ISAIAS 6 TEXTO: Isaías 6: 1-8. PREDICADOR: LUIS M ORTIZ “En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus vestiduras llenaban el templo. Y encima de él estaban serafines; cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria. Y los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se llenó de humo. Entonces dije: ¡Ay de mí! Que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos. Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con una tenaza; Y tocando con él mi boca, dijo: he aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado. Después oí la voz del Señor que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí.” Esta es una experiencia que cambió totalmente la vida y el ministerio de este gran profeta de Dios, antes de esta experiencia, ya Isaías era profeta; este es el capítulo 6 y en los 5 anteriores hay profecía, que él usado por el Espíritu Santo pronosticó; de modo que este no fue el inicio de su ministerio profético, pero este si fue el inicio de una experiencia y de una dimensión más profunda en Dios, con relación a su ministerio profético. Comienza este pasaje que nos dice: “En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor”. Parecería para algunos, que para qué tiene que mencionarse ahí que fue en ese año; en que murió el rey Uzías, en las Sagradas Escrituras, cada palabra, cada acento, cada coma, tiene un significado, porque uno puede hacer una declaración, sin un punto o una coma, sin ortografía, y cambia el sentido completamente, y entonces el hecho de que se mencione que fue en el año que murió el rey Uzías, que el tuvo esta visión tan profunda y tan preciosa, que cambió su vida personal y su ministerio profético, y porqué sería que esto tenía que suceder en el año que murió el rey Uzías; el rey Uzías e Isaías eran primoshermanos, Isaías el profeta, le gustaba ir a palacio y visitar a su primo-hermano el rey, como eran familiares de confianza se estimaban mutuamente (a lo mejor, porque así somos todos nosotros). El profeta en algunas ocasiones le diría: déjame sentarme en el trono; él frecuentaba palacio y se sentaba en el trono; Isaías estaba feliz, estaba contento, porque el rey era su primo, por ello tenía una relación, un contacto, una comunión frecuente con el rey y él estaba muy feliz en estas visitas a palacio. Pero se murió el rey Uzías y vino otro rey, y ya Isaías no frecuentaba a palacio, y no podía ir a sentarse en el trono, ni a jugar al rey; su mente, su corazón y parte de su vida y de su tiempo, estaba en palacio, con el rey su primo-hermano; pero murió el rey y esto se terminó, y como ya no podía ir al palacio de Jerusalén donde vivía su primo hermano, y ya no tenía ese contacto y esa relación, entonces buscó más de Dios, ya no podía ir a palacio, ahora tenía más tiempo para tener contacto y comunión con el Rey de reyes y Señor de señores. A nosotros nos puede pasar igual, y de hecho sucede con frecuencia, le damos mucha atención a algo, y le quitamos la atención a Dios y a las cosas de Dios, frecuentamos a otros lugares y dejamos desierta la casa de Dios, entonces Dios permite muchas cosas; que tengamos tropiezos y obstáculos, y Dios nos quita muchas cosas, para que así lo busquemos a Él, y esa es la misericordia de Dios, porque Dios nos ama. Por esto es que la Biblia señala que Isaías tuvo esta visión en el año que murió el rey Uzías, esto quiere decir, que si Uzías no muere, Isaías sigue con su entretenimiento en el palacio y no hubiese tenido esta visión tan gloriosa. En cuanto a mí, les digo con todo corazón, que si en mi vida hubiese algún Uzías, yo le digo al Señor: «Señor que se muera Uzías», si en la vida de cada uno de nosotros, vemos que hay algo; que nos entretiene, que nos desvía, que ocupa el tiempo de Dios en nuestra vida, que ocupa el tiempo de venir a la casa de Dios, que ocupa el tiempo de leer, estudiar y meditar en las Sagradas Escrituras, que ocupa el tiempo de dar el testimonio de lo que Dios ha hecho con nosotros, a los que viven en perdición y en pecado; deberíamos llegar a una conclusión y decir: «Que se muera Uzías», porque podríamos perder al Rey de reyes y Señor de señores, por tener un entretenimiento aquí abajo en la tierra. Isaías dice: “vi yo al Señor”, a Uzías ya no lo veía, porque se había muerto, ya no podía ir a palacio, porque ya no era rey su primo-hermano, pero precisamente en ese año dice