siria, Palestina, la Mesopotamia
bizantina, Armenia y Egipto. También en esta época perdió sus posesiones en España. Su obra de
recuperación política fue efímera, pero su reorganización del ejército y de la administración sirvió de pauta en
los dos siglos siguientes. Durante el mandato de los emperadores heraclios el imperio se orientalizó.
Bajo el reinado de su nieto y sucesor, Constante II (641−668), los árabes prosiguieron su avance por el Norte
de África, Asia Menor y las islas del mediterráneo oriental. Fracasó en sus intentos de llevar a cabo la
unificación religiosa del imperio y de restablecer su autoridad en Occidente.
Constantino IV (668−685) logró frenar a los árabes. El imperio se reducía a su época a los Balcanes, Asia
Menor y parte del centro de Italia, Apulia, Calabria y algunas islas del Mediterráneo. Afrontó el problema
religioso reuniendo el III Concilio de Constantinopla (680), que condenó al monotelismo. Su hijo, Justiniano
II, fue destronado por Leoncio. Las turbulencias internas y la presión de los árabes propiciaron su caída y la
entronización de Tiberio III (698−705), que hubo de enfrentarse a los mismo problemas que sus antecesores.
Finalmente, Justiniano recobró el poder, convirtiéndose en un tirano.
4.3.− Los Isaurios. León III y Constantino V: conflicto iconoclastas
Bajo los Isaurios, el imperio logró resistir a los agentes exteriores que intentaban destruirlo, desarrolló las
instituciones creadas en el siglo VIII, transformó el derecho y experimentó una grave crisis interna. El
fundador de la dinastía fue León III (717−741), que reorganizó el ejército y obligó a los árabes a retirarse de
Asia Menor, Promulgó la Écloga, un código que humanizaba el derecho de Justiniano, Mientras él realizaba
sus reformas, dos grupos antagónicos perfilaban una crisis dentro de la espiritualidad bizantina: los iconófilos,
partidarios del culto a las imágenes, y los iconoclastas, que deseaban eliminarlas. El alto clero y el ejército de
Asia Menor eran iconoclastas, mientras que el monocato fomentaba la devoción por las imágenes, León se
manifestó contrario a ellas y hubo revueltas populares a favor de la icoanofilia que recibieron el apoyo de los
patriarcas y del papa. El emperador prohibió el culto a las imágenes (730= y ordenó la persecución de sus
devotos. Esta decisión alejó todavía más a Constantinopla de Italia. Mientras León III pensaba que,
subordinando la Iglesia al emperador, el problema podría ser resuelto, se extendía el movimiento iconoclasta,
que duró más de un siglo (726−843).
Constantino V (741−775), hijo y sucesor del anterior, siguió la misma política religiosa. Después de realizar
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campañas victoriosas contra los árabes en Armenia y Mesopotamia, inició las hostilidades contra Bulgaria, en
las cuales perdió la vida. En 754 preparó un concilio en el cual reunió a todos los obispos orientales, que se
pronunciaron a favor de la iconoclastia y propugnaron la destrucción de todas las imágenes religiosas y su
sustitución, en todas las iglesias del imperio, por una representación del emperador. La oposición iconófila,
dirigida por el monacato fue reprimida con dureza.
4.4.− Esplendor bizantino bajo los macedonios
Basilio I (867−866) fue el fundador de la dinastía macedónica, que rigió a Bizancio cerca de dos siglos y
proporcionó al imperio una época de esplendor político, económico y cultural.
Basilio recuperó la Apulía y Calabria, y reconquistó Chipre. Llevó a cabo una importante obra de renovación
y puesta al día del derecho romano. A partir de su reforma, el emperador y el patriarca de Constantinopla
ejercieron los poderes temporal y espiritual separadamente. Su hijo, León IV, fracasó en política exterior.
León IV trazó nuevas pautas para la administración y la burocracia, la administración imperial se concentró en
sus manos: el Estado se confundía con el emperador, elegido por Dios, jefe Supremo del ejército, legislador y
soberano absoluto.
En el siglo X los emperadores de la dinastía macedónica emprendieron grandes conquistas: las de Chipre,
Cicilia, Siria y Bulgaria, y avanzaron en las antiguas Fenicia y Palestina.
Uno de los hechos más importantes de este período fue el cisma de Oriente. El patriarca de Constantinopla,
Miguel Cerulario, distanciado a causa de sus divergencias doctrinales, fue excomulgado. La intransigencia
subsiguiente, adoptada por la iglesia oriental y la occidental, consumó la separación de la cristiandad en dos
iglesias independientes.
5.− LA CIVILIZACIÓN BIZANTINA
5.1.− Rasgos principales de la economía bizantina
Las tierras constituían la base principal de la economía y del poder del estado. El colonato seguía siendo la
forma más usual y el trabajo se realizaba con los sistemas y el instrumental romanos. Constantinopla era el
centro del comercio internacional. El estado monopolizaba la importación de artículos, suntuarios, la
industrias alimentarias básicas y ciertas industrias de productos de lujo. El estado grababa fuertemente las
importaciones, lo cual no impedía que los comerciantes obtuvieran grandes beneficios. La mayoría de ellos
invertían en el campo capital obtenido con el comercio o se convertía en cambistas y banqueros. Con la
dinastía Heraclia aumentó considerablemente el número de pequeños propietarios libres, al parcelar y
distribuir la gran propiedad señorial. Se grabaron con impuestos las tierras de la iglesia y se confiscaron las
grandes propiedades monacales a partir de las luchas iclonoclastas. El estado se reservó el derecho a prestar
dinero y fijó un interés más alto que el que cobraban los banqueros.
