La trampa de la liquidez Samuelson 23-03-08.pdf

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Dia: 22/03/2008 - Hora: 19:52
DOMINGO 23 DE MARZO DE 2008 iECO
LO QUE VIENE
PERSONAJE DE LA SEMANA
Joseph
Lewis
Cockney Lo pintan como un septuagenario de gran estado físico,
viajero incansable, muy lector, y
coleccionista de arte. Compró pedazos de Rusia y Argentina (unas
12.000 hectáreas en Lago Escondido y otras tantas cerca de Puerto Madryn, que administra su hijo Charlie). Pero este británico,
que tiene domicilio formal en las
Bahamas y nació en un cuarto
sobre un pub del East End londinense, es también el mayor accionista de Bear Stearns, el banco
de inversiones de Wall Street que
este mes sufrió una corrida.
EDITOR
Desde abajo. En septiembre, Lewis, cuyo primer trabajo fue a los
15 años en el bar familiar, tenía
el 7% de Bear Stearns; para febrero, llegó al 8,3%. Invirtió
1.260 millones de dólares en el
banco neoyorquino, especializado en los últimos años en derivados sobre hipotecas de riesgo,
que ahora necesita salvataje.
Bear Stearns
RANKING
u Hasta hace días, cuando se
empobreció en mil millones de
dólares, este magnate con
tierras en la Patagonia tenía la
16° fortuna de Gran Bretaña.
Resistiré. En un plan de rescate,
orquestado en los más altos niveles de Nueva York y Washington,
el banco J.P. Morgan pagará 2,32
dólares por acción. Lewis, que
pagó sus 12,14 millones de papeles a un promedio de 103 dólares
cada uno, no está conforme con
el acuerdo. Anunció que hará todo lo posible por que aparezca
otro comprador y sea aceptado.
“Irrisoria”. “Creo que es una
oferta irrisoria, pero no creo que
concreten la operación”, dijo por
teléfono el habitualmente reservado Lewis a la CNBC el lunes.
Lista. En la lista Forbes, es el millonario número 369, con US$
2.500 millones. Lewis fue pionero del negocio de los restaurantes
temáticos (apadrinó al fundador
de Hard Rock, marca que su hijo
trajo a la Argentina, y de Planet
Hollywood). En 1979 se mudó a
Bahamas, para concentrarse en
los mercados monetarios. Hizo
fortunas apostando contra la libra esterlina en 1992 y con el desplome del peso mexicano en los
90. Es uno de los dueños del club
de fútbol Tottenham Hotspurs.
Isabel Stratta
CONTEXTO
Paul A. Samuelson
ECONOMISTA.
PREMIO NOBEL DE
ECONOMIA 1970
“Lo que tenemos ahora
es una enfermedad
nueva: la del crédito
simultáneamente
abundante y escaso”,
diagnostica Samuelson.
A
cá no va a pasar”. Esas
fueron las últimas palabras de muchos que construyeron en costas tropicales antes de que huracán, maremoto o
volcán se llevara sus casas.
La economía no es la excepción. En 1929, al borde del desplome de la Bolsa, la comisión de
notables del presidente Herbert
Hoover declaró: El futuro es tranquilo. Los ciclos de negocios son
sólo los dolores de crecimiento
históricos del capitalismo. Pero
ahora estamos en una Nueva Era.
Lo que siguió fue una década entera de miserias mundiales: desempleo masivo; miles de colapsos bancarios; ejecuciones de viviendas y millones de quiebras.
¿Historia Antigua? No tanto.
La mayoría de mis lectores vivían
durante la llamada Década Perdida de Japón, algo que merece el
nombre de larga, larga caída. (De
hecho, el mal económico nipón
siguió bien pasados los 90. Al día
de hoy, Japón no ha recuperado
los niveles de tasas de interés positivas que rigen en el mundo, y
allí donde otros tienen que luchar contra la inflación indebida,
Japón todavía pugna por terminar con su deflación post 90).