Isaías: “vi yo al Señor”, y ¿Cómo lo vió? Dice: Sentado sobre un trono alto y sublime; Dios le quitó su primo-hermano, Dios le quitó el entretenimiento de sentarse en el trono de su primo-hermano, no veía a Uzías pero ahora vió a Dios, no vió más el trono de Uzías, pero ahora vió el trono de Dios. “Vi yo al Señor sentado sobre un trono”, el trono de Uzías era meramente humano; tal vez todo de oro, pero el trono que ve Isaías, es alto y sublime, cuando Dios nos quita una cosa es para darnos algo mejor. “Y sus vestiduras cubrían el templo,” las vestiduras de Uzías el rey cubrían su cuerpo y la parte del frente del trono, pero las vestiduras que Isaías vio del Dios Todopoderoso llenaban el templo, y no solo el templo, sino también nuestro corazón; Isaías sigue escribiendo esta visión y dice: “encima del trono y del Señor estaban serafines”, esto es un rango entre los ángeles hay serafines, querubines y arcángeles, la palabra serafín significa ardiente, como a nosotros nos gusta alabar a Dios ardientemente. Juan en las visiones del libro de Apocalipsis dice que oía las alabanzas en el cielo como trueno y como grandes cataratas de agua, aunque hay muchos que nos les gusta alabar a Dios, ni en voz alta, ni en baja, ni con mucho o poco volumen, con nada, yo no se como van a ser cuando lleguen al cielo, pues allá se alabará a Dios ardientemente. Isaías describe a los serafines, ellos tenían seis alas, con dos cubrían sus rostros en señal de reverencia a Dios, (y cuando nosotros venimos a la casa de Dios tenemos que guardar reverencia, reverencia nos es silencio, ni tener un comportamiento sofisticado; como un muerto, reverencia es alabar a Dios), con las otras dos cubrían sus pies, como que estaban dedicados para servir a Dios y para andar en la santidad que hay que tener en la presencia de Dios y con dos de sus alas volaban, se movían al mandato del Señor, serafines, Isaías los vió y los describe, y oía que los serafines decían: Santo, Santo, Santo. ¿Porque estas repeticiones?, ¿porqué tres veces la palabra Santo? Juan en las visiones del Apocalipsis oyó también que los seres viviente, querubines decían: Santo, Santo, Santo, ¿por qué no una vez, por qué no dos veces, por qué no cuatro veces?, ¿por qué tres veces? Porque Santo es el Padre, Santo es el Hijo y Santo es el Espíritu Santo. Dios quiere derramar su gloria en todo ser humano debajo del sol; Dios no excluye a nadie, Dios no predestina a unos para su gloria y a otros para el infierno, es un insulto a la justicia y al carácter de Dios. Y los redimidos con la sangre de Cristo, cuyos nombres están escritos en el libro de la vida, en el cielo, que están viviendo vidas santas, apartadas del mundo y de la concupiscencia del mundo, que no aman el mundo ni las cosas que están en el mundo; ese pueblo sabe que toda la tierra está llena de la gloria de Dios, y mejor que eso, es saber que toda nuestra vida, nuestro corazón y nuestra mente están llenas de la gloria de Dios. ¿Por qué no nos interesa la gloria del mundo ó la gloria de Uzías?,¿por qué no nos interesa las vanidades del mundo? Porque estamos llenos de la gloria de Dios; esa gloria de Dios llegó a mi corazón cuando yo tenia 10 años de edad, predicó un hombre lleno del Espíritu Santo, invitó las almas a aceptar a Cristo, se levantaron como 25 manos en la congregación, entre esas, mi mano, de un niño de 10 años, y esa noche fui consiente que el Señor me salvó, fui consiente que Él me llamó para predicar su evangelio y esa noche fui consiente que Dios llenó mi tierno corazón de su gloria, de esto ahora serán 60 años, y a no ser porque la gloria de Dios está en mi vida, en mi mente, en mi corazón y en mis pensamientos, yo no estaría aquí predicando. El Señor Jesucristo no es un madero colgando de otro madero, el Señor Jesucristo no es una estampa de papel, el Señor Jesucristo no es una figura yeso, el Señor Jesucristo no es un dogma, el Señor Jesucristo es una gloriosa realidad en la vida del que cree. Las Sagradas Escrituras nos sigue diciendo que cuando Isaías oyó la voz de los serafines, los quiciales de las puertas del templo se estremecían con la voz del que clamaba y la casa se llenó de la gloria de Dios, del fuego de Dios, y no solo se estremecieron las puertas del templo, pues lo mejor fue que ante esta manifestación de la gloria de Dios Isaías dijo: “Ay de mí, que soy como muerto, que