Con los macedonios, Constantinopla tenía la misma importancia comercial.
Los banqueros empezaron a utilizar el papel crédito y a conceder préstamos a los mercaderes a intereses más
bajos que los del estado. Se produjo una modificación de la estructura agraria: la nobleza latifundista compró
las tierras de los agricultores pobres provocando la consolidación de los grandes dominios. Junto al
latifundismo laico surgió de nuevo la gran propiedad eclesiástica y la feudalización de Bizancio.
5.2.− Las instituciones bizantinas
El emperador era el Estado, el jefe del ejército, y ejercía el poder supremo. Se le consideraba santo, igual a los
apóstoles y propagador de la fe. Era elegido por la corte, el ejército y el senado de Constantinopla y lo
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aclamaban el pueblo de la capital. La coronación legitimaba al emperador, que tenía derecho a designar
sucesor en vida. La emperatriz gozaba de los mismos títulos y privilegios que su esposo.
El sacro palacio era la residencia del emperador, centro de la administración y sede de los consejos y las
oficinas. Los jefes de los distintos servicios del Estado formaban parte del Consistorio del Príncipe. El
ministro de Interior era el jede de la casa imperial y el primer dignatario de la jerarquía civil. Al frente de la
jerarquía militar se hallaban los generales−jefes. En el siglo VI aparecieron los exarcas, gobernadores
generales de África e Italia.
El senado de Constantinopla y las asambleas constituían los organismos colsultivos del Estado, en ellas se
definieron dos partidos: los verdes y los azules. En este último partido figuraban los aristócratas ortodoxos,
que eran partidarios del orden establecido. El verde era el partido popular−monofinista y tenía un carácter
innovador reformista.
5.3.− El arte bizantino
Es el aspecto más destacado de la cultura en este período, destacan la fusión de elementos clásicos y
orientales. De esta época son la famosa basílica de Santa Sofía de Constantinopla y las célebres iglesias de
Rávena y San Apolinar in Classe y San Vital, en el que los mosaicos aparecen Justinianoi y la emperatriz
Teodora en la corte, su influencia llego hasta Italia.
6.− EL ISLAM Y SU EXPANSIÓN
6.1.− La Arabia preislámica
La península de Arabia se halla situada en el sudoeste de Asia y separada de África por el mar Rojo, y es un
amplio desierto rodeado de montañas.
A comienzos del siglo VII vivían en la llanura central los heduinos nómadas que se dedicaban a la cría de
ganado. En el sur vivían las tribus yemeníes y las nazaríes.
Las ciudades más importantes fueron La Meca y Yatrib, posteriormente llamada Medina. Ambar eran centros
caravaneros y emporios mercantiles. Al norte de éstas estaban los reinos de los lejmíes de Hira y los gassaníes
de Siria. La zona costera estaba poblada por marineros que emigraban a la costa africana, al sur de la India y a
Insulandia.
Los habitantes de Arabia se dedicaban fundamentalmente al comercio y exportaban productos procedentes de
la India y Europa.
Adoraban a las fuerzas de la naturaleza, a los genios y algunas piedras sagradas.
6.2.− Mahoma, organizador de las tradiciones árabes
Mahona (571−632) nació de una familia guardiana en Kaaba. Quedó huérfano siendo muy joven y vivió
sucesivamente con un abuelo y un tío. En su niñez fue pastor y viajó por Palestina y Siria.
A los dieciocho años se casó con una viuda rica a cuyo servicio había entrado como conductor de caravanas
de la que tuvo cuatro hijas. Independizado económicamente, empezó a reflexionar sobre la vida y las
costumbres de sus conciudadanos. En sus viajes por Sitia y Palestina conoció las creencias de los judíos y
cristianos. Atormentado por los problemas religiosos, decidió retirarse a una cueva para meditar. A los
cuarenta años empezó a tener visiones. El arcángel Gabriel se le apareció diciéndole que Allah lo había
escogido como profeta. Encontró a sus primeros seguidores entre sus familiares y amigos. Sus predicciones en
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las cuales se oponía al culto idolátrico, le granjearon la enemistad de los mercaderes de La Meca, hasta el
punto de que éstos le obligaron a emigrar, en julio del año 622, y refugiarse en Medina. Esta fecha, o Hégira,
señala el inicio de la era y el calendario de los musulmanes.
En este momento se inició la guerra santa por el Islam, o sumisión de los árabes a la voluntad de Allah. En la
lucha inicial, que duró varios años, Mahoma consiguió vencer a los habitantes de Medina. En el 629 hizo una
peregrinación a La Meca y al año siguiente se apoderó de la ciudad por sorpresa y destruyó los ídolos,
conservando sólo la Kaaba. Pronto todas las tribus de Arabia acataron su autoridad y aumentó el número de
creyentes. A su muerte (632) la nueva religión quedaba ya suficientemente perfilada.
6.3.− Las primeras conquistas
Mahoma murió sin descendencia masculina y sin haber nombrado sucesor, por lo que fue elegido su amigo
Abu Bakr (632−634), quien organizó el ejército y lanzó a los musulmanes a la guerra santa. Completó la
unificación de Arabia y designó como sucesor a Umar (634−644), otro amigo del profeta. El nuevo califa
conquistó Siria y Palestina. Poco después se inició la ocupación de Irak. Al mismo tiempo, otro ejército de
caballeros islamitas derrotaba a los bizantinos, que guarnecían en Egipto, en la batalla de Heliocrópolis (640).
Asediaron a Alejandría, que al igual que lo haría Egipto, capituló en poco tiempo.