Los historiadores saben que en
los años 20, luego de la recesión
internacional que siguió a la Primera Guerra Mundial, Japón ya
había tenido una década perdida.
Ese período duro no sólo fue un
problema para su democracia a
la occidental; en cierta forma
puede decirse que fue la semilla
de Pearl Harbor en 1941. Moraleja: Las décadas perdidas produ-
Trampa de liquidez
cen malestar político y crean vecinos geopolíticos peligrosos.
Si vuelvo a todas esas obviedades es para que nos ayuden a entender debates fundamentales
que vendrán en EE.UU. y el resto
del mundo. Quiéranlo o no, gobiernos de todas partes –y esto
incluye bancos centrales, tesoros
y entes reguladores de los mercados financieros– tendrán ineludiblemente que meterse y tratar de
curar las graves heridas nuevas
de nuestros sistemas financieros.
El ejemplo de Japón
Pregunta importante: ¿deberían
los roles del Estado limitarse a (1)
fijación por los bancos centrales
de las tasas de interés oficiales de
corto plazo sobre los bonos públicos más cortos (y más seguros); y
(2) programas limitados de corto
plazo de gasto presupuestario deficitario?
En altibajos usuales de los ciclos económicos, estas armas
convencionales funcionan bastante bien. Pero no le bastaron al
Japón de hace unos años. Y tampoco alcanzaron cuando fueron
utilizadas, a regañadientes, en la
Gran Depresión de 1929-1939.
Grandes gobernantes, grandes
CEOs y grandes académicos pueden perder su agudeza, por un
tiempo o definitivamente. En
Japón, consumidores y empresas
parecen ahora estar experimentando una crisis de identidad. Y
en los años 30, los consumidores
de cuatro continentes se paralizaron por aversión a algún riesgo o
a todos Por lo tanto, aún tasas de
interés cero orquestadas por los
bancos centrales, se toparon con
una “trampa de liquidez”. Esas
tasas carecían de potencia para
echar a andar y mantener una recuperación normal. Los asustados consumidores e inversores,
tenían motivación racional para
acumular en vez de gastar.
¿Tenemos ahora alguna dife-
3
rencia con los shockeados japoneses? Piénsenlo. ¿Después de
media docena de bajas de las tasas de la Fed, la moneda estadounidense y el crédito están “abundantes” o “escasos”? Pregúntenle
lo mismo a la Unión Europea.
Hoy el mundo atraviesa una
estanflación híbrida: empleo y
ganancias débiles y aceleración
inflacionaria. A causa de los
shocks de oferta del petróleo y los
productos agrícolas de comienzos de los 70, hoy la estanflación
se entiende bastante bien. Lo que
es nuevo y clave es la respuesta a
la siguiente pregunta: ¿En Nueva
York, Londres, París, Seúl, y Tokio, la moneda y el crédito están
abundantes o escasos? Respues-
ROL DEL ESTADO
“Lo quieran o no,
gobiernos de todas partes
van a tener que entrar
para curar las heridas
graves de nuestros
sistemas financieros.”
ta: la nuestra es la nueva enfermedad del crédito simultáneamente abundante y escaso. En
bonos públicos, más seguros, hay
plata. En activos con riesgos aunque sea moderados, el crédito
puede escasear mortalmente.
Esto nos lleva a lo que aprendieron los economistas en la
Gran Depresión. El New Deal de
Roosevelt cayó lentamente en la
cuenta de que tenía que crear
una Corporación de Reconstrucción de las Finanzas. El rol de la
CRF era hacerse cargo de inversiones de riesgo, aun cuando finalmente algunas dieran pérdidas. Pérdidas en el presupuesto
del Tesoro, sí. Pero ganancias en
el crecimiento del empleo y el
PBI en el período 1933-1939.
La CRF bajo otros nombres
–Corporación de Préstamos para
Propietarios de Viviendas o lo
que sea– son instrumentos que
una prudente Economía Mixta
probablemente tendrá que usar
con cautela a fin de abortar o
acortar la enfermedad de una depresión maligna de largo plazo.
