SEPARATA

Anuncio
SEPARATA
5 - 11 de julio 2004 – Año 7 - Nº 116 - Colombia
En esta ocasión reproducimos el artículo de Lenin “La Tercera Internacional y su Lugar en la Historia”, escrito el 15 de abril de 1919 y
publicado en el N° 1 de la revista “La Internacional Comunista” en mayo del mismo año. Un valioso documento que no podíamos omitir ahora con
motivo de la Celebración del 20 Aniversario del Movimiento Revolucionario Internacionalista.
La III Internacional y su Lugar en la Historia
Por Lenin
Los imperialistas de los países de la “Entente” bloquean a Rusia, tratando de aislar a la República Soviética, como foco contaminador, del
mundo capitalista. Estas gentes, que se jactan del carácter “democrático”
de sus instituciones, están tan cegadas por el odio a la República Soviética que no advierten cómo hacen el ridículo. Figúrense ustedes: unos países adelantados, los más civilizados y “democráticos”, armados hasta los
dientes, que en el sentido militar dominan en absoluto a todo el mundo,
temen como al fuego el contagio ideológico procedente de un país arruinado, hambriento, atrasado y que, según ellos, ¡es incluso semisalvaje!
Esta contradicción abre por sí sola los ojos a las masas trabajadoras de
todos los países y ayuda a desenmascarar la hipocresía de los imperialistas
como Clemenceau, Lloyd George, Wilson y sus gobiernos.
Pero a nosotros nos ayuda no sólo la ceguera que el odio a los Soviets
causa a los capitalistas, sino también las disensiones entre ellos, que les
llevan a ponerse zancadillas mutuamente. Los capitalistas han organizado
entre sí una verdadera conspiración del silencio, temiendo más que nada la
difusión de noticias verídicas sobre la República Soviética, en general, y de
sus documentos oficiales, en particular. Sin embargo, el órgano principal de
la burguesía francesa, Le Temps, ha publicado la noticia sobre la fundación,
en Moscú, de la III Internacional, de la Internacional Comunista.
Expresamos a este órgano principal de la burguesía francesa, a este
portavoz del chovinismo y del imperialismo francés, nuestro más respetuoso agradecimiento. Estamos dispuestos a remitir a Le Temps un mensaje solemne para manifestarle nuestro reconocimiento por la ayuda que nos
presta de un modo tan acertado y hábil.
La manera en que dicho periódico ha redactado su información, basándose en nuestro comunicado por radio, muestra con claridad meridiana los
motivos que han guiado a este órgano del dinero. Quería disparar un
dardo contra Wilson, como para mortificarle, diciéndole: “¡Vea qué gentes
son ésas con las que usted admite que se entablen negociaciones!” Los
sabihondos que escriben por encargo de la gente adinerada no ven que su
empeño de atemorizar a Wilson con los bolcheviques se transforma, a los
ojos de las masas trabajadoras, en una propaganda a favor de los
bolcheviques. Repetimos: ¡Nuestro más respetuoso agradecimiento al órgano periodístico de los millonarios franceses!
La III Internacional ha sido fundada bajo una situación mundial en que
ni las prohibiciones ni los pequeños y mezquinos subterfugios de los
imperialistas de la “Entente” o de los lacayos del capitalismo, como
Scheidemann en Alemania y Renner en Austria, son capaces de impedir
que entre la clase obrera del mundo entero se difundan las noticias acerca
de esta Internacional y las simpatías que ella despierta. Esta situación ha
sido creada por la revolución proletaria, que, de un modo evidente, se está
incrementando en todas partes cada día, cada hora. Esta situación ha sido
creada por el movimiento soviético entre las masas trabajadoras, el cual ha
alcanzado ya una potencia tal que se ha convertido verdaderamente en un
movimiento internacional.
La I Internacional (1864-1872) echó los cimientos de la organización
internacional de los obreros para la preparación de su ofensiva revolucionaria contra el capital. La II Internacional (1889-1914) ha sido una organización internacional del movimiento proletario, cuyo crecimiento se realizaba en amplitud, a costa de un descenso temporal del nivel revolucionario, en el fortalecimiento temporal del oportunismo, que, en fin de cuentas,
llevó a dicha Internacional a una bancarrota ignominiosa.
De hecho, la III Internacional fue creada en 1918, cuando el largo proceso de la lucha contra el oportunismo y el socialchovinismo condujo
sobre todo durante la guerra a la formación de partidos comunistas en una
serie de naciones. Formalmente, la III Internacional ha sido fundada en su
I Congreso, celebrado en marzo de 1919 en Moscú. Y el rasgo más característico de esta Internacional, su misión, es cumplir, llevar a la práctica los
preceptos del marxismo y realizar los ideales seculares del socialismo y del
movimiento obrero. Este rasgo, el más característico de la III Internacional,
se ha revelado inmediatamente en que la nueva, la tercera “Asociación
Internacional de los Trabajadores” ha comenzado a coincidir, ya desde
ahora, en cierto grado, con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
La I Internacional echó los cimientos de la lucha proletaria internacional por el socialismo.