Sitia quedó organizada en cuatro distritos militares provisionales, mientras que en Persia se aprovechaban de
las estructuras administrativas anteriores. Tanto en este país como en Egipto, las tropas quedaron acuarteladas
en campamentos que luego darían lugar a grandes ciudades. Tal es el caso de El Cairo.
Mientras los ejércitos avanzaban en sus conquistas, en Medina, centro del Imperio Árabe, moría asesinado
Umar. Un primo de Mahoma, Utman, fue elegido como tercer califa.
Durante su reinado, éste extendió el imperio hasta el norte de África y conquistó Cirenaica, Tripolitania y toda
África Menor; en Oriente, Jorasán y Afganistán (651); al norte, Armenia (653); y en el Mediterráneo, las islas
de Chipre y Rodas.
Con el asesinato de Utman y la elección de Alí (656−661), yerno de Mahoma, por los chiítas, se inició la
guerra civil. Mauwiya, primo de Utman, gobernador de Palestina y Siria, se negó a reconocerlo. Alí lo venció
en la batalla del Camello (656). Después de la indecisa batalla de Siffin (657), Mauwiya, obligó a Alí a
abdicar.
Muawiya (662−680) se proclamó califa, trasladó la capital a Damasco y fundó la dinastía Omeya (661−750).
6.4.− El califato Omeya
El triunfo de Mauwiya significaba que recaería en Siria la organización del Imperio Árabe y que el califato
quedaba vinculado a los Omeyas, dejando de ser electivo.
El califato Omeya, asimiló las tradiciones de Siria y Bizancio, y organizó su ejército a imagen del de estos
países. Medina y La Meca se convirtieron en dos grandes centros culturales. Se crearon las mezquitas.
Continuó la conquista por el norte de África, fundando Qairwan (670) y atacando desde allí a Sicilia.
En Asia ocupó Transoxiana y Sumarcanda (674), y avanzó hasta el Turquestán chino por la antigua ruta de la
seda. También amenazó a Constantinopla (678), sin conquistarla.
El sucesor de Muawiya, Yazid (680−683), tuvo que enfrentarse a grandes problemas internos, su secretario
general. Nerwan, gobernó después de él y cedió el califato a su hijo Abdemilid (685−705). Este califa sometió
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a los beréberes de África Menor (697) e inició la arabización. Durante el califato de al−Walid (705−715), los
musulmanes llegaron hasta el Atlántico (707); por el este avanzaron hasta la frontera de China y por el
sudoeste penetraron en el valle del Indo, dominando el Sind, parte del Penjab y el Oudh (711).
En tiempos de Hisam (724−743) se dio la famosa batalla de Poitiers (734), que si bien representó a un freno,
no impidió el asedio de Avignon (734) y el saqueo de Lyon (743). Los últimos años del califato Omeya
estuvieron ensombrecidos por los levantamientos y las revueltas.
6.5.− La penetración del Islam en España
Los árabes penetraron por primera vez en España en el año 710 para realizar una expedición de saqueo y
explorar el país antes una solicitud de ayuda hecha por los witizanos, que querían combatir a Rodrigo. En
vista del botín obtenido, al año siguiente mandaron otra expedición al mando del gobernador de Tánger.
Desembarcaron junto a Gibraltar, se apoderaron de Algeciras y se enfrentaron con el ejército de Rodrigo en la
batalla de Guadalete (711), derrotándolo gracias a la traición de los witizanos.
Tomaron Écija, Córdoba, Granada, Málaga, Toledo, etc. Al año siguiente, conquistaron Medina Sidonia,
Carmona, Sevilla y Mérida. Al cado de unos tres años el país ya estaba conquistado o sometido.
Los jefes godos que habían opuesto resistencia quedaron sujetos a la autoridad islámica. Todos los cristianos
fueron respetados en sus creencias, pero tuvieron que pagar la capitalización, o impuesto personal, y la
contribución territorial.
6.6.− El imperio Abbasí
La revuelta más importante del califato Omeya fue la de los árabes de Jorasán, la cual iba a ser decisiva para
el cambio de la dinastía. Muhammad al−Abbasí, pariente directo de Mahoma, reclamó el derecho de su
familia al califato. Los propios árabes estaban desunidos: los del norte apoyaron al último califa Omeya, los
del sur favorecieron a los chiítas y al hijo de Muhammad al−Abbasí, Ibraim, cuando éste sublevó en Jorasán
(747). La sublevación tuvo éxito y terminó con el asesinato del último califa Omeya. A al−abbasí le sucedió
su hermano, Abu−al−Abbas, quien hizo proclamar califa en Cufa, y dio origen a la dinastía Abbasí y decretó
el exterminio de los Omeya.
Esta dinastía llevó a cabo una reforma política y administrativa de profunda influencia persa. El imperio se
extendía del Atlántico al Indo y del Sahara al Asia central. Damasco, al−Fustat, Qairwan y Córdoba se
estaban convirtiendo en ciudades populosas.
Su hermano y sucesor, Abu Jaffar al.Mansur, fundó Bagdad y la convirtió en la capital del imperio.
6.7.− El califato de Córdoba
El emirato independiente de España, con capital en Córdoba, fue de larga duración (756−929) y pasó a
transformarse en Califato bajo el glorioso mandato de Abd al−Rahamán, momento en que Córdoba se
convirtió en la ciudad más poblada y prestigiosa del occidenrte europeo.
bd al−Rahmán I fue un promotor d la agricultura al introducir el cultivo de frutales desconocidos que hasta
entonces y construir acequias para el riego en el Levante español y la región andaluza. Cristianos y judíos
deberían pagar sus impuestos y fueron respetadas sus creencias, córdoba fue profusamente embellecida y
convertida en una de las ciudades más modernas e importantes de su tiempo.
