Periodismo multidisciplinar, plataformas tecnológicas y participación ciudadana. (Noviembre 2007, Cádiz) Los periódicos continuamos hablando más de nosotros mismos, de nuestras propias preocupaciones e intereses, que de las necesidades e inquietudes del ciudadano. Por ello, resulta normal que, al calor de las nuevas tecnologías, estalle una necesidad de expresión y comunicación no cubierta ni atendida por los medios tradicionales. La aparición del periodismo ciudadano se presenta como el resultado de nuestro propio fracaso en la gestión y selección de los temas y asuntos que publicamos, de nuestra incapacidad a la hora ofrecer a nuestros lectores -cada vez personas más formadas y curiosas- una presencia en todo el producto donde poder descubrir aquello que realmente les preocupa. Junto a este fenómeno, hemos visto cómo en los últimos años se ha roto el tradicional equilibrio entre oferta y demanda informativa. La sobreabundancia de información es tan exagerada que las noticias e informaciones han terminado por perder valor. Los nuevos medios y sus tecnologías contribuyen a ello y frente al exceso surge, por extensión, un peligroso virus: el desorden informativo. Vivimos una etapa de periodismo desordenado, en ocasiones caótico, sin criterios de valoración, donde todo parece servir y donde el peso y poder de lo publicado se devalúa por el simple hecho de la multiplicación. Con la excusa de dar entrada a nuestros lectores y deslumbrados por las nuevas tecnologías hemos perdido buena parte del sentido del periodismo, aquel que hablaba de la búsqueda de una presentación ordenada y sistematizada. Desde luego, la demanda de información no puede ser frenada, de hecho, este tsunami informativo ha permitido un ejercicio de accesibilidad y democratización insospechado, pero tanta abundancia puede terminar por ahogarnos. Cada vez existen más imágenes, más sonidos, más historias, pero menos información. La participación de los lectores, su entrada veloz en las redacciones y en las referencias de los profesionales, permite que la confusión aumente y sea más difícil ponderar y mediar las diferencias entre una buena y mala noticia. No sé si existe el periodismo en ausencia de la valoración y el orden, pero no se puede olvidar que el principal atractivo que tienen nuestros periódicos frente a las nuevas tecnologías (blogs, internet, foros, etc...) es que se presentan como elementos ordenados, donde la valoración de un grupo de profesionales se descubre de forma clara. Hasta la fecha, los nuevos mecanismos de información no han logrado arrebatar este valor a la bien llamada prensa tradicional. Vivimos, a su vez, otra amenaza cuando damos entrada libre a los ciudadanos y sus blogs, que no es otra que la de la pérdida del reconocimiento de la objetividad en el tratamiento informativo. El periodismo ciudadano y participado, el blogero por descontado, no entiende de objetividades. No puede ser de otra forma. En consecuencia, corremos un riesgo de contagio que puede saltar a nuestras redacciones. Desde luego tenemos que refrescar el uso y empleo de determinados géneros periodísticos, pero, a su vez, hemos de preocuparnos más por el análisis y la interpretación, por la explicación y confirmación de las noticias, algo que el periodismo ciudadano olvida con frecuencia. Pero, frente a todos estos peligros, no podemos perder de vista la gran oportunidad que representan las nuevas plataformas tecnológicas para mejorar nuestra capacidad de penetración en el mercado informativo. Los nuevos medios facilitan un rápido acceso a la información en tiempo y forma, siempre y cuando la información ofrecida haya sido convenientemente tratada por profesionales que han de estar formados y asentados sobre criterios de máxima calidad. Hoy podemos hablar de un periodismo de 24 horas sobre 24 horas, sin interrupciones ni cortes, donde el papel prensa –si sabemos aprovechar el nombre de nuestras marcas- continuará cumpliendo una función nuclear. Aunque aún no hemos logrado definir el espacio y la complementariedad más apropiadas para no hacer daño a nuestros periódicos, sí que parece cierto que nuestros periodistas se adaptan sin especiales dificultades a un medio u otro cuando son conscientes de que con ello mantienen su liderazgo informativo. Los blogs elaborados por periodistas sirven para establecer nuevos contactos, nuevas fuentes, para que el roce con la calle eleve su exigencia informativa y, especialmente, para que su figura profesional pueda convertirse en referente de una atención y conocimientos más allá del papel que representa en su periódico prensa. La red concede al periodista una mayor cobertura y, por extensión, cede a la red una credibilidad de la que hoy carece. No creo en el ciudadano convertido en periodista, aunque sí en un periodismo pensado en los ciudadanos. Nuestros lectores podrán ser avisadores, redactores de notas familiares o de interesantes cartas al director, pero ¿me convierto en médico por curar un simple corte? ¿O en maestro por ayudar a mi hija a hacer los deberes? Los periodistas deben de ser