siendo hombre inmundo de labios y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey Jehová de los ejércitos”, se estremeció el templo, pero mejor que todo, se estremeció Isaías, se estremeció el corazón del profeta, y al ver la manifestación de la gloria de Dios, dijo: “Ay de mí, me muero, soy como muerto, porque han visto mis ojos al Rey Dios Jehová de los ejércitos”, con su primo el rey Uzías probablemente bromeaba, se sentaba en el trono como una broma, como un juego, pero ahora ve a Dios y se da cuenta de su necesidad. Mientras más cerca está uno de Dios, de su palabra, de su presencia, de su divino amor, vamos a ver nuestra necesidad con mayor claridad, el que cree que está bien delante de Dios y así lo publique: «yo estoy bien, yo no necesito ir tanto a la iglesia, no necesito leer tanto la Biblia, no necesito hacer esto», esas son las personas que más lejos están de Dios. Porque cuando uno se aproxima a la presencia del Señor, uno se da cuenta de la santidad de Dios y de la necesidad de uno. Y los creyentes que viven una vida mundana; de comunión, contacto y práctica con el mundo, se sienten bien, critican y censuran a los que queremos estar más y más y más cerca del Señor. El que está lejos, más se aleja, el que está más cerca, quiere aproximarse más, quiere buscar más de Dios, reconoce que necesita, porque quien será capaz de compararse con el Dios Santo, santo, santo. “Ay de mí que siendo hombre inmundo de labios”, se dio cuenta, y note que él lo primero que señala es inmundo de labios, porque a veces usamos nuestros labios, nuestras palabras indebidamente, a veces de un modo hasta insultante y él se da cuenta que tiene que refrenar su boca, Isaías ya era profeta; llevaba algunos años profetizando, pero ahora tuvo una visión de Dios y se dio cuenta que estaba muy rezagado, empezó a pedirle a Dios limpieza, santidad, pureza. “Han visto mis ojos al Rey”, se murió el rey Uzías y vio al Rey de los cielos. Cuando nosotros dejemos que se muera Uzías en nuestra vida, comenzaremos a ver al Señor de un modo más maravilloso. Y cuando él dijo: “Ay de mí”, pues voló hacia él uno de los serafines, y tampoco es que aquel serafín tomó la iniciativa de ir hacia el profeta; los serafines y los ángeles están bajo la total autoridad de Dios, por eso los ángeles se escandalizan cuando ven que hay tantos que no se someten; los hijos a los padres, los cónyuges el uno al otro, la congregación al pastor, y personas así tampoco se someten a Dios, porque esa es una escala de valores que empieza con Dios, quien se somete a Dios, se somete a su palabra, quien se somete a su palabra, se somete al hombre de Dios que enseña y predica su palabra, quien se somete al hombre e instrumento de Dios, se somete a los hermanos que están en una experiencia más elevada que él, y luego la Biblia dice que nos sometamos los unos a los otros, porque ese es un principio en la soberanía de Dios, en el gobierno de Dios, porque no puede haber una multitud de dioses. Y cada uno de ellos; el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, han tenido una intervención directa en al redención del hombre. Entonces voló este serafín teniendo en su mano un carbón encendido. ¿Por qué Dios le dijo a aquel serafín que tomara un carbón encendido? Isaías acababa de confesar, de admitir que era inmundo de labios, el lo reconoció, y cuando nosotros reconocemos nuestras faltas, cuando nosotros reconocemos nuestros pecados, la Santa Biblia dice: “el que confiesa su pecado y se aparta alcanzará misericordia, pero el que encubre y disimula su pecado, no alcanzará misericordia”, pero Isaías lo reconoció, lo confesó y presto está Dios para ayudarle, y le dijo al serafín: «Toma las tenazas, toma un carbón encendido del altar», entonces el serafín vino y ese carbón encendido tomado del altar de Dios en el cielo, tocó los labios, la boca del profeta. No hay situación que Dios no pueda resolver, por más pecador que sea una persona, Dios lo perdona, si se arrepiente y si confiesa su pecado; una vez yo visitaba una iglesia, cantábamos y los hermanos aplaudían, pero yo oía que alguien a la vez había llevado 2 tablas a la iglesia y estaba dando según el ritmo que se estaba cantando, empecé a ubicar ese sonido y vi un hombre que estaba sentado, pero como era un hombre alto sobresalía, noté que él era el que aplaudía, no tenía tablas, eran unas tremendas