6.8.− Estructura interna del imperio
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El califa, además de rey, era el jefe religioso, el cargo era Hereditario. Junto al califa había un consejo
consultivo. El gran visir era el primer ministro, en el siglo IX el poder del visir decayó y éste fue sustituido
por el emir. El emir se convirtió en el dueño dueño del gobierno, mientras que el califa solo conservaba el
poder espiritual. Cada provincia tenia un valí que era su representante y el cual gobernaba.
7.− EL IMPERIO CAROLINGIO
7.1.− Los primeros reyes carolingios
Los reyes merovingios habían dejado el peso del gobierno al mayordomo de palacio. Uno de éstos, Pipino de
Heristal, restableció la unidad del reino y se nombró así mismo príncipe de los francos. Su hijo, Carlos Martel,
venció a los árabes en la batalla de Poitiers, deteniendo su invasión en Occidente, y sometió Provenza a su
autoridad. Su sucesor, Pipino el Breve, tomó el título de rey de los francos en el año 751, puso fin a la dinastía
merovingia y entronizó en Francia a los carolingios. Ayudó al papado en su lucha contra los lombardos,
conquistó el exarcado de Rávena y se lo entregó al papa. Incorporó Aquitania al reino franco. Cobró tributos a
los sajones y continuó con la reforma de la iglesia franca. La tempana edad de éste último permitió a su hijo
Carlos restablecer la unidad territorial.
7.2.− La expansión bajo Carlomagno
Carlos el Grande, más conocido como Carlomagno, se vio precisado a luchar casi constantemente para
mantener su reino.
Desiderio, rey lombardo de Italia, invadió los territorios que Pipino había cedido al papa; así que, llamado por
Adriano I, Carlomagno se enfrentó a los lombardos y les arrebató sus estados. Confirmó los territorios cedidos
al papado por Pipino y recibió el título de protector de la Iglesia. En el norte de Europa, Carlomagno sometío
a los frisones, y en Germania consiguió apoderarse del ducado de Baviera.
Alrededor del reino franco, estableció zonas fronterizas nuevas.
Carlomagno destruyó el poder de los ávaros al invadir sus territorios. Posteriormente permitió a este pueblo
establecerse en la marca Panónica.
También conquistó Sajonia. Repobló el valle del Elba con francos y abodritas.
A la muerte de Carlomagno, heredó el trono su hijo Luis el Piadoso, durante cuyo reinado se planteó la lucha
entre los partidarios de mantener la unidad del imperio y los que querían dividirlo según la tradición
germánica. Finalmente lo dividió entre sus tres hijos, Lotario, Luis y Carlos. Dos años después, Luis y Carlos
firmaron su unión en el Juramento de Estrasburso, vencieron a Lotario y, por el Tratado de Verdún, se
repartieron el imperio.
8.− LAS INAVAISONES DE LOS PUEBLOS ASIÁTICOS
8.1.− Los normandos
Los pueblos germanos se quedaron en Escandinavia, unos siglos después de que sus hermanos de raza
invadieran el Imperio Romano, se convirtieron en marinos y se dedicaron a la piratería y al saqueo cuando
creció su población. Formaban tres grupos principales: daneses, suecos, noruegos. Armaban flotillas con
numerosas embarcaciones pequeñas con las cuales saqueaban las costa y remontaban los ríos. En época
carolingia eran los dueños del mar del Norte y el Atlántico, y llegaron hasta el Mediterráneo. Desde mediados
del siglo IX se establecieron en los territorios que saqueaban y se convirtieron en comerciantes.
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Los daneses invadieron Inglaterra en el siglo IX. Canuto el Grande, dominó Dinamarca, Noruega e Inglaterra
y construyó un gran imperio, En Normandía, los daneses adoptaron la lengua y la organización feudal de este
país. Uno de los duques normandos, Guillermo el Conquistador, invadió Inglaterra.
Los noruegos dominaron a Islandia y Groenlandia, y alrededor del año 1000 llegaron hasta la costas de
América del Norte.
Los suecos se extendieron por Finlandia y por tierra esclavas, en la ruta del Báltico al mar Negro por Dniéper,
constituyendo con el nombre de veregos una aristocracia germana y mercantil que dominó a los pueblos
esclavos.
8.2.− Los ávaros
Los ávaros ocupaban desde el año 567 la zona del Danubio Medio. Se expandieron por el Drave y el Save, en
dirección Croacia y Baviera, y atacaron en varia ocasiones al Imperio Bizantino hasta que la derrota que
sufrieron en 626, significó el inicio de su disgregación.
Posteriormente se extendieron hacia occidente, pero en 769 fuero frenador por Carlomagno, que fijó la
frontera o marca de Panonia en la línea del Danubio. Al mismo tiempo, los búlgaros, se aprovecharon de la
debilidad de los ávaros para incorporarse a la parte orienta de su antiguo reino, hasta el valle de Theiss.
8.3.− Los esclavos
Los pueblos esclavos aparecieron en la historia en los últimos tiempos de la Edad Antigua y primeros de la
Edad Media, eran de raza blanca y hablaban una lengua indoeuropea. En los primeros siglos de nuestra era
habitaron en un territorio limitado por el Vístula, los Cárpatos, el Dniéper y el Báltico.
En el siglo VI se expandieron hacia el norte, a costa de los germanos, y hacia el sur, por los Balcanes. En el
siglo siguiente estaban divididos en: meridionales, orientales y occidentales.