La II Internacional marcó la época de la preparación del terreno para una
amplia extensión del movimiento entre las masas en una serie de países.
La III Internacional ha recogido los frutos del trabajo de la II Internacional, ha amputado la parte corrompida, oportunista, socialchovinista,
burguesa y pequeñoburguesa y ha comenzado a implantar la dictadura del
proletariado.
La alianza internacional de los partidos que dirigen el movimiento más
revolucionario del mundo, el movimiento del proletariado para el derrocamiento del yugo del capital, cuenta ahora con una base más sólida que
nunca: varias Repúblicas Soviéticas, que convierten en realidad, en escala
internacional, la dictadura del proletariado, la victoria de éste sobre el
capitalismo.
La importancia histórica universal de la III Internacional, la Internacional Comunista, reside en que ha comenzado a llevar a la práctica la consigna más importante de Marx, la consigna que resume el desarrollo secular
del socialismo y del movimiento obrero, la consigna expresada en este
concepto: dictadura del proletariado.
Esta previsión genial, esta teoría genial se está transformando en
realidad.
Estas palabras latinas están traducidas actualmente a los idiomas de
todos los pueblos de la Europa contemporánea más aún, a todos los idiomas del mundo.
Ha comenzado una nueva época en la historia universal.
La humanidad se sacude la última forma de esclavitud: la esclavitud
capitalista, o sea, la esclavitud asalariada.
Al liberarse de la esclavitud, la humanidad adquiere por vez primera la
verdadera libertad.
¿Cómo ha podido suceder que haya sido precisamente uno de los
países más atrasados de Europa el primero en implantar la dictadura del
proletariado, en organizar la República Soviética? Quizá no nos equivoquemos si afirmamos que precisamente esta contradicción entre el atraso
de Rusia y su “salto” a la forma más elevada de democracia, a la democracia soviética o proletaria, por encima de la democracia burguesa; que precisamente esta contradicción ha sido una de las causas (además del peso
de las costumbres oportunistas y de los prejuicios filisteos sobre la mayoría de los jefes del socialismo) que hizo particularmente difícil o retardó la
comprensión del papel de los Soviets en Occidente.
Las masas obreras del mundo entero percibieron instintivamente el
significado de los Soviets como arma de lucha del proletariado y como
forma del Estado proletario. Pero los “líderes”, corrompidos por el oportunismo, seguían y siguen rindiendo culto a la democracia burguesa, calificándola de “democracia” en general.
¿Es acaso sorprendente que la implantación de la dictadura del proletariado haya mostrado, ante todo, la “contradicción” entre el atraso de
Rusia y su “salto” por encima de la democracia burguesa? Cabría extrañarse si la historia nos brindara la posibilidad de implantar una nueva forma
de democracia sin una serie de contradicciones.
Cualquier marxista, incluso todo hombre familiarizado con la ciencia
moderna en general, al que preguntáramos si es posible el paso uniforme,
armónicamente proporcional de los diversos países capitalistas a la dictadura del proletariado, nos respondería, sin duda, negativamente. En el
mundo del capitalismo no hubo ni pudo haber jamás nada uniforme, ni
armónico, ni proporcional. Cada país ha ido desarrollando con particular
relieve uno u otro aspecto o rasgo, o todo un grupo de rasgos, inherentes
al capitalismo y al movimiento obrero. El proceso de desarrollo ha tenido
lugar en forma desigual.
Cuando Francia llevó a cabo su gran revolución burguesa, despertando a todo el continente europeo a una vida histórica nueva, Inglaterra,
aunque estaba mucho más desarrollada que Francia en el sentido capitalista, se puso a la cabeza de la coalición contrarrevolucionaria. Pero el
movimiento obrero inglés de aquella época anticipó ya, genialmente, muchos de los aspectos del futuro marxismo.
Cuando Inglaterra dio al mundo el primer movimiento proletario y revolucionario, movimiento amplio, verdaderamente de masas y políticamente
formado, el cartismo, en el continente europeo se desarrollaban revoluciones burguesas, en su mayoría débiles, mientras que en Francia estalló la
primera gran guerra civil entre el proletariado y la burguesía. La burguesía
derrotó a los diversos destacamentos nacionales del proletariado por separado y de manera distinta en los diferentes países.