No hay regla perfecta para las
necesarias intervenciones del Estado. A modo de un diccionario
imperfecto me atrevo a mencionar algunas consideraciones prudentes:
1. Los compradores de viviendas
más irresponsables, que entraron
en compras que nunca hubieran
podido pagar, no deben ser compensados por su estupidez.
2. Los prestamistas más descuidados –sean agentes hipotecarios
deshonestos, o Bear Stearns, o
Merrill Lynch– no deben ser tomados como un todo. Sólo sus
mejores colaterales, los que pueden estar ilíquidos temporariamente por el pánico financiero,
deben ser absorbidos por el Estado. Warren Buffet, millonario astuto, mostró la treta cuando ofreció hacerse cargo de los activos
buenos de aseguradores de bonos.
Ellos no aceptaron porque esperaban usar lo mejor que tenían como llave maestra para conseguir
un rescate oficial.
3. La mayoría de las propuestas
sugeridas hasta ahora en EE.UU.
y Europa sólo dieron alivio de corto plazo a acreedores y deudores.
Esto sólo posterga el día fatídico;
sería ayuda de largo plazo sólo en
la dudosa esperanza de que los
precios inmobiliarios vuelvan a
subir pronto. Lo cual pasa por alto
una verdad básica. Dado que los
edificios para hogares y empresas
son, ellos mismos, de larga vida,
hay que aceptar que por un considerable número de años, los mercados inmobiliarios puedan todavía ser mercados declinantes.
Traducción: Beatriz Cádiz
Pablo Maas
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A desendeudar
hasta que
aclare
U
n informe del equipo de
estrategia global de Citigroup difundido el miércoles advirtió a los inversionistas
que deben evitar como a la plaga
a las empresas y países que han
confiado demasiado en dinero
prestado para crecer o hacer negocios.
“El gran desendeudamiento ha
comenzado”, vaticina el informe.
Los estrategas del Citi aconsejan
invertir en mercados públicos de
acciones (en lugar de fondos de
capital privado y operaciones inmobiliarias) e inclinarse más por
los mercados de países emergentes y alejarse de las naciones desarrolladas, como Estados Unidos.
El dinero fácil que reinó en los
últimos años alentó a demasiados, durante demasiado tiempo,
“a comprar casas más grandes,
autos más grandes o posiciones
especulativas más grandes”. Pero
ahora, observa Robert Buckland,
el autor del informe, “cualquier
comportamiento que confíe demasiado en el acceso continuado
a dinero fácil debe ser reevaluado
drásticamente”.
Las propias entidades financieras
tienen una situación de endeudamiento insostenible, agrega. Durante la última crisis crediticia, en
1998, los bancos europeos estaban apalancados en una relación
de 26 partes de deuda por una de
capital. En los primeros años de
esta década, la relación aumento
a 32 a 1. Y hoy el apalancamiento
es de 40 a 1 (Pág. 9).
Cuestión de acceso
No es casual que, en estas circunstancias, el dinero esté fluyendo a refugios considerados
más seguros. En medio del huracán financiero, Visa, la empresa emisora de tarjetas de crédito,
realizó una colocación inicial de
acciones (IPO) por un monto
récord de 19.700 millones de
dólares (Pág. 10).
Paul Samuelson observa en su
columna de esta página que el
mercado de crédito enfrenta una
situación dual, es simultáneamente abundante y escaso. En
este contexto, el acceso al capital
para las empresas de países como la Argentina podría ser menos dificultoso de lo que se
temía, como lo demostró la emisión de acciones por 288 millones de dólares de la empresa
agropecuaria Cresud de esta semana (Pag. 12).
“Las compañías de mercados
emergentes han desarrollado balances particularmente sólidos,
porque aprendieron la dura lección de la crisis financiera asiática de hace una década”, confirma
el informe del Citi.
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