Los meridionales comprendían a los eslovenos, servocroatas y búlgaros.
Los orientales dominaban desde el golfo de Finlandia hasta el Don e iniciaron una intensa colonización en el
este y nordeste de Europa.
En el siglo X eran esclavos occidentales los checos, moravos, eslovacos, pomeranios, polavos, etc.
9.− EL FEUDALISMO
9.1.− Orígenes y esencia del feudalismo
El feudalismo no se limitó a ser un mero sistema económico, si no que también constituyó la forma de
organización política y social de Europa.
9.2.− Rasgos económicos y sociales
En los primeros siglos de la Edad Media, Constantinopla era el centro de la economía Mediterránea. En el
siglo VII, el núcleo del Mediterráneo oriental se trasladó a Bagdad, mientras que la economía occidental
reforzó sus contactos con los germanos del norte.
Dado que escaseaba el dinero y la agricultura era pobre, la ganadería constituía la fuente principal de riqueza.
La base de la nueva estructura económica fue el latifundio. Los pequeños propietarios cedían sus tierras a
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cambio de protección, lo cual conllevaba generalmente la pérdida de su libertad. Así aparecieron los siervos,
que constituían la gran masa de la población campesina y estaban sujetos a las cargas y reglas que les imponía
el señor. Las dos más características de éstas eran la capitación y el formariage.
Los villanos, pagaban al señor un censo, en teoría eran libres, aunque estaban sujetos a las mismas
prestaciones que los anteriores. La nobleza constituía la cima de la jerarquía social: por encima de ella sólo se
hallaba el rey.
9.3.− Relaciones entre señores y vasallos
La base de las relaciones entre unos y otros era la fidelidad mutua. Para encomendarse a un señor el feudal, el
vasallo que recibía un beneficio o feudo se arrodillaba y prestaba juramento de fidelidad a su señor.
Los vasallos reales, debían servir ante todo como caballeros entre las huestes del señor, aunque además solían
prestar servicios administrativos y judiciales.
9.4.− El mundo agrario
El sistema de relaciones feudales interfirió en el de la posesión y explotación de la tierra, cuyas tres formas
principales fueron el alodio, la tenencia y el feudo, estas tres formas principales de posesión de tierra se
mezclaban con el señorío rural.
El señor residía en su señorío, compuesto por un solo dominio o varios. En los primeros siglos, los siervos
eran quienes explotaban estos dominios por cuenta del señor, pero desde el siglo X su número fue
descendiendo.
La mayor parte de las tierras del señor fueron divididas en tenencias que éste entregaba a los campesinos que
vivieran en ellas a cambio de un censo. Él se quedaba, para explotarlas directamente, las mejores tierras de
labor y casi todo el bosque, con los derechos de caza y pesca.
10.− LAS CRUZADAS
10.1.− Causas y espíritu de las cruzadas
A consecuencia del incremento demográfico experimentado desde el siglo X y del despertar de las actividades
económicas internacionales, el Occidente se lanzó a la conquista del Este en cuanto advirtió en él síntoma de
debilidad.
10.2.− Las cruzadas de Oriente
Primera cruzada
El papa Urbano II predicó en el Concilio de Clermont la cruzada (1095) para la conquista de los Santos
Lugares a los musulmanes y exhortó a los caballeros cristianos a luchar contra los infieles, garantizando la
total remisión de sus culpas a cuantos acudiesen y muriesen en ella. Predicadores populares, como Pedro el
Ermitaño, lograron hacer llegar al pueblo el deseo del papa y reunieron a huestes de aventureros y pobres que
fueron derrotados por los turcos en Asia Menor (1096) antes de que llegaran a la Tierra Santa.
Mientras tanto se organizó la cruzada de los caballeros. Esta primera cruzada la integraban franceses,
normando, loreneses, alemanes, catalanes y navarros, los cuales, por tres rutas distintas, se unieron ante
Constantinopla en 1096. Allí firmaron un pacto con el emperador Alejo I en virtud del cual éste se
comprometía a facilitar los pertrechos necesarios a cambio de que las tierras conquistadas formaran un reino
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infeudado al Imperio de Constantinopla. Los 3000 caballeros y los 12000 infantes que formaba la expedición
marcharon a Nicea, vencieron a los turcos y tomaron Antioquía y Jerusalén (1099), detentada por los fatimitas
de Egipto. Fundaron seguidamente el reino cristiano o latino de Jerusalén, otorgado a Godofredo de Bouillon,
duque de la baja Lorena. Su hermano Balduino fue el primer rey de derecho.
El nuevo reino se extendió por la costa de Palestina gracias a la ayuda naval italiana. Se organizó a la manera
del feudalismo francés y muy pronto fueron feudatarios suyos el principado de Antioquía y las ciudades de
Edesa y Trípoli.
Segunda cruzada
La llamada segunda cruzada (1147−1149), predicada en 1146 por san Bernardo, abad de Claraval, fue
motivada por la reconquista de Edesa (1144) por los musulmanes. Estuvo capitaneada por el emperador
alemán Conrado III y por el rey francés Luis VII. Se supone que e nroló unos 150.000 hombres y no tuvo
apenas resultados prácticos. Los cruzados sitiaron Damasco sin conseguir su capitulación.
Los musulmanes se hallaban divididos y ello permitió a los francos, unos años después (1167−1168) y bajo el
mando del rey Amalarico I de Jerusalén, el más poderoso de los reyes jerosimilitanos, imponer su ley al califa
fatimí de El Cairo. Pero este dominio duró poco tiempo, ya que los egipcios no tardaron en sublevarse.