Inglaterra constituyó el modelo de país en el que, según expresión de
Engels, la burguesía, junto con la aristocracia aburguesada, había creado
la élite más aburguesada del proletariado. Este país capitalista adelantado
resultó estar atrasado en varios decenios en el sentido de la lucha revolucionaria del proletariado. Francia parecía haber agotado las fuerzas del
proletariado en las dos heroicas insurrecciones de la clase obrera contra la
burguesía en 1848 y 1871, insurrecciones que fueron una aportación valiosísima en el sentido histórico universal. Luego, desde los años 70 del siglo
XIX, la hegemonía del movimiento obrero en la Internacional pasó a Alemania, cuando este país marchaba económicamente a la zaga de Inglaterra
y Francia. Y cuando Alemania sobrepasó económicamente a estos dos
países, esto es, en el segundo decenio del siglo XX, a la cabeza del partido
obrero marxista de Alemania, que servía de modelo universal, se encontraba un puñado de canallas declarados, desde Scheidemann y Noske hasta
David y Legien, inmunda patulea vendida a los capitalistas, los verdugos
más repugnantes salidos de la clase obrera al servicio de la monarquía y de
la burguesía contrarrevolucionaria.
La historia mundial conduce indefectiblemente a la dictadura del proletariado. Pero no lo hace, ni mucho menos, por caminos lisos, llanos y rectos.
Cuando Carlos Kautsky era todavía marxista, y no el renegado del
marxismo en que se ha convertido al luchar por la unidad con los
Scheidemann y por la democracia burguesa contra la democracia soviética
o proletaria, escribió a principios del siglo XX un artículo titulado “Los
eslavos y la revolución”. En este artículo exponía las condiciones históricas que marcaban la posibilidad del paso de la hegemonía en el movimiento revolucionario mundial a los eslavos.
Y así sucedió en realidad. Temporalmente -se sobrentiende que sólo
por un breve periodo de tiempo-, la hegemonía en la Internacional revolucionaria del proletariado pasó a los rusos, tal como pasó, en diversos
períodos del siglo XIX, a los ingleses, luego a los franceses y más tarde a
los alemanes.
He tenido ocasión de decir reiteradas veces: en comparación con los
países adelantados, a los rusos les ha sido más fácil comenzar la gran
revolución proletaria, pero les será más difícil continuarla y llevarla hasta
el triunfo definitivo, en el sentido de la organización completa de la sociedad socialista.
Nos fue más fácil comenzar, en primer lugar, porque el inusual -para la
Europa del siglo XX- atraso político de la monarquía zarista originaba un
empuje revolucionario de las masas de una fuerza excepcional. Segundo,
porque el atraso de Rusia hizo coincidir de un modo peculiar la revolución
proletaria contra la burguesía con la revolución campesina contra los terratenientes. De ahí partimos en octubre de 1917 y no hubiéramos vencido
entonces con tanta facilidad de no haber partido de ahí. Ya en 1856, Marx,
al referirse a Prusia, indicaba la posibilidad de una combinación peculiar
de la revolución proletaria con una guerra campesina. Los bolcheviques,
desde el comienzo de 1905, abogaban por la idea de la dictadura revolucionario-democrática del proletariado y de los campesinos. Tercero, la revolución de 1905 contribuyó muchísimo a la educación política de las masas
obreras y campesinas, tanto en el sentido de familiarizar a su vanguardia
con la “última palabra” del socialismo en Occidente, como en el sentido de
la acción revolucionaria de las masas. Sin este “ensayo general” de 1905,
las revoluciones de 1917, tanto la burguesa de febrero como la proletaria
de Octubre, habrían sido imposibles. Cuarto, las condiciones geográficas
de Rusia le permitieron sostenerse más tiempo que otros países frente a la
superioridad militar de los países capitalistas adelantados. Quinto, la actitud peculiar del proletariado ante los campesinos facilitaba la transición
de la revolución burguesa a la revolución socialista, facilitaba la influencia
de los proletarios de la ciudad sobre las capas semiproletarias, más pobres
de los trabajadores del campo. Sexto, la larga escuela de lucha huelguística
y la experiencia del movimiento obrero de masas de Europa facilitaron el
surgimiento, en una situación revolucionaria que se exacerbaba profunda
y rápidamente, de una forma tan peculiar de organización revolucionaria
del proletariado como son los Soviets.
Esta enumeración, claro está, no es completa. Pero, por ahora, podemos limitarnos a ella.
La democracia soviética o proletaria ha nacido en Rusia. En comparación con la Comuna de París, se ha dado el segundo paso de importancia
histórica universal. La República Soviética Proletaria y Campesina ha resultado ser la primera república socialista sólida en el mundo. Esta República no puede ya morir como nuevo tipo de Estado. Esta República ya no
está sola en el mundo.