conscientes de la necesidad permanente de dar e imprimir valor a la redacción de sus informaciones, algo de lo que el ciudadano de a pie no tiene porqué preocuparse. En Heraldo, cuando creamos Heraldo Abierto, un espacio donde los lectores sugieren sus temas, sus ideas y se expresan de una forma libre cuando así son requeridos, consideramos más importante la creación de unas páginas donde crear una comunidad de lectores que unas páginas donde los lectores jugasen a ser periodistas. En un año de existencia, el pasado lunes cumplimos exactamente un año, hemos tenido más de 10.000 entradas directas de participación (envío de correos, fotos, comentarios, etc…), pero lo más importante es que en la actualidad contamos con más de 2.200 lectores que han entrado a formar parte de la denominada Comunidad Heraldo. Personas con las que hoy podemos ponernos en contacto para pedirles información, ideas o sugerencias o, en su defecto, simple ayuda especializada para complementar nuestras informaciones. A cambio de todo ello, nosotros les ofrecemos que sus sugerencias e ideas viajen sobre un soporte creíble y de una manera solvente. Nosotros entendemos Heraldo Abierto como la creación de una comunidad de lectores, donde existan elementos de identificación con el periódico y donde, a la larga, tengamos adictos a un producto que sí responde a sus exigencias. Con todo ello, no podemos rebajar el tono del periódico, ni vulgarizar sus contenidos. Así, mientras el periódico aumenta su grado de exigencia, nosotros podemos dar cabida a todos nuestros lectores en otros medios, en otros ámbitos que exigen un perfil bien distinto. La formación de esta comunidad de lectores nos permite, a su vez, la creación de un valor añadido de gran importancia: la fidelización de estos mismos lectores. En la medida en que crece y se desarrolla este proceso de fidelización son los propios lectores los que establecen sus canales de comunicación internos, tanto hacia el periódico como entre ellos mismos. Así, hemos descubierto cómo determinadas cuestiones abordadas en Heraldo eran rebotadas por sms entre los miembros de esta familia. Es aquí donde entendemos que los nuevos medios y tecnologías pueden ayudarnos para ofrecer (vía móvil, por ejemplo) cápsulas de información para personas que pueden convertirse en lectores potenciales de Heraldo. No se puede olvidar que la segmentación del mercado de la información es un hecho imparable (de hecho en Heraldo ya hemos ofrecido con éxito algún producto informativo pensado única y exclusivamente en media docena de personas) y aquí es donde las nuevas tecnologías vuelven a ayudarnos. Desde luego, en un periódico regional, donde no contamos con las delimitaciones ideológicas que sufren los grandes medios nacionales, resulta más sencillo el esfuerzo a la creación de esa comunidad. Por esta razón, podemos asumir con mayor tranquilidad la defensa abierta de determinadas cuestiones sin preocuparnos en exceso por su trasfondo ideológico. Los lectores nos ayudan a marcar nuestro rumbo. Les escuchamos y atendemos, pero no deciden nuestro criterio ni toman nuestras decisiones. A los lectores hay que atenderlos, pero no se les puede pedir que se conviertan en algo que no son. El periódico debe esforzarse por la búsqueda y aplicación del valor de la información. En la prensa, cuando buscamos poder explicar un asunto hasta sus últimas consecuencias es necesario e imprescindible que hablen aquellos que conocen un tema. También tendrán que hacerlo los afectados e implicados, pero tenemos que tener muy claro hasta dónde llega su peso y cuál es el grado real de aportación a la pieza informativa. El periódico tiene que volver a recuperar el ágora griega, aquel lugar de encuentro de todos los ciudadanos, donde no todos tenían necesariamente que hablar, pero donde la mayoría escuchaba. No podemos olvidar que los medios escritos tenemos una responsabilidad en la creación de opinión, mejor aún, en la formación de una opinión pública sólida que despierte una voluntad crítica. Por ello, en ocasiones, cuando metemos con calzador las opiniones de los lectores, sólo generamos una incómoda niebla que nos impide descubrir aquello que queremos comunicar. Los nuevos medios, la tecnología multimedia, son imprescindibles para sostenernos en un cada vez más crítico y competitivo mercado. Para hacer bien este trabajo los periodistas no tendrán que ser hombres y mujeres orquesta, tendrán, sencillamente, que preocuparse por defender los estándares de calidad de sus informaciones. La tecnología también tiene que ayudarnos a romper la fría imagen que trasladamos los grandes medios y que, en más de una ocasión, se convierte en barrera infranqueable para nuestros lectores. No podemos olvidar que, a corto plazo, nuestros lectores lo seguirán siendo porque reunirán dos condiciones. 1.- Un analfabetismo digital que les impedirá saltar hacia los medios digitales y 2.- Un disfrute de la gestión del tiempo en proporciones elevadas, algo cada vez más inconcebible para los profesionales y personas activas. El reto está a nuestro alcance.