Tercera cruzada
Esta nueva cruzada (1188−1192) se inició a causa de la toma de Jerusalén por Saladino, el nuevo sultán de
Egipto. El entonces rey de Jerusalén, Guido de Lusignac (1186−1192), reunió a 12.000 caballeros y 15.000
infantes para enfrentarse a las huestes de Saladino sin esperar refuerzos del exterior, pero fue derrotado en la
batalla de los llantos de Hattín, al oeste de Tiberíades (1187), y hecho prisionero. La noticia de la derrota llegó
rápidamente a Occidente y aceleró una nueva expedición organizada por Gregorio VIII y dirigida por el
emperador de Alemania, Federico I Barbarroja, que murió en ella; el rey de Inglaterra, Ricardo Corazón de
León, que conquistó la isla de Chipre; y el rey de Francia, Felipe II Augusto. Esta cruzada de San Juan de
Acre, Ricardo cedió la isla de Chipre a Guido de Lusignac (1192) para compensarle de la pérdida de su reino.
Cuarta cruzada
La cuarta cruzada (1202−1204) fue organizada sin el apoyo de Bizancio y la dirigieron los normandos de
Sicilia y los venecianos. Fue predicada por Inocencio III, en 1200, contra Egipto, centro entonces de
islamismo. Los venecianos desviaron el rumbo de la expedición llevando a los cruzados a la conquista de
Zara, una plaza húngara que obstaculizaba su comercio. Cuando Alejo I se negó a pagarles lo que le pedían,
decidieron saquear la Constantinopla y acabaron fundando el imperio latino de Constantinopla, en tierras de
Bizancio. Uno de sus jefes, Balduino, conde de Flandes, fue designado emperador; y un veneciano pasó a ser
patriarca de Flandes de Constantinopla. También se creó el reino de Tesalónica, que comprendía a Macedonia,
Tracia y parte de Asia Menor y Creta, para otro de los jefes, Bonifacio, marqués de Montferrato.
Un año más tarde, Miguel VIII, el emperador griego de Nicea, se había apoderado de Constantinopla y el papa
Urbano IV proyectó una cruazada contra él que no llegó a realizarse porque Inglaterra, Francia y Castilla
excusaron de contribuir, incluso económicamente.
Las otras cruzadas
La quinta cruzada (1217−1220), dirigida contra Egipto, no consiguió la destrucción de los ayubíes, que era su
objetivo previo para poder recuperar a Jerusalén. La sexta (1128−1229), llevada a cabo por Federico II,
emperador de Alemania, permitió a los cruzados dominar en los Santos Lugares, pero pocos años después el
sultán ayubí de Egipto tomaba de nuevo Jerusalén (1244). Siguieron otras expediciones menores y dos nuevas
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cruzadas, la séptoma se tomó por segunda vez la plaza de Damieta, pero el rey fue vencido y apresado con el
grueso de su ejército y obligado a pagar rescate; durante la octava, san Luis murió de la peste en Túnez
(1270).
Al poco tiempo cayó la provincia de Acre, último baluarte continental de las cruzadas, y los hospitalarios se
trasladaron a Rodas. Sólo perdurarían las factorías comerciales establecidas por los italianos, a pesar de que la
Orden Del Temple fue suprimida (1314), el espíritu de las cruzadas no se perdió entre los cristianos, que
organizaron nuevas expediciones.
10.3.− Las cruzadas de Occidente
Mucho antes de que el Occidente europeo se lanzara a la empresa de las curdas, ya las había iniciado Bizancio
y España para recuperar su respectivos territorios.
Desde 1063, el papado se interesó por las luchas de la Reconquista e el reinado de Aragón, en tierras del Ebro,
los papas, por medio de bulas, solicitaron a los caballeros cristianos que participaron en ellas. Al menos tres
expediciones tuvieron por marco España antes de que las cruzadas se desplazaran hacia Oriente. La primera,
preparada por una bula de Alejandro II, condujo a una efímera conquista de Barbastro (1064) por las tropas de
Sancho Ramírez de Aragón, ayudado por fuerzas aquitanas y guerreros de la Champaña. La segunda,
propugnada por Gregorio VII y conducida por Eble de Roucy en tierras del Ebro (1073), no consiguió ningún
éxito destacado. La tercera fue favorecida por una bula de Urbano II y permitió a la caballería francesa
preparar la toma de Huesca (1089), entre la segunda y la tercera de estas expediciones, Alfonso VI, rey de
León y Castilla, con la colaboración de cruzados franceses, empredió la que le conduciría a la conquista de
Toledo (1085).
EL escaso éxito de las cruzadas occidentales y la política pontificia de aproximación a Bizancio, con el objeto
de conseguir de nuevo la unión de las iglesias latina y griega, desviaron hacia el este europeo las luchas
cristianas contra los infieles.
11.− EL IMPERIO GERMANO
11.1.− La dinastía carolingia en Alemania
Por el tratado de Verdún (834) fue reconocido como rey de Alemania Luis el Germánico (843−876), nieto de
Carlomagno. Su estado estaba constituido por cinco ducados: Sajonia, Franconia, Lorena, Suabia y Baviera.
Estos territorios gozaban de una gran independencia política y jurídica, lo cual influyó en la posterior
disgregación del poder central en Alemania. El rey carolingio Arnulfo fue emperador del Occidente
(896−899), título que de momento era sólo teórico.
11.2.− Los Otones
Enrique el Cetrero (910−936), duque de Sajonia, restableció en Alemania la autoridad real, después de la
extinción de los carolingios. Por ello se le puede considerar como el fundador del reino alemán.