manos que se movían aplaudiendo al Dios todopoderoso, le pregunté al pastor y le dije: «Hermano pastor, ¿quién es aquel hermano que está allí? Dígame algo», y me dijo: «Ese hermano, es el hermano más agradecido que hay en la congregación, en su vida de inconverso, sirvió en el ejército, fue a guerras y en una noche, él solo, mató 39 hombres, y él no creía que Dios pudiera perdonarlo, estaba muy preocupado, parece que esto le golpeaba la conciencia, y eso que lo hizo estando en guerra, pero entonces el pastor lo había orientado, le había explicado, le había ayudado, y creyó que sí, Dios perdona el pecado del hombre, se arrepintió de todos los pecados que había cometido, aceptó a Jesucristo como su gran salvador y mientras aplaudía, gruesas lágrimas brotaban porque era el hombre más agradecido de la congregación. El Señor le dijo a un falso religioso que murmuró y criticó a una mujer que el Señor había perdonado y que la censuraba, el Señor le dijo: “Simón, aquel al que le han sido perdonados todos sus pecados, mucho agradece”, le quiso decir: «como tu, no te has arrepentido de tus pecados, no has confesado tus pecados, y tus pecados no han sido perdonados, tu no agradeces nada, pero a quien se le han perdonado sus pecados, mucho agradece». Cuando el serafín tocó los labios del profeta le dijo: “He aquí que esto tocó tus labios”, y ese carbón representa el fuego del Espíritu Santo, ese carbón representa la eficacia de la sangre de Cristo que nos limpia de todo pecado, ese carbón representa la palabra viva de Dios, “esto tocó tus labios y es quitada tu culpa, limpio es tu pecado”. Que felicidad que Dios perdone nuestros pecados, un hombre no puede decir: «estás perdonado hijo», un hombre lo puede decir, pero esos pecados no han sido perdonados por Dios, porque el único pecado que Dios perdona, es aquel que se le confiesa a Él como el Padre, y al Padre le decimos perdóname por los méritos de la sangre de Cristo. Y entonces cuando ya Isaías se sintió libre, porque que precioso es sentirnos libres, no tenemos que buscar muletas de nadie, tenemos libertad de entrar en el santuario; en el cielo, en oración, y doblar nuestras rodillas y hablar con Dios por los méritos de Jesucristo, porque Pablo dijo: “Hay un Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo” Cuando todo esto sucedió, el profeta reconoce mejor su llamado, y oye la voz de Dios como renovando su llamado profético diciendo: “¿A quién enviaré, quién irá por nosotros?”, (ese es el Dios Trino hablando en su gloria allá en el cielo), “¿Quién ira en representación de nosotros a hablarle a una humanidad perdida y caída?”, y es cuando el profeta responde: “Heme aquí, envíame a mí”; para servir a Dios como Dios manda, tenemos que tener una visión, y si no la tenemos como lo tuvo Isaías, que lo vió con sus ojos, nosotros podemos tener la visión que Dios da a aquellos que se ponen en sus divinas manos, la visión de la obra de Dios, la visión de las almas perdidas, Cristo le dijo a sus apóstoles: “Alzad vuestros ojos y mirad las regiones que ya están listas para la cosecha”, y hoy más que nunca la cosecha de almas perdidas cosechadas para el reino de los cielos, es mas urgente que nunca antes en la historia de la raza, y hoy que vivimos en unos tiempos tan deteriorados, en unos tiempos tan convulsionados, en unos tiempos tan peligrosos, en unos tiempos cuando los niveles morales están por el suelo en toda la redondez de la tierra, en unos tiempos donde prevalece la falta de ley, la desobediencia, en unos tiempos cuando los hogares se desintegran, en unos tiempos cuando los hijos abandonan sus hogares en la niñez, en unos tiempos donde hay niños engendrando otros niños, en unas vorágines de maldad, de vicios, de pecados, de concupiscencia, de fornicación, de adulterio y de todas estas lacras morales y sociales que tienen a la humanidad hundida en las profundidades, alejadas de Dios, hace falto mucho pueblo de Dios que le diga: “Heme aquí, envíame a mí”, Jesús dijo: “La mies es mucha, los obreros pocos, rogad al Señor de la mies que envíe obreros”; ahora reconozcamos que cada mañana necesitamos más de Dios, no dependamos de nuestras experiencias pasadas, a Isaías no le sirvió haber profetizado, Isaías necesitaba una visión renovada de Dios, necesitó encontrarse con Dios, y ver la gloria de Dios, y ver la Santidad de Dios y ver el trono de Dios.