Para continuar la obra de la construcción del socialismo, para llevarla a
cabo, aún hace falta mucho, muchísimo. Las Repúblicas Soviéticas de los
países más cultos, donde el proletariado goza de mayor peso e influencia,
cuentan con todas las probabilidades de sobrepasar a Rusia, si es que
emprenden el camino de la dictadura del proletariado.
La II Internacional en bancarrota está agonizando y se pudre en vida.
De hecho, desempeña el papel de lacayo de la burguesía internacional. Es
una verdadera Internacional amarilla. Sus jefes ideológicos más destacados, como Kautsky, cantan loas a la democracia burguesa, calificándola
de “democracia” en general o -lo que es más necio y burdo todavía- de
“democracia pura”.
La democracia burguesa ha caducado, lo mismo que la II Internacional,
aunque cumplía un trabajo históricamente necesario y útil, cuando estaba
planteada al orden del día la obra de preparar a las masas obreras en los
marcos de esta democracia burguesa.
La república burguesa más democrática ha sido siempre, y no podía ser
otra cosa que una máquina para la opresión de los trabajadores por el
capital, un instrumento del Poder político del capital, la dictadura de la
burguesía. La república democrática burguesa prometía el Poder a la mayoría, lo proclamaba, pero jamás pudo realizarlo, ya que existía la propiedad privada de la tierra y demás medios de producción.
La “libertad” en la república democrática burguesa era, de hecho, la
libertad para los ricos. Los proletarios y los campesinos trabajadores podían y debían aprovecharla con objeto de preparar sus fuerzas para derrocar el capital, para vencer a la democracia burguesa; pero, de hecho, las
masas trabajadoras, como regla general, no podían gozar de la democracia
bajo el capitalismo.
Por vez primera en el mundo, la democracia soviética o proletaria ha
creado una democracia para las masas, para los trabajadores, para los
obreros y los pequeños campesinos.
Jamás ha existido en el mundo un poder estatal ejercido por la mayoría
de la población, un poder efectivamente de esta mayoría, como lo es el
Poder soviético.
Este reprime la “libertad” de los explotadores y de sus auxiliares, les
priva de la “libertad” de explotar, de la “libertad” de enriquecerse a costa
del hambre, de la “libertad” de luchar por la restauración del Poder del
capital, de la “libertad” de confabularse con la burguesía extranjera contra
los obreros y campesinos de su patria.
Que los Kautsky defiendan semejante libertad. Para ello hay que ser un
renegado del marxismo, un renegado del socialismo.
La bancarrota de los jefes ideológicos de la II Internacional, como
Hilferding y Kautsky, en ninguna otra cosa se ha manifestado con tanta
evidencia como en su total incapacidad de comprender la significación de la
democracia soviética o proletaria, su relación con la Comuna de París, su
lugar en la historia, su necesidad como forma de dictadura del proletariado.
El periódico Die Freiheit (“La Libertad”), órgano de prensa de la socialdemocracia alemana “independiente” (léase: mezquina, filistea,
pequeñoburguesa), publica en su N° 74, del 11 de febrero de 1919, un
llamamiento titulado “Al proletariado revolucionario de Alemania”.
Este llamamiento está firmado por la dirección de dicho partido y por
toda su minoría de la “Asamblea Nacional”, la “Constituyente” alemana.
En él se acusa a los Scheidemann de tener la intención de eliminar los
Soviets y propone -¡no se rían!- combinar los Soviets con la Constituyente, conferir a los Soviets ciertos derechos estatales, un determinado lugar
en la Constitución.
¡Conciliar, unir la dictadura de la burguesía con la dictadura del proletariado! ¡Qué sencillo! ¡Qué idea filistea más genial!
Sólo es de lamentar que la hayan experimentado ya bajo Kerenski, en
Rusia, los mencheviques y eseristas unidos, esos demócratas pequeñoburgueses que se creen socialistas.
Quien, al leer a Marx, no haya comprendido que en la sociedad capitalista,
en cada situación grave, en cada importante conflicto de clases, sólo es posible la dictadura de la burguesía o la dictadura del proletariado, no ha comprendido nada de la doctrina económica ni de la doctrina política de Marx.
Pero la idea genialmente filistea de Hilferding, Kautsky y Cía. de unir
de un modo pacifico la dictadura de la burguesía con la dictadura del
proletariado exige un análisis especial, siempre que se quiera analizar a
fondo los absurdos económicos y políticos acumulados en este
notabilísimo y ridiculísimo llamamiento del 11 de febrero. Habrá que aplazarlo, pues, para otro artículo. w
Descargar