Otón I (936−973), su hijo, se apoyó en los obispos y abades, a los cuales nombraba personalmente, en 955
venció a los húngaros en Lechfeld, con lo que colocó su estado a la cabeza de la Europa occidental. Intervino
en Italia contra Berengario de Ivrea (951) y, cuando éste atacó los Estados Pontificios, Otón I le vnció y se
hizo coronar rey de Italia en Pavía. A continuación, recibió la corona imperial (962), no permitió que los
papas fueran consagrados sin jurar antes fidelidad al emperador, porque, para ser dueño del clero alemán,
Otón I necesitaba dominar en Roma. Renovó la disciplina religiosa e impulsó la reforma eclesiástica. En el
siglo XI, época de regresión de la cultura en Francia. Alemania se convirtió en el centro espititual religioso de
Europa. Con la renovación del imperio, fue también el centro político.
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Otón II (973−983), hombre de gran cultura, siguió la política de su padre y contuvo al monarca francés
Lotario, al cual sitió en París (978). Luchó contra los musulmanes en la Italia meridional. Su matrimonio con
la princesa bizantina Teófano dio un nuevo impulso a la cultura alemana. Otón II resucitó la escuela palatina,
en la que colaboró Gerberto. Durante su reinado se intensificó la copia de manuscritos en los monasterios
entre los cuales sobresalió el de Sankt Gallen. La escuela episcopal de Lieja rivalizó con la de Chartres y otras
muchas alcanzaron gran esplendor.
Los Otones se apoyaron en los obispos y señores eclesiásticos, lo que condicionaba el éxito de la monarquía
en Alemania al poder que la misma tuviera en Italia. Esto explica la intervención en este país de Otón III y
Enrique IV el Santo (1002−1024).
11.3.− Los emperadores salios
La casa de Franconia sucedió en la dignidad imperial a la de Sajonia con Conrado II (1024−1039). A los
representantes de aquella se los conoce como los emperadores salios. Conrado II incrementó su autoridad
sobre los nobles, anexionó el reino de Borgoña al imperio, combatió el feudalismo en Italia, mantuvo los
límites de su estado frente a los daneses y los checos, y sometió a Polonia. Su hijo y sucesor Enrique III
(1039−1056), además de ser un mecenas, mantuvo la política de su progenitor contra los nobles y favoreció la
reforma de la Iglesia.
Desde la muerte de Enrique III hasta la subida al trono de Federico I, Alemania vivió un siglo de luchas
internas y de anarquía (1056−1152). El poder central quedó muy reducido a causa del aumento del poder
feudal en Alemania y por las luchas que enfrentaron al papado y al emperador por la cuestión de las
investiduras.
12.− LA ECONOMÍA EN LA ALTA EDAD MEDIA
12.1.− La población
La población europea aumentó a partir del siglo X de tal modo que ya en el XI resultaron insuficientes los
recursos agrícolas de que se nutría y hubo de producirse una intensificación de la agricultura y la ganadería,
así como la expansión comercial.
El crecimiento de la población se mantuvo ininterrumpido hasta el siglo XIII a pesar de las pestes epidémicas,
del hambre y las malas cosechas, todas ellas muy frecuentes en la demografía del antiguo régimen, además de
las guerra. Este aumento de la población, y a veces la falta de recursos en el campo que pudieran sostenerla,
obigó al campesinado a emigrar a las ciudades. En general, el crecimiento demográfico contribuyó a la
aparición de importantes cambios en la propiedad del suelo y en el paisaje en especial desde el siglo XI.
Lentamente, la sociedad avanzaba hacia profundos cambios.
12.2.− El comercio
Desde mediados del siglo X, Bizancio logró consolidar su desarrollo comercial a expensas de los
musulmanes, y, apoyado por las industrias de tejidos lujosos, fue la primera potencia mercantil mediterránea
hasta finales del siglo XI. Los árabes ostentaron el monopolio de los intercambios con el Lejano Oriente y
África. Después de las cruzadas, los países de Occidente mediterráneo hicieron que la balanza comercial se
inclinara a su favor.
Fue muy importante para el desarrollo comercial la introducción de mejoras técnicas en el arte de navegar y la
utilización de los carros de cuatro ruedas y los mulos para el transporte terrestre.
Las organizaciones corporativas llegaron a Europa en el siglo X, procedentes de Bizancio y Bagdad,
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asimismo, las bancas del Oriente, en el siglo XII, influyeron en la sustitución de los cambistas y usureros
occidentales. Las mercancías más usuales constituían los paños y la lana, y entre los productos alimenticios, el
trigo, el pescado fresco y ahumado, carnes, grasas: cuernos y pieles; sustancias tintóreas; hierro, cuchillos,
hoces y cuerdas
13.− ESPAÑA: EMPUJE Y PARALIZACIÓN DE LA RECONQUISTA
El siglo XIII fue para España una época de grandes conquistas, realizadas por Fernando III de Castilla y por
Jaime I de Aragón, que terminaron con la sumisión de los musulmanes, excepto el pequeño reino de Granada.
Alfonso VIII (1158−1314) venció a los almohades en la batalla de Navas de Tolosa (1212) y estrechó las
relaciones con los otros estados europeos. Bajo uno de sus sucesores, Fernando II (1217−1252), se llevó a
cabo la definitiva unión de Castilla y León. Durante su reinado se conquistó todo el valle del Guadalquivir y
se incorporó a Córdoba, Sevilla y Murcia. Mientras Jaime I de Aragón se expandía hacia el sur. Ello hizo que
los dos reinos trataran de fijar sus fronteras.
A Fernando III le sucedió Alfonso X el Sabio (1252−1284), quien descuidó el gobierno del reino, pendiente
como estaba de poder ocupar el trono del Imperio Germano, esta actitud le granjeó la enemistad de sus
súbditos y de las cortes, que llegaron a destronarlo. En el plano cultural fue, por su producción literaria y
jurídica y por su apoyo a la Escuela de Traductores de Toledo.
Con su hijo Sancho IV (1284−1295), la Reconquista se limitó a la lucha por la posesión de las plazas que
dominaban el estrecho de Gibraltar. La figura de Jaime I el Consquistador (1213−1276) llenó de buena parte
del siglo XIII en la Corona de Aragón. El Consquistador se apoderó de Mallorca (1229) e Ibiza (1235), y tres
años después conquistó Valencia. Al morir repartió sus dominios cediendo al primogénito Pedro los territorios
peninsulares y a Jaime las Baleares, el Rosellón, la Cerdeña y Montpeller. Con Pedro III (1276−1285),
cerradas las demás posibilidades, el Mediterráneo fue el eje de la política exterior aragonesa.
14.− LA ECONOMÍA EN LA BAJA EDAD MEDIA
El desarrollo comercial de Occidente se aceleró durante el siglo XIII. Los contratos de comenda y las
sociedades mercantiles se hicieron más frecuentes. En éstas, formadas en un principio por el capitalista y el
mercader, empezaron a admitirse socios que aportaban sumas más pequeñas. El contrato de cambio marítimo
estaba ya muy extendido en el siglo XIII, el comercio al mayor se solía financiar con créditos que alcanzaban
unos intereses muy altos. Las ciudades de Colonia, Hamburgo y Lübeck organizaron una liga o asociación de
comerciantes conocida como la Hansa, sus promotores pretendían acabar con la piratería en el Báltico,
fomentar el gran negocio y monopolizar el que se realizara en los mares Báltico y del Norte. Establecieron
consulados y extendieron su radio de acción hasta el Mediterráneo.con los nuevos medios técnicos, se
facilitaba la navegación de altura y no se hacía tan preciso como antes el cabotaje.
Constantinopla era aún el centro del comercio internaciones, seguida por Alejandría. Las ciudades italianas de
Génova y Venecia eran los puntos más importantes del Mediterráneo. Los puertos del norte de Europa
también conocieron una gran actividad.
15.− ESPAÑA EN EL SIGLO XV
15.1.− El reino de Castilla
En el reino de Castilla, el espíritu de rebeldía de la nobleza se acentuó en el siglo XV. La agitación nobiliaria,
existente ya durante la minoría de Juan II, se recrudeció a la muerte del regente, Fernando de Antequera
(1416). Juan II, se dejó el gobierno en manos de su favorito, el condestable don Álvaro de Luna, y éste
defendió los intereses del rey frente a la nobleza. El monarca acabó perdiendo su autoridad y entrando, como
si fuera un miembro más de la alta nobleza, en el juego de las conspiraciones. A Juan II le sucedió su hijo
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Enrique IV (1454−1474), cuyo reinado señaló la máxima decadencia del poder real en Cstilla, el nacimiento
de una hija suya y las dudas acerca de su legitimidad le sirvieron de pretexto a la nobleza para levantarse
contra el rey, al que depusieron en efigie en la llamada falsa de Ávila. Frente a la Beltraneja (hija del rey), se
declaró el heredero de Enrique IV a su hermano Alfonso; y muerto este último, a su hermana Isabel. Enrique
IV e Isabel llegaron a un compromiso por el cual el rey reconocía a Isabel como heredera sin aludir a la
legitimidad de la Beltraneja. El matrimonio de Isabel con el heredero al trono de Aragón sirvió de motivo para
una nueva ruptura. Muerto el rey, se inició una guerra civil entre los partidarios de Juana, apoyada por
Portugal, y los de Isabel, apoyada por Aragón, terminando con el triunfo de la segunda.
15.2.− EL reino de Aragón
Al iniciarse el siglo XV, la corona de Aragón debía buscar un sucesor al trono, ya que Martín I el Humano
había muerto sin dejar heredero. Se reunieron en Caspe tres representantes de cada uno de los reinos que
formaban la corona de Aragón; Cataluña, Aragón y Valencia. Se nombró rey al regente castellano Fernando
de Antequera (1412−1416). Este hecho, por un lado, mostraba la decadencia de la corona de Aragón, y por
otro, adelantaba el predominio que Castilla iba a tener en los siglos siguientes sobre la corona de Aragón y los
demás reinos hispánicos.
El hijo de Fernando I, Alfonso V (1416−1458) continuó la política de expansión por el Mediterráneo y
conquistó Nápoles, donde pasó la mayor parte de su vida dedicado al mecenazgo de los primero artistas del
Renacimiento. A Alfonso V le sucedió, en Aragón su hermano Juan II (1458−1479); y, en Nápoles, su hijo
natural Fernando, Juan II tuvo que hacer frente a una amplia revuelta campesina, conocida como el
movimiento de la remensa, que se complicó por el apoyo que los catalanes prestaron al príncipe de Viana, hijo
del rey. Se abrió así una guerra civil que duraría largos años. Muerto el príncipe de Viana, los catalanes
proclamaron sucesivamente como reyes a diversos soberanos europeos. Finalmente, Juan II consiguió salvar
el trono para su hijo Fernando y pacificar el reino atendiendo algunas de las peticiones que formulaban los
campesinos. Llegados a este punto, cuando Fernando sucedió a su padre se iba a producir la unión las coronas
de Aragón y Castilla.
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